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Sedibus ut saltem placidis in morte quiescam. I

~ Aquel que mora apartado de los vivos, acostumbra siempre la compañía de aquello que no está vivo...~

 Tras terminar su discurso el doctor se levantó de su asiento y sin decir más se marchó, dejando sola a la familia en su consultorio. A diferencia de otras ocasiones en que los había acompañado a la salida, esta vez, el doctor parecía ser una persona diferente; como si ahora no le importara en lo absoluto dejar a la familia en su despacho. Era algo que no dejó de parecerles extraño a los padres quienes solo intentaban superar su malestar, pero tenían muchas cosas que pensar. Sus memorias estaban envueltas en demasiado dolor y remordimiento, así que ignoraron completamente todo aquello y por su propia cuenta se levantaron y tomaron caminos separados.

Por su parte, el doctor se dirigió a su laboratorio; el mismo al que llevó a la pequeña Lucy en completo silencio, con una mirada fría y una mueca sin expresión alguna. Al llegar tomó su teléfono, marcó un número en él y tras unos segundos una voz suave y gentil pero muy bien conocida respondió.

—Doctor Senti, es raro que me llame directamente desde su extención privada. ¿En qué le puedo servir?

—Merie, voy a estar trabajando en mi laboratorio. Tomaré una ducha y dormiré un poco. Por favor toma mis llamadas, no quiero ser molestado por nadie.

—Claro doctor ¿Hay algo más en que lo pueda ayudar?

—Ah, sí... No creo que pase nada, pero si el chico Lincoln, el del incidente en el quirófano, se llegase a despertar avísame, es la única excepción.

—Claro doctor, seguiré su estado personalmente.

—Gracias Merie...—respondió el doctor mientras cortaba la llamada y miraba al techo colocando sus manos en su rostro.

—Maldición, creo que ya me está pasando factura el cansancio... Pero es que todo esto es tan jodidamente interesante que... No puedo dejar de pensar en ello... —exclamó en soledad el médico, mientras dejaba salir su ya clásica sonrisa tenebrosa al terminar su prosa.

—Veamos que dicen los resultados de esa chica emo —decía mientras revisaba la información que se cargaba en un ordenador, el cual a simple vista se podía notar que poseía un equipo especial de enfriamiento. Era un aparato tan grande, con tantos ventiladores y circuitos de enfriamiento tan delicado que solo podía ser de un ordenador con una potencia sorprendente.

—No me lo creo. Esta niña a recuperado un 20% de lípidos, hemoglobina y plaquetas. Su conteo de glóbulos rojos se ha elevado considerablemente, aun cuando tomamos todas las unidades de sangre adicionales directamente de ella. Este nivel de recuperación es sencillamente extraordinario.

El doctor guardó unos segundos de silencio, mientras terminaba de leer los resultados. Y entre el silencio espectral que se figuraba en el frío gélido de su laboratorio, se dejó escuchar una risa tan siniestra como perturbadora.

—¡JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA! AAAAAAAAAAAAAAAAH ¡¡NO LO PUEDO CREER!! ¡¡QUÉ MARAVILLOSO ES ESTAR VIVO!! ¡¡LO SABÍA, FAMILIA LOUD, USTEDES SON SENCILLAMENTE MUY INTERESANTES COMO PARA DEJARLOS IR!!.... Bien, creo que por fin encontré lo que necesitaba para seguir con mi investigación. Si todo sale bien, incluso esos dos me darán las respuestas que tanto busco —exclamó el médico, quien recobraba la compostura de su ataque de risa y se sumía en su ordenador escribiendo como si se tratara de un concurso de velocidad en mecanografía. Los minutos se fueron volando, el tiempo no existía para su emoción. Su cansancio desapareció con cada palabra y valor que registraba. El brillo de su monitor, reflejado en sus anteojos, se convertía en un espejo blanco cargado de información.

El doctor Senti había sido hipnotizado por la información que estaba analizando y aun si le hubiesen llamado no se habría percatado de ruido alguno. No existía nada más que él mismo y su trabajo. Quizás, por ese motivo, tampoco pudo escuchar el sonido de su teléfono sonando sin cansancio durante todo un largo rato ni tampoco la puerta de su laboratorio abrirse.

Pero antes de eso, en pediatría, un poco después de colgar su primera llamada con su asistente, los dos únicos cuerpos solitarios que allí se encontraban seguían en reposo. La doncella oscura se mantenía dormida y la madre, sentada a su lado, acariciaba su negro cabello en silencio sin emitir palabra alguna, mirándole con unos ojos tristes. Fue entonces cuando una figura en uniforme blanco de enfermera, que habían visto antes pasar de reojo sin prestarle importancia alguna, entró al recinto.

—Hola, ¿Familia Loud?

—Sí... —respondió la madre, quien atentamente intentó levantarse de su asiento para saludarle.

—No hace falta que se levante, Señora Loud. Permítame presentarme, mi nombre es Merie Hellyes Endicot, soy la jefa de enfermería de este hospital y asistente del doctor Senti. Él me pidió personalmente que cuidara de ustedes. Le informo que el doctor ya nos hizo entrega de la documentación firmada para participar como candidatos oficiales del proyecto Father, así que a partir de ahora oficialmente son pacientes especiales en nuestra instalación y recibirán trato preferencial con todos los gastos médicos incluidos. Me tomé la molestia de desviar a todos los ingresos de pediatría a otra área, así tendrán más espacio y comodidad para sus dos hijos; aunque, de cualquier modo, no es que nos lleguen demasiados niños en este centro de especialidades, pero igualmente nos encargaremos de darles el mejor trato posible a todos ustedes. Adicionalmente, le pido le informe a su esposo que, si así lo desean, pueden ingresar a cualquier hora que quieran; siempre y cuando no sean más de dos visitas al mismo tiempo, para garantizar la mayor recuperación de sus hijos sin darle excesivos problemas al hospital —habló la mujer, mientras mostraba una expresión amable.

—Sí... Se lo agradezco enfermera... Yo le informaré a mi esposo —respondió la madre con un rostro que denotaba un poco de preocupación.

—Llámeme Merie. A diferencia del doctor Senti, no tengo problema con que me llamen por mi nombre o socializar con mis pacientes —respondió a su mueca con una sonrisa tan hermosa y gentil que la madre solo pudo sentirse avergonzada, mientras se sonrojaba un poco por tan linda expresión que le regalaba una chica que no conocía en absoluto, pero que no dejaba de transmitir una familiaridad muy tranquilizadora.

—Je, je, je, esta bien, Merie... Es un gusto igualmente. Yo me llamo Rita Loud, soy la madre de los dos, y gracias, de igual forma puedes llamarme solo por mi nombre.

—No hay de qué Rita, gracias a tí. Siempre es placentero conocer personas, pero bueno, me pondré a trabajar. Tengo instruido solamente hidratar y vitaminar a su hija y pasar un poco de antibióticos y medicación en caso de dolor... Mmmm no es gran cosa. Deje primero reviso el estado de su hijo, ya que él está recibiendo un tratamiento especial, ahora regreso con su hija.

—Sí Merie, gracias... —respondió la madre, mientras la enfermera entraba al cuarto aislado donde se encontraba el inerte cuerpo de Lincoln.

Tras unos minutos en silencio, la enfermera salió del cuarto aislado y se acercó a la niña, a la cual simplemente con una aguja médica inyectó unos pocos medicamentos a través de su catéter sin mediar palabras.

—Bueno Rita, estaré por aquí afuera. Si necesitan algo solo llámeme. Estaré pasando cada 30' minutos para revisar cómo evoluciona su hijo.

—Sí, gracias —dijo la madre, mientras veía como se marchaba la blanca y finamente planchada silueta con prendas de olor clínico.

—*Suspiro* Mamá... ¿Qué es eso del proyecto Father y por qué nos vuelve especiales?

—¡Aah! Qué susto me diste hija. Pensé que estabas dormida —exclamó la madre quien se tocó el pecho del susto.

—No, de hecho lo estaba. Desperté cuando tú y esa mujer comenzaron a charlar. ¿Qué era eso de lo que hablan? —dijo la chica oscura con su tono sombrío.

—Verás, sobre eso... No hay mucho que explicar, no tienes de qué preocuparte. Es algo que arreglamos tu padre y yo para que les dieran los mejores cuidados posibles, y eso también es algo de lo que no te tienes que preocupar. Somos sus padres y haremos lo mejor para ustedes hija. Lo único que importa ahora es que tú y tu hermano recibirán la mejor atención para que se puedan recuperar pronto- atendiendo a su pregunta, la madre dejó escapar una leve sonrisa fingida y una mirada nostálgica al piso. Era una emoción difícil de leer para la doncella, quien, pese a toda su anterior experiencia, esta mirada le era confusa. No entendía del todo por qué algo que parece ser tan bueno le producía ese semblante, pero en su mente se gestaba la sospecha de que sin duda era cosa de ese extraño doctor.

—Bueno... Está bien mamá, si no quieres decírmelo no tienes que hacerlo. Solo que... Han pasado tantas cosas y... ¿Tú entiendes, no?

—Sí, lo entiendo mejor que nadie, pero te lo repito, no tienes que preocuparte de cosas de adultos. Ya llegarás a ser madre y lo entenderás. Solo importa que ustedes dos se mejoren y créeme yo podría incluso dar mi vida por cualquiera de ustedes; así que no dejes que esto te moleste —exclamó Rita, mientras cambiaba su semblante por uno más gentil y amoroso acariciando su cabeza como una niña pequeña.

—Mamáá, ¡Sabes que no me gusta que me traten como una bebé! —respondió Lucy, mientras se sonrojaba por su gesto maternal. Ella misma se esforzaba en fingir tranquilidad en sus palabras, pero no dejaba de sentir una extraña sensación en su pecho que no terminaba de molestarle. Esa sensación tan incómoda que en ocasiones le atormentaba tanto.

—Ja, ja, ja. Ay, hija... Estás creciendo tan rápido... Tan pero tan rápido... Que antes de darme cuenta ya te estás convirtiendo en una mujer... —dijo la madre a su hija.

Ambas se miraron fijamente en silencio, pero la madre mostraba en su sonrisa algo que tenía guardado que aún no decía y eso fue lo que dejó a Lucy con mayores dudas.

El día continuó como si nada y la enfermera cumplió su palabra regresando puntual cada media hora durante todo el día sin que el doctor mismo apareciera.

Fue entonces cuando un monitor en el cuarto de aislados comenzó a sonar. Era un sonido diferente al que se había escuchado normalmente. No se escuchaba como el monitor que controlaba su pulso; era más como el ruido de una hoja de papel siendo rallada por un lápiz. La madre de familia se preocupó y salió de la habitación para llamar de inmediato a la enfermera.

—Merie... ¿Merie, estás ahí? —replicó la madre, quien la encontró sentada en un módulo al pie de la puerta.

—Sí Sra. Rita, ¿Qué sucede? ¿En qué la puedo ayudar? —respondió su llamado con dudas.

—Es mi hijo, Lincoln. Escucho mucho ruido en su habilitación a través de los vidrios.

—¿Lincoln? Eso es extraño. Acabo de revisar sus lecturas y todo está bien. Ahora voy —exclamó la enfermera, quien de inmediato se levantó y la acompañó hasta su habitación.

—¿Qué sucede mamá? —preguntó la pequeña niña gótica.

—No lo sé cariño, hay mucho ruido en el cuarto de tu hermano. Dejemos que la enfermera revise lo que sucede —respondió la madre con preocupación, mientras la enfermera entraba a revisar el equipo médico.

—Oh, esto no es posible... —exclamó la mujer, quien leía unos pedazos de papel que no se dejaban de imprimir de un aparato extraño conectado al chico.

—¿Qué pasa Merie? ¿Es algo malo? —preguntó angustiada la madre; quien, con las dos manos en pecho, frunció el ceño en señal de tristeza.

—Pues, no sé si decirlo... Bueno, mejor dicho no sé si deba decírselo... Pero creo que es algo bueno. Aunque primero me gustaría consultarlo con el doctor Senti.

—¿Qué quiere decir? ¿Qué pasa con Lincoln? ¿¡Mi hermano está bien!? —replicó desde el fondo la doncella oscura, quién parecía que su rostro se iluminaba con esas palabras.

—Bueno, podríamos decir que esto es bueno... Su hijo no presentaba actividad cerebral, estaba totalmente en coma todo este tiempo. Legalmente estaba en muerte cerebral y no teníamos previsto que recuperara su actividad cerebral, mucho menos tan pronto después del daño que debió haber recibido. En teoría, son buenas noticias porque nos dice que su cerebro ha recuperado su actividad, aunque... Bueno, ya les debieron haber explicado: no podemos garantizar que no haya un daño irreversible, pero estas son buenas noticias sin duda- dijo la enfermera mientras miraba su reloj y tomaba notas de los aparatos. Si me disculpan, tengo que hacer una llamada al doctor, ahora regreso.

—Sí, gracias Merie, no te preocupes, nosotras te esperaremos aquí.

La dulce sonrisa de la enfermera y sus comentarios tranquilizaron el corazón de las dos mujeres, pese a que no todo fueran buenas noticias, mientras esta se retiraba para informar a cierto doctor loco quien trabaja sin escuchar llamados.

El tiempo puede ser algo irónico a la realidad... Porque, al final, después de tan poco, todo pasa como tiene que pasar haciendo ver estúpida a la ficción cuando las cosas llegan sin avisar.

~ ¿No es así... Mi pequeño conejo blanco...? ~

~Cling~

—¿Ah? ¿Escuchaste eso mamá?

—¿Escuchar qué, cariño?

—Ese sonido... Ese sonido lo he escuchado antes ya.

—¿De qué hablas amor? No estoy entendiendo nada.

—*Suspiro* Ese sonido lo escuche cuando todo esto empezó... Cuando este infierno comenzó.

—No te estoy entendiendo nada cariño, comienzas a asustarme ¿De qué sonido hablas? Yo no escucho nada.

La doncella se levantó de su cama con cuidado y malestar para acercarse por primera vez al cubículo donde se encontraba postrado su hermano. Allí donde solo su mechón era visible, una sensación dentro de su corazón le gritaba que no lo hiciera, pero otra en su cabeza le susurraba que tenía que comprobarlo por ella misma. Aquel sonido, aquellas emociones mezcladas; tenía que ver el cuerpo y rostro de su hermano, después de todo, sin importar el dolor que esto le provoque; sólo así podría estar realmente tranquila.

Lentamente... Paso a paso... Se acercó hasta el lugar, mientras la madre intentaba detenerla inútilmente.

—Hija, no te fuerces demasiado, esto solo te hará daño.

—No mamá. Tengo que verlo. Tengo que estar segura. Tengo que ver el rostro de mi hermano... —El rostro de la madre se deformó en una mueca de malestar por las palabras de su hija. No pudo más que asistir, aceptar su súplica y ayudarle a llegar.

—Está bien hija. Vamos despacio.

Lentamente cada centímetro que avanzaban la acercaba más a la cama del albino, mientras iba creciendo esa sensación como un inmenso hueco en el pecho.

Fue entonces cuando lo vio; ahí postrado en cama, con todos esos aparatos en su cuerpo, vendajes y sangre en todos lados como una especie de momia.

—Lincoln... Hermano... —susurraban suavemente los labios que expresaban palabras sin pensar. Solo se podía ver su mirada a través del vidrio, mientras su pálida mano acariciaba el temple traslúcido que los mantenía separados.

—¿Ya estás bien hija? —preguntó la madre a oídos sordos, pues sus ojos solo se postraron en el rostro del albino calmo en sueño como si todo esto solo fuera una simple ilusión.

—Lincoln...

Lincoln...

Lincoln... Hermano...

Hermano mayor...

Lincoln... ¡Lincoln!...Despierta.

Lincoln... *Snif* Lincoln ¡LINCOLN! ¡LINCOLN! ¡DESPIERTA, NO ME ABANDONES! —los llamados tenues de la chica lentamente se habían convertido en gritos desgarradores en llanto. Su hermana se transformó, en poco tiempo, en una especie de alma en pena que golpeaba el vidrio que los separaba llena de dolor y angustia. Nuevamente la doncella había perdido el control. Ver a su único hermano así, a su querido hermano mayor, la razón de sus fantasías más oscuras y de sus motivos más perversos tirado ahí, como un muerto inerte, reabrieron la herida en su alma que apenas había comenzado a tratar de sana...

—¡NO ME DEJES SOLA, TE NECESITO!

Gritó fuerte y a todo pulmón la pequeña chica, llorando frente al cuerpo de su hermano.

~Cling~

...

.....

........

—Nunca estarás sola Harriet, yo siempre te encontraré y estaré contigo sin importar donde estés...

—¡¿Ah?!

El silencio consumió todo ruido de la habitación. Aquel llanto y berrinche infantil, como el de un espectro errante, se había detenido en seco. Tan rápido como la figura alba pronunció palabra, la madre solo puso sus manos en su boca y la doncella sólo detuvo su voz y llanto por completo mientras permanecía paralizada. Aquel sonido audible provenía de aquella habilitación de cristal, no había ningún error. Era él, aquel caballero blanco, su conejo albo.

Había hablado y todo su pequeño público calló su voz, ignorando la incongruencia total de sus palabras y el evidente hecho de que eso no debería de haber pasado.

Y helo ahí, postrado en la cama, con todos esos aparatos pegados a su cuerpo, como sanguijuelas chupando su vida.

Lincoln había abierto sus ojos y dicho una oración completa. La madre y la hija no lo podían creer. Su hijo y hermano estaba ahora despierto y mirándoles postrado en su habilitación.

Aunque con unos ojos siniestros. Las escleróticas rojas de Lincoln no habían sanado en absoluto y su semblante pálido como la muerte hacían juego con su rostro sin emociones. Todo eso causaba una inquietante sensación que, para la madre, era indescriptible.

—Hola, mi pequeña princesa de la oscuridad... ¿Cuánto tiempo ha pasado? —exclamó el albino con sus ojos inquietantes clavados en la chica, quien apenas y podía pronunciar palabra alguna.

—¿Qui-qui-quién, eres tú? —exclamó Lucy con algo de miedo .

—Lincoln, hijo ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? El doctor dijo que tal vez no te levantarías.

—¿Ya no me recuerdas mi princesa? Eso realmente me lastima demasiado. Sabes, estuve luchando con la misma oscuridad que me engendró durante más tiempo del que me gustaría recordar. Solo para poder volver a estar aquí, junto a tí... —exclamó el chico, ignorando por completo las palabras de la madre rubia, con un tono de voz rasposo que sonaban palabras frías muy diferentes a las habituales.

—Lincoln, ¿De qué estás hablando hijo? No me ignores. Nos estás asustando, deja de bromear, eso no es gracioso —exclamó la madre, a quien le comenzaban a brillar sus ojos por ver esa terrible imagen frente suyo.

El rostro de Rita, al borde del mismo llanto por la felicidad y confusión de ver a su hijo hablando, era desmotivado por el rostro de la doncella oscura, quien mantenía un semblante pálido e inexpresivo.

El rostro de Lucy era indescriptible. Su cuerpo tembloroso por el esfuerzo había dejado de ser un problema; ella estaba completamente congelada viendo a su hermano mayor... Sí... Ella lo sabía... Su madre no lo podía entender, ¿Cómo podría? Su madre no había tenido aquellos sueños que ella tuvo... En su corazón, Lucy, temía que jamás hubiera despertado su querido hermano mayor y era esa sola idea la que le mantenía llorando en silencio. El solo pensar que su adorado guardián de brillante cabellera no fuera a regresar jamás con ella... Jamás volvería a cargarla... Jamás volvería a verle sonreír... Jamás volvería a sentir sus ojos sobre su cuerpo... El solo pensarlo fue el suficiente impulso que le hizo gritar su nombre tantas veces. Fue esa simple idea la fuerza que le impulsó a vender su misma sangre sin dudarlo a un loco enfermo que solo quería experimentar con ellos. Fue por esa idea que estaba dispuesta a todo...

~Todo fue por él...~

Lucy no lo sabía, ¿Cómo podría saberlo? ¿Cómo podría haber sabido que existen destinos peores que la misma muerte...? Un destino peor que no ver a su adorado hermano, no volver a decir su nombre. Un destino mucho peor que no poder volver a abrazarle o sentir el calor de todo ese inmenso amor que él siempre tenía por todas ellas... Lucy había aprendió por fin a aceptar su corazón. Al menos eso creyó. Siempre tuvo aquel sentimiento oculto en su corazón; si su hermano volvía con ella, podría arreglarlo. Que podría tan siquiera reparar un poco de todo este desastre que ella había comenzado aquel día que manchó su rostro con su semilla...

Pero su pobre y frágil alma, tan dulce y lastimada por el dolor, jamás pudo imaginar el destino que le deparaba en tan corto tiempo, orquestado por ese tintineante sonido de fondo que parecía augurar siempre solo desgracias y sufrimiento sin igual para con todo aquél que lo escuchara...

~Si... Es verdad Lucy Loud. Existen peores cosas que la muerte, mi pequeña doncella de la oscuridad... Y eso puede ser ver a ese que tanto anhelas desaparecer, mientras otro usurpa el cuerpo de quien tanto deseas recuperar...~

Un escalofrío invadió el cuerpo de la doncella de la oscuridad... Ella lo podía sentir...

~ Así que dime doncella oscura, ¿Que harás?~

~ Cling~

Lucy había tratado de ser fuerte. Se había dicho a sí misma que llorar no solucionaría nada, pero nuevamente el destino la torturaba de la peor forma posible. No solamente con la posibilidad de quitarle a su querido hermano mayor, sino que trayendo a alguien diferente que usurpa su cuerpo justo frente a ella.

¿Es que acaso toda esperanza y fe habían sido en vano?

¿Qué diría su madre?

¿De qué manera podría la familia digerirlo si ya no le quedaban más fuerzas? Su mente no lo comprendía. Por más que ella trataba de entender, nada le daba respuestas.

Entonces, todos los libros de magia negra, vudú y hechicería; todo ese conocimiento de artes ocultas, que trataba como un juego en su vida, pasó frente a ella en ese instante como un flashback, y fue ahí que se dio cuenta de algo muy importante: ella era una chica que se había sumido a sí misma en la oscuridad por placer. Ella había jugado con fuerzas que no podía entender en aquel momento, y que ahora tenía que aprender de ello.

Sí. En ese momento inenarrable en su corazón; tras ver esa sonrisa y esos ojos rojos dibujados en el rostro de su hermano mayor; tras escuchar las súplicas de su madre y oír esa voz ronca hablar y pronunciar ese nombre familiar, su mente lo empezaba a deslumbrar y con ello sus claros y hermosos ojos azul celeste solo pudieron llorar lágrimas de sangre sin parar, como si fuera una perversa broma de un payaso cruel llamado destino... Ese destino estaba a punto de ponerse mucho peor, justo cuando, poco a poco, recordó de quién era ese nombre tan familiar.

—Harriet...

—Oh, mi princesa ¿Por fin me recuerdas? Me alegra que no haya pasado tanto tiempo. Temía que todos esos años en la oscuridad te habrían hecho olvidarme. Mi mayor temor fue nunca poder volverte a ver...

—...

—¿Qué pasa princesa? No seas tan cruel conmigo, te lo prometí. Se que estas molesta por dejarte sola todo este tiempo que pasó, pero no podía hacer nada. Realmente morí en ese momento por el arma sagrada de ese loco. Te juro que hice todo por regresar rápido de las garras de la muerte, pero son realmente fuertes y aterradoras, incluso para demonios como yo, el simple hecho de resucitar es ya un hecho bíblico...

Lucy guardó silencio mientras su madre se desmayaba a la mitad de las palabras de su hijo, cayendo de golpe en el piso. Todo eso fué demasiado para su corazón herido. Todo lo que estaba pasando era realmente incomprensible para la madre. Su hijo estaba sumamente lastimado y diciendo cosas muy extrañas, mientras sus huesos tronaban como si fueran trozos de madera. Pero Lucy se mantuvo firme. Su mente, que solo podía extrañar a su hermano, se empezó a llenar de rabia. Una rabia brutal de ver como "algo" más estaba lastimando el cuerpo de su querido hermano.

—¿Quién eres tú? Te haces llamar un demonio ¿Cierto? ¿Por qué estás en el cuerpo de mi hermano?

—¿Eh? ¿Pero qué te sucede Harriet? Oh, ya veo, este no es mi cuerpo... —dijo mientras veía su reflejo pálido y sangrando en el cristal entendiendo que no era ese su cuerpo...

—Que extraño. No estoy seguro cómo terminé dentro de este frágil cuerpo. Estaba en la total oscuridad de la muerte y fue el sonido de un cascabel y tu voz, mi princesa, lo que me hizo seguirte y despertar aquí... Realmente luché durante más tiempo del que puedo recordar por no caer en el olvido, ya que es la única forma en la que nosotros morimos por completo. Siempre supe que mientras existieras tú habría esperanza de que nos reuniremos, pero por más que luchaba por encontrarte en el infinito espacio de la oscuridad eterna, jamás lograba nada. Solo tenía el dulce recuerdo de nuestros días juntos para mantenerme consciente, pero nunca antes había escuchado ese sonido o tu dulce voz de nuevo... Por eso me alegré mucho de que lo primero que viera al revivir fueras tú, mi amada... Estas tan bella como el primer día que te vi...

Las palabras de aquel ser que usaba la voz le Lincoln la perturbaban, pero con eso dicho parecía que todo comenzaba poco a poco tener sentido. Ella mejor que nadie lo sabía; su conexión especial con su bisabuela Harriet y lo mucho que ellas dos se parecían de jóvenes. Al menos, con esto en mente, se podía hacer una idea de por qué la confundía.

—Lamento decepcionarte demonio, pero yo no soy Harriet. Mi nombre es Lucy. Yo soy Lucy Loud y ese frágil cuerpo que usurpas es el de mi querido hermano mayor, Lincoln.

—Hahaha, que graciosa eres mi pequeña doncella. Yo se que no hablamos mucho antes de mi muerte, pero no era necesario ser tan cómica. —exclamó el demonio, mientras se reía un poco nervioso.

—No estoy jugando en absoluto. No sé quién seas ni me importa. Solo quiero que me regreses el cuerpo de mi hermano. ¡Mostruo! —La última palabra de Lucy hirió como una daga el alma de aquel demonio, quien esperaba el amor de su querida princesa y lo único que recibió fueron palabras de desprecio.

—¿Qué? ¿Estás hablando en serio Harriet? Yo realmente te extrañé. Fue el solo deseo de poder volverte a ver por lo que yo siempre luché... —exclamó aquel ser, mientras se veía nuevamente en el reflejo del cristal y vio cómo le miraba Lucy con gran odio y furia mientras veía sus propias manos ensangrentadas.

—Oh... Ya veo... No es una broma... ¿Cuánto tiempo ha pasado? Acaso tú eres... ¿Su hija?

—No lo sé demonio, pero Harriet era mi abuela y tiene mucho tiempo que murió. Diría que, como mínimo, desde que la dejaste sola, tiene más de cien años.

—No puede ser... Si Harriet murió... Entonces yo... Yo no pude volver con ella a tiempo... Yo no pude salvarla... Yo.. yo no pude estar con ella..

El rostro del demonio en el cuerpo Lincoln se deformó con intenso dolor, y de sus ojos brotaron lágrimas carmesí una tras otra... Lucy solo observó y escuchó con mucho cuidado y cautela todo lo que estaba pasando.

—Mi dulce princesa... Mi dulce niña especial de ojos celestes...

—Lo siento. De alguna manera te entiendo, pero era mejor que lo supieras rápido antes de que dieras más problemas... Así que, ahora, por favor cuéntame más antes de que ese doctor loco venga... ¡Necesito salvar a mi hermano! ¿Qué haces aquí? ¿Qué relación tenías tú y mi abuela? ¿Quién o qué eres? Y por favor dime... ¿Puedes hacer algo por mi hermano?

Lucy vio una oportunidad; algo a que aferrarse; una pequeña esperanza. Si él era un demonio invocado por su abuela quizás podrían hacer un trato. En su mente pasó la idea de vender su propia alma si era necesario. Todo lo que había aprendido y hecho antes podía servir de algo.

—Yo... Harriet y yo... Éramos cercanos... Oh eso creo... —contestó la figura mientras su mirada se perdía en el reflejo.

—¿A qué te refieres? Ustedes dos eran... ¿Amantes?

—No... Bueno... Yo la amaba mucho... Su bella sonrisa, sus hermosos ojos, desde el primer día que la vi...

—Vamos, cuéntame más.

—Sabes, tú y ella son realmente parecidas... Es como si pudiera verla de nuevo... No puedo evitar querer decírtelo todo... Hace mucho, mucho tiempo, tu abuela y yo nos conocimos en el frío bosque del norte. Donde los árboles de madera real crecían... Yo soy un demonio conejo. Tengo el poder especial de crear portales entre esta dimensión y la del mismo infierno. Los de mi clase sirven como constructores de túneles entre este mundo y el otro, pero rara vez podemos sobrevivir mucho tiempo. Somos cazados por otros demonios, e incluso ángeles. Nuestra presencia es un peligro para el balance entre los mundos, por eso somos cazados o esclavizados... Pero yo logré escapar de la oscuridad eterna del mismo infierno y me mantuve consciente, después de incluso mi propia muerte, solo para volver a verla... Ver esa hermosa chica humana que cambió mi mundo...

—¿A qué te refieres...? —interrumpió Lucy.

—Cuando aquel sonido en ese momento se escuchó, yo lo seguí con esperanzas de escapar y fue ahí cuando lo vi. Una luz muy a lo lejos... Una luz que me llevó exactamente donde estaba ella... Harriet... La niña de ojos tristes. Sabes, era igual a tí... En aquel momento pensé que fue su poder el que me había salvado del abismo, por eso no hice más que observar. Durante días y noches me limité sólo a verla andar, cuidándome de que no me pudiera ver... Harriet tenía un aura muy hermosa. Era una humana con un don especial; sus bellos ojos podían ver la verdad. A ella no le gustaba hablar con nadie por eso... Se recluía constantemente así misma por que nadie le podía mentir. Ella siempre podía saber solo con mirarlos cuales eran sus deseos. Espectros, apariciones, nada se podía salvar de esos bellos ojos azules ni siquiera yo... Durante mucho tiempo la seguí a todos lados donde fuera y lentamente me cautivó su sonrisa y su dulce fragilidad. Ella estaba tan sola, siempre rechazada por los suyos... Era tan parecida a mí... Ser odiada por los tuyos solo por ser capaz de hacer algo que los demás no podían, eran tan cruel. Harriet era tan hermosa y frágil... Un día, cuando por descuido me vio y me habló por primera vez, mi voz se congeló... No importó si solo me despreciaba. El que ella me hablara era más que suficiente para sentir una alegría que enmudecía mi voz. Jamás me había sentido así. A partir de ese momento la seguí siempre sin cuidar mucho de que me viera o no. Ella pensaba que no podía hablar. Era mejor de esa manera. El solo estar cerca suyo hacía temblar mis piernas. No podía evitar querer siempre protegerla. Tenía una fuerte necesidad de cumplir todos sus deseos. Por primera vez sentí el deseo de ser un esclavo, más fuerte que nunca. Yo, una raza de demonios cazada y esclavizada por otros demonios, una especie que odia la prisión y servir a otros, tenía por primera vez un deseo inimaginable de ser suyo... En aquel momento yo quería ser su fiel esclavo hasta el último de mis días, nunca el dulce olvido fue tan hermoso para mí como el vivir por y para ella...

