No solo elfos, sino también duendes y hadas,
de bosques encantados y praderas hadas,
acuden a Santa Claus, en su taller de ensueño,
un lugar mágico, bañado por un brillo tenue.

Con polvo de estrellas, recogido a la luz de la luna,
y varitas mágicas, que brillan con fuerza ninguna,
crean juguetes únicos, con poderes fantásticos,
muñecos que hablan, y trenes que son veloces y plásticos.

Osos de peluche suaves, con corazones de oro,
caballos de madera, que galopan con mucho brío y coraje.
Casas de muñecas, con chimeneas que humean,
y cocinas diminutas, donde se cocinan sueños.

Los duendes, con sus manos ágiles y pequeñas,
pintan carruajes brillantes, con colores alegres y serenos.
Las hadas, con sus alas de cristal,
susurran deseos, que se hacen realidad al instante.

Y Santa Claus, con su barba blanca y larga,
sonríe con ternura, viendo la obra mágica,
de este taller encantado, donde la Navidad se crea,
con amor, ilusión, y magia sin igual.