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15. You're Not Alone

Enero 9, 1977. 3:01 a.m. 8 horas para regresar a Hogwarts.

James Potter tenía varias pelirrojas en su vida.

La primera de ellas era su mamá. A lo largo de casi diecisiete años, Euphemia Potter había sido una de las personas más importantes en su vida y seguiría siendo así, sin importar si tenía dieciséis, veinte, treinta o setenta años. Siempre, siempre, necesitaría de su mamá, sin importar qué tan independiente era o creía ser.

Euphemia Potter era una de esas personas que hacía que el sol pareciera opaco. Brillaba, iluminaba cada habitación en la que entraba y proveía calidez a todo aquel que lo necesitara. James solía preguntarse si la única razón por la que alguna de las deidades del sol no la había castigado por opacarle era porque había sido bendecida por estos mismos. Un verdadero rayo de sol caminando en la Tierra entre los mortales.

Su mamá, que había recibido en su casa a Remus Lupin y a Peter Pettigrew como si fueran sus propios hijos. Que había adoptado a Sirius Black en el momento en que había llegado a la medianoche a través de la Red Flu el verano pasado, explicando que tenía que salir de Grimmauld Place antes de que Walburga lo alcanzara. Que se preocupaba por todos ellos. Que preguntaba por las chicas, aún si no las conocía mucho, pero le dejaba en claro a James que cualquiera de ellas sería bien recibida en su casa si llegaban a necesitarlo. Que estaba dispuesta a dar su ayuda a aquel que la necesitara.

Luego estaba Diane Potter, la prima de su padre.

James había nacido el año en que Diane se estaba graduando de Hogwarts, pero había sido buena compañía cuando iba a las reuniones familiares y ellos eran los únicos que no estaban viejos, arrugados y amargados. (Era una exageración, pero así solía bromear Diane.) Había sido como una hermana mayor para él antes de que falleciera.

Pero le había enseñado pequeñas cosas que James recordaba todavía. En particular, recordaba claramente una conversación con ella en la que le recordaba que disfrutara los pequeños momentos, por más simples que parecieran. Que una conversación de algo que podría parecer demasiado trivial podría convertirse en el último recuerdo con alguna persona, que debía aprovechar cada segundo de ello para no arrepentirse después.

También estaba Lily Evans, a quien había conocido en su primer viaje en el Expreso Hogwarts.

Su relación con ella había tenido muchos altibajos a lo largo de los años, momentos donde ella parecía no odiarlo tanto y otros donde no soportaba estar en la misma habitación por más de cinco minutos. Claro que James no podía culparla porque él, en su inmadurez, había decidido actuar como un completo idiota a su alrededor.

Al inicio del año, había intentado mantener su distancia de ella. Recordaba con claridad lo que le había dicho el año anterior luego del examen de Defensa, el desagrado que sentía por él, así que se alejó. Además, tenía otras cosas de las que preocuparse más allá de intentar cambiar lo que Lily pensaba de él; Sirius tenía pesadillas cada noche y comía muy poco, Peter estaba cada vez más ansioso y las lunas llenas parecían estar consumiendo completamente la energía vital de Remus.

Tenía que mantenerse cuerdo y centrado por el bien de sus mejores amigos. O eso intentaba.

Lily había mantenido su distancia también. Quizás esperaba que él regresara a su antigua insistencia o su comportamiento más idiota. A veces notaba que se le quedaba viendo, como si estuviera esperando un comentario o algo fuera de lugar, pero no llegaba y eso parecía sorprenderla. James ni siquiera sabía cómo tomárselo.

Sin embargo, desde que había llegado a tocar su puerta en la madrugada y habían planeado esa broma a Snape, Mulciber y Avery, las cosas parecían haber cambiado un poco.

Para empezar, habían comenzado a hablar como dos personas normales. Para algunos quizás no sonaría tan sorprendente, pero al entender de quiénes se trataba, era uno de esos milagros que incluso había sorprendido a Minnie. Había estado apunto de mandarlos a ver a Slughorn para comprobar que no habían sido reemplazados por otros estudiantes por medio de una poción multijugos.

Luego de ese incidente, habían comenzado a coincidir en algunas ocasiones en la sala común y, desde que habían empezado las vacaciones de invierno, se habían mantenido en contacto por medio de cartas. James no se había atrevido a decirle nada a sus amigos todavía, pues ni siquiera estaba muy seguro de hacia dónde se dirigían.

De momento, solo disfrutaba de la amistad que estaba naciendo con Lily.

E intentaba ignorar la voz en su cabeza que le recordaba que tenía sentimientos por ella. No iba a arruinar el progreso que había hecho en unas semanas al decir alguna tontería.

Otra de las pelirrojas en su vida era Harper Baker.

James y Harper habían sido amigos desde antes de entrar a Hogwarts. Es más, habían sido amigos tanto tiempo que Euphemia y Fleamont habían celebrado el onceavo aniversario de la vez que habían quebrado la mesa de vidrio que llevaba generaciones en la familia. El cristal tenía más de setenta años de antigüedad y, supuestamente, estaba encantado para que no se pudiera romper.

Quedó en evidencia, claro, que ellos habían encontrado la forma de destruirlo antes de iniciar su entrenamiento como magos. O el encantamiento era una farsa, o ellos habían hecho daño en el lugar preciso con la quaffle para reventar el vidrio de esa manera. Todo por no hacer caso de ir a jugar afuera. De todos modos, Euphemia les había dicho que ni siquiera era tan maravilloso el dichoso vidrio y así podría reemplazarlo por uno de mejor calidad, mientras que Fleamont había sugerido que pusieran la mesa en otra parte. De todos modos, no era ni tan elegante. Ciertamente no combinaba con el resto de la decoración de la sala.

No había sido el primer vidrio que habían quebrado. Luego de lo sucedido durante el TIMO de Defensa contra las artes oscuras del año anterior, Harper había encontrado a James en la sala común. Tenía una expresión reflexiva en el rostro. Le había preguntado de qué se trataba. Él había prometido explicarle una vez que ella le dijera lo que habían hecho Mulciber, Avery y Snape para dejar su piel de la forma en la que había quedado.

A pesar del uso de la esencia de Murtlap, las heridas, las cicatrices y los hematomas seguían siendo demasiado visibles. Como si se siguieran expandiendo.

Harper le había contado la historia. Entre la molestia de los dos, habían conseguido que se reventara la ventana de la torre de Gryffindor, sobresaltando a todos los presentes e interrumpiendo la sesión de besos de Frank y Alice.

Meses después, James todavía seguía siendo el único que conocía los detalles de lo que le había sucedido a Harper.

Durante el mes de noviembre, sabía que a Harper le habían presentado una opción imposible. Tenía que borrar la memoria de Sirius y Peter y decidir qué hacer con él, antes de que Dumbledore y Lorelai Halloran intervinieran.

Lo que ellos creían haber visto en el bosque iba mucho más allá del cambio de color de las irises de los ojos de Harper. Los dos sabían que Harper no podría elegir por él, así que le presentó las opciones a James: o le borraba la memoria, o lo hacía jurar su silencio.

Él había elegido el silencio. Era mejor que perder la memoria. Además, le permitía cierto entendimiento y disponibilidad en caso de que Harper necesitara ayuda... Para qué, todavía no sabía. Después de hacer el Juramento, le había recordado a Harper que, si necesitaba algo de él, podía pedírselo.

Días después del incidente de la cafetería que se había desvanecido, Harper había aparecido en la puerta de su casa y ni siquiera dudó en dejarla pasar. Eran altas horas de la madrugada, Sirius y Peter dormían arriba al igual que sus padres, por lo que la guió a la cocina.

Harper daba vueltas por la habitación como león enjaulado, mientras que James preparaba dos tazas de té. A pesar de que en teoría no debía, había conjurado un par de hechizos silenciadores para evitar despertar a los demás residentes de la Mansión Potter.

Harper se detuvo, inhaló y exhaló despacio. Miró a James con la intención de decir algo, pero un nudo en la garganta la detuvo. Sus ojos verdes parecían estar cubiertos por un fino cristal, el cual permaneció casi inmóvil a pesar de la lágrima que resbaló por su mejilla. Se la quitó rápidamente.

No tenía ninguna intención de presionarla a hablar, por lo que James dejó las tazas de té sobre la mesa del comedor y le indicó que se sentara.

A pesar del clima invernal afuera, los encantamientos de la casa parecían ser suficiente para mantener la temperatura a pesar de que la chimenea había sido apagada horas antes.

James se sentó, tomó su taza y la acercó a sus labios, mientras que Harper lo imitaba. Ella sonrió en su dirección al reconocer el característico sabor agridulce del té de hibisco. Era el favorito de la pelirroja. Harper suspiró, antes de dejar la taza sobre la mesa y fijar la mirada en esta.

—Lamento irrumpir así en tu casa a estas horas —empezó Harper.

—Siempre eres bienvenida, sea la hora que sea. —Harper le dio una pequeña sonrisa de agradecimiento.

—¿Te desperté?

—No, no. —James negó con la cabeza—. No podía dormir de todas maneras.

Harper lo observó un momento, contemplando preguntarle porqué, pero James sospechaba que conocía la respuesta. No solo lo conocía como a la palma de us mano, sino que además tenía sus habilidades de Adivinación de su lado. (Tanto la materia escolar como el talento para adivinar algo y tener la razón.)

—¿Quieres contarme qué te tiene así?

Harper suspiró e hizo una mueca, pero asintió.

—¿Lo has sentido? ¿El cambio en el viento, la oscuridad que está creciendo? —James asintió bajo la atenta mirada verde—. Hay una parte que se debe a la guerra con Voldemort, los mortífagos están avanzando. Pero... también hay algo más.

—¿Qué quieres decir?

—Hay una profecía, una promesa hecha con magia antigua. Debería estar haciendo todo lo posible por evitarlo, pero va a suceder, y todo porque no soy capaz de alejarme de Remus. Lo intento, pero... —Harper soltó una pequeña risa amarga—. Ahora tendré que enfrentar las consecuencias.

—Harper...

—Remus ni siquiera lo sabe. —Harper se cubrió la cara con las manos—. Y lo que me preocupa más ahora es si ustedes tendrán que enfrentar las consecuencias también. Nix y yo intentamos todo lo posible para que no sea así.

Harper se quedó callada un momento y dio otro sorbo a su taza de té. James no alcanzaba a comprender del todo a qué se refería la pelirroja, pero estaba claro que era un tema que le preocupaba muchísimo más de lo que quería admitir.

—Debería enfrentarme a esto sola. Alejarlos, que estén lo menos enterados posibles.

—Ni hablar. Estamos contigo. Hasta el final.

—No tienes idea de lo que estás diciendo. James, estoy maldita.

—Pero no estás sola. Nos tienes a nosotros. No permitiremos que nada te suceda, ¿de acuerdo?

—Que los dioses te escuchen, James Potter.



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