#O6 • Kisses
Las chicas estuvieron un rato jugando y platicando, finalmente, cayó la noche.
—¿A dónde vamos?—Preguntó Jihyo.
—No lo sé, ¿a dónde quieres ir?
—Cerca de aquí hay un restaurante que me gusta mucho, podemos probarlo si quieres.
—Me parece buena idea.—Sonrió, para después levantarse.—Vamos.—Extendió el brazo, la pelinegra lo tomó y se levantó.
Se tomaron de la mano y empezaron a caminar, Jihyo iba tomando algunas fotos mientras que Jeongyeon simplemente se mantenía a su lado.
No tardaron mucho en llegar al lugar. Estaba lleno de gente y de música, al parecer a la gente de Jeju les encantaba bailar.
—¿Mesa para dos?—Preguntó la recepcionista.
—Sí, por favor.
—De acuerdo.—Asintió.—Pueden pasar.
Ambas chicas eligieron una mesa que estuviera un tanto apartado de la demás gente, pues era mucha y había demasiado ruido. No podrían platicar cómodamente.
Jihyo se sentó y después Jeongyeon hizo lo mismo. Un mesero les trajo el menú, Jihyo eligió su platillo favorito, y Jeongyeon eligió el que tenía el nombre más llamativo.
—¿Qué van a querer de tomar?—Preguntó.
—Yo quiero un poco de cerveza.—Dijo Jihyo.—¿Y tú?
—Lo mismo.
—De acuerdo, en unos minutos se las traemos.—Se inclinó y después se fue.
Jeongyeon suspiró.
—¿Tomas?
—Más de lo que debería.—Aceptó la menor, recargándose en la silla.
—Me da curiosidad verte borracha.
—Créeme, no quieres hacerlo.—Contestó Jihyo.—Aunque me emborracho muy rápido, así que probablemente lo hagas.
Jeongyeon rió.
...
Pasaron unos minutos. Ya les habían entregado la comida y se encontraban cenando.
Ambas ya estaban ligeramente ebrias. Jeongyeon platicaba con entusiasmo mientras Jihyo la escuchaba tranquilamente.
La menor no sabía en qué momento se había empezado a perder en los ojos de la rubia, pero le encantaba hacerlo.
¿Estaba enamorándose de ella o simplemente le tenía cariño?, no tenía ni la más mínima idea.
Estaba sumamente concentrada en ella cuando sus latidos empezaron a ser irregulares. Sus ritmo cardíaco aumentaba demasiado o disminuía demasiado, lo cual le causaba pequeños mareos, pero no tomó importancia.
Cerró los ojos durante unos segundos y después soltó un suspiro, tratando de regularizar su corazón.
Después de un tiempo, todo volvió a la normalidad. Jeongyeon ni siquiera se había dado cuenta de lo sucedido, pues estaba muy ocupada contando alegremente sus anécdotas.
Jihyo tomó el vaso de cerveza y le dió un trago más. Para después dejarlo de lado y seguir escuchando a la rubia.
...
Finalmente, terminaron de comer.
—¿Cuanto va a ser?—Preguntó Jeongyeon, levantándose de la mesa.
—Déjeme le traigo la cuenta.—El mesero se fue y después regresó con la cuenta.
Jeongyeon le dió el dinero y después tomó a Jihyo de la mano. Salieron del restaurante.
Ambas reían con fuerza. No estaban en sus cinco sentidos, lo cual era claro.
Se dirigieron nuevamente a la playa, la cual estaba totalmente solitaria. Es decir, era la una de la mañana, la mayoría estaba de fiesta o en casa trabajando.
Jeongyeon y Jihyo comenzaron a juguetear, dándose pequeños empujones.
Estaban descalzas y sus pies tocaban la arena mojada; lentamente se iban metiendo al mar, lo cual era peligroso considerando su estado. Aún así, siguieron jugando.
Jihyo dió un mal empujón y terminó tirando a Jeongyeon, la cuál fue totalmente empapada por una ola.
—¡Dios!—Gritó, cerrando inmediatamente los ojos para que el agua no entrara en ellos.
Jihyo se acercó a ella y rápidamente extendió la mano.
—¿Estás bien?—Preguntó, un tanto preocupada.
—Sí, no te preocupes...—Jeongyeon tomó su mano para levantarse, pero la pelinegra estaba mal parada, así que el peso de Jeongyeon la terminó derribando, siendo empapada inmediatamente.
Jeongyeon soltó una fuerte carcajada y después se dió la vuelta, encontrando a la chica con los ojos cerrados y riendo igualmente.
La rubia se acercó a ella.
—¿Te entró agua al ojo?—Preguntó, posicionándose frente a ella.
—Creo que no.—Contestó, abriendo los ojos nuevamente.
Ambas se miraron la una a la otra y se quedaron unos segundos así.
Jeongyeon tragó saliva.
—¿Serías capaz de odiarme?—Preguntó, bajando su mirada hacia los labios de la pelinegra.
—No... no lo creo.—Contestó Jihyo. Notó como los ojos de Jeongyeon examinaban lentamente su boca mientras que se relamía los labios.
Una cosa llegó a la otra y Jihyo terminó siendo sorprendida por un beso de parte de la mayor.
Cerró los ojos y continuó el beso, para después rodear su rostro con sus manos y acariciar suavemente su mejilla.
Ambas se separaron para recuperar el aliento.
—¿Me dejarías continuar?—Preguntó Jeongyeon, con la necesidad de volver a juntar sus labios con los de Jihyo.
—Por favor, hazlo.—Pidió la menor.
Jeongyeon pasó su mano por su espalda y comenzó a besarla de nuevo, esta vez siendo un beso más agresivo.
Su lengua jugaba dentro de la boca de la pelinegra y también mordía sus labios de vez en cuando. Por su parte, Jihyo; ella simplemente dejaba que Jeongyeon hiciera lo que quisiera con ella.
Sus labios sabían tan bien y sentía que nunca podría aburrirse de ellos.
Jeongyeon bajó su mano hacia la cadera de la contraria y la tomó fuertemente, evitando que se moviera.
Siguieron besándose durante un tiempo más hasta que terminaron separándose.
Sus respiraciones estaban aceleradas y sus labios no podían esperar para sentir una vez más los la otra.
—Esto no está bien, al menos no para mí.—Dijo Jihyo, desviando la mirada. No estaba segura de si lo que estaba haciendo era correcto o no, después de todo, sus tías siempre le habían dicho "Mujer y mujer no van".
—¿Por qué no?—Preguntó Jeongyeon.—Por lo que ví, tú me amas tanto como yo a tí.
—No me amas, Jeongyeon. Seguramente solo es... deseo o alguna tontería como esas.
—Te prometo que no lo es.—Levantó el meñique.—Te lo juro.
Jihyo suspiró.
—Por favor, no uses el meñique.
—¿Por qué?, si lo que digo es verdad.
—¿En serio?
—Sí. Y puedo seguir demostrándote mi amor si me lo permites.
Jihyo bajó la mirada y lo dudó un poco, pero no pasó mucho tiempo cuando se terminó abalanzando sobre la rubia nuevamente. Sus labios cubrieron todo el rostro de la mujer y su brazo rodeó su cuello, acercándola más a ella.
Jeongyeon aceptó cada uno de los movimientos de la pelinegra y simplemente se adaptó a ella, sin moverla o hacer algo al respecto.
Definitivamente esta noche sería uno de sus recuerdos favoritos.
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