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27 [Inicio de algo grande]

El aire del bosque estaba fresco, pero el ambiente entre Hinata y Hamaki tenía un ligero tinte de tensión, mientras el grupo de Neji observaba en silencio a unos metros de distancia...

Hinata, con los brazos cruzados, miraba a su abuela con el ceño fruncido; su mirada acusadora se clavaba en la "culpable". Hamaki, por su parte, reía nerviosa, como una niña atrapada en una travesura. Ya se había reunido con su otra mitad, pero eso no ayudaba mucho a suavizar la situación.

—Abuela... —comenzó Hinata, su voz cargada de paciencia contenida—. ¿Quieres explicarme qué fue exactamente lo que hiciste en la base rebelde? ¿Acaso fuiste a pelear? ¿Un clon? ¿En serio? ¿Vestimenta de pelea? ¿Hiciste un escándalo?

Hamaki levantó la vista lentamente mientras mantenía su expresión nerviosa. Su rostro mostraba un intento genuino de disculpa, pero la sonrisa traviesa delataba su naturaleza.

—Bueno, no fue nada demasiado grave... —empezó con una voz titubeante, levantando el dedo índice—. Solo quería probar algo... ¡Ver cómo están preparados para los problemas grandes! Es decir, Naomi está por todas partes, y una base rebelde necesita estar lista para cualquier cosa. Si voy a ser su maestra, necesitaba conocerlos y saber en qué nivel están.

Hinata la fulminó con la mirada.

—Pudiste avisarme —dijo con un tono más bajo, pero lleno de reproche—. Al menos podríamos haber organizado algo más controlado. Las cosas pudieron haber escalado... Y lo hicieron. Hasta Natsu y los pecados capitales terminaron involucrados.

Hamaki se rascó la nuca con una risa nerviosa.

—Jeje... Bueno... sí, no lo planeé muy bien. Improvisé mucho. Pensé en esto como un juego.

—¿Un juego que hizo que todos los rebeldes usaran todas sus fuerzas contra ti?

—Eh... Sí, supongo que lo fue...

Hinata dejó escapar un largo suspiro mientras cerraba los ojos, intentando contener su frustración.

Hamaki levantó las manos con una sonrisa apaciguadora.

—Lo sé, lo sé, fue una mala idea. Pero en mi defensa, la base está reconstruida. Pude conocer a mis futuros alumnos, ver de lo que son capaces y en qué nivel están. Hina-chan, estamos mejor de lo que pensaba. Creo que, con su ayuda, hay esperanzas para el futuro.

Hinata respiró profundamente y abrió los ojos para observarla. Sabía que las palabras de Hamaki tenían un propósito genuino, aunque el método no hubiera sido el mejor.

—¿Qué viste? —preguntó finalmente, dejando de lado su tono acusador.

Hamaki sonrió y extendió los brazos al aire, como si intentara abarcar la magnitud de lo que había presenciado.

—Es cierto que me dejé llevar, pero vi mucho potencial. Desde los más jóvenes hasta los más experimentados, todos tienen algo que aportar. Sin mencionar que vi unas cuantas almas únicas. Solo necesitan un empujón. En cuanto a Natsu y los suyos, son... interesantes. Hay tanto talento ahí. —Hizo una pausa antes de añadir con una sonrisa tímida—. Admito que también fue algo divertido. Pero prometo no volver a hacer algo así sin consultarlo contigo.

Hinata la miró con una mezcla de resignación y cariño. Aunque estaba molesta, no podía negar que Hamaki no lo hacía con malas intenciones.

—Está bien... Lo hecho, hecho está. Ahora debemos ir a la base y hablar con los rebeldes. Ahora que conocen tu fuerza, será más fácil que te acepten como maestra. Solo... por favor, compórtate.

Hamaki asintió con una gran sonrisa.

—Te prometo que me comportaré esta vez. Palabra de abuela.

Hinata dejó escapar una leve sonrisa, aunque intentó disimularla.

—Más te vale.

Desde su interior, Kurama observaba con una sonrisa burlona.

No puedes estar molesta con ella más de dos minutos, ¿cierto? —dijo Kurama.

Hinata se encogió de hombros.

—Es mi abuela... Aunque se comporte como una niña, está aquí para ayudar. Y sé que entiende la gravedad de lo que enfrentamos.

Te recuerda un poco a él, ¿cierto?

—...

Ambas comenzaron a caminar, con Hamaki tarareando despreocupadamente mientras cargaba una canasta de dulces y regalos.

A unos metros detrás de ellas, Neji y los demás seguían la escena con expresiones de incredulidad.

—En serio, tu abuela está un poco chiflada... —murmuró Kiba.

Neji asintió.

—No te lo voy a negar. Admito que me preocupa que se comporte así. Pero Hinata confía en ella.

Shino, por su parte, permaneció en silencio por un momento antes de hablar.

—No subestimen a alguien por su personalidad. Con frecuencia, las personas más risueñas suelen cargar con los pasados más oscuros. Además, ya sabemos de lo que es capaz. Esta es solo su forma de ser, así convive con la gran responsabilidad que lleva encima.

Kiba asintió, bajando la cabeza pensativo.

—Me recuerda a Naruto. Quién diría que ese payaso enano cargaba tanto sobre sus hombros...

Neji sonrió ante ese comentario.

—Sí... Supongo que su comportamiento es una señal de fuerza ante la adversidad. Se parecen mucho.

Y así, el grupo continuó su camino hacia la base rebelde...

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En la base rebelde...

Se podía ver cómo los pecados capitales estaban en medio de la plaza, mirando en todas direcciones con incertidumbre.

Los civiles caminaban de un lado a otro, con miradas de confusión, como si acabaran de salir de algún trance. Hablaban entre sí sobre lo ocurrido, debatiendo si había sido un sueño colectivo mientras estaban despiertos o algo que realmente había sucedido.

Algunos observaban a Natsu y a los suyos con una mezcla de temor y curiosidad, pero como no había ninguna alerta, simplemente mantuvieron la distancia.

—¿Qué rayos acaba de pasar? —preguntó Kenzo, cruzado de brazos mientras observaba a su alrededor. Se sentía tan confundido como los civiles.

—No lo sé, pero todo esto parece demasiado perfecto —respondió Ohara mientras analizaba los edificios reconstruidos—. Es como si... nada hubiera ocurrido.

—Pero ocurrió —gruñó Kasuma, aún con sus brazos transformados en cuchillas—. Además, nosotros estamos exactamente iguales que antes de que todo se arreglara. Peleamos, usamos casi todo nuestro arsenal, y esa mujer nos hizo parecer unos tontos.

Yatira asintió, mirando a los civiles que comenzaban a acercarse lentamente.

—¿Pero qué piensan ellos? ¿Realmente creen que fue una ilusión? Nosotros somos lo único no alterado... Incluso Yasu fue afectada. —La mujer levantó el cañón de chakra, el cual se había quemado luego del disparo. En efecto, no había sido rebobinado; lo habían disparado.

Natsu permanecía callada, enfocándose en el entorno con una expresión neutral. Aunque su mente estaba llena de preguntas, no dejaba que sus emociones se filtraran a su rostro. Finalmente, Matatabi rompió el silencio en su mente.

Natsu, creo que esto fue más que un simple "juego". Esa mujer... Hamaki... Es la antepasada de Hinata, la general que traicionó a Naomi... —comentó Matatabi.

... Esto es como la describió Neji Hyūga a los altos mandos rebeldes. Con esta habilidad de rebobinar la materia, incluso la energía natural en un radio de 5 kilómetros... Debió ser así como ahuyentó a ese monstruo, Saiko. —La pelirroja llegó finalmente a una conclusión—. Si Hamaki está cerca... Eso significa que Hinata no debe estar muy lejos de ella. Tal vez hicieron esta batalla para poner a prueba a los rebeldes...

—Capitana —llamó Yatira, acercándose—. ¿Qué deberíamos hacer? Ahora todos estamos en el centro de la base... Los altos mandos saben que estamos aquí, y Yasu... Debe estar en otra parte...

Natsu frunció el ceño.

—Hamaki dijo que la esperáramos aquí... Vamos a quedarnos. Los rebeldes no nos atacarán, no les conviene. Pero está claro que todos los que pelearon van a venir aquí en unos segundos. Díganle a Yasu que venga al centro.

Kenzo chasqueó la lengua.

—Lo único que sé es que me dejó como un payaso en el aire. Si vuelve a tocarme, le daré un hachazo en la cara.

Ohara rió ligeramente.

—Tú y yo sabemos que no podrías hacer nada contra ella, ni siquiera rozarla.

Kenzo lo fulminó con la mirada, pero antes de que respondiera, Natsu levantó una mano.

—Suficiente. Lo hecho, hecho está. Cuando Hinata y su abuela lleguen, hablaremos. Necesitamos respuestas... y un plan. Además, si Aneko está aquí, y esa mujer también... Podremos establecer una unión oficial entre asesinos y rebeldes.

Los pecados asintieron, aunque la tensión aún era palpable.

—Aneko... Ahora que la mencionas, ¿dónde estaba esa enana mientras todo el mundo se jugaba la vida? —preguntó Kasuma al aire, mostrando algo de dureza en su expresión.

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En el campo de entrenamiento, se podía ver a Gai junto a su grupo, todos en shock, sus rostros llenos de confusión mientras intercambiaban miradas nerviosas.

Mientras tanto, Aneko permanecía sentada en el suelo, con su característica calma, pensando en algo de suma importancia.

—¿Es mi imaginación o... realmente pasó? —preguntó Ino, rompiendo el silencio.

—No sé qué pensar —dijo Shikamaru, frotándose la sien—. Todo parecía tan real, pero ahora no hay ni un rastro de destrucción, el protocolo alfa desapareció... y estamos donde empezamos. ¿Regresamos en el tiempo?

—Tal vez fue un genjutsu... —aventuró Chōji mientras masticaba una barra de proteína—. Aunque... ¿quién tendría un genjutsu tan masivo?

Lee, sentado en el suelo con la respiración un poco agitada, frunció el ceño. Aún estaba afectado por haber usado la Séptima Puerta contra Aneko.

—¡No importa lo que haya sido! ¡Fue una pelea real! ¡La conexión juvenil entre todos fue más que real! —Pero tan pronto dijo esto, sintió cómo los músculos le ardían.

—¿Tú crees? —comentó Sai, mirando sus manos—. No siento el más mínimo rastro de fatiga. Es como si nunca hubiera peleado... Ni siquiera el chakra que usé, ni mi tinta o pincel parecen haber sido usados...

Sasuke frunció el ceño, reflexionando sobre lo ocurrido.

Si fue un genjutsu... ¿cómo no pude ver nada con mi Sharingan? ¿Quién lo haría? Eso tuvo que ser real si todos lo sentimos...—

—Bien, vamos a calmarnos. Eso fue extraño... pero definitivamente ocurrió, estoy seguro —declaró Gai, aunque antes de que pudieran continuar, alguien más habló.

—Eh... Oigan, tengo una pregunta. Es de suma importancia. —La pequeña voz de Aneko rompió el momento.

Todos giraron hacia la figura menuda, que los miraba con su expresión habitual.

—¡Aneko, ¿se puede saber dónde diablos estabas?! —exclamó Ino, claramente molesta al verla tan tranquila.

Aneko inclinó la cabeza antes de contestar.

—Yo pedí preguntar primero... Es de suma importancia. Pero si quieres saber, pues estaba en un árbol contando, del uno al 180 —declaró con calma.

La respuesta de Aneko cayó como una bomba en el grupo. Por un momento, nadie dijo nada, pero la confusión y la incredulidad se reflejaban en sus caras.

—¿¡Contando!? —exclamó Ino, llevándose una mano a la cabeza—. ¡¿Estás bromeando, verdad?!

Aneko ladeó la cabeza, su expresión tan neutral como siempre.

—No... Estaba contando tres minutos antes de ir a pelear.

—¿¡Dices que estuviste contando segundos mientras todos nosotros nos jugábamos la vida?! ¿Por qué? —gritó Ino.

—Es que Rosita me pidió que no me metiera por tres minutos, y Rosita me cae bien.

—¿¡Rosita!?

—Hamaki. Me pidió amablemente no interferir, y cumplí.

Todos se quedaron mudos mientras Aneko se llevaba una mano al mentón.

Shikamaru se llevó las manos al rostro, respirando profundamente.

—Esto no puede estar pasando... —murmuró—. ¿Harías lo que cualquiera te pida, solo porque sí?

—¿Y por qué aceptarías algo así? —preguntó Chōji, con una mezcla de frustración y confusión—. ¡Estábamos luchando por nuestras vidas! ¿Cómo pudiste quedarte sentada?

Aneko se encogió de hombros.

—Es que me cae bien... —respondió con simpleza—. Y me ofreció comida, mencionó algo delicioso.

Hubo un momento de silencio absoluto mientras todos procesaban esa respuesta.

—¿¡Qué tipo de razón es esa!? —gritó Ino, claramente indignada.

—Calma, Ino... —intervino Gai, levantando una mano—. No lo hizo con mala intención, estoy seguro. Aneko tiene... una forma diferente de ver las cosas. Además, no es buena con las palabras...

—¡Eso ya lo sabemos! —bufó Ino—. ¡Pero esto es ridículo!

Sasuke cruzó los brazos, observando a Aneko con una mezcla de frustración y curiosidad.

—Tú no haces nada sin razón. Aunque tu explicación no tenga sentido, debió haber algo más. Si hubieras sentido un peligro real, habrías intervenido, ¿verdad?

Gai asintió.

—Cierto. Su intuición es muy fuerte y fuera de lo común. Probablemente ya sabía que no había un peligro real.

Aneko asintió.

—Sí... Tampoco es como que me gustaría que se murieran. El cejas me debe comida... Pero Rosita me dijo que nadie saldría herido, y supe que no mentía. Además, su aura me dejaba ver que era buena persona. Decidí confiar.

Lee levantó la mano, señalándola.

—Creo entenderlo, pero deberías ser más cuidadosa al hablar. ¡Esas cosas no se dicen a la ligera, no es juvenil!

vaya... Pensé que yo era torpe socialmente... —pensó Sai mientras miraba a Aneko.

Aneko miró con calma a Lee, inclinando un poco la cabeza.

—Lo tomaré en cuenta... ¿Pero ya puedo hacer mi pregunta? Es de suma importancia —volvió a insistir.

Shikamaru, que ya había comenzado a masajearse las sienes, suspiró profundamente.

—¿Qué pregunta?

Aneko alzó un dedo, señalando hacia arriba como si estuviera a punto de hacer la pregunta del siglo.

—Si conté hasta 173 y el tiempo regresó... ¿Empiezo desde el principio o sigo desde donde me quedé?

El silencio que siguió fue tan sepulcral que nadie se atrevió a contestar.

Ino apretó los puños, temblando de frustración.

—¡Eso no importa, idiota! —gritó, mientras Chōji rápidamente le daba una palmadita en la cabeza y le tapaba la boca, haciendo un gesto de disculpa hacia Aneko, quien parecía no darle importancia.

Antes de que alguien más pudiera decir algo, Gai rompió el silencio con una risa nerviosa.

—Bien, bien, chicos. Creo que hemos tenido suficiente confusión por hoy. Tal vez sea mejor que dejemos esto por ahora, ¿no creen? Mejor vamos a la plaza, como dijo Hamaki...

—Pero mi pregunta... —trató de insistir Aneko, a lo que Sasuke rió ligeramente, tratando de suavizar la situación y siguiéndole la corriente.

—Bueno... Si ella te pidió eso, lo hizo cuando te separaste de nosotros. Y el tiempo se regresó a ahora, antes de separarte. Entonces, teóricamente, jamás te pidió los tres minutos, por lo que no tienes que contar de nuevo.

Aneko cambió su mirada por una de comprensión mientras asentía.

—Cierto, cierto... Eres muy inteligente —declaró con honestidad, mientras los demás veían la situación como algo ridículo.

Y así, mientras otros como Jiraiya, Tsunade y Romura reflexionaban sobre lo ocurrido, todos llegaron a la misma conclusión: debían esperar a Hamaki en la plaza.

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Mientras… en otro lugar, bajo la luz del atardecer.

La cueva de las serpientes Ryūchi estaba irreconocible. Lo que una vez fue un lugar lleno de misticismo, cubierto de niebla y coronado por la inmensidad de las serpientes que lo habitaban, ahora era un campo de destrucción y desolación.

Trozos de serpientes gigantes yacían esparcidos por todas partes; su sangre oscura y espesa empapaba las paredes y el suelo. Algunos restos aún parecían moverse, una agonía prolongada de las criaturas que alguna vez dominaron este santuario.

En medio del caos, Saiko estaba de pie sobre los restos de lo que parecía ser una de las serpientes líderes. Sus ojos brillaban con un fulgor depredador, mientras de su brazo emergía una gran aguja filosa que se clavaba en la criatura inmóvil. La carne y la energía vital de la serpiente se drenaban rápidamente, siendo absorbidas en su cuerpo.

El sonido de la carne desgarrándose y los fluidos siendo drenados resonaba en la cueva, creando una sinfonía macabra que incluso el silencio del lugar no podía ignorar.

Cuatro figuras observaban en silencio.

Kaguya se cubrió la boca con desagrado.

—Esto es… repugnante. No hay otra palabra para describirlo.

Saiko, sin siquiera mirarla, dejó escapar una risa baja, cargada de satisfacción.

—¿Repugnante? Cada fibra de esta criatura, cada gota de su energía y genoma, ahora forma parte de mí. Esto es evolución —declaró mientras terminaba su festín y caminaba hacia la salida de la cueva.

Isshiki se cruzó de brazos, observándola con frialdad.

—No es tan diferente de lo que hacíamos los Ōtsutsuki, Kaguya. Consumir para fortalecerse es un principio básico de la supervivencia.

Kaguya le lanzó una mirada afilada, su rostro mostrando un asco aún mayor.

—Una cosa es consumir, Isshiki, y otra es convertirlo en un espectáculo grotesco como este. ¿Acaso no tienes ningún límite, Saiko?

Saiko se giró hacia Kaguya, limpiándose los labios con la lengua, como si disfrutara de la situación.

—¿Límites? Solo los débiles tienen límites.

Saiko observó el sitio destruido, apartando los cadáveres de serpientes que ya no tenían valor. Había consumido a la serpiente sabia y a las más grandes del lugar. Eso bastaba.

Terminada la tarea, tras consumir también la energía natural que almacenaba este sitio, su cuerpo lucía fortalecido y reluciente, rodeado por un aura intensa de energía natural. Sus ojos verdes brillaban con ferocidad.

—Aún me sorprende que Naomi no haya buscado esta cueva para cultivar alguno de sus árboles... —mencionó Orochimaru, con curiosidad en su tono.

Saiko se encogió de hombros.

—A diferencia de otros lugares ricos en energía natural, como Myōboku, la cueva de las serpientes no es realmente especial. La serpiente sabia era lo único especial aquí, con su veneno y sangre capaces de absorber energía natural. Naomi debió darse cuenta de que había lugares más valiosos que este chiquero —se burló Saiko.

Orochimaru asintió antes de mirarla directamente.

—¿Y ahora qué? ¿Iremos de lugar en lugar buscando altas concentraciones de energía natural? ¿O cuál fue tu objetivo al venir aquí?

—Vinimos aquí porque era el lugar al que tú habías viajado con más energía natural. Quise comerme a la serpiente sabia —concluyó Saiko antes de dirigir su mirada hacia Kaguya—. Kaguya, abre un portal.

—¿A dónde? —preguntó ella, mostrando una preocupación evidente.

Saiko cerró los ojos, concentrándose un momento.

—Hay un pueblo… a 732 kilómetros, al oeste. Puedo sentirlos… todos esos seres diminutos y frágiles, esperando ser moldeados en algo mejor.

Kaguya dudó por un instante, pero finalmente levantó la mano, abriendo un portal interdimensional. El espacio se rasgó frente a ellos, mostrando un paisaje al otro lado: un pequeño pueblo rodeado de montañas, tranquilo y sereno, completamente ajeno al horror que estaba por llegar.

—Perfecto. Vamos, fue suficiente comida por ahora. Haremos algo diferente.

Isshiki y Kaguya intercambiaron miradas, pero ninguno dijo nada. Ambos la siguieron, junto al otro Ōtsutsuki de bajo rango, al que nadie siquiera dirigía la palabra. Orochimaru, siempre intrigado por sus acciones, caminó detrás de ellos con cautela. 

...

Pasaron alrededor de 15 minutos...

Cuando la escena regresó al pueblo, todo había cambiado. La serenidad y el orden habían sido reemplazados por un caos retorcido. Las calles estaban vacías, y los edificios estaban cubiertos con gruesas capas de seda brillante que reflejaban la luz del atardecer, formando un paisaje que parecía salido de una pesadilla.

En el centro del pueblo, un enorme nido de telarañas colgaba entre los edificios principales. Los pueblerinos estaban envueltos en capullos de seda, suspendidos como si fueran trofeos. Todos gritaban de dolor, pero eran incapaces de moverse o escapar.

Habían sido inyectados con veneno de serpiente, lo que los había paralizado por completo. Sentían cómo su sangre ardía, como si les quemara desde adentro. Estaban vivos, pero impotentes, con los ojos abiertos, presenciando el horror de su situación. En apenas 15 minutos, sus vidas se habían transformado en un infierno.

En medio del nido, Saiko estaba de pie, admirando su obra.

—Hermoso, ¿no creen? Este será mi primer nido. Desde aquí, crearé el nuevo mundo. Como la diosa que he de ser, esta será la cuna de mi creación.

Kaguya, horrorizada, miró a Saiko con asco.

—¿Qué planeas hacerles? Siento que cuando dejas vivo a alguien, no es por misericordia... ¿Qué diablos pretendes? ¿Y a qué te refieres con "creación"?

—Son insectos imperfectos, débiles. Pero, bajo mi poder, se convertirán en algo sublime.

Orochimaru no pudo evitar sonreír con curiosidad. Aunque incluso para él esto era repugnante, su lado científico no podía esconder la fascinación.

—¿Qué planeas exactamente?

Saiko lo miró, y su sonrisa se amplió, mostrando una expresión tanto infantil como demoníaca.

—Planeo demostrar que este mundo es tan fascinante... Existen tantas posibilidades... tantas formas de reinventar la vida misma... —dijo mientras extendía sus brazos al aire—. Los sacrificios serán necesarios. La mitad de ellos servirá como cimientos para mi ejército eterno. El Edo Tensei es tan versátil, tan... útil. Una maravilla que pocos comprenden en su totalidad.

—¿¡La mitad!? —exclamó Kaguya.

—Sí. La otra mitad... tendrá el privilegio de servir a un propósito más elevado.

La criatura comenzó a levitar, mientras dirigía una mirada risueña a Orochimaru, Kaguya e Isshiki.

—¿Saben lo que significa ser un creador? Es un arte. No basta con destruir. Hay que reconstruir, experimentar, empujar los límites de lo posible... Y como dije antes, los límites son para los débiles.

Saiko extendió su mano hacia uno de los capullos, que comenzó a levitar hasta quedar frente a ella. Luego, lo dejó caer, dejando que la telaraña se abriera y revelara a un joven inmovilizado y paralizado.

Saiko apuntó con su mano, de la cual emergió una aguja negra y afilada.

El joven solo podía mirarla con horror mientras sus ojos verdes de serpiente brillaban siniestramente.

—Veamos qué tan maleable es tu carne...

Dicho esto, la aguja se estiró hasta clavarse en su cabeza.

Saiko cerró los ojos, como si estuviera profundamente concentrada.

—¿Qué estás haciendo...? —preguntó Orochimaru, con una mezcla de fascinación y horror.

—Una mejora... Un prototipo —respondió Saiko, sin siquiera voltearlo a ver.

El joven comenzó a convulsionarse mientras su piel se tornaba grisácea y sus ojos perdían su brillo. Finalmente, se levantó, pero algo en su postura era antinatural. Su cuerpo se movía como una marioneta controlada por hilos invisibles.

De repente, su espalda estalló, formando protuberancias óseas y brazos adicionales, mientras su piel se llenaba de escamas de serpiente. La criatura solo emitía un gemido lastimero.

—Con un simple ajuste en el sistema nervioso, inyectando mis células y neuronas... Ahora este sujeto es una extensión de mi ser. Ya no necesita comer ni dormir, y está bajo mi completa voluntad.

—Eso... es aberrante —declaró Kaguya, sintiendo un profundo horror.

Saiko solo rió antes de destruir su experimento de un solo golpe, esparciendo sus entrañas por todas partes.

—Aún no es perfecto. Su anatomía es obsoleta... Pero tengo medio pueblo para seguir experimentando.

—Con tanto poder, ¿por qué rebajarte a estas... prácticas grotescas? Si eres tan magnífica como dices, no necesitas recurrir a tales bajezas —dijo Isshiki, con desdén.

Saiko rió suavemente.

—¿Por qué no, Isshiki? Porque puedo. Porque me deleita ver cómo incluso tú, con todo tu orgullo de Ōtsutsuki, no puedes comprender mi grandeza. Yo no sólo destruyo, Isshiki. Yo transformo, moldeo, reinvento. Y, mientras lo hago, me acerco un paso más a mi objetivo final.

