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Capitulo III

«Al narciso que creció fuerte durante la fría temporada»



Sòng Qiàn hizo sonar la campanilla de la puerta, ingresando a su morada como si fuera su casa. Su entrecejo se frunció al verla en su cocina, usando la porcelana más fina para servirse un té.

—¿Cómo te fue, hubo algún inconveniente con el pedido? —preguntó extrañado, evitando reclamarle.

Ella no solía ser así de silenciosa.

—¡Nini! —exclamó abriendo grande los ojos, luego de terminar su bebida. 

Se acercó hacia donde se encontraba y lo tomó de sus brazos, apretándolo con fuerza.

—Cuando fui a dejar las flores, un hombre extraño se me acercó, parecía extranjero —mencionó luciendo sorprendida.

—No me digas ¿Te enamoraste? —soltó burlón, al tiempo que retiraba las manos de su amiga. Detestaba que lo tocaran sin su permiso.

—No, no es eso. Aunque el hombre era guapo —admitió—. ¡Eso no es lo importante ahora! Él solo estaba interesado en saber quién se encargaba de sembrar las flores durante el invierno.

Si solo era eso, KyungSoo pensó que su reacción era exagerada.

—Un cliente interesado —indicó con un encogimiento de hombros.

—No —negó rotundamente—. Él parecía realmente desesperado por saber, como si su vida dependiera de ello, por... conocerte.

Se tensionó de inmediato, negando con la cabeza, casi involuntariamente llevó su vista hacia la puerta, empezando a transpirar.

—¿Crees que esta persona sabe quién soy? —preguntó temeroso.

—Tranquilízate primero —Sòng Qiàn lo guio hasta sentarse en el sofá de la pequeña sala—. No lucía como alguien malo.

—Eso no lo sabes. —Sus piernas empezaban a chocar entre ellas.

Tantos años huyendo, ya no lo quería hacer más; hacía cuatro años había encontrado su hogar en medio de las montañas, y se sentía en paz allí, por lo que sería difícil esta vez empezar de cero en otro lugar. Ocultó su rostro entre las palmas de sus manos, su amiga intentaba consolarlo con leves palmadas sobre su espalda.

—Tal vez aquel hombre solo desea ayudarte.

A lo que hizo un gesto de negación. Una vida que había olvidado casi por completo con solo un recuerdo persistente que rondaba en su mente: el de tener que huir de los hombres que intentaron matarlo.

«Debes huir de aquí, no dejes que te atrapen».

Aun escuchaba aquella voz que le advertía, lo que también venía acompañado de la sensación de miedo y la mirada del hombre gentil.

Estaba cansado de huir.

—¿Sabes su nombre? —preguntó tras meditarlo.

Ella llevó su mano hacia su frente, negando con la cabeza.

—Olvidé averiguarlo.

—Pueda que solo esté interesado en las rosas, o que simplemente esté buscando a alguien más, no necesariamente debo ser a mí a quien busca —indicó seriamente, esperando que fuera esa última opción.

Él no deseaba recordar su vida anterior.

—Mañana podríamos ir juntos, le diré a Luhan que nos acompañe —expresó animadamente—. Puedes verlo desde una distancia prudente y tú decides si te acercas a él o no.

Asintió levemente, agradeciéndole a su amiga.

***

Pasaron unos días en los que no pudo salir de su casa debido a las tormentas de nieve que habían bloqueado los caminos. Esta vez el clima mejoró y había accedido a ir al pueblo, sin embargo, decidió quedarse cerca del lago helado, sin intenciones de conocer a la persona que había preguntado por él.

No tuvo necesidad de ir a su encuentro, luego que aquel hombre lo encontrara. 

Al verlo, sintió algo extraño en su pecho, una especie de revoloteo que no pudo comprender. Pese a esta sensación y aunque sus manos temblaban, desenvainó su espada sin poder apartar sus ojos de aquella mirada triste que le devolvía el joven alto de piel levemente morena. Sintió también ganas de llorar junto a él ¿por qué? No se entendía y eso le molestaba.

El otro hombre ni siquiera intentó defenderse cuando la punta de la espada tocó su pecho, parecía dispuesto a morir allí como un mártir. Guardó su espada, sintiéndose culpable por amenazarlo, y al mismo tiempo irritado, ya que ni siquiera podía responder a sus preguntas. Luego el extraño dijo su nombre, su corazón aturdido no podía asimilarlo, pocas personas lo sabían. 

Cuando Sòng Qiàn apareció, se sintió seguro, esperaba que ella pudiese aclararle pero solo lo confundió más. Ahora el desconocido le decía que en realidad se llamaba Do KyungSoo, por lo que negó y le mostró el anillo con el nombre grabado allí: Kim JongIn.

De repente este extraño se le acercó y lo tomó entre sus brazos. Su primer pensamiento fue golpearlo por atrevido y zafarse de su agarre.

—Te he encontrado —susurró en su oído.

Su voz le hizo erizar, mientras su corazón seguía retumbando en su pecho. No sabía cuántas veces había añorado escuchar esa simple oración.

A pesar que no tenía idea de la persona que se aferraba a él como si fuese una clase de tesoro y lloraba sobre su hombro, se sintió como si finalmente estuviese protegido, que no tenía que seguir huyendo porque había alguien a quien le importaba. Cerró los ojos y acomodó mejor sus brazos rodeando la cintura del más alto.

Fue el primero en alejarse, no se había dado cuenta que también había derramado un par de lágrimas. Observó con detenimiento al extraño que decía llamarse Kim JongIn, pero nada en su apariencia le resultaba familiar; sin embargo, no podía ocultar que algo había removido en su interior cuando lo abrazó.

—Realmente no me recuerdas —manifestó manteniendo un semblante triste.

No quería que se sintiera de esa manera, parecía que esta persona no había sonreído en mucho tiempo y se sintió mal al respecto.

—Lo siento.

—Wow, Nini no suele disculparse —exclamó su amiga que había estado callada.

—Parece que no has cambiado mucho —expresó el otro hombre con una pequeña sonrisa.

—Me alegra escucharlo.

—Iré a buscar a mi hermano —dijo Sòng Qiàn con una extraña sonrisa que no comprendió—. Ustedes dos tienen mucho por hablar.

Su amiga se acercó al más  alto y le dio una palmadita en su hombro, diciéndole:

—Él puede ser un poco difícil, tenle paciencia.

Quiso objetar ante aquella afirmación, no quería dar la imagen equivocada, pero no lo hizo, puesto que JongIn lo observó y le sonrió animadamente, provocando que sus mejillas se sonrojaran al instante. Ahora que realmente se detenía en su aspecto, le resultaba bastante atractivo.

—Y tú, amigo —le dijo—, parece que has encontrado donde perteneces. Confía en mí, este hombre es quien te ha estado buscando y sus intenciones son buenas. —Sòng Qiàn le aseguró y se despidió allí.

—¿Así que dices realmente conocerme y que mi nombre no es  Kim JongIn? —indicó al cabo de un par de segundos en los que permaneció en silencio.

Volvió a sentarse e invitó al otro hombre para que lo acompañara y así lo hizo.

—Sé quién eres y donde perteneces —manifestó tranquilamente.

Asintió, girando su cuerpo para ver directamente su rostro. No le daba la sensación que mintiera, pero no podía fiarse del todo.

—¿Quién se supone que soy? —Reuniendo todo el valor, se animó a hacer la pregunta más importante.

Estaba temeroso a su respuesta, no quería que le confirmara sobre una vida miserable.

—Eres Do KyungSoo del reino de Kairos.

Ya le había mencionado esto, sin embargo, al escuchar aquellos nombres por segunda vez, le resultaban familiares, los había escuchado antes. Su frente se arrugó cuando algo recordó.

—¿Kairos? —Miró directamente a Kim JongIn—. ¿No es ese el reino donde un joven príncipe murió? —Él había escuchado aquellos rumores años atrás, por esa razón el nombre del reino era ya conocido para él.

El otro hombre tardó en contestarle, parecía pensativo y eso no le agradaba.

—El príncipe no murió —aclaró—. Fue arrebatado del palacio por unas personas que querían dañar a toda la familia —indicó firmemente luciendo tenso por un segundo.

Asintió reorganizando toda la información en su mente. Ahora que se adentraba en sus recuerdos, también había otros rumores sobre ese príncipe, que decían que había logrado escapar de sus captores pero que nunca fue encontrado. Una conjetura se formó en su mente, algo demasiado fantasiosa para decirla en voz alta, por lo que solo sacudió la cabeza

—¿En qué estás pensando? —JongIn que había estado muy atento a sus expresiones, le preguntó curioso.

—Sonará como uno tontería —dijo intentando restarle importancia— y te pediré que no te burles ¿de acuerdo?

Esperó a que asintiera para continuar:

—Es ridículo, pero... ¿Puede ser que yo sea el príncipe de Kairos?

Lo que esperaba era que JongIn empezara a reír, después de todo era una tontería. En lugar de eso, él asintió.

—Eres Do KyungSoo —continuó mirándolo a los ojos—, el príncipe de Kairos.

Pestañeó repetidamente negando con la cabeza, intentando en más de una ocasión decirle que no jugara con eso, pero ninguna palabra salió de sus labios. Empezó a reír histéricamente, era ridículamente divertido, de ser un donnadie prófugo, resultaba que tenía un reino en tierras lejanas. No fue un pobretón abandonado, la realeza era su familia, la sangre azul corría por sus venas.

—Debes estar bromeando.

Empujó juguetón a JongIn quien seguía mirándolo tranquilamente sin un ápice de burla.

—No lo estoy. Tú eres el príncipe que ha estado perdido por diez años.

En ese momento sintió como todo lo que había construido, desde su imagen frente al espejo, sus prejuicios, sus convicciones, hasta lo que pensaba de él, se convertían en un vil engaño, estallando en su cara. Sus lágrimas volvieron a salir, descontroladas, esta vez no podía detenerlas y no quería hacerlo. Los brazos de JongIn estaban allí, reconfortándolo, brindándole entre sus brazos la calma que necesitaba, se sintió una vez más protegido; aunque no lo recordara, le inspiraba confianza como nunca nadie lo hizo.

