Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Verano del 75

Era una calurosa mañana de verano en 1975 cuando Euphemia Potter subía las escaleras, con un cesto de ropa limpia flotando detrás de ella, iba camino a la habitación de su hijo, James.

Al abrir la puerta, se llevó una gran sorpresa: en la cama de su hijo, donde esperaba ver solo un revoltijo de sábanas y almohadas, había un enorme perro negro, dormido profundamente, respirando en pausas largas y pesadas.

Euphemia soltó un leve suspiro, frunciendo el ceño mientras observaba al animal, que parecía no tener intención alguna de despertarse. Decidió no hacer ruido, salió de la habitación y cerró la puerta con cuidado antes de bajar a la cocina, donde sabía que encontraría a su hijo.

James estaba ahí, de pie junto a la ventana y tomando un vaso de jugo de calabaza, mirando despreocupadamente el jardín. Parecía completamente ajeno a lo que había en su habitación.

—James, cariño —Le llamó Euphemia, inclinando la cabeza mientras lo miraba con un poco de curiosidad—. ¿Quieres explicarme por qué hay un perro enorme durmiendo en tu cama?

James parpadeó, sorprendido, y casi se atragantó con el jugo. Le tomó un segundo procesar lo que su madre había dicho, y en cuanto lo hizo, su expresión cambió de desconcierto a comprensión y luego a pánico. 

—¿Un... perro? —Preguntó, como si no tuviera idea de lo que hablaba.

Euphemia le dirigió una mirada incrédula.

—Sí, James, un perro negro, tan grande como un lobo. Está acurrucado en tu cama como si fuera suya.

James tragó saliva y, torpemente, esbozó una sonrisa forzada.

—Ah... sí. Bueno, el perro... verás, mamá, él... él me siguió hasta la casa. Y, uh... sí, bueno, como hacía calor afuera, pensé que… bueno, lo dejé entrar para que… para que pudiera dormir un poco… sí.

Euphemia alzó las cejas, claramente escéptica ante la patética explicación de su hijo.

—¿Así que lo dejaste entrar? Y, ¿qué pensabas hacer con él?

James forzó una risa nerviosa, mientras trataba de pensar en algo más convincente.

—Pues… pensaba… que quizás se quedaría un rato, pero luego se iría solo. No creo que tenga ganas de quedarse en una casa tan grande. Sí, eso es.

Euphemia suspiró, poniendo las manos en las caderas. Sabía que James estaba mintiendo, aunque no podía imaginarse el porqué. Pero, en lugar de interrogarlo más, optó por resignarse a la situación.

—Monty, cariño —gritó hacia el salón—. ¡Al parecer ahora tenemos un perro!

James abrió los ojos, horrorizado, y dejó el vaso vacío sobre la mesa. Sin esperar a escuchar la respuesta de su padre, subió las escaleras de dos en dos, directo hacia su habitación. Cerró la puerta de un golpe y se giró hacia la cama, donde el perro negro aún dormía plácidamente. Con un ligero empujón, sacudió al animal, que abrió los ojos lentamente, parpadeando en confusión.

—¡Sirius! —exclamó James en un susurro frenético—. ¡¿Qué carajos haces aquí?!

El perro negro estiró el cuerpo, desperezándose, y de repente, ante la mirada molesta de James, comenzó a transformarse. En cuestión de segundos, Sirius Black estaba sentado en la cama, mirándolo con una expresión tranquila, como si todo aquello fuera lo más normal del mundo.

—Buenos días, Prongs —saludó Sirius, despreocupado, con una sonrisa burlona. 

—¿¡Buenos días!? ¿¡Eso es lo único que piensas decir!? —James volvió a hablar, exasperado—. ¿¡Cómo diablos entraste!?

—Entré por la puerta trasera —Sirius dijo con calma—. Estaba abierta, por si te lo preguntas.

James miró a su amigo como si fuera el ser más irresponsable del planeta.

—¿Entraste a mi casa… como un perro?

—Claro. No quería que nadie me viera. ¿No es obvio? —respondió Sirius, encogiéndose de hombros, como si aquella explicación bastará.

James se pasó la mano por el cabello, desesperado.

—¿Y por qué estás aquí? ¡¿No deberías estar en tu casa?!

Sirius suspiró, encogiéndose de hombros, con un gesto muy diferente al de antes.

