Capítulo 4
—Y supongo que Ness no estará en la fiesta de esta noche... — dice Larisa tan venenosa como su boca le permite ser.
—No — contesto sin saber por lo menos a qué fiesta se refiere. Aunque tengo una vaga idea por lo que me dijeron hace un rato las demás chicas.
—Es un poco precipitado — añade Mich mientras toma una rebanada de pizza —. Pero ya será en otro momento.
—Yo lo hago — escucho decir a Lucifer mientras hace a un lado a Larisa y se sirve de comer por sí solo.
—¿Lilith vendrá hoy? — pregunta Belcebú antes de darle una mordida a su rebanada.
—No ha confirmado, pero, dijo que era posible — contesta Astaroth mirando su móvil.
—Hace tiempo que no tengo noticias de ella — añade Lucifer.
—Según las cosas todo marcha bien — le contesta Amún —. No deberíamos preocuparnos por ella, debe estar ocupada en sus propios asuntos.
—Fuera de ella, ¿qué otros no nos han confirmado? — pregunta Lucifer.
—Hmm... — comienza Astaroth revisando nuevamente su teléfono —. Satanás...
—Él no me preocupa, jamás confirma sus invitaciones.
—Hmm...
—¿Mason?
—Confirmado.
Veo que Lucifer pone los ojos en blanco y suspira molesto. ¿Acaso hay alguien en la lista que no le cae precisamente bien?
—No te impacientes, Mason es un poco persuasivo, pero no es tan malo — dice Belcebú despreocupado, veo que le pasa un brazo sobre los hombros a Val y la jala hacia sí, estrujándola con fuerza contra él.
A diferencia de las demás "parejas", esta en particular sale del cuadro, se ve que el demonio le tiene cierto cariño a la chica de verdad.
—Es un maldito brujo al que me dan ganas de convertir en cenizas — se queja Lucifer con odio.
—Pero no lo harás — dice Agramón con voz profunda —. Aunque bien podríamos darle un susto.
—Tus poderes no asustarían a cualquier brujo, menos a él, eso no está en la opciones.
—Pues no hallo demasiadas opciones.
—No tiene caso buscar "opciones", sólo déjenlo estar y ya, no es el único invitado, y si acaso tendrás que toparte una sola vez con él e intercambiar un par de palabras. No hay más, déjalo estar — pide Amún fastidiado por el tema.
—No me digas que es tu ser más odiado — inquiere Belcebú —. No creo que lo sea más que Miguel...
—O Rafael... — continúa Agramón.
—Por supuesto que no — acepta Lucifer aún más molesto —. Hay enemigos más importantes que Mason.
—Con que ya es considerado enemigo.
—¿Mason? No, él sólo es un pequeño y estorboso bache en el camino...
—Increíble, porque nombrarlo enemigo sería algo demasiado innecesario y vano.
—Necesita hacer algo realmente malo y en mi contra para que se haga un enemigo formal.
La cocina se queda en completo silencio entonces. Veo un momento al chico de ojos verdes, y noto que está muy sumido en sus propios pensamientos. Los demás están comiendo despreocupados y Astaroth está metido en teléfono revisando algo que parece ser importante.
—¿Que vestido prefieres que me ponga hoy? — pregunta Larisa en voz baja y en un intento de hacerla sonar dulce —. ¿Rojo o azul?
—No me interesa, usa el que quieras — contesta Lucifer seco y se vuelve a adentrar en su mente.
—El rojo te quedará mejor — digo yo no muy convencida de aportar mi opinión, pues la chica no me traga y ni siquiera se merece que la saque de la situación incómoda y hostil del demonio.
—Perfecto — contesta muy sonriente —. Rojo será.
—¿Te gustaría estar en la fiesta de hoy? — pregunta el chico alzando la vista y mirándome.
—No, prefiero quedarme adentro — contesto.
—¿De verdad?
—En serio, está mejor así.
Una fiesta para mí en estos momentos sería fatal, más tomando en cuenta el tipo de fiesta que debe ser, pues por lo que escuché vendrá un brujo, más demonios, y seguramente el infierno entero. Así que no. No quiero fiestas del tipo, con lo que tengo ya es suficiente, no me siento preparada para más intensidad en cuanto a esto.
—¿Qué más falta? — pregunta el chico rompiendo el silencio.
—Nada, todo está listo ya — contesta Astaroth —. Comida, cocteles... no sé si necesites algo más...
—No, está bien.
—Ah, por cierto — inquiere Astaroth tragando lo que tiene en la boca —. Es diecisiete, tienes que ir con...
—Bill — dice Agramón.
—Si, Bill — acepta Astaroth chasqueando los dedos —, a hacer la entrega, me lo confirmó ayer.
—Y luego con Arin — agrega Lucifer asintiendo —, ni siquiera lo recordaba.
—Pues se te hace tarde. Bill quiere quince esta vez, y no sé de tus arreglos con Arin.
—Ya voy — acepta poniéndose de pie, y dejando a Larisa tambaleándose por estar encimada en él —. Vamos, Ness, acompáñame.
Me quedo pasmada ante la petición, volteo a ver a Megan y ella mira a Lucifer sin entender tampoco.
—Ya voy — acepto poniéndome de pie para seguirle, no sé a donde vamos, y puedo estar segura de que esta es una mala idea.
Pero no pienso contradecir sus órdenes.
Salimos de la cocina en silencio, le sigo a más de un metro de distancia mientras mis nervios por saber a dónde voy hacen acto de presencia.
La puerta se abre poco antes de que él llegue, apresuro el paso por miedo a que se cierre antes de que termine de salir, sin embargo no es así.
Escucho un par de rugidos y doy un brinco, mis piernas se mueven veloces y termino por afianzarme de la espalda del demonio.
—No van a hacerte daño — dice él parando y girando sobre si mismo para ver a las dos criaturas que se acercan peligrosamente a nosotros.
Son horribles y tenebrosas, dan la impresión de haber sido perros grandes en algún momento.
Pero de ese momento hace demasiado.
—¿Qué son? — se me ocurre preguntar.
—Hmm, ¿criaturas demoniacas? — propone mirándolas con una ceja enarcada.
—No lo sé.
—¿Sabías que sacrifican perros si nadie los quiere? — pregunta sin quitar la mirada de ellos.
—Si...
—Algo... cruel, ¿no?
—Demasiado.
—Matan a los únicos seres nobles que los aman sin importar como son o qué son. Ellos amarán a su dueño sin importar quien sea, puede ser el peor asesino incluso. Pero los humanos son tan idiotas que no ven esos pequeños pero importantes detalles. ¿Qué tienen contra esos animales? ¿Acaso les estorban tanto? Yo te tengo la respuesta real. Dejen de reproducirse como ratas y salven a su propio mundo, si quieren un hijo mejor saquen a uno de esos perros de la perrera antes de que los maten como a ellos.
Ahí mi respuesta. Sí fueron perros.
—¿Tú los salvaste? — pregunto volviendo a caminar detrás de él.
—Hice lo que pude, ya estaban muertos para cuando los encontré.
—Así que fueron perros...
—Lo eran — acepta —. Ahora son una especie de demonio... ¿pero sabes algo? Conservan esa nobleza de la que hablo, muy en el fondo, sólo necesitan a alguien que les de amor.
—Y supongo que aquí adentro no hay demasiada gente que lo haga.
—Pues no — acepta abriendo la puerta del auto —. Pero siempre llega alguien que lo haga.
(...)
—No te despegues de mí — ordena mientras caminamos por el pavimento húmedo.
Este lugar me recuerda demasiado a la bodega en la que me tenían prisionera hace unas horas. Aunque aquí es mucho más grande me resulta muy parecido y le aborrezco tremendamente.
—Pensé que no vendrías — dice un hombre saliendo de la bodega y parándose a mirar al chico.
—Aquí me tienes — contesta éste —. Siempre cumplo con los tratos.
—Lo sé, eres un hombre de palabra.
—Todo menos hombre.
—¿Dónde está la mercancía?
—Primero el dinero.
—Entiendo... — dice riéndose. Alzo la vista y le miro discreta, su rostro se me hace familiar, y supongo que eso no es demasiado bueno —. Son... ¿veinte?
—Veinticinco — corrige cruzándose de brazos.
—¿Veinticinco?
—Son quince kilos, es un precio demasiado justo.
—No pienso darte más que veinte.
—Bien, entonces te daré doce nada más.
—¿Quién es ella?
—No la mires más o me llevo mis quince, los veinte, y tu piel de adorno — le amenaza con voz neutra, sin embargo suena honesta y dispuesta a cumplir con lo que dice.
—Está bien, te daré el dinero — acepta rascándose la cabeza, gesto por el que por fin le reconozco. Alguna vez fue a mi antigua casa, a tratar cosas de "negocios" con mi padre —. Vayamos por ella.
—Primero el dinero — contradice el chico mirándole con la sombra de una sonrisa.
El tipo se queda molesto donde está, respira profundo y termina asintiendo en señal de aceptarlo.
—Trae el pago — le ordena a un chico que va pasando junto a él.
—Si señor — acepta éste cambiando de dirección.
—Te me haces conocida — inquiere luego de mirar a Lucifer —. Tu rostro me es familiar.
—Ah. — me limito a emitir desinteresadamente.
—Pero tu cabello es inolvidable... — agrega mirándome el cabello con una ligera sonrisa.
Su mirada me incomoda, intento resguardarme detrás de Lucifer, sin embargo las cosas se tornas un poco imposibles.
Este hombre no debe reconocerme, no sé si aún conserve contacto con mi padre, pero de ser así estaríamos poniéndonos en peligro en caso de que logre recordadme.
—Jamás la has visto — habla Lucifer con voz profunda y queda frente al hombre de un paso —. ¿Entiendes?
Miro al tipo mientras el chico lo amenaza. Sus ojos parecen estar desorbitados, como si estuviese sufriendo un transe.
—Entiendo — acepta con voz lenta.
Lucifer regresa el paso que dio, y el hombre vuelve a la normalidad.
—Aquí tiene — dice el chico regresando y entregándole un fajo de billetes.
—Tómalo, son veinticinco — el dinero pasa a manos de Lucifer, éste comienza a contarlos ágilmente mientras se hace a un lado y empieza a caminar de vuelta al auto.
Mi cintura es rodeada por uno de sus brazos, me sostiene con firmeza y yo me veo obligada a seguir adelante.
—Sube al auto, ya nos vamos — me pide soltándome y empujándome suavemente por la espalda para que camine.
Asiento y le obedezco, subo en silencio y me quedo esperando mientras abre la cajuela para sacar algo que desconozco por completo.
Me dedico a mirar por los espejos, algunos tipos más de acercan y se van cargando cajas de cartón de un tamaño considerable.
¿Qué cosas llevan?
Insisto en no querer pensar mal del chico, pero me es imposible, todo indica que está metido en malos pasos, y lo peor del caso es que aunque no quieran decirme la verdad tampoco va a negarlo.
La cajuela se cierra y doy un brinco, salgo de mis pensamientos mafiosos y me apresuro a poner el cinturón cuando oigo la puerta del conductor abrirse.
—¿Lo conoces? — pregunta encendiendo el auto.
—¿Al tipo?
—Si.
—Pues si, alguna vez lo vi en mi casa... cuando vivía ahí, mi padre tenía algún negocio con él.
—Si es así, entonces tu padre está metido en cosas más fuertes que simple lavado de dinero — eso me inquieta, siempre había posibilidad de que así fuera, pero quise imaginarme que papá jamás caería tan bajo.
—¿De qué cosas hablamos?
—Cosas... — zanja dispuesto a no hablar más.
Me quedo en silencio entonces, tengo que aprender a tratar a este chico; es muy molesto estar tratando a alguien con delicadeza, más cuando a leguas se ve que es un cabrón que de delicado no tiene ni el cabello. Pero así es esto, lo tengo que tratar como lo que es.
Un príncipe.
—¿Puedo hacerte una pregunta? — hablo. Tener que pedir autorización hasta para hablar es tremendamente molesto.
—Dime.
—¿A dónde vamos?
—Dudo que sepas qué es si te lo digo.
—Bueno, replantearé la pregunta: ¿qué vamos a hacer? ¿Qué se hace a dónde vamos? No lo sé, respóndeme la que sea posible.
—Bueno, digamos que se hacen cosas que deben resultarte muy extrañas y desagradables, es un sitio sin reglas, obscuro, donde puedes divertirte si perteneces a nuestro mundo, pero morir si eres un humano.
