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Se encontraba empacando sus cosas, poniendo su última prenda que había decidido llevarse para por fin cerrar la maleta.
Después de años, había decidido volver a la academia de magia que había abandonado. Se dió cuenta que aquel lugar era su segundo hogar, era el sitio donde pertenecía y el haberlo abandonado había sido quizás una de sus peores desiciones que había tomado en todos los años que llevaba de vida.
Su madre entró por la puerta con un té recién hecho y se posó en el marco de esta, tomando un sorbo de la bebida para luego dirigirse hacia Jisung.
—¿Estás seguro Jisung? —cuestionó la mujer.
Jisung le dió una pequeña sonrisa y asintió. —Me lo he pensado por mucho tiempo, mamá.
La mujer asintió suspirando, no muy convencida. No iba a negar que esta situación le dolía en su corazón. Ver marchar a su hijo y ver qué ahora no viviría con él por un largo tiempo, era algo que le costaba asimilar y aceptar. Pero estaba segura que aquella academia era el lugar de su hijo, era lo que lo hacía sentir bien, era su manera de ser libre.
Jisung, con dificultad pero con ayuda de su madre, bajaron las pesadas maletas para posarlas en la entrada de la casa.
El cuerpo de la madre de Jisung la traicionó por completo, no fue capaz de contener las lágrimas que amenazaron con salir. —Cuídate, Sung —pidió mientras sus brazos rodeaban a su hijo y posaba su cabeza en el hombro de este.
—Lo haré, mamá. No tienes que preocuparte por eso —dijo mientras le limpiaba las lágrimas rebeldes del rostro de su madre.
Jisung cruzó la salida, atravesando el camino que separaba su casa de madera con la carroza que lo llevaría a la academia. El conductor esperaba pacientemente junto con los tres caballos blancos a que los hombres empezaran a subir las maletas al transporte. Jisung, con ayuda de un amable hombre trajeado -sin llegar a ser elegante-, pudo subir a la carroza sin tener un accidente y encontrarse a sí mismo en el suelo.
No había nada que negar, los nervios lo invadían al saber que estaría de nuevo ingresado en aquel lugar. Tenía curiosidad por si habrían reformado la academia, por si alguien conocido seguía internado en aquel sitio o tendría que socializar.
Jisung consideraba a la magia una adicción. Era fascinante ver aquellos destellos que podías ocasionar con sólo una varita y unas palabras correctas, además de aprendizaje y buenas instrucciones. No tenía motivo para esconder que la magia lo hacía sentir él mismo. Las escuelas promedios y aburridas clases sin nada llamativo aparte de conocer nuevas personas, no era nada comparado con lo sobrenatural, lo misterioso y lo encantador que podría llegar a ser una academia de magia.
Mientras la carroza cruzaba parte del pueblo para llegar a la salida, se robaban miradas de las personas que circulaban por el lugar. Era normal que las personas estuvieran asombradas, pues no todos los días podrías ver a unos divinos caballos blancos transportar una carroza circular, pues habían otros medios de transporte que eran más frecuentes en su pueblo.
Después de un tiempo, todo lo que pudo ver através de la hexagonal ventana del vehículo era naturaleza. No lograba divisar ningún otro vehículo aparte del que él se encontraba sentado, y fue ahí cuando se dió cuenta que ya se había alejado lo suficiente y no había manera de cambiar de decisión.
El camino estaba repleto de soledad, pero no había ni un toque espeluznante; en su lugar, era tranquilizante.
Los cautivadores lugares donde pasaba la carroza le hacía imposible seguir con su atención en su libro. Afuera, podía divisar hermosos árboles de cerezo y flores de múltiples colores decorando el camino.
A Jisung le fascinaba la vista, y saber que en la academia las zonas de este tipo eran las que reinaban, era aún más motivador.
Después de unas horas, la carroza por fin concluyó el trayecto, posándose al frente de una gigantesca y grandiosa puerta. Era imposible cruzarla a menos que esta fuera abierta desde dentro, escalarla era extremadamente peligroso.
La inmensa puerta se fue abriendo poco a poco, pues su peso le impedía abrirse rápidamente. Jisung quedó perplejo ante la gigante academia que había sido remodelada. Tenía un aspecto antiguo, pero estaba en buen estado.
Aquel lugar era realmente cautivador. Los jardines estaban bien cuidados, los colores eran llamativos y las personas lucían felices practicando los trucos de magia que probablemente los habían enseñado anteriormente.
Los alumnos llevaban puesto un uniforme, que consta en una túnica negra, larga, de manga amplia y con una abertura al frente, además del nombre de la academia y la casa donde se encontraban bordado al nivel del pecho al lado izquierdo; una camisa blanca abotonada como base y una corbata de rayas blancas y rojas; unos pantalones grises, y en otros casos, una falda larga o corta, dependiendo de la época del año; y por último, unos zapatos negros cómodos para el entorno donde se encontraban.
La carroza se ganó miradas curiosas, pues el alumnado quería saber si se trataba de un nuevo estudiante o maestro, siendo la primera opción la que les emocionaba más.
—Espero sea una buena noticia y no un profesor nuevo de historia —pidió Hyunjin, uno de los tantos estudiantes en la academia, que destacaba por su increíble atractivo y dominación hacia la manipulación de la luz.
El grupo estaba atento a la persona que saliera de la carroza, desesperandose por ver cómo salían primero los hombres y se tardaban en revelar la persona.
Jisung, con ayuda del hombre amable que lo había ayudado a entrar a la carroza cuando estaba en su pueblo, pudo bajar de la carroza. No iba a mentir que se sentía avergonzado por la cantidad de miradas que estaban sobre él, ahora mismo era el centro de atención.
Fue recibido por dos personas, una mujer y un hombre, que se acercaban hacia el con sus brazos entrelazados y una sonrisa grande en su cara. Sus atuendos hablaban por si solos, Jisung sabía que se trataba de los reyes, los dueños de Hauntenched Academy; el lugar secreto y encantado donde en cada rincón te saludaría una criatura misteriosa y mágica.
—Buenos días, Jisung —Saludó la señora Park, dueña de la academia Hauntenched junto a su marido, el señor Park—. Que alegría poder verte de nuevo.
Jisung tímidamente los saludó y les regaló una sonrisa mientras estrechaba sus manos con los dueños. —Yo sabía que este era mi lugar —mencionó.
El señor Park dibujó una sonrisa en su cara. —Me alegro que consideres a esta academia tu hogar. Estamos encantados de recibirte una vez más.
—¿Como te sientes al ingresar de nuevo a la academia? —Le preguntó la señora Park mientras andaba junto a él por el largo y amplio camino hacia la academia.
—Siento nostalgia, pero estoy feliz de volver a la academia. La magia es una adicción —comentó.
La señora Park sonrió. —La gente aquí es un amor —informó —. Estoy segura que en pocos días la gente te amará. Ellos están ansiosos por conocerte —señaló con su mano a todos los alumnos que estaban curiosos por su llegada.
Jisung recorrió unas partes de la academia junto a la señora Park, que le iba mostrando el lugar para que empezara a familiarizarse con el nuevamente. Todo era como un castillo. Se veía místico y natural, cualquiera que pasase por ahí podría saber que estaba en un lugar lleno de magia y misterio. Habían decoraciones naturales que eran normales para el tipo de entorno en el que se encontraban. Los jardines eran algo más allá de lo espectacular, las flores y plantas siempre estaban bien cuidadas, y los animales que habitaban ahí lucían bien alimentados. Mariposas rondaban por los jardines tal como en un cuento de hadas. Jisung estaba cautivado.
Se adentraron a la academia mientras Jisung observaba a los estudiantes ir de un lado para el otro. Se posaron frente a una especie de jaula, Jisung no comprendía realmente que tenían que hacer, así que simplemente fue detrás de la señora Park y se montó en el lugar.
Miró a la dueña confundido, preguntándose el porqué se encontraban ahí. No hubo necesidad de ninguna palabra por parte de los dueños, la jaula se levantó inesperadamente dándole un pequeño susto a Jisung, sin necesidad de pulsar ningún botón, simplemente con una frase por parte de la señora Park.
—Sé que estás confundido, esto antes no estaba incluído en la academia. Se levanta solamente diciendo el piso a donde te quieres dirigir —le resolvió las dudas la dueña.
Jisung no preguntó cómo, ya podía suponer que era magia, pues por eso se encontraba en la academia.
Caminaron por un largo pasillo y entraron a la sala de la señora Park. El dueño se despidió temporalmente y tomó un diferente camino hacia su sala.
Jisung tomó asiento donde la dueña le indicó y esperó a que ella también lo hiciera para escuchar atentamente a lo que le diría.
La dueña tomó asiento frente a él y habló: —Espero que haya sido de tu agrado la academia. Como puedes ver, tuvo algunas remodelaciones después de tu salida —abrió un cajón y procedió a sacar una libreta grande—. Supongo que estás ansioso por escoger tu magia —Jisung asintió con una sonrisa de labios cerrados, confirmando las palabras de la dueña—. Elige lo que te guste.
Jisung abrió la libreta y divisó todo lo que podía aprender: magos de elementales; mago de fuego, agua, tierra y aire. O yendo algo más allá, como mago del tiempo o mago espiritual.
Leyó algunas de ellas, otras pasandolas debido al poco interés que tenía en estas. Paró cuando vió una opción que le llamaba la atención.
Jisung marcó con su dedo la opción que le interesaba, haciendo que la señora Park dirija su mirada hacia donde Jisung señalaba.
—¿Mago de la naturaleza? —cuestionó ella para asegurarse, Jisung asintió.
Se levantó de su sitio y buscó unos objetos entre las cosas que se encontraban en su sala. Sacó una caja y la pusó encima de la mesa, procediendo a abrirla con delicadeza.
De ella, sacó una varita de madera y un pin con el nombre "Hauntenched" en el.
Abrió una puerta de lo que parecía un armario y sacó de él un uniforme que usaría Jisung temporalmente.
Dejó la caja a un lado y le extendió a Jisung el uniforme y los otros objetos.
—El pin no es necesario que te lo pongas, es sólo un obsequio; pero la varita es fundamental, no puedes practicar magia si no tienes una base —comentó—. De todas formas, nada de esto es definitivo. Tendrás un uniforme personalizado que diga tu casa, además de una varita con tu nombre.
—¿Y en cuánto tiempo aproximadamente lo tendré? —preguntó.
—No será mucho; en uno o dos días.
Jisung asintió.
La señora Park dejó la caja en su lugar y tomó asiento de nuevo frente a Jisung.
—Y lo último pero no menos importante: las reglas —Jisung la miró, escuchando atentamente lo que mencionaba—. Recuerda que la magia no es un juego —advirtió.
Jisung asintió nuevamente, memorizandose todas las cosas prohibidas en la academia.
La señora Park le dió una pequeña sonrisa y le indicó que ya podía salir de la sala, indicándole un baño para que pudiera cambiarse y ponerse su uniforme.
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Felix y Jeongin buscaban por toda la academia al chico nuevo. Ellos eran unas mariposas sociables, eran similares a un rayo de sol cuando sus caras dibujaban una sonrisa. No era nada extraño que se llevasen bien con todos los alumnos, incluso los profesores.
Felix era mago de la naturaleza en general, tenía una intensa conexión con la naturaleza y era capaz de comunicarse con los animales, llevando una perfecta relación con ellos.
Jeongin practicaba magia animal, yendo más allá de los animales comunes, él se comunicaba y domesticaba criaturas mágicas, sobrenaturales.
Exhaustos ambos de tanto correr por toda la academia, se dejaron rendir bajo un árbol del patio de la escuela.
—¿La academia se hizo más grande o el chico nuevo se está escondiendo de la sociedad? —se quejó Jeongin.
Ambos intentaron tomar aire cuando de pronto Felix da un salto y señala hacia la cafetería.
—¡Ahí está! —gritó Felix y tomó del brazo rápidamente a Jeongin para salir corriendo hacia el chico nuevo.
Jisung, que estaba hablando alegremente con unos alumnos interesados por su llegada a la academia, se asustó al ver a las dos personas que llegaron corriendo hacia él.
—¡Hola! —saludó felizmente Felix, como si no hubiera recorrido toda la academia hasta cansarse.
—Hola —Sonrió Jisung—. ¿Están bien? —preguntó al ver a los chicos intentando tomar aire.
—Sí, sí, estamos bien —Jeongin quería negar las palabras de su amigo, más su falta de aire se lo impidió—. ¿Que tal? Hemos visto que eres nuevo y queríamos conocerte.
Jeongin, que por fin pudo recuperar aire, levantó su cabeza y quedó sorprendido con la persona que estaba viendo.
—¡Jisung!
—¡Jeongin!
Felix miró sin entender absolutamente nada la escena de los dos chicos abrazándose como si no se hubieran visto en años, aunque quizás ese fuera el contexto.
—¡Cuánto tiempo sin verte! —comentó Jeongin felizmente.
Jisung volvió a darle un abrazo a su amigo que no había visto en años.
—No imaginaba que hubieses quedado en la academia —dijo Jisung.
—¡Por favor! —exclamó Jeongin—. Es imposible que me aburra de este castillo, no tengo idea de cómo pudiste haberte salido.
Felix, que no sabía sobre toda la historia, empezó a suponer todo lo que estaba pasando.
Jeongin se volteó hacia su rubio amigo y habló: —Felix, este es Han Jisung. Estuvo en la academia por un tiempo, pero salió hace cinco años. Estoy impresionado que haya vuelto —lo presentó.
—¡Hola! —saludó alegremente Felix —. ¿Por qué te saliste antes? —preguntó.
—No lo sé, pero estoy seguro que es la peor decisión que tuve —respondió.
—Estoy seguro que este rubio te va a caer bien. Aunque a veces tendrás ganas de tirarlo por la ventana, créeme, lo intenté y se salvó porque pudo volar —dijo Jeongin.
Jisung abrió sus ojos en grande. —¿En serio? —preguntó.
—No, jamás podría hacerle eso a este rubio.
Jisung suspiró aliviado. Tenía miedo sobre si esa anécdota era verdadera, quizás también intentaría tirarlo a él.
Tres chicos venían riendo directo hacia los rayos de sol, esperando ansiosamente por contarles lo que les había pasado hace unos minutos.
—¡Felix, Jeongin! —los llamaron a lo lejos y vinieron corriendo hacia los mencionados.
Se posaron al frente de ellos, dispuestos a contarles lo que querían decir, pero Felix y Jeongin se adelantaron y presentaron al chico nuevo.
Changbin y Hyunjin saludaron amablemente a Jisung.
—¡Este es el chico que hizo que no me desilusionara! —comentó Hyunjin.
Hyunjin era mago de la luz; era capaz de manipular la luz y crear ilusiones por medio de esta.
—¿Qué? —preguntó Felix confundido.
—Habían posibilidades que el que estaba en la carroza fuera un profesor de historia, pero por suerte fue este chico pelirrojo —lo señaló.
—Se llama Jisung —corrigió Jeongin.
—No pasa nada, no me molesta en absoluto —dijo Jisung.
El grupo puso su mirada sobre Minho, que no había pronunciado una sola palabra a pesar de que antes estaba emocionado por contar la anécdota que había tenido junto con sus amigos. Se encontraba mirando fijamente al chico nuevo, pero no lo había saludado.
—¿Y tú qué? —dijo Changbin—. ¿No piensas saludar? —cuestionó.
Changbin, por otro lado, era mago del aire; tenía control total del viento, el vuelo y era perfecto manipulador de la atmósfera.
Minho simplemente lo ignoró, sintió que estaba alucinando; que quizás era el más afortunado por estar viendo al ser más hermoso que podían apreciar sus ojos. De repente, dibujó una sonrisa en sus labios y saludó alegremente al chico nuevo.
Y por último, Minho, que era mago de las sombras; tenía la capacidad de manipular las sombras y la oscuridad. Tenía el poder de la invisibilidad y crear ilusiones mediante las sombras.
Los chicos estaban interesados por conocer más a Jisung. Todos lo bombardearon con preguntas que, por suerte, no le habían resultado asfixiantes al pelirrojo; excepto por Minho, que solamente escuchaba atentamente las respuestas de Jisung y memorizaba los gustos que el chico nuevo tenía.
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