───capítulo XIV.
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Madame Giry.
Fausto.
Buena obra para iniciar de nuevo con el tema de ópera.
En ello acertó Christine, perfectamente.
La temporada de Romeo y Julieta ya estaba a nada de acabar, fueron dos largos meses en trabajo sobre escena. Mientras que a nivel de ensayo fue muy poco tiempo.
Es de sorpresa notar las personas que decidieron darle una nueva oportunidad a este hermoso lugar, a pesar de lo que ocurrió hace unos años. Ya no está la vieja superstición sobre cierto fantasma. Quizá aquel recuerdo ya quedó en el olvido, y agradezco que sea así.
Justamente me encontraba con Christine en su despacho. Juiciosamente ella estaba mirando diferentes documentos asociados a los saldos pendientes, y a nuevos cantantes invitados. La castaña había crecido, pero ese corazón de niña seguía ahí... aunque lo ocultara.
—Buenas noticias, Toni.
—Sí, madame.
Christine bajó los documentos, luego sus anteojos.
—Por favor, no me digas así... creo que tenemos la más grande confianza entre ambas.
Desde que ella llegó, el trato que teníamos era bastante formal; es de entender que ella ya era una mujer casada, y vizcondesa. Y los aires de superioridad que había dado últimamente daban a entender que había que dejar el pasado atrás y formar una relación nueva.
—Christine... las cosas cambiaron, y tú misma lo sabes.— respondí, su expresión se tornó a una triste— Hay cosas que se deben hablar, pero tú las evades
—¿Hablamos de?
—Gabrielle.— de inmediato rodó los ojos, suspiré— ¿Por qué nunca me dijiste que no eras hija única como me lo hizo creer madame Valerius?
Si Anneliese estuviera viva, le habría hecho el mismo reclamo. No puedo comprender hasta el momento la enemistad de estas dos jóvenes. Bueno, por parte de Sophie entiendo. ¡Pero de Christine no!
—¿Estás consiente que la juzgas sin siquiera conocerla bien?
—Es igual a su madre, una prostituta.
—¡Dios reprenda esas palabras de tu boca!— exclamé, enfurecida. Esa mentira la llega a escuchar mi ahijada, y es capaz de matar a su hermana; y con muchísima razón— ¿Te has escuchado?
Christine asintió.
Esa actitud hipócrita en ella no la conocía, y me duele.
—Dije lo que es cierto.— habló, con mucha tranquilidad— De tal madre, tal hija. ¿Por qué he de llamar hermana a una persona de esas? Por mi parte, no soy como ella. Ya ha visto usted hasta donde he llegado.
—Por lo menos tu hermana no ha dependido de un hombre para estar en donde está.— espeté, ella y yo sabíamos que era verdad. ¿Su debut? Erik; ¿ser conocida como una soprano en París? Erik; ¿ser vizcondesa? Raoul. Gabrielle aprendió de su madre a trabajar por lo suyo, a no depender de nadie. Christine se tensó— Tiene veinticuatro años, es enfermera, modista, ha organizado todos los eventos de caridad de la obra, es pintora, bailarina, y ahora cantante.
Enumeré cada una de las cosas mencionadas con mis dedos.
—Sabe cuatro idiomas: inglés; español; su idioma natal, el francés; italiano.— añadí por último—El que te dieran una versión errónea de los hechos, no te da derecho a juzgarla sin conocerla siquiera... solo por un capricho infantil.
—¡Madame Giry, pare por favor!— gritó al levantarse de su asiento, estaba molesta— ¡Su madre nunca me quiso! ¡Nunca! ¡Papá a lo último prefería a Gabrielle con todas sus fuerzas, él mismo lo dijo al morir! ¿Por qué mierda les preocupa ella? ¿Por qué nunca les importó lo que yo sentía con cinco años?
Sus ojos se empaparon en lágrimas. Con esta actitud ella reflejaba la cantidad de mentiras que le habían dicho, me da lástima por ella... se dejó inundar de un odio injustificable.
—Para mí siempre será duro notar que mi padre pudo olvidar con rapidez a mi difunta madre, y conseguir otra mujer...— limpió con rapidez las lágrimas que habían salido involuntariamente de sus ojos oscuros— No sabes cuántas veces me he hecho esa pregunta con respecto a mi esposo... agh, odio sentirme así.
—No invalido lo que sientes, pero eso no justifica tu actitud tan inmadura.— mencioné— ¿Recuerdas el día que ella fue a buscarte? Justamente habían pasado unos días de que su madre había fallecido. Ella no sabía a quién más acudir, yo fui esa última opción... pero tú siempre fuiste la primera persona en quién pensó, ella solo quería a su hermana.
La mirada de Christine se suavizó un poco, manifestó un poco de curiosidad frente a lo último mencionado.
—¿Anneliese... falleció?
—El día que Gabbie cumplió dieciocho.— respondí— Desde ese día, ella no volvió a celebrar su cumpleaños. No le emociona hacerlo.
La castaña cubrió su rostro con ambas manos, luego, me miró atónita.
Asentí, para confirmar lo dicho.
Sé que no puedo forzar a que ambas compartan, a que sean verdaderas hermanas. Pero sí puedo hacer que por lo menos se empiecen a tratar con respeto, y que verdaderamente se conozcan bien la una a la otra.
Esto resultaría difícil.
Nos quedamos en un silencio sorprendente, únicamente se escuchaban nuestras respiraciones.
—Dile a ella que ya hablé con la persona que le ayudará con el tema de su voz.
Arqueé una ceja.
—¿Quién es?— cuestioné.
—No es él.— me respondió, ya sabía a quién me refería— Aunque me niegues que todavía él sigue aquí cuando reconozco que no es así, no lo voy a buscar. No me interesa hacerlo.
Ella no sabe fingir, ni siquiera mentir. Ya la he visto en algunas ocasiones dentro del palco, y en lo que era su camerino antes.
—Espero que sea una buena persona, Christine. Porque conociendo como te volviste, puedes traerle a cualquiera.
—Hasta allá no llego, Antoniette.
—Sí usted lo dice, madame.
💀🖤🎭
Gabrielle se encontraba con sus amigas, hablando de asuntos que solo le competen a chicas de su edad. Pero también, mi hija estaba acompañándoles. Sus carcajadas eran fuertes, Meg apenas podía respirar.
Y como era de esperar, interrumpí.
—Hola mamá.
—Toni, hola.
—Madame Giry.— saludaron las otras tres niñas.
—¿Por qué tantas risas? ¿Me perdí de algo?
Meg se levantó y caminó directo hacia mí. Después de darme un lindo abrazo, habló.
—Hablábamos de humildad.
Gabrielle empezó a reírse a carcajadas fuertes. Entiendo por donde va el asunto.
—Meg tiene sus momentos de humildad, que en serio, te compadezco un montón.
—Tú de momento humilde tienes la vez que te lesionarse la rodilla por jugar a las escondidas.— mi hija se defendió, ambas terminaron riendo nuevamente— De milagro andas viva.
Las carcajadas volvieron de nuevo, me hizo recordar aquellos tiempos cuando solo eran Meg y Christine. Ambas inseparables desde que tenía uso de razón.
—Gabbie, debo hablar contigo.
—Ven, por algo digo: ¡digan no al tabaco!
—Yo no fumo, tonta.— Gabrielle estaba tratando de recuperar su respiración, hasta que Dianne hizo aquel comentario.
Tomé a mi ahijada de la mano, mientras ella se calmaba por aquellas carcajadas caminamos por el pasillo hasta llegar a mi habitación. Cuando ya por fin su respiración se había regulado, empezamos a hablar.
—¿Qué pasó?
—Hablé con tu hermana sobre el tema de la obra.— respondí, Gabbie empezó a trenzar su cabello mientras me prestaba atención. Yo proseguí— Me dijo que te avisara, que ya tiene tu instructor de música.
Los ojos azulados de ella se iluminaron por completo. Sabía que le emocionaba seguir avanzando a nivel profesional.
—¿Esto es verdad?
Asentí, junto a una sonrisa.
—Sí, ella te estará avisando cuándo inicias tus clases.
Sophie chilló de la emoción, como si fuera una niña feliz con su nuevo juguete. Necesitaba una gran preparación para este papel, y yo sé que tiene la disposición del mundo, sin embargo es necesario una breve orientación. Si las cosas no hubieran tenido un rumbo como este, me hubiese gustado que él la preparara.
Terminó de hacer su trenza, de inmediato se cruzó de brazos.
—Tengo una pregunta, Toni.
Me senté frente a ella.
—Las manos a la altura de tus ojos.— arqueó una ceja, su mirada era cómplice— Esa misma frase fue la que escuché cuando caí a ese lago, ¿me das contexto?
Quiero matar a Erik por esto, ya habíamos dejado en claro que no habrían indicios de las trampas, pero la vida da muchas sorpresas, dicen por ahí. Creo que ya era momento de explicarle, y más que esta señorita tiene el dicho del apóstol Tomás: Hasta que no vea, no creeré.
—¿Recuerdas los chistes de tus amigas sobre cierto fantasma?
—No me digas que tú también crees en ello, madrina.— rodó los ojos, entiendo que es más incrédula que cualquier ser humano y eso lo sacó de su madre— Mi padre hablaba de un supuesto ángel de la música y que blah, blah, blah.— añadió, con un toque de dramatismo— Si supieran que se dice que el ángel de la música se convirtió en un demonio al ser expulsado del cielo. Yo sé que era muy pequeña, pero me acuerdo muy bien lo que comentaba papá de ello; mamá en ocasiones también me lo recordaba.
