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XXIX. Familia Zeta.





Liam caminó pausadamente. No quería volver a ese salón. Al ciento cincuenta y dos. Historia del lenguaje. Pero obviamente tenía que hacerlo, no podía dejar de ir a una clase así como así. Es una de las materias más importantes y no podía darse el lujo de distraerse.

Pensó en que debía encontrarse a alguien para hablar y hacerlos deberes juntos. Zoe no coincidía con él en esa materia, así que tendría que ponerse manos a la obra.

Entró al salón, observando cómo los más aplicados ya habían llegado. Siempre llegaban de primeros, justo como lo hacía él. Muchos de ellos estaban revisando algunos libros, comparando tareas o vagando en su celular a la espera de la profesora.

Observó a una chica que ocupaba su puesto de la vez pasada, el primero de la fila que se encontraba pegara a la pared de las ventanas. Fue y se sentó en el puesto de atrás, mientras que la observaba de reojo. Estaba terminando su tarea, y casualmente la respuesta que estaba desarrollando, era la última pero estaba mala.

—Creo... que esa respuesta está mal, —le habló, por el lado de su hombro derecho.

Ella lo observó—. ¿Por que lo dices?

Enseguida, torpemente sacó su libreta bajo su oscura mirada. Tenía unos iris sorprendentemente oscuros. Y un cabello del mismo color. Muy largo.

—Porque, observa como la he hecho yo, —Liam le enseñó su cuaderno y ella pudo observar cómo si se había equivocado.

—Oye, gracias, —ella le dijo—. Soy Catherine.

—Liam, —sonrió.

—Oye, Cat, mírame, —un chico que apenas había entrado al salón, llamó su atención—. Lo hice.

Señaló su corte de cabello, el cuál era súper bajo, como un militar debería tenerlo. Solo que los militares no lo usan platinado. Y se notaba que era falso, ya que sus cejas eran castañas, pero Liam admitía que tenía su estilo.

— ¡Ay, pero estas loco! —exclamó la muchacha, tocándole el cabello para verificar si era real—. Joder, si lo hiciste.

—Admite que me veo bien, —el colocó una pose de modelo y ella rió.

—Estas avergonzándote, —ella rió—. Te presento a Liam, lo acabo de conocer.

—Mucho gusto, soy Luis, —el sonrió, mostrando la hilera de dientes perfectos que poseía, parecidos a los de Harry y estiró la mano para dársela a Liam y estrecharla—. Joder, este chico se parece al maldito David Beckham.

Liam lo miró raro.

— ¿No sabes quién es Beckham? —Luis le preguntó, con un poco de humor en su voz. Liam negó—. Luego te lo muestro.

—Tu nombre... ¿es como Louis? —Liam le preguntó, solo para verificar.

—Es como una versión hispana de ese nombre, o algo así. Se escribe sin la letra o, —explicó el muchacho.

—Sentémonos, ya llegó la profe, —señaló Catherine la puerta.

—Uff, este si que es un Buen Día, —suspiró Luis, observando detenidamente a Olivia, quien vestía una elegante camisa de cuello alto, con unos pantalones oscuros. Y su cabello estaba revuelto en un descuidado moño.

Esa mujer no podía ser real, pensó Liam, viendo la gracia con la que se movía de aquí para allá, y también vio como Luis y otros muchachos miraban detenidamente a su profesora. Le entraron deseos de amarrarles un calcetín en los ojos a cada ser humano que tuviese el cromosoma Y para que no pudieran verla. Aunque, semejante belleza no puede estar escondida.

—Esperaré a que todos entreguen sus cuestionarios ya respondidos aquí en mi escritorio, —dijo ella y Catherine le hizo el favor de acercárselo al escritorio de la profesora. Quería evitarla todo lo posible.

Así estaban mejor.

De verdad estaba haciendo un total esfuerzo inhumano para dejar atrás la etapa del típico enamoramiento con la profesora guapa que no le daba ni los buenos días.

Pensaba que era mucho mejor olvidar todo lo referente con la profesora y cambiar su horario, olvidarse de las chicas guapas con curvas y medio brujas por un buen rato.

Sin embargo, era inevitable hacerse la ilusión de que al terminar la clase le pediría que se quedara porque le gustaba tanto que no podía vivir sin él ni un minuto más, y que desde la primera vez que lo vio en aquel pasillo de internado, nunca más pudo olvidar sus ojos.

Por algo quería dedicarse a escribir libros de drama. Admitía que era bueno en ello.

Entre sueños e ilusiones, pudo sentir su teléfono vibrar en su bolsillo delantero. Lo sacó suavemente de donde estaba y pudo observar que en la pantalla principal había un mensaje de Harry

« ¿Quieres acompañar a tu solitario amigo a comer? En la cafetería de aquí hacen un café frío, ¿puedes creerlo? Estoy impactado. Niall vendrá, tengo planes de cupido con él y mi amiga (: »

Solo pudo pensar en tener que caminar hasta la facultad de medicina, pero ese tiempo le serviría para pensar y hacer un poco de cardio. Estaba pensando en convencer a los chicos para salir a trotar por el parque del complejo, pero era arriesgado, a penas Louis podía, con esfuerzo, bajar la jarra llena de agua de la heladera.

El periodo culminó y logró comprender la clase sin dificultad, algo que pensó que sería imposible. Se puso a acomodar debidamente sus implementos hasta que fue interrumpido.

— ¿A donde vas a almorzar? —le preguntó Luis, mientras que abrazaba a Catherine muy cariñosamente, ella le dio un beso en la boca.

Rayos, son novios.

—Voy hasta la facultad de medicina, almorzaré con unos amigos—explicó—. Haremos de cupido y le buscaremos novia a mi amigo. ¿Quieren ir?

—Para que veas que te empezamos a apreciar, caminaremos contigo, —Catherine dijo, mientras agarraba su bolso. Luis soltó un quejido.

—Uhm, no me gusta que tomes este tipo de decisiones sin consultarlo.

—Mi amigo el cupido dice que venden un café frío muy delicioso, —Liam trató de convencerlo.

Luis asintió—. Espero que sea delicioso, por amor a Dios.




[++]




Así como le había prometido, Louis estuvo a las doce en punto ya sentando en una mesa para dos en la cafetería que estaba en el centro de todo el lugar, era como el corazón de la universidad, a pesar de que habían otros lugares de comida dispersos por aquí y por allá.

Cuando fueron las doce y diez, empezó a observar su reloj que se encontraba en su muñeca izquierda.

Quizás se le hizo tarde, o no le especificó lo suficiente en que lugar quedarían. Cálmate, Louis, pareces una nena.

Bueno, hablando claramente no se calmó hasta que la vio entrar por aquella puerta. Y se arrepintió al instante ya que se puso al doble de nervioso al observarla caminar hacia él con una de sus lindas sonrisas. Ella sabía que con un chasquido lo tendría a sus pies, le aterraba, pero el tenía algunos trucos bajo la manga.

Gracias, libros.

— ¿Como estás? —ella preguntó, pegando sus labios en su mejilla.

Por amor a Galileo, pensaba que habían pasado la barrera de los besos en la mejilla. Pero no se quejó.

—Cansado, en realidad. Los profesores pueden ser malvados cuando quieren, —divagó Louis, recordando como el profesor del primer periodo observaba la manzana de vez en cuando, quizás pensando que estuviese envenenada. Puede que hasta la tirara en la basura cuando estuviese vacío el salón.

Ella rió—. Sip, pregúntale a Liam. Nuestros profesores se creen tanto o mejor que Shakespeare, en realidad. Exasperantes.

Louis asintió y ella también. Se formó un silencio que les decía que tenían que charlar sobre cierto tema.

En eso, llega el mesero y les toma la orden.

—Tenemos que hablar sobre lo que sucedió esta mañana, —Louis empezó—. Todavía no tengo claro si de verdad quieres... te-tener algo conmigo.

—Como puedes saberlo si aún no me lo preguntas.

Louis tragó saliva, tratando de deshacer el nudo que trancaba su garganta. Estaba dispuesto a soltar aquella pregunta ahora mismo, pero ella se merecía algo mejor. Y lo haría, pero aquel momento no era el más indicado.

—No sé si te molesta, pe-pero no me gustaría tener problemas con tu familia, —estupido tartamudeo—. Me gusta tener las cosas lo más claras posible, y así como lo dijo tu hermano, hay que hablar con tu padre.

Ella asintió—. Es que, mi padre no es precisamente un padre de lo más convencional que digamos. Es... posesivo, con Zayn, Zacharias, Zeus y mucho más conmigo.

—Tienes dos hermanos más, —Louis casi desfallece.

—Creo que olvidé mencionarlo, ¿no? —ella de encogió de hombros lentamente y Louis se persignó en el acto—. Yo soy la menor, luego viene Zacharias, Zayn y el mayor es Zeus.

Louis gimió—. Y de paso se llama Zeus, santo Sherlock, tu padre hará que me orine en los pantalones, lo presiento.

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