XXV. Charlas.
Harry y Niall iban caminando tranquilamente hacia la salida del campus.
Era muy entrada la tarde, el sol ya casi se escondía por completo y ni una gota más de cansancio les cabía en sus cuerpos. Había sido una jornada intensa, ya los profesores no andaban con sus típicas bromas para principiantes y sus temas triviales para fraternizar con sus alumnos. Ahora era todo temas, tarea, exámenes, y mucha información que procesar. Añadiendo así problemas de su vida fuera de los libros.
—Cynthia es guapa, ¿no? —comentó Niall, jugueteando con las cintas de su mochila, observando al suelo. Parecía un niño pequeño.
—Créeme que lo gritaste silenciosamente cuando les presenté, necesitas unas clases de disimulación, —le contestó Harry.
— ¿Y que sucede cuando no quieres disimular?
Harry sonrió. —Touché.
—Invítala a casa, —susurró Niall.
Harry negó—. No.
Niall lo observó con confusión y una pizca de enojo, ¿su amigo se negaba a ayudarle? ¿Sabiendo lo difícil que se le hacía todo ese embrollo de sentimientos y química?
—Ese es tu trabajo, amiguito, —Harry agregó, pasándole un brazo por encima de sus hombros.
Niall correspondió su abrazo. —Parecemos una pareja homosexual, ¿que creerá Cynthia sobre esto?
—Diría que nos vemos adorables y que nuestros hijos serían agraciados, —Harry asintió—. Si yo fuese homosexual, creo que serias mi tipo. Pero es muy triste para ti que me guste mucho las chicas.
—Y yo que pensaba que tendría una oportunidad contigo, —dramatizó el rubio, colocando su cabeza en el hombro de harry.
— ¿Sabes en que he pensado? Creo que al nacer nos tienen que dar una lista con el nombre del amor de nuestras vidas, donde vive y exactamente en qué momento llegar a ella o él, —dijo Harry, mirando a su amigo.
—Pienso que sería aburrido y demasiado ortodoxo. En serio, ¿una lista? —rió Niall—. Hilarante.
Harry lo empujó con gracia—. No te burles de mis argumentos, siempre sobre pienso las cosas y eso me conlleva a pensar cosas que no encajan en nada.
—Quizás esa sea la raíz de tu problema. Sobre pensar.
—Nuestro problema.
Niall asintió.
Un silencio tranquilo emergió a su alrededor, solo había espacio para el murmullo del viento y los roces de sus zapatos con la acera de cemento.
Todo empezaba y terminaba ahí. Sobre pensar.
Siempre se complicaban, quizá de distintas formas, en distintos lugares, con distintas cosas o personas. Pero de alguna manera, funcionaba para ellos o al menos eso creían ellos.
Crear teorías, perfeccionar técnicas, buscar un por qué a todo para actuar de manera casi perfecta funcionaba para ellos.
— ¿Por qué siempre queremos ser perfectos? —preguntó Harry.
—Lo he pensado también. Estoy seguro de que no tenemos la culpa de ello, creo que eso viene sucediendo desde el día uno, cuando pisamos por primera vez aquel internado, —se encogió de hombros Horan—. Nos metieron en la cabeza que debíamos ser así. Y lo peor, nos dejamos influenciar. Eso es todo.
Harry asintió. —Nos enseñaron a ser máquinas expendedoras de información las veinticuatro horas del día, pero se les olvidó enseñarnos a ser reales. Quiero ser real, auténtico.
—Tu eres real, Harry. Eres la persona más real y auténtica que he conocido, solo que tenemos que cambiar en ciertos aspectos, pero para eso tenemos al señor tiempo que se encargará de hacer su buen trabajo en nosotros.
—Entonces quiero una novia, —afirmó Harry.
—Yo también quiero una novia, para ver que se siente, —pensó en voz alta el rubio.
—Tienes que decirle a Cynthia que la amas, debido a la acción del amor a primera vista, —sugirió el ruloso, riendo un poco.
—Oh vamos, pero si apenas la conocí hoy, —Harry lo miró—. Bueno, por si las moscas le pediré a Louis algunos consejos y algunas citas de Shakespeare para variar.
—Hablando seriamente, solo falto yo por tener mi amorcito, esto de los sentimientos, el feeling, creo que no me va. Me meteré a monje, —cuchicheó Harry.
—Eres un científico, Harry. Se supone que la iglesia está en contra de eso, —dijo Niall,
—Rayos.
[++]
—Yo pienso en que no deberíamos ocultarle esto a Harry, —negó Louis—. A mí no me gustaría que me lo ocultasen, ya, verá él si sale corriendo hasta Liam.
—Lo dudo, —comentó Niall, pasando la página de una revista que tenía reseñas sobre algunos libros reconocidos que le gustaría leer.
— ¡Harry! Trae tu fisiología, anatomía, y todo eso hasta la cocina, —gritó Louis y enseguida Harry entró, vistiendo con su pijama de lunas y cargando con una gigante taza de café en sus manos, con un mensaje que decía «soy lo mejor de la vía láctea».
—Este café está demasiado delicioso, —murmuró el mencionado, tomando un sorbo del líquido de su taza.
— ¡Lo hice yo! —chilló Niall—. Ese nuevo tarro de tapa azul es mágico.
Harry asintió.
— ¿Para que soy bueno? Bueno, yo sé que para muchas cosas.
—Es que, queremos hablar contigo, —murmuró Niall.
— ¡Fue Liam el que rompió el cassette de Sherlock! Yo no fui, lo juro, —el muchacho levantó sus manos, chorreando un poco de café en las baldosas del suelo.
Niall abrió sus ojos y Louis levantó sus manos—. No es sobre eso, dios, pero eso se hablará más tarde, —Harry hizo una mueca triste—. Es, sobre Hillary, de lo cual tenemos que hablar. Dilo tu, Niall, yo no sirvo para esto.
—Bueno, lo que sucede es que--
— ¡Que Hillary está enamorada de Liam! —chilló Louis.
Harry llevó sus manos hacia su boca y se lanzó al suelo—. Déjenme morir un poco. ¡Como es eso posible! Por el amor a Sherlock. ¿Y él lo sabe?
—Ahí es donde queríamos llegar, —dijo Louis, tendiéndole una de sus manos para que el ruloso se levantara.
Niall asintió. —Ella no quiere que lo comentemos con él.
— ¿Y saben dónde está?
—Nop, hace ya días que nos lo dijo y no aparece por ningún lado.
Todos estaban procesando un poco la información, hasta que el sonido del timbre resonó por todo el lugar.
Los tres chicos se miraron, y como almas que lleva el diablo, salieron corriendo hasta la entrada, en donde lo que vieron los dejó atónitos.
— ¡Hillary!
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