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━━━Capítulo 01 | Un Aroma a Muerte

El salón de reuniones de la división de la mafia rusa en Corea del Sur estaba repleto de figuras imponentes. La tensión en el aire era palpable, y todos los ojos se dirigían hacia el joven omega que ocupaba el asiento principal de la mesa. Eunyoon Itchenko, con solo 21 años, había heredado la posición de líder de la división de manos de sus padres, dos alfas dominantes reconocidos por su brutalidad y eficacia.

Eunyoon, con su elegante traje negro y una mirada fría y calculadora, observaba a los alfas que se reunían frente a él. La sala estaba en silencio, esperando que comenzara la reunión.

—Bien, comencemos —dijo Eunyoon, su voz resonando con autoridad—. Estoy aquí para asegurarme de que nuestra operación en Corea del Sur se mantenga fuerte y eficiente.

Uno de los alfas, un hombre alto y musculoso llamado Shim Ivanov, dejó escapar una carcajada burlona.

—¿Un omega liderándonos? —dijo Ivanov con desdén—. Esto debe ser una broma. ¿Qué puede enseñarnos un omega sobre liderar una operación mafiosa?

Eunyoon lo miró con calma, sin inmutarse ante la burla.

—Estoy en esta posición porque fui criado para gobernar, Ivanov —respondió Eunyoon, su voz llena de desprecio—. Mis padres me entrenaron para ser implacable y eficiente, algo que claramente ninguno de ustedes ha demostrado ser. Si están en desacuerdo con mi liderazgo, es porque son inútiles.

Ivanov, enfurecido, se levantó de su asiento y utilizó su voz de mando.

¡Siéntate y cállate, omega! —rugió, esperando ver a Eunyoon doblegarse.

El ambiente en la sala se volvió aún más tenso. Todos los presentes se quedaron inmóviles, esperando ver la reacción de Eunyoon. El joven omega, con una calma desconcertante, tomó su vaso de whisky, lo llevó a sus labios y bebió un sorbo.

Después, con una sonrisa peligrosa, se levantó lentamente de su asiento.

—La voz de mando de un alfa normal no tiene efecto en un omega dominante como yo —dijo Eunyoon, sus palabras llenas de desprecio—. Fui criado para gobernar, no para obedecer.

Antes de que Ivanov pudiera reaccionar, Eunyoon se movió con una velocidad y precisión sorprendentes. En un instante, golpeó a Ivanov en el rostro, derribándolo al suelo. Ivanov quedó a los pies de Eunyoon, aturdido y sangrando por la nariz.

Eunyoon se inclinó hacia él, sus ojos llenos de amenaza.

—Si no suplicas por tu perdón ahora mismo, destruiré a toda tu familia y borraré cada generación de tu clan de la faz de la tierra —dijo Eunyoon con una voz gélida sacando un arma y colocándola contra la frente de Shim.

Ivanov, aterrorizado, temblaba mientras intentaba levantarse. Los otros alfas observaban con asombro y miedo, reconociendo finalmente el poder y la determinación del joven líder omega.

Eunyoon se enderezó, mirando a todos los presentes.

—¿Alguien más tiene alguna duda sobre mi capacidad para liderar? —preguntó, su voz resonando con autoridad incuestionable—. ¿Alguna duda que pueda resolver matándolos?

Nadie se atrevió a responder. El respeto y el miedo se habían instalado firmemente en el corazón de cada uno de los alfas presentes. Eunyoon Itchenko había demostrado sin lugar a dudas que, aunque omega, era un líder formidable y temible.

Acababa de concluir una reunión de altos mandos, donde se habían discutido operaciones críticas y estrategias para consolidar su influencia en el país. Las caras serias y los tonos graves de la reunión aún resonaban en la mente de Eunyoon mientras se dirigía hacia la salida del lujoso edificio que albergaba sus operaciones.

En la puerta, su fiel chófer, Kai, un beta de semblante serio y actitud protectora, ya lo esperaba junto al coche negro de lujo.

—Señor Itchenko —saludó Kai, abriendo la puerta trasera del vehículo.

Eunyoon se detuvo un momento, observando la noche oscura antes de tomar una decisión.

—Vamos a un bar, Kai. Necesito alcohol —dijo con un tono firme, casi como una orden inapelable.

Kai frunció el ceño, cerrando la puerta sin que Eunyoon hubiera entrado todavía.

—Señor, con el debido respeto, ha estado bebiendo mucho últimamente. No es bueno para su salud ni para su imagen —advirtió el beta, su voz cargada de preocupación.

Eunyoon rodó los ojos, dejando escapar un suspiro de exasperación.

—No necesito una niñera, Kai. Solo llévame al bar y apúrate —respondió, su tono cortante dejando claro que no toleraría más objeciones.

Kai soltó un suspiro resignado y asintió antes de entrar al coche y arrancar el motor. Eunyoon se acomodó en el asiento trasero, mirando por la ventana mientras el vehículo se deslizaba por las calles iluminadas de Seúl.

El silencio en el coche era pesado, solo interrumpido por el suave murmullo del motor y el ocasional cruce de miradas de Kai a través del retrovisor. Eunyoon, sin embargo, parecía estar perdido en sus pensamientos, su mirada fija en el reflejo de las luces de la ciudad en el vidrio.

Finalmente, el coche se detuvo frente a un exclusivo bar, uno de esos lugares donde solo la élite podía entrar. Kai bajó y abrió la puerta para Eunyoon, quien salió con la misma gracia y autoridad con la que siempre se movía.

—Espérame aquí. No tardaré mucho —ordenó Eunyoon antes de dirigirse hacia la entrada.

Kai asintió, observando a su jefe adentrarse en el bar, consciente de que su preocupación por él iba más allá de su deber como chófer.

Mientras tanto, Eunyoon se internó en el bullicio del lugar, buscando refugio temporal en el alcohol, pero siempre alerta, siempre el líder dominante que no podía permitirse bajar la guardia ni por un instante.

El bar estaba envuelto en una atmósfera densa, cargada con el aroma de alcohol y las risas amortiguadas de sus clientes exclusivos. La luz tenue creaba sombras danzantes sobre las mesas, dando al lugar un aire de misterio y peligro. Eunyoon entró al bar con una presencia que exigía respeto y temor.

Cruzó el umbral con una confianza fría, su mirada barría el lugar antes de dirigirse a la barra. Se sentó con elegancia, su postura relajada pero alerta. Llamó la atención del bartender con un gesto sutil.

—Un trago fuerte, por favor —ordenó con voz suave pero firme.

El bartender, un joven atractivo con una sonrisa fácil y un aire despreocupado, asintió y comenzó a preparar la bebida. Mientras Eunyoon esperaba, un alfa ebrio se tambaleó hacia él, su mirada vidriosa llena de intenciones obvias.

—Hola, guapo. ¿Qué hace un omega como tú en un lugar como este? —balbuceó el alfa, apoyándose peligrosamente cerca.

Sin siquiera girar la cabeza, Eunyoon deslizó su mano al interior de su chaqueta y sacó un pequeño puñal. Con un movimiento rápido y preciso, lo colocó suavemente contra el costado del alfa, su mirada fija en el vaso que el bartender estaba llenando.

—Aléjate antes de que haga algo que ambos lamentemos, más tú que yo —susurró Eunyoon, su voz calmada pero mortal.

El alfa, sintiendo el frío acero contra su piel, se retiró rápidamente, tambaleándose de vuelta hacia su grupo. El bartender, que había observado la escena con interés, no pudo evitar reírse.

—Eso fue impresionante —dijo mientras deslizaba el vaso hacia Eunyoon.

Eunyoon levantó la mirada y notó la belleza del bartender, sus rasgos bien definidos y sus ojos brillantes. Había algo más; trató de captar sus feromonas y se dio cuenta de que era un alfa recesivo. Una rareza interesante.

—Gracias. ¿Cómo te llamas? —preguntó Eunyoon, tomando un sorbo de su bebida.

—Lee Heeseung. Por lo que veo, tú no eres alguien común —respondió el bartender con una sonrisa coqueta.

Eunyoon sonrió ligeramente, decidiendo no revelar su verdadera identidad.

—Eunyoon —dijo con facilidad, sus ojos observando cualquier reacción en Heeseung.

Heeseung arqueó una ceja, intrigado.

—Tienes un acento interesante, Eunyoon. ¿De dónde eres?

—Ruso —respondió Eunyoon con una sonrisa enigmática, tomando otro sorbo de su bebida antes de encender un puro. Su aroma a ron y fresas se mezclaba con el humo del puro que sostenía en su mano izquierda.

Lee Heeseung, el bartender, no pudo evitar sentirse intrigado por el omega desde el momento en que entró. Había algo en esos ojos vacíos que lo atraía, una profundidad que parecía ocultar mil secretos.

—He notado que te gustan los tragos fuertes —comentó Heeseung mientras limpiaba un vaso—. No es común ver a alguien de tu… calibre aquí.

Eunyoon sonrió ligeramente, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Digamos que tengo un gusto particular —respondió, su voz profunda y tranquila. Dio una calada al puro, dejando que el humo se disolviera lentamente en el aire.

—¿A qué te dedicas, si puedo preguntar? —inquirió Heeseung, sintiéndose cada vez más fascinado.

—Soy empresario —mintió Eunyoon sin titubear—. Manejo algunos negocios aquí en Corea del Sur.

Heeseung asintió, aunque algo en su interior le decía que había más de lo que Eunyoon estaba revelando.

—Debe ser un trabajo estresante. Espero que aquí puedas relajarte un poco.

—Definitivamente —murmuró Eunyoon, apurando el vaso y señalando por otro.

A medida que pasaba el tiempo, la conversación entre ambos fluyó de manera sorprendentemente fácil. Heeseung no podía apartar la vista del omega, hipnotizado por la manera en que bebía, fumaba, y mantenía una calma casi sobrehumana. El contraste entre su apariencia juvenil y su aura de autoridad era desconcertante.

Cuando el reloj marcó las dos de la madrugada, Eunyoon se levantó para irse. Colocó un fajo de billetes sobre la barra, una propina de un millón de won coreanos. Heeseung lo miró, con los ojos abiertos de par en par.

—No puedo aceptar esto —dijo Heeseung, intentando devolver el dinero—. Es demasiado, no lo merezco.

Eunyoon lo miró fijamente, sus ojos vacíos reflejaban una frialdad calculadora.

—Insisto —dijo con firmeza.

Heeseung vaciló, pero su instinto le decía que había algo más en juego aquí.

—De verdad, no puedo tomarlo. No he hecho nada para merecer tanto.

En un movimiento rápido y decidido, Eunyoon se inclinó sobre la barra, acortando la distancia entre ellos. Antes de que Heeseung pudiera reaccionar, el omega robó un apasionado beso de sus labios. Fue un beso ardiente, lleno de una intensidad que dejó a Heeseung sin aliento. Cuando Eunyoon se retiró, sus labios esbozaron una sonrisa fugaz.

—Quizás ahora lo merezcas —murmuró Eunyoon antes de darse la vuelta y salir del bar, dejando a Heeseung en un estado de shock.

El alfa se quedó allí, tocándose los labios con incredulidad, mientras el aroma a ron y fresas se desvanecía lentamente en el aire.

Primer Capítulo.

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