
03
La cafetería, con su ambiente cálido y aroma acogedor, se convirtió en un refugio para Jimin y Amy. Después de su primer encuentro, comenzaron a reunirse allí con regularidad, robándole horas al trabajo y a las obligaciones. Era su pequeño santuario, un lugar donde podían ser ellos mismos, sin importar las diferencias que los separaban.
Amy se sentía fascinada por la vida de Jimin, tan diferente a la suya. Le contaba historias sobre su trabajo en la tienda de conveniencia, sobre los clientes extraños y las situaciones cómicas que presenciaba a diario. Jimin, a su vez, se reía de sus relatos y le explicaba los entresijos del negocio, desde cómo identificar los productos más populares hasta cómo lidiar con los clientes problemáticos.
Una noche, Amy le propuso a Jimin visitar la tienda donde trabajaba. Él se mostró reacio al principio, sintiéndose avergonzado de mostrarle su humilde entorno. Pero Amy insistió, argumentando que quería conocer todos los aspectos de su vida.
Finalmente, Jimin accedió, con la condición de que la visita fuera breve y discreta. Amy prometió comportarse y no llamar la atención.
Al llegar a la tienda, Amy se sorprendió por la cantidad de gente que había a esa hora. Estudiantes comprando bocadillos, oficinistas buscando un café rápido, familias haciendo la compra de última hora... el lugar era un hervidero de actividad.
Jimin saludó a sus compañeros de trabajo y le presentó a Amy como "una amiga". Amy sonrió y saludó a todos con amabilidad, tratando de integrarse en el ambiente.
Mientras Jimin atendía a los clientes, Amy se dedicó a observar el lugar. Le sorprendió la variedad de productos que ofrecían, desde comida preparada y bebidas energéticas hasta artículos de higiene personal y revistas. Se dio cuenta de que la tienda era mucho más que un simple lugar para comprar: era un punto de encuentro para la comunidad, un lugar donde la gente se reunía para socializar y compartir un momento.
De repente, un cliente comenzó a discutir con Jimin por un problema con un producto. Amy se sintió incómoda al presenciar la escena, pero también admiró la paciencia y la profesionalidad con la que Jimin manejó la situación.
Finalmente, Jimin logró calmar al cliente y resolver el problema. Amy se acercó a él y lo felicitó por su habilidad para lidiar con situaciones difíciles.
—No es nada —respondió Jimin, encogiéndose de hombros—. Es parte del trabajo.
Amy lo miró con admiración. Se daba cuenta de que Jimin era mucho más fuerte y capaz de lo que él mismo creía.
Después de un rato, Amy se despidió de Jimin y regresó a su casa. Durante el camino, reflexionó sobre lo que había visto en la tienda. Se dio cuenta de que la vida de Jimin era dura y exigente, pero también llena de significado. Él trabajaba duro para mantener a su hermano y a sí mismo, y lo hacía con orgullo y dignidad.
Al día siguiente, Amy sorprendió a Jimin con un regalo: una guitarra usada pero en buen estado. Jimin se quedó sin palabras al ver el instrumento.
—No puedo aceptarlo, Amy —dijo él, sintiéndose abrumado.
—Claro que puedes —respondió Amy, sonriendo—. Sé cuánto quieres aprender a tocar.
Jimin tomó la guitarra en sus manos y la acarició con delicadeza. Era justo lo que siempre había soñado.
—Gracias, Amy —dijo él, con lágrimas en los ojos—. No sé cómo agradecerte.
—No tienes que agradecerme nada —respondió Amy—. Solo quiero verte feliz.
A partir de ese día, Jimin comenzó a tomar clases de guitarra en un centro comunitario cercano a su casa. Amy lo acompañaba siempre que podía, animándolo y apoyándolo en su aprendizaje.
Poco a poco, Jimin fue mejorando su técnica y aprendiendo nuevos acordes. Amy se maravillaba con su talento natural y su pasión por la música.
Una noche, mientras estaban sentados en el parque, Amy le propuso a Jimin ir a ver las estrellas. Él aceptó encantado, aunque al principio se mostró un poco escéptico.
—¿Qué tiene de especial ver las estrellas? —preguntó él.
—Ya lo verás —respondió Amy, con una sonrisa misteriosa.
Condujeron hasta las afueras de la ciudad, lejos de las luces brillantes y el ruido constante. Encontraron un lugar apartado en una colina, donde podían contemplar el cielo estrellado en todo su esplendor.
Jimin se quedó sin aliento al ver la inmensidad del universo. Nunca había visto tantas estrellas juntas.
Amy le explicó las constelaciones y los planetas, contándole historias sobre la mitología griega y la astronomía moderna. Jimin escuchaba atentamente, sintiéndose fascinado por la vastedad del cosmos.
De repente, Jimin sintió una conexión profunda con Amy, una sensación de unidad y armonía que nunca antes había experimentado. Se dio cuenta de que la amaba más de lo que jamás había creído posible.
—Amy —dijo él, tomando su mano—. Te amo.
Amy lo miró a los ojos y le regaló una sonrisa radiante.
—Yo también te amo, Jimin —respondió ella.
Se abrazaron bajo el cielo estrellado, sintiéndose pequeños e insignificantes en comparación con la inmensidad del universo. Pero al mismo tiempo, se sentían invencibles, unidos por un amor que trascendía las barreras sociales y las diferencias culturales.
En ese momento, Jimin supo que estaba dispuesto a luchar por su relación, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino. Estaba decidido a construir un futuro junto a Amy, un futuro lleno de música, estrellas y amor.
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