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Capítulo 2

Alastor camino con una sonrisa irritada hasta su casa.

—¡Pero que vergüenza me ha hecho pasar este idiota! —gritó apenas se sintió seguro entre los árboles del bosque—, ¡Esto debería ser un crímen, ha arruinado mi ropa, mi adorada y perfecta ropa!

Parecía un niño haciendo rabietas por algo que podría parecer insignificante, e incluso ridículo. Sin embargo, para él solo era un detonante.

Algo particular en las características de un psicópata, son su obsesión con el orden y la limpieza con ciertas cosas y ámbitos de su vida.
Les gusta mantener el control en ciertos aspectos que pueden manejar en su totalidad, por eso son metódicos, meticulosos, perfeccionistas, discretos, exigentes y ordenados. Eso los diferencia de un sociopata, quienes solo actuan bajo impulso ante el más mínimo detonante. La psicopatía se hereda, mientras que la sociopatía se adquiere.

Alastor entro a su casa totalmente molesto, azotando la puerta en cuando cruzo el umbral, su madre se aproximó de inmediato, notando entonces que las pupilas de su hijo estaban dilatadas y en las manos llevaba sangre.

—¿Qué ha pasado? —le tomo las manos con preocupación.

—¡Ese idiota me ha arruinado el traje!

Amiyah torció la boca.

—Tranquilo, ¿Por qué traes sangre en las manos?

Alastor desvío la mirada molesto—. ¿Recuerdas la víctima que tenía encerrada en el sótano?

—Claro, la señorita Stephanie, la chica de la biblioteca que se te ofreció de manera vulgar aquel día.

—La saque y termine con su vida.

—¡¿No sé supone que irías a tomar café?!

—¡Él arruinó mi traje mamá!

Amiyah le tomo el rostro, pese a que su expresión era tranquila, sus ojos reflejaban su molestia por el comportamiento irracional de su hijo.

—¿A qué hora te la llevaste que no te oí?

—Ha estado afuera, sola, en el bosque por más de un día. Así que la mate y he traído su cuerpo —una gran sonrisa se formó en su rostro—, ¿No gustas que te prepare algo de comer, mami?

Por la noche, cuando el reloj marcaba pasadas de las diez, Amiyah ya se había ido a dormir, dejando a Alastor en la sala de su casa, mirando su saco con molestia.
Un toque en la puerta lo puso alerta casi de inmediato, se levantó con sigilo, tomo con discreción el cuchillo que descansaba sobre la mesa y puso la mano izquierda tras la espalda, ocultando el arma.
Con la mano derecha giro la perilla y abrió la puerta despacio, notando al joven de cabellera negra frente a él, con la expresión nerviosa y las manos tras la espalda.

—¿Me seguiste hasta mí casa?

—Lo siento... No sabía que más hacer.

—¿Sabes que es ilegal seguir a las personas?, estás en una propiedad privada.

—Te seguí, sí. Tú haces lo mismo con tus víctimas —Alastor frunció el ceño ante esa confesión—, pero no estoy aquí para juzgar esos actos, al menos no está noche..

—¿Y que haces aquí?

—¿Podrías dejar el cuchillo? —Alastor negó—, aunque quieras matarme no puedes, estoy condenado a vivir por toda la eternidad.

—No volveré a repetir la pregunta.

El ángel suspiro pesadamente, quitando sus manos de su espalda, mostrando entonces un saco de color negro.

—Ya que no me dejas limpiar el tuyo, quería darte uno nuevo...
No repara en nada el daño, pero al menos no se quedara como si nada hubiera pasado.

—¿Se supone que debo perdonarte por qué me has dado un saco? —dejo el cuchillo en la mesa que estaba junto a la puerta, inspeccionando la prenda.

—No espero algún tipo de perdón —se encogió de hombros mientras sonreía—, pero, te quedará bien.
Nos vemos luego.

Alastor río negando—. ¿Qué te asegura que me dejaré ver de nuevo por ti?

—No lo sé, puedo verte y tú a mí no.

—Eso es acoso.

—¿Tendrías pruebas de ello? —ambos rieron bajo, entonces Azrael dio media vuelta y camino de regreso al bosque—, luego nos vemos, Alastor.

El locutor de radio negó antes de cerrar la puerta, apreciando el saco que tenía en sus manos.
Era demasiado suave, parecía ceda o algún material que no había tenido el placer de tocar.
Una ligera sonrisa se le formó en los labios, posterior a eso, se dedico a acomodar todo para regresar a su habitación y dormir lo suficiente para el día que venía, después de todo, seguía siendo un humano de clase media que tenía que trabajar para llevar dinero a su casa.

Azrael se encontraba en la copa de un árbol, estaba acostado, de tal manera en que en su campo de visión pudiera observar la casa del asesino en serie.

—¿Hiciste el trabajo? —la voz
de su hermano Uriel lo hizo sonreír sin apartar la mirada de aquella vivienda—. Respóndeme Azrael.

—No, no he matado al humano, si es lo que te interesa —se acomodo mejor en la rama del árbol—, ¿Por qué?

—Sabes bien porque, Sera pregunta el porque no regresaste con el informe de la muerte.

—Creo que podemos redimirlo —sus ojos negros se posaron en los verdes de su hermano—, estoy convencido de que podemos llevarlo a un buen camino.

—Por nuestro padre... Empiezas a hablar como Miguel y Lucifer.

—Uriel, somos ángeles, nuestro deber es ver la bondad en la humanidad, por eso nos crearon.
Quién tendría que tener poca fé en los humanos, debería ser yo, soy yo quien los veo morir, ir al cielo o al infierno, dependiendo de sus crudas y cuestionables acciones. Hermano, deberías ser tú el que me ruegue dejarlo vivir.

—Sabes bien que Sera y Miguel serán un problema.
Ninguno de los dos cree que un humano pueda redimirse.

—Tampoco es que ellos sean el claro ejemplo de la bondad, podrán ser ángeles y serafines, pero, seamos honestos, tienen el alma igual de podrida que el peor demonio allá abajo.

Uriel río bajo antes de sentarse justo a los pies de su hermano.

—¿Por qué crees que pueda redimirse?
No quiero ser pesimista, pero, ¿Ya leíste el informe?

—Solo es un montón de papeleo escrito por angeles, querubines y serafines. Cualquier información dentro de los registros ha estado siendo manipulada por Sera y el resto.

—Entonces deberíamos hablar con nuestro padre.

—¿Para qué? —suspiro pesadamente—, padre ha estado indispuesto demasiado tiempo.

—Pero debe saber lo de los registros, lo que hacen con la gente aquí en la tierra.

—¿Y tú crees que Miguel o Sera nos dejen pasar a la casa?
Por favor, ese par es capaz de asesinarte antes de que logres tocar el timbre.

Uriel miro la casa, después todo a su alrededor, una sonrisa se formó en sus labios cuando pudo apreciar la belleza del bosque, siendo iluminado únicamente por la luz de la luna.

—¿Y entonces..?

—Dile a Sera y Miguel que todo el tiempo está rodeado de gente, que necesito ganarme su confianza y acabar con su vida, ya que siempre está alerta.

—No te dará más que unos cuantos meses, lo sabes, ¿No? —tomo una pequeña rama—, tendrías que redimir a un gran pecador en cuestión de meses, tal vez unos tres o cuatro meses.

—Supongo —torció la boca—, nunca lo he hecho, así que, puede que lo logré.

—¿Por qué repentinamente deseas ayudarlo? —los ojos verdes de Uriel se posaron sobre el ángel de la muerte, quién, en definitiva, no deseaba verlo en ese momento.

—Quiero hacer una buena acción. La buena acción del día.

Uriel negó divertido, era bien sabido que los angeles solían enamorarse a primera vista, y por el brillo en esos ojos negros, supo lo que estaba pasando.

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