capitulo 18
Mire a Isaac y él me miró a mí, yo pensando en si podría estrangularle sin hacer ruido y él limitándose a sonreír con inocencia, ignorando que su joven vida estaba a punto de llegar a su fin. El que parecía completamente ajeno a la situación era orpheo, quien aún hacia el mejor esfuerzo por hacer mi boca volver a la suya a base de besos y mordiscos en mi mejilla.
Cubrí el rostro de orpheo con mi mano y le empujé hacia la almohada, sin despegar la vista de mi oponente.
Piensa, Io, si Isaac muere no te pagará jamás lo que te debe. Además, pasarás a ser el idiota del grupo automáticamente, me dije.
Con varios contras en mente, le devolví la sonrisa.
Debe estar demasiado ebrio como para conectar sus únicas dos neuronas.
— Se estaba ahogando con una papita —explico.
Isaac sonríe aún más.
— Se estaba ahogando, pero con tu lengua.
Eso fue todo. La risada que le seguió y a la que se unió el francés bajo mi mano sin razón aparente fue el detonante de mi autocontrol.
Tomé un poco de aire con resignación y luego clavé mis ojos en su casi mortuorio rostro.
— Yo quise salvarte la vida, imbécil.
Arranqué la almohada bajo la cabeza de orpheo y la puse sobre el rostro de Isaac con violencia.
¡Muere, muere, MUERE!
***
— ¿Qué diablos les pasó a ustedes dos?
La voz de Sorrento hace que mi visión hundida en la efervescente pastilla en el fondo de mi vaso con agua vuelva a la realidad. Habíamos cuatro personas sentadas a la mesa con medicamentos para la resaca y cereal seco de desayuno a plenas tres de la tarde. Todos éramos un asco, las bolsas oscuras bajo los ojos, los cabellos despeinados y la ropa del día anterior no ayudaban. Sin embargo, curiosamente Isaac y yo parecíamos especialmente haber rodado colina abajo entre una estampida de liebres salvajes con rabia.
Usé toda mi energía para encojerme de hombros sin dejar de ver las burbujas subir.
Sorrento suspira, bebiendo de un trago el contenido de su vaso.
— ¿Te gustan los hombres?
Cuando el sonido de la s llegó a mi oído mi palma se estrelló con brutalidad en la mesa, viendo con advertencia a Kanon, quien parecía confundido mientras sostenía en su mano el premio de mi caja de cereal.
—...lobo —agrega, mostrándome la figurita.
— Le encantan —interrumpe Isaac, ahogando la risa en un sorbo.
La mirada de advertencia ahora fue hacia el peliverde.
En ese preciso momento orpheo dió señales de vida desde la cama al removerse. Hasta el momento era el único que seguía durmiendo y parecía querer seguir de ese modo pues solo se acomodó un poco y continuó pacíficamente quieto.
Aparté la mirada ignorando los ojos de Isaac sobre mí. Si ayer no había podido acabar con él es porque las cucarachas son casi imposibles de matar y esta en particular, seguramente por la cantidad de veces que han intentado estrangularle, sabe cómo pelear por su miserable vida.
Removí el contenido de mi vaso y me dispuse a beber de él como si nada pasara.
En un momento determinado, justo después de robarse mi juguete del cereal, Kanon apoyó sus brazos en la mesa y me miró con determinación.
— Sé que es duro —suelta, provocando tanto mi desconcierto como el de los otros dos—, perder una novia millonaria es como perder una parte de ti. Esa parte que tendrás que vender en el futuro para saldar tus deudas —suelta un suspiro y se recuesta en la silla—. A mí me dolió un riñón cuando rompí con Tetthys.
Nuestro desconcierto pasó a incredulidad. Lo más gracioso es que me pude ver en Sorrento, él tenía la misma mirada que seguramente tenía yo ayer mientras repasaba los pros y contras de ahorcar a Isaac.
El peliazul parece notar la mirada del pelilila sobre él y se gira para verle mejor.
— Estoy siendo sincero con Io —explica—, él tendrá que vivir en la pobreza de ahora en adelante.
Isaac soltó una ruidosa carcajada mientras que Sorrento golpeó mi vaso contra la superficie de la mesa a centímetros de la mano de Kanon, quien no evitó crisparse.
— M-mi vajilla... —tartamudeé.
— ¡¿Cuándo Eurídice ayudó económicamente a Io?! —pregunta molesto— ¡¿Cuándo?! ¡Deja de pensar que es igual de aprovechado que tú! ¡él seguirá viviendo del mismo modo con o sin ella!
La risa de Isaac solo aumentó, al punto que le provocó un ataque de tos y sus ojos se volvieron cristalinos.
— ¿Io pobre por romper con Chucky? —suelta controlando la risa—No, no, no, ¡mi amigo es de los que sueltan la rama para abrazarse al árbol! ¡Ya quisiera yo tener el futuro de yates y hoteles que le esperan con...!
No pudo terminar; quizá porque su ataque de tos se volvió más fuerte, quizá tenía algo que ver con la palidez de su rostro, pero dudo que haya sido por el tenedor que le clavé en el muslo.
— ¿Qué futuro de yates y hoteles? —inquiere Sorrento con el ceño fruncido.
— Es que se hará YouTuber —murmura Isaac, cerrando la boca por el resto del desayuno.
Mi paz durante la siguiente hora fue muy bien recibida, era fin de semana así que los chicos me ayudaron a levantar el desastre de la noche anterior. Todo estaba casi en orden excepto por un cuerpo aparentemente muerto en mi cama.
Me paré a sus pies con actitud pensativa, buscando qué hacer con él, hasta que el más sensato de mis amigos llegó a mi lado.
— Debes llevarlo a su casa —aconseja—. Su móvil no ha parado de sonar y me temo que tendremos al FBI aquí como no se reporte pronto.
En ese momento también se acercó Isaac, sacudiéndose el jabón de lavar platos de las manos.
— ¿No nos lo podemos quedar? —sugiere, apoyando su barbilla en mi hombro— Es el único que se ríe de mis chistes.
— Estaba ebrio —responde Sorrento—, ahora está sobrio, ¿De verdad quieres tener la versión oficial y extendida de los hermanos Gauthier aquí?
— Son más diferentes de lo que crees —señalo, dándome la vuelta—. De todas formas, le llevaré a casa.
— Diferente no siempre es mejor —aclara Sorrento, dando la vuelta también.
— Él no es así —corrige Isaac, negando con su dedo—, es mi amigo personal, voy a estar en los cumpleaños de sus hijos y no voy a permitir que se le calumnie a sus espaldas.
Bufé.
— Cállate, ni siquiera sabes sus apellidos.
— Son Gauthier Leroy —volteé hacia él con rapidez y un poco de sorpresa, ¿era Leroy?— ¿Ni siquiera tú te los sabías? —advina divertido— Qué bueno que no es un requisito para comerse la boca.
Mi expresión cambio a una de violencia y se apresuró a añadir.
— Porque fueron tres años de noviazgo y sin saber su segundo apellido —niega, cruzando sus brazos—. Ya veo por qué no funcionó.
Le lancé una mirada de advertencia y solo me guiñó uno de sus ojos.
Ayer, luego de demasiado esfuerzo físico para dos bestias sedentarias como nosostros, llegamos a un acuerdo en donde yo le perdonaba la vida y él cerraba su boca, pero empezaba a dudar mucho de su capacidad cognitiva para mantener un secreto.
Tomando las llaves del Audi en mi mano y apoyado de mala gana por Kanon, logré meter a aquel bello durmiente con resaca a su auto, en el asiento de copiloto para evitar accidentes como el de ayer. Digo, seguro si hubiera chocado con más fuerza yo habría muerto y él sobrevivido, es inaceptable que no vayamos a morir ambos.
Puse su cinturón y rodeé el auto haciendo caso omiso al golpe provocado ayer por mi descuido, era muy probable que si lo hacía sí me acabara doliendo un riñón como dijo Kanon así que simplemente entré y me puse en marcha a la residencia de mi acompañante.
Al llegar tuve un flashback de la noche anterior, más precisamente de la parte en que había tenido que llevarle sobre mi espalda pues tuve que volver a hacerlo, luego de cerciorarme de que la casa estaba sola, para subirlo a su habitación.
Estábamos ya en la segunda planta, a la entrada del pasillo que daba a su cuarto cuando el cadáver en mi espalda dió señales de vida.
— ¿Estás consciente? —pronuncio entre jadeos de cansancio, solo me mostró una somnolienta iris— ¡Pues anda, ve por tu propia cuenta!
Con la suficiente falta de vergüenza, volvió a cerrar sus ojos.
— ¡Orpheo! —reclamé, dando trompicones.
Pero no hizo ni siquiera el más mínimo esfuerzo por ayudar a mi tembloroso cuerpo.
Balanceándome avancé, pero no tardé mucho en empezarar a chocar contra las paredes.
— ¡Orpheo! —volví a llamar al borde del colapso.
En ese momento, yéndome hacia un lado debido al cansancio, nuestros cuerpos chocaron contra uno de los adornos del pasillo, un hermoso jarrón con rosas que se sacudió a punto de estrellarse. Ambos caímos al suelo, mi instinto me hizo detener el jarrón de su muerte inminente pero no pude hacer nada para detener su contenido, el cual ví vertirse en cámara lenta.
Ahí estábamos los dos, mojados y cubiertos de flores en el pasillo; yo a punto de romper la cerámica entre mis manos por la ira y él inconsciente. Qué buen dúo.
El francés abrió sus ojos por segunda vez.
— ¡Te dije que esto pasaría! —exploté— ¡¿Será que el joven amo puede caminar por su cuenta el resto del camino?!
Cerró sus ojos nuevamente.
Alcé el jarron en mis manos pero me detuve.
La universidad no ha sido barata, Io, no desperdicies dinero por ir a la cárcel.
Lo bajé suavemente pero en ese momento recordé algo más: si voy a la cárcel no tendré que volver a gastar en básicos...
Miré el cuerpo indefenso de orpheo con tentación y malos pensamientos.
***
Tiro el cuerpo inerte que cargaba en su cama para dejarme caer de inmediato en el borde de la misma con un pulmón en la boca debido al cansancio.
— Lo que hacemos por nuestros hijos —mascullo, recordando que fue por mi gato, el que no podría irse a prisión conmigo, por el que no cometí un crimen en el pasillo.
Me saqué la sudadera con incomodidad, repasando cada objeto a mi alrededor de esa habitación en la que todo seguía exactamente igual, como si se tratase de un espejismo permanente al que se le era imposible siquiera el equivocarse en la página en que se dejó abierto el libro en el buró. Miré de lado a su dueño, el dormido chico que tomaba lentas y profundas respiraciones y, por un momento, pensé que sería bueno que no despertara jamás.
Dando dos palmadas en una de sus pantorrillas me puse de pie.
— Arriba, guapo. Si te enfermas no será mi culpa.
Por supuesto que no me respondió, así que empecé a quitarle la ropa que se había mojado por el accidente del pasillo.
— Esta no es una excusa para desnudarlo —me aclaré de malhumor cuando la absurda idea pasó por mi mente.
Orpheo parece notar que había demasiado movimiento a su alrededor y su ceño no tarda en fruncirse.
— Qué crees que haces —pronuncia en un tono más bajo y grave debido a la somnolencia.
Ignoré lo que había dicho, desde que se negó a caminar y me obligó a hacer ejercicio este tipo no contaba como un ser humano con derechos para mí.
Seguí con mi labor hasta que, mientras tiraba de una de sus mangas que se había atorado debido al reloj a en su muñeca, pude tener una visión completa de su brazo. Lo atlético que se veía fue mi primera distracción, pero mi mirada se desvío rápidamente a algo allí que no había visto antes y que, bajo la luz de la lámpara, se volvía más evidente.
Estiré mi mano lentamente con la finalidad de tocarle pero justo cuando mis dedos se posaban sobre la temperatura un poco alta de su piel una fuerza desmedida se cerró alrededor de mi muñeca.
Retrocedí involuntariamente, asustado, mirando los ojos agudos de la persona en la cama con el mismo rostro del francés pero que, lejos de toda racionalidad, tenía una expresión que me pareció tan incompatible con el mismo.
Noté cómo la sangre huía de mi cara.
— orpheo...—llamé, intentado tocar su agarre.
Repentinamente escuché como una puerta se cerraba en el pasillo acompañada de algunas risas que lograron que de golpe mi sangre volviera a su lugar.
— Mierda, mierda —mascullé, imaginando a los tenebrosos progenitores de la persona en la cama, quien suavizó su agarre permitiéndome correr a recoger mis cosas— ¡Debi haberlo dejado en la puerta! —me regañé.
Ni siquiera me detuve a despiderme o si quiera darle una última mirada al extraño ser humano con cara de orpheo antes de salir de la habitación, no me detuve ni aún cuando le escuché llamar mi nombre, mi prioridad ahora era escapar.
Estaba a punto de doblar en la pasillo para bajar las escaleras cuando, debido a la creciente oscuridad provocada por la decadencia del día, choqué irremediablemente contra un cuerpo. Ambos nos tambaleamos hacia atrás y justo cuando encontré estabilidad en una pared las luces de la casa se prendieron, dejándome ver a un chico frente a mí.
— Io, ¿qué haces aquí?
La voz de Eurídice llegó a mis oídos, pero ni por eso dejé de ver al tipo que recordaba como compañero de la universidad de mi ex novia, cuya mirada oscilaba entre ambos.
— Io —volvió a exigir al ver que no paraba de observar a su incómodo acompañante.
Ah...joder. Hubiese preferido a sus padres.
Suspiré, entendiendo la situación, y guardé las manos en mis bolsillos para por fin voltearla a ver. Parecía igual que cuando lo nuestro terminó, incluso más radiante, lo que me confirmó que era yo quien parecía haber envejecido luego de lo nuestro. Entendí que ella jamás me necesitó, fui yo quien la volvió parte fundamental de mi vida.
Dolió nuevamente, pero esta vez tuve el coraje de no hacérselo saber.
— Vine a dejar a tu hermano —respondí, sonriendo levemente y mirándola a los ojos—, salimos ayer y estaba un poco cansado.
Eurídice pareció un poco aturdida, como si esa no fuera la respuesta que estaba esperando o la emoción que creía que iba a ver en nuestro reencuentro.
Guardamos silencio a la entrada del pasillo por unos largos segundos en que ella retorcía las llaves de su auto entre sus dedos y su compañero veía con actitud crítica el ostentoso candelabro de cristal.
Al entender que ya nada teníamos que agragar, le di una última mirada a mi remplazo y rodeé a mi ex para empezar a bajar con una aparente tranquilidad las escaleras, mientras que por dentro notaba cada vez más la falta de aire.
— Io.
Su llamada que denotaba un sentimiento extraño entrelazado en cada uno de los fonemas de mi nombre sacudió cada célula de mi cuerpo, sabía que no debía detenerme, presentía que si lo hacía volvería a caer al fondo del pozo que venía luchando por escalar, luché por avanzar pero entonces su mano sujetó la mía para detenerme.
— Tenemos que hablar, por favor —pidió.
Y esa petición fue el fin de mi lucha, de los dias obligándome a no llamar, a no pensar, a no sentir. Sentí que podía ser el fin de mi voluntad.
~~~~•~~~~~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro