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Una antigua campana, de reluciente y fría plata,
colgada en un roble centenario, testigo de la historia.
Su mágico sonido, un canto diferente y profundo,
que resuena en el bosque, un eco que se expande al mundo.

No es una simple llamada, de metal que golpea el aire,
sino un antiguo conjuro, que despierta la magia pura y sin reparar.
Llama a los traviesos duendes, de puntiagudos sombreros y risas contagiosas,
que bailan en la nieve, con pasos ligeros y veloces, sin prisas.

Llama a las hadas hermosas, de alas de cristal y luz,
que esparcen polen mágico, un rocío de estrellas en la cruz.
Sus vestidos de pétalos, brillan con la luz de la luna,
y sus cantos armoniosos, llenan el bosque de una dulce fortuna.

Llama a los elfos sabios, de barbas blancas y largas,
que guardan los secretos del bosque, en sus libros antiguos y sagrados.
Tejen mantas de sueños, con hilos de plata y oro,
para abrigar a los viajeros, en la noche fría y oscura, sin tesoro.

Y todos juntos celebran, la Navidad con alegría,
un banquete de frutos rojos, en un claro iluminado por la fría.
Con cantos y danzas, bajo la luz de la luna llena,
una fiesta mágica y única, que solo la Navidad puede tener de escena.

La campana sigue sonando, su eco se desvanece despacio,
pero la magia permanece, en cada corazón con anhelo y espacio.
Un recuerdo imborrable, de una noche mágica y bella,
donde los sueños se hacen realidad, y la Navidad se siente en la mejilla.