Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

───capítulo XVII.




----------- ≪ °❀° ≫ ---------

----------- ≪ °❀° ≫ ---------
























































Gabrielle.

Semanas antes.

—Vendrá un prestigioso hombre de la aristocracia a este lugar.— anunció madame Verónica, su semblante era irradiado por una profunda emoción — Todo lo debemos a esta hermosa chica.

Y ahí todo paró.

—Gabrielle cada noche nos sorprende con un espectáculo diferente, exótico.— continuó. Empecé a sudar frío— Él desea que por favor, le des un show en privado.

No.

No, no, no.

Ya sé a qué va esto.

—Así que alístate, porque recibirás una gran suma de dinero por ello.

Sentía el latir de mi corazón hasta la garganta, empecé a temblar. Las miradas de las demás chicas estaban puestas en mí; y no entendería si son con envidia, porque esto que está por pasar no se lo deseo a nadie.

—Cinco minutos.

—No.

La pelinegra fingió reír mientras se acercaba a mí; me tomó duro del brazo y me sacó de la habitación.  Nos dirigimos a otra, y por más que me quejara del dolor que sentía, no fue capaz de soltarme.

No fue hasta que finalmente estábamos solas, y su agarre finalizó cuando sentí chocar con uno de los armarios de allí.  La puerta se cerró de un portazo. 

—¡Ya estoy harta de ser paciente contigo, Gabrielle!— decretó, muy molesta. Se acercó de nuevo a mí, me tomó del mentón de una manera muy brusca— Esta es una maldita oportunidad que tú no puedes pasar.

Me negaba en rotundo, sabía lo que me esperaba.

—Eso no fue lo que acordamos cuando decidí venir aquí.

—Ya no tienes dieciocho años, Gabrielle.— recordó— Ya no eres una niña, ya eres una mujer, ¡entiende de una vez!

Sentí como su mano se aferró a mi cabello para empezar a tirar del mismo. Me arrastró hasta el espejo que había allí. Pude notar que las lágrimas empapaban mis mejillas, y como mi rostro expresaba con un gesto el inmenso miedo que tenía.

—Aprovecha que te dieron belleza, y no tienes que ser una pordiosera. Por un día que complazcas a un hombre no te pasará nada.

—¡No, por favor, no!— supliqué de nuevo. En un abrir y cerrar de ojos sentí el vidrio del espejo chocar con mi rostro. Sentí algo caliente recorrer por mi mejilla, mis labios saborearon un sabor amargo mezclado con mis lágrimas.

Quedé arrodillada en el suelo. 

Recuerdo haber pedido que no me llevaran con esa persona, que si era necesario irme lo haría. Apenas veía como el suelo se empapaba de las gotas de sangre que caían de mi rostro. Y por último, escuché más y más reproches de esa mujer; hasta que escuché la voz de Gustave, recobré el sentido.

—Gabbie... lo lamento muchísimo. Mamá no debió haberte hecho esto, es mucha sangre.

Gustave me llevó hasta mi casa, y se quedó conmigo hasta que amaneció. Limpió mis heridas de acuerdo a lo que le indicaba, y me abrazaba a cada rato. Muchas veces le pedí que no lo hiciera, y que se fuera, pero él solo me contestaba:

—Los amigos se echan una mano, tonta.

Pasadas de las cinco él se fue.

Quedé sola de nuevo, rodeada de una gran ola de soledad y tristeza. Debía eliminar todo rastro de dolor, y fingir una sonrisa... y no era difícil para mí, porque al fin y acabo lo llevaba haciendo desde hace mucho.

Tiempo actual.

Alejé la mirada de mi reflejo, porque aunque no quisiera, debía seguir viniendo a este asqueroso lugar. Tenía que aguantar un poco más las amenazas de que pronto sería mi deber cumplir aquel propósito que ya me habían sentenciado.

Distinguía a ese personaje, ya había visto muchas veces que espiaba mi camerino, no era hasta que Gustave llegaba a cuidarme. Y hoy era otro de esos días que lo veía entre la muchedumbre visitante.

Terminé de arreglar las ondas de mi cabello, mientras acomodaba una parte hiyab que llevaría a la altura de mis ojos. Hoy era otro de esos días en los que el espectáculo sería con una canción de medio oriente, así que debía estar acorde al momento.

El rojo predominaba mi vestuario, al igual que el dorado. Mi cabello caía por encima de mis ojos en abundancia. Acomodé lo último que debía acomodar. Suspiré.

