Estrella de la mañana
No recuerdo mucho después de golpearme pero como sabemos yo no morí ahí, y que Beck fuera inculpado fue solo una serie de malos entendidos.
Mientras mi casa se incendiaba Beck se dió cuenta que su teléfono lo había dejado en mi casa... una vez más un teléfono que arruinó las cosas.
Si se hubiera dado cuenta un poco antes tal vez yo no les estaría contando esta historia pero ciertamente su culpa no fue, aunque para él en el fondo de su corazón así fue.
Cuando éramos pequeños Beck siempre sintió esa fascinación por las cosas incendiándose, el fuego arder dejando en cenizas, esperando que de esa cenizas surgiera un fenix... era una metáfora que en su cabecita entendía que él era como uno porque sin importar que tan mal estuviera podía renacer desde ahí.
Lo hizo desde su madre, sin embargo aquella vida solo dejó una historia criminal en sus expedientes.
Aquella noche el chico regresó mirando la casa incendiarse.
—¡Sam! —gritó alterado.
Sin teléfono con el cual llamar a emergencias sólo pensó en una cosa entrar.
Aquella puerta estaba hirviendo, la primera quemada fue al tratar de abrir la puerta... ese metal quemó su mano incapaz de abrir.
Corrió tan rapido como pudo para tratar de entrar por esa ventana por la que siempre entraba, fue cuando me vió en el suelo inerte con la habitación llena de fuego.
—¡Sammy no! —gritó desesperado.
Nunca supe si Beck era algo estupido o muy valiente, pues corría siempre al peligro, sin dudarlo... sin temer, siempre para salvar a alguien.
Entró por la ventana sintiendo el calor del infierno al que estaba acostumbrado, el golpe al caer le rompió el brazo que ya tenía herido de tiempo atrás.
Pero ese dolor no lo sintió, se arrastró hacia mí para jalarme tomándome en sus brazos.
—Sam... Sammy —me movió cansado— quédate conmigo, quédate conmigo.
Sus pulmones se estaban quemando como los míos, esa voz, esa que escuche.
—Be... ck —pronuncie lo que apenas podía hablar.
—Aquí estoy si —dijo mirando por todos lados— vas a estar bien pero quédate conmigo quieres, mierda no debí darte el encendedor.
—No... fue... —no pude terminar de hablar por la tos.
—Hey, hey guarda fuerzas si —me miró— te sacare de aquí.
En algunas partes me dolía... el cuerpo me dolía demasiado en algunas zonas en otras no sentía nada y era porque en esas áreas la quemada había sido tan profunda que había quemado los nervios.
—Lo siento... te va a doler —podía escuchar como luchaba por respirar.
Me tomó, no mintió me dolió hasta el carajo... pero me dolió aún más verlo quemarse, cayendo y levantarse, sacándome a ese frío aire.
Salió para caer a mi lado, con quemaduras y adolorido.
—Estas... estás a salvo —susurró con su poca voz.
—Beck... —lo llamé— di... les, di... les que los a... mo.
—Tú se los dirás —me miró con lágrimas en sus ojos.
El chico se levantó torpemente para acercarse a mi.
—Tú... se los dirás —un ataque de tos lo detuvo— no puedes... dejarme.
Una sonrisa se formó en mi rostro no tenía miedo a morir, sabía que tenía quien me esperara del otro lado.
—No... fue... tu culpa —pronuncie la verdad— no lo fue.
Me desvanecí en ese momento, algo que debió ser mi fin.
—No me dejarás yo... iré por ayuda —susurro— te salvaré.
El chico corrió por ayuda... para salvarme pero eso fue una razón más para acusarlo.
Mientras yacía medio muerto en mi césped la ambulancia y bomberos llegaron por la llamada de un vecino que se dió cuenta demasiado tarde.
Los paramédicos llegaron a mi comprobando que aún seguía vivo, me llenaron de cables y medicamentos metiendo un tubo por mi garganta.
Yo estaba listo para morir... pero mi hermana llegó y ese grito desgarrador entró a mi sin dejarme ir, lo que me mantenía con vida hasta la fecha.
—Sam, Sam —dijo llegando a mi.
—Señorita...
—¡Es mi hermanito! —le gritó— y no lo dejaré, no lo haré —esa impotencia en su voz— así que no me dejes hermanito... no me dejes.
Nos fuimos en esa ambulancia con mi hermana a mi lado, oh cuánto lamento hacerla pasar por eso, verme quemado, ver como mi corazón se paró y como me reanimaban... hacerla sufrir todo este tiempo.
Mientras yo recibía la atención médica mi amigo corrió a su casa donde le esperaba Eli, el padre de Eliot y Rita su nueva madre.
—Al fin... Beck —dijo Eliot recibiéndolo.
Un trastabilleo lo hizo caer en sus brazos, uno brazo roto y él lleno de quemadas.
—Él, necesita... ayuda —dijo con un ataque de tos.
—Quien? —preguntó Rita ayudándolo a sentar.
—Sam... su casa se incendió y yo —dijo cansado— ayúdenlo.
—Lo haremos pero tu necesitas ir al hospital de inmediato —mencionó Grant el padre de Eliot.
—No yo no... él —trato de hablar.
—¡No puedes salvar a nadie si no te salvas a ti mismo imbecil! —le gritó herido.
Ver a la persona que amas herido duele...
—Si —titubeó cansado.
Mientras yo estaba en pleno quirófano mi padre llegó al mismo tiempo que a Beck lo estaban ingresando.
Mi padre sólo vio a otro chico quemado más y ni siquiera lo pensó... conectó los cables, y ese dolor sólo lo hizo ver en Beck el culpable de mi desastre.
—¿Cómo está? —preguntó papá a mi madre y mis hermanas que ya estaban ahí.
—Sigue en cirugía pero... está muy grave —confesó mamá sin esperanzas.
Papá suspiró para sentarse y consolar a sus mujeres.
Estuve ocho horas en cirugía tratando de estabilizarme, quitando lo que estaba muerto, limpiando las heridas... aquel golpe me provocó un traumatismo teniendo que abrir mi cerebro para controlar la hemorragia que se había generado.
Desde ese momento mis esperanzas de vida eran nulas, tenía el 75% del cuerpo quemado, una de mis piernas la había perdido por el daño, y de despertar no sabían la cantidad de daño que podía tener.
Aquellas palabras que recibió mi padre... ni siquiera lo dudo.
—¿A donde vas? —preguntó mamá.
—A descubrir que fue lo qué pasó —gruñó.
—¿Crees que fue ocasionado? —preguntó mamá preocupada.
—Eso creo —asintió.
—Entonces encuentra al culpable —ordenó con toda la rabia que una madre puede tener.
A mi pobre Beck lo único que consiguió fue meterse en líos, si yo hubiera muerto ahí no lo hubieran culpado de nada, tampoco tendría un pulmón dañado, un brazo roto, y varias quemadas de segundo grado que son las más dolorosas.
Mi padre regreso a la casa con la policía ya en plena investigación, al detectar que había sido por un encendedor debían hacer toda la investigación.
—Señor Dallas usted no debería... —dijo un policía.
—Mi hijo está luchando por su vida, en el hospital no puedo hacer nada pero aquí si —señaló— voy a meter en la cárcel al hijo de puta que le haya hecho esto a mi hijo.
Y así fue... un encendedor con las huellas dactilares de Beck, uno con sus iniciales, el teléfono medio quemado que era de su propiedad, un historial criminal y el testigo de alguien viéndolo salir y huir fue suficiente.
Dos semanas en terapia intensiva y lo primero que vio Beck al ser subido a una habitación fue un montón de policías.
—Beck Jones —lo llamó mi padre serio.
—Señor Dallas —dijo confundido— Sam ¿Cómo está?
Mi padre no dijo nada solo se acercó sacando las esposas colocándolas en su mano buena.
—Quedas arrestado por el intento de asesinato de Samuel Dallas —dictó su sentencia.
—¿Qué? No es un mal entendido yo —murmuró nervioso— yo jamás le haría daño a Sam.
—Fue tu encendedor Beck —lo miro con molestia— tu y yo sabemos que eres un asesino, no puedo culparte por lo otro porque jalaríamos a muchos inocentes pero esto no lo dejaré pasar.
—Es un mal entendido yo no... no le haría daño a Sam —aclaró.
—Mi hijo confío en ti Beck y mira como resulto —atacó— eres un peligro para todas las personas que están a tu lado, terminan heridas o muertas... ya no.
Esas palabras fueron las que terminaron por quebrar a Beck porque para él fueron ciertas.
Al escuchar el dictamen mi hermana sabía que no era verdad, sin importar que le dijera a mi padre él no quiso cambiar de idea, ni él, ni mi madre.
A un inicio dije que mi familia se unió más, no por las razones correctas... sin embargo mi hermana solo se quedó por mi.
A Beck no lo dejaron ver a nadie las otras tres semanas que estuvo en el hospital, solo sin nadie quien le acompañara.
Al salir fue directo a la prision esta vez a una de mayores.
Le contrataron un buen abogado pero el simple de hecho que fuera contra el hijo del jefe de policías... nadie en su sano juicio iba apoyarlo.
Sin embargo a ese punto Beck se había adjudicado mi muerte, no tenía fuerzas de luchar... de seguir, hizo lo que su abogado le recomendó y se declaro culpable con la esperanza de que la sentencia fuera mejor, de pena de muerte pasó a sesenta años de sentencia.
La historia que se inventaron fue de que nos peleamos, Beck me empujó y me golpeé la cabeza, se asustó pensando que me había matado así que se fue incendiando la casa para que pensaran que fue un accidente, se olvidó de su teléfono y volvió por el... le remordió la conciencia y trató de salvarme pero terminó huyendo.
Una historia patética que se creyeron...
Pero no todos, seis meses tardo Beck en aceptar visitas, la primera persona que vió fue a Tris y a mi hermana.
En aquella prision de mala muerte lo llevaron hablar con ellos, con ese traje naranja con el que amenazaron siempre de que terminaría portando.
—Beck —llamó Tris al verlo, delgado... herido— hey cómo estás.
El chico apenas y levantó la mirada para verlos.
—¿Cómo está Sammy? —susurro.
—Sigue en coma —respondió mi hermana— Beck yo te creo, se que no fuiste tú.
—Yo también te creo —agregó Tris— no te abandonaremos de acuerdo, dame un par de años y me volveré el mejor abogado y yo... yo te sacaré.
El chico lo decía enserio...
—Gracias —susurró.
Le habían arrancado el alma, era como si estuviera en modo automático.
—Te sacaremos de aquí —afirmó mi hermana— solo resiste si mi niño valiente, resiste.
Lo tuvo que hacer por más de un año mientras yo dormí en esa cama de hospital, escuchando a mi madre llorar, mi padre decir el mejor padre que sería cuando despertara, las gemelas prometiendo no ser malvadas y mi hermana pidiendo que no la dejara.
Pero aquel día... aquel día escuchaba las noticias en la televisión de mi habitación.
"Hace ya más de un año de el terrible incendio que dejó a un chico en coma, hoy se a puesto en duda si la sentencia a sido adecuada reconsiderando la pena de muerte... "
No... no podía dejar que eso sucediera, no podía dejar que se culpara a un inocente... no podía quedarme aquí sin hacer nada.
Pero entonces mi corazón se detuvo y todo se puso borroso, no podía... no podía irme ahora aunque esa voz conocida me llamara, no podía irme aún.
Entonces morí... morí por unos minutos hasta que mi corazón volvió a latir y desperté.
Desperté porque el nombre de mi asesino tenía que decir.
Siguiente capítulo el final ✨
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