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Extra

De cuando Castiel y Roma fueron una sola alma

Roma siempre había vivido en un lugar fijo, tenía su casa, con su habitación, tenía su instituto y tenía sus amigos; hasta que se mudó a París.

Le costó, echaba de menos la antigua casa, su habitación, su instituto y sus amigos, pero ella no podía hacer cambiar de opinión al jefe de su padre, y tampoco a su madre; si uno marchaba, marchaba toda la familia.

Roma mentiría si dijera que cuando pisó el Sweet Amoris por primera vez no tenía miedo, había cogido el mp3 que le regalaron sus padres por su cumpleaños hacía un año y se había descargado todas las canciones de Lady Gaga, probablemente ya se supiera toda la discografía. Poker Face resonaba en sus audífonos cuando observó la fachada de su nuevo instituto. Aburrido, esa era la palabra que buscaba, Roma no tenía ganas de entrar, de conocer gente nueva, nuevos profesores, nuevos libros, nuevos deberes, y sobre todo, no tenía ganas de nuevos amigos.
No era el primer año de instituto, el poder ser parte de la institución le iba a costar, ningún grupo la iba a aceptar así tal cual, todos eran adolescentes, no se iban a acercar a ella a decirle hola, y claro que Roma no iba a ser diferente.
Inspiró llenando sus pulmones de aire y se envalentonó para entrar en busca de la directora, o lo iba a hacer hasta que una pelota de goma pequeña casi la hace tropezar y caerse de cara.

—¡Perdona! – un chico con el pelo azul y una chaqueta colorida venía corriendo hacia ella, y detras de él un chico exactamente igual pero con el pelo negro y ropas menos coloridas, se quitó los cascos– ¡Discúlpame! – exclamó el chico – ¡No recordaba que la tenía en el bolsillo, estaba discutiendo con mi hermano y de un mal movimiento ha salido botando! – a Roma le hizo gracia.

— No te preocupes – le sonrió. El chico se la quedó mirando.

— ¿Alguna vez te han dicho que tienes la sonrisa más bonita del mundo? – Roma no supo reaccionar, por inercia dejó de sonreir y miró con desconfianza al chico.

— ¡Alexy! – gritó su hermano – ¡La vas a asustar!

— Perdona – Alexy sonrió y le tendió la mano a Roma – Soy Alexy y este es mi hermano Armin – Roma se la estrechó.

— Roma – volvió a sonreír.

— Encantado, Roma, lo que decía de tu sonrisa iba enserio, ojala ser heterosexual para salir contigo y presumirla siempre – Roma rio con ganas.

— ¡Pues gracias! – exclamó la chica, se había entusiasmado con la energía de este chico.

— ¡Te voy a presentar a Rosalya!  – Alexy se posicionó a su lado y la cogió del brazo – ¡Le vas a encantar, estoy seguro!

— ¡Alexy, no la atosigues! – exclamó su hermano.

— ¡Armin, no seas tan plasta y haz amigos!




Roma no iba a admitir que le había caído bien el chico, bueno, los dos chicos, de no ser por la diferencia de personalidades y de colores, no sabría diferenciar a Alexy de Armin. Rosalya resultaba ser una chica bastante maja, cuando vio a Roma aparecer sonrió ampliamente y la invitó a sentarse con ella, luego entre ella y Alexy, se dedicaron a  interrogar a Roma; qué cuántos años tenía, qué donde había nacido, qué quién era su profesor, qué cuánto llevaba en París, qué quién era su cantante favorita, qué cuál era su película favorita, su celebrity crush, su marca favorita, que si tenía extraescolares, sus pasatiempos... Armin intervino para tratar de sacarla de allí, pero a Roma no le importaba tener tanta atención de parte de dos personas, le gustaba compartir su vida, sus vivencias, lo que ella hacía. Les explicó que sus padres se enamoraron en Roma, en un viaje que hicieron juntos en el instituto, y que por eso la llamaron así, les explicó que adora la música y el arte, que pinta y toca la guitarra, que venía de Bruselas y que le gustaba mucho Lady Gaga.

Suponía que el tema de tener miedo a hacer nuevos amigos lo dejaría para más adelante, nada le aseguraba que seguría allí por más tiempo.

— Ahora, en unas semanas comenzarán las audiciones para Caperucita Roja - mencionó Alexy, éste estaba entre Rosalya y Roma sentado en una silla.

—¿Caperucita Roja? - preguntó Roma.

— Es una bobada - contestó Armin.

— Eso es porque a ti solo te interesan los videojuegos - respondió su hermano mirándole mal, el moreno, que estaba jugando con su consola, levantó la cabeza por un momento para mirar mal a su hermano.

— Me gusta Caperucita Roja - dijo Roma.

— ¡Puedes audicionar para el papel principal! - exclamó Rosalya - ¡Yo misma voy a encargarme del vestuario, me encantaría hacerte el traje! ¡Que ilusión!

— No te precipites, Rosa - le dijo Alexy - No sabemos si ella quiere.

— ¡Seguro que si, mírala, sabe hacer de todo y es guapa, no hay nada que haga mal, seguro.

Pero Roma había dejado de escuchar a los creía eran sus nuevos amigos, realmente no sonaba tan mal ser caperucita roja.
Entonces, entró a la clase alguien que se robó sus pensamientos, un chico, qué tonto, ¿verdad? Sí, lo es, para Roma lo es, pero este chico la había cautivado, como artista podía ver la belleza, y él realmente era guapo; no tendría más que diecisiete años, los mismos que ella; tenía los ojos azules, oscuros, casi grises, y el pelo, el pelo rojo, rojo intenso y largo. Vestía con una chaqueta de cuero y pantalones vaqueros negros.
Roma ya sabía que no sería bueno para ella, así que simplemente alegraría su vista con sus visuales. Alexy y Rosalya siguieron hablando hasta que llegó el profesor. Al parecer era un profesor nuevo.

— Buenos días, clase, soy el Profesor Farrés, hasta que me aprenda sus nombres, me gustaría que se sentaran por orden alfabético - a la clase no le gustó la decisión, y Roma no se quejó, pero si que rio cuando Alexy se quejó de que otra vez le tocaría con su hermano.

— Espero que nos toque cerca, Roma - dijo Rosalya.

— Yo también lo espero - dijo Roma.

El profesor comenzó a nombrar personas, la A fue la primera, dos personas se apellidaban con la A como primera letra, Roma se apellidaba Brigitte, la B, esperaba no ser la única y no sentarse en la primera fila, y tuvo suerte, habían cuatro personas que se apellidaban con la B. Solo no contaba con que su compañero fuera el chico que le había parecido atractivo, al que no quería acercarse.

— Castiel Breene y Roma Brigitte, por favor, pónganse en la segunda fila.

Roma miró a Rosalya en busca de consuelo, pero no lo encontró, ella simplemente le sonreía y saludaba con la mano a Castiel cuando éste se acercó al nuevo sitio. Roma se acercó a su lugar cerca de la ventana.

— Me gustaría sentarme ahí - el chico le había hablado, Roma aún no se había sentado, pero ya se había imaginado mirando por la ventana cuando se aburriera.

— Prefiero quedarme yo - le contestó y se sentó, el chico bufó y se sentó a regañadientes en el otro lugar.

— Bien, pero te lo dejo pasar porque eres la nueva, soy Castiel - Roma miró al chico que estaba sonriendo, tenía una sonrisa bonita.

— No te conozco y prefiero que siga siendo así, gracias - la chica frunció el ceño.

— ¿Por qué me hablas así? Yo solo quería ser amable.

— Entonces podrías no haberme recordado que era nueva - Roma optó por mirar la ventana en vez de seguir escuchando a Castiel.

— ¿Es eso? ¿Te avergüenza ser la nueva? - Castiel trató de molestarla dándole toquecitos en el hombro mientras reía.

— No me avergüenza nada - dijo ella tratando de ignorarle.

— Ya, seguro que no, o te avergüenza ser la nueva y eres demasiado tímida para hacer amigos, o desde que me viste entrar en la clase no has podido dejar de tenerme en mente - Roma no contestó - Voy a optar por la segunda opción, porque te he visto muy animada hablando con Rosalya y el charlatán de Alexy, y porque he sentido tu mirada en la nuca desde que he pisado la clase - Roma no podía verle, pero seguro que tenía una sonrisa arrogante en la cara.

— Egocéntrico - murmuró Roma.

— Lo que tu quieras, Amor.




Para los siguientes días, Roma había optado por seguir ignorando a Castiel. Y una semana, dos semanas habían pasado; Roma había conseguido hacer muchas migas con Rosalya y Alexy, eso la hizo conocer más gente, y se había propuesto tratar de fijarse en Nathaniel, ese chico era guapo, y también muy listo, había sido amable con ella, no como Castiel, el cual la comenzó a ignorar después de ver que la chica lo le iba a hacer caso, pero aún así no se libraba de comentarios inoportunos a cualquier hora y en cualquier momento.
A Roma no le interesaba Castiel, ella no quería eso, entonces, ¿Por qué seguía rondando su mente? Deseaba desesperadamente pegarle una patada para ver si así se le iba lo idiota y egocéntrico de la cabeza.

— Roma, ¿me escuchas? - la llamó Rosalya.

— Perdona, Rosa, dime.

— Hoy son las audiciones, después de clase en el gimnasio, no te olvidarás, ¿verdad? - Roma negó - Eso espero, hablamos luego, ¿si?

— Claro.

Roma y Rosalya se separaron como de costumbre cuando llegaron a clase, Roma fue a su sitio, dónde encontró a Castiel ya sentado y sumido en un montón de papeles, se sujetaba la cabeza y mordía el bolígrafo con el que escribía con el ceño fruncido, con frustración. Pero a Roma qué más le daba, no quería hablar con él, igual evitarle, hacía que las mariposas de dentro de su estómago se calmaran un poco.

El señor Farrés dio la clase como de normal, pero a mitad tuvo que salir un momento dejando a sus alumnos solos, algunos aprovecharon para hacer deberes y otros comenzaron a hablar, en eso Castiel suspiró y se echó hacía atrás en la silla, Roma le miró.

—¿Te ocurre algo? - Castiel le miró.

— ¿Tienes alguna palabra que rime con "Waterfall"? - Roma se quedó pensativa.

—¿Puedo ver para que es? - Castiel negó.

— No quieres saber nada de mí nunca, pero si que quieres cotillear mis cosas - Roma le miró.

— Me he empezado a preocupar cuando tu cabeza ha comenzado a echar humo, creía que ibas a explotar.

— ¿Te crees muy graciosa? Pues no necesito tu ayuda - Castiel amontonó sus papeles y se inclinó de tal forma en la mesa que le impedía a Roma poder mirar lo que hacía.

— Entonces supongo que ya no necesitas una palabra que rime con "Waterfall".

Castiel se dejó caer en la mesa y se giró para verla con pesadez.

— ¿Qué sabes de componer canciones?

— No mucho, pero escribo poesía, ¿Te vale?

— Me vale - Castiel llevó sus papeles a Roma - No la leas entera, solo ese trozo, no encuentro una palabra, sé lo que quiero decir, pero no me sale.

— A ver, dime que quieres decir - Roma leyó las letras del papel y se sorprendió de que Castiel fuera por dentro una persona con esta clase de sentimientos.

— Quiero dar a entender que el sentimiento no es algo que pueda seguir ocultando - Roma asintió - Que tenga que ver con "Waterfall"

— Tengo una idea - Roma le arrebató el boli de las manos y escribió algo - "A fatal love song, waterfall is overflowing"- le pasó el papel a Castiel.

— Una palabra tan simple como "Overflowing" es lo que necesitaba - Castiel se tapó la cara con las manos. Roma le miró con atención.

— ¿Puedo preguntar sobre quién es la canción?

— No, no puedes - respondió cortante.

— Está bien, que borde - Roma volvió a sus propios papeles, pero entonces se le ocurrió algo, cogió un boli rosa de su estuche y habló - Deberías ser un poco más amable - entonces dibujó una carita feliz en la esquina de la hoja de Castiel pillándole por sorpresa - Como esta carita.

Castiel quiso gritarle por haberle rallado la hoja, pero al verla tan contenta por lo que había hecho decidió que no lo iba a hacer, desde hacía unos días su cerebro iba a mil por hora y las mariposas de su estómago no dejaban de avisarle cuando la miraba demasiado. No entendía nada, y por eso, no le dijo nada, solo se levantó dejando su canción en el pupitre y salió de clase bajo la mirada extrañada de Roma.




Roma salió corriendo de la clase y con los papeles de Castiel en la mano cuando sonó el timbre, ahora mismo debería estar corriendo hacía el gimnasio para hacer la audición para Caperucita Roja, pero a cambio, estaba buscando a Castiel para devolverle sus canciones.

¿Por qué era tan importante devolverle los papeles? Quizás, Roma albergaba la esperanza de que la canción hablara de ella, que tontería ¿no?. a penas hablan, a penas se miran, no debería importarle tanto, pero esa pequeña ilusión la hacía sentirse especial.

Bajó al sótano, subió al primer piso, miró por todas y cada una de las aulas, pero no lo encontró, cuando se dio por vencida, se apoyó en unas taquillas al lado del armario del conserje y suspiró, iría a la audición y luego lo volvería a buscar, y si no, guardaría los papeles hasta el siguiente día. Se quitó la mochila, la apoyó en el suelo y metió los papeles con cuidado, o lo intentó hasta que sintió como la empujaban dentro del armario y la encerraban.

— ¡Eh! - gritó - ¡Dejadme salir! ¡No es divertido!

— He oído que te vas a presentar para el papel principal de Caperucita Roja - habló una voz femenina desde el otro lado de la puerta - quiero que sepas que yo debo ser la única estrella en la función, nos vemos luego, o no - Roma oyó como la chica se reía y se marchaba.

Pataleó la puerta con fuerza y gritó para ser escuchada, cuando supo que nadie iría a por ella se echó las manos a la cabeza y comenzó a llorar, no veía nada, no escuchaba nada más que los latidos de su acelerado corazón. Esto era una pesadilla, como aquella vez que se quedó encerrada en un armario en casa de sus tíos cuando sus padres no estaban, temía que el monstruo apareciera detrás de ella para comérsela, entonces, volvía a ser una niña; caminó hacía atrás hasta chocarse contra una estantería, el ruido la alteró y se puso más tensa, comenzó a temblar y la habitación a su alrededor comenzó a hacerse más grande, dándole el espacio al monstruo para sorprenderla. No serviría seguir gritando porque nadie la iba a oír.

— ¿Qué?

Dentro de toda la desesperación y del miedo, Roma escuchó a alguien en la puerta, golpeó la puerta con fuerza y gritó por auxilio.

— ¿Roma? - y Roma reconoció la voz.

— ¡Castiel! - gritó - ¡Castiel, sácame de aquí, por favor! -- lloró.

— Vale - dijo Castiel, estaba cerca de la puerta - Roma, necesito que te alejes lo más que puedas de la puerta- Pero Roma no lo escuchaba.

—Sácame, por favor - dijo con un hilo de voz- Por favor, Castiel.

— Roma - ella siguió llorando - Roma, por favor, apártate de la puerta.

— Ayúdame.

—Amor - dijo Castiel, Roma activó todos sus sentidos - Por favor, aléjate de la puerta - Roma respiró hondo tratando de calmar su llanto y se alejó lo más que podía - ¿Ye te has alejado? - Roma asintió y cerró los ojos con fuerza, aunque Castiel no la veía - Voy a tomarme tu silencio como un si.

Sonaron varios golpes antes de que la puerta se abriera con violencia, cuando la luz alumbró a Roma, esta abrió los ojos y salió disparada hacía afuera del armario y abrazó a Castiel. Éste la estrechó entre sus brazos con fuerza y le acarició el pelo tratando de consolarla.

— Ya está, Amor, ya estás fuera.

Roma lloró con más fuerza y se dejó caer encima de Castiel, y duró así hasta que se hubo cansado de llorar, Castiel se había sentado con Roma en brazos contra las taquillas y le había hablado de las canciones que escribía, del mini concierto que dio el año pasado con su mejor amigo Lysandro y de que tocaba la guitarra.

— ¿Cómo me has encontrado? - le preguntó ella cuando dejó de llorar.

— Vi mis letras en el suelo junto a tu mochila, entonces te oí golpear la puerta - Roma suspiró - ¿Quién ha sido?

— No tengo ni idea - dijo Roma - estaba guardando tus letras para dártelas después de la audición y una chica me encerró alegando que ella iba a ser la protagonista - entonces cayó en que la audición estaba a punto de acabar - ¡La audición! ¡Rosalya! - se puso de pie junto con Castiel, que cogió su mochila.

— Vengo de allí, vamos, aún hay tiempo.

Castiel agarró a Roma de la mano y ambos salieron corriendo al gimnasio, donde al parecer, las audiciones ya habían acabado, al verla, Rosalya exclamó.

— ¡Roma! - el profesor de gimnasio miró a la chica que había salido corriendo hacía otra - ¿Dónde estabas? Las audiciones ya han acabado - el mundo de Roma se cayó al suelo, se había perdido las audiciones.

— no pasa nada - dijo Castiel y se acercó al profesor - ¡Profesor! ¿Roma aún puede audicionar? Se ha quedado encerrada en un armario.

— Pues... - el profesor iba a dar una respuesta, pero alguien se le adelantó.

— ¡No! ¡Las audiciones ya han acabado, debería haber estado aquí y no inventarse excusas!

— ¡Amber, cállate, sé que tu la encerraste! - exclamó Castiel, Amber no dijo nada, se quedó callada en su lugar cruzando los brazos.

— La señorita Amber tiene razón, iba a repartir los guiones - dijo el profesor.

— Por favor, dele la oportunidad a mi amiga - esta vez apareció Rosalya con Roma en brazos - no la va a decepcionar, y es una mejor opción que Amber - el profesor miró a Roma, que le sonrió un tanto intimidada.

— está bien, pero que no se vuelva a repetir - Roma se puso contenta de inmediato y habló.

— ¡Gracias profesor, no se va a arrepentir! ¡Lo prometo! 

Roma se había aprendido el texto que tenía que decir en dos días, ensayó en su casa delante de sus padres para poder hacerlo perfecto, no solo quería ser Caperucita Roja por su amiga, sino por ella misma, porque nunca se había puesto un reto como ese. Para cuando la audición terminó, el profesor la miró con cara de póker y anunció que ya tenía los papeles bien claros. Comenzó anunciando los papeles menos importantes, y luego los principales.

— Kentin será el cazador, kim será la abuela, Castiel el lobo feroz, y finalmente, Caperucita Roja será Roma - todos aplaudieron - enhorabuena a todos.

— ¡No! - exclamó Amber - ¡No es justo! ¡ llegó tarde a la audición!

— Si tanto quiere salir en la obra, señorita Amber, le daré un papel - Amber sonrió - Será un árbol muy bonito del decorado.

La gente comenzó a reír y Amber se puso roja de la rabia y de la vergüenza, y junto con sus amigas se marchó del gimnasio. Roma sonrió feliz, sus amigos le dieron la enhorabuena, y cuando se acercó a este, le acarició la cabeza y le sonrió.

— ¿Ves? Aún había tiempo - Roma le miró.

— Gracias.




Los siguientes días, Castiel y Roma se hicieron más cercanos, entre las clases y los ensayos, sus conversaciones eran cada vez más largas y las mariposas en el estómago de Roma se hacían cada vez más grandes y fuertes. Había veces que después de una larga conversación en el parque paseando a Demonio, el perro de Castiel, ambos se quedaban mirando hasta que uno decía adiós.

A Roma le había empezado a gustar Castiel.

La obra era hoy, hubo problemas con el vestuario, lo que hizo que el disfraz de Roma fuera un poco más corto de lo que debería, pero Rosalya se lo arregló para que se sintiera cómoda. Los ensayos fueron genial, todo el mundo sabía lo que debía hacer, sus padres le habían deseado suerte y dicho que estarían entre el público, sus amigos también le desearon suerte y los padres de estos también, ahora solo quedaba vestirse y maquillarse.

Entre bastidores solo quedaba ella, y con entre bastidores, se refería al baño del vestuario, el resto había salido fuera para no ocupar un espacio innecesario y para prácticar sus líneas, pero Roma se estaba pintando los labios, tenía que maquillarse los ojos, pero le temblaba tanto la mano que temía no le saliera; entonces escuchó a alguien entrar.

— ¿Estás presentable? Me han dicho que por aquí hay una dulce e inocente Caperucita Roja maquillándose, y me preguntaba si me pondría un poco de colorcito en la cara, para no parecer un muerto viviente - Roma se rio de la ocurrencia de Castiel y le indicó donde estaba.

— ¿Quieres colorcito? - él asintió - Antes necesito que me hagas un favor - sin darse cuenta, Roma se manchó con el pintalabios en la comisura de la boca - ¿Cómo se te da eso de pintar?

— Regulero - contestó Castiel.

— Me sirve - se acercó a él y le tendió un lápiz de ojos que parecía un pincel - He hecho puntitos para que te sea más fácil, me tiemblan las manos un montón y dudo que me salga recta la línea - Roma cerró los ojos y Castiel se posicionó para seguir los puntitos del párpado de Roma.

— ¿estás nerviosa? - preguntó.

— Un poco, es la primera vez que actúo delante de tanta gente, solo lo había hecho enfrente de mis padres - Castiel completó un ojo y luego pasó al otro.

— No tienes de que preocuparte, aquí tienes al lobo feroz para ayudarte si lo necesitas - roma sonrió aún con los ojos cerrados.

— ¿No se supone que el lobo feroz me tiene que comer? - abrió los ojos y se topó con la cara de Castiel muy cerca.

— Te has salido un poco aquí - Castiel pasó su dedo por el labio de Roma retirando el pintalabios que sobraba y las mariposas de Roma revolotearon con rapidez.

Se miraron, y pareció una eternidad, Roma quería acercarse y juntar sus bocas, mancharle con el pintalabios rojo y no pedir perdón por ello, pero no era la única, porque las mariposas de Castiel también revoloteaban con violencia y los labios de Roma habían captado demasiado su atención, entonces despertó, carraspeó y se alejó de Roma.

— Va siendo hora de salir, Amor - dijo y se dirigió a la puerta.

— Castiel - le llamó Roma, él se dio la vuelta con velocidad.

— Dime.

— ¿No querías que te pintara?

— No, da igual, ya va a empezar la función - y salió del vestuario.

La obra no fue bien, a Roma se le olvidaron sus líneas, Amber intento ser el centro de atención y Kentin improvisaba más que actuaba, pero gracias al ingenio de Castiel y el apoyo entre bambalinas de Alexy, Roma logró sacar la función adelante, además la tensión entre Caperucita y El Lobo, hacía todavía más interesante la obra.
A los padres les encantó, fue divertida y llevadera, no como el guión original. Si, no se volvería a repetir.

Roma abrió la puerta del vestuario mientras se reía con Castiel y Rosalya.

—Ha sido muy divertido – rio – muchas gracias por ayudarme a improvisar – miró a Castiel.

— Así era más divertido – sonrió.

— Chicos, voy fuera un momento a organizar los disfraces, porfa, cuando os desvistais, doblad los trajes, los quiero guardar.

Y Rosalya dejó a Castiel y a Roma solos en el baño, incómodos, con muchas cosas que decir y a la vez ninguna, con las mariposas revoloteando por todo el lugar.

— Lo has... – ambos dejaron de hablar cuando se dieron cuenta de que lo intentaban hacer a la vez, rieron y trataron de volver a hablar, en vano porque les pasó exactamente lo mismo que antes.

Castiel miró a Roma y se pensó si de verdad lo que le pasaba por la cabeza estaba correcto hacerlo. Había sentido la tensión antes de la obra, durante, y después, y como en su canción, no sabía si podía seguir aguantando lo que sentía. Y es que la canción iba sobre Roma, de la manera en la que se había embelesado con ella, lo extraño que había sido para él comenzar a sentirse atraído por alguien con quién a penas habla, cuando la conoció más se dio cuenta de que le gustaba como era, su pelo, sus ojos, su sonrisa, su carisma y las caras contentas que dibujaba en sus papeles, ahora no se veía sin ellas.
A Castiel le gustaba Roma, y desde que le había corregido el pintalabios, no se quitaba de la cabeza la idea de besarla.
Cuando estaba a punto de volver a hablar escuchó ruidos fuera del vestuario, como si un montón de personas fueran a entrar, sin pensárselo dos veces, cogió a Roma de los hombros y la arrastró con él a un cubículo, Roma se quedó estupefacta y escuchó como un montón de gente entraba, y a Alexy llamándola, Castiel le puso el dedo índice delante de ella y le indicó que guardara silencio.

—¿Qué haces? – susurró Roma.

— No lo sé – Castiel se volvió a fijar en el pintalabios de Roma, y vio que se le había corrido, y como antes, pasó el dedo para limpiarlo.

Roma comenzó a escuchar su corazón en su cerebro y los hormigueos se hicieron presentes en los dedos de sus manos, tenía muchas ganas de besarle.

— Castiel – murmuró ella.

— Perdona – Castiel hizo el amago de alejarse de ella, pues aunque le gustara Roma, no quería invadir su espacio personal y molestarla, igual era el único que se sentía de esa manera, entonces Roma se lo pensó, o mejor dicho no lo hizo.

— A la mierda – sujetó a Castiel del disfraz y le tiró contra ella estampando su boca contra la de Castiel, luego pasó sus manos por sus hombros hasta su cuello y trató de intensificarlo.

Castiel puso sus manos en la mandíbula de Roma y la sujetó para que no se fuera, temiendo que fuese tan etérea que se desvaneciese en sus manos.
A Roma ya no le importó el pintalabios, si lo manchaba o no, no le importó preguntarle a Castiel, ella solo, quería hacerlo.
Cuando se separaron, ambos eran un desastre rojo, se rieron.

—Tienes, un poco de pintalabios aquí – dijo Roma y pasó el dedo por la comisura de Castiel tratando de borrar la pequeña mancha que era toda su boca.

— Y tú aquí también tienes – le señaló él, e hizo exactamente lo mismo que Roma. La miró a los ojos y luego a la boca – ¿Te importa? – Castiel desplazó una de sus manos a la cintura de Roma.

— No preguntes – dijo ella acercándose a él para finalmente volver a besarle.





Los días siguientes a la función fueron raros, Roma y Castiel a penas hablaban como antes, todo se había vuelto incómodo entre ellos pues, ninguno había hablado de lo sucedido en los vestuarios ni de sus sentimientos.

Rosalya le preguntó miles de veces a Roma que era lo que pasaba, pero ella no era capaz de contestar, e igual pasaba con Castiel y Lysandro, el primero no sabía contestarle a su amigo porqué cada vez que trataba de escribir una canción solo podía pensar en besar a Roma.

Entonces fue cuando Rosalya, Alexy y Lysandro se encontraron para hablar de sus amigos y optaron que lo mejor era una encerrona, que se quedaran encerrados juntos, Rosalya le diría a Roma que necesitaba buscar algo en los vestuarios, pero se torcería el pie en las escaleras y mandaría a Roma; mientras, Lysandro le pediría ayuda a Castiel para buscar su libreta y le sugeriría el vestuario, y para rematar, Alexy los encerraría y no los dejaría salir hasta que hubiesen hablado, un poco enrevesado, pero funcionó.

Castiel y Roma se miraron incómodos hasta que la puerta detrás de Castiel se cerró con fuerza y Alexy gritó:

— ¡Os dejaré salir cuando habléis de sentimientos y esas cosas! 

No hablaron, se sentaron en uno de los cómodos bancos que había en la sala un tanto incómodos, esperando a que el otro diese el primer paso. Y como con el beso, Roma fue la que habló.

— Me gustas - Castiel la miró - No me arrepiento de haberte besado, y que sepas que no te voy a pedir perdón - Castiel, eufórico por dentro sonrió y habló.

—  No te iba a perdonar de todas formas - Roma le miró - También me gustas.

Entonces Roma también sonrió esperanzada. No creía que Castiel sintiera lo mismo que ella, por eso no le había dirigido la palabra en tantos días, solo quería dejar que las mariposas se murieran en su estómago sin causarle ningún daño. Se había imaginado miles de conversaciones en su cabeza con Castiel diciéndole que no sentía lo mismo, que no le gustaba y la besó porque quería; Roma no tenía muchas esperanzas, pues en esas miles de conversaciones, solo en una correspondía sus sentimientos.

Estaba feliz de ser correspondida, pues, lo mejor que te puede ocurrir, es que ames y seas correspondido.

Y así, Castiel y Roma, se convirtieron en una sola alma.

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