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The Glee Project.

El Proyecto de Glee.

Will Cipher y Mason Gleeful se besuqueaban descaradamente frente al grupo, luciendo una corona de plástico y un banner que proclamaba "Mejor Pareja".

El de cabello azul se acomodaba cómodamente en las piernas de su novio, mientras el resto de sus amigos los observaban desde alrededor de la mesa, con expresiones que variaban entre la indignación y el aburrimiento, dependiendo de a quién se mirara.

Xólotl y Mabel pertenecían al bando de los indignados, ambos claramente molestos por el resultado.

"¿Cómo era posible que los gays les hubieran ganado?" Pensó Xólotl.

—¿No habían terminado? —preguntó el de cabello oscuro, ofendido, frunciendo el ceño mientras cruzaba los brazos—. Siento que no deberían contar.

—Tú también terminaste con Mabel —le recordó Vanessa viendo sus uñas con tranquilidad—. Los votos fueron claros.

El de cabello negro hizo un gesto de frustración, sin poder creer que alguien no viera la injusticia en todo aquello.

—Sí, pero nosotros nos reconciliamos el mismo día que nos peleamos —explicó, enfatizando cada palabra—. En cambio, Will no vino ayer a clases por estar llorando.

—Puede ser, pero nosotros al menos tuvimos la decencia de pelear en privado —replicó el mencionado con desdén antes de sacarle la lengua a Xólotl y acurrucarse con su novio, como si quisiera demostrar lo que era una verdadera pareja ganadora, mientras jugaba con un mechón castaño de su novio.

—Bueno, tan privado no fue —intervino Dipper, su voz cargada de frustración—. Por su culpa, no pude terminar de hablar con Bill.

Lanzó una mirada malhumorada hacia su amigo, claramente irritado por cómo las cosas habían salido ese día. Afortunadamente para Dipper, Bill estaba ocupado en una conversación con la Bestia y Tom a lo lejos, ajeno al comentario del castaño. Sin embargo, el resentimiento contra su amigo y cuñado persistía en su ser, mientras el grupo continuaba discutiendo la supuesta injusticia del resultado.

Mientras tanto, Will y Mason, ajenos a la infantilidad de sus amigos, continuaban en su pequeño mundo, disfrutando de su victoria sin ningún remordimiento, como si la controversia a su alrededor no fuera más que un ruido lejano. Para ellos, al menos en ese momento, todo era perfecto.

—No es mi culpa que no hablaras con él más rápido —le dijo el castaño de ojos azules a manera de reclamo.

Dipper lo miró con disgusto, deseando soltarle la lista de cosas que tenía guardadas, pero Mason ya había vuelto a centrar su atención en Will, susurrándole cosas dulces al oído sin siquiera percatarse de la molestia en su amigo, el de cabello azul sonrió tontamente.

Pasaron unos minutos hasta que Bill terminó su conversación con la Bestia y Tom. Caminaba de regreso a la mesa con una sonrisa, luciendo una camiseta que, para disgusto de algunos, llevaba el mensaje: "Ya no estoy haciendo arte abstracto, perro sucio."

—¿Qué demonios tienes puesto? —preguntó Xólotl, completamente ofendido, mientras Mabel intentaba contener una risa.

Bill, sin perder su tono burlón, sonrió ampliamente.

—¿Te gusta? Tom y la Bestia las están vendiendo —respondió, disfrutando de la reacción que había provocado.

Xólotl lo fulminó con la mirada, visiblemente conteniéndose para no decir lo que realmente pensaba. La tensión en el aire era palpable, pero Bill continuó con su despreocupado entusiasmo. Era momento de vengarse un poco de su amigo.

—Te compré una —dijo Bill, extendiéndole una playera verde a Xólotl y colocándola sobre la mesa.

El de nombre azteca soltó un quejido y rodó los ojos con exageración, negándose a tocar la prenda, mientras Mabel dejaba escapar una pequeña risita, que resonó con más fuerza en el ambiente tenso.

—También te compré una a ti, Dipper —añadió Bill, su tono suavizándose al dirigirse a su novio y extenderle una camiseta azul—. Te pedí este color porque me recuerdas mucho a él.

El comentario fue sencillo, pero hizo que el corazón de Dipper se emocionara. El castaño lo miró con ojos enternecidos, sintiéndose de repente pequeño y tímido.

—¿En serio? —balbuceó torpemente, su voz temblorosa, y Bill asintió con una sonrisa sincera orgulloso de su reacción—. Gracias.

El rubio se sentó al lado de Dipper, notando cómo las mejillas del castaño se habían sonrojado ligeramente. Era un pequeño gesto, pero uno que había deshecho cualquier rastro de frustración en el castaño.

—¿Hicieron en más colores? —preguntó Xólotl, sintiéndose aún más ofendido.

—De todos los colores del arcoíris —respondió el rubio, sin perder su tono alegre.

Mabel, finalmente incapaz de contenerse, rió más fuerte, su risa contagiando a algunos en la mesa.

Xólotl, aunque seguía reacio a aceptar la camiseta, no pudo evitar lanzar una mirada casi resignada al grupo, sabiendo que cualquier protesta sería en vano ante la implacable energía de Bill y la buena disposición de los demás. Y mientras Dipper se acurrucaba más cerca de su novio, sosteniendo la camiseta azul como si fuera un tesoro, la molestia que sentía minutos antes parecía desvanecerse, reemplazada por un sentimiento cálido y reconfortante.

Pero Xólotl no se calmó al ver a la Bestia y Tom vendiendo camisetas con bastante facilidad y éxito; al contrario, se sintió aún más indignado.

—¡JACK! ¡TOM! ¡AQUÍ, AHORA! —exigió, su tono haciendo que varios estudiantes se giraran a mirar.

La pareja dejó de vender un par de camisetas y se acercó al grupo, ambos luciendo una expresión divertida, casi desafiando la tormenta que sabían estaba por venir.

—¿Se puede saber con qué permiso están vendiendo esas camisetas? —les cuestionó Xólotl, cruzándose de brazos—. Esa frase tiene copyright, le pertenece a mi cuchurrumín. Necesito al menos el 10% de las regalías, y mi cuchurrumín otro 10%.

Jack y Tom intercambiaron miradas divertidas, llenas de complicidad antes de responder.

—Ay, mi querido amigo Xólotl —empezó Jack con una sonrisa que apenas disimulaba su diversión—, ¿de quién crees que fue la idea?

Xólotl abrió la boca, incrédulo.

—Ay corazón —dijo la castaña—, ¿quién crees que hizo los diseños?

El de ojos azules se giró para mirar a su novia con sorpresa, esperando que ella aclarara la situación. Mabel lo miró con una expresión de falsa inocencia, como si no entendiera por qué estaba tan sorprendido.

—¿Mabel? —le preguntó indignado, ¿su cuchurrumin había comercializado su pelea?

—Perdóname, guapo, pero no podíamos perder una oportunidad así —explicó Mabel con una sonrisa tímida, aunque sus ojos brillaban con diversión—. Además, toda publicidad es buena, ¿no? Pero no te preocupes, el 40% de las regalías son para nosotros, 25-15 para ser exactos, porque yo fui la que cerró el trato y la de la línea icónica.

Xólotl la miró, esta vez con una mezcla de sorpresa y admiración. Mabel había aprendido bien de él, y aunque la idea de que su pelea se convirtiera en mercancía todavía le parecía un poco indignante, no pudo evitar sonreír. Con una sonrisa que iba de oreja a oreja, el de cabello oscuro finalmente cedió.

—Has aprendido del mejor —dijo con orgullo, su voz llena de satisfacción.

Mabel soltó una pequeña risa y le plantó un beso en la mejilla, feliz de haber convertido una posible confrontación en un triunfo. La Bestia y Tom, satisfechos con la reacción, regresaron a su puesto, continuando con su venta sin más interrupciones.

Justo en ese momento, la hermana gemela de Mason se unió al grupo, con una expresión de desagrado. Se acercó a la mesa con una elegancia mortal, antes de lanzar una servilleta directamente a su hermano, claramente ofendida.

—¡No puedo creer que me hayas ganado! —le soltó con frustración, pero Mason ni se inmutó.

Mason, atrapado entre el afecto de su novio y la desaprobación de su hermana, simplemente se encogió de hombros, como si todo fuera un juego que estaba más que dispuesto a seguir.

—No te preocupes, al menos un Gleeful ganó —intentó animarla Mabel, sonriendo ampliamente.

La castaña de ojos azules rodó los ojos, visiblemente molesta.

—Malditos estúpidos —murmuró, cruzándose de brazos—. Encima que se pelean, ¡en mi casa! ¡Se roban MI premio!

—¡Y ni siquiera lo intentamos! —exclamó Will, riendo tontamente mientras Mason le daba un beso en la mejilla, lo que lo hizo sonrojar aún más.

Todos en la mesa dirigieron miradas de desaprobación a la pareja, pero a ellos no les importaba en lo más mínimo. Mason tenía su brazo sobre los hombros de Will, manteniéndolo cerca y protegido.

—Lo siento, bebé —dijo la rubia tratando de consolar a su amiga—. El próximo año será tu año, ya verás.

—Ah, no —interrumpió Bill, con un destello competitivo en los ojos—, el próximo año el premio es de Dipper y mío. No pienso soportar ni un solo día más sus estúpidas burlas por no estar nominados.

—Las bromas seguirán hasta que lo ganes, si es que los nominan —dijo Xólotl, con una sonrisa burlona—. Hasta entonces, no puedes hacer nada al respecto.

A Dipper no le pudo importar menos lo que estaban diciendo. Su mente se había quedado atrapada en un solo pensamiento, uno que no podía ignorar.

—¿De verdad nos ves saliendo en un año? —preguntó emocionado, sin poder contener la ilusión que brillaba en sus ojos.

—¡Claro! ¿Tú no? —inquirió Bill, haciendo un puchero adorable que lo desarmó por completo.

El castaño sonrió, conmovido hasta lo más profundo de su ser, antes de inclinarse para depositar un suave beso en los labios del rubio y cuando se separó, no pudo evitar acercarse aún más a él, buscando la calidez que solo Bill podía darle. Esa cercanía, esa conexión, era todo lo que necesitaba.

Mientras el resto del grupo seguía discutiendo sobre el concurso, Dipper se dio cuenta de que, en su corazón, ya había ganado el premio más valioso de todos: la certeza de que su novio estaba tan comprometido con ellos como él lo estaba. No importaba lo que viniera después; estaban juntos, y eso lo hacía sentir invencible.

—Claro que sí... pero me alegra escucharlo de ti —susurró el castaño, su voz cargada de ternura. En respuesta, Bill lo rodeó con sus brazos desde atrás, atrayéndolo aún más hacia él con cariño.

—Ya verás, el próximo año humillaremos a Will y a Gleeful —le aseguró el de ojos ambarinos, con una sonrisa cómplice.

—Sí, eso creen, pero al menos yo no ignoré a mi novio durante tres semanas después de besarlo —masculló Will con un tono de reproche.

—Porque en las relaciones de verdad, se dicen las cosas de frente —añadió Mason, mirando de reojo a la pareja.

Dipper y Bill decidieron ignorar los comentarios pasivo-agresivos, eligiendo no dejar que nada perturbara su burbuja de felicidad. Vanessa, notando la tensión, decidió intervenir.

—No te preocupes, Bill, yo me encargo de que estén nominados el próximo año —aseguró la rubia, guiñándole un ojo con complicidad.

—¡Tramposa! De seguro tú hiciste que Mabel y yo perdiéramos —acusó Xólotl, frunciendo el ceño mientras cruzaba los brazos.

Vanessa abrió la boca, indignada ante semejante acusación.

—¿Estás cuestionando mi integridad? —le preguntó, ofendida, mientras su amigo asentía, firme—. ¿Y por qué haría algo así?

—Celos —aseguró el de nombre azteca, su voz cargada de falsa sospecha tratando de mantenerse serio y no reír.

Bill soltó una carcajada.

—Ay, por favor, Xólotl, ¿celos de qué? —le preguntó la rubia riendo como si la sola idea fuera ridícula.

—De que no podrás tenerme otra vez —respondió Xólotl con obviedad—. No puedes superarme.

Vanessa soltó una carcajada.

—Salimos una semana en la primaria, ni al caso —le dijo rodando los ojos—. Además, si quisiera robarme a alguien, sería a Mabel, no a ti.

Vanessa le guiñó un ojo a la castaña, quien soltó una pequeña risa antes de enviarle un beso en el aire, disfrutando del momento.

—Por cierto, tengo una pregunta para ustedes dos —dijo la rubia, dirigiéndose al rubio y a Dipper con una sonrisa maliciosa—. ¿Cómo se reconciliaron Will y Gleeful? Me perdí del chisme por estar contando los votos con mi bebé y están demasiado ocupados coqueteando para hablar de eso.

—Bill y yo nos sentimos mal por ellos y decidimos echarles una ayudita —explicó Dipper—. Así que organizamos una plática en la casa de Bill.

—¡Shhh, no sigas, por favor! Tuve que dormir en casa de Xólotl anoche y no quiero recordar por qué —dijo el rubio tensándose con rapidez.

Dipper miró a Bill con una mezcla de diversión y empatía, mientras Mabel miró a su novio con confusión buscando respuestas.

—Digamos que Bill los escuchó hablar hasta que simplemente dejaron de hablar... si sabes a lo que me refiero —agregó Xólotl, esbozando una sonrisa traviesa.

—¡CÁLLATE! ¡LALALALALA! —gritó el rubio, intentando ahogar las palabras de su amigo con su canto improvisado.

En medio del alboroto, Xólotl llamó la atención de Mason y Will, interrumpiendo su demostración de afecto.

—Mason, Will —les llamó, logrando que dejaran de besarse para mirarlo—, ¿cómo estuvo la reconciliación?

Bill, incómodo, se tapó los oídos y apartó su brazo del castaño, lo que provocó un puchero y una mirada decepcionada de Dipper ante la reacción de su novio. Will se sonrojó ligeramente, pero Mason, con sus ojos azules llenos de fastidio, simplemente rodó los ojos.

—¿Cómo estuvo la derrota? —le respondió Mason de mala gana—. ¿Ya pueden dejar de molestar? ¿O la envidia no los deja?

Mabel miró a su hermano con reproche, sabiendo que la verdadera causa de su derrota había sido Pino, pero Dipper estaba demasiado concentrado en observar a Bill, notando cada pequeño gesto.

—¿Al menos te pidió disculpas Gleeful? —preguntó Dipper con preocupación evidente—. Me prometió que lo haría. Estúpido, ¿le pediste disculpas a Bill? ¿Verdad?

El rubio miró con ternura a su novio, suavizando su expresión.

—Sí, nerd, le pedí perdón a tu novio —respondió Mason, dirigiendo su mirada hacia el de ojos ambarinos—, ¿verdad, Bill?

—Sí —confirmó Bill, su voz tranquila—. Me pidió disculpas antes de entrar a hablar con Will.

Dipper dejó escapar un suspiro de alivio.

—Qué bueno —dijo con sinceridad—, era lo mínimo que te merecías. En serio lamento que haya sido un imbécil.

Bill le sonrió con cariño antes de pasar su brazo por los hombros de Dipper de nuevo y depositar un pequeño beso en su frente, un gesto que hizo que el castaño se relajara un poco más.

—Sí, sí, no fue mi lugar, ni el momento, bla bla bla —intervino Mason, con un tono que denotaba irritación, pero también ligeramente lo avergonzado que lo ponía el tema. Will hizo un puchero—. Perdón, pero ¿podemos dejarlo ir? Ya pasó una eternidad desde eso.

—Fue este lunes —le recordó Dipper, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Y no, no pienso dejarlo ir aún.

