"El Plan Maestro" (2/3)
Astrid mostraba una expresión que reflejaba el más grande desconcierto. Estaba perpleja ante lo que había oído de los labios de su amigo, Rabel. Se alejó un poco, tratando de procesar la información que había recibido, hasta que en ella surgió una pregunta.
—¿Qué gana él… haciendo eso? —miró con confusión al jovencito.
Rabel no evadió la pregunta, mas tardó en contestarla. Caminó un poco sobre su cuarto y luego la observó con cierto temor.
—Sólo gana hacer que la gente encuentre nuevos modos de placer.
—¿Y para qué…? —no concluyó su pregunta, pues ella misma se puso a reflexionar.
—Lo sabes, ¿no es verdad? ¿Cuántos Universos de ese tipo no podrían salir?
—No. No tengo idea de lo que me hablas, pero si dices que aquellos Universos tendrán fines perversos que estarán al alcance de la mayoría de las personas del Multiverso original —miró por un momento a la cuarta pared, sabiendo muy bien quién era ella—… entonces eso podría alimentar a los seres de la dimensión de mi padre.
—Y eso causará mayor explosión demográfica, lo cual sería malo… muy malo.
—Sin embargo… no podemos permitir que el Universo se autodestruya. Oh, Dios… esto es muy complicado.
—Y justa es la razón por la que quiero averiguar el porqué mi padre permitió esta atrocidad.
—Eso deberías saberlo tú más que nadie.
Rabel suspiró.
—Quizá tengas razón… creo que sólo me falta meditar un poco más. Por otro lado, si este fue el deseo de mi padre, entonces deberemos seguir todo tal cual. Solamente no olvides que todo debe lucir normal, si Lincoln se entera de nuestras capacidades, comenzará a hacer un montón de preguntas y eso lo imposibilitará.
—¿Y por qué no sólo le borramos la memoria?
—Sería algo injusto.
—De todas formas al final se tendrá que hacer y tú sabes bien la causa de ello.
—Es cierto, Astrid —desvió la mirada—, pero como a veces dice mi padre, si no lo haces de la forma difícil, ¿qué chiste tiene? —sonrió.
—Bueno, no puedo negarte eso —le devolvió la sonrisa—. Me encantan los retos.
—Entonces, hagámoslo.
—Pero, oye —se detuvo a pensar por un momento—, ¿qué acaso no podríamos evitar la creación de esos Universos si apresuramos el paso?
Rabel borró su sonrisa...
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—Bueno, hijo, me tendré que ir. No puedo dejar a Carl sólo tanto tiempo.
—De acuerdo, padre. Espero que ahora sí le des más atención a ese niño, no vaya a —miró de reojo su “Ecuación Vitalicia”—… querer intervenir directamente en mis planes.
—¿Qué quieres decir?
—Tendrás que averiguarlo, de saber que no tendrás el tiempo suficiente como para poder descubrirlo, entonces te lo diría.
—¿Estás seguro de esto?
—¿Cuándo no lo he estado? —sonrió con soberbia para luego voltear su silla y quedar con la mirada en frente de sus pantallas.
El Sr. Darek quedó insatisfecho con dicho comentario, no porque fuera erróneo, sino por la manera en cómo se lo dijo. Acto seguido, tomó dirección hacia la puerta y la abrió, yéndose sin decir nada más.
—Qué extraño, usualmente dice algo antes de irse. Es bueno saber que eso ya estaba previsto —soltó una pequeña risa y siguió disfrutando de lo que veía.
Algunas hermanas se veían cabizbajas, entre suspiros; se veían muy decaídas. Los padres estaban muy preocupados, trataban de animarlas, pero nada servía: ya no eran las chicas Loud de antes. Por su lado, Lisa Loud, inquebrantable como la mayor parte del tiempo, caminaba de manera indiferente hacia la entrada principal de la casa Loud. Cruzó algunas palabras con sus padres y, a continuación, procedió a salir.
James sonrió con locura.
—Mi turno —se levantó de su silla y se dirigió hacia su escritorio. Oprimió un botón de color verde, de ahí, emergió una puerta secreta, la cual estaba oculta en la pared que estaba junto al escritorio. El títere se dirigió hacia al acceso escondido y lo abrió: se podía ver claramente una silueta. James encendió la luz del pequeño armario—. Sigue tan perfecto como el día en que lo hice —señaló con orgullo mientras admiraba un cuerpo entero, hecho de carne y hueso. Estaba bien preservado, se veía idéntico a James, a diferencia de que era un cuerpo humano—. Bueno, aquí vamos —con sus dos manos, tomó su rostro. Con bastante fuerza consiguió sacarse la cara, dejando ver un gran hueco en el títere. De repente, un humo de color morado muy obscuro salía de aquel cuerpo tan pequeño y comenzó a introducirse dentro del cuerpo humano.
Aquel saco de carne iniciaba a llenarse del humo que lentamente entraba por cada uno de sus orificios. Cada extremidad empezaba a cobrar vida, dando paso a movimientos involuntarios. Poco a poco, el cuerpo fue adquiriendo fuerza y, entones, la mente se puso a trabajar. Finalmente, los ojos del cuerpo se abrían y cerraban lentamente, mientras las iris obtenían un claro tono rojizo. James había conseguido su intercambio de cuerpo de manera exitosa. Se estiró y disfrutó momentáneamente su nuevo cuerpo, se sentía más alto y más corpulento. Se sentía más vivo que nunca.
—Oh, vaya, vaya, vaya —estiró lo más que pudo y se adaptó rápidamente a su nuevo cuerpo. Dio algunos pasos de forma lenta, aunque velozmente incrementaba su rapidez—. Esto se siente glorioso —sonrió y luego comenzó a reír a carcajadas—. Lista o no, Lisa Loud, aquí viene el hijo de perra que te hará ver ridícula en frente de la alta sociedad científica —agarró sus hojas y con bastante superioridad, avanzó hacia la puerta.
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—E-es una sorpresa tu repe-pentina visita, hermano —Carl le servía una taza de café a un chico alto de aparentemente unos 22 años, cuya cabellera relucía por su brillo, esto gracias a ser rubio.
—Ya sabes que me entrometo en todo. Además, desde lo de GF no tengo nada mejor que hacer.
—Hici-ciste algo en el Unive-verso de nuestra herma-manita.
—Sí, pero no fue para nada lo mismo. Entonces, ¿qué hacen? James parece que no ha avanzado nada en lo absoluto.
—To-todo lo contrario, Ph-Phill, es sólo que es de-demasiado discreto.
—Ese maníaco a veces me da escalofríos, lo bueno es que se la pasa encerrado la mayor parte del tiempo. Imagínate tener a ese lunático rondando por todas partes en nuestro hogar, ¡qué desquicio sería! —se burlaba mientras tomaba un sorbo de su café.
—N-no puedo nega-gartelo —sonrió—. En fin, ¿qué-qué tal está Hans?
—¿Ese cretino? No lo sé, Carl. Sabes que él y yo chocamos demasiado, ya sabes, sobretodo por nuestro padre.
—S-sí, lo sé.
—Aunque puedo decirte que se ha paseado por casa de vez en cuando, solamente que no hace gran cosa. Agarra unos planos de Dimensia y, de ahí, se va.
—M-me pregunto que plane-neará.
—Nuestro repudiado James sabrá, pero si es en contra tuya, créeme que te voy a defender —le guiñó el ojo mostrando confianza. Le tomó al café hasta acabárselo—. Total, fue un gusto verte. Tengo que irme a hacer algunos asuntos, sabes que mi trabajo casi nunca termina.
—Ha de-de ser pesado andar viaja-jando de una dimensión a-a otra y de un Uni-niverso a otro.
—Es agotador, lo admito, pero papá me ha pedido muchas cosas últimamente —se acercó a Carl—. Aquí entre nos, se me hace que el tiempo de liberación de nuestro padre está muy cerca.
—¿Qué-qué te hace creer e-eso?
—Mi intuición, y tú bien sabes que mi intuición nunca falla —le palmeó el hombro—. Bueno, ahora sí me voy, albino tembloroso —agitó la mano y se retiró de ahí mostrando una gran sonrisa burlona.
—Es u-un buen sujeto.
El hombre de cabello blanco también se retiró del comedor mostrando una sonrisa. Se dirigió hacia un cuarto en específico, en el cual se tocaba el timbre. Iba campante y despreocupado; sin embargo, una mano que le tocó el hombro lo detuvo.
—Carl, tenemos que hablar —el mencionado volteó algo preocupado.
—¿A-algo grave?
—Ciertamente, no para mí, pero sí para James. Tú sabes lo que podría pasar si algo se descuadra de sus cálculos.
Carl palideció.
—¡¿Cu-cuál es la causa?!
—Ese niñito que no para de entrometerse. Tengo que encontrarlo en cuánto antes —rápidamente salió de allí.
Carl, por su lado, únicamente se concentró en tocar el timbre de la escuela.
—E-espero que Astrid n-no tenga nada que-que ver…
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—¿Entonces? —la pelirroja se mostraba impaciente, había hecho la cuestión hace más de 10 minutos. Sin embargo, Rabel estaba demasiado pensativo.
—Cambiar el curso de las cosas está en mi poder ahora, James puede predecir mis movimientos, pero no lo puede hacer al 100%. Sabe bien que soy una variable demasiado voluble y le puedo originar más de 3 caminos distintos. La pregunta es, ¿qué debo hacer? Tengo el poder, pero… ¿esto debería ser así? —Rabel se había sentado en la cama con la mirada gacha. Estaba reflexionando demasiado el asunto.
—¿Rabel? Vamos, amigo —Astrid se cruzó de brazos mientras lo veía fijamente.
—Padre, más que nunca ahora necesito tu consejo y… también una explicación —Rabel sintió una punzada en el fondo de su ser—. ¡Alguien viene!
Sin avisar ni nada, el chico se abalanzó contra la pelirroja, abrazándola en el acto.
—Joven Rabel —el Sr. Darek abrió la puerta velozmente. Nuevamente, no se hayaba a nadie adentro del cuarto—. Ese niño… mañana no te me vas a poder escapar… —gruñó de la rabia. Seguido de aquello, cerró la puerta y procedió a irse.
Astrid y Rabel habían escapado…
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Lincoln Loud abría los ojos lentamente, parecía que se había quedado dormido. Bostezó y se estiró por unos momentos, levantándose en el acto; quedó sentado en la cama. Chasqueó los labios y miró hacia la nada durante unos segundos, aunque, repentinamente, sintió como algo se le resbalaba de su pierna. Reaccionando lo suficientemente rápido, el albino logró agarrar aquella foto de su familia que estaba a punto de quebrarse contra el suelo.
—Rayos… debo ser más cuidadoso —se paró de su cama y colocó la foto en su mesita de noche. Suspiró.
El peliblanco se sentó en la cama una vez más, observando la foto desde ahí. Pasados unos minutos, sonrió. Volteó hacia la nada, quedándose quieto, probablemente estaba pensando. Luego, habló.
—Esto ha sido una locura, ¿no lo creen? —rio un poco—. Llegué aquí pensando en ser un escritor y un dibujante de cómics que llegase a ser realmente profesional, teniendo nuevas amistades en el camino; pero, hasta ahora, mis amigos nuevos se han comportado de una manera extraña. Es como si ellos supieran algo que yo no sé y no tengo idea de qué pensar, ¿ustedes que opinan, chicos? —sin embargo, no recibió ninguna respuesta—. A veces olvido que esa pared es casi intraspasable —su semblante mostró un poco de decepción—. ¿Saben? Hay ocasiones en las que me pregunto cómo es que yo soy el único que sabe que hay alguien detrás… es decir, hay algo dentro de mí que me dice que hay alguien viéndome todo el tiempo, o bueno, tal vez no todo el tiempo. Aún así, es extraño ser el único con la capacidad de saber que hay gente observándolo, para luego comportarme como si no hubiera nadie haciéndolo. Ni siquiera recuerdo el día en que lo supe —Lincoln desvió la mirada—. Aún así, quien sea que me esté viendo, estoy consciente de que está de mi lado y, quizá de alguna u otra forma, pueda llegar a ayudarme si es que lo llego a necesitar, ¿cómo? No tengo idea, pero algo dentro de mí me hace sentir eso —sonrió—. En fin, tengo que continuar con el día, todavía no termina. Deséenme suerte —el joven Loud tomó dirección hacia la puerta, para entonces abrirla y encontrarse con los dos chicos.
—¿Lincoln? —Astrid veía algo confundida al chico Loud. Este, por su parte, correspondió su tono con una mirada que mostraba intriga.
—¿Desde cuándo están aquí?
—Apenas… —contestaba la pelirroja, sin dejar de lado lo que acababa de oír.
—¿Y por qué tan… extrañada?
—Te oí hablar con alguien, pero, cuando abriste la puerta… no había nadie…
Los ojos de Lincoln se abrieron del asombro, dejándolo atónito ante lo que había escuchado.
—¡No puede ser! ¿Cómo es que ella me pudo escuchar hablando? Mis hermanas… ellas nunca lo habían notado y eso que luego lo hacía en frente de sus narices —algo de sudor frío paseaba sobre el albino.
—Entonces… era esto a lo que Rabel se refería… aunque, ¿él sabrá que él no es quién cree que es? Sería horrible enterarte de que no existes en verdad, pero, ¿eso él lo sabrá? —y entre miradas de asombro, ambos chicos se habían olvidado incluso de que Rabel estaba ahí con ellos.
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