Capítulo seis
Pov Arellys:
Llegué a mi cabaña, antes había pasado por el lago para darme una ducha y ahora sólo restaba cambiarme, pensé en lo que quería y la poca magia del lugar me lo dió, un vestido amarillo corto de dos capas con tiras que cruzaban por mi espalda y unos zapatos marrón claro.
Mi pelo lo deje al natural al igual que mi rostro sólo aplique labial y rímel negro.
-¿Por qué estás tan arreglada?-preguntó Edward apenas llegó de cazar.
-Al parecer tengo una cita con Satán, quiero decir Pan.-respondí con diversión.
-¿Otra vez?-dejó las ardillas muertas sobre la pequeña mesa de la que presumía ser la cocina de la cabaña.-¿Él te gusta?
-No lo sé.
La puerta de la cabaña sonó, algo extrañados tanto Edward como yo nos miramos antes de que ambos sacaramos nuestras armas, abrí y descubrí que sólo era Pan el cual se encontraba vestido de forma nuy diferente a lo habitual, chaqueta y pantalones de cuero negro y botas marrones.
Dejé mi arco y flechas, para irme con él.
-Estás hermosa-me elogió mientras caminábamos hacia la playa.
-¿Gracias?-me tomó de la cintura cosa que me sorprendió y me hizo sentir cosquillas en mi estómago, me alarme el no podía gustarme.-¿Qué haces?-intenté separarme en vano.
-La cita no es aquí, debemos ir volando y te recomiendo que te sostengas de mi.-explicó, por lo que con pesar, abracé su cuello.
Nos elevamos yendo hacia el cielo, hasta salir de Neverland siendo rociados por una fina lluvia. Estuvimos un buen rato en el aire, pasamos por el Big Ben en Londres y por la Torre Effiel en Francia, pero paramos en Italia, cuando vi el Coliseo supe que estábamos en Roma.
-¡Oh por Dios, es Italia!-chillé feliz, este es mi país favorito y soñaba desde pequeña con venir a conocer.-¿Cómo supiste...?-fui interrumpida por él.
-¿Qué este es tu lugar favorito?-asentí-confieso que leí tu mente,lo siento.
-Sólo por esta vez te perdono.-tomé su mano y tiré de él-¡Vamos!
Tras un rato, habíamos ido al coliseo, a la capilla Sixtina, al Panteón y ahora habíamos llegado a la fuente de Trevi, Peter extendió su mano dejándome ver una moneda.
-Pide un deseo-susurró a mi oído, tomé la moneda, cerré mis ojos y al abrirlos la lancé, lentamente se fue hundiendo hasta el fondo de la fuente.
-¿La estas pasando bien?-preguntó rompiendo el silencio entre los dos.
-De maravilla-sonreí-gracias Peter.
-De nada, pero aún falta algo-tiró de mi hacia un pequeño bosque, estuvimos caminando un buen rato hasta que llegamos a un barranco donde se podía apreciar el atardecer y justo frente a nosotros una mesa pequeña con dos sillas, en la que había un plato generoso de espaguetis a la boloñesa y dos copas con gaseosa.
-¡Wow!-me quedé sin palabras era realmente hermoso-Peter no sé que decir.
-No hace falta que digas algo-se encogió de hombros-por cierto, no he dejado de notar que me llamaste Peter.
-Lo siento, no pensé que podía molestarte-dije avergonzada.
-No me molesta, no si viene de ti-sonrió y yo igual, ¿Por qué estaba siendo tan tierno? ¿Y por qué me gustaba que lo sea?
Nos sentamos y nos dispusimos a comer, así estuvimos hasta que tomé un rollito de fideos y lo llevé a mi boca, pero no lo había enroscado por completo y fui comiendo de apoquito hasta que me encontré a escasos centímetros del rostro de Peter, me sentía como en "La Dama y el Vagabundo".
Iba a morder la pasta para separarnos pero Peter junto nuestros labios rápidamente, estiró su mano y la llevó a mi mejilla, mientras mis manos iban a su rostro. Nos separamos por falta de aire, y nos quedamos mirando unos minutos.
-Lo siento-se disculpó.
-Está bien, creo.
-¿Te parece si volvemos?-preguntó incómodo, en si la situación lo era y el ambiente estaba algo tenso.
-Claro.-nos paramos y Pan me tomó de la cintura y yo abracé su cuello para luego elevarnos.
Durante el viaje me quedé pensando si el beso me había gustado y la respuesta aunque fuera dolorosa era un rotundo si.
Cuando llegamos no espere a que dijiera algo solo me fui susurrando un "gracias", necesitaba pensar y aclararme.
Corrí por el bosque hasta que me topé con el pico del hombre muerto,una montaña de gran altura situado en medio de la isla, trepe olvidandome por completo que llevaba vestido. Al llegar a la cima me encontré con una cascada escondida, entre matorrales muy extraños que tenían pinches negros de los cuales escurría un líquido negro con aspecto viscoso, me alejé de ahí yendo hacia la otra punta y me senté en el risco mirando hacia el horizonte.
-¿Qué es lo que tienes?-salté en mi lugar al escuchar la voz de Pan detrás mío.
-Estoy confundida-admití.
-¿Sobre qué?-preguntó curioso, sentandose junto a mí, giré a verlo sus ojos verdes brillaban con la escasa luz de la luna, provocando que me perdiera en ellos por un segundo.
-No te voy a decir-me encogí de hombros desviando la vista hacia otro lado, que no fueran sus atrapantes ojos.
-Algún día lo harás, créeme-levantó la ceja.
-Pero ese día no es hoy-reí.
-Me gusta verte sonreír y escuchar tu risa-admitió.
-Deja de coquetear, Pan-dije divertida.
-Cuéntame de ti-dijo de repente, tomandome por sorpresa.
-¿Qué quieres que te cuente?
-No lo sé, lo que tú quieras-se encogió de hombros.
-Bueno... Crecí con mi padre, él es quién me ha cuidado desde que nací. Cuando cumplí trece un enorme perro de tres cabezas apareció en el baño de mi escuela y quiso atacarme, afortunadamente Quirón y Ryan mi amigo y protector, que en ese entonces estaban encubierto, entraron y me salvaron. Me contaron todo, incluyendo quién era mi madre y que debía irme con ellos al campamento para Semi Dioses, aunque yo no lo era o no por completo, debía pasar una misión o cruzada para serlo, por eso estoy aquí.-suspiré-¿Y tú? ¿Cuál es la historia de Peter Pan?
-No quieres escucharla-dijo serio, mirando un punto en las estrellas que bañaban el cielo nocturno.
-Sí quiero-dije segura.
-Hace mucho tiempo en un aldea, existía un hombre, era un mal viviente, se pasaba el día estafando a la gente y cuando no era así estaba ahogándose en alcohol en un bar.
Este hombre tenía un hijo pequeño, su madre se había ido bajo circunstancias no muy claras.
Un día el hombre decidió que no podía mantener a su hijo entonces lo llevó con unas hilanderas y ellas lo cuidarían por un tiempo, sólo era un mentira que él le había dicho al niño, pues no planeaba regresar.
-¿Cómo se llamaba el hombre?-quise saber.
-Su nombre era Malcolm-frunció el ceño con la vista en sus manos-Malcolm le prometió a su hijo que regresaría y le regaló un muñeco-hizo aparecer en su mano un pequeño hombrecito de paja con traje hecho con viejos arapos, un humo lo rodeó y este desapareció-el niño le puso-respiró hondo- "Peter Pan", Malcolm se fue para buscar empleo pero terminó en su viejo puesto estafando a la gente, un día el niño que se llamaba Rumpelstinskin,buscó a su papá y le dijo que quería empezar en otro lugar de nuevo con él. Malcolm sabía que no sería fácil, pero aceptó y le preguntó a su hijo como harían eso, él simplemente le mostró su mano en dónde reposaba una habichuela mágica, el niño le dijo que podían ir a donde ellos quisieran, Malcolm de inmediato pensó en ese lugar al que iba en sus sueños cuando era un niño "Neverland", dónde los sueños se hacían realidad, no había adultos y podrías ser un niño por siempre.
Al llegar, él le mostró a su hijo lo que se podía hacer ahí. Una de esas cosas era volar, lo intentó pero falló y recordó entonces que necesitaba polvillo de duende, cuando lo obtuvo volvió a intentarlo pero fracasó entendiendo que no podía porque era un adulto. La sombra apareció, entonces le propuso un trato; él podía quedarse con una condición: que dejará ir lo que impedía que sea un niño, su hijo. Aceptó y en ese instante se convirtió en su versión de diecisiete años-levantó ambos brazos señalándose, comprendí entonces que él era Malcolm.-mientras observaba como la sombra se llevaba a un asustado Rumpelstinskin.
Quizás ahora te enfades conmigo, pero hay una parte de la historia que no te he dicho y es que Malcolm no tuvo una buena infancia trabajó desde que tenía memoria en una carpintería, él no pudo ser un niño normal que sólo se divertía, no él ya era un adulto desde mucho antes de serlo.
-entiendo-murmuré.
-¿Estás enojada?-negué.
-es tu historia, cada uno tiene una sin importar que tan mala o triste sea.
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