Su expresión se tornó a una seria, consigo, se cruzó de brazos.
—Me imagino que quieres saber quieres saber de donde viene la música que escuchas escuchas la madrugada...
—Ah, ese es Erik.— me interrumpió, tranquilamente. Volvió a checar las puntas de su cabello, la miré con una ceja arqueada— La vez pasada bajé en madrugada, y me di cuenta... upsi.
—¿Me desobedeciste?
—Obedecer, no existe en mi vocabulario, madrina.— destacó, mientras revisaba su cabello. Me admiraba de la sinceridad que posee, y aunque me disgusta que no me haga caso, ella ya está suficientemente grande para saber cómo actuar y cómo no—Además ese día no había podido dormir.
De alguna forma debía hacer que me escuchara, porque es importante que ella sepa quién es Erik, antes de que aquí pueda haber una catástrofe.
Mi ahijada notó mi expresión, además de encontrarme seria por el hecho de no haberme hecho caso, estaba preocupada. El pensar que quizá la historia se repita, me aterra; no quiero que eso pase.
—Espera, ¿estás queriendo decir que él es el fantasma de la ópera?— cuestionó, algo confundir. En ese momento asentí— ¿El fue quien ocasionó el accidente...? Mierda.
—Por algo te pedí que no bajaras de nuevo, nadie puede sospechar.
—¿O sea que los veinte mil francos...? Madrina, todo esto me tiene confundida... Él fue quien ayudó a Garnier con gran parte de la construcción, ¿verdad?
Asentí.
Cuando ocurrió eso, él apenas era un pequeño adolescente temeroso. Que apenas había logrado salir de una gran burbuja de sufrimientos ocasionados por aquellos gitanos, y de igual forma por sus padres.
—Gabbie, pero también... él y tu hermana, tienen historia.
—Necesito información de esto, en serio.
💀🖤🎭
Después de una pequeña y extensa charla con la castaña, esperé un tiempo prudencial para poder ir a ver a Erik. Pero conté con la suerte, que estaba aquí arriba.
No entiendo que hacía en el palco cinco.
Sus manos apoyadas en el barandal, su mirada fija el aquel candelabro gigante que adornaba el teatro. Había un gran silencio acogedor, solo escuchaba nuestras respiraciones.
—Extrañaba este ambiente, madame.
—Las cosas están diferentes, ¿lo notaste?— cuestioné, Erik asintió— Deberías subir de vez en cuando, o atreverte a salir...
—La magia sigue intacta.— aclaró, me hice a su lado. Pude observar un pequeño ensayo que estaban haciendo los chicos, Gabbie tenía ganas de matar a algunos por su falta de seriedad— Fausto. Aquel hombre que hace el peor de los tratos por amor. ¿Esa historia no se le hace conocida, Antoniette?
Ya entiendo a qué se refiere.
Puede que él ya no le ponga tanto cuidado a lo ocurrido con la soprano, pero el dolor sigue ahí. Y el sentirse un tanto traicionado, igual.
El problema de él, y siempre se lo recalco, fue que la obsesión lo consumió al borde de la locura. Christine se vió dividida en el amor hacia Raoul, pero también hacia la gratitud que tenía hacia Erik... nunca fue un amor verdadero.
—El amor nos ciega, puede convertirnos en personas obsesivas, hasta podemos pagar un precio por obtenerlo...— hizo una pequeña pausa, parecía como si hubiera leído mis pensamientos. Su mirada se centró en la lámpara de nuevo— Así el precio sea ir al infierno... fue lo que ocurrió conmigo.
En ese mismo instante Gabrielle empezó a cantar. No quise interrumpir aquel momento donde su dulce voz resalta más que la banda sinfónica. Fue la misma que cantó para la audición.
Erik la miró con atención, sus ojos color ámbar no se quitaron de allí hasta que terminó la canción. Una pequeña sonrisa ladina alcancé a divisar en su rostro. Con sus dedos daba pequeños y suaves golpes en el barandal, iba acorde a la melodía; sé que a su vez se encontraba analizando la voz de la castaña.
Cuando ella finalizó, él contuvo las ganas de aplaudirle.
—Brava.— murmuró— Para ser su debut, lo hace muy bien. Hace poco le escuché cantar una de mis composiciones, tiene una voz muy dulce.
Sonreí, él tenía razón en ello.
—Reserva mi palco para el estreno, y espero que esta vez acaten la orden; no quiero ponerme como la última vez.
Sentenció, antes de despedirse de mi y dejarme sola en aquel espacio.
No sabía cómo interpretar lo último que escuché. ¿Bueno o malo? Con él nunca se tenia certeza de las cosas que dice.
Aunque si nombro el palco... Dios mio, ¡Erik!
n/a: "¿Acaso no fui claro? El palco cinco debía estar vacío". Mi parte favorita del musical <3.
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