—Escapé —fue lo que respondió y James le miró con preocupación—. No soporto estar ahí ni un segundo más, James. Necesitaba un lugar donde quedarme… y bueno, pensé que podrías… ya sabes, dejarme dormir aquí un rato.

—Sirius… —James suspiró, llevándose ambas manos a la cara.

—Cómo corrí en mi forma animaga toda la noche hasta acá estaba agotado y caí a dormir aquí —Se encogió en hombros.

—Mira, si mis papás te ven aquí así nada más, ¡van a empezar a sospechar sobre nosotros! —James fue a sentarse en la cama, mirándolo—. Escucha, entiendo totalmente qué estés aquí, sabes que mis padres y yo siempre te recibiremos con puertas abiertas, pero no puedes venir aquí como Padfoot si no queremos levantar sospechas.

Sirius lo miró con una sonrisa traviesa, claramente sin importarle el regaño.

—Relájate, Prongs. Solo diles que vine a visitarte. ¿Qué tan difícil puede ser?

—Tienes que salir de aquí —dijo James, agitado. —No, espera… —pensó rápidamente, ideando un plan—. Escucha, sal por la ventana y luego vuelve a tocar la puerta principal, como alguien normal.

—¿Desde cuándo somos normales? —Sirius preguntó, sonriendo divertido,  pero James solo frunció el ceño y Sirius rodó los ojos—. Como digas, Prongs. Todo sea por no causar problemas.

A regañadientes, Sirius abrió la ventana, y con una sonrisa burlona, empezó a bajar hasta el jardín. James suspiró, nervioso, y fue a esperarlo en la entrada.

Poco después, tocaron la puerta. Euphemia fue la primera en llegar y abrió, encontrándose con Sirius en el umbral, quien sonreía amablemente.

—¡Sirius, querido! —exclamó Euphemia, encantada, mientras lo abrazaba—. ¡Qué sorpresa! No sabíamos que vendrías. Vamos, pasa.

—Gracias, Effie —respondió Sirius, devolviendo el abrazo, viendo al señor Potter acercarse también—. Monty, ¿cómo estás? 

—¡Bienvenido, Sirius! —respondió Fleamont con una sonrisa cálida, dándole una palmada en el hombro.

James se acercó, fingiendo calma, y soltó una risa forzada.

—Sí, eh… Sirius… ¡Acaba de llegar! Estaba a punto de decirles que vendría aquí hoy...

Euphemia asintió, sonriendo.

—Es un gusto tenerte aquí, Sirius. ¿Te quedarás un rato?

—Claro, si no es molestia —respondió Sirius con una sonrisa radiante, disfrutando de la hospitalidad de los Potter.

Mientras Euphemia y Fleamont se distraían dándole la bienvenida, James aprovechó para lanzar a Sirius una mirada de advertencia, que su amigo ignoró por completo, tan despreocupado como siempre.

—Que curioso, llegaste el mismo día que el perro raro de James —Euphemia mencionó y ella le dedicó una mirada a su hijo—, ¿no es así James?

—El perro, sí, ese perro… –James comenzó a hablar—. Se despertó y se fue corriendo por la puerta trasera.

—Oh, vaya inconveniente —Dijo la mujer, sonriendo un poco.

Tras eso, siguieron hablando un poco y cuando finalmente lograron escabullirse, James lo arrastró de nuevo hacia su habitación y cerró la puerta. Se volvió hacia Sirius, suspirando mientras negaba con la cabeza.

—Eres imposible, Sirius. Vas a ser mi perdición —dijo James, exhausto.

Sirius se echó a reír, dándole una palmada en la espalda. —Vamos, Prongs. ¿Qué son los amigos, si no es para causar problemas juntos?

—Te odio —James dijo.

—¿Entonces así fue como llegaste con ellos? —Harry preguntó antes de llevarse otra galleta a la boca.

Sirius soltó una pequeña risa, bebiendo de su taza de té.

—Tu padre estaba furioso —Sirius comentó—, después de eso tuve que decirle toda la verdad a Effie y Monty, ellos se preocuparon, luego se enfurecieron con mis padres y me dejaron quedarme con ellos.

Harry sonrió un poco.

—¿Sabes? —Sirius habló—. Ahora que lo pienso, tú y yo nos parecemos en algo… Ambos huimos de una familia de mierda y encontramos un nuevo hogar con un amigo.

Harry movió su vista, viendo más allá de la parte del salón donde ambos estaban y vio a Ron hablar con Hermione en otra orilla del salón.

—Con un muy buen amigo —Harry sonrió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro