Capítulo 4
✨ Recomendación✨
Para este capítulo recomiendo escuchar Roundtable Rival de Lindsey Starling, para entender la canción que Azrael tocará.
✨
Madame Odie, una mujer de casi ochenta años que tenía la energía de una muchacha de veinte.
Era experta en lo que hacía. El negocio de la magia del vudú era absolutamente suyo, sí realmente querías un buen trabajo, era mejor acudir a Odie y no a imitadores.
Sobre la mesa frente a ella, pudo observar las cartas que el ángel de la muerte tenía.
—La primer carta ha sido la luna.
Azrael se acomodo en su lugar medianamente incómodo por las palabras de la mujer. Espero pacientemente a que ella indicará que significaba.
—Significa paciencia, descanso y meditación. Cuando aparece al derecho en una tirada, te indica que debes tomarte tu tiempo, sin anticiparte a lo que vendrá.
El ángel de la muerte negó antes de ponerse de pie, sacudiendo su traje.
—Mire, Madame, agradezco que quiera ayudar, pero esto no tiene sentido —rebusco en sus ropas hasta que saco algo de dinero que había encontrado, o robado de algún lado—, gracias por su maravilloso tiempo, pero este ángel necesita hacer un par de cosas antes de volver al cielo.
La señora lo miraba con una sonrisa que incómodo al ángel.
—Estas enamorado —soltó de la nada, ganando la mirada molesta del pelinegro—, te enamoraste de un humano, ¿No es así?
—Ese tema no es de su interés, ni debería serlo.
En cuanto a mí concierne, usted no tiene derecho a decir nada sobre mí.
Madame Odie soltó una risa antes de asentir—. Pero se algunas cosas, y entre ellas, está el hecho de que tardaras noventa años en darle un cierre a este... Peculiar cariño que desarrollaste por un mortal.
—Sí, claro —dejo el dinero sobre la mesa de la mujer, sin mirar las otras dos cartas faltantes—, que tenga buen día.
En Nueva Orleans, era muy común que los bares abrieran temprano, puesto que algunos de ellos ofrecían desayunos a los trabajadores, hospedaban a algunas personas y ofrecían los servicios de algunas jóvenes por un bajo precio.
Alastor solía visitar uno los viernes de cada semana, para encontrarse con viejos colegas del colegio en un acto de parecer sociable. En otras ocasiones solo iba para observar y vigilar a su siguiente presa. Sin duda, los bares eran el mejor lugar para encontrar víctimas.
También se debía al hecho, de que cuando era más joven, su madre y él solían ir a unos bares, para pasar el rato y distraerse, bailar un poco de Jazz y comer unos ricos panes de miel con azúcar.
Ese día en particular, se encontraba con una jovencita (quién sería su próxima presa), tomando un par de tragos para relajar el ambiente.
Estaba prestando atención a su alrededor, cuando vio entrar la figura del ángel que había arruinado su traje y había amenazado a su no tan estimado colega. Su nuevo dolor de cabeza. El ángel de la muerte, Azrael.
Este entro como si nada, parecía molesto, se notaba por la manera en que respiraba, en como su cuerpo se movía y en sus ojos. Alastor río bajo, generando la mirada confundida de su acompañante.
—¿Esta todo bien? —musitó la joven.
—Sí —su mirada no se apartaba del hombre que pedía un trago de lo que parecía ser Whisky—, es que ví a un colega.
—¡Oh, maravilloso! —chillo, generando cierta molestia en el hombre—, ¿Y por qué no lo invita?, así podría presentarme.
—Claro cariño —rodo los ojos—, ¿Por qué no lo dejamos para otra ocasión?
—¿No puede ser ahora?
—¿Tan necesitada estás? —gruño con irritación, notando que el rostro de la joven reflejaba cierta sorpresa.
Poco después se levantó totalmente indignada y se dirigió a la salida.
—Carajo —sí salía tras ella, no faltarían los curiosos que irían tras ellos, y arruinarían su plan para asesinarla. Maldijo al ángel por lo bajo.
—Alastor —saludo el supuesto culpable de la huida de su víctima—, que sorpresa.
—Sí no deja de seguirme, empiezo a creer que usted tiene una obsesión conmigo.
—Oh claro —su tono era sarcástico—, no todos vivimos obsesionados contigo.
—¿No? —lo vió negar—, ¿Y que hace aquí?
—Es un bar, venden alcohol. Solo venía caminando y quería un poco, ¿Es eso un delito?
—¿Al mismo bar donde pasaba un agradable rato con la señorita?
—¿La que se fue totalmente indignada? —chasqueo la lengua—, parece que no tienes muchos dotes de conquista.
El locutor seguía sonriendo, pero parecía ligeramente irritado por las palabras de su contrario—. ¡Ja, ja, ja! —acomodó sus lentes—, ¿Y usted qué sabe hacer, además de derramar los cafés, beber y meterse en problemas?
—Muchas cosas, soy un hombre lleno de dotes —presumió.
—Seguro que sí —respondió sarcástico—, apuesto a que todos esos dotes son admirados por sus maravillosos amigos, los muertos —sonrió cuando la cara de Azrael reflejó cierta molestia.
—Por que, su padre lo ha confinado a ese destino, ¿No es así?
—Todos saben de mis habilidades para la música.
—¡Seguro, mi estimado! —toco el hombro de un caballero que ya parecía ebrio junto a él—. Disculpe las molestias, señor, pero, mi colega y yo nos preguntamos si alguna vez ha visto u oído que el ángel de la muerte toque algún instrumento o haga algo de valor que no sea matar.
El ángel apretó los puños totalmente indignado.
—¡Para nada. Sí ese tipo solo sabe traer muerte!
—Gracias, mi estimado. Disculpe las molestias.
Su mirada se fijo en los ojos negros como la noche, los cuales lo miraban lleno de recelo.
—Te voy a mostrar lo que este ángel de la muerte puede hacer.
Más tarde, cuando Alastor creyó que el ángel había desaparecido preso de la vergüenza, escucho al presentador desde el escenario.
Menciono un par de chistes antes de revelar que había un violinista ofreciendo la oportunidad de escuchar una pieza totalmente nueva.
La gente de inmediato aplaudió, esperando la aparición de dicho artista cuyo nombre no había sido revelado.
Pronto, sobre el escenario, apareció la figura de Azrael, sosteniendo un violín negro con la mano izquierda, generando las miradas curiosas se todos los presentes y robando suspiros de la mayoría de las señoritas ahí presentes. Alastor todo los ojos.
—Damas y caballeros, gracias por su atención —comenzó a decir—, me gustaría que todos ustedes aplaudieran —la multitud lo miró con confusión.
—Sí, a un solo ritmo —bajo el violín, poniéndolo entre su brazo y las costillas, para empezar a aplaudir en un ritmo que sonaba a un «tap, tap, tap». Los presentes imitaron entonces el gesto, provocando la sonrisa del azabache.
—¡Eso es!, ahora, por favor, traten de que sus aplausos sigan el ritmo de mi violín, ¿De acuerdo? —todos asintieron con una gran sonrisa.
Azrael entonces tomo el violín, respiro un poco de aire antes de cerrar los ojos y comenzar a tocar el instrumento que tenía en las manos.
Los presentes comenzaron a aplaudir como el músico lo había solicitado.
Invadiendo el bar de un tono mezclado, entre lo fino del instrumento y los aplausos de la gente.
Alastor se acomodo los lentes cuando vio la pasión con la que ese joven de cabellos negros tocaba, su rostro de asombro no lo podía ocultar, notando que leves flores negras parecían brotar del escenario.
Cuánto más avanzaba la canción, más difícil era para todos seguir el ritmo con los aplausos, pero eso no detuvo al joven violinista sobre el escenario, que parecía dejar toda una vida cada vez que ese violín emitía un sonido.
Cuando llegó al final, todos los presentes aplaudieron tan fuerte que Azrael salió de su trance.
Agitado, con una gran sonrisa en el rostro.
Bajo del escenario dando las gracias y caminando al locutor de radio.
—Ahí está —le ofreció su violín—, ese es uno de los dotes del ángel de la muerte.
—Que criatura tan interesante..
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