—He vivido escondiéndome todo este tiempo —dijo entre hipidos, limpiando las últimas lágrimas con el pañuelo de JongIn—, pensando que no había nadie que se preocupara por mí —Nadie que lo haya buscado, pensó—. Y resulta que soy el príncipe perdido, tal vez la persona más buscada y nunca lo supe. —Finalizó con una pequeña sonrisa, pero sus labios temblaban, por lo que debía verse horrible.

—Lo siento, lo siento tanto Soo. No debí tardarme tanto —confesó JongIn luciendo aturdido.

Se sentía tan mal al verlo cargar con aquella culpa. KyungSoo levantó la mirada y se atrevió a pasar su mano por su mejilla; JongIn no se alejó de su toque, por un segundo se cuestionó lo cercanos que debieron ser.

—¿Por qué haces que mi corazón duela?

***

Había pasado cincos días tras descubrir que en realidad era un príncipe, a veces se preguntaba si estaba sucediendo, que no se trataba de un sueño o tal vez de una estafa... Desechó sus pensamientos pesimistas y esperó ansiosamente la llegada de JongIn a su casa, como lo había estado haciendo en los últimos días.

Tenía entre sus manos el diario que le había regalado, con el fin que anotara allí todo lo que creyera eran recuerdos. KyungSoo se había sentido bastante mal, tras confesarle que nunca había intentado hacer que sus memorias volvieran, por el miedo de no saber lo que le depararía una vez descubriera quién era. Por lo que ahora que sabía que era un príncipe y que tuvo una infancia feliz, estaba más que entusiasmado en descubrir todos sus recuerdos.

Escuchó la campanilla de la puerta y se levantó de inmediato, sonriendo alegremente cuando el hombre guapo entró a su hogar. Al darse cuenta que lucía demasiado feliz con su presencia, intentó controlarse para no verse tan emocionado como en realidad lo estaba.

—Hola KyungSoo —JongIn le saludó luciendo animado al verlo.

Sabía que él era el consejero real, KyungSoo hubiese pensando que también pertenecía a la realeza porque en verdad que era muy guapo, con su altura y su carisma podía pasar fácilmente como un príncipe... o incluso un rey. Sus mejillas se sonrojaron debido al curso de sus pensamientos y era un tonto porque se había quedado mirándolo sin saludarlo de vuelta.

—Hola JongIn ¿Cómo estás? —dijo pausadamente llevando sus manos hacia su espalda erguida.

El aludido lo miró sorprendido y KyungSoo soltó una risilla totalmente avergonzado. Sabía que le gustaría lo que había estado ensayando.

—¡Estás hablando en nuestro idioma! —exclamó emocionado.

—Sí, desde que me dijiste aquellas frases en nuestra lengua natal, empecé a practicar y  este es el resultado —añadió tímidamente.

Aún se sentía extraño aquel idioma en su lengua, sabía que no era muy fluido y que cometía algunos errores, pero estaba dispuesto a seguir practicando.

—¡Eso es genial! Ya estás recordando.

JongIn dio un paso hacia adelante y lo abrazó cariñosamente, los dos estaban bastante emocionados y KyungSoo mantuvo los ojos cerrados mientras duró el momento íntimo, aspirando el aroma a jazmín de su cabello. Cuando se soltaron, notó un sonrojo en las mejillas del más alto y eso le pareció demasiado adorable.

Se sentó en la silla del comedor esperando a JongIn en la cocina, luego que insistiera en preparar la merienda; por lo que KyungSoo se encontraba ojeando su diario, el cual estaba lleno de dibujos que había elaborado cuando algo venía a su mente en esos últimos días, esperando que fueran fragmentos de su antigua vida. Principalmente eran bocetos de diferentes flores, especialmente de rosas y claveles; incluso había dibujado coronas de flores, también un jardín inmenso de pinos y arbustos que tomaban las formas de arcos en la parte superior.

JongIn le había comentado tras ver sus bocetos, que desde temprana edad le interesó la jardinería, disfrutaba estar en los jardines del palacio rodeado de flores; además había hecho construir un invernadero para mantener las rosas blancas florecidas durante el invierno. No se sorprendió porque siempre había sentido una conexión con las flores, en especial con las rosas blancas, era algo que le daba tranquilidad y disfrutaba cuidar, por lo que al escucharlo, le alegró saber que sus gustos no habían cambiado.

—¿Qué quieres saber hoy? —le preguntó JongIn luego de tomar la tetera y la canasta con la merienda, mientras  se dirigían al invernadero ubicado a unos metros de su casa.

KyungSoo se sentía tranquilo allí, él había construido aquel lugar con la ayuda de Sòng Qiàn y Luhan, su hermano. En el sitio había una mesa de madera y un par de sillas, así podía admirar sus hermosas rosas y claveles.

—¿Tuve mascotas? —preguntó curioso tras sentarse.

—Uhmm no —respondió mientras servía el té.

—Oh —exclamó desanimando. Pensó que había tenido un perro maltés negro.

—Siempre quisiste tener un maltés negro —informó JongIn.

—Pero Junmyeonnie es alérgico —complementó KyungSoo sumido en sus pensamientos, sin darse cuenta lo que había dicho.

—¡Eso es correcto!

Se alegró al saber que un recuerdo había llegado a sus labios, inconsciente de esto.

El príncipe no era que recordara a su hermano mayor —lastimosamente—, JongIn le había mencionado que tenía uno, y desde entonces, se encariñó con el nombre de Junmyeon, porque le parecía que lo estimaba. Le era extraño cómo su mente funcionaba, sin recordar rostros pero asociando su nombre a una agradable sensación. Tomó el diario y dibujó con una pluma de punta fina, el perro que había pensado que tenía.

Durante la tarde, KyungSoo estuvo recordando otros detalles gracias a la ayuda de JongIn, los dos se emocionarían cada que algo hacía clic en su memoria  y corría a anotarlo en su diario, aunque solo fueran pequeñas cosas, como su comida favorita, el instrumento que solía tocar, o que su cabello solía ser castaño claro...

—Cuando nos encontremos en Kairos, de seguro recordarás más —Lo animó JongIn mirando hacia las montañas del norte.

KyungSoo asintió encantado, aunque tampoco quería alejarse de ese sitio, había construido algo allí, y se sentía seguro  al sur de aquel reino. Abrió grande los ojos, lo había olvidado por completo, aún conservaba la pequeña caja que tenía en la parte inferior, una inscripción: «viajemos al sur», aquella caja junto al anillo, era lo único que tenía de su antigua vida. Debido a aquella frase, fue la razón por la que continuamente viajaba hacia el sur, esperando que alguien lo estuviese esperando, claramente nunca sucedió.

—¿Qué sucede, Soo, acaso recordaste...? —preguntó JongIn al notar su agitación.

—¿Sabes por qué quería ir al sur? —preguntó, su frente se arrugaba pensando en lo que significaría—. ¿Qué había en el sur?

Los ojos de JongIn.

KyungSoo percibía que su respuesta revelaría aquello que no quería saber aún, le aterraba recordar sobre aquel trágico día.

—Querías huir al sur, KyungSoo. Me lo confesaste, tú... —JongIn se detuvo inseguro de continuar, mordiendo su labio inferior.

El príncipe sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, no debió preguntar, no se sentía seguro ahora. JongIn acarició suavemente  su mejilla, la pequeña sonrisa que se asomaba en sus labios tenía un tinte melancólico.

—Tenías miedo, Soo, creías que lo mejor era huir.

—Y vaya que lo hice —comentó cabizbajo—. Es mejor que terminemos por hoy, JongIn —añadió visiblemente desanimado.

—Está bien, no pienses demasiado en ello.

JongIn se despidió con un beso sobre la cima de su cabello. El clima era helado y se avecinaba una tormenta de nieve.

No se sentía feliz al recordar sobre aquel crucial momento, ahora que estaba solo se sintió con miedo, podía llamar a Sòng Qiàn para que lo acompañara, pero no quería importunarla. Se encontraba tenso, así que decidió arroparse, cerrar los ojos e intentar descansar. 

Al cabo de un rato, le sorprendió escuchar un repiqueteo fuera de su casa, se sentó de inmediato y estaba a punto de tomar su arma que guardaba dentro de la mesa de noche, cuando escuchó una voz familiar.

—KyungSoo, soy yo, JongIn.

Suspiró aliviado y se apuró a abrirle la puerta. JongIn estaba temblando del frío, su nariz estaba roja y había un rastro de nieve sobre su gruesa capa.

—La carretera está bloqueada... Yo quería saber si puedo pasar la noche aquí —agregó tímidamente.

—Por favor. —KyungSoo lo abrazó con fuerza.

Luego de ese momento, intentaba rehuirle a su mirada, sus nervios se apoderaron de él, aparte que sus mejillas seguían enrojecidas y no quería que él lo descubriera.

Permanecieron en silencio mientras reunía algunas sabanas, cobijas y almohadas, convirtiendo su sofá en una cama para su invitado, todo esto ante su intensa mirada. Acto seguido, le entregó un par de prendas térmicas que de seguro le quedaría bien a JongIn, ya que eran bastante grandes para él.

—Espero no te moleste —indicó señalando a la chimenea en la sala que permanecía encendida.

Negó con la cabeza y le agradeció su hospitalidad con una bonita sonrisa, haciendo que su corazón latiera acelerado

—Descansa —dijo JongIn.

Presuroso se adentró a su habitación, dejando la puerta entreabierta para que entrara un poco de luz.

Se acercó hacia la mesa al lado del cama, revolviendo entre los cajones, hasta que encontró, la pequeña caja de nácar, tan pequeña que cabía perfectamente en su mano, sus bordes eran dorados y sobre los laterales, se apreciaban flores de tonos pasteles finamente pintadas, no había nada su interior, por último corroboró en la parte inferior el mensaje que recordó anteriormente: «viajemos al sur».

Dejó la caja sobre la mesa e intentó dormir.

***

KyungSoo se removió de un lado para el otro en la cama, su cuerpo estaba sudoroso. El recuerdo de aquella trágica noche lo perseguía en sueños y no podía despertar...

Había sido despojado de su ropa y dejado solo con un delgado camisón que rebelaba sus piernas, bajo el helado clima. Uno de ellos, entre empujones e improperios lo escoltó hacia uno de los árboles del bosque y lo amarró a este. No había más lágrimas que salieran de sus ojos, la angustia carcomía su corazón, el frío era infernal y quienes lo mantenían retenido se burlaban de su familia, regodeándose de sus muertes y lo que hicieron con sus cuerpos; sabía que no era cierto, aun así, dolía más que sus heridas físicas. Bajó la cabeza, observó los dedos de sus pies desnudos estaban de un tono casi azulado, mientras sus manos seguían entumecidas, sus ojos ardían, por lo que prefirió cerrarlos fuertemente mientras su cuerpo era sacudido por espasmos debido al clima.

Se sintió desfallecer, cuando uno de ellos lo tomó de su mentón y le obligó a verle. El asqueroso hombre puso su mano sobre su rodilla, ascendiendo lentamente, siendo animado por los otros de sus compañeros. Ellos hablaban sobre usarlo, sintió vergüenza que su cuerpo fuese tocado de esa manera tan vulgar, lo sentía por JongIn, no quería que supiera que su cuerpo fue corrompido. Aquellas manos ásperas ascendieron hasta sus muslos. KyungSoo llamó a la muerte para que llegara rápida e indolora.

Sucedió algo que no esperaba, escuchó disparados y el hombre cuya mano estaba sobre su intimidad, gruñó profundo, alejándose.

—Por favor despierta.

Había un hombre que le miraba preocupado, KyungSoo se aferró a él y...

Es una pesadilla, KyungSoo despierta, por favor. Abre los ojos.

Él lo hizo, su cuerpo seguía temblando, KyungSoo vio frente a él, al hombre gentil quien lo rodeó entre sus brazos.

Señor JongWoon es usted, pensé que moriría —KyungSoo, aun pensando que seguía reviviendo la pesadilla, enterró su rostro sobre su pecho y se sintió protegido.

—Ahora estás bien, estás a salvo.

JongIn tembló al escuchar el nombre de su padre salir de los labios del príncipe, quien volvía a dormir entre sus brazos, así que se mantuvo despierto velando su sueño. No olvidaría tan fácil la expresión aterrada, ni sus gritos que lo despertaron en medio de la noche.

Su padre había fallecido el mismo día que KyungSoo le fue arrebatado, solo unas horas más tardes, cuando los primeros rayos del cielo aparecieron, su cuerpo fue hallado al interior del bosque negro, bajo capas de nieve, junto a los cuerpos sin vida de los rebeldes que secuestraron a KyungSoo, todos yacían allí, excepto por el príncipe.



***



Las tres noches siguientes sus pesadillas fueron más intensas, por suerte JongIn estaba allí para consolarlo y ser paciente con él, hasta que al cuarto día, reuniendo todo el valor, KyungSoo le reveló lo que su mente había estado recordando sobre su secuestro y huida, allí se enteró que aquel hombre gentil que le había ayudado a escapar, se trataba del padre de JongIn, su salvador; no podía negar el parecido de los dos hombres.

Una semana después, KyungSoo lucía mejor, sin la sombra lúgubre que lo había acompañado esos días cuando los recuerdos de aquellas jornadas tras su secuestro, llegaron tan claras a su mente. 

JongIn prácticamente se había instalado gradualmente en su casa, al punto en el que no se dio cuenta el momento en el que preparaban juntos el desayuno para luego dedicarse a diferentes tareas en el hogar como si fuera un matrimonio, no podía negar que le hacía sentir cómodo, como si lo conociera de toda la vida, aunque técnicamente así era, pero para él todo con JongIn era nuevo.

En esa tarde, su amiga Sòng Qiàn lo visitaba para cerciorarse que estuviese bien, KyungSoo había estado comentándole sobre los avances en la recuperación de su memoria; ella se encontraba bastante entusiasta y se lo hizo saber en más de una oportunidad.

KyungSoo sabía que pronto, con la llegada de la siguiente estación debía partir hacia su primer hogar. Su amiga estaba bastante feliz por él ¿y cómo no? Si resultaba ser íntima del príncipe de Kairos, comentaba ella entre risas.

—¿Así que tú y JongIn...? —preguntó arqueando una de sus cejas.

Sus mejillas se sonrojaron con solo su mención, aun así, intentó no verse afectado.

—JongIn y yo ¿Qué?

—Oh, vamos Nini —exclamó con ojos divertidos y bajo un tono jovial—. Tú tienes un anillo de compromiso con su nombre y estoy segura que él debe tener un anillo igual con tu nombre.

KyungSoo negó tímidamente.

—No sé si es un anillo de compromiso. —Estiró su brazo extendiendo sus dedos hacia el cielo gris.

Una imagen llegó a su mente, un par de manos entrelazadas, casi podía jurar que la otra mano era la de JongIn. En seguida, empezó a dibujar algo en su diario, bajo la atenta mirada de su amiga.

«¿Podía ser que JongIn fuera su prometido o que ya estuviesen casados?»

Aun cuando el clima seguía siendo frío, empezó a sentir calor desde su rostro tras su último pensamiento, aunque era bastante improbable que se haya casado a los ¿14 años?

—Así no estén comprometidos, no podemos negar la manera en que te mira —comentó.

KyungSoo alzó la vista de su diario, frunciendo el ceño sin entender a qué se refería.

—JongIn parece derretirse cada vez que te mira —agregó ella al ver su confusión—, y vaya que siempre te está mirando.

—¿En serio? —preguntó sin poder creerlo.

—¿Acaso eres ciego, niño?

Kyungsoo empezó a reír tras ser reprendido.

—Le gustas a JongIn y aunque tú no lo recuerdes, parece que a ti también te atrae.

Bajó la mirada tímidamente mordiendo su labio, tampoco lo negó.

—Hablando de... —susurró mirando hacia la entrada del invernadero.

KyungSoo se sobresaltó de su silla al girar su cuello y ver a JongIn con una cálida sonrisa mientras se acercaba. Había estado un par de horas por fuera comprando provisiones para el hogar.

—¡JongIn! —Sòng Qiàn saludó enérgicamente—. Justo estábamos hablando de-.

KyungSoo amplió sus ojos con una expresión de pánico que cruzó su rostro.

—Hola JongInnie —dijo tímidamente poniéndole fin a lo que sea que diría su amiga.

El recién llegado saludó a su amiga primero y cuando su mirada se posó sobre él saludándolo cálidamente, su sonrisa pareció hacerse más grande llegando hasta sus brillantes y pequeños ojos achocolatados, provocando que las mejillas de KyungSoo se ruborizaran ante la imagen del otro y que sus labios tomaran esa forma de corazón tan encantadora.

Un para nada sutil carraspeo lo hizo salir de su burbuja, al igual que JongIn, quien dejó sobre la mesa algunos bocadillos que compró en la tienda.

—Wow, ¿cómo supiste que son los favoritos de Nini? —preguntó su amiga impresionada.

El recién llegado solo se encogió de hombros, pasando una mano por detrás de su cuello, Sòng Qiàn le invitó a sentarse en la silla disponible, en tanto KyungSoo disfrutaba de uno de los bocadillos, deleitándose en su sabor.

—Solíamos comer algo similar cuando éramos niños —comentó relajadamente—... ¿Y de qué estaban hablando?

KyungSoo por poco se atoraba con el bocado en su boca.

—Bueno, le estaba hablando sobre el amor —mencionó la mujer.

—¿Amor? —preguntó JongIn extrañado.

—Sí, quería saber si su hermano mayor ¿Junmyeon? Está soltero, tal vez pueda que se enamore de mí cuando KyungSoo me lo presente.

El príncipe se relajó tras escuchar a su amiga.

—Oh, lo lamento Sòng Qiàn —respondió JongIn luciendo apenado—, pero el príncipe heredero ha estado comprometido desde hace varios años con una duquesa del reino vecino.

—Es una lástima ¡Hablando de compromisos! —exclamó.

KyungSoo miró con intensidad a su amiga, diciéndole a través de los ojos que no fuera a decir algo imprudente.

—Tengo un compromiso que atender con mi hermano, nos vemos otro día —agregó antes de despedirse.

Se alejó sonriente, pero KyungSoo le estrechaba la mirada en un gesto amenazante. Una vez se dirigió a JongIn su expresión se suavizó y sus mejillas se enrojecieron. Él no se consideraba demasiado tímido, pero con JongIn se sentía como un tonto.

—Gracias por los bocadillos, son mis favoritos.

En seguida KyungSoo tomó uno de la bolsa al mismo tiempo que JongIn y por segundos sus dedos se tocaron y un breve destello llegó a su mente, un recuerdo, ¡un sonriente JongIn deslizando un anillo sobre su dedo! Abrió grande los ojos cuando se dio cuenta de lo que eso significaba.

—¿Recordaste algo más? —inquirió JongIn curioso tras su reacción.

KyungSoo asintió luciendo sorprendido, miró el último boceto que hizo cuando estaba con su amiga, era una argolla con una flor en el centro, él sabía lo que aquello significaba. Un nuevo recuerdo se sumó al anterior, él le había colocado ese anillo a un joven JongIn ¡Él lo hizo!

—Yo, sí... eh —Señaló nervioso el dibujo del anillo, aún desconcertado con lo que aquello significaba—. He estado recordando sobre un par de anillos ¿Sabes lo que significa? —preguntó mirando a los ojos del otro hombre.

La mirada del más alto pareció decaer, notándose nostálgico.

