"Régimen institucional" (3/3)
El Sr. Darek caminó presuroso hacia su oficina. Tenía una gran inquietud, incluso a pesar de saber cuál era la situación exacta, tenía esa necesidad de hablar con su hijo respecto a lo que estaba planeado. En el camino tuvo que cruzar por donde se encontraban las flores que decoraban el extenso patio de la institución. Se detuvo un momento al notar que una florecilla de color morada y unos pequeños detalles de color amarillo estaba tirada en el suelo; parecía estar bien, aunque se le hacía raro ver tal belleza en un lugar que no le correspondía.
Se acercó a ella y la levantó, la examinó un poco.
—No recuerdo haber plantado una flor de estas en mi jardín —miró a su alrededor, su pensamiento fue confirmado—. Mi pequeña está creciendo, aún me pregunto porqué está aquí. ¿Mi hermano habrá tenido que ver? —pensativo, lo único que terminó haciendo fue guardar aquella flor dentro de su chaleco.
Continuó su camino hasta la oficina, donde sacó un teléfono celular y marcó al número privado de su hijo tercero.
—También es un gusto saber de ti —la voz del otro lado sonaba aparentemente alegre, pero no era más que ironía.
—¿Por qué tardas tanto? Sabes que es cuestión de tiempo para que Él se entere.
—Cuento con eso, padre. Eso lo vuelve muy, muy interesante.
El Sr. Darek miraba hacia la nada con una mirada realmente desafiante y con cierta ira.
—Debes saber muy bien que esto no es un juego.
—Mi Universo: mis reglas. Salúdame a Carl y dile a mi querida hermanita lo mucho que la extraño. Nos vemos.
Y colgó.
El Sr. Darek estaba prendido en cólera, pero ya no podía hacer nada. En eso, entró Carl.
—Pa-padre. No puedes dejar a los niños ta-tanto tiempo solos.
—Aunque moralmente hablando eso sea cierto, esta es mi institución y yo sé cómo la manejo, Carl. Además, no pienso volver a hacer algo parecido a esto en mi vida nuevamente.
—Son sólo ni-niños, ¿por qué eres tan cruel?
—Hijo mío, a veces me cuestiono de dónde salió tanta bondad en ti. ¿Habrá sido de cuando aún no era quien soy hoy?
—Y-yo te guié cuando renaciste, padre. Sé que hi-hiciste lo correcto al ponerme donde e-estoy ahora. Aún así, siempre me he de-dedicado a ser positivo y a proteger a qui-quienes me importan.
—Eres el hijo más noble y leal que cualquier padre desearía tener. Es por eso que yo te lo di todo, hijo.
—Pe-pensé que Phill era tu preferido.
—Lo es, pero lo eduqué para que fuera igual a mí, mientras tú eres alguien en quien puedo confiar e incluso le puedo dar mi vida sin dudar.
Puso su mano en su hombro.
—Carl tú serás lo más importante en la historia del Multiverso Entero.
—¿Po-por qué lo dices?
—Pronto lo averiguarás. Por ahora, tomaré en cuenta lo que dijiste e iré a terminar los labores hasta la hora del descanso.
El Sr. Darek inspiró hondo. Se sentía un poco abrumado y también algo desconcertado. Se dirigió hacia la salida, pero decidió regresar con su hijo por un momento.
—¿Carl?
—¿S-sí?
—Astrid... comienzo a creer que tu hermano tiene razón y, aparte, esta sensación familiar es claramente una señal. Debemos hablar con ella lo más pronto posible. En cuanto puedas, llámale y dile que la quiero en mi oficina. También te querré a ti ahí. Nos vemos —y, ahora sí, tomó rumbo al salón de clases.
—Mi padre está actuando más extraño de lo normal, es como si tuviese una mala corazonada —su semblante decayó.
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—Es una linda idea, Loud. Además, estoy seguro de que a tus hermanas les encantaría.
—¿Sería gracioso decir que crearás algo que probablemente ya existe?
—¿Cómo? —Lincoln se extrañó de aquella pregunta.
—Ignóralo, Loud. Rabel es algo extraordinario a veces —le dio un codazo.
—Auch —se sobó su brazo mientras hacía un puchero. El peliblanco soltó una pequeña risa, verlos a ambos juntos parecía como una comedia.
—Bueno, eso no importa —emitió una gran sonrisa—, ¿les gusta mi idea?
—Siendo honestos, es muy genial, Lincoln. Te aseguro que te volverías famoso si lo llegas a publicar.
—No tengo duda con ello, Loud —cerró los ojos y sonrió.
A Lincoln le daba mucha alegría contar con el apoyo de ambos, si muy bien sabía algo de ellos (a pesar de haberlos conocido un día antes), es que podían ser realmente honestos. Tenía claro que Rabel era un joven recto y amable, vaya, no presentaba ningún signo de controversia. Astrid, por otro lado... bueno, quizá ya ha demostrado no ser completamente un pan de Dios, pero ante Lincoln ha sido cortés y muy linda persona, también en el sentido literal.
