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05. Sirius' Birthday

Noviembre 3, 1976. 7:00 a.m.

Una vez había terminado la luna llena de septiembre y sus efectos se habían comenzado a pasar, Remus cayó en cuenta de que quizás la idea de investigar qué era el secreto de Harper no era lo más inteligente. Pensándolo bien, si estaba ocultando lo que estaba haciendo, además de usar ingredientes tan extraños como savia venenosa y rosas fénix —lo que fuera que fueran esas últimas, sin olvidar mencionar las diminutas pero peligrosas pirañas de Itziar—, entonces definitivamente algo estaba sucediendo. Sin embargo, señalar esto no parecía haber logrado que sus amigos desistieran. Tampoco cuando mencionó de que era muy posible que se molestara cuando se diera cuenta de la forma en la que querían meter las narices frías donde no los llamaban.

Sin embargo, los Merodeadores no habían contemplado una pequeña pero esencial falla en su plan: después de aquel día, no había vuelto a suceder nada extraño.

Y por nada se refería a, literalmente, nada.

Habían pasado algunas semanas vagamente pendientes de las acciones de su compañera de casa —nada extraño, solo de manera casual— y no había vuelto a suceder nada fuera de lo común. Harper iba a clases y al comedor a las mismas horas que ellos y solo la perdían de vista cuando ella subía a las habitaciones de chicas de Gryffindor, pero Lily tampoco parecía creer que había algo extraño sucediendo. Ni siquiera estaba pasando tiempo en la sala común de Hufflepuff con Phoenix, como solía hacer antes, sino que a veces escabullía a la prefecta a la Torre de la casa de los leones.

Quizá estaba de más decir que uno de los más felices con aquel arreglo era Sirius. Para sorpresa de Remus, Phoenix parecía estar bastante dispuesta a acercarse al mayor de los Black con la intención de hacerse amigos, siempre y cuando este no apestara a cigarro. La discusión del daño que hacía a los pulmones era constante, pero Sirius no pensaba dejar el hábito.

Pero fuera de haberse topado a Phoenix y Harper saliendo del baño de chicas del segundo piso en Halloween, comentando algo sobre «La pobre Myrtle» y la cámara de los secretos, Remus estaba seguro de que Harper nunca había pasado tantos días sin romper al menos una regla, comenzando por la que prohibía que estudiantes de otras casas entraran a salas comunes ajenas, sino que ahora era Phoenix. Inclusive McGonagall parecía un poco confundida por eso.

Phoenix siempre había sido una chica de oro y casi fanática de cumplir las reglas, en especial porque su madre era profesora, pero Lorelai Halloran parecía estar muy distraída con algo más como para darse cuenta. La única otra vez en que recordaba haber visto a Nix actuar fuera de carácter había sido el año anterior, cerca del lago, después del TIMO de Defensa contra las artes oscuras. Pero inclusive eso había sido en contra de Snape.

Algo que Remus definitivamente había notado —además de la chica de oro de Hufflepuff rompiendo las reglas y una Gryffindor cumpliéndolas— era que, desde esa mañana en la enfermería, había dejado de tener pesadillas.

No solo su dolor de cabeza había desaparecido luego de la interacción con Harper, sino que esa noche y todas las que siguieron después, Remus no había vuelto a tener pesadillas. De hecho, tampoco soñaba. Solo... no había nada. O no lo recordaba. No podía decir que se sentía que descansaba mejor, porque sería una exageración, pero no despertaba tan agotado como solía hacerlo antes.

Remus giró la cabeza para examinar el reloj sobre su mesa de noche, que marcaba las siete y cinco de la mañana. Se sentó en la cama, quitándose las cobijas de encima mientras se rascaba los ojos y se estiraba. Se sentía normal, casi descansado —lo cual era extraño considerando que faltaban tres días para la siguiente luna llena—, pero las ojeras bajo sus ojos parecían haberse profundizado. ¿En qué universo tenía eso sentido? ¿Dormir mejor pero verse peor?

Sin haber abierto todavía las cortinas, lo siguiente que escuchó fue un chillido, luego un grito y, por último, un golpe contra madera que le indicaron que, así como él, James y Sirius ya estaban despiertos.