El corazón me da un vuelco y pienso saltar del auto ahora que no vamos tan rápido.
—Pero no te angusties, no va a pasarte nada — agrega entonces —. Vienes conmigo, nadie va a atreverse a pensar siquiera en olerte.
¿Olerme? Esto está muy mal, ni siquiera quiero imaginar para dónde voy.
—Siempre consigues sacarme de balance — respondo intentando calmarme.
—No es intencional, simplemente respondo a tus preguntas como lo pides.
—Bien, tal vez la mala sea yo.
—Para nada, ése soy yo, tú sólo eres noble y espantadiza.
—Sólo soy...
—Diferente — concluye él.
—Diferente.
—Pero eso lo somos ambos, Ness, venimos de lugares diferentes.
No digo mas, no deseo entrar en detalles, y supongo que él tampoco lo desea, mientras menos le moleste mejor.
—¿Cuántos años tienes, Ness? — pregunta a forma de sacar conversación.
—Veintitrés.
—Bien... por lo menos ya no es ilegal tenerte en mi casa.
—No me digas que te preocupa la legalidad — respondo irónica de sus palabras.
—Claro que no, infringir las leyes es divertido. Sólo que ya nos evitamos tener una fricción si tu padre se entera de tu paradero. Aunque claro, no es como si fuera muy legar pagar con tus hijos.
—Ni como si hiciera cosas muy dentro de la ley.
Nos desviamos del camino, entramos a lo que parece ser un subterráneo.
Para mí todo luce obscuro, el aire que entra por las ventanillas me hace saber que vamos a una velocidad demasiado rápida, mi cabello va alborotado y no puedo detenerlo.
Sólo espero que el chico vea mucho más de lo que yo, porque yo no veo una mierda.
Por fin va bajando la velocidad, continuamos en marcha unos segundos hasta que nos detenemos por completo.
—Baja — me dice antes de hacerlo él.
—¿Bajar? — cuestiono al no ver nada de verdad.
Abro la puerta y salgo luego de quitarme el cinturón, me quedo con el cuerpo pegado al auto mientras cierro nuevamente.
—Ven — dice tomándome de los hombros, le rodeo el dorso y dejo que me guíe entre la obscuridad.
—No veo nada — confieso caminando a pasos lentos e inseguros.
—Lo sé, está muy obscuro, tranquila, yo te guiaré.
—¿Por qué no hay luz?
—Porque a los que viven aquí adentro no les gusta demasiado, son más de obscuridad, pero aquí estoy.
—Serás mi luz.
—Así es... — acepta con voz extraña, cosa por la que me gustaría ver su expresión.
—Lucifer — exclama una voz varonil con entusiasmo —, ya te esperábamos.
—Escalón — me dice antes de que tropiece con el —. Escaleras más bien.
Comienzo a subir de manera continua, espero por fin llegar arriba, sin embargo no paro de subir un escalón más.
—¿Estoy oliendo bien? — cuestiona la misma voz, pero ahora le oigo más cerca —. ¿Me trajiste una muestra?
—Nada de muestras, ella es mía — responde muy autoritario, y me entran ganas de contradecirle, ¿ser suya? Para nada, aunque me queda muy en claro que lo mejor es no abrir la boca y aceptar eso mientras esté aquí.
—No me digas, ¿vas a comértela?
—No como humanos, lo sabes.
—O sea que ella es tu humana.
—Así es.
Esto es incluso denigrante, ¿cuándo lo acordamos? ¿Cuándo acepte ser su humana? ¿O es que ni siquiera puedo aceptarlo y sólo tengo que resignarme a serlo?
—Huele muy diferente a la última vez que la vi...
—Ah, no, ella no es Larisa — repone —. Ella es Ness.
—Con que ya dejamos a la otra chica... está bien, Larisa era demasiado molesta, no sé cómo es que la soportabas... aunque bueno, puedo imaginarlo, tenerla en la cama debe ser espectacular por lo menos.
—Con eso compensa sus demás defectos y actitudes insoportables, aunque bueno, técnicamente Larisa sigue siendo mi humana.
—Increíble, ya vas a tener varias.
—No lo creo, todo esto es momentáneo — increíble, eso significa que sigo siendo prácticamente libre —. No pienso soportarla mas, Larisa esta llegando a mi límite.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro