Como no preparar una salsa
-Señor Loud, llegó 15 minutos tarde. La clase ya ha comenzado...- La voz apagada del maestro de química fue lo único que sonó en el salón cuando Lincoln abrió la puerta.
-Mis disculpas profesor, tuve un ligero contratiempo y...- No pudo terminar que el docente lo interrumpió.
-No te molestes en inventarme una excusa Loud, mejor aprovechemos que estás al frente y pasa a explicarle a toda la clase como balancear esta ecuación química.- Dejó una tiza en la mesa y volvió a su asiento, esperando ver si le dejaba pasar esta oportunidad al chico o no.
Lincoln comenzó a sudar frío, dio la casualidad que anoche se había quedado estudiando ese tema. Lo malo fue que lo vio muy superficialmente y ahora mismo no se acordaba de nada. Titubeó un poco hasta que el maestro perdió la paciencia y le dijo que mejor se vaya a sentar y que por su bien ponga atención a la clase, por lo que no le quedó más remedio que acatar su orden en silencio. El resto del salón mantuvo el silencio y no dirigieron sus miradas al cabizbajo albino que se dirigía a su vacío pupitre. Lo bueno fue que se sentó junto a una risueña Stella cuyo recibimiento le sirvió para olvidar un poco sus problemas cotidianos.
-Te bugueaste allí adelante, lo que te pidió era una tontería.- Dijo ella riendo.
-Stella...- Señaló a sus ojeras, dejándola un poco sorprendida.
-¿Tan mal vienes durmiendo?
-Estoy peor que Lori en su Universidad.
-Me lo imaginé... Si administración de empresas es así de difícil, imagina una igeniería.- Lincoln, luego de escuchar a su amiga, dirigió su mirada al pizarrón de la clase.
-Administración de empresas, ingeniería, medicina, astronomía, todas las carreras son complicadas. Ninguna es fácil.- Balbuceó el agotado albino mientras reposaba su cabeza en el pupitre y hacía el esfuerzo por mirar al frente y prestar atención.
Lincoln al mencionar eso no pudo evitar recordar el día en que ambos se conocieron en una platica que dieron los directivos de alguna universidad (otra distinta, no en la que estaba Lynn) sobre las carreras, y los dos fueron a parar a ingeniería (no se decidían aún a cuál ir específicamente). Una cosa llevó a la otra y entablaron una larga conversación y se hablaron por mensajes de texto los días posteriores. Y, como si los astros se hubieran alineado a favor de ellos, a la castaña la habían transferido a la misma escuela en la que Lincoln estudiaba, escuela que a sus estudiantes les exigía muchísimo. Y, por si eso fuera poco, los padres de Lincoln lo apretaban bastante para que estudie, por lo que tenía sus salidas muy restringidas.
Ya no iba a ser necesario organizar complicados planes para verse, cosas como inventar excusas para salir por ahí o escabullirse los fines de semana a altas horas de la madrugada para verse en alguna función matutina de cine (aunque eso acabó cuando Stella formalizó su noviazgo) serían cosas del pasado. Se verían todos los días en la escuela, las 8 horas que los tenían allí. Y de bonus, hoy era el día en que le tocaba a él acercar a Stella a su casa. Los Lunes eran los días en que le tocaba hacerlo, ya que sus padres trabajaban hasta tarde y se les hacía imposible salir a recogerla.
"Nada puede malir sal" fue el pensamiento de Lincoln cuando tocó el primer receso.
En la cafetería, estaban los dos en su habitual mesa, comiendo algo que no acostumbraban: pastas. Los dos eran más fanáticos de los sándwiches debido a la amplia gama de sabores y estilos que hay con ellos, pero hoy era una situación especial. Stella aprendió anoche algunas recetas nuevas y quería que Lincoln las pruebe.
-¿Tú hiciste esto?- Preguntó el albino luego del primer bocado.
-Ajam, estuve hasta bien tarde por la noche intentando diversos tutoriales. Después de gastar una fortuna en ingredientes, ensuciar toda la cocina y ganarme un buen regaño de mis padres, terminé de prepararla. Dime ¿qué tal?
El albino podía jurar por el abuelo Pop Pop, que en paz descanse, que había probado cosas desagradables y después la salsa de Stella. Mala cocción, mezcló cualquier cosa, exceso de especias y podía haber jurado que encontró hojas de una planta que no era precisamente para saborizar. Pero no podía decirle eso si quería seguir siendo su amigo, debía encontrar la forma de hacerle saber que le iría mejor usando salsas de sobre.
-¡Hey! nada mal. Al menos a mi parecer. Pero ¿cuánto dijiste que gastaste y cuánto te llevó?
-Pues... Habré gastado en total un cajón de tomates, 5 litros de agua, 10 cebollas, 3 ajos completos, y 5 racimos completos de laurel junto a 4 paquetes chicos de pimienta.
"Ay Stella, mejor dedicate a los sándwiches por un tiempo más..." pensó Lincoln, con carcajadas mentales incluidas, mientras hacía su mejor cara para disimular el creciente desagrado por ese intento de salsa.
-... ¿Quieres un consejo? prueba mejor a hacer esas salsas de sobre instantáneas.- Vio su oportunidad y aprovechó.
-... ¿A qué vino eso? ¿acaso quieres insinuar que mi salsa es asquerosa?- El semblante de Stella cambió por completo a uno de seriedad absoluta, y el albino pudo sentir cierta parte de su cuerpo palpitar del miedo.
-¿Qué? ¡no, no, te equivocas!, decía nada más por todo lo que gastaste y hasta que le agarres la mano puedes ir probando variedades y averiguar cuál te gusta más y perfeccionarla.- Él puso su mejor sonrisa para intentar esconder el miedo que sentía y que ella intente tomar el consejo de la mejor forma posible.
Stella lo miró con mucha seriedad durante unos segundos, analizando la veracidad de lo que decía su amigo. Para éste, esos segundos parecían horas por la forma en que demoraban en pasar, parecía que al tiempo se le había dado por hacerse más lento de lo normal y prolongar lo más que pueda ese momento tan desagradable. Empezó a sudar, sus suprarrenales alistaron las reservas de adrenalina para ser liberadas ni bien Stella haga algún movimiento raro, su corazón se aceleró notablemente, inhaló una gran cantidad de aire, estaba preparado para escapar de la bestia en caso de que sea liberada.
Para su buena suerte, luego de unos interminables 5 segundos Stella sonrió y volvió a su postura inicial.
-¡Hey! tienes razón, que gran amigo eres Linky.- Le agradeció para luego darle un beso en la mejilla en señal de agradecimiento, servirse ella un poco y degustar su obra maestra.
Lincoln aprovechó eso para usar la excusa de que iría al baño y poder escupir todo en los excusados, ya que del asco no había querido terminar de tragar el segundo bocado que Stella indirectamente le obligó a hacer.
-¿Te vas? mejor, más para mí.- Celebró ella, probó un gran bocado y no pasaron ni 5 segundos hasta que le dieron unas fuertes náuseas.
"¡Asco, asco!" fueron sus pensamientos mientras corría al baño y hacía lo mismo que Lincoln. Al cabo de un rato, ambos se encontraron de nuevo en la mesa.
-... ¿No vas a comer eso?- Preguntó Lincoln.
A Stella no le quedaban más ganas ni de oler eso, simplemente lo guardó bien sellado en su mochila.
-Nah, quiero que mis padres lo prueben. ¿Tienes dinero? así compramos algo por ahí, me olvidé de hacer más para nosotros.
Lincoln no sabía a que vino eso de repente, pensaba que lo obligarían a comer más de esas pastas. Pero no pudo objetar nada, realmente no quería saber más nada de eso.
-Si, traje algo por las dudas. Veo que fue una buena idea.- Ambos se levantaron y fueron a ordenar comida un poco más decente en el mostrador del lugar. Comieron felices de la vida, hablaron cosas bastante triviales, rieron un poco y después siguieron con su día normal de clases. A la salida, Lincoln se llevó una sorpresa al saber que, al parecer, Lynn se encargó por su cuenta para regresar a casa, tenía todo el viaje para platicar a gusto con Stella.
-Bueno, hora de que mi taxista personal me acerque a casa.- Comentó ella entre risas, a lo que Lincoln correspondió de la misma manera.
-Taxista personal, si. Pero no trabajo gratis, tus padres me pagan la gasolina que gasto en tí, y a veces les cobro de más por eso.
-¡Eres un maldito!- Rió ella mientras le daba leves golpes en el brazo.
En todo el camino al auto, Stella no paró de sacarle en cara a Lincoln que la tenía que llevar a su casa (al parecer le encantaba recalcarle eso, creyendo que le molestaba), y éste no se quedaba atrás y le contestaba de una manera tal que Stella tenía que recurrir a otra broma para seguir con el chiste. Pero se detuvieron una vez que llegaron al auto. Él le abrió la puerta, ayudándola a subir, y después se subió él para arrancar de la zona rumbo a la casa de la castaña.
En el camino, hablaban de cosas de la escuela: tareas, próximos exámenes, chismes de algunos alumnos, chistes de profesores, técnicas de estudio e inclusive estuvieron conversando de juntarse los dos y revisar todos los temas, y si era posible estudiar. Los exámenes prácticamente estaban a la vuelta de la esquina y querían llegar con tiempo a ver todo. La estrategia de reunirse y estudiar entre los dos si que les daba sus frutos. Ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas...
-¿No te molestaría quedarte ahora en mi casa y estudiar los temas?
-Me encantaría, pero tengo que regresar ahora mismo a casa, mis padres se pueden llegar a preocupar.
-Una lástima... Bueno ¿organizamos para otro día?
-Con todo gusto. Por cierto, ya llegamos a tu casa.- Avisó el albino luego de haber colocado el freno de mano y haberla ayudado a bajar.
-Qué caballero.- Dijo ella sonrojada mientras seguía riéndose con calma.
-Es por educación, no te hagas ilusiones pequeña.- Él devolvió la broma y aprovechó para usar a su favor la diferencia de estatura.
-¡Oye!- Ella se molestó un poco y le dió un golpe en el hombro que le ocasionó un poco de dolor.
-Auch...
-Sabes que no me gusta que hagas esa broma conmigo.- Al parecer se había molestado enserio. Y como no entenderla, Lincoln últimamente tuvo varios estirones pero Stella se estancó en su metro cincuenta, mientras que Lincoln ya andaba por el metro setenta. Además de eso, la edad le jugaba en contra a Stella, ya que ella era un año mayor que Lincoln. El albino a veces se aprovechaba de eso y la molestaba, pero por alguna razón en particular a ella no le hacían mucha gracia esas bromas.
-Vamos Stella, todos los días te molesto con cosas mil veces peor y nos reímos como focas retrasadas, pero nunca puedo hacer un chiste con la altura.
La castaña no le respondió al estar ocupada buscando sus llaves de la casa y abriendo la puerta. Lincoln tardó un poco en darse cuenta de eso y decidió dejar ese asunto de lado si no querían acabar discutiendo, de nuevo. Una vez que entraron en la casa de la chica, les sorprendió encontrar todas las luces apagadas, y al parecer no había nadie en casa. Ella llamó a sus padres, pero no obtuvo respuesta. Los llamó por teléfono y ahí si le respondieron. Éstos le dijeron, más bien le recordaron, que ese día era su aniversario de casamiento y que salieron a una velada romántica que duraría toda la noche, volverían a la mañana siguiente.
Lincoln supo de inmediato que algo andaba mal al ver la cara de enfado de la chica.
-¿Sucede algo Stella?
-Pues sucede que me acabo de acordar que me quedaré totalmente sola, toda la noche, en este vecindario de porquería.- Se quejó ella con una notable molestia en su forma de expresarse. Y Lincoln debía darle la razón, el vecindario de Stella no era conocido precisamente por buenos motivos, y todas las noches que ella se quedaba sola eran un peligro.
-Genial, y Jacob no puede venir porque está en el otro extremo de la ciudad en el cumpleaños de su madre.- Stella no podía dejar de quejarse por como coincidieron todas las cosas para que ella tenga que pasar otra noche en total soledad, a tal punto que ni siquiera Jacob, su novio, pudiera acompañarla.
Sin embargo, Lincoln no iba a permitir eso mientras pueda.
-No te preocupes.
-¿Eh?- Eso la confundió.
-Déjame hacer una llamada, enseguida vuelvo.- Él agarró su teléfono móvil y se ausentó de la sala unos 5 minutos. La confundida morena decidió dejarlo hacer lo que sea que esté haciendo, y por mientras iría ordenando la sala ya que alguien había dejado todo hecho un desorden. La espera valió la pena ya que su amigo volvió con unas noticias interesantes.
-Buenas noticias Stella, no pasarás esta noche sola, te conseguí un compañero.
-¿Y quién es?- Ella estaba un poco confundida.
-Yo, me quedaré a pasar la noche contigo.- Informó él.
Stella, en medio del desastre que era su mente en ese momento al escuchar esa frase, pensó que no podría borrar en toda la noche la sonrisa que se le formó en el rostro al oír esas palabras.
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