—Gracias, chicos. Sus opiniones me animan a continuar con este proyecto personal
—¿Y qué haremos de forma grupal?
—Bueno, ¿por qué no hacemos un Universo alternativo de Ace Savvy con tu familia?
—Rabel... ¡esa es una fantástica idea! Demasiado fantástica...
—Si hubiera un concurso de cómics de Ace Savvy, con esa idea seguro ganarías —Astrid le guiñó el ojo.
Rabel rio por lo bajo, había entendido la indirecta que Astrid había lanzado al aire.
—Hacer un cómic de Ace Savvy para un concurso sería algo realmente genial, aunque eso lo querría hacer con ayuda de mi mejor amigo Clyde.
—¿Y quién dice que no podría ser así? —ahora fue Rabel quien preguntó. Astrid sólo soltó un gesto de gracia mientras rodaba los ojos.
—De acuerdo, creo que ya fue suficiente —Astrid le dio unas palmadas a Rabel y luego se dirigió con Lincoln—. Loud, hay algo que quiero decirte —la pelirroja se había puesto seria de momento.
El albino se desconcertó un poco por su actitud, por lo que decidió tomarla en serio.
—Quiero ser honesta contigo. Siento que hay algo raro en este sitio, no sé que sea, pero a mi parecer, es demasiado perfecto para ser cierto, ¿no lo crees?
Lo pensó por un momento, pero Lincoln ya había tenido dichos pensamientos antes. Las dudas habían sido resueltas por Carl, y a su parecer, se veía como un hombre bueno al que le puedes creer... o eso pensaba.
—Ya había hablado con Carl sobre eso, Astrid. Sinceramente, sí se me había hecho raro; pero aclaré mis dudas respecto a eso.
—Astrid, está bien —mencionó Rabel repentinamente—. Él sabe lo que hace y lo que hará. Todo depende de él, debería aprovechar el tiempo tomando estos cursos para sacar su potencial, lo que tanto desea, ¿no crees?
La joven Delphino quedó extrañada ante lo que dijo su compañero, ¿qué acaso no sabía la situación en la que se encontraba Lincoln?
—Espera... ¿por qué me preocupo? —de pronto, Rabel tomó su mano y la jaló.
Le dijo algo en el oído:
—Ten cuidado. Lincoln tiene algo en su esencia... es algo... inusual. No te le acerques demasiado o podrías caer.
—¿De qué hablas?
—¿Todo bien, chicos?
Lincoln los notó algo extraños, por lo que decidió cuestionar lo que ocurría. Astrid tomó la delantera, tratando de disimular lo que estaban hablando.
—Nada, Loud. Ya ves que Rabel luego tiene sus ideas locas, no le tomes importancia.
—De acuerdo...
De pronto, la puerta se abrió, dejando ver al encargado del instituto. Su semblante venía serio, pero, a la vez, se le notaba calmado.
—Muy bien, jóvenes. ¿Ya cuentan con ustedes los proyectos próximos que realizarán? —se cruzó de brazos mientras los observaba a cada uno de ellos.
—Sí.
—¡Claro!
—Más que listo
La segunda mesa estaba enérgica, se veía decidida a esforzarse.
—Excelente. Recuerden todos, en este instituto se llevará a cabo un torneo entre todos: se verá cuál de todos los cómics es el mejor y, con ello, se llevarán de premio un trofeo personalmente hecho por mí, el cual está validado como un premio de Estado, así que no será cualquier cosa.
La mayoría quedó impactado ante tal revelación. Lincoln estaba consciente del trofeo, ¡pero no tenía ni la más remota idea de que sería demasiado importante! La ambición de dicho reconocimiento se le subió a la cabeza y, ahora más que nunca, sentía que debía obtenerlo a cualquier costo. Si iba a llegar a casa con un trofeo, ¡qué mejor que con uno al nivel que tienen sus demás hermanas!
—Ahora bien, deben tener en cuenta que los cómics que harán en grupo los tomaré en cuenta para poder hacerlos públicos, así que echen todo su esfuerzo a esos proyectos grupales... los cuales veo que sólo serán dos: que gane el mejor, muchachos. No se olviden que aparte de aprender, vienen a competir.
La segunda mesa susurraba algunas cosas, Lincoln y sus amigos no tenían idea de lo que planeaban.
—Una cosa más, y esta será una regla totalmente recta y si fuere quebrada, lo dejaré afuera de mi instituto por siempre —su ceño se frunció y miró a ambas mesas con cierta furia—. Cualquier tipo de atentado o sabotaje a uno de los proyectos, será penado fuertemente, ¿quedó claro? —todos asintieron mientras sentían sus almas retorcerse dentro de ellos—. Y que quede entre nosotros lo que diré a continuación: yo me entero de cualquier movimiento que se ejecuta en esta institución. No hay punto ciego, no hay forma de que yo no sea consciente de lo que ocurre dentro de estas paredes. ¿Entendido?
—A menos de que haya alguien con las mismas cualidades que tú… sino es que mejores —Astrid observó al Sr. Darek con seriedad. Luego vio a Rabel y este le sonrió.
—Algo trae entre manos, debo encargarme cuánto antes —Rabel entrecerró los ojos, pensativo.
Por otro lado, los demás afirmaban con sus cabezas la pregunta implementada anteriormente por el Sr. Darek. Minutos después, Carl se encargó de tocar el timbre: la segunda hora del día comenzaría a continuación.
—Ya que todo fue introducido, podremos comenzar con las cuestiones prácticas que nos confiere la escritura.
—Será mejor prestar atención y aprovechar todo al máximo —pensó el peliblanco con suma determinación.
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El timbre hizo aparición de nuevo, el Sr. Darek indicó que sería la hora de los proyectos personales, seguido de un receso productivo. Se retiró del salón, no sin antes dejarles la pauta de que los proyectos que fueran a hacer por sí mismos, los hicieran apartados en algún lugar del extenso terreno que cubría el instituto; había sido claro que encontrar la inspiración era un punto clave para la elaboración de sus historias e ideas.
—Chicos, chicos —llamó Lincoln a sus amigos, al ver que ya se dirigían hacia ls puerta.
—¿Sí? —correspondió Astrid por los dos.
—¿A dónde irán? Podríamos fijar un punto de encuentro para cuando sea receso.
—Yo iré a mi cuarto, Lincoln. Si no les importa, mi padre me adiestró a tener comunicación constante.
—¿Comunicación constante? —el joven Loud se desconcertó un poco.
—Son cosas de Dios, Loud. Déjalo —aclaró la pelirroja con cierto desdén.
Rabel rio penoso.
—Sí, perdón. Nos vemos en un rato, los encontraré —y con una gran sonrisa, se fue.
—Bueno, Loud. Yo tengo la sensación de que estaré algo ocupada, un mal presentimiento —volteó a ambos lados. Al percatarse de que no había nadie (todos se habían ido a la primera oportunidad), se acercó a su oído—. Quiero que sepas que me agradas, pero tienes que saber también que no eres el único aquí con dones sutiles a la vista.
Dicho esto último, se apartó y le regaló al chico un guiño coqueto junto con una sonrisa juguetona, para entonces retirarse con una risa burlona. Por su parte, Lincoln quedó perplejo y con un rostro bastante enrojecido. Su corazón se aceleró bastante, pero decidió disimular; Astrid sobrepasaba las expectativas de una niña de la cual quisiera enamorarse, y no es que no viera una posible oportunidad con ella, sino que sabía que no podía distraerse bastante… aunque, quizá…
—Será mejor encaminarse —se dijo así mismo, tratando de que su corazón no tomara las riendas del día, al menos por ahora.
Afuera del salón, Astrid inició a caminar a una velocidad acelerada, su instinto le marcaba que se encontraba expuesta. De pronto, sintió a alguien detrás suya. Sus pasos aumentaron de ritmo, su habitación se hallaba lejos, pero no desistiría hasta llegar.
Estaba determinada a arribar, faltaba poco, sólo unos cuantos metros más.
—Señorita Delphino —un hombre de cabello blanco se asomó de repente entre uno de los pasillos.
—¡No!
—¿Có-como está? Espero no haberle mo-molestado.
—Su gentileza lo hace único… tal vez por eso lo estimo más que a los otros —suspiró. La pelirroja había sido acorralada, de todas formas, no quería huir, y menos del hombre que se hallaba en frente de ella—. Estoy bien, Carl. Gracias —sonrió.
—Me a-alegra escuhar eso. Por cierto, e-el señor Darek me ma-mandó llamarla a su oficina. ¿Po-podría? —pidió de la manera más cortés.
—Si no lo hiciere, quizá hasta él mismo hallaría la forma de arrastrarme hasta esa oficina —sonó algo ruda; sin embargo, Carl la comprendió. Sin más que hacer, la llevó hacia la oficina.
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—Padre… sé que me escuchas, soy tu hijo después de todo —Rabel estaba sentado en su cama con los ojos cerrados. Cualquiera pensaría que estaba orando, pero no lo hacía.
Un silencio acojedor abundó el cuarto.
—Sé que hay algo malo ocurriendo aquí. No por nada sentí la necesidad de llegar hasta acá; además, me encontré con alguien con quien tuve contacto hace tiempo. Es alguien cercana a nosotros…
Silenció de nuevo.
—Te lo encargo, por favor…
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El Sr. Darek estaba sentado detrás del escritorio. Astrid suspiró al sentarse en frente de él. Carl lucía nervioso, pero contento. La hora de un no tan riguroso interrogatorio daría inicio.
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Nos leemos en la próxima parte.
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