—Hice este anillo para nosotros ¿verdad? —insistió.

JongIn asintió levemente, las lágrimas que intentaba retener producían un brillo triste en su mirada.

—Los anillos eran una promesa.

KyungSoo empezaba a extender aquel recuerdo en su cabeza, él le entregó el anillo durante una tarde de verano mientras veían las nubes, su versión más joven los había hecho con un par de ramas-.

—Nos comprometimos en matrimonio —susurró KyungSoo con las lágrimas saliendo de sus ojos—. Te dije que serías un hombre guapo, veo que no me equivoqué. —Su voz se quebró intentando reír cuando más de esos recuerdos con JongIn aparecían en su mente.

Sus manos se entrelazaron y sus frentes se juntaron.

—Y me convertiría en el esposo de Do KyungSoo —murmuró con sus labios apenas rozándose.

KyungSoo cerró los ojos, en tanto JongIn posó sus manos sobre sus mejillas cuando sus labios se tocaron y delicadamente  compartieron un tímido beso, que lo fue inundando de sensaciones cálidas que invadieron su pecho. Los labios de JongIn se sentían tan suaves  contra los suyos, como pensó que lo harían. Se detuvieron por un par de segundos, KyungSoo más audaz ladeo su cabeza y profundizó el beso, haciendo que las sensaciones se intensificaran.

Cuando los besos entre suaves y profundos mermaron, KyungSoo lentamente abrió sus ojos y encontró a JongIn llorando mientras sus frentes seguían tocándose.

—No llores, por favor —pidió el príncipe.

JongIn rio incluso cuando dos lágrimas rodaban por sus mejillas.

—Me haces muy feliz, Soo.

Los dos se abrazaron, KyungSoo se sentía abrumadoramente feliz con algunos de sus recuerdos derribando aquel muro gris que se encontraba al interior de su cabeza. Era extraño cómo estos recuerdos que ahora aparecían tan claros en su mente, se abrían paso hacia su corazón. Sabía que le gustaba JongIn, pero ahora tenía la certeza que era más profundo que un solo gusto.

KyungSoo observaba sus manos entrelazadas y algo le llamó la atención.

—¿Dónde está tu anillo, Kim JongIn? —le reclamó al observar su propia argolla, con la que JongIn en ese día le había pedido formalmente ser su esposo.

—Aquí —señaló hacia su pecho con la otra mano—. Lo he mantenido siempre cerca de mi corazón.

Deslizó de su cuello una pequeña cadena y allí estaba el anillo que se complementaba con el que él tenía en su dedo.

Sus manos se desajustaron, así que KyungSoo delicadamente le quitó la cadena y sostuvo el anillo.

—¿Puedo?

JongIn asintió, KyungSoo por tercera vez en su vida, deslizo el anillo en el dedo anular de su prometido, luego de este pequeño pero valioso acto, sus miradas se encontraron, los ojos del más alto brillaban.

—Creo que te amo, JongIn —afirmó con una sonrisa y sus lágrimas saliendo.

—Yo te amo, Soo. Nunca lo he dejado de hacer.

***

7 meses después

KyungSoo abrió los ojos y se sobresaltó de inmediato, había un rostro muy cerca al suyo. No esperaba  que al despertar lo primero que viera fuera su cara tan cerca a la suya.

—No quise asustarte.

—Pues lo hiciste. —Se quejó Soo mimado intentando sentarse en su cama.

—Es que no me acostumbro que mi hermano esté aquí —explicó Junmyeon tímidamente— me sigue pareciendo un sueño, así que tengo que venir a tu habitación para comprobar que  es cierto.

KyungSoo se sintió mal tras la confesión de su hermano, así que lo abrazó.

—Estoy aquí, Junmyeonnie —señaló dulcemente—. He regresado a casa.

Llevaba más de un mes desde que regresó a su hogar, fue extraño, triste, melancólico y feliz; toda una mezcla de emociones y memorias que aparecían en su mente cuando llegó a Kairos de la mano de su prometido. Nadie podía creer que realmente estaba allí, en especial su padre, quién se sentía devastadoramente culpable y ese mismo día había removido su placa del panteón familiar. Fue conmovedor con muchas lágrimas de por medio.

Kyungsoo aún no se acostumbraba a tener una habitación tan amplia como esa, a que su cama permaneciera caliente, que ya no debía cocinar para él, ni siquiera vestirse por sí mismo, aunque esto último había pedido que no lo siguieran haciendo.

—Te amo, KyungSoo —dijo Junmyeon sollozando con su cara escondida en su pecho.

—Yo también te amo —agregó KyungSoo rodeando a su hermano, quien prácticamente se acurruco sobre él como un pequeño niño, haciéndolo sonreír.

Sus recuerdos con su hermano habían estado regresando lentamente en ese último mes.

El príncipe acarició su cabello azabache, pensando en lo difícil que fue para su hermano estos años. KyungSoo se había enterado del delicado estado de salud de Junmyeon, por fortuna, desde hacía unos meses atrás se había empezado a recuperar tras ser atendido por un médico extranjero que se rumoreaba tenía el don de la sanación.

Escucharon unos sutiles golpes en la puerta antes que JongIn entrara a su habitación completamente vestido en un traje formal como consejero real, con su cabello peinado hacia atrás.

Ese hombre sumamente guapo sería su esposo en un par de semanas, a veces KyungSoo pensaba que estaba soñando.

—Su alteza real —JongIn hizo una reverencia hacia el rey de Kairos—. Lamento interrumpir, pero el canciller de Monte Daeri lo está esperando.

—¡Es cierto! Lo olvidé por completo.

Junmyeon se puso de pie rápidamente y salió de la habitación, no sin antes darle un beso en la frente y decirle lo mucho que lo quería.

—Príncipe KyungSoo —lo saludó formalmente haciendo una reverencia.

El príncipe Mordió su labio inferior ante la vista de JongIn, siendo la elegancia en persona.

—Ven aquí, tonto y saluda a tu futuro esposo como se debe —Estiró sus brazos para que se acercara, siendo todo un mimado.

—Como ordene —respondió siguiendo en su papel.

Observó a su futuro esposo arrodillándose en la cama, su mirada profunda sobre él, KyungSoo sintió sus mejillas encenderse. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, compartieron un beso apasionado, JongIn se acomodó entre sus piernas  abiertas y él enrolló sus brazos sobre su cuello acercándolo a él, hasta que el cuerpo del más alto termino sobre el suyo: las manos de JongIn empezaron a acariciar su espalda, KyungSoo gimió bajo ante las sensaciones que le provocaban.

—Hoy te escabulliste muy temprano —Se quejó el príncipe, al recordar haber despertado en medio de la madrugada y encontrarse en una cama vacía sin JongIn.

—Tuve que hacerlo —explicó JongIn acariciando con su índice sus labios que se habían transformado en un mohín—, de lo contrario me descubrirían.

KyungSoo sonrío.

—No importa, ya todos saben que nos casaremos y deben acostumbrarse a que estarás en esta cama.

JongIn lo volvió a besar con ferocidad.

Fue difícil cuando se separaron, el más alto tenía que regresar a sus deberes y KyungSoo debía prepararse para ese día.

—Te veré más tarde Soo —JongIn se despidió dejando un casto beso en su frente.

***

En la tarde, el príncipe y su prometido se encontraron en uno de los jardines del palacio, el cual era muy especial, pues fue allí donde se vieron por primera vez; fue uno de los primeros recuerdos que recuperó una vez llegó al palacio.

El cielo era de un azul brillante con pocas nubes,  KyungSoo se sentía finalmente en paz, miró sus manos entrelazadas suspirando en el acto.

—JongIn me siento muy feliz —dijo de repente.

El mencionado acarició su mejilla.

—Tienes ese brillo en los ojos, Soo. Se te ve radiante.

—No creo habértelo dicho antes, JongIn —reflexionó el príncipe—. Gracias por nunca perder la esperanza. Me salvaste en muchas formas —KyungSoo sonrió aunque había cierto aire nostálgico en su expresión.

JongIn pareció quedar sin palabras y su agarre en sus manos se hizo más fuerte.

—Lo haría todo de nuevo solo por verte feliz, Soo.

Tras unos besos compartidos y las promesas de amor resonando en sus oídos, KyungSoo le entregó la pequeña caja de nácar.

—Debía ser tu regalo de cumpleaños, llega un poco tarde pero aquí está.

—Es muy bella, KyungSoo —apreció JongIn—. ¿Vayamos al sur?

KyungSoo asintió una vez JongIn leyó lo que estaba escrito.

—Así es. Por alguna razón las tierras del sur me gustaban. Ahora pienso que en nuestra luna de miel, podremos ir  a nuestro hogar y estaremos solo los dos —agregó lo último dando pequeños besos en los labios cerrados de su prometido—. ¿Qué dices?

—Que acepto —mencionó antes de profundizar el beso.

—Ahora abre la caja —le indicó sonriente.

JongIn lo miró sorprendido al encontrar un par de anillos en su interior.

—Parece que teníamos los mismos planes aquella vez —comentó relajadamente—, lo estuve recordando en estos días y los anillos seguían en la cajita musical de la abuela—. ¿Te comprometes conmigo por tercera vez? —propuso Soo sonriendo ampliamente.

—Las veces que sean necesarias solo si tú serás mi esposo —contestó solemne.

JongIn lo besó dulcemente, los dos sumamente enamorados y con sus corazones dichosos. Fue un largo camino para volverse a encontrar.

—No quiero esperar más, JongInnie. ¡Casémonos hoy mismo! —soltó caprichoso.

JongIn inmediatamente se puso de pie y con una sonrisa brillante, le extendió una mano para él.

—Tenemos una boda que atender.

KyungSoo sujetó su mano y entre risas se puso de pie.

Realmente se casarían ese día.

° • Fin • °



Espero les haya gustado esta corta historia  💖 les agradezco por sus votos y comentarios 💖.

Nos leemos en una próxima historia.

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