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"Entre la mentira y la verdad" (3/3)

Al día siguiente, Lincoln, Astrid y Rabel estaban reunidos en el comedor. Nuevamente esperaban a Carl para hablar con él, mientras tanto, degustaban de una deliciosa ración de Hotcakes de diferentes formas: el de Astrid tenía la forma de una varita, algo que se le hizo curioso a Lincoln; el de este último tenía forma de una carita feliz; y el de Rabel tenía forma de flor. Como siempre, a Lincoln le encantaba la sazón de Carl, de hecho, hasta le había preguntado como cocinaba para hacerle igual a sus hermanas cuando regresara, desafortunadamente, Carl parecía reacio a querer revelar sus secretos culinarios. Tras dar el último bocado a su desayuno, Lincoln sonrió satisfecho.

—Siempre tan rico, ¿cómo le hará Carl? —sobaba su estómago en señal de satisfacción total.

—Bueno, podría decirse que él ha aprendido mucho de su tío —rio por lo bajo.

—¿Será un chef famoso? Quisiera conocerlo.

—Tal vez ya lo conoces —comentó Rabel con una sonrisa. Lincoln quedó destanteado con lo que dijo. Astrid, por otro lado, también le vio con interés.

—¿Qué dices? No conozco a nadie de la familia de Carl más que su padre.

—Lo dije porque quizá en el pasado pudiste haber convivido con él, el mundo es tan pequeño, o eso dicen al menos —rio—. Tampoco es como si ya hubieras convivido con dos integrantes más de su familia y tú ni en cuenta...

—Bueno, no te niego eso —respondió retomando la compostura. Ciertamente, lo declarado por Rabel lo había sacado de onda—. En fin, ¿cuándo llega Carl? Me estoy poniendo ansioso.

—Tranquilo, estoy seguro de que no tardará —respondió la pelirroja tomando la mano del albino, de inmediato, este se sonrojó al recordar lo de anoche. Rabel pudo notarlo.

—Hey, ¿se traen algo ustedes dos? —alzó las cejas con insinuación.

—Tal vez —contestó Astrid dándole un guiño al peliblanco. Lincoln rio levemente.

Finalmente, ya después de tanta espera, el peliblanco mayor había llegado. Entre movimientos temblorosos, tomó asiento y miró a cada uno de ellos. Había algo de incomodidad en la mesa, al menos para Lincoln, ya que la mesa se movía mucho con los movimientos que Carl hacía sin querer... y se dijo que sólo él porque sus amigos parecían no notarlo, o podía ser que eran buenos fingiendo.

—Mu-muy bien, chicos. E-el señor Da-Darek pa-partirá hoy hacia la ofi-ficina de mi herma-mano. Así que-que tienen exactame-mente una hora para che-checar lo que necesiten.

Astrid asintió y tomó la mano de su hermano.

Carl... cuando esto termine estaremos juntos, lo prometo...

—Lo sé, hermanita. Lo sé.

Lincoln veía curioso que estaban en la misma posición desde hace 10 segundos, hasta que la pelirroja habló.

—Gracias, Carl —lo soltó y miró al albino—. ¿Estás listo?

Lincoln asintió demostrando determinación.

—Cu-cuídense, chicos —se despidió Carl levantándose de la mesa y retirándose del comedor.

—Ya es hora —declaró Rabel. Los otros dos lo vieron con seriedad y asinitieron. El trío se dispuso a levantarse de la mesa mientras se dirigían a la oficina del Sr. Darek con cautela, no querían ser vistos por nadie.

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—Bueno, aquí estamos —mencionó Lincoln parado enfrente de la puerta—. ¿Por qué no abrimos todavía?

—Esperen —Rabel los había hecho esperar desde hace 5 minutos.

—¿Qué tanto esperamos? —se quejó Astrid.

—Un instante —Rabel canalizó su atención por un momento. Estaba buscando a alguien, específicamente al Sr. Darek. Sabía que no sería muy tonto como para dejar desprotegida su oficina, así que necesitaba encontrarlo en un momento exacto de distracción para entrar. Aunque pensándolo mejor, se percató de que posiblemente él ya sabía el plan que James tenía y había dejado la oficina desprotegida a propósito—. Bueno, ya entremos.

—¿Qué tanto hacías? —susurró Astrid mientras sacaba las llaves.

—Ahora que lo pienso, solamente nos hice perder un poco el tiempo —contestó de igual manera, emitiendo una risa de paso.

Por fin, tras tanta espera, Lincoln tendría sus respuestas. Astrid abrió la puerta y los tres procedieron a entrar.

La oficina del Sr. Darek lucía siniestra. La escaza luz impedía ver con claridad, para rematar, la oficina estaba tapizada y pintada de colores opacos, siendo marrón para el suelo y negro para las paredes. Entre lo que se distinguía, se podía destacar un estante con diversos libros, una mesa en la esquina con diversas cajas, el escritorio que se hallaba al fondo de la oficina en la cual sólo se encontraba una lámpara fija y un teléfono del mismo tipo; también había un perchero a lado de la entrada y, encima de la puerta, había un reloj. En sí la oficina no era muy grande, pero era ordenada y todo aparentaba estar perfectamente acomodado.

Todos se pusieron manos a la obra, mientras Astrid y Rabel indagaban en las cajas situadas sobre aquella mesa que no aparentaba tener un costo mayor a los diez dólares, Lincoln inspeccionaba el refinado escritorio que, al contrario de aquella mesa que a simple vista se veía muy barata, este tenía un aspecto bastante importante, al igual que caro. Con esto, el albino podía darse la idea de que el Sr. Darek no le daba mucho esfuerzo ni cosas de valor a las cosas sin importancia, mientras que para él mismo tenía la selección más fina y excéntrica que cualquiera pudiera imaginar: un claro símbolo de egoísmo y soberbia. Esto le hizo pensar en si todas aquellas palabras de aliento y de hacerlo famoso eran verdad, pero no había tiempo para pensar en ello.

El peliblanco abrió uno de los cajones, parecía ser una colección de fotos. Curioso, comenzó a darles una ojeada a cada una. El Sr. Darek no parecía ser el Sr. Darek, sino, otros hombres distintos. Detrás de las fotos podía leer pequeña descripciones.

"Derry fue una experiencia única en el mundo de la riqueza y la influencia"

"La victoria se obtiene con los recursos necesarios y las víctimas necesarias"

"Perdonar deja de ser una opción interesante cuando ya sabes lo que seguirá después"

"Diego, viajero interdimensional, quizá merecía un mejor nombre, pero no me importaba mucho"

"Mi hija el día en que destruyó por primera vez un planeta entero"

—¿Una hija, destruir un planeta entero? —pensó Lincoln con mucha intriga mientras observaba la foto de una joven rubia, la cual sostenía una varita muy curiosa, era negra como la noche y tenía un cristal con forma de estrella que era de color rojo sangre, a sus lados tenía unas alitas grisáceas. En sí la foto se le hizo una edición hecha por computadora, lo escrito seguro era una exageración y simplemente podría tratarse para la idea de un libro. Dejando eso de lado, alzó la foto por un momento y vio a Astrid, se le hizo interesante el parecido que tenían ambas chicas, solamente que Astrid era claramente pelirroja y tenía un aspecto mucho menor comparada a la chica de la fotografía. Pensando en que era un dato muy curioso, cargó la foto consigo y se dirigió a Astrid.

—Astrid, mira esto —la mencionada volteó.

—Sigue buscando —ordenó mientras dejaba a Rabel solo. Este asintió con la cabeza; sin embargo, ya había encontrado el celular de Lincoln. El chico sabía de la foto que el albino había hallado, pero quería saber como Astrid reaccionaba—. Dime, Loud —lo recibió con una gran sonrisa.

—Mira lo que encontré —sacó la foto y se la mostró. Al inicio, Astrid quedó sin palabras—. Se me hizo chistoso, la chica de aquí se parece a ti, pero tus facciones de la cara se ven más pequeños, como la nariz, la boca e incluso los ojos, pero de haberlos tenido un poco más grandes, ¡serías una copia idéntica! —comentó con gracia. Astrid, perpleja de lo que veía y recordaba de ese día, quedó aturdida.

—¿Astrid? —le quitó la foto de su vista—. ¿Estás bien?

Reaccionando, la pelirroja sacudió su cabeza.

—Uh... sí, sí. Todo está bien, Loud... sólo recordé algo que me hubiera gustado olvidar.

—¿Fue la foto? Lo siento, yo no quise...

—Está bien, Loud. Tranquilo, mejor deja de hurgar en las cosas personales del Sr. Darek —pidió esto último soltando un suspiro de pesar.

—Sí, Astrid. Tienes razón, lo siento —apenado y sintiéndose un gran tonto, el albino regresó al escritorio del Sr. Darek, listo para dejar las foto ahí, pero sin haberlo querido, Lincoln pudo ver otras dos fotos más en particular: eran las fotos de la misma niña, pero cuando era una bebé. Para el albino, fue un shock, ya que aquellas fotos podrían estar firmemente ligadas con la niña de la otra foto. Es más, en una de ellas estaba Carl sosteniendo la mano de la pequeña. El peliblanco, queriendo satisfacer su necesidad de curiosidad, sacó la foto y la miró más de cerca, al reverso había una descripción.

"El día en que supe que estabas lista para tu destino, hija mía. Sinceramente, aprisionarte pudo haber sido uno de los actos más crueles, pero sabía que con el tiempo lo entenderías. Ahora sólo me queda esta foto, el último recuerdo antes de..."

—... Haberte dejado —terminó de leer Lincoln, quedando anonado. El peliblanco observó a Astrid una vez más (esta se había puesto a platicar con Rabel, parecían discutir un asunto), era inevitable no recordar lo único que le había contado de su vida y ver que aquella descripción coincidía perfectamente con lo que la pelirroja le había contado, no hizo más que hacerlo sentir más que confundido. Es decir, ¿había pasado tanto tiempo y ya no recordaba a su padre? Decidió inspeccionar las demás fotos, al famoso Derry y Diego. Trataba de entender quiénes eran esos hombres, lo más curioso fue que no encontró una foto del Sr. Darek en sí. Esto último lo llevó a creer que el Sr. Darek podría no ser realmente el Sr. Darek, sino alguien más capaz de modificar su rostro, ya que su cuerpo lucía exactamente igual al de Derry y Diego, ¿pero cómo era eso posible? Y si la chica de la foto resultaba ser en verdad Astrid, entonces, ¿ya había visto a su padre antes? Ahora, más que nunca, ya no sabía qué pensar o creer.

Ese hombre oculta algo... —recordó Lincoln de pronto, haciéndole pensar que quizás Rike podría saber más acerca de aquel hombre.

De pronto, ambos chicos habían dejado el tema que estaban discutiendo y prestaron su atención a Lincoln, este último sintió una sensación recorrerle, justo en la parte donde le habían visto apenas de reojo, siendo la parte izquierda de su cuello. De inmediato, guardó las fotos como pudo, dejando las últimas dos hasta el fondo, tal cual las había encontrado.

—Ehm, ¿Loud? ¿Por qué sigues ahí? —preguntó Astrid un poco molesta, se cruzó de brazos. En una rápida reacción, se apartó del escritorio y se dirigió con ellos.

—Nada, nada. Me había quedado pensando —rascó su nuca. Esta vez, parte de lo que había dicho era verdad, pero le había fallado a Astrid, más porqu ahora sabíaalgo que, al final de cuentas, podría no estar para nada relacionado con ella; sin embargo, sentía que el Sr. Darek apuntaba, con mayor posibilidad, a ser el padre de Astrid. Ahora, sólo quedaba una incógnita, ¿cómo le hizo Astrid para cambiar su cuerpo? Un recuerdo no muy lejano se le vino a la cabeza.

"—...Me llamo Astrid. Astrid Delphino.

—Vaya, suena bastante fino.

—¿En verdad? A mí me gusta como suena, además, el apellido es... una constante en nuestra familia.

—¿Cómo?

—Cosas que no entenderías. Vamos, quiero conocer a Rabel."

Delphino, ¿por qué diría que era una constante en su familia? Recordó las fotos y en ninguna de ellas se mostraba un apellido en particular, aunque pronto recordaría el primer día de clases: Dagger, Darek Dagger. Delphino, Dagger, ¿cómo se relacionaban ambos apellidos? Si la teoría fuere cierta, ¿por qué sus apellidos no coincidían? Sería algo para pensar, sin duda alguna, aunque Lincoln quiso relacionarlo justo en ese momento, pero no era el momento adecuado.

—¡Lincoln! Hallé tu teléfono —dijo el jovencito castaño con mucha emoción, algo que sacó de trance al albino. Soltó un bufido, en verdad quería ya sacar sus conclusiones, pero tendría que aguantarse y centrarse ahora en la otra cosa que el Sr. Darek (si es que ese era su nombre) le ocultaba.

—Discúlpenme, ando muy distraído —rio, tratando de disimular su conflicto interno. Sus amigos decidieron pasarlo de alto. Rabel le extendió el móvil al peliblanco, quien lo tomó ansioso—. Gracias —Rabel asintió.

Lincoln inició su búsqueda en el banco de chats, donde veía muchos mensajes que ya habían sido leídos. Sin embargo, muchos de ellos le dejaron un vuelco en su corazón.

"Lincoln, ya no sé qué hacer. La casa es un desastre, nuestros padres han intentado todo, pero... simplemente todo se siente muy vacío"

"Los chistes ya no tienen gracia, he perdido la comedia en mi vida... siento que todo se ha vuelto una tragedia..."

"Linky, ¿cuándo regresas a casa?"

"Literalmente nos hemos quedado sin nada, ¿te enteraste de que tratamos de ir a visitarte? Desafortunadamente sufrimos un accidente en el camino. Ya no pudimos verte, y lo hacíamos aún sabiendo que no podíamos, pero, literalmente extrañábamos a nuestro hermanito. Te extrañamos, Lincoln". (Seguido de aquel mensaje, venía un emoji de puchero y otro de tristeza.)

—¿Trataron de visitarme? ¿Por qué el Sr. Darek no me lo dijo? —comentó con un tono claro de tristeza. Siguió leyendo los mensajes, pero todos contenían un calibre similar o peor. Mientras más se acercaba a la actualidad (pues había estado leyendo los mensajes más viejos), se percató de que los mensajes disminuían, parecían estar cada vez más desinteresadas en hablarle a alguien que parecía nunca responder. Sin embargo, había algunos mensajes que, aunque muy desanimados, daban aliento a su hermano para seguir adelante, debido a que el Sr. Darek continuaba enviando los videos que había prometido. Tristemente, Lincoln se dio cuenta de que había estado viviendo una mentira: el Sr. Darek sólo le mostraba lo que él quería mostrarle, algo que le llenó de frustración, enojo y decepción; a quien creía como su mentor, se había vuelto su enemigo, su traicionero enemigo.

—Lo siento mucho, Lincoln. De verdad —Astrid se limitó a abrazar a su amigo por detrás, dándole un poco de apoyo. Enterarse de aquella verdad lo había dejado fatal. Sin duda, ahora sabía que debía hacer algo al respecto.

Repentinamente, el teléfono comenzó a sonar. Astrid y Lincoln se separaron y se asustaron de tan repentino suceso, suceso que pareció no afectarle a Rabel en lo absoluto. Sabiendo que era la oficina del Sr. Darek, decidieron no contestar, omisión que el joven castaño no debatió, pues sabía bien lo que pasaría. Segundos después, el teléfono se detuvo, pero no tardó en volver a sonar. Dejaron pasarlo dos veces más, sin embargo, la insistencia de quien llamaba parecía no querer detenerse hasta recibir una respuesta.

—Deberías responder —comentó Rabel inesperadamente, viendo a Lincoln.

—¿Yo? ¿Por qué yo? —preguntó desconcertado.

—Hazle caso, sabe lo que dice —apoyó Astrid, acercando al albino al teléfono. Este, inseguro, contestó y, alzando el teléfono hasta su oído, habló.

—¿Bueno...?

—Que dicha la mía que por fin te dignas en contestar —rio la voz del otro lado—. Todo perfectamente calculado, la cuarta fue la vencida, pero ya estaba previsto.

—¿Quién eres? —preguntó con temor.

—Me presento, soy el obstáculo más grande al cual te enfrentarás. Dejaré una gran marca sobre ti, pero para mala suerte olvidarás. Soy la causa de la llamada, al igual que el de tu venida. Se acerca una gran desgracia y antes preferirías un acto suicida. Mi nombre es James, y que gran gozo saber que, por fin, conoces al autor de tu desdicha actual.

—¿Desdicha actual? —la confusión se hizo más grande.

—Los mensajes son claros, Loud. Las evidencias son claras también. Mira a la chica a tu lado —Lincoln volteó—. Sé que tú sabes algo que ella no sabe, pero en verdad debería saberlo teniendo en cuenta las habilidades que ella tiene, el impedimento es el otro chico que si no mal me equivoco está parado a dos metros de ti, quien le bloquea la visión a la chica pelirroja. Sé cosas que desearías saber, aunque irónicamente, algo dentro de ti no quiere. Ponte a pensar un poco, un curso de cómics en medio del verano, justo cuando tus hermanas tienen eventos importantes y tú casualmente no podrás estar ahí. Los mensajes dan muestra de que no la pasaron bien y que ahora todo está... muy mal.

—¿Qué le hiciste a mi familia? —preguntó amenazante.

—Descúbrelo por ti mismo, fue divertido tener la ventaja en este juego de ajedrez, pero es justo que las blancas ya se muevan por fin. El tiempo corre, Lincoln, y, créeme, es lo que menos tienes. Te deseo suerte... y que todo salga como debe de salir para que todo exista —dejó una pausa, entonces rio—. He sabido que harías lo que fuere por tus hermanas... entonces haz eso —y dicho aquello, colgó.

Beep, beep, beep, beep, beep...

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