Dipper mantuvo su mirada firme en Mason, decidido a no ceder terreno. A su lado, Bill apretó suavemente su hombro, intentando transmitirle calma, aunque en el fondo comprendía la molestia del castaño. Pero Dipper aún no podía perdonar del todo a Mason por haber sembrado dudas en la mente de Bill sobre su relación. Aunque sabía que era injusto, se dio cuenta de que tendría que conformarse por ahora, al menos hasta que resolviera lo de Pino primero.

Gleeful regresó a besarse con Will, ignorando a los chicos a su alrededor. Y, Vanessa decidió que era el momento perfecto de cambiar de tema, así que llamó la atención de Mabel y de la otra castaña con una voz melodiosa.

—¡Oh! Mabel, bebé —las llamó, su tono cargado de urgencia y entusiasmo—, necesitamos irnos ahora si queremos maquillarnos a tiempo para que al final del día solo nos quede vestirnos.

—¡Cierto! —exclamó Mabel, su emoción desbordante—, ¡finalmente es hoy! ¡The Glee Project es hoy!

Dipper hizo una mueca al recordar su realidad. Ese sería el día en que tendría que disfrazarse de un personaje horroroso, bailar y hacer el ridículo en video... aunque podía dispararle a su propio novio, en el lado positivo, también podría dispararle a Gleeful y a Xólotl. Aun así, no pudo evitar que su expresión reflejara su disgusto.

—¡No hagas muecas! —le reprendió su gemela, detectando al instante su descontento—. ¡Sabes que me debes una!

Dipper hizo un puchero, intentando apelar a su lado más compasivo.

—Ya estoy participando —se quejó, poniendo sus mejores ojitos de perrito—. ¿No puedo al menos hacer muecas? Son involuntarias.

Mabel suspiró, pero finalmente cedió, aunque no sin condiciones.

—Está bien, pero que no sean en mi presencia —le exigió con seriedad—, y quiero tu mejor actuación para la tarde. Si no haces bien los pasos, estaré muy triste.

El castaño asintió rápidamente, con una sonrisa que intentaba calmar a su hermana.

—Trato.

Mabel, satisfecha con la respuesta, sonrió y salió del lugar con Vanessa y la otra castaña, dejando a Dipper con un sentimiento de ligera inquietud. A veces, tener a tu favor el secreto más íntimo de tu hermano tenía sus ventajas.

Bill lo observó, visiblemente intrigado.

—¿Qué fue eso? —le preguntó con curiosidad, notando cómo el castaño se tensaba a su lado.

—Nada —mintió Dipper, soltando una risa nerviosa—. Mabel sabe muchas cosas-.

Los ojos de Bill se iluminaron con una mezcla de emoción y picardía.

—¡Oh! —exclamó con entusiasmo—. ¡Yo quiero saber!

—Sí, Pines —añadió Xólotl, uniéndose al juego—, comparte eso con nosotros.

Dipper rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír ante la insistencia de su novio.

—Sueñas —le respondió, sacándole la lengua en un gesto juguetón.

—No importa —dijo Bill, su tono volviéndose más coqueto—, te sacaré esa información de otras formas.

El de ojos castaños apartó la mirada con nerviosismo, consciente de que aún tenía pendiente una conversación larga y complicada con el rubio. Sin embargo, decidió no preocuparse por eso ahora. El día ya prometía ser lo suficientemente estresante con toda la grabación que su hermana tenía planeada, y prefería disfrutar de la compañía de Bill mientras pudiera.

—Ya lo veremos —dijo Dipper, intentando que su cambio de actitud no fuera tan evidente. Pero Bill, siendo quien era, notó la leve tensión en su voz.

Un nudo se formó en el estómago del rubio mientras el resto del grupo comenzaba a discutir detalles sobre la tarde. Bill se quedó en silencio por un momento, tratando de descifrar lo que pasaba por la mente de Dipper, y aunque sonrió ante la idea de lo que podría venir, no pudo evitar una sensación de inquietud que se aferraba a él, como una sombra que aún no comprendía del todo.

¿Qué era lo que Dipper quería decirle?

[...]

Dipper suspiraba mientras esperaba que la pesadilla en la que estaba viviendo llamada por su hermana como "The Glee Project" terminará.

Había perdido la cuenta de cuántos días llevaba ensayando para la grabación del proyecto de Mabel. La semana había sido un caos, una tortura sin aparente final: entre las interminables peleas de sus amigos y el complicado asunto de Pino, apenas habían logrado filmar algunas escenas. Dipper estaba agotado, tanto física como mentalmente, especialmente por la interminable conversación sobre Glee que parecía no tener fin.

Lo único que le alegraba en medio de todo ese desorden era la oportunidad de ver a su increíblemente hermoso novio actuar. Hasta ahora, no había podido disfrutar mucho de sus escenas, pero hoy, finalmente, Bill tendría más tiempo en pantalla, de hecho, ya había grabado un par de escenas en la escuela corriendo por los pasillos y Dipper estaba babeando por él. Lo único extraño, y ligeramente perturbador, era que el rubio interpretaba a una de las múltiples parejas de su hermana. Cada vez que pensaba en ello, el castaño se consolaba con la idea de que al menos tendría la oportunidad de dispararle en su escena.

Lo cual sonaba extraño, pero Mabel había decidido reinterpretar el controversial video de Rachel Berry de "Run Joey Run", en el que usa a tres chicos como su pareja para ganar popularidad... o algo así, Dipper no entendía del todo, pero al parecer esos tres chicos serían Xólotl, Bill y Gleeful.

En el video original, la protagonista Rachel, que sería interpretada por Mabel, le confesaba a su papá que estaba embarazada y su padre amenazaba con matar a su novio, que era interpretado por los tres intereses amorosos de Rachel, y en el proceso el papá, que interpretaría Dipper mataba por error a su hija, lo cual suena más siniestro de lo que realmente era, porque el video era tan tonto y ridículo, que era casi cómico.

Su gemela estaba dando indicaciones a los estudiantes que pasaban cerca de los casilleros, y Dipper no pudo evitar rodar los ojos al escuchar su ridícula petición.

—No se detengan por favor—pidió Mabel a los estudiantes que pasaban por los casilleros—, agradezco que sean respetuosos, pero mientras más pasen enfrente de mí y obstruyan la cámara mejor, así le hacían a Rachel.

Decidido a escapar de la conversación, Dipper se dirigió a donde estaba su novio, Bill, hablando con Vanessa y la hermana de Mason. La rubia aún se mantenía con su disfraz de angelita.

—Veo que ya te quitaste el disfraz —comentó Dipper al notar que la otra castaña había dejado de lado las alas.

—Por supuesto —respondió la chica, con una sonrisa—. Adoro a Mabel, pero no iba a quedarme con esas alas incómodas todo el día. El vestido blanco es bonito, pero definitivamente no es mi estilo y mucho menos mi color.

—A mí me encanta el disfraz. Me hace ver divina, como el ángel que soy —añadió Vanessa haciendo una pequeña pose, pero rompiéndola casi de inmediato para seguir—; aunque las alas sí son muy incómodas.

—Por favor, Vanessa —se burló Bill—, nadie se cree que seas un ángel.

—Sí, bueno, nadie se cree eso de Santana tampoco. Es lo que lo hace mejor —replicó la rubia, encogiéndose de hombros.

Dipper, sintiendo que estaba al borde de su paciencia, interrumpió rápidamente.

—Por favor, no —dijo casi suplicando, en un intento desesperado de evitar esa conversación—. No puedo escuchar otra platica más sobre Glee.

Vanessa lo miró, algo divertida.

—No entiendo por qué te disgusta tanto —dijo la rubia—. El otro día volví a verla e ignorando lo mucho que lloré en el memorial de Finn, debo admitir que la disfruté un poquito, al menos de manera irónica. Aunque, si soy honesta, solo la vi por Santana, Brittany y Quinn... y cuando casi no salían, por Kitty.

El castaño soltó un suspiro exasperado.

—Mira, yo disfruté el PRIMER episodio de Britney. ¡Incluso lograron que mi diosa apareciera, y les agradezco por esas escenas! —admitió el castaño que había sido forzado a ver el show por su hermana en más de una ocasión—. Pero, ¿el segundo? El segundo fue una falta de respeto total. Tomaron el quiebre mental de Britney como un chiste, y lo que hicieron con "Oops!... I Did It Again" es simplemente imperdonable.

Bill aprovechó la pausa para añadir su opinión y apoyar a su novio contra su lucha interna con la serie.

—Sin contar todas las cosas realmente cuestionables que tiene todo Glee en general —decidió complementar el rubio—, como que los personajes están llenos de estereotipos dañinos para diversas comunidades, o el hecho de que usen las discapacidades ajenas para inspirarse y ganar el coraje para darse cuenta que su vida podría ser peor, o que el profesor tiene una relación bastante inapropiada con sus estudiantes que son adolescentes, la bifobia, la transfobia y ni hablar de lo mal que trabajaron temas bastantes delicados que no planeo mencionar.

—Sí... no envejeció muy bien —admitió Vanessa con una sonrisa—, pero tiene sus momentos divertidos... y los números musicales son geniales.

—¿La verdad? Lo único que vale la pena de Glee es Rory, solo por él veo la tercera temporada cada que Will quiere volver a ver la serie —confesó el rubio con una sonrisa traviesa—. Y por Grant Gustin, aunque su personaje es un nefasto que no puede respetar que Blaine esté en una relación. Aun así, lo amo, especialmente en The Flash.

Dipper lo miró con una mezcla de curiosidad y una ligera indignación al escuchar a su novio hablar así de los personajes ficticios y los actores.

—Es más, Rory es la única razón por la que podría creer que New Directions le ganó a Troubletones. Después de todo, ¿quién se puede resistir a una carita tan bonita? ¡Pero ni siquiera se ve en las presentaciones! Es un robo total —añadió Bill, ofendido—. Me parece una falta de respeto que intenten hacerme creer que le ganaron a "Survivor / I Will Survive" con su presentación. Aunque mi número favorito de Troubletones es "Rumour Has It / Someone Like You", definitivamente es el mejor de Glee y sólo por eso me vería otra vez la maldita serie.

El castaño frunció el ceño, más molesto con cada palabra, pero su novio parecía completamente ajeno a la indignación creciente del castaño. De repente, empezaba a entender porque Gleeful se había molestado tanto por Gavigan. ¿Qué podía tener ese Rory de especial que hiciera al rubio querer verse Glee?

—¿Y qué Rory se parezca un montón a Dipper, físicamente hablando no tiene nada que ver con el hecho de que te guste el personaje? —le cuestionó la rubia burlonamente.

Una risa nerviosa escapó de la garganta de Bill, mientras sus mejillas se teñían de color carmesí, el mencionado lo observó con curiosidad, esperando su respuesta.

—No me da vergüenza admitirlo, claro que solo me gusta porque me recuerda a mi novio —respondió el rubio, guiñándole un ojo a Dipper con una sonrisa pícara y orgullosa—. No sé si lo sabías, pero me gusta mucho.

El color subió instantáneamente a las mejillas del castaño, y cualquier indignación que pudiera haber sentido se desvaneció al instante. ¿A Bill solo le gustaba por qué le recordaba a él? ¡Ja! Toma esa, Mason.

—No tengo la menor idea de qué están hablando —dijo la castaña de ojos azules, agradecida de no haber visto nunca ese show—. Y, para mi disgusto, estoy de acuerdo con Pines. Yo solo estoy aquí por Mabel.

Dipper, sintiéndose respaldado, se encogió de hombros con una expresión de victoria.

—¿Ven? —dijo, casi con satisfacción—. Y no puedo creer que me hayan arrastrado a hablar de Glee.

Bill le sonrió, dándole una palmadita en la espalda.

—Fue solo para quejarte, no cuenta —lo animó con una sonrisa despreocupada—. Yo lo hago todo el tiempo, saca todo tu odio por la serie conmigo, te prometo que es divertido.

El castaño le sonrió con timidez, agradecido de ser respaldado por su novio.

—No te preocupes, a nadie de los que estamos aquí le gusta Glee de verdad —añadió Vanessa—, solo estamos aquí por Mabel, el club de los que genuinamente disfrutan Glee está grabando... y luego está Gleeful dándole apoyo moral a Will.

—Y Xólotl —agregó el rubio—, creo que ya lo está disfrutando de verdad.

Vanessa se encogió de hombros con una sonrisa.

—Por algo no lo mencioné —dijo la rubia—, ya le agarro cariño.

Dipper, ahora un poco más relajado, dirigió su mirada hacia Bill, buscando consuelo en su presencia. A pesar de lo agotador que estaba siendo el día, el simple hecho de tener a su novio a su lado hacía que todo pareciera un poco más soportable. Mientras el grupo seguía hablando, el castaño intentó, una vez más, apartar sus preocupaciones, deseando poder mantenerse por completo en el momento. Sin embargo, la conversación pendiente con Bill seguía flotando en su mente, como una sombra persistente que se negaba a desaparecer, incluso cuando intentaba empujarla al rincón más profundo de su mente.

—¡Besties! —gritó Mabel, interrumpiendo sus pensamientos y llamando la atención de las chicas—. ¡Es una emergencia, necesito su ayuda!

—El deber llama —dijo Vanessa con una sonrisa antes de seguir a la otra castaña para ver a Mabel, dejando a Dipper y Bill solos por un momento.

El castaño negó con la cabeza, sonriendo suavemente. Probablemente se trataba de otra de sus tonterías.

—¿Estás listo para bailar como en el video? —le preguntó Bill, tratando de contener una sonrisa que amenazaba con extenderse por su rostro.

Era difícil no sonreír ante la idea de ver a Dipper bailar de manera tan ridícula, tal como lo hacía el padre de Rachel/Mabel en el video.

—Ya te dije —respondió el castaño, sintiendo cómo el color subía desde sus pies hasta su rostro—, solo lo estoy haciendo por Mabel. Y porque te disparo a ti, a Mason y a Xólotl.

—Muero por verte actuar —le dijo el más alto, sus ojos brillando con anticipación—. Hoy es el gran día.

—Cállate —replicó Dipper, tratando de no sonreír—. Si juego bien mis cartas, puede que logre posponerlo un día más.

—¿Entonces confiesas que has estado aplazando la escena a propósito?

—Sabes que sí, ahora shh —respondió el de ojos marrones, y Bill soltó una carcajada—. Y te prohíbo decirle una palabra de esto a Mabel.

—Oh, ella ya lo sabe —contestó el de ojos ambarinos con una sonrisa que dejaba claro que no había ningún secreto que pudiera ocultarle a su hermana.

Dipper se encogió de hombros y, antes de pensar demasiado en ello, se estiró para darle un beso corto a su novio. Bill correspondió con amor, pasando sus manos por la cintura del castaño, atrayéndolo hacia él. Sin embargo, justo cuando el más bajo comenzaba a perderse en el momento, un pensamiento lo sacudió.

—Espera —dijo, separándose ligeramente—. Necesito ir a buscar algo a mi casillero, ¿me acompañas?

—Claro que sí, mi vida —respondió el rubio con ternura, y Dipper sintió su corazón acelerarse, como si el aire se le escapara al escuchar ese apodo.

Con una sonrisa, el de ojos marrones tomó la mano de su novio con excesivo cariño, entrelazando sus dedos al instante. Bill, siempre dispuesto a seguirlo a donde fuera, le devolvió la sonrisa, sintiéndose aliviado en ese pequeño momento de tranquilidad.

Al llegar al casillero, Dipper comenzó a acomodar algunas cosas, dejando libros que ya no necesitaba y llevando consigo otros con notas importantes para el proyecto que tenía pendiente con Jay. Mientras tanto, el rubio se apoyó casualmente contra los casilleros de al lado, observándolo con tranquilidad. De pronto, algo captó su atención. A simple vista, el casillero del chico no tenía demasiada decoración, solo una pequeña pizarra con notas sobre sus próximas clases y proyectos por entregar. Sin embargo, un diminuto detalle bastó para iluminar el día de Bill.

