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"Incomodidad" (1/2)

Mucha era la tensión que existía en la mesa principal de la casa Loud. Por algún motivo, los padres decidieron que esa noche cenarían juntos. Quizá se debía por Lincoln, pensaban que posiblemente con toda la familia reunida, se podría amenizar la situación. Sin embargo, la mirada aburrida e inerte de Lincoln, quien ya había vuelto de la casa de su mejor amigo, demostraba lo contrario. Lynn padre decidió iniciar una conversación.

—Y, dime hijo, ¿que tal tu día allá afuera? —trató de sonreír, pero estaba preocupado.

Lincoln suspiró. Sonrió.

—Bien papá, gracias por preguntar.

—¿Y qué fue lo que hiciste? —se unió Rita.

—Caminar. Ya saben, trataba de relajarme. Todos en esta casa lo hemos querido hacer alguna vez, ¿no es cierto?

—Tienes razón, hijo —contestó su madre.

—Lincoln, hijo, ¿hay algo que te moleste?

—Ahora que lo dices —todas las hermanas se pusieron alertas ante lo que fuese a decir Lincoln. A excepción de Lori, quien ya había escuchado todo el pesar de su hermano, lo veía entristecida—, no. Solamente que he estado pensando mejor las cosas. Creo que merezco reponer algo de mi tiempo, no quiero parecer egoísta aunque —suspiró—… creo que eso no importa. Nada de lo que hago parece importar —en eso volteó para ver la vitrina de trofeos, donde en su lugar sólo pudo ver un trofeo pequeñito que decía: “Para el hermano mejorado”.

El silencio abundó la mesa. Un aire incómodo se presentó y ya nadie tenía el valor de decir algo. Aguardaban en silencio. Lincoln volvió a hablar.

—Y bueno… ¿qué hay de cenar esta noche? —preguntó con un intento de sonrisa.

—Pues, cómo te veía algo decaído, decidí hacer un cambio de planes y —en eso suena el timbre. También se escuchó el grito de una persona, la cual encendió su motocicleta y se fue rápidamente.

—Parece que alguien recibió una bienvenida electrizante —rio Luan—, ¿entienden?

—Buena esa, hija, aunque —observó al ambiente y se rascó la nuca—… no creo que haya sido el momento.

—Ya que, a veces pienso que tienen que "electrificar" su sentido del humor —sonrió esperando alguna reacción. Nadie hizo nada. Luan bufó—. Iré por la pizza…

—¿Así que pediste pizza? Es un bonito detalle. Gracias, papá.

—No tienes que agradecer, campeón. Después de todo, creo que tus esfuerzos merecen un mérito, ¿no? Aparte, quería verte feliz por lo menos esta noche.

Lincoln se limitó a sonreír. En eso, Lori le vio a los ojos, el peliblanco también lo hizo. Se sintió un poco mal, pero él sólo quería ser sincero; sin embargo, inconscientemente, una parte de él quería explotar. La mayor le dirigió la palabra de la manera más tímida antes vista.

—¿Linc? —el mencionado volteó a verla. Bastó con la mirada para saber lo que quería decir. El albino sólo suspiró.

—Lo siento, Lori. No quise discutir así en el parque. No fue mi intención.

—Parecía totalmente lo contrario.

—Lo sé. Me excedí, lo admito. Solamente que algo dentro de mí quiso darme a entender que era tiempo de ver un poco por mí. ¿Podrías entenderme?

Lori únicamente desvió la mirada. Luan llegó con la pizza y no tardaron en comerla. Pero algo no andaba bien en ese momento. Nadie se abalanzó en contra del platillo favorito de todos. Fueron calmados y tranquilos al tomar una rebanada para cada quien. Ciertamente, el cambio repentino de Lincoln, había hecho cambiar por completo el comportamiento de aquella casa. Todos estaban preocupados por él.

De cualquier modo, la cena era tranquila. Extrañamente en silencio. Incluso el Sr. Quejón salió a ver por la ventana. Le pareció raro no oír nada de aquel lugar tan peculiar. No le dio más importancia, se encogió de hombros, y continuó con su pacífica noche. Agradecía, por primera vez en años, un poco de silencio y tranquilidad. Un recuerdo vago le vino a la mente.

—Juraría que esta casa había estado así de silenciosa hace un tiempo… recuerdo haber visto al chico Loud salir de su casa dentro de un camión escolar.

En fin, ya no era de su incumbencia, simplemente se fue.

Mientras, en la casa, intentaban vanamente animar a su hermano.

—Y, Linc, ¿hay algo que quieras hacer al rato? Tal vez podríamos pasar tiempo juntos, ¿qué dices? ¡Podríamos hacer lo que quieras! —sugirió Lynn Jr. con una sonrisa. Lincoln pareció haberse puesto nervioso.

—No creo que sea necesario, Lynn. No te acuerdas, pero no creo que sea lo mejor —una memoria vino a él.

—¿De qué hablas? —se extrañó.

—Dirás que se me ha zafado un tornillo, así que sólo olvidalo, ¿vale?

—Ok… —volteó a ver a sus hermanas. Luna intentó.

—Hey, bro. Podríamos practicar un poco de música. ¿Qué dices?

—Gracias, Luna. Prefiero leer uno de mis cómics por ahora.

—¿Y si leemos juntos? —Leni sonrió.

—Bueno… pero que sea en la sala, ¿de acuerdo?

—Me parece bien —al menos una de ellas tuvo un avance. Quizá platicar en ese lapso de tiempo podría ser ideal. Además, Leni no ha sufrido la pregunta.

Ya conformes con eso, dejaron de molestarlo y terminaron su cena. Al final quedó una rebanada.

—Linc, ¿por qué no te la comes tú? —Luan le extendió la rebanada.

—No es una broma, ¿verdad? —la veía incrédulo.

—No… es para…

—¿Levantarme los ánimos? —se levantó de su silla y desvió la mirada por un momento. Les dio la espalda—. Chicas, no estoy desanimado, ¿de acuerdo? Sencillamente estoy decepcionado de mí mismo. Digo, de todas formas siento que soy el único aquí que no sobresale. Nada más sirvo para atenderlas a ustedes. Me quedo sin tiempo para pensar o saber si quiera como puedo desarrollarme. Me quedo con ambiciones y caprichos momentáneos porque son justo eso: de momento. Y sólo son momentos los que puedo estar con libertad. Un tiempo muy limitado si me lo preguntas. Así que… —una punzada le atacó a su cabeza. Lisa lo notó instantáneamente.

—¿Todo bien, hermano mayor?

—¡Sí! ¡Déjenme solo por ahora! Tengo… tengo que irme. Comanse ese pedazo si quieren… he perdido el apetito.

Y sin nada más que decir, con una mano en su cabeza, se fue rumbo a su habitación. Todos se miraron entre sí.

—Qué cena más extraña —declaró Luna mostrando su frustración.

—¡¿Desde cuando no comemos pizza como animales salvajes?! —Lana estaba exaltada.

—Porque algunas guardamos modales… —Lana vio a su hermana gemela con seriedad—. Está bien, también admito que fue raro. ¡Nada más faltó comerlo con cubiertos!

—Chicas, su madre y yo queremos saber si entre todos podemos hallar una solución para Lincoln. No dice nada y a la vez siento que lo dice todo… pero algo no cuadra.

—Efectivamente, unidad parental, de igual modo, también he detectado una anomalía en la causa del comportamiento de nuestra unidad fraterna.

—Ya pedimos ayuda a un psicólogo —habló la mayor—, nos mostrará el por qué Lincoln actúa así. Después ya sabremos cómo resolverlo de mejor manera.

—Me parece una gran idea, cariño. Aunque me hubiera gustado que nos avisaras —sermoneó Rita.

—Sí, verán, estábamos tan desesperadas que lo hicimos en el momento.

—Es comprensible, cariño. Lo dejaremos pasar por esta vez.

—Bueno chicas, iré con Linky. Dijimos que leeríamos juntos.

—Acaba de pedir algo de soledad. Suspiro.

—Pero ellos ya habían acordado en algo; además, es Leni. Dudo que le niegue —afirmó Luan.

—Si puedes saber algo sobre Lincoln, nos avisas, ¿sí, Leni?

—Claro, Lori. Chao —se despidió y comenzó a caminar hacia la habitación del albino. Para su infortunio, y su descuido de andar con los ojos cerrados imaginando que su hermano pronto sonreiría, chocó de lleno en contra de la pared—. ¡Cielos! ¿Quién movió la pared? —se sobó la frente mirando a su familia. Ellos simplemente se encogieron de hombros sin saber qué responder. Dejándolo de lado, prosiguió su andar.

Contenta, arribó a la habitación de su hermano. Puso la mano en la perilla de la puerta para poder entrar; pero una voz la detuvo de abrir. Acercó su oído a la puerta.

—¡Cállate! ¡Cállate! Yo sigo queriendo a mis hermanas… no quiero hacerle más daño a esta familia de lo que ya tuvo aquella vez. Tampoco quiero respeto ni admiración. Simplemente quiero tener algo de tiempo para mí.

Leni sintió curiosidad y colocó ambas manos junto con su cabeza en contra de la puerta para, según ella, oír mejor.

—Tranquilo, Lincoln… tranquilo —se oyó que respiró hondo, tratando de calmarse—. Es dolor de cabeza, nada grave. No estás alucinando. Calmado. No hay nadie más que tú en esta habitación… ¡maldición! —parecía un dolor de cabeza un poco más grave—. Creo que tomaré una aspirina.

Lincoln abrió su puerta y de ella cayó Leni. Él se quedó sorprendido y un poco apenado.

—¡Leni! ¿Cuánto tiempo llevas ahí? ¿Y te encuentras bien? —le ayudó a levantarse.

—Como hace unos cinco minutos —se limpió el vestido—, y sí, estoy bien.

—No oíste nada de lo que dije, ¿o sí?

—Pues como que estás enfermo, Linky. Si quieres yo me encargo de traerte la aspinira y tú bajas tranquilo a la sala para que nos relajemos, ¿te parece?

Leni, siempre tan buena —sonrió. Le alivió saber que no había oído que habló consigo mismo, o al menos eso creyó—. Se llama "aspirina", Leni. Y gracias, te estaré esperando allá abajo. Por cierto, creo que había una caja en el botiquín.

Lincoln fue a su cuarto y sacó sus cómics para luego irse hacia la sala.

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Las hermanas habían subido a sus habitaciones para pensar las cosas de como entrar en contacto con su hermano. Mientras, Leni y Lincoln compartían algo de tiempo en la sala. Se había demorado, pero la modista consiguió la caja de aspirinas para su hermano.

El peliblanco tomó una pastilla y se la pasó con agua, deseando que aquel dolor cesara en algún momento. Después de todo, era un simple dolor común, ¿no es cierto?

Ambos estaban en cada extremo del sofá, Leni tenía su revista de ropa mientras que Lincoln, sus cómics; leía en ropa interior como hacía habitualmente.

Leni veía de reojo a su hermano, quería iniciar una conversación. Bajó su revista por un momento y lo vio a los ojos. El peliblanco no tardó en sentirse observado y ver a su hermana. Cerró su cómic, tratando de no olvidar la página en la que se quedó, y lo puso a un lado.

—¿Pasa algo, Leni?

—Linky, ¿hay algo que yo no sepa? ¿O nuestras hermanas?

Desvió la mirada entristecido. La modista era la única que no le había pedido ayuda y fue por eso la causa por la cual aún no recibía aquella pregunta. Supuso que el momento había llegado. La miró de nuevo.

—Lo único que deben de saber, Leni, es que yo haría lo que fuera por ustedes. Al menos así era antes. Empiezo a creer que inician a depender de mi presencia.

—Pues eres el único hermano que tenemos, ¡es obvio que queremos pasar tiempo contigo!

—¿Y últimamente han hecho algo conmigo que a mí me guste?

Leni se puso a pensar, sin embargo, ningún recuerdo le vino a la mente.

—Pues así es como me siento, Leni.

—¿Y por qué te molesta hasta ahorita, Linky? —su mirada demostraba tristeza.

—Porque antes no me importaba, ¿sabes…? Somos familia y se suponía que yo siempre debía estar ahí para todas. Pero…

—¿Pero…?

—Sé que para hacer cosas buenas no tienes que pedir nada a cambio, eso tú lo sabes más que nadie —ella sonrió—. Por otro lado, creo que no es lo mismo vivir sofocado por diez personas que en verdad ayudarles.

—¿Y qué te hizo pensar eso?

—No lo sé. Fue apenas hace tres semanas que tuve una noche en la que pensar mucho. Había cerrado los ojos y… comencé a hablar conmigo mismo tratando de entender mi día a día —una nueva punzada atacó su cabeza—. Cielos, este dolor es fuerte.

—¿Estás bien?

—Sí, tranquila. Creo que nada más debo descansar, ¿vale? Ya son las nueve de la noche, llevamos leyendo un buen rato.

—Espero no haberte incómodado con mis preguntas.

—Para nada, Leni —tomó dirección hacia las escaleras, pero su detuvo teniendo una mano sobre el barandal de madera—. Por cierto, sé que probablemente no lo recuerdes, pero —volteó a verla—, eres la única a la que no le he preguntado.

—¿Qué cosa, Linky?

—Tú fuiste uno de los retos más difíciles, pero lo pude conseguir. ¿Recordarías cuando cambiaste tu corazón solo por la influencia de los demás? Simplemente por subestimarte y decirte… bueno, no lo quiero decir, ya que tú has dicho que hay más que aire en tu cabeza.

Leni no sabía que contestar al principio, pero las otras preguntas de sus hermanas se le vinieron a la mente.

—¿Y dejé de confeccionar?

El rostro de Lincoln se iluminó.

—¿Entonces sí lo recuerdas? —sonrió—. Leni, ¿me harías un favor?

—¡Claro! ¿Qué quieres hermanito?

—¿Podrías sonreír?

A la modista le extrañó la petición de su hermano, pero para verlo feliz, lo haría. Sonrió mostrando su inigualable sonrisa que demostraba el corazón más puro. Sin embargo, Lincoln notó que a esa sonrisa le faltaba algo, y ese algo era una dedicación especial y calida que recibió cuando les ayudó aquella vez. Decepcionado, procedió a subir las escaleras. Leni, confundida, deshizo su sonrisa y le siguió al pie de las mismas.

—¿Qué sucedió?

Lincoln se detuvo en la segunda planta y, de espaldas, le dijo:

—¿Sabes…? Lo creí por un momento, en serio; pero la verdad es que no lo recuerdas, ¿no es cierto?

—¿Había un hombre de traje? —preguntó esperanzada.

—No. Él sólo estuvo en los problemas de Luan y Lisa. Supongo que lo platicaron entre todas, ¿verdad? Tal vez por eso tuviste una idea, y vaya que no te equivocaste.

Volteó.

—Al menos me alegró que lo intentaras. Eso es algo hermoso de ti, Leni. Te quiero mucho —dicho eso, le sonrió y se fue hacia su cuarto, cerrando la puerta.

—Linky —la segunda hermana mayor soltó una pequeña lagrima que cayó lentamente hacia el suelo—… yo también te quiero mucho —fue lo último que dijo antes de cerrar los ojos y esbozar una sonrisa.

Y si Lincoln hubiese visto esa sonrisa, esa antigua sonrisa, hubiera quedado completamente convencido.

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