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"Sospechas" (1/3)

Lincoln se acomodó en su cuarto, sacó unas cuantas hojas y las colocó encima de una mesa, la cual encontró junto con la silla que el Sr. Darek había sacado antes del armario. Se sentó en la silla antes mencionada y sacó una pluma.

—Muy bien, Lincoln Loud. Hágamos esto meticulosamente —sonrió con emoción y su mano no tardó en hacer el resto. El peliblanco parecía coordinar su mente al mismo tiempo que su escrito. Tal vez podría iniciar el dibujo junto con el diálogo al mismo tiempo; sin embargo, quería escribir un guión en el cual basarse para poder imaginar cada una de las escenas que dibujaría.

De vez en cuando cambiaba de idea o se le ocurría otra cosa que agregar, por lo que reescribía lo que tenía en otra hoja y la anterior la tiraba en un cesto de basura. Estaba ansioso y eufórico, todo lo que había vivido en su corta edad estaba sirviendo ahora de inspiración para crear lo que estaba haciendo. Si sus hermanas lo observaran, seguro se quejarían o estarían sentidas, o quizás se sentirían orgullosas con un toque de agradecimiento profundo. Sus padres simplemente se percatarían de ciertas cosas que ocurren a diario en la casa Loud.

Se sentía muy bien con lo que escribía, aparte de servir como desahogo, también servía como agradecimiento; de igual forma, el gran amor que sentía por su familia se podía ver claramente pasmada en esas hojas.

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—Pensé que merecía algo de privacidad —comentó Astrid con una sonrisa.

—Y por supuesto que la merece, señorita Delphino —volteó su silla para poder verla de frente. Su mirada penetraba a la chica; sin embargo, esta no se inmutaba ante la fría y asesina mirada que el Sr. Darek le daba.

—¿Cuál es la razón de que esté aquí?

—No lo sé, iba a preguntarte justamente lo mismo —juntó sus manos y se recargó sobre el escritorio, haciendo un acercamiento con la pelirroja. Entrecerró los ojos—. ¿Por qué el repentino cambio? ¿Desde cuándo estás aquí?

—Por seguridad… no falta alguien que sepa de ciertas cosas que no pertenecen.

—Ciertamente —se calló por un momento—. Astrid Delphino, un nombre galante, inusual, atractivo… me preguntó de dónde salió —sonrió.

Astrid le devolvió la sonrisa teniendo un toque de ironía.

—Supongo que no importa, en serio, Sr. Darek —puso una pose pensativa. Luego, procedió a decir:—. Sr. Darek… Darek… ese también suena a un nombre poco concurrido por estos lares, además de que quieres sonar superior, ¿o me equivocó?

El hombre se recargó en su asiento mientras una orgullosa sonrisa se colocaba en su rostro. Rio por lo bajo.

—Eres realmente muy observadora, has aprendido muchas cosas en el camino, ¿huh?

—No lo dudes.

—Una cosa más, Astrid.

—¿Sí?

—Te he visto muy cercana a uno de los alumnos, uno de cabello blanco. Tiene un gran potencial en esta área y estoy dispuesto a sacarle todo el jugo para que salga adelante. ¿Te atrae acaso?

—No —desvió su mirada—. No puedo evitar pensar en lo que me comentó Rabel sobre Lincoln…

Ya lo sabes, ¿verdad? Ese chico tiene algo que no puedes esquivar.

—Sí, lo he notado. Incluso se lo dije antes de irme.

—Entonces, ¿qué te tiene tan cerca de él?

—El descubrir el qué hago aquí. Lo reconocí en el primer momento en que lo vi. Pensé que él podría ser la respuesta de mi estancia en este lugar.

—Mientras no arruines su carrera profesional, me parece bien. Aún así, los mantendré vigilados.

—No tengo problema —se vieron con cierta competitividad.

—Oigan —habló Carl de repente—, ¿podríamos de-dejar de fingir? —ya llevaba tiempo esperando con lágrimas en los ojos.

Ambos dejaron esas expresiones, para entonces sonreír.

El hombre de pelo blanco se acercó lentamente hacia la chica. Ella se levantó y no dudó en darle un fuerte abrazo… un abrazo a su hermano mayor, quien era su favorito y viceversa. Carl no logró retener su emoción e inició a llorar con mayor intensidad mientras apretaba con más vigor a su pequeña y tan lejana hermanita.

—No tienes idea de lo mucho que te he extrañado.

—Se suponía que pasaría desapercibida, pero no contaba con encontrármelos aquí, justo en este ahora —soltó una pequeña risa.

—Hija mía, ¿quién lo diría? —Carl lo soltó para que Astrid pudiere abrazarlo. Ambos estaban muy unidos, a decir verdad, este hombre de origen misterioso, tenía un gran cariño hacia su hija, haciéndole batalla a su hijo favorito.

—Fue una… aventura fuera de lo ortodoxo. Una lucha filosófica incluso, fue muy confuso, pero conseguí salir de ahí.

El Sr. Darek no podía evitar sonreír. Se sentó en el escritorio y la observó con alegría.

—Perdóname por lo que te hice pasar.

—Vaya, ¿es la primera vez que pides disculpas? —preguntó con mucho asombro.

—Créeme que no, he pedido disculpas a mi hermano varias veces en el pasado. Nadie más que ustedes merecen mis disculpas.

—Y, por cierto, no tienes que disculparte. Lo hiciste por mí, ¿no?

—Así es...

—Pa-padre —Carl tomó la palabra por un momento—, e-entonces, ¿qué es lo que re-recibiré de ella?

Astrid lo miró con intriga.

—Hija, ven conmigo un instante…

Ambos salieron de la oficina. Carl quedó algo desconcertado.

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Rabel salió de la habitación, no tenía nada pensado aún, pero sabía que sacaría ese cómic tarde o temprano. Por ahora, su mayor preocupación era su nuevo amigo, Lincoln. Caminando por lo pasillos, pudo notar al Sr. Darek junto con Astrid; parecían estar hablando de algo importante.

—… Y deberá de ser así.

—¿Fue tu plan desde el inicio? ¿Qué acaso no tienes idea de cómo lo tomará?

—Es necesario.

—¡¿Por qué siempre tiene que ser de esta manera?! —agachó la mirada, se veía furiosa—. ¡No puedes hacerle esto a él! No lo merece, ¡en lo absoluto! ¿Únicamente porque no sigue tus doctrinas lo obligarás?

—No es así, ¡no estás viendo el panorama completo! Pero no puedo decirte lo que sucederá porque entonces quizá te resignarías a cooperar.

—¿Por qué?

—Porque yo sé que tienes la suficiente inteligencia como para saber lo que esta consecuencia implica.

Ambos quedaron silenciados.

Lo sabía. ¿Sabrá de esto? Quizá deba informarle… o no, mejor no. Tiene problemas peores con los cuales lidiar. Pobre chico, sufrió la pérdida de una gran familia, es por eso que debe estar con él allá y no con Lincoln aquí —suspiró.

—Yo sé lo que hago, Astrid, así que no me cuestiones. Sería mejor que mantuvieras el contacto con tu hermano, no tienes idea de lo mucho que te ama.

—Y justo ese amor que siente por mí lo hará alguien cruel y vil —una lágrima recorrió su mejilla derecha. Ella se veía descontenta.

—Esto lo hago por el bien de su futuro. Tú sabes que algún día me iré y es justo por eso que trato de hacer estas cosas.

La pelirroja se volteó por un momento. Suspiró con pesar y nuevamente le dirigió la mirada al Sr. Darek.

—De acuerdo, señor Darek —dijo su nombre de una forma muy minimizada—, pero al irme de aquí, mi hermano tendrá una buena impresión de mí y no me importa si arruino tus perfectos y dedicados planes —dicho esto último, se retiró de allí con un semblante de molestia, pero se detuvo por un segundo—. Y dile a mi otro hermano que espero que ya tenga en mente mi intervención.

Y se fue.

Sin que le notaran, Rabel le siguió el paso. Por otro lado, el Sr. Darek quedó pensativo en su sitio.

Por alguna razón ella terminó aquí, y si no fue mi hermano, ¿entonces quién? —de su saco sacó aquella florecilla que había encontrado antes y la observó con detenimiento—. Mi hija es fan del morado y el amarillo, pero no es alguien de flores… ¿de dónde habrá venido esta verdaderamente? —con eso en mente, el Sr. Darek se encaminó hacia su oficina de nuevo.

Mientras tanto, alguien salía de aquella oficina. Carl se veía algo entristecido, quería pasar tiempo con esa pequeña que le llenó el alma desde el primer día en que la vio. Aún y con su cuerpo tembloroso, se puso a caminar por el instituto, solamente por si la casualidad le permitía reencontrarse con su hermanita.

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Lincoln se hallaba acostado. Sus manos estaban agotadas, cabe mencionar que la derecha estaba más que exhausta por tanto escribir. Fuera del dolor físico, su estado de ánimo estaba por los cielos. Se sentía orgulloso del trabajo que había hecho hasta ahora, con el pasar de las clases, seguro podría hacerle uno que otro cambio, pero él pensaba que su primera historia era decente y hacerlo cómic ha de ser algo increíble.

Sin embargo, a pesar de lo bien que se sentía en ese momento, no pudo evitar pensar en su familia. No pudo evitar recordar todos los momentos que pasaron juntos. En verdad las extrañaba y las echaba mucho de menos, todas sus hermanas eran muy especiales para él; su historia no existiría de no ser por ellas.

Suspiró.

Decidió descansar un poco, pero el sonido del timbre lo sacó de lugar. Además, alguien llamaba a su puerta.

Se levantó para dirigirse hacia la puerta.

—Hola, Loud —era Astrid; sin embargo, mostraba un semblante decaído.

—Astrid —sintió preocupación al verla. Salió del cuarto y cerró la puerta—, ¿estás bien? Te noto… desanimada.

—Digamos que no tuve un buen momento.

—¿Qué pasó?

—Cosas personales… uhm… el señor Darek me dijo que se le hacía raro que no tuviera familia. Así que dijo que haría lo que estuviera en sus manos para ayudarme a encontrarlos.

—Pensé que me habías dicho que eso era prácticamente imposible.

—Y lo es, pero decidí que lo hiciera. Si descubre que no tengo un lugar donde regresar, seguramente me mandará con el servicio infantil, a un casa-hogar. Dicen que esos lugares son peores de lo que suenan.

—Me imagino que sí. Aún así, espero que el señor Darek pueda hallar alguna pista del paradero de tu familia.

—Yo también —sonrió levemente. Lincoln se motivó a darle un abrazo. La pelirroja aceptó su abrazo; la gentileza del peliblanco la reconfortaba y le hacía sentir segura—. Vaya que no era broma —apretó con mayor fuerza—. Lo siento, Loud… sé que no suelo mentirte, pero hay cosas que no puedes saber de mí.

En eso, llegó Rabel. Decidió dejarlos terminar su momento, sabía lo que estaba pasando, sobretodo porque había escuchado la discusión que había tenido anteriormente con el Sr. Darek. Pasados unos segundos, se separaron.

—Hey, les dije que los encontraría —comentó el chico con tono burlesco. Lincoln se ruborizó un poco, se sorprendió de haberlo visto ahí repentinamente. Astrid solamente soltó una pequeña risilla.

—¿Qué, Loud? ¿Primera vez que te atrapan en una situación empalagosa? —le codeó. Lincoln rio nervioso.

—La verdad, sí.

—Bueno, chicos, ya es el recreo. ¿Vamos? Carl está en la cocina y está sirviendo milanesa de pollo empanizado con un poco de ensalada.

—Suena bien, claro.

Todos procedieron a ir al comedor.

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—No lo puedo creer, esto estuvo exquisito —declaró Lincoln impresionado de un guiso tan simple.

—Bueno, he oído que el hombre tiene una sazón muy peculiar —Astrid rio por lo bajo.

—Y vaya que no era mentira —confirmó el peliblanco con una inmensa sonrisa.

—Debo admitir que es bueno.

—Sí… cocina muy bien —comentó la pelirroja con un tono bastante nostálgico. Observó hacia otras mesas y podía ver claramente que algunos niños no apreciaban esa comida tal y como ellos. Eso le hizo pensar que su hermano preparó esas milanesas aparte—. No debiste, Carl —sonrió.

—¿Astrid? —la mencionada volteó—, ¿todo bien?

—Sí, sólo me acordé de algo, Loud.

—Oh, vale.

—Señorita De-delphino —el hombre de cabello blanco hizo aparición.

—¡Carl! ¡Qué comida, en verdad! —halagó Lincoln con mucho agradecimiento.

—Gracias, Li-Lincoln —regresó la mirada hacia la pelirroja—. Se-señorita, ¿podría venir conmi-migo? —la mano temblorosa de Carl se acercó hacia la chica.

—Claro. Ahorita los veo, chicos —tomó su mano y se apartaron.

Rabel aprovechó la oportunidad para hablar con Lincoln al respecto. Sentía que debía compartir sus dudas con el peliblanco.

—Lincoln, ¿podemos hablar?

—Claro, ¿qué sucede?

—Es sobre Astrid. ¿Has tratado de ver lo que ella oculta?

—Bueno, siendo honesto, no. ¿Por qué?

—No lo sé, siento que oculta algo mucho más grande de lo que pensaba. Además, ¿no notaste la sonrisa que tenía cuando se fue ahorita con Carl?

—Uhm… no —se extrañó un poco—… quizá sea porque se llevan muy bien(?)

—Bueno, acabamos de llegar y no llevamos ni dos días conociéndonos todos en general. Es algo raro a mi parecer.

—Si lo dices así, tiene sentido —el joven Loud fijó la mirada hacia la dirección a la que habían ido—. ¿Crees que debería ir a ver de que hablan? —cuestionó algo curioso.

—Es tu decisión, pero si quieres pasar desapercibido, cuenta conmigo —le sonrió.

Lincoln ahora tenía que tomar una decisión. Tenía intriga sobre Astrid, aquella chica por la cual sentía una atracción. Sin embargo, podría aprovechar ese tiempo para platicar con Rabel sobre el proyecto grupal, aunque… ¿qué podría perder?

—Vamos —ordenó Lincoln levantándose de su asiento para ir justo detrás de la pelirroja. Rabel imitó su acción.

Dentro de uno de los largos pasillos de la institución, Carl y Astrid hablaban tranquilamente.

—¿Qué ta-tal está mi hermanita? —preguntó con una gran sonrisa.

—Estoy bien, Carl. No cabe decir que las milanesas que preparaste para mi mesa fueron especiales.

—Me atrapa-paste —rio—, pe-pero tenía que hacerlo. Quería co-consentirte.

—Eres muy considerado, Carl. Agradezco lo mucho que te has preocupado por mí y yo… en verdad aprecio eso. A veces siento que tú has visto más por mí que nuestro padre —rio.

—Es que e-eres muy especial para mí. Po-por cierto, ese nombre que te inven-ventaste es muy bueno, se ve que hereda-daste el buen gusto.

—Es algo de familia.

Rabel y Lincoln los encontraron.

—Quédate detrás de la pared, no saben que hay alguien por aquí —sugirió Rabel.

—Bien.

—Carl… —suspiró.

—¿Sí?

—Quiero confesarte algo.

El hombre se quedó atentó a lo que diría.

—Me iré.

—¡¿Qué-qué?! Pe-pero acabas de lle-llegar.

—Lo sé, pero ya sabes que mi padre tiene otros planes.

Carl suspiró.

—¿Y cuá-cuánto tiempo falta para que te va-vayas?

—No lo sé. Mi medio de viajes está descargado.

—¿Aún no-no aprendes a vi-viajar por ti mi-misma?

—Me falta poder, solamente podría viajar en un mismo Multiverso.

¿Qué carajos? —el joven Loud estaba sacado de onda.

—Sé lo que piensas Lincoln, pero no podemos dejarnos llevar.

—Creo que he oído suficiente… debo aclarar mi cabeza —el peliblanco salió confundido de ahí.

Bueno, padre… lo demás dependerá de ti.

Carl abrazó a Astrid.

—E-entonces procuraré aprovechar ca-cada momento que pueda conti-tigo.

—Carl, sé lo bondadoso que eres. Algo nada común en nuestra familia. Así que quería decirte que si querías hacer algo que tú considerases correcto… entonces puedes contar conmigo. Quiero irme de aquí sabiendo que mi hermano puede contar con alguien que sea más o menos igual a él.

—Ay, he-hermanita… es por eso que-que te quiero mucho.

Astrid también abrazó a su hermano mayor. Realmente lo había extrañado… para ella, Carl era la persona más importante en su vida.

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Sin duda una parte muy reveladora, me gustaría saber sus opiniones. Alguna queja o sugerencia se acepta con gusto.
¡Hasta la próxima!
:3

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