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"Destinos marcados" (2/2)

Lincoln despertó de su sueño, mientras tomaba su frente con su mano derecha. Le dolía un poco, tal vez al final de cuentas no era un sueño, o quien sabe, quizá Astrid le había pegado por error. Astrid… volteó a ver a su lado, pero ella no se encontraba ahí.

—¿Astrid?

Y cómo si fuera un cuento romántico, vio a la pelirroja enfrente de ella, se veía desalineada, pero un delicioso desayuno estaba justo a su lado. El albino se sorprendió de aquello, por lo que se levantó y se dirigió con ella. La joven Delphino le pidió que se sentara, aunque al ver al peliblanco aún observando el platillo que se veía exquisito, decidió tomar su mano y sentarlo ella misma.

—Espero te guste, Loud. Lo hice yo misma —sonrió.

—¿Cómo? —preguntó con un brillo en sus ojos.

—Digamos que Carl me dio permiso de cocinar. También tengo mis dotes —comentó con una risilla.

Lincoln tomó el tenedor que se hallaba al lado derecho de su plato y comió un poco de los huevos revueltos que Astrid había preparado especialmente con un poco de cebolla, jitomate y chile picado, adicionando unos toques de especias para darle mejor sabor. El albino quedó encantado.

—Cocinas tan bien como tu her —se detuvo. No sabía si ella sabía que él sabía lo que sabía. Así que mejor se contenía su saber—… ehrm, ehrm, disculpa. Se me fue la comida —rio nervioso—. Decía que cocinas tan bien como Carl.

¿Qué ibas a decir, Loud? —se cruzó de brazos. A veces le enojaba que Rabel le impidiera usar algunas de sus capacidades. Por ahora, el gran aprecio que le tenía al peliblanco fue suficiente para dejárselo pasar—. Gracias por el cumplido, mi conejito —acarició su cabeza y después depositó un beso sobre la misma.

Lincoln estaba muy feliz, en serio se sentía muy contento con Astrid como compañía. Desearía que ella pudiera ser su novia de por vida, pero tal vez podría cambiar de opinión… además de que se tendrían que separar de cualquier forma.

—Astrid, ¿cómo le hiciste para que no nos obligaran a ir al comedor?

—Le dije a Rabel que nos cubriera.

—¿Y cómo le habrá hecho él? —Astrid se alzó de hombros.

—Bueno, como le haya hecho, le agradezco. Esto es una experiencia única.

Astrid rio a sus adentros.

—Eres muy tierno, Loud —se sentó a su lado y lo abrazó—. Quiero que disfrutemos estos días lo mejor posible.

—Sí, haremos que así sea —sonrió, dándole un beso en su mejilla—. Astrid, quiero decirte algo.

—¿Qué, Loud? —cerró sus ojos mientras su rostro denotaba un ligero rubor.

—Quiero pedirte que seas mi novia —tomó su mano. Astrid abrió los ojos de golpe—. Creo que hemos vivido lo suficiente en este instituto como para pedírtelo. Siento que las palabras quedan de más —acarició su mejilla. Astrid no se esperaba dicha propuesta.

Bueno… ahora entiendo tus razones, Rabel. Quizá la vida debe sorprenderte y tú solamente dejarte sorprender —sonrió ampliamente—. Me gustaría, Loud —y sellando su compromiso, se dieron un beso lleno de calidez.



¿Quién diría que la emoción duraría tan poco?

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La semana pasó fugazmente. En un abrir y cerrar de ojos, el día viernes había arribado; el día del escape había llegado.

—¡Muy bien! Todos en fila, que saldremos de este instituto —anunció el Sr. Darek, estando en frente de la puerta.

Los murmullos entre el segundo grupo no tardaron en darse, preguntándose a dónde irían y qué harían. Todos estaban emocionados, menos el trío de amigos.

—Hoy es el día —declaró Rabel en un tono de seriedad.

—Bueno, Loud, el día que tanto ansiabas llegó. Hoy será cuando vuelvas a casa y descubras un montón de cosas antes de llegar —le soltó un codazo con una media sonrisa, en el fondo no quería irse.

El albino soltó un quejido y sonrió, aunque luego se puso intranquilo.

—Estoy entre ansioso, nervioso e intrigado.

—Es normal sentirse así, más en esta situación. Sin embargo, debemos prepararnos. Tengo todo planeado.

—No te hagas —dijo Astrid rodando los ojos—. Lo único que haremos será alejarnos del grupo y agarrar carretera.

—¿Qué? —Lincoln oyó aquello atónito—. ¿Así de fácil? Pero, ¿qué hay de mis cosas?

—Nosotros nos encargamos, no te preocupes —comentó Rabel con seguridad. Lincoln no creyó que escaparse del campo de visión del señor Darek sería tan fácil.

—¿No sería extraño lograr escaparse así de sencillo?

—Nadie nos verá, Carl nos cubrirá.

—Podríamos hasta tomar el autobús, pero los otros no tendrían como regresar, además de levantar sospechas y el señor Darek tendría que actuar sí o sí —acertó Astrid con una mano en el mentón.

—¿Entonces cómo le haremos?  —preguntó el albino.

—Ya me encargué de ello, por ahora, lo único por lo que hay que preocuparse es por escabullirnos.

—¿Así de fácil y sencillo? —seguía sin creerlo.

—Sí, ¿esperabas algo al estilo de Misión imposible? —rio Astrid, burlándose un poco de él—. Bienvenido a la “vida real” —recalcó las comillas sabiendo que, ciertamente, no era en sí la vida real.

—Bien, chicos —reiteró el Sr. Darek—. Salgan todos en orden.

—Bueno, aquí vamos —decretó Lincoln, tomando de la mano a Astrid, ella notó su tensión, a lo que decidió acariciar su mano dulcemente. El albino consiguió relajarse un poco. Era hora de irse…

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—¿E-estás se-segura de esto? —cuestionó el hombre peliblanco, viendo a su única hermana a punto de irse. Ella no pudo resistirlo más: abrazó a su hermano fuertemente.

—No —susurró a su oído con un claro tono de tristeza—, pero tengo qué. Te amo, hermano. Te voy a extrañar —ante esto, Carl no pudo evitar soltar unas lágrimas de suma tristeza. Nuevamente vería a su hermana partir.

—Regre-gresaré por ti, te-te lo prome-meto. No me impo-porta lo que tenga que ha-hacer —la apretó con mayor fuerza.

—Sé que lo harás —lo acompañó en su acción, sin embargo, un líquido rojo era lo que salía de aquellos ojos verdosos.

—Llo-lloras sangre —la apartó un momento de él.

—Cuándo no me puedo contener, saco mi fluido lagrimal original —se limpió la sustancia roja con su antebrazo.

—Ha-hasta vernos de-de nuevo...

—Hasta vernos de nuevo —dándose un último abrazo, Astrid se despidió de su hermano. Se bajó del autobús. Carl procedió a estacionarse y bajar también.

La pelirroja llegó con Lincoln y Rabel, siguieron al Sr. Darek con el resto del grupo.

—¿Todo bien? —cuestionó el albino, de pronto, visualizó la mancha de sangre que tenía—. ¡Astrid! ¡Tienes sangre! —rápidamente tomó su brazo y trató de ver lo que tenía.

—Tranquilo, Loud —acarició su mejilla—. No es nada.

—¿Estás segura? —su preocupación era notable.

—Muy segura —le regaló una mirada relajada. Lincoln le creyó, pero eso no impidió que tratara de limpiarle la mancha, algo con lo que ayudó Rabel, sacando un trapito húmedo de su bolsillo.

Llegaron a su destino, el Sr. Darek sentaba a los alumnos, pero los tres  estaban todavía algo atrás.

—Debemos irnos ya —confirmó el joven castaño.

—Vamos, Loud —tomó su mano. El trío fue alejándose del grupo, mientras se encaminaban a la carretera.

—Ahora —habló el Sr. Darek a los demás alumnos—, quiero que visualicen el extenso cielo y me digan que es lo primero que se les viene a la mente. Quiero una respuesta buena, fulminante. Una respuesta que denote ingenio y creatividad. Piénsenlo por un momento en lo que regreso, tengo algo que hablar con mi hijo —dicho aquello, se retiró dejando a los alumnos admirando el cielo desde una pequeña colina en la cual se veía un extenso territorio lleno de árboles y un lago en la lejanía.

Carl iba a detener a Darek en su caminar, pero a este le bastó alzar su mano para que el peliblanco omitiera su acción.

Rabel, Lincoln y Astrid llegaron a la carretera. Un auto fue disminuyendo su velocidad hasta que se detuvo justo a su lado, en el asiento del conductor se encontraba una mujer de cabellera castaña, con unos lindos ojos color avellana y una actitud muy dulce y positiva.

—Hola, chicos. Hola, Rabel —saludó esta con una gran sonrisa que denotaba confianza y felicidad.

—Hola, mamá —el chico subió al auto.

¿Mamá? —pensó para sí el albino.

¿Tía? —Astrid trató de despejar su mente—. Uhm, hola —saludó nerviosa mientras se subía al auto también, jalando a Lincoln en el proceso.

—Buenos días, señorita —Lincoln se veía confundido, pero no quitaba su lado amable. La castaña se veía de unos 17 años, al igual que Rike, lo cual se le hizo curioso, aunque, una madre de tan temprana edad se le hacía interesante y extraño.

Todos estaban dentro, Lincoln aprovechó para susurrarle algo a Rabel en el oído.

—¿Qué hace tu mamá aquí?

—Le llamé, es obvio, ¿no? —rio.

—¿Pero cómo?

—Astrid te dirá.

—O puedo decirles yo —Lincoln pareció ser el único que sé llevó la sorpresa de ver al Sr. Darek justo en la ventana del copiloto—. ¡Maby! Tiempo sin vernos —comentó este con una sonrisa maliciosa en su rostro.

—Sí, ha pasado muuuuucho tiempo —su actitud demostró sarcasmo, como si ya hubiese tratado con él antes.

—La misma de siempre, ¿verdad? Veo que vas a lidiar con tres chamacos, entiendo que ayudes al de en medio —se refirió a Lincoln—, ¿pero los otros dos qué tienen que ver contigo?

—¿Importa? —le alzó la ceja.

—Hummm… supongo que no. Igual James ya lo tenía previsto. En fin, mándale mis saludos a mi hermano —le guiñó el ojo. Posteriormente, dirigió su mirada al joven Loud—. Vaya, vaya, vaya… así que al final optó por abandonarlo todo a causa de sus hermanas —comentó de forma arrogante—, allá vas una vez más. A darlo todo, para que luego ellas te traten como un ayudante personal, el regreso a tu vida como sirviente.

—¿Cuál es su problema, señor Darek? —confrontó el albino—. Ellas jamás serían así conmigo.

—Sólo estoy recalcando lo evidente, que tú no quieras tomarlo es una situación completamente diferente. Cuídate, hijo —le dirigió una mirada condescendiente. Su atención se posó en la pelirroja—. Hija mía —Lincoln se quedó estático al oír aquello—, ahora entiendo por qué estabas aquí, pero ya sabes que debes volver, no perteneces aquí.

La pelirroja desvió su mirada.

—Sí… lo sé… padre… —quedó cabizbaja. Fue cuando Lincoln comprendió que ella ya sabía que él Sr. Darek era su padre.

—Nos veremos pronto —culminó el hombre apartándose de la ventana para así regresar con los demás alumnos.

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En una parte recóndita de la carretera…

El camino había sido silencioso. Nadie se atrevía a hablar, a excepción de Rabel y la conductora: su relación madre-hijo parecía ser muy buena. Por otro lado, Lincoln permanecía callado, pensativo sobre el asunto. No sabía si sentirse timado o engañado, o simplemente sentirse mal porque Astrid le haya ocultado la verdad, aún con todo y aquello, la seguía queriendo mucho.

Repentinamente, el automóvil detuvo su andar, estacionándose justo en medio de la nada.

—¿Dónde estamos? —cuestionó el peliblanco con extrañeza.

—Bajamos aquí —declaró Astrid con tristeza y la mirada gacha.

—¿De verdad? Pero…

—No, tú no… Rabel y yo bajamos aquí.

—¿Astrid? Creí que nos iríamos juntos, creí que…

—Loud —tomó su rostro con ambas manos—, baja conmigo. Te mostraré la verdad por fin —aquello captó la intriga del chico. Este terminó por asentir. Los tres bajaron, aunque Rabel se quedó un poco más.

—Te quiero mamá —sonrió.

—Y yo a ti, mi vida. No olvides visitar a papá —dicho aquello, el castaño bajó del vehículo y tomó rumbo a donde estaban Astrid y Lincoln.

—¿Quieres saber por fin quién soy?

—Sí…

—Bien, pero… no te asustes —cerró los ojos. Fue entonces que el cambio ocurrió, dejando a un Lincoln totalmente impactado.

El color de su cabello se perdió, tomando un tinte totalmente negro. Su cuerpo se tornó oscuro, incluso su ropa, y, por último, aquellos ojos verdes tan preciosos se habían vuelto de color rojo, no la iris, sino todo el ojo. Lincoln retrocedió.

—Supuse que reaccionarías así. No todos aceptan a un ser de la D-side —tomó su brazo y lo sobó—. A veces es difícil actuar como si no fuere así, pero esta es quien soy y no puedo hacer nada para cambiarlo.

—¿Dices que tú eres de la dimensión de la que me hablaste? —cuestionó impresionado.

—Sí, pero, eso no es todo —se acercó a él—. También tengo poderes, al igual que Rabel, mi primo —Lincoln volteó hacia el jovencito.

—Sí, tardó en descubrirlo, pero averiguó que yo era su primo.

—Si tú eres su primo, entonces Carl también lo es, y por ende, tu tío es el Sr. Darek. Lo cual me lleva a pensar que Rike es tu padre.

—Aciertas —sonrió—, pero sé que estás aquí más por Astrid que por mí. O bueno, “Astrid”, porque no sé si ya te contó sobre su verdadero nombre.

—¿Verdadero nombre? —se acercó a ella—. ¿Astrid no es tu nombre? —negó con la cabeza.

—¿Recuerdas el día en que jugamos con nuestros nombres? —asintió—. Te dije que Duol Nlocnil era el nombre de tu contraparte en esa dimensión. Así, pues, tomando en cuenta de que yo soy de allá, mi nombre es el nombre de una chica, pero al revés. Ciertamente le hice una modificación para que no sonara tan feo.

—¿Entonces cuál es tu nombre?

“Astrid” pintó su cabellera de rubio, sus ojos de color azul y se puso un vestido de color vino tinto.

—Mi nombre real es Ylfrettub Tars Dagger, pero me gusta más Tars.

—Vaya, así que con razón no me querías contar. Por eso me ocultaban la verdad… ¿saben? Aún después de verlo, sigo sin creerlo.

—Por eso te dijo que te lo contaría hoy, porque podrías creerlo mejor.

—Sí, y lo siento si te oculté la verdad. ¿Recuerdas a mi mejor amigo? —asintió—. Yo lo maté —comentó con tristeza.

—¿Qu-qué? —El albino quedó espectante.

—Y no sólo una vez, lo maté dos veces… fue de lo más doloroso que pudo haberme pasado en esta vida, pero… a veces hay destinos que ya están marcados. A veces te das cuenta tarde del peligro de la magia… —dijo esto con mucha nostalgia, lloró. La sangre volvía hacer aparición desde sus ojos azulados.

—Ah —al ya no saber cómo llamarla, sólo se limitó a acercársele—… te sale sangre.

—Es normal, en la D-side lloramos sangre. Aún así, esto no es lo que me tiene mal, Loud. Sino el hecho de que me tengo que ir.

—Tars… —se acercó a ella.

—Te acepté porque poco era el tiempo que nos quedaba, me hiciste sentir de nuevo humana. Me hiciste sentir viva y no un monstruo cruel y vil. Me brindaste amor. Te aprecio mucho, Lincoln —lo abrazó con mucha fuerza y continuó llorando—, no te quiero dejar…

—Tars, no tienes que irte —la emoción ya lo estaba afectando a él—, quédate conmigo. Hallaremos una forma para que…

—No, Loud. No lo entiendes… no puedo quedarme. No pertenezco aquí.

—Pero yo te amo… quiero estar contigo.

—No podemos. Tu familia te necesita al igual que la mía me necesita. Estamos destinados a tomar rumbos diferentes… estoy destinada a dejarte, tontín —su voz se había vuelto quebradiza.

Lincoln no quería aceptar que aquella chica tan especial le había robado su corazón y ahora tenía que irse. No captaba el por qué tenía que vivir ese día tan doloroso, no entendía por qué todo lo malo le estaba pasando justamente a él. No quería aceptarlo, no quería… realmente le había tomado cariño a la pelirroja.

—¿Volveremos a encontrarnos? —preguntó esperanzado.

—Me encantaría decirte que sí —algo dentro de Lincoln se iluminó—, pero… temo que así no está escrito… lo siento —y aquello que le iluminó, se esfumó.

La chica desvió su mirada del joven Loud. Rabel tomó su hombro, pero Lincoln se la apartó.

—No, gracias… no quiero despejar mi mente… no todavía —comentó comprendiendo lo que quería hacer.

—Entiendo… —se dirigió con Tars.

—Rabel, no quiero irme —repuso la rubia.

—Tienes que irte, sino tu padre no cumplirá con su propósito y yo no podré cumplir el mío —le vio con una expresión de tristeza—, pero tú vida será toda tuya cuando todo esto termine —le regaló una media sonrisa. Tars se limitó a corresponder. Realizando algo de magia, hizo aparecer unas tijeras.

—Aquí tienes las tijeras que me diste cuando todo terminó allá.

—Sí, ya están recargadas. Ahora sólo —tomó las tijeras con ambas manos y una energía turquesa las envolvió—… ya está, no se te volverán a descargar.

—Tú lo planeaste desde el principio, ¿verdad?

—James lo sabía también —palmeó su hombro. La chica suspiró.

—Avísame cuando te sientas lista para irnos.

—Nunca…

—Hablo en serio, sé que quieres hacer algo antes de irte —comentó empático.

—Bien…

Tars se alejó de Rabel para acercarse a Lincoln.

—¿Aún puedo llamarte conejito?

—Sí, Tars. Puede que no comprenda mucho, puede que me haya sonado aterrador todo lo que me has dicho. En serio, no sé qué creer o qué pensar, pero… veo que te sentiste mal de haber matado a tu amigo.

—Y así fue, Loud. De hecho, maté a más gente. Maté a inocentes… soy un monstruo… lo peor es que me gusta serlo —desvió su mirar. Lincoln quedó escéptico—. No espero que me entiendas, mi familia es extraña y supongo que ahora ya entiendes por qué te dije que era el triple de problemática que la tuya.

—Sí, ya lo entiendo...

Tars tomó su rostro una última vez.

—Lincoln… no te olvidaré —y por una última vez, juntaron sus labios. El albino la abrazó y decidieron quedarse así por un momento, mientras continuaban en aquel beso que parecía eterno. Sin embargo, el momento había llegado.

—Tampoco te… —antes de decir algo más, Tars lo interrumpió.

—No prometas cosas que no podrás cumplir —y dicho aquello, se dirigió con Rabel.

—... —quedó silenciado por no saber qué responder ante aquello.

—Bien, estoy lista… —Astrid abrió sus tijeras, revelando un portal interuniversal. Entonces, la altura de la chica se vio alterado, revelando que era más grande, dando una apariencia de unos 15 años. Lincoln se destanteó de aquello (al menos entendió de momento porque había dicho 12 años en vez de 8 o 9), pero eso no quitó que reaccionara rápido.

—¡Espera! ¿A dónde vas?

—Voy a mi prisión —comentó con una ligera sonrisa, sabiendo lo que le deparaba.

—No… no… no tienes que volver —se arrodilló.

—Te amo, conejito —y tras decir eso, cruzó el portal con Rabel detrás de ella.

—Salva a tu familia, Lincoln —concluyó este último cerrando el portal.

—Tars…

Ella… se había ido…

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Lincoln se subió de nuevo en el auto, donde la castaña lo veía con una expresión de tristeza.

—Sé cómo se siente —dijo ella inesperadamente. Arrancó el auto y siguieron en el camino—, yo también perdí varios amores en el pasado. Al contrario de ti, yo tengo una maldición.

—¿De qué habla? —preguntó sin ganas y con un poco de confusión.

—Hablo de que tú tienes suerte, pronto llegará alguien más. Te lo puedo asegurar —sonrió—, quizá no supere a Tars, pero te puedo decir que será suficiente para que seas feliz.

—Pues espero que así sea, señorita.

—No lo dudes —su sonrisa era notable. Lincoln solamente emitió un suspiro.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Residencia Loud…

—Aquí es —corroboró el joven peliblanco.

—Bien, tus cosas están en la cajuela. Ten suerte y sálvalas a todas.

—Es mi familia… tengo que salvarlas —Maby asintió y abrió la cajuela del coche. Lincoln se bajó y sacó sus maletas. Ya ni siquiera sé preguntaba cómo llegaron ahí, saber que sus amigos tenían poderes era explicación suficiente.

Dejó su equipaje en la acerca y se acercó a la ventanilla del copiloto. Le agradeció el raid y ella simplemente le sonrió, diciéndole que no había problema. Posteriormente, se fue. Lincoln agarró sus maletas y miró hacia su casa. A paso lento fue acercándose, preguntándose que fue todo lo que pasó durante su ausencia.

Subió las escaleras de la entrada y se detuvo en frente de su casa. Se sentía nervioso y un poco atemorizado. Soltó el equipaje para poder abrir, pero cuando miró al suelo, se topó con una nota.

“Bienvenido al juego, Lincoln. Por ahora, tengo puesto a tu “Rey” en jaque. Será mejor que muevas ya las piezas. Fue divertido ir comiendo piezas sin que tú siquiera supieras que estábamos jugando, aunque admito que un poco de competencia tampoco estaba mal. Por otro lado, espero que hayas disfrutado de la compañía de mi querida hermanita, ella es única sin duda; sin embargo, tenemos otros planes para ella. En fin, te deseo suerte, de igual modo, ya sé como saldrá todo.

Atentamente: James”

—Así que —soltó la carta—, este desquiciado maldito es de esa familia —cerró los puños y ya no pudo contener su ira—. ¡Maldito señor Darek! Es un hijo de —se tragó la rabia—… Tars me debe una explicación —finalizó diciendo mientras tomaba la manija de la entrada de su casa… quién sabe lo que encontraría ahí...

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