Una puerta mágica, tallada en hielo antiguo,
se abre en el silencio del invierno profundo,
a un mundo de fantasía, un reino de ensueño,
donde la nieve brilla, con luz de un lucero lejano.

No es nieve común, sino polvo de estrellas,
que cae sobre bosques de árboles de cristal,
donde los duendes juegan, con risas y campanas,
tejiendo guirnaldas de escarcha y coral.

Un castillo de azúcar, se alza en la montaña,
con ventanas de ámbar, que reflejan la luna,
y un río de plata, que serpentea y baña,
las flores de invierno, en su mágica cuna.

Los animales hablan, con voces suaves y claras,
los pájaros cantan, melodías de paz,
y un aroma a canela, y a miel de las abejas,
inunda el ambiente, con un dulce abrazo.

Una Navidad mágica, que el alma renueva,
con la esperanza pura, que en el corazón brota,
un mundo de magia, donde todo se sueña,
y la fe se renueva, en cada nevada nota.

El invierno se viste, de un manto de plata,
la noche se llena, de sueños y magia,
y la puerta mágica, permanece abierta,
para quien se atreve, a creer en la fantasía.