----capítulo XXXI
Hecho por -petitelottie 🥰
PARTE I: ITALIA.
Nadir.
Nunca había conocido una persona que fuera tan perseguida por las autoridades de mi país hasta que supe de la existencia de cierto joven, cuyo medio rostro era un desastre. Aquella malformación era un arma para poder defenderse y escudarse de todo el daño y abuso por el que había pasado cuando era solo un niño.
Recuerdo que cuando mi hijo vivía, su infancia fue muy tranquila y plena, hasta que dicha enfermedad le atacó.
No obstante.
En este momento Erik es quien tiene el lazo sobre su cuello. Porque nada más y nada menos, que su antiguo 'jefe', le anda buscando por cielo y tierra, porque a sus oidos llegó que verdaderamente no anda muerto.
Definitivamente Erik debía hacer algo para salvarse o ser asesinado.
No hay más opciones.
Sin embargo, en este momento, estamos decutiendo un asunto.
—¿Quién es esa tal Gabrielle?
Erik suspiró mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.
Desde que llegué a París, no me he atrevido a preguntarle que sucedió desde que me ausenté. Ver todo normal, se me hace muy extraño. Conozco a Erik, lo que es capaz de hacer y lo que me había mencionado que haría, dado caso que la joven soprano no accediera a su voluntad.
—¿Por qué la pregunta?
Rodé los ojos.
Siempre que preguntaba por esa mujer, él evadía la pregunta.
Mi mirada se fijó en la pared cerca a su escritorio.
Habían muchos dibujos, pero resaltaba uno en específico: una jovencita de cabellos castaños, ojos azules dominantes y notorios. Labios rojos gruesos, y un singular collar de perlas en su cuello; o, y una nariz pequeña pero perfilada, casi que un rostro perfecto.
—Ya veo, es la de los miles de retraros que tienes colgados en dicha pared— dije, señalando con mis labios el dibujo. Erik no dijo nada, su mirada se quedó fija en la copa de vidrio, suspiró.
—Te voy a contar una historia, Daroga, si es de tu voluntad sentarte a mi lado para escucharme.
Erik estiró un asiento e hizo una seña para que me sentara.
Respiré profundo.
Me dispuse a escucharlo, como lo hacía cuando él tan solo era un adolescente perdido.
—Había una vez, un hombre cuya vida creía perdida. Un hombre que se refugió nuevamente en su música, sin embargo, la idea de que le abrazara el sueño eterno le susurraba al oído cada noche, cada mañana, cada instante de su miserable y asquerosa vida...— hizo una pausa, tomó un sorbo de su copa de vino— Después de cada madrugada tocar una misma canción, aquella que le calmaba los tormentos, aquella que había compuesto sin sentido... llegó el día en que ese pensamiento fue el rayo del sol matutino.
Otra pausa.
Fue mi turno de tomar un trago del vino.
En este momento el silencio era totalmente válido, Erik quería sentirse escuchado.
—Así que salió de su cueva, después de escribir una carta para esa mujer a la cual él creía que amaba con todas las fuerzas de su alma, y echarla al fuego cuando se dio cuenta que no valía la pena... Se subió en ese bote que le ayudaba para llegar a la civilización junto a un fiel compañero que siempre cargaba bajo su abrigo— tomó otro sorbo de vino, su mirada se clavó en la mía, y por primera vez noté una tristeza profunda—. Ató aquel lazo a una de las columnas superiores que había afuera de su cueva... admiró por varios minutos aquel lazo, ¿puedes creer que estaba tan indeciso?, justo cuando su cuello estaba siendo rodeado por el lazo, esuchó un estruendo... luego un grito de auxilio.
—¿Y qué hizo ese hombre?
Una sonrisa ladina se posó sobre sus labios.
—El hombre se olvidó de que iba a suicidarse y decidió mirar quién había interrumpido su muerte... sorpresa, era una joven que se estaba ahogando en medio del lago— me respondió—. Este hombre no duda ni dos segundos en ayudarla... ¿pero qué recibe a cambio? un regaño. Los ojos azules de esa chica parecían lanzar saetas de fuego por aquel incidente... Pero, ¿cómo es posible que una joven de ojos claros le haya impedido morir y le haya dado razones para crear un plan del que él no se imaginaba que terminaría enamorando también? ¿Es posible que el amor sea veneno y antídoto a la vez?
—¿No me digas que te renovó el espíritu santo y por eso es que creaste una buena historia?
Tomé un sorbo de mi vino, mientras observaba como Erik me miraba decepcionado. Suspiré, me quedé en silencio por unos instantes analizando de nuevo esta historia.
Y comprendí.
—Tú...
—Sí, Daroga... cuando yo me iba a abrazar el sueño eterno, ella apareció— me habló—. Ella fue la única que escuchó mi llanto musical...
No me salían las palabras para expresar lo que sentía por esto que él me estaba confiando. Porque sí, con él era muy difícil saber o conocerle. Si Erik decidía hablarle a alguien sobre su infancia, o sobre algo que a él le dolía, era porque tenía la confianza plena en esa persona.
—Erik, yo...
Él negó.
—Cuando vez que todo tu paisaje está nublado, cuando vez que las notas no cuadran... crees que todo es mejor sin tu existencia. Y en ella encontré otra razón para ser quien soy— comentó, en sus palabras estaba una pequeña pizca de tristeza—. Ella me escuchaba cuando nadie más lo hacía, me dejó enseñarle mi música, y me enseñó su mundo...
>>Me gustaba fastidiarla, ¿sabes? Al principio ella siempre bajaba enojada, si te quería mandar a la mierda lo hacía... pero, luego las cosas fueron cambiando y...
—Te enamoraste.
Erik asintió.
—Con razón la carta...
Empecé a atar cabos.
El día que le ayudé a escribir esa carta... todo lo que decía.
—Y bueno, ¿me quieres contar un poco de ella?— le cuestioné, mientras tomaba otro sorbo de vino.
—Es hermana de Christine.
Escupí el vino.
Después comencé a toser.
—Fue la misma reacción que hice yo cuando Christine me escupió eso en la cara— habló de nuevo—. Ella ni siquiera sabía cómo mirarme a la cara ese día, pero bueno, aquí estamos.
—Si no era con Christine, era con la hermana, pero de que te quedabas en la familia, te quedabas— bromeé, intentando procesar esta noticia. Erik no dijo nada—. ¿En serio ella es hermana de Christine?
Erik asintió.
—Pero son polos muy opuestos, Nadir— respondió—. Gabrielle es una mujer decidida, una mujer que sabe qué es lo que realmente quiere para su vida. Ama lo que hace, jamás duda de su talento. Es muy inteligente, le gusta saber y saber más... ella, Dios, es tan hermosa. Su sonrisa... y cuando canta, es como si escucharas a los ángeles mismos cantar.
Parecía un niño pequeño.
Sus ojos brillaban mientras él la describía. Era un brillo que no ha simple vista no se entiende, no se comprende, pero te refleja la vulnerabilidad de su corazón.
Me recuerdo cuando estábamos en Mazederan y a él le daba por empezar a hablarme de cómo iba avanzando en su Don Juan. Esa felicidad tan inocente y tan pura que revelaba por aquel entonces, la estaba volviendo a ver.
Pero esa sonrisa poco a poco se fue apagando y empezaron a salir las lágrimas de sus ojos.
—La extraño, Nadir... extraño verla, poder molestarle la existencia, incluso... poder besarla.
Mi saliva no me quiere vivo, y Erik tampoco. Me está dando demasiada información para procesar en este instante.
—¿¡Cómo!?
Dios mio, cuando yo voy yendo este tipo ya viene.
No puedo creer que todo esto pasó mientras no estaba.
—Mira, yo creía que te iba a encontrar muerto, al contrario, estás más enamorado que todos los parisinos juntos.
Tomé el último sorbo de vino.
Erik se empezó a reír de la nada, ya era como la quinta copa que se tomaba. Este hombre pasado de copas es algo muy peculiar, que no considero volver a ver en mi vida. En Mazederan tener al enmascarado borracho era uno contar con una mala suerte.
—Erik, no tomes más.
—Llevo botella y media— me respondió, de la manera más tranquila—. No entiendo porqué se fue... es decir, sé que Raoul se la llevó por su seguridad e integridad, pero aún así... la extraño.
Arqueé una ceja.
—¿Seguridad?— cuestioné, el enmascarado asintió— ¿A qué te refieres con eso?
—Es un asunto grave, te lo contaré cuando esté más sobrio.
Esta joven me causa mucha curiosidad.
Ha tenido un impacto más grande que lo que fue Christine hace unos años. Y se puede notar desde la distancia, que es real y no un simple capricho. Tengo curiosidad, menciono de nuevo, pero recuerdo que este genio de la ilusión odia la gente curiosa.
—Nadir, le andaba... Uh.
Ese fue Darius.
Le hice una seña para que no dijera absolutamente nada.
—Darius, dilo.
—Eh... Ah, sí, Madame Giry les andaba buscando.
—Darius, ¿una copa?
El muchacho se negó de manera educada.
—Muchas gracias, no me apetece.
Erik se encogió de hombros.
—Más para mí.
Darius respiró pesadamente, como si las palabras le fuesen a salir cual presión de barco.
—Erik, ya que usted conoce a las personas que asisten a la ópera...— el joven Darius se quedó pensativo, mientras que Erik estaba atento– ¿Usted sabe cómo se llama la bailarina que es pelirroja?
Erik dejó de lado su copa de vino, miró fijamente a Darius antes de soltar una carcajada.
—No te estarás enamorando de Alexandra, ¿o sí?
—Alexandra... ¿y usted cómo la ha conocido?
—Es la mejor amiga de Gabrielle, muchacho.
Quedé.
Estupefacto.
Sorprendido.
—¿Seguro que no te has comprometido con esa chica?
—Una cosa es que ella me haya presentado a sus amigas, que son tres: Alexandra, Dianne y Hermione. Y otra cosa es saberme su vida completa... que no me la sé.
Él me ve la cara de idiota.
—Claro... es una tristeza que solo te presentó a sus amigas y no a sus padres.
—Daroga... sus padres están muertos.
Darius ahogó una carcajada, mientras que el hombre de la máscara me veía con ganas de asesinarme. Y yo me moría de la pena.
—¿Cómo pretendes que me los presente?
Levanté ambas manos en son de paz.
—Solo decía.
—Alexandra está soltera, Darius. Ah, y cuídate de Alyssa. Esa muchachita es una víbora.
—¿Lo comprobaste o es que le hizo daño a tu damisela?— esta vez fue Darius el que bromeó, Erik lo miró de tal forma que se le borró la sonrisa al muchacho— Lo siento. Iré a mi recámara, permiso.
Erik rodó los ojos, tomó el último sorbo de su copa de vino.
—Bueno, vámonos. Esa señora si nota que nos tardamos más de lo debido, recorrerá este teatro a gritos.
Ese hombre cambió su semblante de inmediato, cualquiera que lo viera pensaría que está demasiado sobrio.
Pero no, en cualquier momento va a devolver todo lo que su estómago no ha procesado.
🖤🎭
Antoniette miraba con detenimiento al enmascarado, quien trataba de leer unos documentos traídos desde España.
El hombre no había terminado de leer el primero que le habían otorgado, se veía que analizaba con detenimiento o, que simplemente no entendía ni un carajo.
—Nos piden la presencia de Madame Daaé.
—¿Cómo?
Antoniette tomó esa carta y empezó a leer así no entendiera en absoluto el léxico español, buscando el apellido Daaé.
—Sí... es verdad.
—Básicamente quieren comprar acciones de la ópera, por ende exigen la presencia de Christine Daaé, sumado a que desean que por favor, hagan acto de presencia artístico frente al rey de España.
Madame Giry se sorprendió al ver el logro de traducción que tuvo Erik.
—¿Estás borracho?
Erik negó, al cruzarse de brazo.
—¿Nombre completo de Gabrielle?
—Gabrielle Sophie Daaé De Queralt.
Esperen, ¿qué?
—¿Primer solo de ella?
—En Fausto, como Margarita.
Madame Giry me miró de tal manera que se veía que en cualquier momento asesinaría a Erik. No podía creer que ella ya tenía como una especie de filtro para identificar si mi querido amigo se encontraba pasado de copas.
—¿Cuántas copas fueron?
—Media botella...— Erik captó lo que había dicho, sacudió su cabeza— ¡No! ¡El primer solo de ella fue pense à moi!
—¿En serio, Nadir?
Arqueé una ceja de inmediato.
—¿Yo que tengo que ver?
—Erik... sigue bebiendo, y ya sabes a quien le voy a contar esto.
En ocasiones pienso que este muchacho maneja muchas personalidades a la vez, y créanme que me deja con la boca abierta ver como cambia de actitud a cada nada.
—Debemos enviarle una carta a Christine, según lo que mencionan, desean verle para fechas próximas— explicó él—. Lo cual quiere decir, que ella finja demencia ante esto, o viaje a España.
—¿Dicen alguna fecha de aproximación?
Erik relee la carta, nuevamente.
—A mi parecer no. Pero sería bueno enviarle esto a ella, para que pueda responder o hayan una solución frente a este asunto.
Antoniette suspiró.
—Redactaré la carta para ella— habló con autoridad, Erik asintió—. ¿Especifican algo más aquí?
Erik negó con la cabeza.
—Gabrielle podría ayudarle con la traducción completa, ya que ambas se encuentran juntas en Italia.
Un punto muy a favor del enmascarado.
Si tanto necesitan a Madame Daaé, es mejor que le envíen la carta directamente a su domicilio. Y pues si la hermana se ha de encontrar con ella, mejor.
—¿Le enviaras algo?
—Cuando esté más relajado.
Se refería a enviarle una carta a la muchachita esa, lo digo con todo el respeto.
Por primera vez en mi vida, y si ya lo he mencionado perdónenme ser tan redundante, pero le ha movido el suelo a este hombre. Está verdaderamente enamorado, algo muy diferente a lo que ocurrió hace unos años.
Erik pidió permiso para retirarse.
—Si Erik sigue bebiendo, enfermará.
—Lo mismo le he dicho yo, Toni, pero no hace caso... cree que con el alcohol podrá olvidar un poco a esa muchachita.
Madame Giry suspiró.
—Ella es una buena niña, lo digo porque es mi ahijada— habló la rubia—. Y comprendo que el que ella esté fuera de París le afecte, sin embargo... ella se entera de esto y le niega hasta el saludo. Aborrece el licor.
—¿Qué motivo le ha dado ella para que se enamore de tal forma?
Antoniette hizo un mohín con sus labios mientras pensaba qué contestar a mi pregunta.
—Su pregunta es complicada de responder, Nadir. Porque ninguno esperaba terminar enamorado del otro.
—¿Cómo?
RIP por el estómago de Erik jajaja.
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