—¡Cornamenta, eso dolió!

—¡Vamos, Canuto, el golpe a la cabeza es una tradición Merodeadora en los cumpleaños!

—¡A ti te golpeamos con almohadas, no contra la cabecera de la cama!

—¿Siempre vamos a hacer esto? —preguntó Remus, abriendo las cortinas apenas lo suficiente para asomar la cabeza para ver a James y Sirius colgando del borde de la cama de este último. Los dos soltaron expresiones de drama.

—Creo que les ofendió tu pregunta, Lunático —comentó Peter, desde detrás de sus cortinas y posiblemente todavía acurrucado con su almohada.

—¿Colagusano está despierto a estas horas? —cuestionó Sirius.

—No estoy despierto, los escucho en mis sueños. Ustedes están por todas partes —dijo Peter. Remus soltó una carcajada a la vez que James y Sirius, gracias a sus melodramáticos gestos, terminaron golpeando el suelo con un ruido sordo.

—¿No estamos muy mayores para esto? —dijo Remus, levantándose para caminar hasta donde estaban James y Sirius en el piso, peleando por quién se desenredaba primero para ponerse de pie.

—¿No estamos muy mayores para pelear por chocolate? —dijo Sirius en su mismo tono, haciendo referencia a la discusión de la noche anterior. Remus rió entre dientes, antes de ofrecerle una mano a cada uno para que se pusieran de pie.

James se sacudió con delicadeza la ropa, mientras que Sirius se preocupó más en sacudir su cabello para que regresara a su característico volumen. Remus le puso una mano en el hombro.

—Feliz cumpleaños, Canuto. —Le dio dos palmadas en el hombro, pero Sirius tiró de él y de James para abrazarlos a los dos a la vez—. Oficialmente eres una reina del baile.

—Sí que lo soy —dijo Sirius y los tres soltaron una carcajada.

Se quedaron unos momentos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos.

—Colagusano, ven aquí, te estás perdiendo un momento muy emotivo —dijo James, haciendo referencia al rubio que todavía estaba intentando dormir.

Las cortinas de su cama se abrieron, mostrando a un despeinado y sonámbulo Peter Pettigrew. James y Sirius se acomodaron para darle la bienvenida al abrazo de grupo, mientras que Remus acomodó sus largos brazos para rodear a sus tres mejores amigos.

—Esto es genial. Otro cumpleaños que celebramos juntos.

—Todavía nos quedan muchísimos más —aseguró James ante las palabras de Sirius. Remus sonrió ante la idea.

Ciertamente, aunque era algo aterrador pensar en todo lo que les quedaba por delante de vida, también era esperanzador pensar que podrían atravesarlo juntos.

Bajaron al gran comedor y todo el camino, desde que habían salido de la habitación ya vestidos, se habían dedicado a cantarle el «feliz cumpleaños» a Sirius. Cantaban con tanta fuerza mientras cruzaban la sala común que varios compañeros de casa se habían unido a ellos. Y conforme se acercaban al gran comedor, también algunos alumnos de Ravenclaw y Hufflepuff se habían unido a la caravana. Mientras entraban al comedor y se dirigían hacia la mesa de su casa, Remus alcanzó a ver que Dumbledore aplaudía alegremente al ritmo de sus —bastante desafinados— cantos.

Finalmente, la multitud se dispersó mientras que los cuatro chicos de Gryffindor tomaron asiento junto a Alice, Marlene, Lily y Harper. Las primeras dos parecían estar muy concentradas en el mazo de naipes que Harper tenía en sus manos.

—Buenos días, chicos —saludó Alice de primera, una brillante sonrisa expandiéndose por su rostro. Los cuatro saludaron de vuelta mientras Remus se sentó junto a ella, Sirius en medio de Lily y Marlene (a lo que las dos le pellizcaron el costado) y Peter y James uno a cada lado de Harper.

Cada una de las chicas dio sus saludos de cumpleaños a Sirius de diferentes modos, empezando por el más dulce de todos: el «Feliz cumpleaños, idiota» de Marlene. Remus sabía que iba con todo el cariño del mundo, por supuesto, pero igual rió al ver la expresión de Sirius ante el saludo.

Remus se sirvió el desayuno mientras que Sirius respondía a las preguntas de Alice y Lily sobre la fiesta que haría el sábado siguiente en la sala común. Peter añadió que esperaban conseguir dulces de Honeydukes en descuento, pues ya había pasado Halloween, a lo que Marlene se iluminó. Sentada casi frente a él, no pudo evitar notar la manera en la que Harper barajaba un mazo de cartas con movimientos ligeramente hipnotizantes. Parecía tener bastante experiencia por la manera en la que hacía que las cartas fluyeran de un lado a otro como en las partidas de póker.

Ejem, obviamente basado en su conocimiento de películas, para nada como los torneos contra los Ravenclaw. Eso nunca, como prefecto, él jamás participaría de algo así.

Harper notó la mirada de Remus en las cartas y le dio una pequeña sonrisa —de esas que parecían querer extenderse por todo su rostro, pero no se lo permitía, por lo que se conformaba con reflejarse en sus ojos también—, lo que hizo que le devolviera el gesto con cierta timidez al haber sido pillado y apartó la mirada antes de que Harper notara el sonrojo que comenzaba a subir por sus mejillas por la vergüenza.

—¿Y si me dedicas un truco por mi cumpleaños, Harper? —preguntó Sirius con una sonrisa inocente. Harper lo examinó por unos momentos antes de asentir.

—De acuerdo. Solo porque es tu cumpleaños lo haré de gratis.

—¿Quieres decir que pensaste en cobrarme? ¿A pesar de todos nuestros años de amistad?

—He pensado cobrárselos a Nix y la conocía antes de entrar a Hogwarts. Créeme, no es personal. —Las risas recorrieron el grupo, mientras que Harper extendió el mazo de cartas en un abanico en dirección del cumpleañero—. Elige una carta.

Sirius tomó una carta y la levantó para verla él, pero no dejar que Harper lo hiciera. La examinó unos segundos antes de ponerla boca abajo de nuevo en el mazo. La pelirroja sonrió antes de separar el mazo en tres más pequeños, para luego reordenarlos y barajarlo completo de nuevo.

—Cumples diecisiete, ¿cierto? —Sirius asintió—. Uno más siete son ocho.

Con el mazo completo de nuevo, deslizó ocho cartas y las dejó sobre la mesa boca abajo.

—Lily, toma una carta. James, tú otra.

Los dos obedecieron, tomando cartas del extremo opuesto de donde estaban ellos. Remus mantenía la mirada fija en Harper, que tenía una enigmática sonrisa esparciéndose por su rostro.

—Marlene, Peter, Remus y Alice. En ese orden.

Cada uno tomó una carta y le dieron vuelta para que quedaran boca arriba cuando Harper se los indicó que las giraran, revelando que tenían los cuatro Ases. Diamantes, picas, tréboles y corazones, en ese orden. Peter aplaudió y Harper le dio una pequeña sonrisa antes de extender el mazo para que devolvieran las cartas a este. Le indicó a James y Lily que giraran ellos sus cartas.

Los dos lo hicieron a la vez, revelando que tenían al Rey y la Reina de Corazones.

—«La mujer sincera y cariñosa de corazón tierno» y «el hombre de buen corazón y justo», es apropiado —dijo Harper. Los demás la volvieron a ver—. Lo vimos hace tres días en Adivinación, no es que los tenga memorizados.

—¿Lo vimos? —preguntó Alice, frunciendo levemente el ceño.

—Sí, mientras dormías.

—Ah, eso explica. —Todos soltaron una risa—. ¿Después me pasarías tus notas? Vimos las picas y creo que no llegué al as de tréboles.

—Eso pasa por quedarte hasta tarde con Frank. —Lily y Marlene corearon un «oooh», mientras que Alice se sonrojó levemente por las palabras de Harper—. Pero claro, te las paso ahora después.

—¿Esto lo planeaste, Harper? —preguntó con curiosidad Sirius, alzando una ceja.

—¿El truco o las cartas? —Sirius se alzó de hombros, indicando que podría ser cualquiera de ellas—. Las cartas, no. Hasta ahora, la carta más alta que había salido era la «Jota» de diamantes. Pero el truco, sí. Lo llevo practicando desde principios de octubre. Me tomó tres semanas lograr sacar los cuatro Ases y la carta de Marlene.

—Fueron muchas horas de prácticas y maldiciones. —Harper se alzó de hombros, dejando claro que no podía negar las palabras de Marlene.

Harper tomó una de las dos cartas que quedaba todavía sobre la mesa. Todavía boca abajo, la tomó por los bordes y la posicionó a la mitad del espacio entre ella y Sirius, a unos centímetros de la mesa. Giró la carta por el eje vertical, extendiendo a Sirius el Rey de Diamantes.

—¿Era esta tu carta?

Sirius asintió y la mesa estalló en aplausos.

Harper giró la carta sobre su eje horizontal y se la tendió a Sirius. Sin embargo, lo que ahora extendía en dirección de Sirius no era una carta, sino un sobre rojo y dorado.

—¿Qué...?

—Feliz cumpleaños, Sirius. —Harper le dio una sonrisa a la vez que él tomaba el sobre.

Sirius lo abrió y sacó de este cuatro tarjetas que, cuando las extendió para que todas las vieran, Remus reconoció como entradas para el cine. «Rocky». Él y Peter volvieron a ver a Harper con sorpresa, al igual que Lily, mientras que los hijos de magos lucían un poco más confundidos.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Lily.

—De hecho, lo hizo Nix —explicó Harper, haciendo un gesto con la mano—. Considéralo de parte de las dos, aunque ella fue la que lo eligió. Serán válidas en diciembre cuando se estrene la película, pero acordamos que podría ser un buen regalo ya que falta poco.

—Es increíble, muchísimas gracias, Harper.

Harper le sonrió de nuevo.

—Ah, casi lo olvidaba... si quieres ir a hablar con ella, está en la enfermería.

—¿Se encuentra bien?

—Se quebró la muñeca entrenando esta mañana, pero ya debe estar bien para hablar. —Harper le guiñó un ojo a Sirius y él le sonrió de vuelta. Remus aguantó una risa. Era evidente que lo que Lily había mencionado dos meses atrás respecto al conocimiento de Harper sobre los sentimientos de Sirius por su mejor amiga había estado en lo correcto.

Nada como esos momentos en los que todo el mundo se daba cuenta de los sentimientos entre dos personas excepto por los dos involucrados, ¿cierto?

Por suerte, él no era uno de ellos.

El resto del desayuno continuó con conversaciones fraccionadas e intercaladas entre todos los miembros del grupo, las cuales se vieron interrumpidas por las antiguas campanas indicando el fin de este. Uno por uno los que tenían clases temprano comenzaron a retirarse, empezando por Alice, que no quería llegar tarde a Herbología. Las siguientes en ponerse de pie fueron Lily y Marlene, que no querían llegar tarde a Pociones —«Aunque no es como que a Slughorn le vaya a importar, solo preparas una poción y ¡puf! Te lo perdona todo porque eres su favorita»—, a quienes se unió James. El siguiente en irse fue Peter, a Historia de la Magia, por lo que solo quedaron Remus, Harper y Sirius en el comedor.

Se quedaron unos minutos en silencio mientras cada uno terminaba su desayuno. Se lo habían tomado con un poco más de calma. Después de todo, sus clases comenzaban un poco más tarde, pues Sirius tenía Alquimia mientras que Remus y Harper irían a Aritmancia.

Remus tomó uno de los periódicos abandonados sobre la mesa por algún estudiante que ya no le había encontrado uso y estaba leyendo los titulares.

—¿Algo importante, Lunático?

—El resumen de los ataques de esta semana —dijo Remus, frunciendo el ceño al leer los nombres de la lista y cómo esta era más amplia que la de la semana anterior—. Y un soneto a Crouch por su valiosa labor en el Ministerio, si es que te interesa. —Harper rió entre dientes ante el sarcasmo de Remus, mientras que Sirius suspiró.

—Me decepciona, pero ya no me sorprende.

—Nunca se sabe, quizá te sorprenda que puedan caer aún más bajo —dijo Harper, antes de dar un trago de su cáliz.

Lamentablemente, a pesar de todo el esfuerzo que había hecho el Ministerio de Magia hasta el momento, estaba muy lejos de ser suficiente. Sin embargo, algunas personas comenzaban a dejarse cegar un poco por aquellos que estaban logrando algo, aunque no fuera mucho. Magos a lo largo de Gran Bretaña idolatraban a Barty Crouch, pero Remus no podía ignorar el hecho de que Crouch era tan fanático y extremista como lo eran los mortífagos, solo que se oponía a sus ideas. Y solo había que ver a Barty Crouch hijo para entenderlo.

De tal palo, tal astilla.

(Aún cuando sus ideas eran diametralmente opuestas.)

Remus terminó de dar una leída rápida al periódico y se lo dio a Harper cuando ella se lo pidió para ver algo en el contenido de este. Sirius, que se había movido para sentarse más cerca de él —quedando, a su vez, los dos frente a Harper—, le esbozó una sonrisa traviesa. Remus frunció el ceño, intentando descifrar en qué estaba pensando uno de sus mejores amigos, mientras que Harper murmuraba algo sobre el horóscopo. Sirius no lo pensó ni un segundo más y actuó.

—Yo... creo que voy a ir a hablar con Nix en la enfermería antes de que empiecen las clases —dijo Sirius, tomando sus pertenencias para ponerse de pie—. Ya saben, así dejo ser la tercera rueda.

Harper los miró a ambos, confundida, antes de alzarse de hombros. Remus abrió la boca para protestar, porque no había nada sucediendo como para que Sirius se sintiera la tercera rueda. Pero Sirius no le dio tiempo para hacerlo.

—Nos vemos luego, Lunático —dijo Sirius y le guiñó un ojo exageradamente, antes de dirigirse fuera del comedor.

Aunque ahora que Remus lo estaba pensando bien, no era la primera vez desde que había iniciado el curso en que sus amigos intentaban dejarlo solo con Harper. Sin embargo, ciertamente era la primera vez que funcionaba. Todas las veces anteriores, algo había impedido que estuvieran completamente solos, empezando por la constante presencia de Phoenix Halloran. Pasaron unos minutos en silencio, Remus tomando de su taza de café y Harper escribiendo algo en el periódico con una pluma que había sacado de su mochila y lo comparaba con lo que tenía escrito en un pequeño cuadernillo.

No era un silencio incómodo. O eso creía Remus. Quizás se equivocaba y Harper lo consideraba así.

Tomó otro sorbo y, mientras lo hacía, no pudo evitar desviar la mirada hacia Harper. Estaba levemente encorvada hacia adelante para escribir más cómoda, sus rizos pelirrojos caían a cada lado de su rostro y, detrás de largas pestañas, sus ojos verdes estaban fijos en el periódico frente a ella. Tenía el ceño ligeramente fruncido y murmuraba algo.

Remus sabía que algunos muchachos de Hogwarts la consideraban una de las chicas más bonitas de Gryffindor, por no decir del colegio, especialmente por la combinación entre su cabello pelirrojo casi naranja y los ojos de un tono verde pálido, que la diferenciaban del pelirrojo más oscuro y los ojos verde esmeralda de Lily. Remus consideraba que las dos eran muy bonitas, no podía negarlo, así como era perfectamente capaz de admitir que tanto James como Sirius eran algunos de los chicos más atractivos de Hogwarts.

Sin embargo, sentado tan cerca, podía ver la forma de sus cejas, la forma de sus ojos, su largas pestañas, la punta de su nariz, la curva de sus pómulos y sus labios. Una leve sonrisa comenzó a esparcirse por estos y el corazón de Remus saltó por un momento, lo que le confundió por un segundo.

De repente, Harper levantó la mirada y Remus agradeció no haber estado tomando café en ese momento, porque estuvo apunto de ahogarse.

—¿Te puedo pedir un favor?

«Todos los que quieras.»

Remus parpadeó dos veces, confundido ante lo que había cruzado por su cabeza un momento, antes de asentir bajo la atenta mirada de Harper.

—¿Serías tan amable de ayudarme a revisar si estos cálculos están bien? Son de numerología, pero eres el único otro que lleva Aritmancia.

—Claro, no hay problema.

La sonrisa de Harper se amplió en agradecimiento, a la vez que le tendía el periódico y el cuaderno con sus apuntes respectivos de la materia. Remus los tomó y los apoyó en la mesa, para luego comparar la tinta fresca en el periódico con la que ya se había secado en el cuadernillo, revisando también que el procedimiento matemático estuviera correcto.

A pesar de que no había ido a una primaria Muggle antes de entrar a Hogwarts, su madre se había preparado y tomado el tiempo de enseñarle lo básico que aprendería si asistiera a una. Gramática, historia, matemática, ciencias naturales y literatura. Aunque a otros niños le habría parecido aburrido, Remus guardaba con mucho cariño esos momentos con su madre, algunos con su padre —quien había aprovechado la oportunidad para aprender más desde el punto de vista de los no mágicos— y especialmente que gracias a estas, había comenzado a desarrollar otro tipo de amor por la literatura. Siempre le había gustado leer, pero escuchar a su madre explicar un poco más sobre lo que había detrás de cada historia lo había acercado mucho más, en particular a esos libros que en un principio no se había atrevido a leer.

Claro que eso no le había impedido desarrollar un pequeño amor por las matemáticas... aunque solo hasta cierto punto. Cuando los números se habían empezado a convertir en letras, agradeció para sí mismo estar estudiando en Hogwarts.

Remus volvió a enfocarse en los números hechos en la pulcra caligrafía de Harper. Las pocas veces que se habían intercambiado notas lo había notado, pero le llamó la atención que hasta en los trazos numéricos se encontraba presente. Harper siempre parecía escribir con prisa, como si su cabeza avanzara mucho más rápido que los músculos de su mano, pero con trazos lo suficientemente elegantes como para que siguiera siendo legible.

—¿Cómo lo ves? —preguntó Harper, haciendo a Remus por fin levantar la mirada.

—Está todo bien. Creo. No estoy familiarizado con la numerología, pero la parte matemática está bien —dijo, devolviendo el cuaderno y el periódico. Harper asintió.

—Muchísimas gracias. —Los recibió y sonrió, bastante orgullosa de sí misma de que sus cálculos estaban bien.

—Tengo que admitir, estuvo bastante genial el truco de la carta con el regalo de Sirius —mencionó Remus en voz alta. Harper inclinó la cabeza ligeramente, intentando no mostrarse demasiado feliz por el comentario.

—Gracias. Me alegra saber que resultó bien.

Se quedaron unos momentos en silencio, antes de que Harper hablara de nuevo.

—Aunque... tengo una pequeña confesión que hacer. ¿Prometes guardar el secreto? Si Nix se entera, se burlará de mi el resto de mi vida. Podría ser una eternidad. Si no se entera, me puedo burlar yo de ella.

Remus soltó una risa. Ciertamente, entendía el sentimiento. Daría lo que fuera por burlarse de sus amigos —con todo el amor que se tienen, porque ellos harían lo mismo—, pero preferiría enterrarse vivo antes que darles razones para que se burlen de él.

—Juro solemnemente que mantendré el secreto. —Remus sonrió.

—El truco en realidad lo empecé a practicar para tu regalo de cumpleaños —admitió Harper, la mirada fija en la mesa, donde todavía quedaba un último naipe. Remus inclinó la cabeza hacia el costado, de la misma manera en que Canuto lo hacía cuando algo le confundía o quería intentar convencer a Remus de hacer algo.

—¿Para mi cumpleaños? —repitió y se golpeó mentalmente sintiendo que era la pregunta más estúpida que podía haber hecho. Se lo acababa de decir, ¿acaso no era obvio?

Harper asintió, un suave tinte rosado se esparció por sus mejillas y nariz mientras se rascó la nuca. Remus sintió su corazón dar un suave salto, aunque no estaba muy seguro de porqué. ¿Por qué se había emocionado por la confesión de Harper y su sonrojo?

—Se me había ocurrido un regalo que podía hacerte de cumpleaños y pensé hacer el truco para dártelo. Pero luego tuve otra idea.

—¿Cuál fue?

—Se me ocurrió un mejor regalo de cumpleaños. Algo un poco diferente. Ciertamente mucho más difícil lograr el truco del giro de la muñeca con un regalo más pesado —explicó Harper—, entonces Nix sugirió el regalo de Sirius y pensé que podía intentarlo. Ya sabes que a Peter y Lily les gustan las cajas de regalo, y James se rehúsa a aceptar sus regalos si vienen envueltos en papel. Además, el regalo de Sirius calzaba a la perfección...

Harper suspiró, y se rascó de nuevo la nuca incómoda.

—Lo siento. Me fui por las ramas.

—No hay problema, Harper.

Hubo un momento incómodo de silencio entre ellos.

—Entonces... ¿no me vas a decir qué es mi regalo? —Remus levantó una ceja, intentando aligerar el ambiente, y logrando que Harper lo mirara a los ojos de nuevo. Parecía casi ofendida por la pregunta.

—Por supuesto que no. Arruinaría completamente la sorpresa.

—¿Alguna pista?

No. —Y aunque intentaba estar seria, Harper no pudo evitar la sonrisa que se esparció por sus labios, lo que hizo a Remus sonreír también.

—¿Y si te cuento cuál va a ser tu regalo de cumpleaños?

Harper entrecerró los ojos para analizarlo. Rayos de sol de otoño caían directamente sobre ellos, haciendo que sus ojos se vieran todavía más brillantes.

—Voy a pensarlo... No.

—¡Vamos! No puedes dejarme con la duda.

—Claro que puedo.

Remus se mofó.

—Eso no es justo.

—Dice el que me dejó con la duda todo tercer año.

Remus abrió la boca, ofendido.

—Eso no fue mi culpa.

—Claro que lo fue. ¿Recuerdas lo que dijiste?

—¡Fue culpa de Sirius!

—Sí, claro, lo que digas. Considéralo mi venganza.

—Tres años tarde.

—Mejor tarde que nunca.

—Eso es injusto.

—Claro que no.

—Claro que sí.

—Claro que no.

—¡Bien! Si me vas a dejar con la duda, ¿al menos puedo no quedarme con la duda de cuál era la última carta del truco?

—De acuerdo, de acuerdo. Solo porque yo también quiero saber.

Harper extendió la mano para girar el último de los naipes, que se había quedado sobre la mesa durante el desayuno y de milagro todavía seguía en buen estado. La dio vuelta, dejándola sobre la palma de su mano para que tanto ella como Remus pudieran verla.

—El Rey de Picas. —Harper asintió ante las palabras de Remus—. ¿Tiene algún significado particular?

—Varios —dijo Harper—. Depende de las otras cartas con las que se combine. Puede significar problemas o el cumplimiento de sueños, desconfianza o buenas noticias. Yo no me preocuparía mucho por ello. Después de todo, esta es la única carta que queda. El mensaje es ambiguo.

Pero Remus juró ver, por tan solo un momento, cómo el ceño de Harper se fruncía en preocupación.



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nota. ¡hola! ¿cómo están? mil disculpas por el atraso, pero la vida adulta consume mucho tiempo y el bloqueo con este capítulo estuvo rudo. pero bueno, aquí estoy. (sigue sin convencerme, así que tengo la esperanza de no bloquearme para los que siguen xd)

amamos cómo a Remus se le apagan las neuronas cuando está alrededor de Harper JAJAJAJAJ

eeeeeeeeeeeen fin. espero que lo pasen genial, muchas gracias por el apoyo y la paciencia con esta historia, espero seguirlos viendo pronto y que todo vaya bien. :D

¡pregunta! ¿cuál es su Slytherin favorito de la era merodeadora?

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