La nieve no solo cae, sino que canta una canción,
una melodía mágica, que llena el corazón.
Susurros de invierno, en cada copo blanco,
un concierto de magia, en un paisaje franco.

Cae lenta, silenciosa, una danza etérea y pura,
cubriendo el mundo con un manto de blancura.
Cada cristal, un prisma, que refleja la luz,
un millón de diamantes, en un silencioso cruz.

El viento susurra al oído, una historia sin igual,
de bosques encantados, bajo el velo glacial.
Los árboles se inclinan, en reverencia profunda,
ante la belleza inmensa, que la nieve ha difundido en la redonda.

Un silencio profundo, solo roto por el caer,
de copos que se funden, en un suspiro de placer.
La tierra duerme plácidamente, bajo su manto de paz,
un sueño invernal, que el tiempo no podrá borrar jamás.

Y en la quietud profunda, una magia se revela,
la pureza de la nieve, que el alma consuela.
Un canto a la naturaleza, en su esplendor invernal,
un poema de la vida, escrito en cristal.