El corazón roto
—Bueno Lisa, creo que si pensamos realmente ir a "esto" tenemos que prepararnos.
—Sí, supongo. Después de todo hay mucho por hacer aún. No todas las hermanas de esta familia podemos fingir que no existimos para no ayudar a las demás.
—Heeey, tengo más problemas de los que crees; la verdad, ni siquiera te puedes imaginar lo que significa ser yo.
—De verdad Lucy... Se lo dices a la niña con un IQ de más de 180, lo que significa que los demás no te entiendan.
—El que seas inteligente no quiere decir que puedas entenderme y decir lo que quieras.
—¡Me cuestionas a mí, mujer? ¿¡Cómo puedes ser capaz!?.
—Te cuestiono porque actúas como una niña, Lisa.
— La única niña aqui eres tu Lucy.
—Mira quién lo dice. La persona que utilizó a una pobre e inocente niñita para lograr sus objetivos.
—Ya te dije que no fue así.
—Claro, que conveniente, solo ocupabas aclararlo...
—Lo mismo digo.
—Se te está haciendo tarde, Lisa.
—Lo mismo digo, Lucy... No llegues tarde...
—Uhmmm... —refunfuñaron las dos chicas, quienes no tardaron en soltar una risa.
=¡Hahahaha!
—Bueno, creo que ya nos divertimos suficiente ¿no lo crees, Lucy?
—Sí..
El par de hermanas se regalaron una sonrisa mutuamente.
Lisa se disponía a retirarse, pero fue detenida en ese instante por una voz quebradiza poco antes de salir por la puerta.
—¿Es verdad lo que dijiste, Lisa... Eso de quererme y preocuparse? —pronunció, con un nudo en su garganta, una voz que dejó en claro para Lisa lo sensible que era su hermana mayor cuando se trataba de esta clase de cosas.
—Si te refieres a lo que dijo Lily, todo es verdad. No tienes una idea de lo mucho que esa chica se preocupaba de que su hermana mayor no le hablara. Se culpaba a sí misma de ello, aun cuando no había hecho nada. Para ser sincera ni siquiera entiendo del todo cómo es que puede existir un ser humano tan dulce como ella viniendo de esta familia, me provoca diabetes tanta dulzura; no puedo imaginar a alguien así guardando rencor a otra persona, pero es parte de su encanto; sin embargo, te puedo asegurar que no es la uncia, después de todo, también soy culpable de ser algo tonta por seguir intentándolo a estas alturas, pero no es solo por eso...
Las palabras de Lisa fueron más que un alivio para el corazón de Lucy, quien desde hacía mucho tiempo se sentía completamente sola y aislada del mundo.
Cuando perdió a su querido conejo blanco, el cual era el único capaz de apoyarla en sus dificultades, jamás pensó que volvería a sentirse querida de verdad por su familia.
Pese a todo, en su alma se mantenían unos sentimientos oscuros que le hacían dudar si se merecía esta clase de afecto, ya que, lo que ella sentía, era por sí mismo un gran tabú odiado por todos.
¿Realmente la aceptarían si confesara sus pecados?
Después de derramar un par de lágrimas y con miedo a su respuesta, preguntó:
—Entonces... ¿Porqué?
—Supongo que ser algo tonto es un mal de familia Lucy, es precisamente por eso... Por que somos familia...
La respuesta de Lisa conmovió a la doncella, pero no era capaz de tranquilizar su inquieto corazón, pues era precisamente la maldición de ser parte de su familia lo que le impedía decir la verdad que escondía.
— Tú... Es decir, ustedes...Siempre me querrán, ¿verdad...? —pronunció Lucy con miedo, dibujando en su rostro un semblante melancólico, el cual logró hacerla sentir verdaderamente mal. Lisa era una chica fuerte; emocionalmente tan dura como una piedra, pero ver el rostro triste de su hermana mayor le hacía muy difícil ocultar sus verdaderos sentimientos. El miedo y la amargura de las palabras de Lucy ocultaban una culpa abismal que a la misma hermana genio le costaba descifrar. El hecho de que su hermana mayor lo preguntara era la prueba de algo mucho más grande; pues dudar de algo que debería ser obvio para cualquier familia solo lograba lastimar el corazón de aquella chica con gafas.
Para Lisa era frustrante no poder preguntarse cuán grande era la pena y culpa que realmente tenía su hermana para no revelar aquello que tanto temía. Pero no podía hacerlo, el haberlo hecho habría dejado ver en sus actos más de lo que ella quería revelar de sí, por lo cual, solo respondió con honestidad:
—Te puedo asegurar, hermana mía, que sin importar cuánto deteste o esté en desacuerdo con tu forma de ser o actuar, yo jamás te odiaré de verdad y eso lo podrías apostar. Lo mismo puedo decir de Lily.
Escucha, no tengo idea y prefiero no saberlo si no quieres decirme qué es eso que te preocupa tanto, pero sin importar que pase puedes contar conmigo.
Lisa contestó desde el fondo de su corazón a una pregunta que no tenía un sentido concreto dándose el lujo de, incluso, hablar por una de sus hermanas. Por la cual, incluso, estaba más segura de su respuesta que la de ella misma, limitando sin embargo mucho su opinión sobre el resto de sus hermanas ya que prefería no equivocarse.
—Gracias Lisa... Creo que, necesitaba escuchar eso...
—No te preocupes unidad fraternal. La verdad, en este momento, estoy más interesada por explicar cosas que "YO" no puedo entender, como las que están grabadas en esa USB, que servir de psicóloga para algo que, estoy segura, podrás superar por tí misma.
—Sí... Está bien...
—Bueno, de momento me tengo que retirar. Espero verte ahí con los demás.
—Claro, ahí estaré...
Lucy se alegró tanto por la respuesta de su hermana que la hizo sentir un poco más cerca de ellas. Pero, pese a todo, las semillas del caos en su alma no la dejaban en paz consigo misma.
Por su parte, Lisa, se retiró para prepararse y bajar con el resto de la familia; tenía que ayudar a Lily a peinarse, ya que ella era muy mala para esa clase de cosas.
Las preparaciones continuaron. El padre de familia estaba cien por ciento concentrado en su trabajo, tanto que parecía magia la forma en la que este cocinaba, mientras que la madre ayudaba en lo que podía.
Ya casi todos en la familia estaban listos, excepto Lisa y su pequeña hermana, quienes bajaron juntas, no mucho después, usando ropas no tan formales.
La familia tomaba este festejo como una día de navidad, donde incluso, algunos años, salían a comer afuera a restaurantes. Pero este año no sería así, después de todo vendrían de visita Bobby y su hermana quienes ya no tardaban en llegar.
Lori tenía un tiempo que estaba intercalando entre vivir con su, ya casi, esposo Bobby y su familia, para que no fuera un cambio repentino y la familia lo tomara con calma; afortunadamente este era el ciclo donde le tocaba estar con los Loud.
Pasaron los minutos en la ruidosa casa de los Loud.
El barullo y estruendo de las hermanas se podía notar tal cual como en los viejos tiempos; por fin estaban todos reunidos, casi como si los años no hubieran pasado. Todas juntas peleando, riendo y discutiendo. Una escena digna de admirar donde sólo había una figura albina inmóvil, sentada en el sillón de la sala de en medio.
*Ding-dong* *Ding-dong*- Sonó el timbre de la puerta...
—¿Quién es? —gritó la comediante mientras se reía y se acercaba a la puerta sin abrir.
—¡Soy yo, Bobby y vengo con Ronnie Anne, Luan! ¡Abre la puerta!
—No, sí no me dices la contraseña, hahaha...
—¡Ash! Este no es momento para tus bromas, Luan. Es de mala educación hacer esperar a los invitados —exclamó Lori, quien salió corriendo a donde estaba su hermana para abrirle a su novio.
Al abrir la puerta se dejaron ver las dos figuras familiares: eran Bobby, quien parecía todo un caballero con unas ropas más decentes de las que usualmente acostumbraba para trabajar, y Ronnie Anne, quien se veía despampanante con un largo vestido de una pieza roja que mostraba un poco más de lo necesario sus largas y torneadas piernas, la pubertad le había sentado muy bien a la joven latina.
—Hola osito bubuu... Te ves in-crei-ble, ¡AAAAAAH, ME MUEROO! Literalmente, eres el mejoooor... No sabes como te extrañééé mucho, mucho muchooo. Ah, y hola Ronnie Ann, Lincoln está ahí atrás. Entra, no sé qué le pasa. Ha estado muy callado, quizás verte le ayude y, por cierto, te ves muy bien.
—Hehe.. Gracias Lori. Como siempre es un guusto saludarte —respondió emulando un tono algo sarcástico que Lori no pudo notar por estar de arrumaco con su novio.
—Hahaha, Lori está embobbyada hahaha ¿Entienden? —exclamó Luan al notar la escena que se habían marcado la pareja, mientras que su público la ignoraba y Ronnie Ann pasaba de ella aproximándose a Lincoln.
—Hola perdedor, ¿Por qué tan serio? —exclamó la latina con una voz sensual mientras se inclinaba hacia donde estaba y le susurraba directamente al oído—. No me digas que me extrañaste tanto que solo podías pensar en mí todo este tiempo ahí sentadote.
Dijo la joven mientras rozaba sus labios en la mejilla del albino sacándolo de su letargo.
—Oh, eres tú Ronnie Anne. No noté cuando llegaste... —respondió mientras trataba de poner una sonrisa completamente tranquilo. Acción que extrañó mucho a la latina. Su rostro se veía algo distante y parecía que ni siquiera notó la insinuación de hacía unos momentos.
—Eso no fue lo que dijiste la última vez que nos vimos, tonto —respondió la chica mientras intentaba provocar a Lincoln con recuerdos de cierta noche juntos, cosa que al momento ocasionó un ataque de tartamudeo y tos al albino.
—*Cof, cof* Sssssh... No-noo di-digas esas cosas aquí, que todos te pueden escuchar, si algo no hay en esta casa es privacidad.
—Uhmm... Poco me importa. Te lo tienes bien merecido por andar en las nubes. Sabes lo mucho que odio que me ignoren.
—No te estaba ignorando, solamente estaba pensando algunas cosas... —dijo mientras trataba de poner una cara de molestia.
—¿Y qué clase de cosas podrían ser esas que ni siquiera me puedes poner atención? Vengo desde muy lejos solo para verte y estar contigo, me merezco una explicación.
—¡Aaah! —exclamó Lincoln mientras rápidamente intentó escupir una mentira—. No es nada importante. Solo, solo estaba pensando en lo que me pasó aquella vez... Tú sabes, el motivo de esta fiesta. No es que te ignorara, pero por un momento creí recordar algo de lo que pasó en ese día, antes de que llegaras. Solo estaba muy concentrado; ya que, como sabes, es algo que me a hecho pensar mucho. ¿Recuerdas? Ya te lo había mencionado, aquello fue algo muy traumático y mi recuperación fue muy lenta —dijo el albino, quien pensó rápidamente una excusa perfecta para que le dejara de molestar.
—Sí, ya me habías mencionado sobre eso... Pero no puedes ignorarme de ese modo. Después de todo, soy TU-NO-VIA. Y me debes toda tu atención, al menos cuando estemos juntos —respondió la joven mientras se sentaba a un lado suyo tomándolo de la mano y dándole un beso en su mejilla.
—Sí, Ronnie Anne, lo siento, no fue mi intención hacerlo, perdona...
—Ya, ya, está bien. Tampoco es que haya venido aquí solo para molestarte... ¿Y bien? Aún no has dicho nada... —preguntó la muchacha quien parecía retar al chico para decir algo que debería ser obvio.
—¿Ha? ¿De qué o qué? —respondió con cara de bobo y completamente perdido, ocasionado la furia de la chica.
—¡LINCOLN LOUD! No puede ser que seas tan tonto... Hummm... —Se levantó sumamente molesta y se marchó de allí.
—¿Qué? Espera Ronnie Anne, ¿Qué sucede? ¿Por qué te vas? —Intentó detenerla sujetándola de la mano, pero esta fue lo suficientemente rápida y se escapó de él, obligando a Lincoln a ir detrás de ella. Acción que pudo ver Luan, que era la única que estaba desocupada cerca de ellos.
—Uhhh... Problemas en el paraíso hahaha. Bueno, ya me callo...
Lincoln fue tras ella, pero la latina salió prácticamente corriendo hasta el patio de la casa donde no había nadie más viéndolos. Solo allí, por fin, se detuvo muy molesta y con los brazos cruzados viendo hacia la nada, chocando su tacón en el suelo, esperando al parecer, al abino.
—¿Qué tienes? ¿Por qué saliste huyendo? —preguntó consternado.
—Cinco minutos, Lincoln. Bastaron cinco minutos para que me hicieras molestar tanto...
—¿Pero qué hice yo? No te entiendo, por favor dime —replicó ya algo preocupado por la reacción de la latina.
—¿Cuánto tiempo se supone que llevamos saliendo Lincoln?
—Amm, como año y medio; es decir, empezamos a salir cuando se graduaron Lori y Bobby...
—Sí.. ¿Y qué fue lo que me prometiste ese día Lincoln?
Las palabras de la chica estaban empezando a poner en aprietos al conejo blanco, quien se empezaba a sentir acorralado.
—Te dije que haría todo lo posible para hacerte feliz... —respondió ya algo cabizbajo.
—¿Y por qué diablos siempre tengo que ser yo quien te tenga que tratar de hacer feliz a tí, Lincoln Loud? —respondió muy molesta la joven mientras le volteo a mirar y comenzó su discurso—. ¿Tienes una idea de lo que me tarde arreglándome? ¿Lo duro que fue escoger un vestido hermoso solo para tí? ¿Lo difícil que fue viajar tres horas cuidando de no ensuciarme y estar perfecta únicamente para tí que tu novio ni siquiera note que existes...? ¿Es mucho pedir que tu novio te note?
Es decir, un simple "Oh, Ronnie Anne, te ves linda" ¿era demasiado pedir...? ¡¡Maldición!! A veces me haces sentir que solo me miras como un objeto o un trofeo y, creeme Lincoln Loud, yo no soy el trofeo ni el objeto de nadie. Así que, aclaremos esto de una vez... ¿¡Realmente quieres estar conmigo o no!?
Las palabras de la muchacha le golpeaban duramente. No lo dejaban recuperar del shock que recientemente había pasado. Él no sabía qué era lo correcto; no podía decir lo que su corazón sentía. Tenía miedo de decir la verdad, ya que era muy consciente del mal que en él habitaba; pues, sabía que por mucho que lo negara, la verdad era que esas palabras que le decía tenían más sentido de lo que la chica misma, que las dijo, creía.
—No —dijo seca y llanamente, corrigiendo deprisa su respuesta como si se percatara del error que había cometido—. Es decir, sí... Bueno, tú me entiendes. O sea, no te entiendo, pero sí te quiero... Es que... Yo creo que sencillamente no sé cómo ser un buen novio, lo siento —respondió mientras bajaba su mirada haciendo que la latina notara una expresión de tristeza sincera, haciéndola sentir un poco culpable.
—Aaay, Lincoln... No pongas esa cara; no puedo con tu cara de borreguito triste... —dijo mientras se cubría el rostro con la palma de su mano—. Bien, de acuerdo ¡está bien Lincoln! Solo por ser hoy un día especial para tu familia y para tí te perdonaré. Pero tienes que ser más sensible con tus palabras y prestar más atención a tu alrededor. A veces me lastimas con tu actitud... ¿Dónde está ese chico que me prometió sacarme una sonrisa siempre? Yo sigo creyendo que está ahí... No por nada me armé de valor para confesarte lo que sentía. ¿Recuerdas Lincoln? ¿Recuerdas lo mágico que fue ese día...?
—Sí... Lo recuerdo.
—En lugar de estar tratando de recordar cosas que no te traerán nada deberias de concentrarte en recordar las cosas importantes, como lo que tenemos entre nosotros... Al menos yo lo recuerdo muy claramente...
Era una tarde noche al igual que esta. Nuestros hermanos, literalmente, habían formalizado su relación; tenía tanto tiempo que no nos habíamos visto y, pese a todo el tiempo que pasamos y la gente que yo había conocido, jamás pude olvidar a ese primer gran crush de mi infancia. Cuando bobby me dijo que estaría toda la familia de Lori ahí, no dude en ir.
Originalmente pensaba en solo verte para poder aclarar mis emociones. Solo quería saludar y enterrar lo que sentía de una vez por todas. Pero ahí estabas tú... Tan feliz y sonriente como siempre, tan tremendamente dulce y gentil pero ahora más guapo, más grande y sobre todo emanando un aura misteriosamente más oscura; era como ver al chico perfecto para mí...
—Ronnie Anne, yo...
—No digas nada, no lo arruines. La verdad, estaba aterrada. Sabes Lincoln, yo jamás he sido buena diciendo lo que siento. Realmente, y creo, que tú lo sabes bien... Pero es que te veías tan encantador ahí sentado en aquella mesa, con todo el resto de la familia. Tan tranquilo, tan callado pero con esa gran y dulce sonrisa... Era un extraño cambio en tí que siempre estabas rodeado de perdedores. No sé en qué momento te volviste tan genial, pero la soledad te sienta bien; te hace ver muy varonil... Cuando te vi caminar solo, fuera de aquel disturbio como un coyote en un desierto, me hizo decir algo así como: -"aaah, que hombre", y caí rendida a tus pies por tanta hombría. Pero sabía que no tendrías el valor de decir nada por tí mismo, así que tuve que dar el primer paso. De hecho, me sorprendió mucho lo fácil que fue convencerte. Y ahora que lo pienso bien... Lincoln... ¿Realmente yo fui tu primera vez?
La pregunta de Ronnie Ann hizo acelerar el pecho del albino, quien escuchaba atentamente como se desahogaba su novia.
—Tú... Tú sabes que sí, Ronnie Ann —respondió lo más tranquilo y serio que pudo.
—Sí... Digo, yo lo se... Tú me lo haz dicho; incluso me dijiste que soy tu primera novia, y es por eso que siempre trato de ser tan paciente contigo... Pero... Es que... Es que creo que si te hubiera confesado estos sentimientos cinco o seis años atrás tu reacción habría sido una completamente diferente...
—A... ¿A qué te refieres?
—Lincoln, tú eras un completo bobo; y no lo tomes a mal, me parecía muy dulce eso de ti. Pero eras un completo perdedor, por eso jamás estuve muy segura sobre si debía o no hacer que nuestra amistad fuera algo más que solo eso. Pero el chico de aquella fiesta era uno diferente. No pensé que tuvieras las bolas de realmente decirme que sí sin correr un poco antes, pero ahora que lo recuerdo fue una confesión muy casual, como si tú hubieras estado esperando esa clase de oportunidad... Lincoln, tú realmente ¿Sabias que me gustabas?
Las conjeturas de la latina orillaban a Lincoln contra una pared. No es que no recordara claramente ese día, es que realmente no le interesaba tenerlo presente, pues ese fue el último día en que su hermana gótica salió públicamente con todos los Loud al mismo tiempo; y, al igual que que siempre, requirió de una fuerza de voluntad de hierro como cadenas para impedir sus movimientos, los cuales cada día parecían tener voluntad propia.
Pues, es que su mero recuerdo de figura oscura con temperamento silencioso le hacía enloquecer. La oscuridad radiante que de ella emanaba aquel día le producía una terrible sensación de desesperación y culpa; un inherente deseo de dar rienda suelta a sus mas perversas fantasias que lo hacían olvidar donde se encontraba.
El solo recordarla, ver aquella imagen sentada frente suyo mientras acariciaba su cabello, eran suficientes para poner incómodo todo su cuerpo; un cuerpo que no era capaz de responder prudentemente ante la situación que le demandaba. Pues para él era tan difícil comportarse como un buen hermano o siquiera humano en su presencia, como complicado era respirar bajo el agua asfixiándolo.
No era que lo que Ronnie Anne le decía fuera mentira; era sencillamente que ella malinterpretó todas las cosas. Pues, estúpidamente en ignorancia total, ella no conocía toda la historia. No era que él quisiera verse o estar varonilmente solo, tampoco es que quisiera irse de la fiesta por su cuenta, como un coyote solitario del desierto, como ella decía. La realidad era que si estaba solo era por que ya no podía tener amigos o familia a quienes decirle sus problemas, y que si se fue de esa fiesta fue por que no podía soportar la mirada de la mujer que estaba sentada muy cerca de ella. Una mujer oscura cuyos arreglos formales le hacían ver tan hermosa que el conejo blanco no pudo durar un segundo más en aquella juerga sin querer hacer una estupidez.
Lo que Ronnie Ann no sabía es que ella fue, sin querer, la respuesta a un problema que le estaba castigando al chico blanco. Uno que, aunque no quiera recordar, está muy presente con él todos los días...
Pues él mismo puede recordar lo cerca que estuvo de hacer algo malo en esa ocasión. Lo cerca que estuvo de dejarse llevar por aquella perversa voz en su conciencia que le dictaba que se dejara llevar. Una que le dijo que lo único que tenía que hacer era esperarla a que fuera ella sola al baño, que estaba justo a un lado de el de los hombres, para atacarla. Que si no tenía cuidado podría embestirla en la oscuridad de la noche sin que nadie lo viera. Lo que Ronnie Ann no sabía era que ese día frustró los planes de un conejo malvado que ya se había dejado llevar por sus deseos más bajos por tomar a su pequeña hermana y que justo en ese momento que la latina se dispuso a seguirlo cuando salió de aquella fiesta había hecho más por el que su propia conciencia. Y esa era una verdad la cual Lincoln prefería no recordar. Una que solo le recordaba que desde hacía ya mucho tiempo algo estaba roto dentro de él y que si no tenía cuidado un día podría hacer algo tan malo que ningún plan podría salvarlo.
Pues, cuando la latina se ofreció a calmar su hambre, él no pudo más que agradecer por la comida que se le ofrecía.
—Me gustas mucho y realmente te quiero Ronnie Ann. Es por eso que yo te dije que sí cuando te confesaste; eres muy hermosa y linda. Yo no tenía idea de lo que tú realmente sentías por mí, de lo contrario te lo habría dicho yo mismo sin necesidad de que me lo tuvieras que decir; pero tú misma lo dijiste antes: soy un bobo y también un gran perdedor, no hay ningún motivo oculto en eso; después de todo siempre me has gustado, desde que éramos niños —dijo Lincoln dibujando un rostro calmo y sumamente sombrío.
Las mentiras que él mismo se repetía y pronunciaba todos los días no le servían de nada para engañarse así mismo. Ronnie Ann no supo cómo interpretar esa expresión tan vacía que le intentaba sonreír mientras le decía palabras dulce. Era la primera vez que ella estaba con un chico tan enigmáticamente raro. Jamás pensó que el Lincoln Loud que ella recordaba de la primaria pudiera poner esa clase de expresión mientras le hablaba.
—*Sigh* Sí, supongo que sí... —respondió la chica mientras soltaba un suspiro largo.
—Ven, vamos adentro, ya está anocheciendo y hará mucho frío— exclamó el chico mientras extendía su brazo para darle su mano. Acción que la latina correspondió, aun cuando en sus ojos parecía que estaba apunto de llorar.
Pese a todo esto la realidad era mucho más cruel, pues como pequeños engranajes, el destino le preparó una treta bastante sádica contándonos la odisea de un chico que no es capaz de actuar correctamente, bajo la moral que lo maldecía; ya que toda aquella escena, supuestamente privada, había sido presenciada por su pequeña hermana gótica desde lo alto de la ventana de su recamara mientras esta se preparaba para bajar con el resto de la familia. Después de todo ni Lincoln ni Ronnie Ann eran muy silenciosos al hablar.
Evento que le hizo recordar la dolorosa razón por la cual ella odiaba la idea de ir a un lugar donde ellos dos estuvieran, marcándola aún más con aquellas palabras cuya débil audición pudo identificar claramente como: "Te quiero Ronnie Anne", haciendo que cayera en una espiral de depresión.
Pero lo que ella no sabía era eso que habitaba en el corazón de Lincoln. Lo que ella no entendía por no haber podido estar realmente cerca de aquella conversación. Pues, aun cuando ellos pasaban sus días disimulando el magnetismo de la sangre que corría por sus venas, no podían evitar sentir el hostigamiento del deseo de llamarse mutuamente de una manera enfermiza y prohibida, sin sospechar que lo que pasó esa linda noche de fiesta, hacía ya un tiempo, era la razón principal de que su hermano estuviera en esto. Sin saber que el mismo día que su hermano se había rendido ella planeaba hacer lo mismo, repasando en su cabeza los eventos que le lastimaban al ver al hombre que tanto amaba tomar la mano de otra chica y escuchar cómo este cedía ante ella recordando aquellas palabras hacia la muchacha: "Me gustas mucho Ronnie Anne, claro que me gustaría ser tu novio" , sellando así la escena de aquella confesión con un beso en una esquina solitaria por los baños del salon de eventos, regresando juntos a la fiesta; recuerdo que se esforzaba todos los días en suprimir, pero era demasiado tarde, tenía que, de una vez por todas, evadir lo que la condenaba. Ella sabía que no podía seguir toda su vida atrapada en este mundo de recuerdos del pasado. El mundo seguía avanzando y la vida se escapaba de sus manos.
—*Suspiro*, supongo que tenía que enfrentar esto tarde o temprano... —susurró entre dientes mientras se alejaba a su armario para escoger algo más prudente que ponerse.
La chica miró su guardarropa y su gran colección de ropajes neutros pensando que aquellos colores siempre han encajado perfecto con ella y que, quizás hoy mejor que cualquier otro día, iban particularmente bien con ella. Al final, solo era una chica triste y solitaria en luto perpetuo por todo lo que comenzaba a aceptar que jamás podría tener.
—Bueno, supongo que debería usar algo poco habitual. Después de todo hoy sí es un día especial. Bien, creo que... Esto servirá... —dijo mientras tomaba un conjunto largo de una sola pieza con encajes y bijouterie bien guardado al fondo de sus clásico vestido negro y mayas.
Al terminar de vestirse se detuvo un momento para apreciar su figura al espejo unos segundo:
—*Suspiro* creo que... No me veo tan mal... ¿Verdad?. —preguntó Lucy mientras se miraba un largo rato frente al espejo, como si fuera a recibir una respuesta de aquellos seres que ella sabía que le miraban desde alguna extraña dimensión desconocida, aún si ella no los podía ver directamente su presencia era algo que no podía ignorar.
Mientras tanto la familia Loud estaba prácticamente lista. Los estruendosos ruidos de la familia en convivencia fueron interrumpidos por un fuerte grito del padre quien convocaba a todos:
—¡LA CENA ESTÁ LISTA, VENGAN TODOS A COMER! —gritó a todo pulmón recibiendo una rápida respuesta de la mayoría de las chicas.
—¡Sí, papá! —Al unísono varias hermanas en la sala respondieron, incluyendo a Lori que estaba acaramelada con su novio en el sillón de la sala.
La familia comenzó a reunirse y tomar lugar en la larga mesa familiar teniendo a los patriarcas de la casa en una esquina y al joven Lincoln y su novia en contra esquina. No tardaron, el resto de las hermanas, en tomar sus respectivos lugares dejando a Lori y Bobby igualmente estar juntos alrededor de la mesa. Poco después bajo Lisa y Lily tomada de la mano de su pequeña hermana quienes ya con un cambio de ropa se veían singularmente hermosas.
—Fiuu, sister, si que luces cambiada sin tu bata de laboratorio. —Atendió rápidamente Luna al ver a la chica genio peinada y con ropas más formales.
—Gracias, mi congénere superior femenina. Aunque no soy especialmente fanática de este tipo de rituales sociales agradezco tu formalismo. —respondió Lisa con su semblante serio y nada sorprendido mientras buscaba una posición donde tomar asiento junto a su hermana menor.
—No hermana, realmente te ves bien. Igual tú Lily. —replicó Luna haciendo que se sonrojara un poco la pequeña niña de la familia.
—Claro, yo misma diseñé esos vestidos —respondió rápidamente Leni un tanto orgullosa.
—Bueno, como sea. De cualquier modo veo que aun no estamos todos. —exclamó Lisa dejando un silencio un poco incomodo que fue roto por el padre de familia.
—Hablando de eso, hija lograste... Tu sabes... ¿Arreglar ese asunto? —dijo el padre algo dudoso y sin saber cómo tocar el tema sin que el resto de sus hijas supieran exactamente de qué hablaban.
Lisa únicamente dio un gran suspiro y respondió al ver la actitud del padre.
—No tienes de qué preocuparte padre. Confía en mí ¿Alguna vez han fallado mis experimentos?
La aguda respuesta de Lisa solo ponía más nervioso al padre. Si bien confiaba en su hija sus experimentos no eran el ejemplo más tranquilizador que esta le pudo haber dado. Motivo por el cual solo decidió disimular como si nada hubiera ocurrido.
—Hehehe... Bueno, esta bien hija, comencemos entonces— exclamó el padre con una sonrisa nerviosa, palabras y acciones que fueron rápidamente respondidas con una mirada fulminante de Lisa, la cual le hizo sentir un gran escalofrío al señor Lynn quien se disponía a servir la comida en la mesa y daba su mayor esfuerzo para aparentar estar todo bien sin levantar sospechas.
—Papí, todavía no baja mi hermanita, deberíamos esperarla —exclamó rápidamente la pequeña, quien en su inocencia no era capaz de leer la atmósfera que se había producido, haciendo que todas las hermanas rápidamente entendieran a qué se refería el padre con ese "asunto" del que hablaban.
—Papá... —Le volteo a ver con dudas Lori, quien dejó por un momento sus arrumacos con Bobby para atender a la incertidumbre que tenían.
—Viejo, ¿por qué no nos dijiste? Podríamos haberte ayudado —respondió Luna a la cara de preocupación de su padre al escuchar las inocentes palabras de su hija más pequeña.
—Lo siento chicas. No es que quisiera mantenerlo en secreto o que no quisiera decirles; sencillamente quería que pasáramos un simple día en familia. Digo, yo entiendo que las cosas cambian, que ustedes están creciendo y que llegará el día en que todas ustedes hagan sus familias y se vayan de la casa, así como Bobby y Lori ya comenzaron con este proceso; es solo que el tiempo pasa tan rápido que antes de darme cuenta casi todos mis bebes ya se habían convertido en adultos, por eso intento atesorar lo más que pueda estos últimos momentos juntos... —La mirada deprimida y nostálgica del padre decía muchas cosas que sus hijas supieron entender. Todos menos un chico albino que solo trago saliva al entender de qué estaban hablando todos.
—No te preocupes papi, tu princesa siempre estará contigo. Yo jamás me casaré, después de todo no existe hombre digno de tomar mi mano —exclamó Lola rápidamente para romper la tensión que esa conversación provocaba.
—Sí papá, no te preocupes. Si bien ya no viviremos contigo siempre vendremos a verlos. Después de todo somos familia —Prosiguió con la charla Lori.
—Sí papá, ¿dónde más podría guardar mis herramientas? Además, solo en esta casa me siento cómoda. Por mi parte tampoco creo irme jamás —exclamó Lana quien estaba siendo sincera con sus emociones. Después de todo, en la casa Loud, era donde ella más libre se podía sentir en el mundo.
—¡Yo jamás me iré de casa papí! —gritó la más pequeña de la familia.
—Hahaha. Sí papá, ¿a quién más podría atormentar como a ustedes en el día de los inocentes? —dijo Luan.
Todas las hijas (o casi todas) comenzaron su clásico barullo alegrando y dándole vida la escena que tanto alegraba al padre. Pero en medio de todo ese caos, habían dos hermanos que solo se miraban mutuamente.
Eran Lincoln y Lisa Loud, quien uno portaba un rostro nervioso mientras que la otra demostraba una seriedad inexpugnable. La tensión se comenzó a forman entre los dos hermanos, quienes parecían estar concentrados en una especie de concurso de miradas.
No es que ellos no se hablaran, no es que ellos no se trataran, pero había algo en la mirada de Lisa que Lincoln no podía descifrar, mientras que los pensamientos de la genio permanecían como un enigma. Las cosas se empezaron a complicar más y más para el joven albino, a quien cada vez le costaba más y más disimular que algo andaba mal, sobre todo con la chica que estaba sentada a un lado suyo quien ya comenzaba a dudar del estado de su novio.
—¿Estás bien, Linc...?
—*Cro-cro*... Hola familia... —Interrumpió, súbitamente desde las sombras de la sala, una figura espectral que lenta y fluidamente se desplazaba como un fantasma oscuro, dejándose escuchar como un coro infernal entre truenos y el llanto de cientos de cuervos adornando el dulce fondo de su voz.
—¡AAAH! —gritó casi toda la familia tras mirar aterrados, completamente inmóviles y expectantes ante la siniestra imagen que comenzaba a ser iluminada por el brillo de la luz de la cocina, haciéndoles suspirar de alivio al ver de quien se trataba.
—Veo que decidiste venir después de todo mi congénere femenina superior.
—Sí, te lo prometí.
—Me alegra verte con nosotras.
—Lucy, por Dios. Literalmente casi nos matas del susto —dijo Lori mientras se sostenía el pecho en muestra de terror. La familia había olvidado por completo lo que significaba las intromisiones de Lucy. Tanto que era muy extraño. No recordaban que su aura fuera tan lúgubre.
Lucy era una chica hermosa pero había algo en su presencia que inspiraba cierto miedo. Aun estando ella solamente de pie, sin decir nada, más el ambiente a su alrededor, todo se tornaba pesado. Una razón más por la cual la familia le procuraba evitar. Se volvía muy difícil estar a solas con ella; algo que para las personas fuera de la casa familiar era aún más difícil de soportar.
En el rostro de Bobby se notaba un nerviosismo difícil de disimular. Incluso su ruda hermana latina sudaba una que otra gota mientras trataba de sonreír.
Por su parte, nuestro albino, tenía la boca abierta, sus ojos brillaban como un farol. En su cara ignota de atención nerviosa de antes se podía ver la cara de un niño completamente sorprendido.
—¡Hermanita!, ¡Sí viniste! —Se levantó corriendo a abrazar su hermana menor a la gótica, quien acomodo un poco su cabello para agacharse y abrazarla.
—Claro, te dije que vendría —respondió mientras que Lily besaba su mejilla.
—Ven, ven, siéntate con nosotras, Lisa nos guardó un lugar —exclamó al tiempo en que la tomaba de su mano empujándola hacia ella.
—Esta bien, esta bien, ya voy...—respondió mientras se levantaba y seguía a su pequeña hermana.
El resto de la familia no podía creer lo que veía: la Lucy de siempre, tan oscura y apática estaba actuando completamente normal. (Claro, si su aura y colores se le puede considerar normal, desde luego) Lo que parecía extraño para todos es que en otro momento el solo cruzar palabras con ella podría haber ocasionado un protocolo de peleas de hermana, que terminaría por solucionarse tan pronto como todas la ignoraran por completo. Pero esta vez era ella quien estaba hablando y estaba ahí por su propia voluntad.
Fue este acto el que alegró a los padres, quienes miraron con nostalgia y ternura a su familia reunida y, con un fraternal abrazo parental, se permitieron ver cómo todos se congregaban una vez más como familia a pasar un ligero momento de sus vidas juntos como esa alegre familia que siempre habían sido.
Pero, lo que los padres no notaron; lo que ellos no sabían era que todo lo hermoso suele durar muy poco. Pues los efímeros momentos de gozo son cortos por que de ese modo sabemos lo que significa la felicidad. Y es que incluso esta misma es una enfermedad. Una que no te deja ver más allá tu propia realidad. Una que no te permite ver lo que realmente está pasando, como una infección silenciosa que te mata sin dolor. Una enfermedad que te engaña con promesas vacías de que todo esto durará. Quizás es que el destino no se puede evitar o tal vez no somos capaces de ver los hilos que nos mueven a través de nuestra ignorante voluntad.
Ninguno en esa casa se dio cuenta... De que los ojos del chico albo, por un instante, se tornaron tan rojo como los de una liebre blanca de las nieves.
Todos tomaron lentamente su lugar. El resto de la familia y familiares aprendieron a no incomodarse por la presencia de la chica que no mostraba su mirada, pero podía verles claramente como el día.
Todos comenzaban a volver a charlar y tratar de recomponerse mientras se distraían con sus charlas.
Lily, quien se colocó en medio de Lucy y Lisa, no dejaba de intentar con todas su fuerzas y ánimos de estar pegada a sus dos hermanas. Parecía -valga la redundancia- un niño pequeño muy feliz por estar con quienes más anhelaba. Fueron estos actos inocentes los que mayor fuerza le daban a nuestra doncella de la oscuridad; pues, frente suyo, no muy lejos, estaba aquel chico cuyo recuerdo le atormentaba a un lado de la chica que más odiaba.
No podía evitarlo. No podía negarlo. Ella sabía que todo eso estaba mal. Era totalmente consciente de que era ella quien estaba mal. La mujer que compartía su lugar con su hermano no era culpable de nada; ella no se merecía su rencor insano. Pero es que por más que ella lo meditara esto solo la deprimía.
Lucy no pudo pensar con claridad; su corazón estaba en dos lugares distintos en esa mesa. Una que le entregaba amor incondicional y otra a quien ella miraba de reojo anhelando la pudiera ver; deseando que aquel chico de cabellos blancos la pudiera notar otra vez, como aquel día hacía tantos años atrás que la vio de esa manera que la hizo sentir tan bien. Quizás así podría sentirse menos culpable consigo misma por odiar tanto a otra persona que no le había hecho nada. Pero lo que ella desconocía era lo que habitaba en la mente del chico sonriente; pues aun cuando ver a la doncella oscura, en todo su esplendor, congeló su corazón y le detuvo su aliento no tardó de nuevo en escuchar esa voz extraña en su cabeza que le estaba susurrando mil y un palabras hirientes.
"- Ella no te necesita", "- Ya te olvido", "- AHAHA", "- Ni siquiera te volteo a ver", "- No significas nada", "-No eres nadie", "- Mira como es feliz", "- ¡AHAHAH!", "- Te debe de odiar mucho", "-AHAHA", "-Ni siquiera te volteo a ver", "-AHAHA", "-¿Siquiera le importas?", "-AHAHA", "-¿Qué pensabas?", "-Creías que eras importante", "-Jamás le importantes", "- A nadie le importas", "-Solo eres un asqueroso cerdo egoísta", "- Arrogante".
—Lincoln, ¿Lincoln?, Lincoln, ey, Lincoln ¡Lincoln! LINCOLN LOUD —gritó la latina quien de tanto llamar terminó por sacarlo de su mar de pensamientos entre gritos y empujones. Haciendo que la atención de la mesa se centrara en ellos.
—¿Qué diablos pasa contigo? Desde que llegué estás en las nubes. Vine desde muy lejos solo para verte ¿por qué diablos no eres más considerado? —exclamó la latina muy molesta con su compañero de velada.
—¡Ronnie Anne, Santiago! No seas grosera con Lincoln. Somos sus invitados y este día es solo para él. ¿Por qué le gritas? —respondió el hermano de Ronnie Anne ante las reprimendas de su hermana menor quien parecía, desde su perspectiva, estaba haciendo un gran alboroto por algo para lo cual no era el momento ni el lugar.
—¡Pero, es que, Bobby! Él...
—"Pero, es que" NADA, ¿Qué es lo que te pasa hoy? Estabas muerta de gusto por venir, antes.
—Yo... yo, lo lamento —exclamó Lincoln interrumpiéndolo con pena.
—No tienes que disculparte Lincoln. No sé qué le pasa mi hermana esta noche, normalmente no es tan berrinchuda. Lo siento mucho familia Loud, ¿Nos podrían disculpar? —dijo Bobby mientras agachaba la cabeza y pedía disculpas en nombre de su familia.
—Aaah... No, Bobby no hace falta que te disculpes —respondió la madre de familia mientras se encorvaba de hombros con vergüenza.
—No te preocupes bubuosito, no es para tanto. Solo ignóralos, son pleitos de pareja, ya sabes como es eso, ¿Recuerdas cuando nosotros peleábamos? A veces te gritaba, pero tú siempre sabias que hacer. Déjalos ser, de seguro no es nada importante.
—Sí... ¿Su-supongo? Quizás me exalté de más.
Las palabras de Lori tranquilizaron al hermano Santiago, pero dejó una ambiente de incomodidad y silencio bastante marcado en la habitación de la cocina.
—Hahaha, cielos chicos, que momento tan incomodo. Deberíamos besarnos para romper la tension, hahaha ¿Entienden? —clamó Luan al escupir la primera tontería que se le vino ala mente, recordando una clásica escena de un dibujo animado.
—Ay Luan, por Dios... —Exclamó la madre mientras se frotaba el rostro con su mano.
—Solo a tí se te puede ocurrir una estupidez como esa en un momento así, Luan— exclamó Lola, mientras que el resto de las chicas inflaban sus mejillas en muestra de desaprobación.
—Vamos chicas, solo es una broma...
—Siempre es lo mismo contigo hermana. No me lo tomes a mal, pero es un verdadero dolor en el culo —dijo Luna mientras escupía sus reclamos.
—Sin mencionar que el día de los inocentes es cuando eres más insoportable —dijo Lynn jr en reclamo.
—Sí, sí, tienes razón. Odio eso de Luan. El año pasado rompió vario huevecillos de mis mascotas. Pobres mis bebes, ni siquiera pudieron nacer.
—¿Patata?
— Aaah, Leni...— Dijeron el resto de las chicas al unísono.
Las cosas volvieron a comenzar a subir de tono. Casi todas en la mesa estaban muy irritables. Era como si el aura negativa de la doncella tuviera alguna clase de influencia dañina para el resto de las hermanas. Ambiente el cual era especialmente difícil para la doncella oscura poder compartir. Pero antes de que Lucy se levantara para irse se escuchó un ruido de timbre que llamaba a la puerta.
*Ding-dong* *Ding-dong*- Guardaron todas silencio.
—Qué extraño. No esperábamos a nadie más —exclamó el padre con algo de incertidumbre.
—Oh, esos deben ser mis invitados. Creí haberlo solicitado por escrito con tiempo, queridos padres —respondió Lisa rapidamente a su padre.
—¡Oooh! Cierto, el oficio debajo de la puerta de mi recamara. Cariño, podías solo habernoslo dicho. ¿A quien invitaste? ¿Es tu antigua amiguita del preescolar? ¿Cómo se llamaba...? ¿Darcy? —preguntó extrañado el padre. No era propio de su hija socializar de manera personal con otra gente.
—Oh no, para nada unidad fraternal. De hecho, creo que se podría considerar un amigo de toda la familia que no debería de faltar nunca a esta clase de reuniones. Después de todo...
Pausó dramáticamente, mientras se levantaba y dirigía personalmente a abrir la puerta, al tiempo en que todos le observaban en completo silencio en el momento en que se paraba junto al picaporte y lo destravaba, continuando su oratoria.
—Después de todo, este día no se podría celebrar sin usted... Doctor Senti...
Al abrir se podía ver la imagen de una pareja: eran el doctor Senti y su asistente Merie, la enfermera.
—Doctor Senti, doctora Merie, por favor pasen. —exclamó Lisa, mientras les invitaba a pasar con su mano hacia adentro de la casa—. Me sorprendió que pudieran atender mi petición egoísta pese a su apretada agenda, doctores. Nos honran con su presencia —expuso Lisa, mientras sagas y sigilosamente mente trataba de inspeccionar al hombre y su acompañante con su vista.
—La sorpresa es mía, pequeña. Me sorprendió mucho recibir tu invitación después de tanto. Si bien mantengo contacto con muchos de mis pacientes y he logrado entablar buenas amistades, casi ninguno piensa lo mismo de este señorito de aquí. La verdad no suelo aceptar la invitación de esta clase de eventos sociales, pero como nos invitaste a los dos en especial, y pensé que le vendría bien de vez en cuando a Franky socializar un poco con mas personas aparte de mí y mi madre —Las palabras de Merie teñían de un casi imperceptible color rosado las mejillas del doctor, quien la dejó terminar de hablar sin interrumpirla.
—Para nada Doctora Merie, es un honor tenerlos con nosotros, por favor.
—Oh, vaya, hace tanto que no se refieren a mí de esa manera que no me acostumbro. Bueno, con permiso —Exclamó mientras ponía su mano en la mejilla, al tiempo en que se ruborizaba y entraba a la casa de la familia empujando del brazo al doctor, quien seguía sin decir una palabra.
Era casi como si Merie fuera la única capaz de hablar por los dos.
La familia Loud, por su parte, estaban sumamente sorprendidos de la acción de Lisa. Acción por la cual Lincoln, especialmente, sonrió al ver al doctor que entraba por la puerta. El albino no tenía idea de nada, pues, el doctor siempre tuvo una actitud abrumadoramente gentil con él. Lincoln tenía, indirectamente, un extraño lazo especial con él ya que era la única persona que conocía, aparte de él, que tenía un defecto genético igual al suyo y, por si fuera poco, fue él le salvó su vida. Nuestro albino tenía muchas razones para estimar el rostro pesado del hombre que ingresaba por la puerta de su casa. Tan grande fue su emoción que al confirmar su presencia no pudo evitar reaccionar y llamarle desde su asiento.
—¡Doctor Senti, de verdad es usted! —dijo mientras se levantaba para ir hacia donde se encontraba él.
El doctor, al mirarle, descompuso su rostro pesado y apático para dibujar una sonrisa calmada que alegró mucho al muchacho, quien, al acercarse a él, fue recibido con la mano del doctor en su cabeza como si acariciara a un cachorro. Lincoln no prestó atención alguna a su alrededor, pero aquella escena, un poco extraña del albino y la reacción del doctor, pasó normalmente desatendida por la familia, considerándola únicamente algo extraño de ver. Lo que no pudieron notar por aquel largo y hermoso cairel que ocultaba los ojos y expresión de la doncella oscura, es que la sonrisa fingida y esa mirada muerta que estaban frente a ella le ocasionaban un escalofrío realmente abrumador.
—Veo que es una reunión familiar... —Expuso el doctor por primera vez en la casa Loud.
—Sí doctor Senti, por favor, estábamos en medio de la cena. Lamentamos no haberlos esperado, Lisa no nos contó detalles de quienes eran sus invitado.
—No se preocupe señora Loud, cualquier recoveco está bien para nosotros. Incluso si es mucho problema nos podemos marchar.
—Para nada doctor, no diga eso. Sé que tuvimos nuestras diferencias en su momento, pero sin usted hoy mi hijo no podría estar aquí y tampoco podríamos festejar esta clase de evento —respondió el padre con una sonrisa alegre.
—Solo hice lo que se supone es mi trabajo; además, ustedes han cumplido al pie de la letra su palabra. Me han ayudado mucho con mi trabajo... Aunque, veo algunos rostros que no son conocidos —respondió el doctor, mientras clavaba su mirada en los latinos de la fiesta.
—Oh, por Dios, disculpe mis modales doctor. Permítame presentarle a mi yerno: Roberto Alejandro Martinez Millan Luis Santiago Jr o Bobby para los amigos y la linda señorita del fondo es la novia de Lincoln, Ronalda Anne Santiago, Ronnie Anne para los amigos también —explicó la madre mientras decía el nombre completo de los pretendientes de sus hijos.
Las palabras de la madre dilucidaron una expresión de sorpresa en el doctor casi inmediata; la difícil lectura del semblante del médico se dirigió rápidamente a la chica gótica sentada en la misma mesa, donde todos se congregaban, haciéndole soltar un chasquido en sus dientes casi inaudible por los miembros de la familia, pero que no pasó desapersivido por la doncella y la acompañante del doctor; quien al momento lo tomó fuertemente del brazo y lo jalo como una señal secreta entre ellos más que nada para controlar sus ligeros impulsos involuntarios y recobrara la tranquilidad.
—Ya veo, ya veo, así que el pequeño Lincoln ya está en esa edad —respondió el doctor, haciendo que este se sonrojara un poco mientras lo decía.
—Sí, jejeje, supongo que sí doctor Senti —exclamó Lincoln con algo de pena.
Lincoln había desarrollado una admiración muy grande por el genio de la medicina. Ellos habían tenido anteriormente largas y muy amenas pláticas durante los primeros años de su recuperación, donde el doctor le trató con una gentileza y comprensión casi como si fuera un miembro más de la familia, plantando en Lincoln, así, una sensación de fraternidad casi paternal con el hombre que le había salvado la vida y que ahora era el médico personal de toda la familia; aun sin saber todas esas cosas que el doctor escondia detras de esa sonrisa tranquila que se esforzaba tanto en mantener frente a toda su familia.
—Bueno, lamentamos la intromisión. No creíamos que esto fuera una reunión tan familiar. Si es un problema nos podemos retirar, no se preocupen, realmente no quisiéramos incomodar —expuso la enfermera con su dulce y apacible voz maternal, intentando traer tranquilidad a los invitados mientras trataba de desviar la atención hacia ella.
A Lucy le parecía conocida esa persona... ¡Claro! Era la enfermera; aquella de la que su madre se hizo amiga. Tenía mucho que no la veía, desde que fue dada de alta, de hecho. Aunque no tenía una idea clara de por qué una mujer como ella vendría acompañada de ese doctor genio. La curiosidad comenzó a carcomerla un poco, pero no tenía el valor de hacer la pregunta. Ella que entendía mejor la naturaleza enfermiza del doctor por su trabajo no podía encontrar compatibilidad alguna en ellos y, aún más importante que todo, se preguntaba: ¿Por qué ella parecía tan feliz al lado de él? Esa sonrisa tan brillante le encandilaba, ocasionándole un poco de bochorno y envidia. Le recordaba de algún modo a la cara que ponía su madre cuando su padre la abrazaba. Pero eso no tenía sentido. Una persona que no respetaba ningún principio ético al lado de una mujer que parecía ser tan dulce y gentil. ¿Era acaso que esa hermosa mujer tan dulce podría ser igual que el? ¿Qué eran ellos dos? ¿Solo estaba engatusando a todos por igual con una falsa imagen de ellos como el doctor lo hizo con su hermano? Eran preguntas y pensamientos incesantes mientras agachaba su cabeza mirando hacia el frío suelo en busca de respuestas.
—Para nada, Meri. Por favor, lo lamento si les hicimos pensar eso. Ustedes son como de la familia —respondió rápidamente mientras se disponía a continuar.
—Verán chicos, permítanme presentarlos oficialmente. Quizás todos ya reconocieron al doctor Frank Senti. Desde hace un tiempo es quien nos ha atendido en su hospital cuando hay algún problema además lleva nuestro control médico familiar. La señorita que lo acompaña es la enfermera Merie Hellyes, es quien nos apoyó y cuidó mientras pasábamos por esa dura experiencia con Lucy y Lincoln. Tal vez la mayoría de ustedes no la ubique, pero ella y yo hemos seguido contactando de vez en cuando para charlar o tomar algún café. Lo que eso me recuerda... Lisa, ¿Tú ya conocías a la enfermera Meri? —preguntó la madre quien no recordaba que ellas dos se hubieran encontrado nunca antes.
—Bueno, querida unidad maternal, debo confesar que es la primera vez que tengo el gusto de conocerla en persona. La verdad, fue una completa sorpresa cuando descubrí que ella es la prima del doctor Senti, y después de enterarme de que estuvo de en medio del tratamiento de mis hermanos supuse que sería buena idea invitarla para conocernos mejor.
Como un rayo que atraviesa los cielos, la mirada del doctor se dirigió a la chica genio en el instante que pronunció la relación que tenían los dos médicos. Una frialdad que cortaba el aire emanaba de su rostro, que borró rápidamente su sonrisa, mientras la chica seguía hablando.
—Una pediatra certificada trabajando de enfermera y asistente de su primo: eso es algo que me llenó de fascinación. Cuando intenté buscar más información del hombre que salvó a mis hermanos, no encontraba la forma correcta de agradecérselos. Por eso decidí invitarlos, para charlar y pasar un buen rato.
Las palabras de Lisa irritaban al doctor, quien utilizaba toda su voluntad para no reaccionar de manera inapropiada; a fin de cuentas, él tenía una imagen que mantener para seguir con sus secretos planes. Pero quien se había puesto muy nerviosa era su acompañante, quien, si bien su posición profesional no era especialmente un secreto, el que la cuestionaran por ello no la hacía sentir para nada cómoda. Efecto que molestaba aun más al doctor loco.
—Veo que estás muy bien informada pequeña... —respondió el doctor con una voz profunda y seria, mientras continuaba su oratoria torciendo su cuello y mirando despectivamente desde lo alto de su estatura a la chica genio—... A mi también me es fascinante la forma en la que una pequeña puede fácilmente saber tantos datos insignificantes de gente que apenas conoce. Tu eres ¿Lisa, no? La niña genio, ganadora del premio de física de hace 7 años. También he tenido el honor de saber de tí, sabes. Aunque, claro, jamás he investigado tanto como para intentar usar mis influencias para solicitar datos personales de una niña a alguna agencia de inteligencia de algún gobierno, es algo gracioso Lisa, ¿Sabes? Las agencias como el Pentágono, en este país, pueden llegar a ser muy traicioneras, pequeña; sobre todo cuando sus intereses están de por medio. Es sorprendente como los que creías que eran tus aliados incondicionales te pueden llegar a vender al mejor postor cuando mejor les convenga y negarte cosas tan básicas como siquiera el nombre de tu comprador, mientras fingen estar totalmente de tu lado y desconoces lo que sucede detrás de bambalinas escapándoseles detalles como ciertas e insanas manías por experimentar con los cuerpos y residuos de familiares, invasión de intimidad, privacidad y seguridad de terceros, el uso de material radioactivo ilegales sin las regulaciones ni permisos, lo cual es un grave delito federal. Sería tan lamentable que pasara un incidente. Ese tipo de cosas son muy peligrosas, pueden hacer perder muchas vidas y créeme cuando digo que eso sí que es fascinante y sí requeriría de una buena charla para pasar el buen rato, más que una tonta novedad laboral de dos primos...
La conversación del doctor se había subido de tono. Sus palabras frías y calculadoras aludían a hechos que todos en la familia preferían ignorar, pero conocían bien. Habían aprendido a sobrellevar los bizarros experimentos y costumbres de su hermana menor, pero el hecho de que otra persona fuera de la familia estuviera tan bien informada de todo era algo preocupante. Incluso si se trataba de su médico de cabecera, y no es como si no lo supieran; lo que hacía su hermana era muy peligrosa, pero jamás esperaron que eso pudiera salirse control. Las palabras del médico eran una alarmante dosis de realidad. El doctor Senti realmente podía ser una persona aterradora solo con desearlo y era algo que crispó a toda la familia.
—Franky, no... —balbuceo con un tono triste la enfermera, mientras le sujetaba del brazo con mayor fuerza, como si con sus dedos y cuerpo le rogara detener aquel desplante de rabia que su secreto amor prohibido profesaba.
De inmediato, al ver los ojos de Merie al borde de lágrimas, el doctor lamentó profundamente su reacción. Él sabía que ella era una mujer muy sensible y reservada. Que rara vez se daba el lujo de fraternizar demasiado con otras personas. Él mejor que nadie era consciente de las profundas cadenas que ella misma se había puesto sobre su cuerpo para poder estar ahí, justo a su lado, y del inmenso dolor que ella escondía detrás de cada una de sus dulces sonrisas. Verla quebrarse de esa forma le hacía sentir mucho peor de lo que diariamente se sentía.
—*Cof...Cof* Oh bueno, me gustaría decir eso, pero realmente solo hago suposiciones al aire. Lo lamento. Por favor, no me hagan caso. Es solo que realmente casi nadie toca el tema de nuestra relación familiar, ya que si bien no es que sea imposible saberlo preferimos no tocar ese tema porque que se presta a muchas malas interpretaciones; tanto con compañeros de trabajo como con conocidos. Por eso, sencillamente, evitamos mencionar eso. Ustedes entenderán que no es común que un médico practique como simple enfermera; ya de por sí es bastante problemático explicar esas cosas a los compañeros de trabajo, como para que los pacientes se preocupen por esos detalles; si a eso le añadimos que trabaja directamente para mí, es fácil suponer que hay un conflicto de interés de por medio. Por favor, entiendan nuestra posición. —recalcó volviendo a fingir una sonrisa inocente y apenada, tratando de arreglar el desastre que provocó.
Pero, era demasiado tarde. Aquel desplante había hecho que las cosas fueran demasiado incómodas; de entre todos la madre realmente no entendía por qué su hija genio había hecho esas afirmaciones, pero la respuesta del doctor y sus palabras la hacían sentir muy inquieta, recordándole nuevamente la figura siniestra que los había acorralado en algún momento para ceder a sus demandas. La madre ya había prácticamente olvidado cuán aterrador podían ser las palabras del hombre que salvó la vida de su hijo. Pero había otra cosa que le molestaba un poco, y era el hecho de que Merie, en quien tanto confiaba, jamás le había contado que ellos dos eran primos. Hasta antes de ese momento podría haberse dado el lujo de opinar, incluso asegurar, sobre la relación que ellos podían tener; pues ella jamás hablaba mal de el doctor y todas las veces que recuerda haberla visto en compañía de un hombre fueron junto a él, dándole así a entender que ellos eran, como mínimo, amigos cercanos incluso amantes; y que no hablaba del tema por el hecho de que se avergonzara de ello. Pero la idea de que fueran familia cambiaba totalmente la perspectiva de todas las cosas y hacía brotar una nueva pregunta en su conciencia; "¿Hacia falta ocultarlo?" Ese pensamiento le ocasionaba dudar de la mujer que fue su único alivio en un momento de sufrimiento y preocupación. Hecho que la hacía molestar consigo misma, diciéndose una y otra vez que quizás, solo quizás, lo estaba pensando demasiado y que no debía darle tantas vueltas. Las razones que el doctor le daba eran bastante lógicas, pues mientras ella fuera la misma mujer que siempre había sido no tendría por qué dudar de sus motivos; pero solo podía tratar de censurar su conciencia para no dejar que sus malos pensamientos la dominaran.
Sin embargo, había otro miembro de la familia que no podía creer las palabras de su hermana y era la doncella oscura, quien al enterarse de aquello le produjo una gran sorpresa. No podía entender cómo alguien que parecía tan gentil y amable pudiera tener alguna clase de relación con alguien como él. Esto fue un hecho que despertó una sincera curiosidad por la vida privada de aquel doctor, quien hasta el momento jamás se había preguntado y al igual que su madre se realizó su propia pregunta silenciosa en los callejones de sus memorias ¿Qué relación exacta tienen esos dos?
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