Las palabras de aquel demonio enmudecían a Lucy. Ella podía sentir un recuerdo de nostalgia y empatía... Ese demonio y su abuela era muy similar a ella y Lincoln.

Esas últimas palabras le movían un fuerte sentimiento...

"Nunca el dulce olvido fue tan hermoso para mí como el vivir por y para ella"

Sí... El vivía para ellas. Todo el tiempo vivió por y para todas ellas como un fiel esclavo... Siempre ignorado, siempre menospreciado, siempre juzgado y nunca nadie a su lado.

Lucy lo entendía. El conejo era igual a Lincoln... Era un tonto mártir sin remedio... Y eso le dolía...

—Yo... Lo lamento... Por... Lo que dije antes... —dijo Lucy mientras veía su imagen triste a través del vidrio.

—No tienes nada que lamentar... ¿Lucy? Yo soy el intruso aquí. Lamento haber tomado el cuerpo de tu hermano. Si Harriet ya no existe más en este mundo, realmente no tiene caso para mí existir... Dejaré este cuerpo y me iré a morir en algún santuario para que no quede rastro de que alguna vez existí...

—¡NO! —respondió Lucy apurada—. No tienes que hacer eso. De hecho, creo que nos podemos ayudar mutuamente.

—¿A qué te refieres joven doncella?

—Mira, mi hermano está muy herido, de hecho apenas y sobrevivió. Su cuerpo está destrozado. Como podrás notar y según los médicos su cerebro murió, pero yo no he perdido la fe. Si tú puedes tomar ese cuerpo significa que debe de haber algún modo de rescatarlo, de traer su alma perdida como trajeron la tuya y devolverla a su cuerpo. Si tú me ayudas a traer a mi hermano de vuelta, yo te llevaré con mi abuela Harriet... —dijo Lucy mientras temblaba de pie pegada al vidrio.

Las palabras de la chica desconcertaron mucho aquel demonio, pero esos bellos ojos azules derramando sangre que le miraban no hacían más que traerle recuerdos dolorosos...

—Tus ojos... ¿Dices que me puedes llevar a ella? ¿A qué te refieres?

—Mi abuela y yo compartimos un lazo especial. Yo misma he hablado con su espíritu. Si tú puedes traer el alma de mi hermano y regresarla a su cuerpo yo misma te traeré el alma de mi abuela para que se reúnan nuevamente.

Las palabras de Lucy sorprendieron mucho al demonio y le dieron un poco de esperanza. Tal vez su amada había encontrado la forma de mantenerse en este plano para volverse a encontrar.

La sola ilusión de eso lo llenó de alegría, pero lo que la chica pedía era algo muy difícil y él lo sabía mejor que nadie.

—Sí... Acepto tu trato pequeña doncella de cabellos negros, pero tengo que decirte algo. Y quiero que lo sepas bien. Econtrar a tu hermano no será tarea fácil. Su alma no está aquí conmigo, en este cuerpo, y necesito salir de él para buscarlo, pero en el estado que está, sin un alma, es muy probable que este cuerpo se deteriore y perezca mucho antes de que siquiera me de tiempo de regresar.

Necesito un ancla a este mundo que me permita volver si es que la encuentro para traerlo aquí y también alguien que mantenga vivo este cuerpo mientras no estoy. Puedo ver a simple vista que tienes algo del don de tu abuela y tu cuerpo está en mejores condiciones que las de este chico, lo suficiente como para que se mantenga vivo por sí solo. Necesito que firmes un pacto demoníaco conmigo para poder volver a donde tú estés, mientras tanto él necesita que tomes mi lugar en este cuerpo para que tu alma y conciencia mantenga vivo este cascarón hueco. En este momento, mientras hablamos, mi espíritu demoníaco a logrado sanar el daño que hice mientras me movía, pero aún está muy herido; sufrirás un dolor inenarrable cuando tomes el control de este cascarón roto... ¿Estás dispuesta a soportarlo? Créeme que será algo que ningún humano normal podría resistir, será como el mismo infierno para tí —exclamó el demonio en tono serio y claro.

—¡Sí! Haré y soportaré lo que sea por Lincoln —respondió casi al instante la doncella oscura con una sonrisa dibujada en su rostro. Una sonrisa que, al verla el demonio, solo pudo sentir una ligera alegría y escalofrío en el lomo que le hizo meditar: <<Me preguntó si Harriet habría hecho lo mismo.>>

—Bien. Entonces ven aquí. Entra, hay que firmar un pacto... Tienes que beber un poco de la sangre que escurre por mi mejilla. Yo haré el resto y hay que darnos prisa, el tiempo transcurre diferente del otro lado y cada minuto que perdemos el alma de tu hermano se debe perder más en la inmensidad del purgatorio y si bebe o come cualquier cosa de ese mundo su alma quedará sellada en esa dimensión y no podré arrastrarla aquí de nuevo.

Lucy no necesitó más explicaciones y sin decir nada se dirigió tan rápido como pudo a su habitación recostándose a un lado de él en su camilla y se acercó a su rostro para darle un tierno beso en su mejilla por el cual lamió y bebió la sangre que escurría de sus ojos.

Tras eso, el demonio comenzó a hablar en lenguas inentendibles y dibujo con su mano el símbolo parecido a un reloj en su frente...

Al terminar solo exclamó:

Sedibus ut saltem placidis in morte quiescam...

Y al hacerlo Lucy se desmayó... Todo se volvió oscuro y cuando recobró la conciencia no pudo más que sentir un dolor tan indescriptible que el solo hecho de respirar era abrumadoramente desgarrador.

Lentamente abrió los ojos y pudo sentir el más horrible, cruel e inmenso dolor que ni en sus pesadillas más ruines se pudiera describir. Sus ojos apenas y podían divisar imagen alguna y su pecho se sentía como si tuviera un millar de navajas que se afilaban en sus pulmones con cada intento moribundo de respirar. Cada centímetro de su cuerpo se sentía roto y desgarrado. Un inmenso ardor en toda su piel y un dolor devastador de cabeza, que le hacía casi perder el conocimiento, la invadía. Quería gritar, quería llorar, quería poder de algún modo expresar el indescriptible dolor que sentía, pero su boca estaba muda, su aliento sordo, su cuerpo paralizado, solo podía permanecer ahí recostada en el cuerpo de su hermano... Sintiendo un dolor imposible de describir.

<<Así que este es el dolor de mi hermano.>>

Pensó entre delirio y alucinaciones. Un fugaz deseo por morir pasó por su cabeza, pero antes de siquiera concretar ese deseo se mordió la lengua para sentir aún más dolor...

<<Estúpida, no llegamos tan lejos para rendirnos ahora.>>

Pensó la doncella entre alucinaciones y dolor. El cuerpo de Lincoln no había sido sedado. La anestesia de la cirugía había pasado hacía tiempo. No se le había administrado más porque estaba en coma y no tenía ningún caso. Ella podía sentir todo en carne viva. Pudo experimentar el verdadero infierno mientras el conejo demoníaco hacía su parte del trato.

Habían pasado ya diez minutos desde que se había tomado su cuerpo y el demonio no volvía, pero no perdía la esperanza. La simple idea de poder volver y ser abrazada por ese cuerpo que le hacía sentir tanto dolor le daba fuerzas y paz suficiente para poder seguir.

El demonio por su parte se sumergió al Inframundo para buscar el alma del chico. Miles de millones de espíritus de personas y seres que han muerto y él tenía que encontrar la de un chico en especial.

El conejo corrió y corrió por todos lados buscando y buscando por más tiempo del que se puede calcular, atrapado en aquel plano donde él podría estar.

Buscó y buscó por todos lados pero no lo podía encontrar. El conejo demonio sabía que la niña no podría soportar demasiado tiempo en el mundo de los vivos. Sabía que el dolor que sentía le haría desear la misma muerte; se tenía que dar prisa antes de que aquel infierno corrompiera por completo su alma.

Fue entonces, cuando se estaba a punto de rendir, que lo escuchó nuevamente.


~Cling~


—Ese ruido...

Fue rápido y casi inaudible, pero fue él mismo, aquel que lo condujo a su amada desde el inframundo y el mismo que lo sacó de la muerte... Sea lo que sea eso que lo producía, era su única esperanza.

Siguió el origen del ruido tan rápido como pudo hasta dónde pensó que provenía. En aquel lugar había un escenario abstracto de muchos árboles lúgubres, era un limbo oscuro de tonalidades negras y blancas... Un lugar increíblemente solitario y muerto, nulo de todo sonido y color...

Sí, como su nombre lo decía era un limbo... Y uno especialmente cruel y tenebroso.

Allí se encontraba un alma blanca, atrapada, corriendo sin parar, perseguida por criaturas negras sin fondo que parecían querer devorarla. El conejo blanco miró con detenimiento aquel espíritu que parecía haber perdido su forma original y solo era una especie de espectro blanco corriendo de un lugar a otro... Entró al limbo, la miró de cerca... El espectro estaba reviviendo un ciclo sin fin de una búsqueda. Corría y corría de un lado a otro siguiendo a la única otra silueta blanca que existía ahí. Una que sí le era familiar al demonio conejo. Era la silueta de una niña de una muy cercana edad.

Sí. Esa silueta sin duda era la de su doncella...

—Harriet... O debería decir... Lucy ¿No es así, Lincoln?

La voz del conejo se pudo escuchar por todo el limbo caótico de luz y oscuridad; la única voz y sonido que aquella alma pudo escuchar durante más tiempo del que siquiera podía recordar... La silueta blanca se acercó al conejo mientras este le extendió su extremidad...

—Es hora de irnos Lincoln, tu hermana nos espera.

Esas palabras hicieron derramar lágrimas negras a la figura blanca unidimensional. Aquel rostro blanco sonrió, tomó la extensión de aquel conejo y al hacerlo desapareció como si lo hubiera absorbido mientras el limbo se derrumbaba por pedazos, dejando únicamente, al final, a la silueta blanca que recordaba a Lucy, la cual todo el tiempo estuvo persiguiendo el alma de Lincoln mirándole de lejos, extendiendo su mano.

—Lo siento, me encantaría poder quedarme a seguirte, pero este chico y yo tenemos que reunirnos contigo en la realidad.

Al decirle eso el conejo alzó su pata izquierda y se despidió de ella dejando a la silueta sola mientras está, al verle saltar sobre esa dimensión límbica muy a lo alto, solo dibujó una sonrisa y le devolvió el saludo al tiempo en que lo veía marchar...


~Está bien, está bien, después podemos tomar el té.~


El conejo corrió a prisa para volver; ya había pasado muchísimo tiempo, aún habiendo encontrado el alma del chico todavía tenía que regresar al mundo de los vivos y, pese a que los segundos de los vivos representan años en el gélido mundo de los muertos, realmente esa travesía había sido más larga de la que imaginó. Tenía que comunicarse con el alma de Lucy para así poder llegar con ella; solo deseaba que la chica hubiera sido lo suficientemente fuerte como para resistir ese infierno el tiempo necesario sin perder la conciencia.

—Lucy... Lucy... Lucy... Maldición, no responde. Necesito que ella me responda. Si no me puede escuchar tendremos que regresar a un lugar al azar del mundo y será demasiado tarde si no podemos llegar con ella —exclamó el conejo mientras se mordía una garra. De repente el alma de Lincoln se empezó a perturbar. El conejo notó que quería hacer algo y este lo dejó tomar el control de su espíritu adoptando su forma espiritual por un momento...

—¡LUCY, LO LAMENTO! ¡TE EXTRAÑÉ MÁS QUE A NADA EN ESTE INFIERNO! ¡NO QUIERO ALEJARME DE TÍ NUNCA... TE NECESITO!

El alma del chico gritó con todas sus fuerzas; tan fuerte que parecía desgarrar su garganta. El eco de su voz vibró por todos lados... Y del otro lado, la conciencia moribunda de la doncella la pudo escuchar...

Sí. En efecto, había pasado una eternidad, los segundos se sentían como horas por la agonía infinita de sentir tanto dolor... Pero escuchar nuevamente esa voz la hizo reaccionar.

—Lincoln, hermano ¿Eres tú? Lincoln, ven, regresa a mí; hermano, te extraño... —exclamó Lucy gastando todas sus fuerzas con la voz de su hermano haciendo que cada palabra le destruyera más y más el alma de tanto sufrimiento.

El conejo escuchó la voz de su contratista por medio del cuerpo moribundo de Lincoln y posicionándose sobre el sector de donde provenía preparó el salto.

—Bien Lincoln, es hora de volver con tu dulce hermana...

*Jump*

Y de un salto se escabulló por la dimensión de los muertos hacia el mundo de los vivos, sacando de una patada y de golpe el alma de Lucy del cuerpo de Lincoln; ambos, nuevamente, en el despojo moribundo que la gótica llamaba hermano.

—¡Aaaaaaaah! —gritó fuertemente Lucy cuando regresó a su propio cuerpo.

Todo ese dolor que sentía se detuvo de golpe y de un solo empujón, como si hubiera caído a un precipicio y hubiera despertado de un mal sueño junto al rostro de Lincoln mirándole con esos mismos ojos de antes, pero con una sonrisa calma y tranquila

—Bien, he cumplido con mi parte de el trato Lucy... Tu hermano está aquí conmigo, pero en estos momentos está demasiado débil en cuerpo y espíritu; así que está dormido dentro mio. Sin embargo, pudiste escuchar su voz gritando tu nombre ¿No es cierto? Este niño tiene más fuerza que ningún alma humana que haya conocido antes, excluyendo a Harriet. Se autocastigó él mismo durante tal vez millones de años y lo único en lo que pensó en todo ese tiempo fue en poder regresar contigo. Si hubiera flaqueado al menos un poco en todo ese tiempo y se hubiera rendido en su limbo, habría sido tragado por una fuerza peor que el mismo infierno, y creo que hubiera sido imposible regresar o siquiera encontrarlo.

Lucy escuchó muy cansada y feliz las cosas que le decía el conejo.

Su hermano había vuelto, y no solo eso, sino que fue el recuerdo de ella lo que lo hizo volver; fue únicamente ella y su nombre lo que su hermano buscó durante mucho tiempo, incluso después de la muerte. Fue ella a quien él quería. En el corazón de su hermano existía un lugar único y especial que sólo le pertenecía a ella y a nadie más, capaz de trascender la misma muerte.

Una alegría desbordante y una tranquilidad inmensa que jamás había sentido iluminó su bello rostro, el cual le sonrió gentil y dulcemente al conejo mientras le decía:

—Muchas gracias... De verdad muchas gracias, conejo... Estoy segura que mi abuela debió haberse enamorado perdidamente de tí en vida. Estoy segura, que le dará... Mucho... Gus...to... Ver...t...

Lucy cayó totalmente dormida sin poder terminar sus palabras. Su cuerpo, mente y espíritu estaban muy agotados. Había pasado por un calvario sin igual habiendo desgastado mucho su espíritu.

El conejo solo pudo sonreír levemente mientras cerraba sus ojos y se sonrojara un poco por las palabras que le dijo:

—He,he,he, no cabe duda, ustedes dos son demasiado parecidas... Bien, creo que tengo que darle un poco de tiempo, mientras tanto aprenderé un poco de este tiempo con los recuerdos de este chico. Aprovecharé para curarlo un poco más; este cuerpo está hecho trizas...

Tras eso, el conejo, cerró los ojos y durmió profundamente a lado de la doncella formando una especie de imagen enternecedora de una pareja.

Mientras tanto, la enfermera Merie no podía contactar al doctor, no respondía a sus llamadas ni los mensajes de texto. Ella sabía bien que esto era algo importante que él necesitaba saber y que solamente ellos debían de atender. Ya había escuchado a lo lejos algunos gritos provenientes de donde estaban la familia Loud; se tenía que dar prisa, ya que con ellos todo era impredecible...

—Tengo que hacer algo para hacerlo salir de ahí. Sé que no debería, pero tendré que usar la llave que él me dio en casos de emergencias —dijo la enfermera mientras se preguntaba si era lo correcto. Pese a que el doctor le pidió que no lo molestara, esto era un dato importante que, estaba segura, le interesaría saber.

Así que, llenándose de valor y tomando un impulso de aire, se dispuso a abrir la puerta del laboratorio y, una vez dentro, pudo divisar al doctor sentado escribiendo en su computadora sin reacción alguna a su entrada.

—Doctor Senti... —exclamó la enfermera con algo de miedo. No era habitual que el médico se molestara, pero si algo le ocasionaba mucha cólera era ser interrumpido mientras trabajaba en sus proyectos importantes y, aunque ellos eran bastante cercanos, nada le garantizaba que no reaccionara de mala manera.

—Disculpe, doctor, tengo noticias importantes del chico Loud... —exclamó mientras veía atentamente su reacción. Pero el doctor no respondió de ninguna manera. La enfermera, entonces, se acercó despacio hacia donde estaba sentado lentamente sin ser demasiado ruidosa hasta que por fin quedó justo a un lado de él...

Pero al mirarle notó algo extraño.

El doctor estaba completamente dormido.

El brillo del monitor reflejado en sus lentes no le habían permitido verlo antes. El doctor Sentí estaba completamente dormido mientras, sorprendentemente, seguía escribiendo un reporte en su ordenador. Era como si su mente siguiese trabajando incluso después de ceder al sueño...

<<Cuán sorprendente puede llegar a ser este hombre>> —pensó la enfermera mientras le veía con mucha dulzura.

—Pss... Doctor Senti... —susurró la empleada dulcemente cerca del oído mientras rozaba su hombro. Pero no recibió respuesta—. <<Debe estar realmente muy cansado>> —pensó...

Así que, se dispuso a sentarse en el piso mientras reposaba su rostro y manos en su regazo mientras le acariciaba.

—Doctor Senti... Doctor... Frank... Primo... Es hora de ir a la escuela...

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