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Prólogo

En las calles de Nueva Orleans la gente paseaba, era la corona de la ciudad creciente, donde la gente caminaba con tranquilidad y la mayoría de los habitantes se conocían y los crimenes rápidamente se hacían saber.

Dentro de esta ciudad, habitaba una mujer, todos la conocían por el nombre de Amiyah Brown. Todos sabían bien que era la cocinera dentro de una de las mansiones más grandes en Nueva Orleans, que su esposo era un obrero entre otras cosas, y que tenía un único hijo, a quien llamo Alastor, un nombre demasiado peculiar para todos, pero uno que Amiyah adoraba con todo su corazón.

La familia Brown próspero de mejor manera que el resto de las familias, incluso, Amiyah se dedicaba a preparar Jambalaya para sus vecinos en algunas ocasiones.
Por lo general, su esposo no se encontraba en casa, el hombre trabajaba en su mayoría, doble o triple turno para poder mantener a su familia, en especial los estudios de su único hijo. No era un buen padre, con frecuencia bebía y golpeaba a su esposa e hijo sin razón alguna.

Alastor recordaba todas esos días en que su padre llegó y lo golpeó sin razón alguna, todas las veces que se burló de como en la escuela lo acosaban por ser “un niño de mami”, todas esas veces que rompió sus juguetes y libros. Probablemente esas habían sido las causas para que el pequeño Alastor de doce años asesinara a su padre a sangre fría en la sala de su casa.

No pudo resistir más cuando ese hombre comenzó a burlarse de su apariencia. Alastor entonces sonrió ampliamente y se dirigió a la cocina, tomando uno de los cuchillos de su madre y sonriendo antes de apuñalar a su progenitor, tantas veces que la sangre salpicó su propia ropa, dando una sensación de liberación y confort para el joven psicópata.

—¡Alastor! —gritó su madre al ver la escena en la que su hijo se veía involucrado—, ¿Pero que has hecho?

—Yo.. —soltó el arma—, ¿Lo mate?

Amiyah suspiro cansada, agradeció por primera vez tener una casa lejos de la ciudad, ubicada en el bosque, pues según su ahora difunto esposo, Alastor requería un lugar para correr.

—Cariño —limpio sus manos en su vestido—, así no se hace, me has dejado un desastre, ¿Y quién lo va a limpiar?

—¿Yo?

Amiyah sonrió mirando a su hijo, soltó un suspiro y abrió sus brazos para abrazarlo, Alastor corrió y se refugio en los cálidos brazos de su adorada madre.

—Efectivamente lo tendrás que limpiar tú —observó el desastre—. Creo que ya no soportaste más sus abusos.

—No... —oculto el rostro en el pecho de su progenitora—, no se cómo limpiar..

—No te preocupes —acarició su cabello—. Yo te enseñaré y después nos vamos a deshacer del cuerpo.

—En la iglesia, han dicho que matar está mal.

—No del todo —acomodo los lentes de su hijo—, depende de las circunstancias. Tú padre merecía la muerte, no a tus manos, pero lo hecho, hecho está y así se va a quedar —puso las manos en su cintura.
—Lo importante ahora es limpiar todo.

—Debemos ocultar el cuerpo...

—Nah, tonterías.
Los perros lo encontrarán de inmediato.
Ve a tú habitación a hacer tú tarea, mami se encargará del cuerpo y te hablara cuando debas limpiar este desorden.

En el cielo, llevaban varios días dialogando sobre los actos que se tomarían contra cierto humano que estaba haciendo de las suyas, a un punto que asustaba.
Sera, la mayor de los serafines, pidió a todos guardar silencio.

—Discutamos las cosas antes de una desición.

—¿Una desición?, ¡Merece la muerte! —gritó Gabriel

—No veo la razón —Miguel miraba a su hermano—. Es solo un humano, todos los días es uno diferente, cada día es la misma reunión por las mismas cuestiones.
¿Qué más da sí creen o no en nuestros ideales?

—Hablas igual a Lucifer —escupió con odio—, tal vez nuestro padre debió arrojarlos al vacío a ambos.

—Tal vez nuestro padre debería quitarte tú puesto —comentó Remiel ante los comentarios de su hermano—, tienes demasiado poder Gabriel, definitivamente no eres apto para el puesto que posees.

—¡¿Cómo mierda te atreves?!

—¡Silencio! —Uriel se puso de pie—, ninguno de los dos debe alzar la voz de esa manera.
Por una vez en su vida, les pido se comporten.

—¿Dónde está Azrael?

Sera miro a Uriel y suspiro.

—Tú hermano está demasiado ocupado con sus tareas, por eso no le he mandado a llamar.

—Es un asunto importante que involucra la muerta de seres humanos, ¿No te parece que el debía estar aquí desde un inicio? —regañó Samael.

Sera suspiro agotada—. Mandaré a traer a su hermano, pero por favor, dejen de gritar, no es necesario.

Azrael había sido convocado a una reunión dentro del consejo angelical, donde por primera vez en muchos años se topo con casi todos y cada uno de sus hermanos, pues faltaba Luzbel, quién por castigo de su padre, no podía pisar el cielo por el resto de su eternidad.

Cuando entro a la sala, todos lo miraron, parecía ser el único que no estaba del todo informado con respecto a las actividades que un humano estaba llevando y el como los angeles de alto mando habían aceptado el exterminio de humanos que supuestamente eran potencialmente peligrosos para el cielo.
Se encontró entonces perplejo ante lo que decían de ese hombre.
No lo conocía, pero practicaba el vudú, era caníbal, asesino y un sin fin de cosas más.

—Vive en Nueva Orleans —Sera llevo una de sus manos al puente de su nariz—, a simple vista lo podrán encontrar inofensivo, pero sus pecados son demasiado grandes para el mundo donde habita.

Azrael alzó la mano, llevándose la mirada de todos los presentes, lo que lo hizo sentir vergüenza.

—¿Qué sucede Azrael?

—Lamento interrumpir —carraspeo nervioso—, pero personalmente no tengo conocimiento basto sobre las actividades ilícitas que comete este humano en la tierra.
En realidad, es la primera vez que me siento aquí y descubro que, gracias a ustedes, todos los días tengo más muertos de los que puedo contar.

—Son acciones necesarias —dijo Gabriel sin mirarlo.

—No del todo —el pelinegro suspiro cansado—, ¿Qué debo saber sobre este hombre?

Sera entonces recordó que Azrael había sido alejado de todas las cosas que tenían que ver con las desiciones angelicales, y eso era más una acción que su creador había tomado.

—Perfecto, te asignare una tarea con respecto a ese humano.
En cuanto la junta termine, te lo explicaré todo.

—¿No puede ser ahora?, debo volver a mi trabajo y sí pierdo la cuenta debo revisar todos los registros.

—Hay gente muriendo todo el tiempo, ¿Cuál es la diferencia?, de todas maneras no estás ahí para contarlas.

—Estan en mi cabeza —refuto enojado—, mi trabajo es mil veces más pesado que el tuyo, alteza.

—¡No te atrevas a decirme así! —gruñó Gabriel mientras se ponía de pie.

—Olvide que mi hermano mayor es tan inestable, que por eso mi padre te tiene a su izquierda, para que no te vayas por el camino equivocado —Gabriel apretó los puños—, ¿Por eso estabas celoso de Luzbel, por qué papi sí le dió libertad?

Todo quedó en silencio.

—Te voy a matar.

—Intentalo, yo no muero, perra —soltó una carcajada.

Sera miro a todos y luego negó.

—Doy por terminada la sesión, Azrael,  te explicare lo que debes hacer.

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