En la puerta del casillero, cuidadosamente sujetada con un par de imanes, había una foto de ellos dos juntos. La imagen estaba acompañada por el pequeño dibujo que el rubio había hecho de él hace muchos ayeres. Aquello provocó que el corazón del rubio se acelerara y una cálida sensación se extendió por su pecho. Involuntariamente, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

—Wow, en serio te gusto, Pines —comentó con un tono que pretendía ser burlón, pero en el que se notaba más la emoción que cualquier otra cosa.

Dipper pareció salir de sus pensamientos, finalmente se percató de lo que su novio estaba observando. Sus mejillas se tiñeron de un suave tono rojizo, pero la sonrisa que le respondió fue aún más grande.

—Por favor, Bill —dijo, rodando los ojos y riéndose tontamente—. Como si no te hubiera dejado claro en todos estos meses lo mucho que me muero por ti... no debería ser noticia el hecho de que me gustas mucho.

El mencionado estuvo más que satisfecho con la respuesta, esbozando una sonrisa llena de orgullo y disfrutando del momento. Provocando que Dipper se viera obligado a regresar a la realidad.

—Pero tienes prohibido dejar que eso se te suba a la cabeza —le advirtió, intentando adoptar un tono serio, aunque la diversión brillaba en sus ojos—. No quiero que tu ego se vuelva insoportable.

—No puedo, es demasiado tarde —replicó Bill con dramatismo, llevándose una mano a la frente como damisela en peligro—. Me pides lo imposible. Entre esto y lo que me confesaste en mi casa, me queda muy claro lo mucho que te traigo loco... es inevitable notar lo muy obsesionado que estás conmigo.

Dipper no pudo evitar soltar una carcajada, su risa mezclándose con el rubor que volvía a aparecer en sus mejillas. Cerró su casillero todavía riendo, y no pudo evitar sentir que, a pesar de todo lo que les quedaba por resolver, en ese instante, con Bill a su lado, todo estaba bien.

Ellos estaban bien, y eso le bastó para recuperar su actitud juguetona con el rubio.

—No quieres jugar a ese juego, Bill, hace rato confesaste que solo te gusta Rory por mí —dijo con una sonrisa coqueta, acercándose peligrosamente a él—. Y no es la única cosa que sé de ti y de lo mucho que te gusto...

El mencionado sonrió, aunque un ligero nerviosismo se filtraba en su expresión. La manera en que Dipper se le acercaba, tan seguro de sí mismo y provocador, lo estaba agitando más de lo que quería admitir.

—No sé de qué me hablas —replicó, tratando de mantener la compostura, aunque su corazón latía con fuerza.

—¿Sabes, Bill? —continuó el castaño, acariciando suavemente la mejilla de su novio, para después jugar con uno de sus mechones rubios que caía por su rostro con uno de sus dedos—. Sé de una buena fuente que me tienes como uno de tus chats fijados, también sé que me tienes en favoritos en tus redes para que mis cosas te salgan primero... que tienes nuestra foto de fondo, o que te gustan personajes solo porque te recuerdan a mí... así que dime, ¿quién está obsesionado con quién, mi vida?

El rubio se sonrojó por completo, sintiendo cómo el calor subía por su cuello hasta invadir sus mejillas.

—Pff, eso no significa nada, nadie puede ver eso... pero tu casillero es un lugar muy público, ¿sabías? —preguntó con un tono nervioso, y Dipper soltó una pequeña risa—. ¿Quién te dijo todo eso? Fue Xólotl, ¿verdad?

—Puede ser... —confesó con diversión, disfrutando de la reacción de Bill.

—Oh, ese maldito traidor —murmuró entre dientes—. Esto cruzó una línea, nunca más le vuelvo a contar nada a ese boca suelta, es igual que Will.

—Sí —respondió el castaño con rapidez—, no deberías contarle tanto a Xólotl.

Un pensamiento amargo pasó fugazmente por la mente de Dipper:

"Especialmente no cosas de Pino". Pensó con una pequeña molestia que se reflejó en su mirada, pero que apartó rápidamente.

—Bueno, ¿sabes qué? —dijo Bill, sacando al chico de sus pensamientos—. Tal como dije hace rato, no me da vergüenza que sepas lo mucho que me gustas. Eres mi novio, deberías estar seguro de eso.

El comentario, sincero y lleno de afecto de parte del rubio, hizo que el chico de ojos marrones lo mirará con ternura, sintiendo cómo su propio rostro se sonrojaba de nuevo.

—¡Dipper! ¡Bill! —la voz de Mabel los interrumpió, llamándolos desde lejos mientras se acercaba con su novio—. ¿Qué están haciendo? ¡Tenemos que apurarnos si queremos aprovechar el día de hoy!

La gemela del castaño llegó hasta ellos, visiblemente alterada.

—Perdón —se disculpó Dipper, volviendo a la realidad—. Vine a buscar algo en mi casillero que necesitaba para esta tarde... y, bueno, puede que me distrajera un poco con algo.

—O más bien, alguien —se burló Xólotl, dirigiendo una mirada cómplice hacia el rubio.

—Puede ser —confesó, luchando contra el rubor que amenazaba con delatarlo.

Bill, sorprendido y encantado por la repentina sinceridad de su pareja, no pudo evitar sonreír con satisfacción.

—Está bien —dijo Mabel, recuperando el aliento—, pero necesitamos llegar a la salida para que mamá nos recoja, ¿cuchurrumin?

—¿Sí? —respondió Xólotl, levantando una ceja con curiosidad.

—¿Te encargas de llevar a Bill, verdad? ¿O prefieres que mamá lo lleve? —preguntó Mabel rápidamente, sin esperar una respuesta concreta—. Así Gleeful se lleva a Will en su Corvette, y tú te encargas de mis novias y de Bill. ¿Te parece bien?

El rubio levantó una ceja al escuchar cómo decidían su destino por él, pero no le importaba mucho.

—Sí, no te preocupes —respondió Xólotl con una sonrisa relajada—. Me encargo de todos y los llevó de regreso también, tú concéntrate en ser la mejor Rachel de la vida, lo cual no es nada para ti, mi cielo, y yo me encargo de tenerlo todo bajo control.

—Gracias —le dijo, y el más alto se inclinó para darle un beso rápido en los labios—. Te debo una.

Xólotl negó suavemente, envolviéndola en un abrazo cálido.

—Es lo mínimo que puedo hacer por ti, preciosa —respondió con cariño.

Dipper observó la escena, sorprendiéndose de lo poco que le molestaba ahora. Hace unos meses, ver esa interacción le habrían dado ganas de vomitar del asco y la molestia, pero ahora... era diferente, tal vez ya se estaba acostumbrando a la idea del de nombre azteca como su futuro cuñado.

Los cuatro chicos comenzaron a caminar hacia la salida, mientras el rubio lanzaba una serie de quejas a su amigo por exponer sus intimidades y secretos. Dipper rodó los ojos, sabiendo que eso no era ni la mitad de lo que Xólotl realmente sabía sobre ellos y lo mucho que ese hecho lo molestaba. Eventualmente, Bill pasó su brazo por los hombros de su novio, acercándolo más a él mientras caminaban. Rieron por un par de cosas, y sonrojaron por otras, disfrutando de la aparente tranquilidad que había entre ellos.

Cuando pasaron frente a la oficina de la escuela, una secretaria en particular se cruzó en su camino.

—Creí que ni en tus peores pesadillas, ni en los mejores sueños de Bill, iban a estar juntos —soltó Edith con una sonrisa burlona, mirando al castaño con diversión.

Mabel soltó una carcajada tan fuerte que seguramente se escuchó hasta el otro lado de la escuela, mientras su gemelo se sonrojaba con intensidad. Bill y Xólotl los miraron con confusión.

—¿Disculpa? —preguntó el rubio, separándose ligeramente de Dipper para encararlo con incredulidad.

El castaño le lanzó una mirada de reproche a la secretaria, mientras ella y Mabel se reían de la situación.

—¡Shh! Creí que lo habrías olvidado —murmuró entre dientes, claramente avergonzado, antes de dirigirse a su novio—. Te juro que no es lo que parece, es una larga historia de algo que pasó hace mucho tiempo.

—Oh, sí... hace tanto tiempo —añadió Mabel con tono juguetón—. No es como si hubiera pasado justo el día que pagamos el campamento.

—Sí, sí —complementó Edith—. ¿No trajiste tus gráficas o algo así para él ese día? ¿Sólo porque querías seguir "peleando" con él?

—¿Cómo se acuerdan de eso? —les reclamó avergonzado.

Mabel rió aún más fuerte, mientras Bill levantaba una ceja, intrigado por toda la nueva información que llegaba a sus oídos.

—¿Dijiste eso el día de las gráficas? —preguntó sorprendido.

Dipper empezó a balbucear, buscando desesperadamente una excusa, pero las palabras se le enredaban en la lengua, aumentando su vergüenza.

—Wow, Pines —intervino Xólotl entre risas—, vaya manera de tragarte tus palabras.

—¡Okay! —exclamó finalmente el castaño, ignorando al grupo y tomando la mano de su novio para alejarlo un poco de los chismosos que se burlaban de él—. No es mi culpa que Edith dijera que íbamos a terminar casando y, y, ¡ese día todavía no sabía que me gustabas! ¡Me di cuenta al día siguiente! Pero me arrepiento mucho de haberlo dicho, porque ahora, sí tengo la esperanza de que en tus mejores sueños estemos juntos. Pero no tengo pesadillas de eso, ¡lo prometo! ¡Soy muy afortunado de tenerte en mi vida!

Bill apretó los labios, tratando de no reír de la ternura, pero el esfuerzo era evidente. ¿Su novio pensaba todas esas cosas?

—Oh, Dipper —dijo finalmente, conteniendo una sonrisa—, no sabía que te llevabas tan bien con la secretaría de la escuela.

—Mabel siempre me hace llegar tarde y... puede ser que compartamos algunos chismes mientras esperamos a que nos dejen pasar —balbuceó el mencionado, claramente avergonzado—. ¿No estás molesto?

—¿Molesto? —repitió con diversión—. ¿Por qué me molestaría qué hablaras tanto de mí con la secretaria que pensara que nos íbamos a terminar casando? Entre eso y que tu papá se aprendió mi nombre antes de que saliéramos sí me pongo a pensar seriamente en lo mucho que hablabas de mí incluso cuando "no sabías que te gustaba".

Dipper se sonrojó aún más, mientras el rubio finalmente soltaba unas risas.

—¡B-Bill! —se quejó el de ojos marrones, nervioso.

—Eres tan adorable —le soltó dándole un pequeño beso en los labios—. Me encantas... El afortunado de tenerte en su vida soy yo.

El rubor en las mejillas de Dipper se intensificó, pero no pudo evitar que una sonrisa se escapara de sus labios. Su corazón martilleaba con fuerza, acelerado por la mezcla de vergüenza y felicidad.

—¡Mhm! —Mabel se aclaró la garganta detrás de ellos—. Ya llegó mamá por nosotros.

Bill sonrió a su novio antes de tomarlo de la mano, encaminándose juntos hacia la salida con una sonrisa en los labios dispuestos a dirigirse a la casa de los Pines.

Sí, definitivamente estaba siendo un buen día... y Dipper sólo esperaba que se mantuviera así.

[...]

El grupo de estudiantes se encontraba grabando un par de escenas en el jardín de los Pines, Mabel había grabado unas escenas en su habitación y Xólotl había grabado una escena en la habitación de sus padres, aunque Robert, el padre de los Pines, no estaba del todo encantado con la idea, la castaña lo había convencido alegando que la habitación de Dipper no era lo suficientemente "varonil" para el video. Dipper, por su parte, había estado de acuerdo; la idea de que Xólotl grabara en su cuarto le resultaba horrorosa así que estaba más que contento con la solución.

En ese momento, estaban filmando la escena en la que Mason Gleeful, interpretando a otro amor ficticio de Will: Jesse St. James, llegaba en su auto a la casa y aunque había tomado algo de tiempo convencer a Mason, finalmente había prestado su Corvette azul para la escena. Después de todo, no podía decirle que no a su novio.

La mamá de los Pines había estado más que dispuesta a ayudar en lo que fuera necesario, aportando su entusiasmo y apoyo a Mabel y al resto del grupo. Sin embargo, cuando el atardecer empezó a caer, decidió ir a comprar algo para que los adolescentes pudieran cenar y seguir trabajando sin interrupciones.

A medida que la luz del día se desvanecía, el grupo se dio cuenta de que no podían avanzar más en sus grabaciones. Las únicas escenas restantes eran las de Dipper Pines, quien estaba dentro de la casa, concentrado en terminar un proyecto de literatura con Jay. Y aunque Bill no estaba completamente feliz con la situación, confiaba en su novio, especialmente después de la conversación que habían tenido en su casa ese miércoles. Esa charla había despejado muchas de sus dudas, y ahora el rubio intentaba mantener la calma mientras esperaba a que el castaño terminará.

El grupo de chicos, que incluía a Wirt y Beatrice, se había reunido en el jardín para conversar mientras esperaban. Wirt había asumido el rol de camarógrafo, y Beatrice se encargaba del vestuario y maquillaje. La conversación había fluido rápidamente, saltando de tema en tema, hasta que, sin poder evitarlo, el nombre de Jay salió al aire.

—Deberíamos tomarnos un descanso —dijo Will como el director—, en lo que esperamos que Dipper termine con lo que está haciendo.

Mabel bufó con exasperación, cruzando los brazos.

—Maldito Dipper —se quejó la castaña—. Seguro planeó terminar su proyecto hoy con Jay sólo para evitar grabar sus escenas.

Bill hizo una mueca de desagrado al escuchar esa posibilidad. Aunque dentro de él, sabía que Dipper había planeado hacer el proyecto hoy para que pudiera estar más tranquilo puesto que él podría estar cerca, no podía evitar sentir una punzada de incomodidad.

—Perdón, no con esa intención —le aclaró la castaña preocupada—. Sino con la intención de evitar bailar como en el video.

—Lo sé —murmuró Bill, desanimado mientras rodaba los ojos con molestia—. Pero eso no lo hace menos horrible, hace rato que tuve que bajar porque mi risa no los estaba dejando grabar, Dipper estaba escuchando todo lo que Jay le decía mientras asentía con sus ojitos todos preciosos iluminados igual que el día de la cafetería. ¿Qué puede estar diciéndole Jay que lo ponga así?

Un pequeño puchero se escapaba de los labios del rubio ante la idea.

—¿El día de la cafetería? —preguntó Wirt, curioso por el comentario del rubio.

—El lunes —aclaró Mabel, recordando el incidente—. ¡Oh, cierto! Ustedes estaban con ellos. ¿Qué estaba pasando ahí? ¿No notaron algo raro con Jay?

La castaña, intentando contener una sonrisa, les preguntó a la pelirroja y al castaño mientras observaba sus camisetas que decían "Ya no estoy haciendo arte abstracto, perro sucio". Aunque ya había notado las camisetas desde que llegaron para grabar, el chiste seguía siendo igual de gracioso. La pareja intercambió miradas pensativas, tratando de recordar los detalles de aquel día.

—No sé qué tenía, pero definitivamente estaba actuando raro —dijo Beatrice, frunciendo el ceño mientras repasaba mentalmente la conversación—. Aunque no recuerdo exactamente de qué hablábamos.

—¡Oh! ¡Yo sí me acuerdo! —soltó Wirt emocionado—. Estábamos hablando de la sesión de rol. Dipper estaba habla y habla: "De lo cool, hermoso y divertido que fue Nick en la sesión".

Wirt trató de imitar la voz de Dipper con exageración, poniendo una voz más aguda mientras juntaba las manos y le hacía ojitos a su novia, burlándose con cariño de su amigo.

—¡Cierto! —añadió la chica, riendo suavemente—. Estaba todo: "¿Viste que Nick le arrancó los dientes a Zhara? ¿Y qué Bill llevó su bolsita de dientes? ¿Viste cómo me coqueteo al final de la sesión? Bill esto, Nick aquello, Bill, Nick, Bill, bla, bla, bla...

La pelirroja rió un poco más haciendo los mismos gestos uniéndose a su novio para burlarse de Dipper y el rubio no pudo evitar sonrojarse al escuchar aquello. ¿Estaba hablando de él?

—Hasta le preguntó a Jay si había alguna manera de pactar una ruptura entre sus personajes para que pudiera salir con Nick —dijo Beatrice entre risas.

Xólotl intervino, sonriendo ante la revelación.

—¿Entonces estaban hablando de Bill todo el tiempo? —preguntó, divertido—. ¿Por eso se veía tan enamorado?

—Básicamente —respondió Wirt, asintiendo—, aunque Jay intentaba cambiar el tema de vez en cuando.

Bill, que había estado escuchando con una mezcla de sorpresa y alivio, esbozó una sonrisa tonta. ¿Así que todo ese entusiasmo era por él? ¿Sus ojos brillaban así de hermosos por qué estaba hablando de él? La idea lo llenó de una calidez inesperada, pero su felicidad se vio interrumpida por un recuerdo inquietante.

—¿Y por qué Jay lo estaba acariciando del brazo? —preguntó Bill, frunciendo el ceño—. ¿Dipper en serio no se dio cuenta?

Beatrice trató de aclarar el malentendido.

—Eso es lo que te digo cuando decimos que estaba actuando raro —explicó la pelirroja—. No lo estaba tocando realmente, sólo parecía que lo hacía... Y Dipper estaba tan concentrado hablando de ti que no se dio cuenta que Jay estaba acariciando el aire.

—¿Qué? —balbuceó el rubio, confundido—. ¿Acariciando el aire?

Xólotl hizo una mueca, visiblemente asqueado con la situación.

—Desde nuestra perspectiva, parecía que estaba tocando a Dipper —murmuró, disgustado.

"Jay estaba bien, pero zafado de la cabeza" pensó Xólotl.

—Exacto —añadió Mabel, todavía perpleja—. Hasta tuve que regañar a Dipper por ser tan tonto como para no darse cuenta de eso.

Wirt se frotó la barbilla, pensativo.

—Ahora que lo pienso, dado que tú estabas viendo, empiezo a creer que Jay lo hizo a propósito para molestarte, Bill —dijo Wirt, haciendo una mueca—. Fue muy raro.

—Ni que lo digas —añadió su novia, compartiendo la incomodidad.

El grupo se quedó en silencio por unos momentos. Bill no podía dejar de sentir un nudo en el estómago, Jay era un imbécil, pero escuchar de más personas que también lo percibían así le daba una sensación de validación, la cual necesitaba.

—¿Entonces ustedes creen que Jay sí le está coqueteando? —preguntó el rubio, con la esperanza de que también validaran ese sentimiento.

—Definitivamente —respondió la pelirroja con firmeza.

—Al principio pensamos que no era en serio y que sólo era por el rol, pero cuanto más pasa el tiempo, más lo dudamos —añadió el castaño, con cierto desagrado evidente en su tono.

Mason Gleeful, que hasta entonces había permanecido al margen, decidió intervenir. Will lo miró con preocupación, temiendo que dijera alguna de sus tonterías, pero para su sorpresa, no fue así.

—Dipper me dijo que hablaría con él después de terminar el proyecto —explicó Mason, esbozando una pequeña sonrisa amable hacia Bill—. Le dije que no podía ser tan imbécil como para no darse cuenta de que Jay le estaba coqueteando, y me prometió que le pondría un límite en cuanto tuviera la oportunidad.

—¿Sí crees que lo haga?

Un estruendo interrumpió la conversación. Todos giraron la cabeza justo a tiempo para ver a Dipper abriendo la puerta principal de la casa con furia, empujando a Jay hacia afuera casi a patadas. Su rostro estaba encendido de enojo, y su voz retumbaba con una mezcla de rabia y frustración.

—¡Lárgate de aquí! ¡Vete de mi casa! ¡Ugh! —gritó Dipper, empujando al pelirrojo fuera de la puerta—. ¡No te quiero volver a ver nunca más! ¡Y ni se te ocurra volver a hablarme en tu maldita vida! ¡En cuanto al proyecto, no me importa si tengo que terminarlo solo! Prefiero poner tu estúpido nombre antes de trabajar contigo otra vez. ¡Ahora, vete!

Jay intentó balbucear una disculpa, pero Dipper no estaba dispuesto a escuchar. Con un último empujón, cerró la puerta de golpe, dejando al pelirrojo afuera de la casa bastante pálido, sobándose la quijada bajo la mirada atónita del grupo. El silencio que siguió fue palpable, sólo roto por la risa contenida de Xólotl.

—Supongo que eso responde tu pregunta —dijo el de nombre azteca, con una sonrisa divertida.

Bill miraba la escena sin poder creer lo que acababa de suceder. ¿Qué estaba pasando?

Jay, ahora rojo de vergüenza y rabia, se volvió hacia él, lanzando una mirada de odio.

—Estarás contento, ganaste —espetó el pelirrojo, señalando a Bill con desprecio.

Al parecer la gran actuación del chico había acabado.

—Nunca fue una competencia, Jay —soltó Mabel metiéndose entre ambos, queriendo reír del chico—. Siempre ha sido Bill y siempre lo será. ¡Ahora sal de mi set!

Mabel no necesitaba conocer los detalles exactos de lo que había ocurrido dentro de la casa para actuar así; confiaba plenamente en que, si Dipper había reaccionado de esa manera, debía tener una muy buena razón. Y considerando los eventos de los últimos días, ya se había formado una idea bastante clara de lo que había sucedido entre ellos, por lo que se sintió más que satisfecha al ver que su hermano finalmente le había puesto un alto a Jay.

Se mantuvo firme, sin apartar la vista del pelirrojo, con la certeza de que no estaba sola. La intimidante presencia de la hermana de Mason y de Xólotl, que lo miraban con advertencia, reforzaba su postura. Una sola señal de Mabel, y Jay no sólo sería pulverizado por su grupo de amigos, sino también por la propia castaña, que no podía evitar sentir una chispa de emoción ante la posibilidad de poner en práctica las clases de boxeo que su tío Stan le había enseñado con tanto esmero.

—¿Qué estás esperando? ¡Fuera! —le repitió la castaña señalando la salida.

Jay resopló, rodando los ojos, y finalmente se marchó, sabiendo que no había punto en seguir esa batalla perdida.

—¿Estás bien? —preguntó Xólotl, mirando a su amigo con preocupación.

Bill parpadeó un par de veces, asintiendo con la cabeza ligeramente, todavía procesando lo que había ocurrido. Sin decir una palabra, se apresuró a entrar en la casa en busca de que su novio se encontrará bien, ignorando las miradas curiosas del resto. Al llegar a la sala, se encontró a un Dipper incontrolable, el castaño sollozaba apoyando sus manos en su cabeza y el rubio se acercó con rapidez, su preocupación creciendo mientras más y más.

—¿Dipper? —lo llamó suavemente—. ¿Estás bien?

El mencionado no se detuvo al escuchar su voz, simplemente negó con la cabeza sin parar de llorar. Sin dudarlo, Bill corrió a sus brazos.

—¿Qué pasó? —preguntó el más alto, sosteniéndolo con firmeza, decidido a averiguar qué había provocado esa reacción en su novio.

Y de ser necesario, asegurarse de que Jay no se acercara más a él.

[...]

Por más que lo intentaba, Dipper no lograba concentrarse. Su mente estaba atrapada en un océano de preocupaciones: su novio, las tensiones que los rodeaban, y la verdad que seguía ocultando. Cuando nadie estaba mirando, sentía las miradas insistentes de Mabel y Mason, presionándolo a confesarle la verdad a Bill. Estaban molestos con él, culpándolo con la mirada por las peleas que habían tenido con sus respectivas parejas y aunque ninguno de los dos lo admitieran, también estaban genuinamente preocupados por la salud mental del rubio.

Su novio creía que le estaba siendo infiel con Pino, lo cual era trágicamente irónico, ya que Dipper era, en realidad, Pino. Y cada segundo que pasaba sin revelar la verdad era una tortura lenta y agonizante para Bill, el castaño lo sabía y eso lo destruía por dentro. Por eso, en los últimos días, no había dejado de pensar en cómo confesarle la verdad a su novio, buscando el momento y la manera perfecta de hacerlo. El castaño sabía que no podía seguir así.

No se permitiría seguir así.

En su mente, Dipper ya tenía la mayor parte del plan trazado, pero aún le faltaban algunos detalles cruciales. Uno de ellos era descubrir quién estaba difundiendo la existencia de Pino. ¿Quién había grabado el audio de Bill hablando del tema? ¿Quién era la persona dispuesta a arruinarle la vida al revelar al mundo que supuestamente su novio le estaba siendo infiel?

—¿Dipper? —preguntó Jay, el pelirrojo sentado junto a él en la sala de su casa.

—¿Eh? —murmuró confundido, siendo arrancado bruscamente de sus pensamientos.

El castaño observó a Jay con detenimiento, considerando la posibilidad de que él fuera el responsable de los rumores. Pero una parte de Dipper quería creer en el chico. Quería pensar que, incluso si Jay tuviera un crush con él, no intentaría sabotear su relación con Bill. Después de todo, eran amigos, ¿no?

—¿Todo bien? —inquirió Jay, notando la inquietud del chico.

—Sí, sí —mintió Dipper, desviando la mirada—. Perdona, tenía mi mente en otro lado.

Jay dejó el libro que tenía en las manos y se giró completamente hacia el castaño, preocupado.

—¿Está todo en orden? —preguntó nuevamente, con un tono que dejaba ver su genuina preocupación.

—Sí, no te preocupes por eso —respondió Dipper, negando suavemente con la cabeza—. Sólo he tenido una semana complicada.

Jay lo miró con curiosidad, queriendo entender qué le pasaba realmente a su amigo, pero el castaño no estaba listo para abrirse. Mientras Dipper intentaba poner en orden sus pensamientos, una pregunta se repetía en su mente: ¿podía realmente confiar en Jay, o era él quien estaba detrás de todo?

—Puedes hablar conmigo si algo te molesta —le aseguró el pelirrojo, con una sonrisa amable—. Para eso están los amigos, ¿sabes?

Dipper desvió la mirada hacia el chico, tratando de leer entre líneas, de descubrir las verdaderas intenciones detrás de esas palabras. Sus amigos insistían en que Jay parecía coquetear con él, pero el castaño nunca había notado nada fuera de lugar. Aun así, decidió confiar en el instinto de sus amigos, recordándose a sí mismo que debía mantenerse alerta, no podía permitirse bajar la guardia.

—No es nada, de verdad, solo... —el de ojos marrones dudó un momento. Quizás podría aprovechar la oportunidad para averiguar si Jay realmente tenía sentimientos por él—. Es una tontería.

—No importa si es tonto —respondió el pelirrojo con tono firme—. Si hay algo en lo que te pueda ayudar para que estés más tranquilo, házmelo saber.

Dipper jugueteó con un lapicero, sus pensamientos debatiéndose entre la cautela y la curiosidad. Finalmente, decidió que podía empezar por algo pequeño.

—No es nada malo —murmuró, evitando la mirada del chico—. Sé que te he estado molestando mucho con este tema últimamente, pero estaba pensando... ¿de verdad te molestaría si Elliot comienza a coquetear con Nick?

Si Dipper hubiera estado observando a Jay, habría notado cómo la sonrisa se desvaneció de su rostro en cuanto escuchó esas palabras.

—¿A mí, Jay? —preguntó el pelirrojo, esforzándose por mantener una actitud positiva.

—Sí, sé que a Haley definitivamente no le gustaría, pero no quiero que te sientas mal porque Elliot deje a tu personaje por el de Bill —explicó Dipper, esbozando una sonrisa nerviosa—. Sé que es algo meta, pero realmente me gustaría explorar esa historia, y ya que se dio una justificación en el rol, quería asegurarme de que estuvieras bien con eso.

Jay intentó recuperar la compostura, forzando una sonrisa.

—Dipper, ¿por qué me molestaría por eso? —respondió, tratando de sonar despreocupado—. El rol es rol, y si crees que es lo que Elliot haría, adelante... pero te advierto que Haley te echará una maldición por eso.

Dipper buscó señales de segundas intenciones en su respuesta, pero no encontró ninguna, lo que le generó cierta confusión.

—Supongo que me la ganaré —dijo, antes de continuar—: Perdóname por Haley, pero en serio me gustó mucho el personaje de Bill y no sé si sea Elliot o yo, pero no me puedo resistir a él.

Al escuchar esto, la sonrisa de Jay flaqueó un poco, y el castaño lo notó. Tal vez estaba siendo cruel al hablar tan abiertamente de su atracción hacia Bill, pero necesitaba saber si había motivos para preocuparse. Si Jay realmente sentía algo por él, entonces tendría que tener una conversación incómoda sobre los límites y la incomodidad que Bill sentía al respecto.

—No te preocupes por eso —respondió el pelirrojo, desviando la mirada—. Lo entiendo, es tu novio después de todo.

Dipper sonrió tímidamente, consciente de la tensión en el aire.

—Te lo compensaré, lo juro —dijo con una sonrisa más sincera, y Jay la correspondió, aunque con menos entusiasmo que antes.

La conversación terminó ahí, pero Dipper se quedó con una sensación incómoda, preguntándose si había tocado un tema demasiado sensible o si había descubierto una verdad que prefería no conocer.

Los dos chicos continuaron trabajando en el proyecto, con el castaño tecleando las palabras que Jay le dictaba. De vez en cuando, entablaban una conversación casual, pero nada que los distrajera demasiado de la actividad que tenían pendiente. Sin embargo, un par de carcajadas resonaron desde otra parte de la casa, captando de inmediato la atención de ambos. El ruido venía de la habitación de los padres de Dipper, y él no pudo evitar preguntarse qué había ocurrido para provocar tantas risas. Una sonrisa se dibujó en su rostro al reconocer la risa inconfundible y encantadora de Bill entre todas las demás. Aunque no pudiera verlo, podía casi imaginar la expresión alegre en el rostro de su novio, y esa simple idea bastaba para que el corazón le latiera un poco más rápido.

—¿Qué crees que haya pasado? —preguntó Jay, divertido por el sonido de las risas.

El de ojos marrones salió de su ensoñación y lo miró mientras las risas se atenuaban poco a poco.

—Estoy seguro de que Xólotl hizo algo estúpido —respondió con una sonrisa, recordando las bromas que solían ocurrir en los rodajes—. Creo que justo están grabando sus escenas.

—¿Crees que se enoje mucho si me pongo mi playera de "Perro sucio"? —bromeó el pelirrojo, mostrándole la camiseta que había comprado—. Tu hermana hizo un muy buen trabajo con el diseño.

Dipper soltó una risa genuina ante la idea.

—Oh, totalmente. Aunque ahora que sabe que Mabel las hizo, está un poco menos molesto —respondió el castaño—. Pero si me preguntas a mí, yo siempre estoy a favor de molestarlo, así que eres más que bienvenido a cambiarte.

Jay rió suavemente.

—De acuerdo —dijo, aunque en su voz había una chispa de travesura.

Sin esperar demasiado, el pelirrojo se quitó la playera frente a Dipper, quien solo apartó la mirada incómodo y desconcertado, él se refería a que fuera al baño a cambiarse, no a que lo hiciera frente a él. Pero esta acción, solo lo hizo considerar seriamente que Bill y todos sus amigos tenían un buen punto respecto a las intenciones sospechosas que tenía con él.

—Pero, ¿tan en serio se tomó el concurso? —preguntó Jay casualmente, mientras se terminaba de acomodar la playera.

—Oh, sí —contestó Dipper incómodo sin atreverse a verlo todavía, marcando con énfasis sus palabras y tratando fuertemente de ignorar lo extraño que había sido eso—. Tanto Mabel como él estaban como locos haciendo campaña para ganar, haciendo videos y publicaciones al respecto. ¿Y quieres saber lo peor?

—Por supuesto —respondió Jay, interesado.

—Vanessa nos dijo que en ambas votaciones llevaban la delantera hasta que Tom y la Bestia alteraron los resultados. Y luego, cuando se pelearon delante de todos... —murmuró Dipper aún incómodo, aunque con una sonrisa cubierta de culpabilidad—. Me siento muy mal por ellos, pero al mismo tiempo me da risa. Estuvieron a punto de ganar las dos veces.

—Wow, pobrecitos —respondió Jay, haciendo una mueca de pena.

Otra oleada de carcajadas resonó, y Dipper no pudo evitar sonreír cuando volvió a reconocer la risa de Bill. Las voces se acercaban, y pronto pudo escuchar a Mary, la madre de Dipper, acompañando al rubio hasta la cocina para que pudiera calmarse y no arruinar la grabación. Al parecer, lo habían sacado de la habitación porque no podía dejar de reírse de Xólotl.

El castaño intentaba concentrarse en el trabajo o en la conversación que estaba teniendo con Jay, asintiendo de vez en cuando para fingir que estaba escuchando, pero su atención no podía alejarse de la risa de Bill, que se había convertido en la majestuosa melodía que llenaba su mente. Aunque no podía verlo, sabía que esa risa significaba que el rubio estaba feliz, y eso era todo lo que importaba.

—¿Entonces te parece bien? —la voz de Jay lo sacó de sus pensamientos, obligándolo a pretender que había estado prestando atención.

—Sí, seguro —respondió Dipper con una sonrisa forzada, esperando que su distracción no fuera demasiado evidente.

El día continuó su curso mientras los dos seguían trabajando en el proyecto. A medida que las escenas de grabación se llevaban a cabo en otra parte de la casa, Dipper y Jay se acercaban cada vez más a terminar su tarea de literatura. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por concentrarse, el castaño no podía dejar de pensar en Bill, y en cómo, incluso en la distancia, su risa tenía el poder de alborotarlo por completo. Trataba de enfocarse, de terminar cuanto antes, pero su mente siempre volvía a Bill, y si no era por su risa, era por la tensión que existía entre ellos por el asunto de Pino.

Jay, por su parte, no había pasado por alto el comportamiento distraído del chico frente a él. Había estado observándolo durante toda la tarde, notando los momentos en que su mirada se perdía, los suspiros silenciosos, y cómo, a pesar de su esfuerzo por concentrarse, su mente parecía siempre estar en otro lugar. Era evidente que algo lo estaba perturbando, y el pelirrojo había tratado de alargar el tiempo que pasaban juntos trabajando en el proyecto, buscando cualquier excusa para prolongar su compañía.

Quería acercarse más a él, aprovechar ese estado vulnerable en el que Dipper parecía encontrarse.

Pero, a pesar de sus esfuerzos, el castaño trabajaba con determinación, apurando el proyecto como si tuviera prisa por terminar. A cada momento se volvía más evidente que Dipper solo deseaba salir de allí para poder regresar con Bill, dispuesto finalmente a enfrentar lo que ambos habían estado evitando.

Jay sabía que, si había un momento para acercarse más a Dipper, sería cuando este necesitara ayuda. Había estado esperando una apertura, una grieta en la pared que tenía el castaño frente a él, y ahora parecía haberla encontrado. Así que, al fin, decidió romper el silencio, aprovechando la oportunidad que tanto había anhelado.

—¿Dipper? —llamó suavemente, interrumpiendo la línea de pensamientos del chico—. ¿Estás seguro de que estás bien?

—¿Uh? —Dipper parpadeó, confundido—. ¿Qué te hace pensar lo contrario?

El pelirrojo lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación, sus ojos reflejaban su deseo de una respuesta más profunda.

—Tu actitud —respondió con sinceridad—. Pareces preocupado por algo... has estado muy distraído hoy.

Dipper soltó un leve suspiro, consciente de que, por más que intentara disimular, había sido demasiado obvio.

—Oh... —murmuró, desviando la mirada—. No es nada.

Jay se acercó un poco más, inclinando la cabeza como si intentara establecer un contacto más cercano, más íntimo.

—¿Seguro que nada te molesta? —inquirió con suavidad—. Hoy estás... diferente. Parece que algo te está estresando.

Dipper lo observó detenidamente, dándose cuenta de que sus preocupaciones eran evidentes para quienes lo conocían o incluso para los que no lo hacían tanto. Se sintió algo apenado al pensar que había dejado que sus problemas se notaran tan fácilmente.

—Perdona —dijo bajando la mirada, incómodo—. No esperaba ser tan obvio... ni que lo notarás.

Jay dejó ver una sonrisa comprensiva, pero en su interior se sentía superior, complacido por haber detectado las tensiones que rodeaban al castaño.

—¿Cómo no voy a notarlo? Te conozco, Dipper —le aseguró con un tono coqueto—. Si quieres hablarlo, tal vez sacarlo te ayude a sentirte mejor.

El mencionado dudó, considerando las consecuencias de sus opciones. Por un lado, sabía que debía establecer ciertos límites con Jay; había señales demasiado evidentes que no podía seguir ignorando y esa podría ser la oportunidad perfecta para discutirlos. Sin embargo, también temía que abrir esa conversación pudiera hacer incómodas sus interacciones en el futuro, algo que quería evitar por el momento, al menos hasta que pudieran terminar con el proyecto.

Por otro lado, Jay parecía genuinamente interesado en ayudar, aunque Dipper no estaba del todo seguro de poder confiar en sus intenciones.

Se debatió unos segundos antes de responder, considerando cada palabra cuidadosamente.

—No sé si es algo que quieras oír... —advirtió con cautela—. O que deberíamos hablar ahora.

Dipper no quería ser cruel. Recordaba la expresión de dolor del pelirrojo la última vez que hablaron sobre Bill. Si los sentimientos de Jay por él eran sinceros, no quería torturarlo innecesariamente. Sabía que en algún punto tendrían que hablar de ello, pero prefería dejar esa conversación incómoda para después, una vez que hubieran terminado lo que tenían pendiente y no obligarlo a estar con él después de una plática incómoda.

—No te preocupes por mí —dijo, con una sonrisa que intentaba transmitir apoyo—. Si hablarlo te ayuda a sentirte mejor, no tengo problema en escuchar. Para eso están los amigos, ¿no?

El castaño lo miró de nuevo, dudando aún sobre qué hacer. Sabía que eventualmente tendría que abordar la situación con Jay, pero no estaba seguro de querer hacerlo en ese momento. Aun así, la insistencia del pelirrojo lo estaba impulsando a hablar.

Jay se sentía orgulloso, convencido de que finalmente había encontrado la manera de extender su tiempo con Dipper. Si lograba alargar la conversación lo suficiente, podría posponer la finalización del proyecto y así pasar un par de días más con él, ganando terreno poco a poco.

—¿Estás seguro? —preguntó el castaño, buscando una última señal antes de continuar.

Jay asintió con una sonrisa, pero había algo en su expresión, una especie de ansiosa expectación que incomodaba a Dipper.

—Tiene que ver con Bill —murmuró finalmente, observando atentamente la reacción del pelirrojo.

Para su sorpresa, lejos de mostrarse incómodo o desinteresado, la sonrisa de Jay se amplió, casi con una satisfacción que resultaba perturbadora. Parecía como si el tema de Bill fuera justo lo que quería discutir.

—¿Estás teniendo problemas con él? —preguntó el pelirrojo, con un tono que sonaba extrañamente feliz por la posibilidad de que fuera cierto—. No tengo problema en hablar de eso. Si te está molestando algo, soy todo oídos.

Dipper sintió un nudo formarse en su estómago. La reacción de Jay no era lo que esperaba. En lugar de la comprensión o dolor que había anticipado, la felicidad casi enfermiza que mostró al pensar en problemas entre él y Bill le resultó alarmante. Era como si estuviera esperando este momento, deseando que hubiera una fractura entre ellos para poder actuar.

—No estoy seguro... —Dipper dudó seriamente, mordiéndose el labio. Su intuición le decía que algo estaba mal, que debía tener cuidado con lo que decía—. No sé si es una buena idea hablar de esto ahora, tal vez deberíamos terminar el proyecto antes.

Jay lo miró con una expresión casi expectante, como si quisiera presionar a Dipper a seguir hablando. Algo en esa conversación estaba a punto de volverse incómoda, y el castaño no estaba seguro de querer saber hasta dónde el chico estaba dispuesto a llegar.

—¿No crees que sería mejor hablarlo ahora y despejar tu mente para que puedas concentrarte completamente en el proyecto? —insistió Jay con suavidad, pero la presión en sus palabras era evidente.

El de ojos marrones sintió cómo la presión aumentaba, y supo que no podría evitar el tema mucho más tiempo. Suspiró, sabiendo que tendría que ser directo, era momento de hablar las cosas por más incómodas que pudieran ser.

—Bueno... ya que insistes —comenzó, con cierta vacilación—. Bill no se siente del todo cómodo con nuestra... amistad.

Dipper remarcó la palabra "amistad" con énfasis, esperando que eso fuera suficiente para dejar en claro lo que ellos eran, pero Jay pareció ignorar por completo ese hecho, satisfecho solo con el hecho de que el castaño hubiera admitido la incomodidad de su pareja.

—¿Oh, de verdad? —preguntó el pelirrojo con un aire de inocencia fingida—. ¿Bill está celoso de mí? ¿Por qué?

Un escalofrío recorrió a Dipper. No solo por las palabras de Jay, sino por el tono, como si la idea le resultara entretenida. La forma en que el pelirrojo asumió directamente que se trataba de celos le inquietó profundamente, como si estuviera admitiendo indirectamente que si Bill se sentía incómodo era porque había algo romántico pasando ahí.

—No diría que es exactamente eso —respondió Dipper, dándole una salida a Jay, esperando que negara la insinuación—, pero Bill siente que a veces... me estás coqueteando, y evidentemente eso no le agrada.

—¿Por qué pensaría eso? —inquirió Jay, con una aparente confusión que sonaba falsa—. ¿He acaso hecho algo inapropiado?

El castaño vaciló. Bill no había señalado un momento específico y él no había notado nada fuera de lo ordinario, pero cada uno de sus amigos había hecho observaciones similares sobre la actitud del pelirrojo, dándole la razón al rubio. Y ahora, viendo la actitud de Jay, Dipper se sentía aún más inseguro sobre si realmente había algo de coqueteo, consciente de que sus miedos se estaban volviendo realidad.

Jay por otro lado, quería probarse que Dipper también sentía lo que él.

—No lo sé —admitió con honestidad—. No me dijo algo concreto, pero lo último que quiero es que Bill se sienta incómodo en nuestra relación, así que le creo.

El pelirrojo frunció el ceño ante esa respuesta. No le agradaba que Dipper estuviera defendiendo a Bill. Estaba perdiendo su oportunidad, así que decidió probar otra táctica para poner al castaño de su lado.

—Puede que yo tenga una idea de por qué piensa eso —dijo, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Alguna vez has escuchado eso de que los infieles suelen ser los que más miedo tienen de que les sean infiel?

—¿Qué? —respondió Dipper, sintiendo un nudo formarse en su estómago, temiendo lo peor.

Jay se encogió de hombros, como si lo que estaba a punto de decir no fuera gran cosa.

—Bueno, pensé que Mabel o Mason ya te lo habrían dicho de una mejor manera y más apropiada, pero parece que no... y odio ser yo quien te lo diga, Dipper —comenzó, adoptando un tono más serio—, pero creo que Bill está viendo a alguien más a tus espaldas.

El mencionado frunció el ceño, su mente tratando de procesar esas palabras que le parecían absurdas.

—¿De qué hablas? —preguntó, su incredulidad reflejada en su voz.

—Lo escuché hablando con Xólotl —prosiguió Jay, manteniendo su mirada fija en los ojos del castaño—. Hablaban de alguien a quién parece apodar "Pino", al principio creí que era un apodo para ti, pero se me hizo extraño que se refiriera a él como una persona diferente. Al parecer, Bill se siente culpable por no poder contártelo.

El castaño negó suavemente con la cabeza, una mezcla de incredulidad e indignación ardiendo en su interior. Jay estaba confirmando las sospechas que Dipper no quería enfrentar. O el pelirrojo era el responsable de esparcir rumores sobre la supuesta infidelidad de Bill, o alguien más se lo había contado... pero esa segunda opción no tenía sentido. ¿Por qué alguien le confiaría eso a Jay, de todas las personas? La única conclusión lógica era que el pelirrojo estaba manipulando la situación a su conveniencia, divulgando la información de Pino a sus amigos. Y eso lo enfurecía. ¿Era su culpa que sus amigos se pelearan? ¿Era su culpa que tuviera el triple de presión de confesarle lo de Pino a Bill?

—Entiendo si no me crees —dijo Jay con fingida compasión—. Sé que esto es difícil de aceptar, pero... logré grabar parte de la conversación. Si quieres, puedo mostrártelo.

El castaño no respondió de inmediato. Su mirada se clavó en el pelirrojo, sintiéndose traicionado. Pero más que eso, se sintió furioso. Todos habían tenido razón. Jay no era más que una rata, un oportunista que había estado esperando la primera señal de vulnerabilidad para colarse en su vida. Y Dipper empezaba a temer hasta dónde estaría dispuesto a llegar con tal de destrozar su relación con Bill.

—Quiero oír el audio —exigió el de ojos marrones, su voz más firme de lo que esperaba.

Sabía que aquello podría ser devastador, pero necesitaba la verdad, aunque doliera. Era la primera vez que se enfrentaría a ese infame audio que lo había atormentado los últimos días, y estaba aterrorizado. ¿Qué tanto habían dicho? ¿Cómo sonaría Bill? ¿Molesto? ¿Arrepentido? ¿Lo odiaría por lo de Pino? Dipper sentía cómo la ansiedad se acumulaba en su pecho mientras Jay preparaba el audio.

Cuando todo estuvo listo, el castaño se mentalizó para lo peor.

—Sin contar que incluso si Mason tuviera algo de razón, ¿vamos a ignorar por completo como se siente Dipper por ti? —se escuchó la voz de Xólotl, al parecer estaba consolando al rubio sobre todo lo que le había dicho el tonto de Mason en la cafetería—, ¿tienes idea de lo mucho que se muere por ti? No sólo dejó su orgullo de lado para pedirte perdón y acercarse a ti, ha ido en contra de Ford para ayudarte en matemáticas, ¿y qué no la escuela habló contigo hoy para que te ayuden con tus cosas tdahosas solo porque Dipper habló con Ford sobre eso? Jay no tiene oportunidad.

Dipper se quedó paralizado al escuchar la seriedad en la voz del de nombre azteca. ¿A poco sabía comportarse? Y no solo eso: estaba defendiendo su relación con Bill, esforzándose por calmar las inseguridades del rubio. Algo en ese hecho le resultaba conmovedor. Xólotl, con toda su irreverencia y estupidez, era genuinamente team Dipper.

—Sí, ¡pero eso sólo lo hace peor! —la voz de Bill se quebró, una queja ahogada que dejó escapar como si estuviera al borde del llanto.

El temblor en su tono hizo que el estómago del castaño se encogiera.

—¿De qué hablas? —le preguntó la voz de Xólotl.

Hubo un silencio pesado, una pausa que se sintió eterna, como si el tiempo mismo contuviera la respiración.

—¿Cómo puedo hacerle eso a Dipper? —Bill murmuró entre jadeos descontrolados, su respiración errática revelando cuánto luchaba por contener el llanto—, con lo maravilloso que es, ¿cómo puedo hacerle todo esto?

El mencionado sintió su corazón romperse en mil pedazos al escuchar la manera en la que su novio se refería a él, un dolor tan intenso en su ser que lo dejó sin aliento. Era como si su peor pesadilla se estuviera manifestando, cada temor y cada inseguridad volviéndose realidad al escuchar la voz destrozada de Bill. El peso de la culpa cayó sobre él, aplastándolo con violencia.

"¿Cómo podía hacerle esto a él?" pensó, sintiéndose miserable.

—¿De qué estás hablando? ¿Hacerle qué?

Entonces llegó la respuesta que destrozaría lo poco que quedaba del mundo de Dipper.

—¿Cómo puedo enojarme con él por Jay si yo le hago lo mismo o peor con Pino?

Ahí estaba. La maldita e infame línea que había envenenado todo a su alrededor, la que había arruinado su vida y deshecho la relación de sus amistades. Y lo peor era que... todo era culpa de él.

—Eso es diferente, Bill, y lo sabes —intentó tranquilizarlo Xólotl, pero su voz sonó vacía, sin suficiente peso para sostener el dolor del rubio.

—No lo es... —el mencionado dejó escapar un susurro apenas audible—. Siento que no puedo más con esto...

El sonido de algo estrellándose contra el suelo se escuchó. Probablemente el teléfono de Jay se había caído, pero Dipper ni siquiera reaccionó.

Se quedó ahí, inmóvil, con las palabras del rubio resonando en su mente, cada una perforando más profundo que la anterior. El odio hacia sí mismo comenzó a enredarse en su pecho, cada fibra de su ser gritando que había fallado, que él era el único causante de todo ese sufrimiento al amor de su vida.

—¿Quién está ahí? —preguntó el de nombre azteca y el audio acabó ahí.

Cuando finalmente lo escuchó todo, el corazón del castaño se rompió en mil pedazos.

La desesperación en la voz de Bill había destrozado algo dentro de él. El castaño sabía que su novio la estaba pasando mal, pero escuchar la voz así de rota en el audio había sido demasiado. Había tanto que el rubio ocultaba de él, todo ese tiempo fingiendo estar bien para no preocuparlo, sonriendo y tranquilizándolo a él, mientras ocultaba todo el sufrimiento que lo estaba consumiendo por dentro.

El castaño cerró los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que amenazaban con desbordarse de su rostro en ese momento. La culpa estaba devorando su corazón sin piedad. Bill había intentado soportarlo todo solo, y Dipper... él no había hecho nada para evitarlo, había estado tan ciego por sus propios miedos, que lo había dejado desmoronarse en silencio.

El dolor en la voz de su novio lo hizo sentir como si todo se hubiera caído a pedazos, como si cada paso que había dado los hubiera llevado a este punto de ruina, incluso cuando él sentía que habían estado en la cima. El rubio estaba llorando por su culpa, por sus miedos y por su falta de valor, y eso, lo rompió.

Bill merecería odiarlo, y sí lo hacía, Dipper no lo juzgaría.

Le había hecho daño a su novio, el amor de su vida, y eso lo destrozaba por dentro. Sin embargo, mientras el dolor lo invadía, el audio se repetía incansablemente en su cabeza, y fue ahí cuando algo crucial comenzó a cobrar sentido en su mente. Bill nunca había usado la palabra "infidelidad". Lo que había dicho, entre sollozos, era que no se sentía con derecho a pedirle a Dipper que no hablara con Jay porque él mismo cargaba con la culpa de una situación similar con Pino.

Jay, sin embargo, había asumido lo peor. Había interpretado las palabras del rubio de una manera que encajaba en su propia fantasía, como si Dipper le estuviera siendo infiel con él, como si sus interacciones con el pelirrojo fueran equivalentes a lo que Bill vivía con Pino. Y no solo eso, pero el pelirrojo se había aprovechado de la herida abierta que tenían, buscando sacar beneficio de la vulnerabilidad que sentía para usarla como una oportunidad para separarlos.

—Deberías estar con alguien que no te es infiel —murmuró el pelirrojo, rompiendo el silencio mientras se acercaba demasiado, su voz cargada de una falsa compasión—. Alguien que no dude de lo que siente por ti... —soltó colocando una de sus manos en el muslo del castaño—... alguien como yo.

Antes de que Dipper pudiera reaccionar ante el indeseado tacto, Jay acortó la poca distancia y lo besó.

Aunque "beso" era una palabra demasiado amable para describir lo que el pelirrojo estaba haciendo, Dipper sentía la lengua del chico tratando de invadir su boca. Con un profundo asco recorriéndole el cuerpo, intentó apartarse bruscamente, pero Jay lo sostuvo con más fuerza, impidiéndole escapar.

Tras unos segundos que parecieron eternos, Dipper reunió toda su fuerza y lo empujó con violencia, logrando finalmente separarse de él y sin pensarlo, le lanzó un puñetazo directo al rostro. El de ojos marrones se levantó de golpe, la indignación brillando en sus ojos. No podía creer lo que acababa de pasar.

¿Jay era realmente tan imbécil, o simplemente estúpido?

—¿Qué demonios te pasa? —replicó molesto, alejándose de él y limpiándose la boca con asco—. ¿Qué está mal contigo?

—Dipper... yo creí.

—¿Creíste qué? —le dijo con repulsión—. ¿Qué si Bill me era infiel y estaba vulnerable te me podrías insinuar? ¿Qué te correspondería? ¿Eso creíste?

—No es eso... —intentó suavizar Jay, con un tono meloso que solo exponía sus verdaderas intenciones—. Pero, piénsalo, Dipper. Tú y yo éramos amigos, y nunca te fijaste en nadie más. De repente, te interesa Bill, tu peor enemigo. Y mira lo que te está haciendo con ese tal Pino. ¿No ves que te está lastimando? Dime, ¿no es esa la razón por la que estás tan abrumado? Deberías estar con alguien que realmente se preocupe por ti. Alguien que está aquí, ahora.

Dipper lo miró incrédulo, como si de repente el chico frente a él fuera un completo desconocido, pero en el fondo, se dio cuenta de que tal vez Jay siempre había sido un extraño para él. Frunció el ceño, su mirada oscureciéndose mientras la frustración y el desprecio crecían dentro de él. ¿Jay realmente estaba tratando de aprovecharse de su situación... de él?

¿De verdad creía que era tan tonto que podía manipularlo así? ¿Qué era tan estúpido como para caer en su juego?

—Okay, acabo de darme cuenta de dos cosas —comenzó Dipper, su voz firme y cargada de rabia contenida—. Primero, que nunca fuiste mi amigo. Y segundo, que no eres tan listo como crees. ¿De verdad piensas que voy a creer, por un solo segundo, que te importo más que Bill? —el castaño se inclinó un poco hacia adelante, enfrentándose directamente a Jay—. ¿Especialmente después de verte actuar de esta forma, aprovechándote de la situación para besarme? Eres patético y un asco de persona. Y si tanto te interesa saber, Bill y yo ya hemos hablado de esto.

El silencio que siguió fue casi asfixiante. Jay, atrapado en su propia narrativa distorsionada, parecía incapaz de procesar las palabras de Dipper. Pero, rápidamente, su mente volvió a moldear la situación a su conveniencia, como si no pudiera soportar el rechazo directo, y en su lugar, intentara aferrarse a cualquier detalle que pudiera darle ventaja.

—¿Entonces sabías que te estaba siendo infiel? —preguntó, escuchando únicamente lo que le convenía.

—¡No, Jay! —exclamó Dipper, frustrado, rodando los ojos—. Bill no me está siendo infiel. Estás malinterpretando todo lo que dijo y lo estás tergiversando a tu conveniencia.

—Pero él mismo dijo que se sentía culpable por lo que estaba pasando entre nosotros —insistió el pelirrojo, como si estuviera diciendo algo obvio—. Dijo que no podía reclamarte nada porque él estaba haciendo lo mismo. ¿Cómo es malinterpretarlo?

—¿Nosotros? —repitió el castaño, su voz cargada de desprecio—. Aquí nunca ha habido un "nosotros", y nunca lo habrá. ¿No se te ocurrió que Bill podría estar hablando de alguien que le estaba coqueteando a él, y que no sabía cómo ponerle un límite? Porque es lo único que pasaba entre nosotros... —al decir eso, el rostro del pelirrojo cambió por completo, de incredulidad a dolor—. ¿Por qué asumiste inmediatamente que me estaba siendo infiel? Si Mabel y Mason, que realmente me conocen y saben cómo es mi relación con Bill, hablaron conmigo y no vieron problema, ¿qué te hace pensar que tienes derecho a decirme todo esto? ¿Qué te hace creer que esto iba salir como tú querías?

Dipper dio un paso más cerca, su paciencia agotada.

—No sé qué esperabas al decirme todo esto, Jay. ¿Qué, mágicamente me daría cuenta de que deberíamos estar juntos? ¿Qué me levantaría, te besaría, y diría: "Sí, Jay, ¿dejaré a Bill por ti"? —se burló con una risa amarga—. No. Que te entre muy bien a la cabeza, estoy enamorado de Bill, y siempre lo he estado. Y sí, estamos pasando por un momento difícil, uno que tú, por lo que parece, has empeorado a propósito. Pero no te preocupes, porque a partir de ahora, estás fuera de la ecuación, fuera de nuestra vida —Dipper señaló la puerta con un gesto firme—. Bill y yo vamos a estar bien, y sin ti en el medio, tratando de arruinarlo todo.

Jay abrió la boca, intentando justificarse, pero la mirada que encontró en el castaño lo paralizó. Nunca antes había visto tal frialdad en los ojos de su compañero: una mezcla de desprecio y un odio que lo hacía sentir pequeño e indefenso.

—Recoge tus cosas y vete, no te quiero volver a ver nunca —ordenó Dipper, con una calma aterradora—. Y escucha bien, Jay. Si por un instante se te ocurre la idea de mostrar ese audio a alguien más, te juro que haré tu vida un infierno. No voy a permitir que sigas dañando mi relación con Bill, la relación de mis amigos con él o su reputación. ¿Quedó claro?

El pelirrojo aturdido e indignado, trató de balbucear una respuesta, pero las palabras no le salían. Intentó argumentar, aun aferrándose a la mínima esperanza de recuperar el control de la situación.

—Dipper, por favor... —comenzó, buscando una salida.

—¿Quedó claro? —repitió Dipper, esta vez con más firmeza, su voz subiendo un tono.

Jay tragó saliva y asintió, incapaz de sostener más tiempo la mirada del castaño. Con manos temblorosas, comenzó a recoger sus cosas, sintiendo la humillación arder en su piel.

—Pero... —insistió, en un último y patético intento.

—No. No hay peros —lo interrumpió con un gesto despectivo, cruzándose de brazos—. Lo que hiciste fue cruzar una línea, Jay. No soy estúpido. No voy a caer en tus manipulaciones y que me intentes besar sin mi consentimiento es algo que nunca te voy a perdonar, eres horrible. Bill y yo estamos juntos, y vamos a salir de esto. Tú, en cambio, vas a desaparecer de nuestras vidas, porque créeme, si te vuelves a acercar, te aseguro que otro puñetazo será la menor de tus preocupaciones. Así que hazte un favor y deja de hacer el ridículo.

La fuerza en las palabras de Dipper dejó claro que ya no había lugar para más engaños. Jay no solo había perdido la batalla, sino que había revelado quién era realmente frente a él. El pelirrojo bajó la cabeza, resignado, pero aun tratando de aferrarse a algo, cualquier cosa que pudiera ayudarlo.

—¿Y qué hay del proyecto? —preguntó, su voz cargada de impotencia, aferrándose a la última excusa que se le ocurría para no marcharse, consciente de que ya lo había perdido todo.

El castaño no soportó más, su paciencia completamente agotada.

—¿¡El proyecto!? —soltó, en un grito lleno de indignación, sus manos temblando de rabia—. ¿De verdad crees que eso te va a salvar ahora? ¿Me intentas besar, manipular y te preocupa el estúpido proyecto? ¡LARGO! ¡FUERA DE MI CASA! ¡YA!

La furia que sentía lo consumía desde adentro. Mientras las palabras salían de su boca, comenzó a recoger con movimientos violentos las pocas pertenencias del chico que aún quedaban esparcidas por el suelo. No le importaba si alguien lo escuchaba o si su madre entraba en ese momento y lo regañaba por cómo trataba a su "invitado". Lo único que deseaba era que Jay desapareciera, que saliera de su casa, de su vida. Y si tenía que sacarlo a empujones o incluso a patadas, lo haría sin dudar.

El pelirrojo estaba incómodo y balbuceante, intentaba recoger sus cosas mientras Dipper lo empujaba con una mezcla de furia y decepción que apenas podía contener.

—¡Lárgate de aquí! ¡Vete de mi casa! ¡Ugh! —le gritó, la voz rota entre el enojo y la decepción—. ¡No te quiero volver a ver nunca más! ¡Y ni se te ocurra volver a hablarme en tu maldita vida! ¡En cuanto al proyecto, no me importa si tengo que terminarlo solo! Prefiero poner tu estúpido nombre antes de trabajar contigo otra vez. ¡Ahora, vete!

Jay intentó articular una última excusa, algún intento desesperado por justificar su comportamiento, pero Dipper no lo escuchaba. De un portazo que resonó por toda la casa, lo sacó, como si con ese gesto pudiera sacar a Jay de su casa y de su vida. El silencio que siguió fue abrumador, dejando al castaño solo con sus pensamientos.

Dipper se quedó inmóvil por unos segundos, su respiración agitada resonando en las paredes. Lo invadió una sensación sofocante de odio, dolor y... vulnerabilidad. Quería gritar, romper algo, llorar hasta quedarse sin fuerzas. Quería maldecir el momento en que había permitido que Jay se acercara a él, por permitir que envenenara su relación con su falsa amistad y estúpida bocota, quería maldecir su estupidez por no haber visto antes lo que realmente buscaba, era un tonto, un grandísimo tonto que se sentía asqueado y no podía quitarse la sensación de la asquerosa boca del chico contra la suya y, eso le daba ganas de vomitar.

Estaba tan frustrado, estresado y abrumado que no podía evitar llevarse sus manos temblorosas al cabello mientras lo apretaba y tiraba ligeramente. Quería desaparecer, dejar de existir, o al menos gritar hasta quedarse sin voz, esperando que, de alguna manera, el dolor se esfumara. Estaba tan atrapado en su furia, autodesprecio y en esa horrible sensación de estar sucio, que lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, sintiéndose terriblemente mal.

Jay había traicionado toda su confianza y se sentía tonto por ello, se sentía tan pequeño e inútil, que no escuchó los pasos que se acercaban. No quería saber nada de nadie nunca más, o al menos eso creía hasta que la dulce voz de sus sueños lo sacó de su tormento.

—¿Dipper? —la voz, dulce y cautelosa, lo sacó de su espiral de autodestrucción, devolviéndolo a la realidad—. ¿Estás bien?

Esa voz le hizo darse cuenta, que más que a Jay, a sus amigos o a la vida, Dipper se odiaba a sí mismo. ¿Cómo había dejado que todo llegará a ese punto? ¿Cómo había sido tan ciego, tan ingenuo, tan... débil? ¿Cómo podía ser tan horrible?

Pero esa voz, la única voz capaz de detener el caos en su mente, de calmar la desesperación que lo arrastraba lo trajo de regreso a la realidad.

Dipper levantó la vista, y ahí estaba Bill, con esos hermosos ojos ambarinos que, en cuestión de segundos, parecían borrar todo lo demás. El odio, el dolor, la rabia, el miedo, el asco, todo desaparecía frente a esos ojos que lo miraban con una preocupación que no merecía. Todo dejó de importar. Quería correr hacia él, refugiarse en sus brazos, sentir que al menos en ese momento, todo estaría bien. Pero también quería confesarle todo, contarle cada uno de los pensamientos oscuros que lo habían atormentado. Decirle que era una persona horrible, que entendía si quería dejarlo, que lamentaba ser el causante de su dolor.

Pero no tenía la fuerza para hacer ninguna de esas cosas. No en ese momento. En su lugar, cuando sintió al rubio sentarse a su lado, Dipper se lanzó hacia Bill, aferrándose desesperadamente a él, buscando en su abrazo un consuelo que no creía merecer, pero que necesitaba más que nada en el mundo.

El rubio lo envolvió con sus brazos con velocidad, sosteniéndolo con firmeza, pero su preocupación solo aumentaba al ver el estado en el que se encontraba su novio. Podía sentir la tensión en su cuerpo, el temblor en sus manos. Sabía que algo malo había sucedido, pero no tenía claro qué.

—¿Qué pasó? —preguntó suavemente, acariciando el cabello de Dipper mientras lo mantenía cerca, intentando descifrar lo que había causado tanto odio en su novio.

El castaño no pudo levantar la mirada, no quería enfrentarse a la preocupación de Bill, a su posible decepción. Sus palabras apenas fueron un susurro, cargadas de culpa y cansancio.

—Me intentó besar —admitió Dipper con debilidad, sintiéndose culpable por lo que había pasado, como si él lo hubiera provocado.

La voz del castaño salió en un susurro inaudible, y su cuerpo temblaba mientras la culpa lo ahogaba. Temía que Bill lo odiara por lo ocurrido. Pero por más pequeño que fue el susurro, el rubio lo escuchó a la perfección, Dipper sintió el cuerpo del mayor tensarse por completo, asustándolo más.

—¿Qué el desgraciado hizo qué? —preguntó Bill, su tono bajo pero cargado de ira contenida.

El de ojos marrones no respondió de inmediato. Se encogió en los brazos de su novio, su temblor evidente mientras asentía débilmente, aun sabiendo que el más alto no podía verlo, pero sí sentirlo.

—Cuando me confesó... me besó contra mi voluntad —balbuceó el castaño, las palabras saliendo con dificultad mientras apartaba la mirada—. Te juro que intenté apartarlo, yo... yo... —Dipper se alejó un poco para mirarlo a los ojos, desesperado por que su novio viera que no estaba mintiendo—. Cuando me logré soltar, le di un puñetazo. Perdóname por todo, Bill, por favor. Todo este tiempo estaba coqueteándome de verdad, esperando el momento perfecto para hacer su movimiento. Pero si hubiera sabido que tenía esas intenciones, nunca habría permitido que se acercara.

El castaño comenzó a sollozar, su cuerpo temblando por el peso de la culpa.

—Lo siento tanto... No puedo creer que lo permití, no puedo creer que... que te hiciera daño sin darme cuenta. Soy un idiota, un tonto que debió haberlo visto antes, debí... detenerlo antes. Si le hubiera puesto un alto desde el principio, tal vez no me habría besado, tal vez no te hubiera lastimado tanto... Lo siento mucho, Bill —murmuró, las palabras ahogándose entre sollozos.

¿Cómo había sido tan ciego? Cada palabra lo hacía sentirse más pequeño. La culpa lo consumía, aplastándolo bajo la certeza de que había fallado, que había permitido que alguien como Jay se interpusiera entre él y Bill, la única persona que realmente importaba... y se sentía tan frágil e indefenso en los brazos de su novio.

El mencionado miró el terror y la desesperación reflejados en los ojos castaños de su novio. No había necesidad de palabras para comprender cuánto estaba sufriendo Dipper. Sin dudarlo, lo abrazó con fuerza, arrullándolo contra su pecho. Con ternura, llevó una mano al cabello del castaño, acariciándolo lentamente, dejando que su contacto transmitiera la calma que las palabras no podían ofrecer.

—No me pidas disculpas, Dipper... —murmuró Bill, su voz suave, cargada de afecto—. Eres tú quien debería recibirlas. Lamento que Jay... te haya besado, lamento que se haya aprovechado de tu amistad.

El aludido intentó hablar de nuevo, desesperado por explicarse una vez más, pero el rubio lo detuvo con pequeños susurros.

—Shh... —le repitió varias veces, acariciando la palabra con consuelo—. No tienes que explicarme nada, no necesitas hacerlo, mi amor. Yo sé que esto no es tu culpa, que esto no es algo que tu querías que pasará, lo único que necesito saber es si te encuentras bien.

—Pero... —intentó protestar el castaño su voz rota y llena de miedo—. ¿No... no estás molesto?

Bill respiró hondo, tratando de contener la furia que hervía en su piel.

—Claro que estoy molesto —respondió con un filo en la voz—. Pero, ¿contigo? ¿Por qué un imbécil trató de besarte? Jamás.

El rubio lo miró con una mezcla de firmeza y ternura, haciendo énfasis en cada palabra.

—Estoy molesto con Jay, con ese estúpido que te hizo creer que tenías que pedirme perdón. Ese idiota es quien debería disculparse, no tú —Bill apretó los labios, controlando la rabia que amenazaba con desbordarse—. Lamento no haber estado allí para ti antes, Dipper. No debería haberte dejado solo con alguien como él.

El castaño se aferró más a su pareja, buscando refugio en la calidez de sus brazos, y sintió cómo una parte de su ansiedad se disipaba. La culpa seguía presente, pero el amor incondicional de Bill actuaba milagrosamente contra sus miedos, cerrando lentamente las heridas abiertas.

—Pero ahora ya no está aquí, y eso es lo que importa —murmuró el rubio, depositando un beso en la frente del castaño—. Nadie volverá a hacerte sentir así. Nunca más. No lo pienso permitir.

Dipper cerró los ojos, sintiendo cómo las palabras de su pareja se hundían en lo más profundo de su corazón, aliviando un poco del peso que llevaba en el pecho. El nudo que lo ahogaba se tensó un poco más antes de empezar a soltarse, pero el dolor aún estaba ahí. Se dejó envolver en el consuelo del más alto, en ese abrazo que lo mantenía en la realidad cuando todo lo demás parecía desmoronarse.

Bill, por su parte, luchaba contra su propia frustración. El rubio estaba haciendo un esfuerzo brutal por mantener su enojo bajo control, sabiendo lo frágil que estaba Dipper. Podía sentir cómo la rabia hervía en su interior, lista para estallar, pero la prioridad ahora era su novio, estar ahí para él. Debía dejar todo ese odio en un rincón por él, aunque cada segundo le costará más de lo que había imaginado.

Aun así, no soltó al castaño en ningún momento. Conocía a su novio lo suficiente para saber que, en su mente, estaba castigándose sin piedad por algo que nunca estuvo bajo su control.

—Dipper, respira —le recordó Bill con cariño, acariciando su cabello tiernamente—. Necesito saber: ¿Estás bien? ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿Algo que pueda hacerte sentir mejor?

El mencionado asintió débilmente, los ojos vidriosos y la voz rota.

—No me sueltes —pidió, casi suplicante—. Y no me odies por ser un idiota... por favor.

El corazón de Bill se rompió al escuchar aquellas palabras, como si el peso de todo el dolor del castaño se hubiera depositado en él también. Sin decir nada, lo abrazó más fuerte, respondiendo a su petición.

—Oh, Dipper... —murmuró con una suavidad que reservaba sólo para él, acariciando su espalda en un movimiento lento y reconfortante—. ¿Odiarte? ¿De dónde sacas eso? No podría. Aparte todos sabemos que el único idiota aquí es Jay, no tú.

El castaño apretó los labios, los ojos entrecerrados mientras un nudo se formaba en su garganta.

—Pero... —comenzó, aunque las palabras se atoraron en su garganta—. Aun así, lo permití... Lo dejé acercarse demasiado, dejé que te hiciera daño, y yo... yo también te he hecho sufrir con mis tonterías, por guardarme tanto, por no ser capaz de decirte lo que quiero.

La desesperación en su voz era indudable, y Bill no pudo evitar sentir una punzada en el pecho, el sufrimiento de su novio retorcía su corazón dolorosamente. No soportaba verlo así, atrapado en sus propios miedos e inseguridades, verlo ahogarse en la culpa y el autodesprecio lo mataba por dentro. Y sabía que no bastaba con decirle que todo estaba bien; arrancarlo de esa oscuridad requería más que simples palabras.

—Eso no es cierto —intervino el rubio con firmeza, sosteniéndolo antes de que pudiera hundirse más—. Jay te mintió, te engañó, fingió ser alguien que no era para acercarse a ti y se aprovechó de eso. Pero eso no es tu culpa. Sé que pusiste un límite en cuanto pudiste, y ese puñetazo que le diste... —Bill sonrió brevemente, acariciando el cabello de su novio—. Créeme, se lo tenía más que merecido.

Dipper se aferró con más fuerza a la camiseta del más alto, como si soltarlo significara perder esa sensación de protección que tanto necesitaba. El miedo seguía ahí, violento y cruel, y su mente continuaba llenándose de pensamientos oscuros. Se sentía patético, asqueroso, incapaz de ser suficiente para la persona que tanto quería.

Se odiaba a sí mismo... se daba tanto asco.

—Lo siento tanto, Bill —repitió con un nudo en la garganta, temiendo que su novio se enojara o, peor aún, que se sintiera decepcionado de él por no haberse apartado antes—. Te juro que no correspondí el beso de ninguna manera. Sólo hay una persona en este mundo a quien quiero besar... y eres tú.

El de ojos dorados negó suavemente, sus manos recorriendo la espalda de Dipper en un gesto relajante, sin rastro de enojo en su voz.

—De verdad, amor, eso no me preocupa —le aseguró, su tono cálido y lleno de paciencia—. Lo único que me importa es cómo te sientes. Debió ser horrible para ti, y no me imagino como debes estar sintiéndote.

Las palabras de Bill eran tan dulces, tan cálidas, tan alejadas de cualquier rastro de enojo o decepción. Cada gesto, cada caricia, eran reconfortantes y lo llenaban de un alivio que lentamente lo alejaban fuera de la cárcel mental en la que se había encerrado. Con cada segundo, el alivio reemplazaba a la culpa, y la tortura interna que lo consumía comenzaba a desvanecerse.

Después de unos minutos, sus lágrimas y sollozos cesaron. Aún sentía el peso del malestar, pero el abrazo del mayor le recordaba que no estaba solo.

—Gracias, Bill... —susurró contra su cuello, hundiendo el rostro en su piel como si pudiera desaparecer ahí—. No sé qué haría sin ti.

—No tienes que saberlo —le respondió el rubio con ternura, besando la coronilla de su novio—. Porque no voy a ir a ninguna parte. Siempre estaré aquí para ti. Pase lo que pase.

El mencionado lo abrazó con más fuerza, aferrándose a esas palabras, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios. Lentamente, se separó lo justo para mirar los ojos ambarinos de Bill, aquellos que siempre lo desarmaban. Lo miraban ahora con preocupación y un amor tan profundo que le hacía difícil mantener su propia culpa a flote.

—¿Cómo te sientes, Dipper? —le preguntó su novio en voz baja, con todo el cariño que podía reunir—. ¿Te sientes mejor?

El castaño bajó la mirada, luchando por mantener la calma.

—Me siento asqueroso... quiero lavarme la boca con jabón hasta que no quede ni un solo rastro de él —intentó bromear, aunque su voz tembló levemente exponiendo lo horrible que se sentía.

Pero ver la pequeña sonrisa de Bill, lejos del reproche que había temido, hizo que una pequeña parte de su culpa se desvaneciera.

—¿Quieres que vayamos al baño a que te laves? —le ofreció con la misma dulzura, acariciando su mejilla.

Aunque el castaño lo había dicho de broma, la idea de quitarse a Jay de encima lo abrumó de manera positiva. Como pudo asintió, con los ojos enrojecidos pero llenos de decisión. El rubio no dijo nada más. Solo entrelazó sus manos, guiándolo silenciosamente hacia el baño que estaba cerca del cuarto del castaño, aquel baño que aún compartía con su hermana.

Una vez allí, Dipper tomó su cepillo de dientes sin pensarlo dos veces y comenzó a lavarse frenéticamente. Necesitaba arrancarse cada rastro del pelirrojo, cada recuerdo, como si pudiera borrarlo con cada movimiento desesperado. Pero Bill sostuvo sus manos con suavidad, deteniendo la intensidad del cepillado.

—Tranquilo, no te vayas a lastimar —le susurró con ternura, besando sus nudillos.

Dipper asintió y redujo el ritmo tan intenso con el que lo hacía, aunque no dejó de cepillarse hasta que estuvo seguro de que no quedaba ni la más mínima huella del otro chico. Se enjuagó la boca al menos unas tres veces, respirando con dificultad, y al levantar la vista vio a Bill reflejado en el espejo detrás de él. Algo dentro de él se calmó al instante.

El rubio tomó un pañuelo desechable, lo humedeció ligeramente y comenzó a limpiar con cuidado el rostro lloroso del más bajo. Cada caricia era seguida por pequeños y cariñosos besos por toda su cara.

—Siempre tan hermoso... —murmuró Bill con una pequeña sonrisa encantadora, sosteniendo el rostro del castaño entre sus manos como si fuera algo preciado, su tesoro.

Dipper sonrió débilmente, su mente recordando aquella noche de San Valentín. Al hacerlo sus labios temblaron, la culpa regresando a su ser. Bajó la mirada, apoyando la cabeza en el pecho del mayor y fijando sus ojos en sus propios pies.

Su intento fallido de decirle la verdad esa noche lo atormentó de nuevo, si tan solo hubiera podido hacerlo ese día, si tan solo hubiera sido más valiente y fuerte tal vez no hubiera tenido una semana tan horrible...

Y sabía que la semana no había sido ni la mitad de horrible de lo que había sido para Bill, a su cabeza llegó la voz rota de su novio en el audio, la manera tan triste en la que había hablado cuando le contó todo a Mabel, el dolor que había escuchado en su voz seguía martillando en su cabeza, todo su dolor y culpa regresó de golpe. Era un monstruo, un monstruo inseguro que estaba haciéndole daño a todo el mundo a su alrededor, había arruinado dos relaciones y posiblemente la siguiente sería la suya. ¿Cómo podía ser tan horrible? ¿Cómo podía seguir haciéndole daño a Bill?

Al chico que siempre lo sostenía cuando estaba a punto de colapsar, ¿y cómo le había devuelto el favor? Haciéndolo miserable también.

—Lo siento tanto, Bill... —murmuró finalmente, su voz rota mientras lo abrazaba con fuerza, como si el contacto pudiera aliviar el peso que cargaba en su pecho—. Siento ser un pésimo novio. Si me hubiera dado cuenta antes de las intenciones de Jay, esto no habría llegado tan lejos... y tú no habrías tenido que pasar por todo esto. Si tan solo yo fuera mejor... de verdad, lo siento... —su voz tembló, ahogada por la culpa—. Me pregunto si algún día seré lo suficientemente fuerte para merecerte... si seré lo que necesitas antes de que te des cuenta de que sería más fácil dejarme ir.

El más alto no respondió de inmediato. En lugar de eso, lo envolvió con sus brazos otra vez, apretándolo más contra su pecho, como si pudiera resguardarlo de las inseguridades que lo consumían. Deslizó sus manos por la espalda del castaño con lentitud, trazando círculos pequeños y reconfortantes, transmitiendo sin palabras lo que su corazón gritaba: Estoy aquí. Y no voy a soltarte.

—Dipper... no te culpes por ese idiota. No tienes nada de qué disculparte, y yo no tengo nada que perdonarte, sé que estás haciendo todo lo posible para no hacerme daño —le susurró Bill, su voz llena de una calidez que reconfortaba cada rincón oscuro del alma del mencionado—. Te estás esforzando por nosotros, lo sé. Lo veo en cómo me hablas, en cómo me miras, lo escucho en tu voz. Lo noto en los pequeños detalles que haces cada día. Pero, especialmente, lo veo en cómo te comunicas conmigo, en cómo luchas por ser mejor, por mí... igual que yo lo hago por ti.

El castaño cerró los ojos, aferrándose más fuerte al latente corazón de su novio, ese sonido que siempre lo calmaba, que lo hacía sentir seguro. Pero incluso en ese abrazo lleno de amor, no podía liberarse por completo del peso que cargaba. Todavía sentía que había fallado, que su relación con Bill pendía de un hilo delgado por su culpa.

El mayor con una dulzura que solo él sabía expresar en momentos de vulnerabilidad, continuó hablando con la misma ternura que llenaba su abrazo, esperando que sus palabras pudieran resonar con el castaño.

—Por favor, no sigas atormentándote por lo que hizo Jay —susurró, inclinando su rostro ligeramente para que Dipper pudiera escucharlo con claridad—. Es un tonto, y no pienso perdonarlo, no solo porque te acosó... sino porque te hizo sentir culpable. Te hizo creer que no mereces lo que tenemos, cuando no hay nada más lejos de la verdad.

El de ojos marrones apretó los labios, ahogando un sollozo silencioso, dejando que las palabras de su novio lo alcanzaran, aunque el frío de la culpa seguía enredado en su pecho.

—Pero si tengo que dejar ir el rencor y todo el odio que siento hacia él para que no se interponga entre nosotros, lo haré —dijo Bill, su voz llena de una determinación, serena pero firme—. No pienso dejar que ese imbécil arruine lo que hemos construido juntos. Esto es nuestro, Dipper. Es algo que tú y yo creamos, algo que ninguna de sus estupideces puede quitarnos.

El mencionado cerró los ojos ante esas palabras, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza, como si el consuelo de Bill tocará partes de él que aún no sabía que dolían. El mayor inclinó la cabeza ligeramente para rozar su mejilla con ternura.

—Estamos juntos en esto. Vamos a salir adelante, porque eres la persona más valiente y fuerte que conozco. Y no importa lo complicado que se ponga todo, siempre estaré contigo para enfrentarlo —el rubio hizo una pausa breve, permitiendo que sus palabras llegarán a lo profundo de su ser—. Pero hay algo más importante que debes saber: Ya eres todo lo que necesito. No porque tengas que serlo, sino porque ya lo eres, eres tú —sus dedos rozaron el cabello castaño, jugando con los mechones como si cada caricia reforzará su compromiso—. Soy tan afortunado de tenerte en mi vida, y lo único que quiero es que me dejes estar aquí para ti. Porque si tú me lo permites, Dipper, yo nunca voy a dejarte ir. eres todo lo que elijo. Siempre. Eres todo lo que quiero, todo lo que necesito... todo lo que amo.

Cada palabra fluía con la naturalidad de una verdad largamente guardada, una verdad que venía desde lo más profundo del corazón de Bill. Se había concentrado tanto en aliviar el dolor de su novio, que el rubio no se dio cuenta de cuánto había revelado, o que exactamente era lo que estaba confesando, solo sabía que esa era la única verdad que su alma conocía. Sus palabras estaban llenas de una honestidad que rebosaba de intensidad, pero no hubo arrepentimiento, solo la sensación de haber dicho exactamente lo que debía ser dicho.

Dipper sintió el cálido beso en su cabello, obligándolo a mantenerse en ese momento. Las palabras y caricias de Bill lo arrullaban, calmando el caos en su mente. Por un momento, todo dejó de tambalearse bajo sus pies, y sintió como si el mundo volviera a encajar, al menos en ese instante.

Pero en lo más profundo de su ser, sabía que el miedo seguía ahí, escondido en cada rincón oscuro de su mente. Y aunque las palabras de su novio eran todo lo que necesitaba escuchar, Jay no era el verdadero problema; ese chico había sido apenas una distracción asquerosa y despreciable.

Él sabía que los verdaderos fantasmas eran los que él mismo había creado: las mentiras que había contado por miedo a perder a Bill, los secretos guardados con la esperanza de mantenerlo a su lado un rato más, y los temores que lo consumían día a día, alimentando la voz cruel de sus inseguridades. Esas eran las sombras que amenazaban con separarlos, no un idiota que se había aprovechado su amabilidad.

—Jay no es el problema —murmuró Dipper casi sin darse cuenta, como si hablara más consigo mismo que con el rubio—. El problema soy yo. Soy yo con todas mis inseguridades y los secretos que no he tenido el valor de decirte. Y tengo miedo... de que, cuando lo sepas todo, dejes de decirme estas cosas. De que te alejes de mí por eso.

El de ojos dorados lo estrechó más fuerte entre sus brazos, como si con ese gesto pudiera borrar cada palabra de duda que pesaba sobre el corazón del castaño.

—Te prometo que nada de eso va a separarnos —le aseguró Bill, con una firmeza que no dejaba espacio a la duda—. Te dije que te esperaría hasta que estuvieras listo, y eso es exactamente lo que haré. No hay nada que puedas decir o confesar que cambie lo que siento por ti, ni que me impida recordarte cada día cuánto te amo y lo mucho que significas para mí. Vamos a superar esto juntos. No importa lo difícil que sea, siempre encontraremos la manera de que funcione. No pienso rendirme con nosotros... Así que, por favor, no te rindas tú tampoco. ¿Podemos hacer eso?

El mencionado asintió lentamente, el nudo en su garganta impidiéndole hablar.

—Solo recuerda que puedes confiar en mí, qué puedes contarme lo que sea, lo que necesites... —le sugirió en un pequeño susurro—. Déjame ayudarte con esas inseguridades y miedos, quiero estar ahí para ti.

Dipper cerró los ojos con más fuerza, apretando la playera del mayor con desesperación.

—Lo estás, Bill —balbuceó débilmente—. Y lo haré, te contaré todo, lo juro... solo no sé si puedo hoy, créeme que quiero... pero yo-.

—Shh —le interrumpió el aludido, tratando de detener la culpa del castaño—. ¿Entonces tenemos un trato? De que me dejarás estar ahí para ti cuando te sientas listo, cuando llegué el momento. No tiene que ser hoy, ni ahora, pero cuando te sientas bien para hacerlo.

El menor asintió rápidamente, enterrando su rostro aún más en el cuello del rubio.

—Es un trato —respondió Dipper con debilidad—. Lo prometo.

Bill lo sostenía con una sonrisa apenas visible, mientras la respiración de su novio se relajaba más. Un silencio cómodo se instaló entre ambos, pero ninguno se apartó del otro.

—¿Podemos quedarnos así un rato más? —imploró el castaño en un pequeño susurro, su voz rota en una pequeña súplica, tenía un nudo en la garganta que apenas le permitía hablar.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, quemando en silencio mientras caían, humedeciendo el cuello del más alto. El peso de todo lo que había guardado dentro y todo lo que había sucedido ese día lo hacía sentirse pequeño e indefenso, tenía miedo de que al separarse del rubio ese reciente alivio en su pecho desapareciera.

Bill, aunque su novio no podía verlo, sonrió con ternura, y lo abrazó más fuerte, como si así pudiera transmitirle todo lo que necesitaba saber: que nunca lo dejaría ir, que estaría a su lado por toda la vida, dispuesto a ahuyentar cada tormento que intentara apoderarse de su mente.

Podemos quedarnos así para siempre.

El rubio le afirmó con un pequeño susurro en su oído, su voz era suave y cariñosa, atravesando el alma del menor, acariciaba con suavidad el cabello desordenado del castaño, como si esa simple acción pudiera sostenerlo en su lugar cuando todo lo demás amenazaba con derrumbarse.

Un escalofrío recorrió la espalda de Dipper al escuchar aquello. Una sensación de familiaridad lo envolvió, como si estuvieran repitiendo una escena que ya habían vivido antes. Y es que, en lo más profundo de sus recuerdos, una conversación similar ya había ocurrido, en sus sueños, la noche antes de darse cuenta en su totalidad de la identidad de Bill, la primera vez que le contó un pedazo de todo lo que lo atormentaba. Aquella noche donde las verdades dolorosas se mezclaron con promesas desesperadas de eternidad.

—¿En serio crees que me abrazarías así para siempre? —murmuró con el alma destrozada, su voz casi inaudible, quebrada por el miedo y aferrada a una esperanza que apenas podía sostener.

Toda la eternidad, si es necesario —le aseguró Bill sin dudar, con esa misma voz firme y llena de confianza que tanto lo caracterizaba, un cariño y tranquilidad que estaba lleno de una promesa que no estaba dispuesto a romper.

Esas palabras nunca le habían traído tanto consuelo como ahora, ambos estaban despiertos, enfrentando la cruel realidad, pero las palabras del rubio no cambiaban, sus promesas estaban intactas... y el amor de Bill, inmenso y sincero, seguía siendo el mismo.

El castaño cerró los ojos, dejando que las palabras del mayor lo envolvieran como una cálida manta en una noche fría. En ese abrazo encontró algo más que consuelo: un refugio. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez, y solo tal vez, estaba a salvo.

En los brazos de su novio, todo su miedo, su inseguridad, incluso las sombras de los secretos que aún escondía, parecían desaparecer. En ese instante, encontró un espacio donde ni los fantasmas del pasado ni las dudas del futuro podían alcanzarlo.

Un hogar, no hecho de paredes, sino de caricias, susurros y una promesa: que mientras Bill estuviera con él, nada podría hacerle daño.

Y aunque en el fondo de su mente, los temores seguían presentes, acechándolo sin piedad, Dipper se permitió creer que podía enfrentarlos. Que, mientras el rubio estuviera a su lado, mientras esos brazos siguieran protegiéndolo, él podría soportar cualquier cosa que el futuro le deparará.

Por ese breve y preciado momento, se permitió soñar que siempre estaría a salvo en los brazos de Bill, en un refugio en el que ni sus miedos, ni nadie podían alcanzarlo.

9+-***** —Frijolito

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¡Hola! ¿Nos extrañaron?

Les prometemos que no nos vamos a ir a hiatus, solo hemos tenido semanas complicadas, muy, muy complicadas y no hemos tenido el tiempo suficiente para dedicarle a los fics... y hablando de los fics, ¿les gustó el capítulo? ¿Nos odian mucho? ¡Si lo hacen no les juzgo!

¿Pueden creer que Jay sea una rata asquerosa despreciable insípida desagradable (lo amo)? ¿Pueden creer que los gays ganaron el concurso de mejor pareja? ¿Algún día veremos a Dipper bailar como en el vídeo de Run, Joey, Run? ¿Le darán un levantón a Jay por besar a Dipper? ¿Cuándo dejaré de hacer angst este fanfic "por accidente"? ¿Bill se morirá en el fanfic? Porque Karla piensa que parece que se va a morir por el final, lol. Perdón, juro que todo sale bien al JAJAJAJAJA.

Hablando de lo angst que se tornó este fanfic, está es mi disculpa pública para todas las veces que dije que el fic no era angst y era solamente fluff y comedia porque aquí definitivamente se me fue de las manos, pero no es mi culpa, ¡es culpa de Jay! Y de Karla, porque originalmente Jay no era tan tan tan horrible, pero cuando retomamos el fic está año lo empeoramos y cuando termine de escribir este capítulo capítulo hace meses Karla sugirió que debería besarlo y tocarle el muslo, a lo que yo le dije que no porque ¡pobrecito Dipper! Está al borde del colapso porque no le puede decir lo de Pino a su novio, todos sus amigos están terminando a su alrededor por su culpa y piensa que Bill lo va a terminar como para que encima lo acosen sexualmente... pero al final me convenció y nos la pasamos mentándole la madre a Jay mientras leíamos el capítulo porque es un descarado y pues el capítulo terminó siendo el triple de angst de lo que originalmente era por su culpa, así que ódienlo a él !!! Karla dudo dejarlo al final, pero viva el drama!!! 

Y todos sabemos que Dipper andaba más estresado por lo de Pino que por lo de Jay, wacala con él, que se pudra en su casa, fo.

Anyway, ¿ya entienden por qué odio a Jay? Estúpido baboso asqueroso, no sé en qué momento se convirtió en este estúpido, pero ya ni modos, nos tocó soportarlo.

Por cierto, este es el vídeo que están grabando: 

https://youtu.be/AavXNnvRuio

El orden de aparición este:

—Las angelitas (Santana y Brittany) son Vanessa y Mabel Gleeful.

—Rachel Berry es Mabel Pines.

—Puck es Xólotl Alfirk (Porque sale 43 segundos y tiene unos brazostes como Xólotl)

—Jesse St. James es Mason Gleeful (Porque sale nada más 23 segundos y prestó su Corvette Azul)

—Finn Hudson es Bill Cipher (Porque sale 40 segundos y son tres segundos menos que Xólotl y porque por dios Bill como Finn es lo mejor)

—Sandy que hace del papá de Rachel en el vídeo es Dipper Pino Pines.

No odio Glee, de hecho, me gusta mucho, solo me hace hacer muchos corajes a veces y sorprendentemente la primera vez que escribí este capítulo hace como año y medio (no lo terminé) me vi la serie completa con Karla y justo cuando lo escribí está vez la vi otra vez junto con Karla porque es su serie favorita, pero esta vez no pudimos terminar la 3ra temporada, lol.

Los personajes que se compraron sus playeras de perros sucios son: Bill, Jay, Will, Gleeful, Mabel y Xólotl.

Este capítulo va a dedicado a mi bebé consentido ConnTiar: Te dedico el capítulo donde tu novio muestra su verdadera cara, espero que el próximo año ganen mejor pareja si es que no te deja por su hermana, fuera de eso, ¡duren!

Mentira, Karla me regaño porque me dijo que soy muy agresiva con todos y demuestro mi amor muy raro, PERO JURO QUE ES CON AMOR. Literal te dedico este capítulo porque te tengo súper pendiente y tengo pendiente que te gusta Jay (a pesar de que yo te advertí !!) y es mi manera de decirte que recuerdo lo que hablamos (??, pero pido perdón si se ve muy agresivo, juro que te quiero mucho. De hecho, eres de las personas que más me emociona ver por aquí y cada vez que te veo comentar o aparecer por la cuenta soy extremadamente feliz, me alegras los días con tu existencia y comentarios y perdón si demuestro mi amor muy agresivamente, me gustaría dedicarte un capítulo más bonito... pero soy débil con la idea de que te gustaba Jay por pelirrojo así que decidí dedicarte su capítulo, espero puedas perdonarme.

Y también espero que hayas tenido un cumpleaños genial (aunque ya haya pasado un buen) y y y y y, te deseamos un feliz cumpleaños muy, muy atrasado, pero te mandamos muchos besitos y abrazos y te deseamos mucha felicidad. Tqm, juro que te amo.

Anyway, les amo con todo mi ser, perdonen la muy larga demora y espero que les haya gustado a pesar de lo largo y horrible que es.

Atte. Jay y Joy.

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