OO2
Llevaba diez minutos intentado encontrar a Jeongin y el aula a donde debía ir ahora mismo. Se había perdido, no era su culpa, pues esto de las renovaciones y novedades en la academia no las conocía bien. Sabía que ya había dado varias vueltas en la misma planta, pues ya había visto el salón de matemáticas unas cuantas veces. Se rindió en un pasillo y se recostó en la pared, evitando que la rama del árbol que se colaba por la ventana lo golpeara en la cabeza. Suspiró y estiró sus pies, empezó a hacerlos bailar mientras se perdía en sus propios pensamientos, además de la academia.
—¿Jisung? —habló una voz que estuvo buscando durante minutos—. ¿Estás aquí porque eres rebelde y quieres saltarte la clase de alquimia o porque no encuentras el salón?
—¿Crees que me quiero saltar la clase de alquimia en mi primer día?
Jeongin se encogió de hombros. —No sé, quizás —dijo—. ¿Quieres que te ayude a encontrarla?
Jisung asintió y se levantó del suelo yendo detrás de Jeongin. Subieron una planta más y media, puesto que habían plantas intermedias que se encontraban casi al aire libre y entre los pisos comunes.
—¿Tú si te estás saltando la clase de alquimia? —preguntó Jisung cuando estaban apunto de llegar.
—Sí, pero no le digas a la profesora. Si nadie lo cuenta, ella ni siquiera se va a enterar.
Jeongin se tomó la molestia de abrirle también la puerta. Jisung le agradeció y entró al aula. La profesora lo miró por unos segundos. Dejó de hablar apenas dió las instrucciones completas de como crear la poción y se dirigió a Jisung.
—Dile a tu amigo que entre también.
Jisung la miró. —Vine solo.
Ella abrió la puerta y observó a Jeongin en el balcón, este se volteó asustado apenas escuchó una puerta atrás suyo abriéndose.
—Jeongin, ¿te olvidaste que la clase queda aquí? —preguntó con los brazos cruzados esperando a que su alumno entrara.
—Estaba... tomando aire —se excusó y entró al aula.
La profesora volvió al frente y empezó a dar nuevas instrucciones.
—Ahora, cuando vean que el líquido se tornó de un color amarillento, proceden a agregarle algunas moras —explicó—. Sí, en cambio, el líquido se puso grisáceo, el experimento está mal.
Algunas quejas se escucharon por el salón por alumnos que el experimento no les había funcionado. Y otros que celebraron mientras ponían el toque final, las moras.
—¿Cómo pudiste delatarme? —preguntó ofendido Jeongin mientras comenzaba el experimento desde el principio.
—No lo hice, ella se dió cuenta por si sola.
Los dos chicos quedaron en silencio por unos minutos mientras se concentraban en hacer el experimento. En su mano izquierda tenía un matraz esmerilado y en la derecha tenía un matraz aforado, que estaba usando para medir la cantidad indicada para hacer correctamente la mezcla. Revolvió el líquido verde y rojo y esperó unos segundos para notar un tono amarillento en el matraz.
—¡Lo hice bien! —dijo emocionado.
Jeongin miró su experimento y abrió la boca sorprendido.
—¿Cómo? —vio su matraz con un resultado final gris.
—Creo que no echaste la cantidad que indicaba de verde.
Jeongin bufó y se recostó el pared de atrás procurando no caerse por encontrarse en un taburete.
—Me rindo, la próxima vez seré más cuidadoso cuando me salte la clase de alquimia.
La maestra Morganna se paseaba por las largas mesas observando los resultados de sus estudiantes y anotando en su libreta la nota que tendrían en este experimento. Llegó a la última mesa donde se encontraban Jeongin y Jisung, quedándose por unos segundos analizando el resultado de ambos chicos.
—Este experimento está perfecto —dijo mirando a Jisung—. No estuviste toda la clase y aún así sacaste una nota perfecta.
Jisung sonrió, orgulloso de su mezcla.
—Nunca había visto un resultado tan gris —mencionó mientras observaba con detalle el experimento de Jeongin—. ¿Cuánta cantidad echaste?
Jeongin lo pensó por unos segundos, no sabía cuánta cantidad había echado al matraz.
—Bastante.
Morganna solo lo miró a él y al experimento, tomando el de Jisung y el de Jeongin en sus manos para llevárselo a su mesa.
—¿Por qué se llevó el mío? —preguntó Jeongin.
—Para ponerlo de ejemplo de cómo no se debe hacer —bromeó Jisung, y Jeongin lo miró ofendido.
—Me lo esperaba de todos, menos de ti.
—Es broma, no creo que lo haga.
Una melodía se escuchó por toda la academia. El alumnado se levantó de sus sillas sabiendo que el horario escolar había concluido finalmente.
—¿Quieres venir con nosotros un tiempo? —preguntó Jeongin—. No es la gran cosa, simplemente hablamos entre nosotros y practicamos trucos de magia, pero solo es para pasar el rato entre amigos.
—Me gustaría, pero no puedo. La señora Park me comentó que tenía que asignarme una casa, y me dijo que al final del horario escolar tendría que ir a su oficina.
—Oh, bueno, está bien. Podríamos quedar mañana.
—Sí, me parece bien.
Jisung y Jeongin se despidieron apenas llegaron a las escaleras. El menor de los dos bajó para ir afuera de la academia y encontrarse con sus amigos, mientras que el mayor se fue hacia arriba para buscar a la señora Park.
Jisung trató de no perderse con todas las decoraciones naturales cautivadoras y los pisos intermedios, además de los largos pasillos que a veces se dividían en dos y llevaban a diferentes partes. No sabía cómo, pero logró llegar a la planta ocho, la última de la academia y donde se encontraban las oficinas de, no solo la señora Park y su marido, sino que también la de los profesores. Ahora el problema sería encontrar la oficina de la señora Park.
Empezó a caminar por toda la planta, guiándose por los pequeños carteles de madera que estaban pegados a las paredes y mencionaban a que lugar te dirigías si pasabas por ahí.
Le gustaba la idea que habían creado para construir la academia, más no le parecía divertido el hecho de tener que memorizarla y evitar perderse en el lugar.
Miró a lo lejos un cartel que decía "Oficina de la señora Park y el señor Park". Aumentó la velocidad para llegar más rápido al pasillo.
—Jisung —lo llamaron desde atrás, este se volteó y encontró a la señora Park—. No imaginé que vendrías solo, pensé que tus amigos te acompañarían.
—Jeongin se ofreció a acompañarme, pero lo rechacé. Pensé que sería una buena idea empezar a practicar sobre cómo moverme por la academia.
La dueña lo felicitó por aprender rápido y luego le empezó a explicar cómo le asignarían una casa. Irían a un lugar que se encontraba a tan solo unos minutos de la academia, pues ahí estaba el sabio que le diría en que casa pertenecía. Estas desiciones se basaban en la personalidad de la gente.
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Jisung se encontraba en una carroza al lado de la señora Park. Llevaban catorce minutos ahí, y la dueña le había comentado que dentro de poco bajarían. Jisung solo observaba por la ventana rectangular el exterior. Habían árboles, arbustos y muchas flores, no era tan encantador como el camino para entrar a la academia, sino que este tenía un toque más de misterio.
La carroza se detuvo y Jisung bajó seguido de la dueña. Entraron en una pequeña casa de madera que tenía una cortina como puerta. Jisung vio a un señor sentado en el suelo, esperando por su visita.
—Buenas tardes, Facklor —saludó la mujer.
—Bienvenidos, estaba esperándolos —saludó Facklor, el sabio que llevaría a cabo la decisión de la casa para Jisung. Miró a Jisung y le indicó donde sentarse—. Te explicaré como se hará esto —comentó, y Jisung asintió. La señora Park salió del sitio—. Es simple, pondrás tus manos en estas piedras de aquí —las señaló—, y la piedra que encaje con tus manos, se iluminará y revelará tu personalidad —explicó. Puso las cuatro piedras que tenían la marca de unas manos al frente de Jisung, en la pequeña mesa—. Sin miedo.
Jisung se arrodilló y comenzó con la primera piedra, que tenía el nombre Loyhollow escrito en ella. Dejó sus manos durante unos segundos puestas en la piedra y las quitó luego de que esta no se iluminará. Continuó con la siguiente, esta ponía Veranamore. No sabía que significaba ninguna de ellas, solamente hacía lo que se le indicaba. Después de unos segundos, esta nunca se iluminó, por lo que continuó con la siguiente; esta se llamaba Wisragus, y la siguiente Coudarael. No pasó mucho tiempo apenas la piedra Wisragus empezó a reflejar una luz poco perceptible hasta que se iluminó con intensidad.
—Eres alguien sabio —comentó—. Tienes la capacidad de solucionar problemas y tomar decisiones de manera sensata. Comprendes lo que sucede a tu alrededor y utilizas ese conocimiento para afrontarlo de manera inteligente —continuó—. Además, aunque el miedo puede invadirte en varias ocasiones, nunca te dejas vencer por él y afrontas las situaciones difíciles o riesgosas —añadió—. Eres parte de Wisragus.
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En lo profundo de un bosque encantado, entre las raíces retorcidas y los árboles con más de cien años, se encontraba una cueva escondida rodeada e iluminada por cristales mágicos. Cada sonido de las ramas aplastadas por los pies de Jisung era un anuncio de que cada vez estaba más cerca del lugar donde pertenecía.
Tocó los cristales con delicadeza, temiendo tanto dañarlos como cortarse con los bordes afilados. Sus ojos solo podían vagar por el lugar fascinados, deleitándose con la luz que desprendían.
Tal y como le indicó Facklor, se detuvo frente a una cueva que estaba siendo cubierta por una piedra gigante. Aunque no creía que funcionara, dijo la contraseña en voz alta. La gigantesca piedra se hizo a un lado con un rugido profundo, dejando al descubierto una puerta grande, de color marrón y de madera.
Jisung caminó hacia esta y la abrió, mirando la sala común y todas las personas que se encontraban en el lugar.
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—Las personas en Wisragus no somos demasiadas —comenta Jennie mientras cocinaba al lado suyo—. De hecho, somos la casa con menos integrantes en la academia.
—¿Y eso por qué? —pregunta Jisung interesado.
—Se debe más al coraje —dice—. Hay personas que simplemente son valientes, que no le temen a nada. Son capaces de enfrentarse a sus enemigos sin sentir una pizca de miedo. Por otro lado, están los cobardes, que evitan enfrentarse a cualquier situación riesgosa o difícil. Pero nosotros, aunque le tememos a lo que está ocurriendo, lo enfrentamos incluso si el miedo nos invade. No significa que seamos inmunes ni que no le temamos a nada, sino que somos capaces de pelear, aún cuando la situación es difícil.
Jisung asintió, guardando silencio por un momento.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó Jisung, cambiando de tema.
—Sí, por favor —pide la mayor— ¿Podrías ir cortando esa cebolla? —le señaló con su dedo donde se encontraba.
Jisung se levantó de su asiento y tomó la tabla de la cocina, puso la cebolla encima de esta y empezó a contarla en cuadritos, tal como le pidió Jennie.
—No soy bueno cortando cebolla —comentó Jisung cuando sus ojos estaban aguados.
Jennie rió, viendo como al menor le estaba costando cortar el vegetal.
—Está bien, ¿quieres mejor cortar el tomate? Yo puedo cortar la cebolla.
—No, tranquila, ya estoy terminando —comenta él.
Jennie asiente y sigue cortando el tomate.
—Oh, hola Bangchan —saluda Jennie al ver al chico cruzar la puerta.
—Hola Jennie —la saluda y se voltea a ver al otro chico que estaba en la cocina—. ¿Y quién eres tú? —pregunta Bangchan.
—Hola, soy Jisung —lo saluda con una sonrisa—. Te daría la mano, pero estoy cortando cebolla —comenta—. Soy nuevo en la academia.
—Ah, con razón, no te había visto antes en este lugar. Un gusto.
—Igualmente.
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—¿Pelirrojo? —escuchó detrás suyo. Se volteó para ver quién era, dándose cuenta que era Changbin.
—Sí, Jisung —dice—. No sabía que estabas en Wisragus.
—Yo tampoco sabía que estabas aquí.
—Bueno, soy nuevo.
—Creí que estabas con Jeongin y Felix.
—Estaría con ellos, pero tuve que ir a que me asignaran la casa.
—¿Quieres estar con nosotros mañana? —pregunta.
—Claro, me encantaría.
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