Me di una mirada más antes de salir, y me percaté de algo que debía quitarme antes de salir: mi rosario. No me sentía digna de usarlo en ese momento. Después de acomodarlo dentro de un bolsillo de mi capa, me persigné y salí.

Y no miento, tenía miedo.












💀🖤🎭

Erik.

O era ahora o nunca atreverme a salir al pueblo. Debía darme esa oportunidad, de lo contrario, el ambiente en donde vivía me iba a terminar consumiendo por completo. Añadiendo que mis últimas semanas han sido tensas y vigilantes.

Me era imposible dejar de pensar sobre que Christine y Gabrielle compartían el mismo apellido y la misma sangre. Son polos totalmente opuestos, y por lo visto es de ella por quien tanto me habla Christine cuando aún solo le escuchaba desde las sombras.

—Ella me quitó el amor de mi padre... yo ya no era su pequeña Lotte, ¿sabes?

—¿Y quién es esa mujer de la que tanto hablas?— cuestioné, intrigado. Hablaba con tanto dolor sobre esa persona, que no entendía.

—No es una mujer, es una niña... es mi supuesta hermana.

En ese entonces, Gabrielle quizá todavía era una niña pequeña. Era una rabia inexplicable, y cargaba con una culpa no adquirida por voluntad propia. 

Fue ahí cuando comprendí que los seres humanos nunca estaríamos contentos con lo que ocurría con nuestra vida.

Sacudí mi mente mientras seguía caminando bajo la luna llena que le regalaba el universo a París. Ya era de mi costumbre camuflarme entre la gente para no ser notado, pero todavía estaba aterrado con la idea de que después de mucho tiempo me atreví a salir a ver la luz de la luna. 

Me animé a ir a lo que todos llaman diversión. Una de tantas sugerencias de madame Giry.

Fui a una de las tabernas más famosas del pueblo, en donde ofrecen un prometedor espectáculo. Había un gran abrumo de gente, trago, y ansias por ver lo que próximamente ocurriría.

Me senté en una mesa un tanto alejada para pasar desapercibido. Era mi primera vez en esto, así que no estaba completamente seguro si el sentirme atrapado en un estado de ansiedad estaba bien.

Una música característica para mis oídos empezó a sonar fuertemente, las luces del lugar se acomodaron al suceso.

Una chica de cabello castaño largo, cuyas curvas eran resaltadas por el hermoso vestido árabe que llevaba puesto: era el centro de atención de esa noche. Con el inicio de aquella melodía, su cuerpo empezó a marcar los pasos acordes con esta. Mi mirada expectante empezó a analizar algo muy familiar.

Soy la guía de tus ojos...

Habría cantado en idioma oriental, y no hace falta explicar porqué entiendo muy bien está lengua. Al momento en que aquella chica por fin dió la cara a su público al retirarse lo que se le podía denominar hiyab, mi corazón se aceleró en cuestión de minutos.

—Gabrielle...— murmuré, estupefacto. Aquella chica era la misma que iba a fastidiarme la existencia cuando se encontraba libre.

Sus movimientos eran puros, exactos, y acordes a la canción. Su voz... era lo que me seguía impresionando, era un tono muy suave pero a la vez potente.

Merezco tener tu corazón
Eres un viajero y yo soy tu destino.

Creía estar viendo una ilusión, pero no era así.

Era ella.

Escuchaba como la gente animaba, algunos murmullos indecentes hacia ella, y otras cosas. Sin embargo, yo estaba sumamente mudo.

¿Qué tipo de borracho es él
Que no guarda dolor en su corazón?
El borracho es robado
Quien no me tiene ahí

Seguía cantando como si ella fuera la única en este lugar, sus ojos mirando hacia el frente, su mente en sus movimientos y en la canción. Su cabello danzaba al mismo tiempo que sus delicadas manos; su sonrisa característica era lo que dominaba todo en ese momento.

Me dejó con la boca abierta ver los siguiente pasos que empezó a hacer, como controla su equilibrio, todo, absolutamente todo.

Oh portador de vino
Acércate
No dejes que haya deseos incumplidos

Mi mandíbula cayó un poco.

Ella seguía dando su espectáculo, sin notar mi presencia, y no me importaba que lo hiciera. Lo único que más quería, además de admirarle era sacarla de aquí.

Este no es su ambiente.

Ella no pertenece aquí.

La gente estaba totalmente fascinada por aquel show. Y como no habían de estarlo, si ella lo hacía demasiado bien.

Esta es la resaca de mi belleza
De la que estás drogado
El que desea hacer un sacrificio por mí
Es el más suertudo

Esa frase la sentí como si me la hubiese dicho de frente, y en ese preciso instante escuché algo que me alarmó bastante.

—¡Ese seré yo, quién te haga una verdadera mujer!— gritó un asqueroso hombre. No pude divisar quién había sido, pero Gabrielle le fulminó con la mirada.

«Debo sacarla de aquí», pensé. Ella no estaba segura aquí, para nada.

La canción terminó, y ella se despidió.

Con sigilo me acerqué a la barra, llamé al chico que se encontraba repartiendo los tragos. Gracias a la oscuridad del lugar, no se notaba mi máscara.

—¿Un trago?— me preguntó.

No sabía que responder.

—Sí, por favor.— solté, finalmente. Medité bien las palabras que iba a decir, tenía que lograr que Gabrielle viniera a dónde yo estaba— ¿Podria hacerme un favor?

El muchacho me alcanzó una copita con un líquido casi transparente, antes de responder a mi pregunta.

—Dígame.

—Llévale un trago a la chica que dió el espectáculo de esta noche, dile que es de parte de un amigo cercano.— dije. El bartender lo meditó por un momento— Por favor.

—No creo que lo acepte, pero trataré de hacerle el favor.

Después de entregarle una cierta cantidad de dinero, le agradecí. Ahora solo me correspondía esperar a ver qué ocurría con ella.

—¡A mí no me vengas con cuentos idiotas, Gustave!— escuché cerca de la barra— ¿¡Quién carajos vino a verme!? ¡Sabes que estoy bajo perfil aquí!

Oh no.

Era ella.

Y de buen humor, no venía.

Sentí que me tomaron del hombro, pero con una fuerza descomunal que me hizo girarme para verla de frente.

—Erik...— los insultos que quizá iba a decir se disiparon. Su mirada cambió totalmente.

Yo traté de darle una sonrisa ladina, pero me sentía un poco apenado.

—Gabbie.— murmuré.

—¿Qué haces aquí?— me cuestionó ella, algo nerviosa.

—Eso no importa, necesito que nos vayamos ya. No creas que no me di cuenta lo que gritaron por ahí.— mencioné, ella simplemente apartó su vista de la mía. Tomé con delicadeza su mentón — Este no es su ambiente.

Apartó nuevamente su mirada, suspiró y volvió a verme. Le supliqué con mi mirada.

Ella pestañeó un poco, su mirada no estaba fija en mí. Alcanzó a susurrar algo que no comprendí, y se fue de nuevo. Vi como se alejaba de mí, mientras que yo terminé lo que había en la copita, era un líquido muy fuerte, sentí ardor en mi garganta.

Empezó a correr el tiempo, no tenía señales de ella. Sentía la necesidad de entrar y llevármela a la fuerza... no entiendo porqué quiero hacerlo.

Salí de aquel bar sin ser visto, y la esperé. La emoción que sentía por verla después de algunas semanas, era inentendible para mí. Po primera vez empecé a pedirle a Dios que saliera rápido y que me impidiera hacer una locura.

Ella no merecía esto. Ninguna mujer lo merecía.

—Hola.

Estaba frente a mí, se veía totalmente distinta a comparación de hace un rato. Su cabello estaba recogido en dos trenzas, su rostro libre de maquillaje, un vestido azul oscuro haciendo juego con su capa. Pero sus mejillas estaban húmedas.

—Hola.— me animé a responderle.

—Lo que viste hoy...

Negué con la cabeza.

—Es muy talentosa.— dije— Sabía que cantaba hermoso, pero no tenía conocimiento que supiera otro idioma. Está muy de noche, le acompaño hasta su casa.

Le ofrecí mi brazo para poder irnos caminando a cualquier lugar que no fuese ese callejón. Pero ella lo rechazó por completo y comenzó a caminar con rapidez.

—Déjame irme sola, Erik.

No sabía si era correcto detenerla. Me daba miedo que quizá me golpeara como lo hizo una vez.

—Gabrielle.

—No.

—Espera.

—¡Erik, déjame!— gritó, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas — ¡Yo no sé a qué mierda viniste aquí, pero solo quiero que borres de tu mente este vergonzoso recuerdo! Olvida lo que acabaste de ver, ¿sí?, yo no soy eso.

Arrugué mi entrecejo, y la seguí escuchando.

—Yo solo...— las lágrimas empezaron a deslizar por sus mejillas— Solo soy bailarina, ¿de acuerdo? Vengo haciendo esto desde hace mucho tiempo... No creas que vendo mi cuerpo o algo así...

Le pedí que parara.

—Si piensas que te voy a juzgar por solamente haber visto algo que no es un mínimo porcentaje de la historia completa... estás equivocada.

Ella empezó a sollozar.

—Intentaron tocarme, Erik...— soltó.

Sentí que mi corazón se arrugó por completo, no me quedó más que atraerla hacia mi y abrazarla. Sentía como mi camisa se empapaba en sus lágrimas, mientras que le acariciaba su cabeza.

Sus sollozos eran muy fuertes.

—Me siento sucia, me siento la peor porquería de este mundo...

¡Se nota que eres una muy buena puta!— gritaron cerca de nosotros, volteé a ver y era el mismo susodicho que había visto gritar en la taberna. Y por su vestimenta, era alguien de prestigio—¡Pero no me complaciste del todo! 

Gabrielle se escondió detrás mío, sus manos temblaban muchísimo.

—¡Oye, mi turno no ha terminado!

Con pasos lentos me fui acercando a dicho personaje, tomé un cordón que tenía en mi abrigo y lo coloqué alrededor de su cuello.

—Vuelve a repetir lo que dijiste, bastardo.

Hice presión sobre su cuello, lo suficiente para hacer que su yugular latiera demasiado rápido. Escuché a Gabrielle detrás mío, suplicando que no hiciese nada indebido.

—Suéltame, maldito.— le escuché decir, mediante jadeos e inicio de asfixia.

Sabía hasta qué punto mi fuerza llegaba, y con un movimiento del cordón podía degollarlo, pero no iba a dejar que ella viera eso de mí.

Apreté un poco más, para después susurrarle al oído.

—Grábate en tu mente sucia, que esa puta es la protegida del fantasma de la ópera.

Finalmente, lo dejé inconsciente.

Guardé el cordón de nuevo en mi abrigo, y me dirigí a Gabbie.

—¿¡Por qué lo hiciste!?

Me estaba mirando horrorizada, yo simplemente me encogí de hombros.

—Está vivo, nena.— respondí — En unos minutos despertará. Yo sé hasta qué límite llegar en esos casos.

—¿¡Por qué!?

Rodé mis ojos, la tomé por los hombros y admití algo que no creí que haría.

—Porque de alguna u otra forma, me veo en la capacidad de hacerlo, además, usted me importa.— ella no se inmutó en decirme algo— Ahora, te llevaré a tu casa. ¿Sería tan gentil en guiarme, por favor?

Gabrielle empezó a negar con la cabeza.

—¿Qué ocurre?

—Gracias...

No dije nada, es más, ni debía haberme agradecido. Ella me importa, y mucho; es raro, porque nos conocemos muy poco. Este entorno en el que vive, es muy peligroso, no lo merece para nada; es una gran chica como para tener que soportar toda esta mierda.

La tomé de la mano, y empezamos a caminar. 

Ella era mi guía aquella noche.

No hablamos nada durante el trayecto, el silencio era muy cómodo entre los dos. Apenas escuchaba nuestras respiraciones y algunas veces en las que a ella le daba por sorber.

Su mano era suave, pero a la vez estaba fría.

—¿Tienes frío?

Ella solamente negó, su vista estaba fija en el suelo. Me preguntaba sí podía hacer algo mejor por ella, pero mi cerebro no funcionaba en ese momento bien y no recibía buenas ideas.

Finalmente llegamos a donde ella vive. Abrió la puerta y entró, para después hacerme una seña para que le siguiera.

—Bienvenido.

Era una casa bastante bonita y ordenada; observé bastantes fotografías de lo que sería ella de pequeña. ¿Algo lindo? Su sonrisa en cada una de ellas.

—Si quieres siéntate.— me dijo— Iré por algo caliente.

—No es necesario, lo único de lo que quería asegurarme era de que llegarás bien a tu casa.

—No te estoy echando...— se cruzó de brazos al responderme— Aunque estás en toda libertad de irte, si es lo que deseas.

Negué con mi cabeza, le hice caso después de todo. Un rato más tarde, estábamos tomando un té de manzanilla, cada uno en silencio.

—¿Canté bien?

Me tomó un poco desprevenido, la miré un poco confundido.

—¿Si canté bien?

—No siento que sea un buen momento para dar mi opinión al respecto, Gabrielle.— respondí, pero su mirada me suplicaba— Okay... sí, y bastante bien.

—Gracias. Significa mucho para mí escuchar esas palabras.

Le sonreí de vuelta.

—¿Cuántos idiomas sabes?

—Si te soy sincera: cuatro. Además del francés que es mi lengua materna.— respondió, con sus delicados dedos empezó a enumerar— Español, italiano, árabe, inglés. No me preguntes cómo los aprendí, solo recuerdo que mi mamá era de España, así que por algo hablo perfectamente dicho idioma. Pero los otros tres, no recuerdo bien cómo los aprendí

—¿Y de todos, cuál es tu favorito?

—Sin duda, el español.— respondió, al rato llevó la taza a sus labios— Mi madre me regañaba en ese idioma. Ahora que recuerdo eso, me da risa.

Una sonrisa llena de nostalgia se plasmó en sus labios. 

—Lamento lo de hoy.

La tomé de la mano. Fue un impulso, lo reconozco, pero quiero que ella se sienta segura. 

—Prométeme que no volverás, por favor.

Ella apartó la mirada de mí.

Si algo tengo dicho, es que todo tiene solución. Y si ella se va de ahí, vendrán cosas nuevas; todo por le buen corazón que posee y por lo fuerte que es. Esta responsabilidad quizá la adquirió muy pequeña, y es entendible porque uno estando solo en el mundo... ¿a quién recurre?

—Lo prometo, y esta vez es definitivo.

Sonreí.

—Así que, ¿hermana menor de madame Daaé?

Ella soltó una carcajada.

—Odio ese apellido, pero sí.— respondió, reí también— Nos llevamos unos buenos años. Pero si notas, no nos parecemos.

—En efecto.— respondí— ¿Estás apunto de pasar por los veinte, verdad?

Sonó una carcajada fuerte de parte de ella. No comprendí en un principio, aunque luego de unos segundos entendí que estaba suponiendo mal.

—¿Cuántos años me pones?

—Diecinueve.

—Soy come años, lo sé. Tengo veinticuatro.— aseguró— Ella es mayor que yo por cinco años, si mal no recuerdo.

Efectivamente soy un tanto mayor que ella.

Y realmente no se le nota la edad que tiene, todavía parece una adolescente. En un momento imprevisto, ella desató sus trenzas y empezó a cepillar su cabello con sus dedos.

—Quedé huérfana a los dieciocho... era lógico que debía hacer todo lo que estuviera a mi alcance para mantener mi casa, el taller de mi madre, y mi subsistencia.— tenía una expresión apagaba mientras relataba su historia— Intenté acudir a Christine, y me cerró la puerta en la cara. Apareció mi madrina, pero no me parecía justo darle una responsabilidad que no era de ella... y fue cuando la dueña del lugar me propuso entrar ahí.

>>Aprendí a sobrevivir sola. Aunque Antoniette cree que subsistí con lo que obtuve al vender el negocio de mi madre... no fue así. Iba a bailar y a cantar algunas noches, y gané buen dinero ahí. Cuando cumplí los veinte, me propusieron entrar a la ópera, y hasta dos años después acepté. Ah, olvidé el minúsculo detalle de que empecé a ser enfermera desde que terminé de ir a la escuela.

Mientras ella hablaba, algunas lágrimas se convertían en pequeños copos empapando su piel. Sus ojos azules miraban hacia la nada, y una de su mano libre jugaba con la cruz que había sobre su pecho.

Es una mujer muy fuerte.

—Lamentablemente algunos no contamos con la suerte de ser cuidados, o con una buena familia, Gabrielle.— hablé desde mi experiencia. Finalmente nuestras miradas se unieron— Pero aprendemos a subsistir de alguna u otra manera.

—¿Cuántos años tienes, Erik?

—¿Por qué la pregunta?

—No me respondas con otra pregunta.— expresó con seriedad, cruzó sus brazos sobre su pecho— Responde. Así como yo he respondido a tus inquietudes, tú responde a las mías.

Suspiré.

—Tengo treinta y seis.

—¿Tienes o vas a cumplirlos?

—Voy a cumplirlos.— respondí.

—No pareces de esa edad.— dijo— Por cierto, me gusta tu máscara. Sé que tienes más en tu guarida, pero esta te luce.

En mi vida había recibido ese cumplido, y se siente bien... Pero de ella, es diferente, se siente mucho mejor y le da alegría a mi corazón.



























N/A: Fav y que se den un besito JAJAJAJA. Ahora sí nos vamos acercando poco a poco al final del primer acto. En los siguientes capítulos veremos como se va desarrollando su relación de amistad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro