Al finalizar la junta, el pelinegro espero a Sera, quién despidió a sus hermanos y espero hasta estar a solas con él ángel para poder hablar sobre aquel humano que tanto le preocupaba.
Azrael descubrió que aquel humano practicaba la magia negra y era un perfecto asesino en serie que se ocultaba bajo el rostro amable y pulcro de un locutor de radio en la ciudad de Nueva Orleans.
—Debes bajar y matarlo —ordenó Sera—, no sabemos de qué más es capaz de hacer, en una de esas podría invocar a Lucifer.
—Luzbel —corrigió de inmediato—, ¿No hay otra manera de que ese ser humano pueda vivir?
No eres tú quien debe llevar la cuenta de cuántas almas humanas se pierden día con día, como para que me des más trabajo.
—Azrael —sus manos se pusieron en los hombros del arcángel—, debes hacer lo mejor para el cielo, para tú padre.
—¿Para mí padre o para el consejo angelical?
—Abre los ojos, la humanidad no es tan buena como piensas, ¿Por qué crees que van a parar al infierno?
El ángel de la muerte agachó la mirada. Sera tenía un buen punto.y
—Los humanos son crueles, se matan entre ellos, cada uno de ellos miente para salvar su integridad. No hay más almas puras como en la antigüedad —los ojos de la serafín lo miraban con insistencia—, debes hacer lo mejor para tú padre, él se sentirá orgulloso de ti sí lo haces.
—¿Cómo podré saberlo?, hace tanto que no lo veo.
—Confía en mí.
Azrael solo asintió, no podía decir que no, menos sí eso lo regresaba a la posición que tenía antes del destierro de su hermano menor.
Cuando el número de almas aumento y él debía llevar el registro de cuántas iban al infierno y cuántas al cielo, empezó a divagar. Oía voces en su cabeza, por las noches las pesadillas de las muertes que había presenciado y el recuerdo de las vidas que había arrebatado lo atormentaban.
Los demonios pedían piedad mientras los angeles exigían su fin, no podía ponerse del lado de uno o del otro, pero tampoco abogar por la vida, porque al final del día, él era el encargado de que esas vidas se acabaran.
—Tú padre estará muy orgulloso.
En las casas de Nueva Orleans, las señoritas se la pasaban pegadas a las radios en punto del medio día, cuando el sol estaba en su punto más alto a lo largo del cielo. Pocas veces alguien lograba cautivar los corazones de una multitud, en especial de las bellas doncellas que andaban por la ciudad.
¿La razón?, el joven locutor de radio, cuyo nombre era bien conocido por ser tan exótico y misterioso como el mismo que lo portaba.
—Ha sido todo por el día de hoy, recuerden tener cuidado, la policía a enviado el reporte de un posible asesino en serie suelto por la ciudad, odiaría tener que transmitir la noticia de que algún ciudadano terminó muerto a manos del monstruo que anda merodeando.
Hasta mañana, mi quería audiencia.
La transmisión acababa justo a las seis de la tarde.
Alastor tomaba sus cosas, se despedía de sus colegas y recorría un camino natural a casa.
—Disculpe —una voz tras él lo llamo, haciendo que girará sobre sus propios pies para encontrarse con la figura alta de un joven de cabellos negro—, lo siento si lo interrumpo o soy descortés, su madre me ha dicho que podía encontrarlo...
—¡Oh, claro! —habia olvidado ese detalle—, mi adorada madre me ha comentado sobre un fanático que desea conocerme.
Dígame caballero, ¿Desde qué parte de la ciudad me sintoniza?
—Pues, seguramente desde mi casa, ¿No? —rió nervioso, pero Alastor mantuvo la misma sonrisa.
—Lo siento, me siento algo nervioso.
—Me imagino que es un comportamiento absolutamente normal cuando se encuentra frente a una figura pública de su interés.
—Eso creo...
Azrael realmente no podía apartar la vista de aquel hombre. Todo le parecía jodidamente hermoso, pese a que era un asesino, no pudo siquiera pensar en ese detalle mientras miraba sus ojos.
—Bueno —Alastor carraspeo aún con esa sonrisa—. Sí no hay nada más que hablar, me despido. Fue un enorme placer, hasta luego.
Dios media vuelta y comenzó a caminar en dirección al bosque donde habitaba.
Azrael camino un poco antes de hablar.
—Espere.
—¿Qué sucede?
—Quería ver sí de casualidad podríamos ir a tomar un café, para... conocerlo, si no le molesta, claro.
El moreno sonrió más—. Por supuesto —dijo entre dientes—. Ha corrido con suerte caballero, el día de mañana es mí descanso.
¿Le parece sí lo veo en este lugar en punto del medio día?
—Por supuesto, no tengo problemas.
—Soy Alastor —guiño un ojo y Azrael desvío la mirada nervioso.
—Y yo Azrael, es un placer.
Cuando el reloj marco el medio día, Azrael vislumbro la figura de Alastor acercándose al lugar.
Portaba una camisa blanca, un chaleco rojo y un saco del mismo color. Un gran moño negro adornaba su cuello y sus manos eran cubiertas por un par de guantes negros. La emoción del ángel parecia ser notable en la expresión de su cara, y ni el mismo lograba entender porque ver a un simple humano lo emocionaba tanto.
—Buenas tardes —saludo el moreno con una gran sonrisa—. Llegué un minuto tarde, me disculpo por eso.
—No se preocupe, no es como si yo llevará esperándolo horas —rio nervioso.
Alastor asintió, estaba realmente incómodo por la clara emoción de su contrario—. ¿Nos vamos?
—Sí, seguro.
—Sí no mal recuerdo, por lo comentado el día de ayer, usted es nuevo en esta maravillosa ciudad.
—Por favor, háblame de tú —se acomodo las mangas del saco—, me siento muy anciano cuando alguien me habla de usted.
—Oh vamos, no es que tengas más de treinta y cinco.
Azrael solto una risa nerviosa, claramente el humano que caminaba a su lado aún no era tan experimentado como su madre, o tal vez sí y prefería no decirle nada para no asustarlo.
Ojalá tuviera solo treinta y cinco, eso era demasiado joven.
—Sí —rasco su nuca—, ¿Y usted, qué edad tiene?
—Ya que me has permitido tutearte, siéntete con la libertad de llamarme por mí nombre.
—Bueno, Alastor —entrelazo sus propias manos, como si estuviera orando—. ¿Puedo preguntar que te motivo a ser un locutor de Radio?
—Es un trabajo encantador, adoro compartir las noticias con la gente —iba guiando al ángel hasta una cafetería.
—Esta comunidad es amante de los chismes rápidos, les encanta el escándalo público y todo lo que pueda causar curiosidad o miedo.
—Wow, no creí que todos disfrutarán de ese tipo de cosas.
De...dónde vengo, la gente no es tan unida como se cree y por lo general, me dejan de fuera en las cosas importantes dentro del consejo.
—Así que eres del consejo —Azrael cerro los ojos ante su propio descuido—. Tranquilo, no le diré a nadie que formas parte del gabinete presidencial —mintió, negando ante el descuido de ese ángel que parecía ser muy tonto.
—¡Sí, sí, gracias!
Alastor volvió a sentir, nuevamente incómodo por el actuar de su contrario.
Ambos entraron a un pequeño lugar, el cual olía a café negro y panques, realmente era agradable para el olfato, dejando todo ese humo de ciudad afuera.
Alastor insistió en invitar el café, por lo que Azrael no pudo negarse por más que lo deseara.
En cuanto les entregaron, ambos caminaron afuera, y probablemente Azrael había olvidado que su forma humana le hace actuar de manera torpe, porque tan pronto como salió del lugar, tropezó y al intentar no caer, derramó su café sobre el traje del locutor de radio que tenía enfrente.
—Oh carajo... De verdad lo siento.
El moreno cerro los ojos con frustración, notando que su respiración se estaba haciendo más pesada.
—Puedo limpiarlo, te juro que mi intención jamás ha sido está.
—Solo déjalo —su voz era fría.
—Es un traje muy caro...
—Me lo dio mi madre —notó las miradas de algunos—. Solo quítame las manos de encima y aléjate.
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