
───capítulo XII.
----------- ≪ °❀° ≫ ---------
----------- ≪ °❀° ≫ ---------
Erik.
La soledad que inundaba mi pequeña guarida, irradiaba una paz jamás encontrada. Por fin podía decir que me sentía a gusto respirando.
Me había sentado frente al piano, para ver si por fin podía tocar otra melodía que no fuese aquella canción de siempre... pero quizá he de culpar a mis recuerdos, es la única canción que me sale sin dificultad alguna.
Busco entre las viejas partituras que he conservado, encontré una de mis creaciones... aquella que murió esa noche del incendio:
Don Juan Triunfante.
Una creación que costó crear, pero que el resultado me dio una gran satisfacción. Pero consigo, los fantasmas del pasado hacían de las suyas.
Posé las manos sobre el fino teclado de mi instrumento, y aunque el impulso me ganó de nuevo... esa melodía de la noche, volvió a sonar.
—Nighttime sharpens, heightens each sensation...— empecé a cantar, en un tono muy bajo— Darkness stirs and wakes imagination...
Y la música empezó a fluir... como antes.
Con tanta naturalidad, con pasión... con amor.
Mis manos se desplazaban marcando cada nota, cada compás; mientras mi voz iba soltando aquellas frases que escribí en tiempos donde solo hablaba desde las sombras.
—Let your mind start a journey through a strange, new world...
—Leave all thoughts of the world you knew before— cantó una voz dulce... nueva para mí. Era tan dulce, que podría decir que sonaba igual a la de un infante— Let your soul take you where you long to be... Only then can you belong to me.
Mis manos se frenaron de golpe, no seguí tocando.
—¿Por qué dejas de tocar?
Volteé a mirar quién había decidido invadir mi espacio.
Otra vez ella. ¿Será que no se cansará de ser tan molesta e inoportuna?
Oh, esperen... ¿esa es su voz?
—¿Qué haces aquí?
Su sonrisa cambión por una expresión de desagrado, rodó sus ojos y suspiró.
—Mira... hoy tuve un día horrible, espero no le moleste mi visita.
—Eres un poco inoportuna.
Dejó caer la capota de su capa, revelando así su larga cabellera castaña. Lo curioso, es que no sé si por las luces de las velas se le ven pequeños mechones claros o si quizá su cabello es así.
Se notaba algo frustrada.
—¿Existe algún timbre para avisarle de mi llegada?— ironizó— No... en fin, creo que usted carece de visitas, y eso debe ser horrible.
—La verdad no.— hablé— Disfruto de mi soledad.
Ella arqueó una ceja, sus ojos se oscureciendo por un momento.
—No sabe mentir.
Me sorprendió.
Dije esa respuesta sin pensarlo, y para evadirla.
—Sus pies apuntan hacia el piano, y está jugando con tus dedos... sumado a que no me está mirando a los ojos.
Sabe leer el lenguaje corporal.
Y muy bien.
Me levanté de mi asiento, quedamos frente a frente, con una distancia considerable. Su mirada se suavizó. Pude admirar detalladamente su rostro: su nariz perfilada, sus mejillas rosadas, su rostro delicado, sus azules brillantes. Sin embargo, me fijé en una pequeña cicatriz en su mejilla izquierda.
—¿Le gustan las fresas?
—Por supuesto.
Bajo su capa traía un pequeño canasto, lo abrió para sacar un pequeño tazón de fresas. Estiró su mano junto con las mismas.
—Mira.
—Gracias... supongo.
Escuché una suave carcajada de su parte, dejé las fresas sobre mi mesa y volví al piano. Apenas pude ver de reojo su gran curiosidad frente a todo lo que hay aquí.
Con delicadeza posaba su mano en cada cosa que le llamaba la atención, y me ha de sorprender el hecho de que no toma como rareza el hecho de mis máscaras.
—Me imagino que por cada ocasión hay una máscara.
Mis labios formaron una sonrisa ladina.
—Correcto.
—De pequeña le pedía a mi madre que me hiciera un antifaz para uno de los disfraces que ella misma confeccionó.— empezó a hablar, si tono de voz sonaba nostálgico— No fue sino hasta que cumplí quince años, y ella me lo regaló. Creo conservarlo aún.
Cuando volví a posar mis ojos en ella, pude notar su pequeña sonrisa. Tenía en sus manos una de mis máscaras, para ser exacta aquella que usé para un baile de máscaras al que asistí.
—¿Puedo saber el motivo de su visita?
Su mirada azulada se posó de nuevo en mí.
—No han sido buenos días últimamente... si le soy sincera.
—¿Todo por el tema de la nueva administración?
Suspiró pesadamente, y asintió.
En ese momento recordé que la vi salir llorando del teatro cuando llegó Christine al lugar. No se veía contenta con aquella persona, me gustaría saber porqué hay esta situación, pero claro está que no conozco realmente a Gabrielle.
—Adelantaron el estreno del ballet para el domingo, sin previo aviso.
Eso sí fue un golpe duro.
Antoniette apenas la semana pasada me contó que habían empezado los ensayos. Esos pobres muchachos se van a agotar muy rápido.
Christine está loca.
Si va a tomar las riendas de... del teatro, debe analizar y planear las cosas con anterioridad. Apenas lleva como tal un mes, y quiere que todo se dé a cual rayo de luz. Las cosas no son así de fáciles, ni porque el idiota de Raoul tenga un cargo alto en la sociedad.
Creo que a ella se le olvidó como se lograba la preparación antes de un show cuando ella era bailarina. Y cuando revelé Don Juan Triunfante, fueron casi tres meses. Sumado a que el maestro de la sinfónica no podía con los acordes.
—¿Usted conoce a la nueva gerente?
Tragué duro.
—No.
Procuré que mi postura corporal no me delatara, de lo contrario ella se daría cuenta y empezaría la ronda de preguntas.
—No se pierde de nada... en fin.— dijo, su sonrisa de nuevo volvió —Usted la vez pasada me dijo que fue el arquitecto de este lugar... ¿qué hace viviendo aquí?
—Larga historia...— murmuré, aquella pregunta había dolido cual herida por bala.
Tomó otra de mis máscaras y la examinó con delicadeza. Aquella curiosidad era muy inocente.
—¿Hace cuánto llegó a la ópera?
—Hace dos años, ¿conoce a Antoniette Giry?— cuestionó, ante lo cual respondí asintiendo con la cabeza— Por ella, llegué aquí. Es mi madrina.
—Oh, ya veo.
—¿Cuánto lleva aquí usted?
Esa pregunta ni yo me he atrevido a hacérmela. Sé cómo llegué aquí, y aquel recuerdo me hizo erizar la piel... pero no tengo en cuenta la cantidad de años que llevo.
No tengo número exacto, pero sí recuerdo todo lo que hizo Antoniette para librarme de aquel infierno en que estaba. Lo cual se ha convertido en una gran deuda de vida con ella.
—Me imagino que casi el mismo tiempo que mi madrina.
—Sí, se podría decir que sí.
—¿Estas máscaras las hizo usted?
Asentí.
—No quiero sonar metida con respecto al porqué las usa, pero se ven bien en usted.— nuevamente sus ojos se posaron en mí.
Sentí una sensación rara.
Cuando vives siendo un fenómeno en la sociedad, una persona a la cual maltratan solo para tener dinero a su favor, y a la cual le temen... escuchar esto es nuevo, y extraño a la vez.
—Debo irme, quizá me estén buscando en este momento. Sé que le prometí a mi madrina no venir, pero soy un tanto testaruda.
—¿Recuerda cómo volver?
Ella asintió.
—¿Cree que sea conveniente que pueda visitarlo de nuevo?— cuestionó— Yo creo que a la próxima, le ayudaré a levantar todo este desorden.
Fruncí el ceño.
—Debo irme... nos vemos luego.
Fue lo último que escuché por su parte, antes de verla irse en aquel bote. Su cabello era golpea por la pequeña brisa que había. Mis labios formaron una sonrisa de nuevo, pero aquella se desvaneció al ver que había olvidado su capa.
La tomé en mis manos y suspiré, debía devolvérsela.
¿Quién eres Gabrielle, y qué quieres de mí?
💀🖤🎭
Gabrielle.
Estreno de la nueva producción.
¡Ninguno está preparado!
En este preciso momento todos queremos que la ópera se queme, o pase algo extraordinario y nos aplacen el estreno. Dianne en cualquier momento se va a desmayar, es la primera vez que la vemos tan mal en un momento de estreno.
A pesar de que yo hago parte del ensamble, me diento demasiado nerviosa... no por mí, sino por la situación. Capaz metemos la pata y Christine nos echa a todos de aquí.
Meg entró, también estaba preocupada al igual que nosotros.
—Pase lo que pase hoy, lo van a hacer muy bien, ¿entendido?
Sus palabras de motivación nos lleno el corazón... pero a la vez nos asustó.
La rubia está con la carga de estrés más grande del mundo: apertura del ballet, el desempeño del mismo, y su boda que es este viernes. Por fortuna yo hice el vestido y la gran parte de la decoración la hice yo.
—Mon soleil, tranquilizate.
Ese fue Dominique, el prometido de Meg. Venía junto con un ramo de girasoles. Como siempre, muy elegante. Los ojos de ella se iluminaron al ver al pelinegro. Tomó el ramo de flores mientras recibía un corto beso en la mejilla.
—Me va a dar un infarto de los nervios.— dijo, junto a una risilla nerviosa— Aunque Dianne está peor.
—¡Diosito baja de los cielos ya!
Escuchamos a Dianne del otro lado, empezamos a reírnos algunos. Cuando mi amiga entró, su piel era más pálida de lo normal, sus manos temblaban, y sus ojos estaban empapados en lágrimas que se esforzaban por no salir.
—Esa perra me debe una semana de sueño y tranquilidad.— espetó Dianne, le dí una mirada de desaprobación.
—Lenguaje.— dijimos Meg y yo al tiempo. El prometido de la rubia empezó a reírse.
Dianne estaba tratando de controlar su respiración, pero le era imposible.
—Gabbie, toma mi lugar.
—Es tu debut, no seas tonta.— reclamé, mientras mantenía el ceño fruncido— Empieza a respirar calmadamente, y ya.
El tiempo fue pasando, y cuando nos dimos cuenta ya era hora de la función.
Después de darle una charla motivacional a Dianne, salió lo más calmada posible al escenario, dejando mucho que decir al público.
El ensamble también tuvo su protagonismo, nos desempeñamos tan bien que Christine nos felicitó diciéndonos también que logramos agotar las entradas.
—Me alegra mucho ver que cuento con un excelente equipo, ya saben, volveremos a dar función hasta el jueves.— nos indicó— Mañana podrán descansar, ya el martes retoman ensayos.
¿Suicidio colectivo estamos deseando?
Sí, por supuesto que sí.
Esta nueva temporada se viene con marea de querernos matar a todos. Afortunadamente el ensamble tiene reemplazos, pero mi pobre amiga no pudo obtener cierto beneficio.
Gracias hermanita por ello.
Nótese mi sarcasmo.
—¿Y si le pedimos al fantasma de la ópera que vuelva a crear el incendio de hace años?— mi mejor amiga y su increíble intensidad en este tema. Las miradas cayeron en ella — Digo, porque nos vamos a masacrar con esto. Añadiendo que esa leyenda no existe.
Christine quedó perpleja ante aquella petición, y sé que fue en modo de broma, pero la castaña se nota que no lo tomó bien.
Su expresión reflejaba incomodidad.
—Bueno chicos, ya pueden desplazarse hacia sus dormitorios. ¡Qué pasen linda noche!
—Linda vas a tener tu carita cuando te...
—¡Dianne!— exclamamos con mis amigas. Menos mal la susodicha no había dicho eso en voz alta.
—Gabrielle, a usted la necesito.
Me detuve en seco, intercambié miradas con mis amigas. Interiormente me santigüé más de mil veces, no sabía que me habría de pasar en este momento.
La castaña tenía una expresión de seriedad.
—Oren por mí, gracias.— susurré antes de despedirme. Mis amigas se fueron hacia las habitaciones, mientras que yo caminé hacia mi hermana— ¿Dime?
Me hizo una seña con su mano para que le acompañara hasta su despacho. Siento que fue el camino más incómodo, ambas íbamos en silencio y sin mirarnos. Christine abrió la puerta, y dejó que pasara primero yo.
—¿Ya me vas a decir?
—La presentación de hoy estuvo bien, pero debes esforzarte más.
Siento que me puse más pálida de lo normal, arqueé una ceja y apoyé mis manos sobre el espaldar de la silla que había frente a mí.
Dejé que continuara hablando.
—Cuando yo estuve aquí, era la que más se destacaba, hasta en mí debut lo hice.
Apreté mis manos con fuerza, estaba a nada de querer darle la paliza que quiere darle Dianne. Pero Dios me libre de estos malos pensamientos y me ayude a controlar la ira que tengo en este momento.
Críticas, y más críticas era lo único que salía de su boca. Hacía comparaciones absurdas, comparaciones sin sentido; lo único que lograba era que me diera más rabia.
—Se nota que podemos llevar el apellido Daaé, pero no me llegas ni a los talones.
—El hecho de que tengamos el mismo apellido no significa que deba o sea tu maldita sombra, Christine.— espeté, hice una corta reverencia antes de abrir la puerta— Madame.
Salí de aquel despacho con toda la motivación del mundo. Ella cree que por ser la bastarda puede humillarme, pero le demostraré que, incluso, soy mejor que ella.
N/A: no manoooo, esto se va a poner más picante entre esas dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro