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Capítulo 2: "Todos contra Ringo, y una triste verdad"

Al escucharlos, Ringo se sobresaltó, y no pudo evitar dar un pequeño grito cerrando los ojos, haciendo, sin querer, que volviera a ser visible. Salió de debajo de los lavabos y retrocedió asustado.

-¿C-cómo...? ¿Cómo me encontraron? -. Les preguntó temeroso. Ellos rieron.

-Ringo, Ringo, Ringo... -. Le dijo Paul, negando divertido con la cabeza.- ¿Recuerdas que yo tengo más poderes que cualquiera en este universo? Entre ellos está el de traspasar cosas y tener visión calorífica, así que no fue nada difícil, créeme.

-P-Por favor... D-Déjenme en p-paz... -. Les habló desesperado. No quería que lo volvieran a golpear, como la otra vez.

-Suplícanos de rodillas -. Le dijo George sonriendo.

-P-pero...

-¡¡De rodillas enano!!

Ringo no tuvo más remedio, así que se arrodilló frente a ellos y juntó sus manos en gesto de súplica.

-Por favor, por favor... No me golpeen, se los ruego... -. Murmuró mientras comenzaba a llorar.

-Hummm... ¿Tú que dices, Paul?

-Que se ve patético -. Respondió riendo.- ¿Y tú John, qué opinas?

John observó a Ringo unos minutos, sonrió, y dijo:

-Acábenlo chicos.

Paul y George sonrieron, acorralaron a Ringo en una esquina y comenzaron a darle toda clase de golpes. George sacó sus garras y sus colmillos de lobo y comenzó a rasguñarlo y a morderlo fuertemente, mientras que Paul lo pateaba, lo pellizcaba, le echaba agua, y otras cosas. John rió a carcajadas al ver tal espectáculo. Ringo lloraba, gritaba y gemía de dolor, mientras salía sangre por su boca, sus manos, sus brazos... prácticamente por todos lados.

Después de un momento de una verdadera masacre, John habló.

-A un lado amigos. Es mi turno. -. Dijo sonriendo mientras se tronaba los huesos de sus dedos.

-Estás frito idiota -. Le dijeron Paul y George a Ringo, mientras se apartaban para dejar el paso libre a John.

-N-no... P-por f-favor J-John.... -. Le susurró Ringo como pudo. La última patada que le dieron en el estómago le había sacado todo el aire, dejándolo sin fuerzas.- N-no lo ha-hagas...

-Cállate, zorra infeliz -. Le dijo John, lo levantó y lo arrojó del otro lado del baño, haciendo que se estrellara contra una pared. Ringo gritó de dolor.

A continuación, John lo levantó por el cuello de su camisa, teniéndolo frente a frente.

-¿Te gustaría sentir el peor dolor que hayas sentido, asqueroso cerdo? -. Le preguntó John, mientras sonreía maniáticamente.

-N... No... -. Apenas suspiró Ringo.

-Como sea, de todos modos, tu opinión no vale simplemente porque eres tú, así que... -. Pero no terminó su frase. Volvió a azotar a Ringo al suelo.- George, ven aquí.

George sonrió mostrando los colmillos y se acercó.

-Ya sabes lo que hay que hacer... -. Le dijo John.

George asintió, levantó una mano al aire y con toda su fuerza encajó sus garras filosas en el estómago de Ringo. Éste volvió a gritar y se retorció de dolor, mientras la sangre salía a chorros impresionantes, dejando en el suelo un gran charco. Después, George comenzó a rasgarle aún con sus dedos dentro, haciendo que Ringo comenzara a vomitar todavía más sangre.

-Paul, ven aquí tú también. Ya sabes tu parte. -. Le llamó John.

Paul se acercó, dio un chasquido e hizo aparecer una botella de alcohol etílico, la cual abrió y roció sobre las heridas, provocando que al pobre de Ringo le ardiera y sintiera un dolor inimaginable para nosotros, los seres humanos. Probablemente ya hubiéramos muerto con esa tortura.

-Y ahora, el gran final -. Dijo John, haciendo una bola de fuego y aventándola.

Como ya debieron de haber imaginado, Ringo comenzó a arder en llamas. Debido al intenso e inexplicable dolor, gritó con todas sus fuerzas, antes de caer inconsciente.

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Ringo despertó, pasadas casi dos horas después de haberse desmayado. Se incorporó un poco, y vio que sus compañeros de banda aún seguían ahí. John hacía malabares con fuego, Paul conversaba con una chica hecha de agua y George limaba sus garras. Al verlo despertar, le miraron con desgano.

-Al fin despertaste puto -. Le dijo Paul.- Qué felicidad...

-Déjalo Paul, ya vámonos -. Le dijo John.

Caminaron hacia la puerta, la abrieron, y antes de salir, le dijeron.

-Unos regalitos de nuestra parte.

John le aventó el fuego, aunque ágilmente logró esquivarlo, Paul volvió a convertir a su "dama" en agua y se la arrojó y George lo escupió.

-Y por cierto, limpia, dejaste hecho un desastre -. Le dijo George con una sonrisa antes de salir.

Ringo se levantó del piso, y se enteró de que ya no tenía sus heridas. "Debió haberlas arreglado Paul. Él es el todopoderoso", se dijo a sí mismo. Aún había sangre en el suelo (aunque no en su ropa), así que tomó un trapeador y limpió el desastre que no provocó. Cuando terminó, se vio al espejo con tristeza. Se veía horrible, como siempre. Odiaba ser inmortal, él quería morirse ya.

Cuando salió, ya no estaban ni Brian ni el señor Martin, cosa que no sorprendió a Ringo. Fue demasiado tiempo el que pasó ahí dentro con los otros.

-Tranquilo narizón, ellos no saben cuánto tiempo pasó -. Le dijo Paul sin verlo.- Congelé el tiempo antes de entrar, pero nos dijeron que tomáramos el día libre y se fueron.

Ringo asintió con la cabeza. Caminó un poco y se asomó por la ventana. El Sol comenzaba a ocultarse, dando paso a la oscuridad, mientras nubes color gris se juntaban encima de ellos.

-Oye, tú -. Le habló John.- ¿Vas a ver el clima o vas a recoger? Deja de hacerte el idiota.

-Corrección John; idiota ya es -. Le señaló George.

-Tienes razón -. John sonrió.

Una lágrima silenciosa resbaló por la mejilla de Ringo mientras seguía viendo al cielo. Desearía estar allá, muy lejos de este mundo, teniendo la paz que tanto deseaba...

Suspiró, secó su mejilla y se volteó, para ver que John se había sentado en su batería.

-Adivinen chicos, ¿Quién soy? -. Y comenzó a tocar su batería a lo loco, haciendo un horrible sonido.- Bla bla bla, canto horriiibleee, bla bla bla, no tengo amiiigooss, bla bla bla, aún soy viiirgeeenn... -. Cantó lo más desafinado que pudo.

-¡Ringo Starr! -. Gritaron al mismo tiempo Paul y George, mientras volteaban sonrientes a verlo.

-¡Sí, la mayor escoria andante de toda Inglateeerraa! -. Gritó John y aventó las baquetas al suelo, aunque por fortuna, éstas no se rompieron.

Ringo quería decirles algo, quería tener el suficiente valor para ponerlos en su lugar y dejar de tener que aguantar todos sus malos tratos y sus bromas pesadas.

Pero no podía, tenía que aguantarlo todo, porque él no era valiente. Era todo lo contrario a eso.

-Bueno chicos, larguémonos de aquí, ver su cara de perro -. Señaló a Ringo con la cabeza.- me da náuseas.

Caminaron hacia la puerta, riéndose de lo iban platicando.

-¡Adiós marica! -. Le gritaron antes de irse y cerrar la puerta con un portazo.

Ringo suspiró y cerró los ojos, negando con su cabeza.

-¿Cuando pararán...? -. Susurró para sí mismo.- ¿Cuándo?

Sin más remedio, abrió la puerta y salió al mundo exterior. Como no tenía auto, y ya era demasiado tarde como para tomar un autobús, tuvo que caminar. Su casa quedaba lejos, así que sería un laaargo viaje.

Y, para empeorar un poco las cosas, comenzó a llover.

-Genial, simplemente genial -. Murmuró.- cómo odio mi vida.

Fue un largo y sinuoso camino, pero al fin llegó a su hogar. Sacó su llave, la introdujo en la cerradura y entró a su casa, manchando el suelo debido a que escurría de agua.

Subió las escaleras hacia el baño, se quitó su ropa mojada y se dio una ducha para evitar resfriarse. En seguida, fue a su habitación para ponerse nueva ropa. Eligió un pantalón deportivo color gris y una playera de manga larga, color gris también. Se acercó a la mesita de noche que tenía junto a su cama, y con una fúnebre sonrisa, tomó su navaja.

Caminó y se observó en su espejo, que era de cuerpo completo.

Estaba completamente solo. John tenía razón. Nunca había tenido ni un sólo amigo, y seguía sin tenerlo; nunca se había enamorado, las chicas se alejaban siempre de él, por lo que nunca había sentido los cosquilleos en el estómago, no había regalado ni una sola flor y tampoco se había quedado nunca despierto pensando en su Julieta.

No tenía a nadie.

Estaría solo por siempre.

Pensando en todo eso, y recordando todos los insultos que sus compañeros le habían dicho, se arremangó y sujetó firmemente su filosa arma.

"¡¡Eres un idiota que no sirve para nada!!"

Se vio al espejo una última vez, antes de ver sus brazos, llenos de marcas.

"Enfermizo, retrasado y mal estudiante. ¡Eres la deshonra de esta familia!"

Comenzó a llorar, y acercó amenazantemente el filo a sus brazos.

"En lugar de haber mejorado las cosas, las empeoraste. ¡¡Debimos quedarnos con el antipático de Pete Best!! ¡¡Él al menos sabía tocar algo!!"

Con fuerza, encajó la navaja en su piel, atravezándola. La sangre comenzaba a salir.

"¿Por qué no pudiste enorgullecernos? ¡Por ti, estoy sola! ¡Tú tuviste la culpa de nuestro divorcio! ¡Eres el peor hijo que pude haber tenido!"

Empezó a cortarse profundamente. Bajo la mirada, y su cabello cubrió su rostro.

"¡¡Agh, nunca haces nada bien!! ¡¿Por qué no mejor te mueres?! ¡¡Ahórranos el sufrimiento!!"

-Créeme que lo haría si pudiera -. Murmuró, y a pesar de estar llorando, de entre su rostro cubierto surgió una sonrisa. Una sonrisa falsa, que reflejaba dolor, sufrimiento y pena, al igual que su mirada.

Sacó la cuchilla, de su brazo y contó. 7 cortes nuevos. Tomó un pañuelo y limpió la sangre que escurría de su brazo mientras seguía llorando.

-Ojalá pudiera morir.

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