—¿Y cuál es ese objetivo? —preguntó Isshiki.

Saiko se carcajeó, su sonrisa se ensanchó aún más.

—Convertirme en el ser que todo lo sabe y todo lo puede. Extinguiré toda la vida, absorberé cada mente, cada recuerdo, cada fibra de existencia. Y, cuando el mundo sea un lienzo vacío, lo llenaré con mi perfección.

—¿Entonces qué tenemos que ver nosotros...? ¿Por qué tengo que ser testigo de esta basura? Si tan perfecta eres, ¿por qué recurres a nosotros? —exclamó Kaguya, indignada.

Saiko la señaló antes de contestar.

—Porque aún no alcanzo la perfección. Soy un ser incompleto.

—¿Incompleto? —preguntó Orochimaru, intrigado por su respuesta.

—Necesito encontrar a mi madre, consumirla y hacerla parte de mí. Así, finalmente, seré perfecta y estaré completa.

—¿Tu madre es como tú? ¿Qué buscas en ella que no tengas ya? —cuestionó Isshiki.

—Existen dos clases de evolución: la pasiva y la reactiva. Yo solo poseo la reactiva; solo evoluciono durante las peleas y acorde a las necesidades del momento. Mi habilidad evolutiva tiene una debilidad.

Saiko miró hacia un lado, como si pensara en alguien.

—Aunque evoluciono más rápido que mi madre, Aneko, solo puedo hacerlo en medio de una pelea y dependiendo de su intensidad. Pero Aneko evoluciona también de forma pasiva, mientras camina, come o incluso duerme. Nunca deja de evolucionar. No entiendo por qué yo no, siendo que vengo de su sangre. Pero, una vez que la consuma por completo, mi habilidad evolutiva será infinita.

Saiko señaló el ojo de Kaguya.

—En mi enfrentamiento con Hamaki Hyūga, logré despertar ese ojo. Había encontrado la adaptación perfecta para derrotarla: el jutsu de ese ojo, amenominaka, que permite cambiar de dimensión al usuario y a quienes lo rodean en un pestañeo. Era perfecto para neutralizar su habilidad de rebobinar, pero me detuvo antes de que pudiera usarlo. Actualmente, no puedo aunque quiera. Si tuviera la misma evolución pasiva que mi madre, ya habría recuperado todas mis adaptaciones.

—Entonces, ¿para eso nos reviviste? Para suplir la necesidad de esos poderes que perdiste, pero que son necesarios para vencer a tu peor enemiga —concluyó Isshiki.

—Así es —dijo Saiko con franqueza mientras comenzaba a levitar sobre el pueblo—. Ahora que sé que existen seres como Hamaki, Naomi, sus generales e incluso los rebeldes, me queda claro que encontrar a mi madre y unirlos a mi ser no será tan sencillo. Haré mi propia facción y aplastaré a todos los demás, uno a uno. Los haré parte de mí.

Una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Esta guerra... está llena de gente extremadamente fuerte y poderosa. Es un festín.

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En la base rebelde...

La tensión en el aire era palpable. Los soldados rebeldes formaban un perímetro alrededor de la plaza, observando cuidadosamente cada movimiento.

Dentro del perímetro, los Pecados Capitales permanecían de pie en silencio. Sus posturas eran relajadas, pero el aura de autoridad que irradiaban mantenía a todos a distancia. Aunque no había hostilidad evidente, el ambiente estaba cargado de incertidumbre.

Entre los presentes se encontraban los altos mandos de los rebeldes: Jiraiya, Tsunade, Anko, Shikaku, Inoichi y Romura. Esta última, bajo la identidad médica de Yorima, vigilaba la situación con una expresión neutral.

El murmullo de los civiles aumentaba lentamente; muchos susurraban entre sí sobre lo que había ocurrido y lo que estaba por venir. Esto se debía a que se había dado la alarma: habría un evento importante en mitad de la plaza, siendo esta la razón del perímetro de seguridad.

—Así que los Pecados están aquí... Parece que también esperan a Hamaki —declaró Shikaku, pensativo.

Jiraiya suspiró.

—Ha sido un día extraño... Llevamos mucho tiempo buscando cómo contactar con ellos, con Hinata, o encontrar alguna forma de traer claridad a esta guerra... Y de repente, todo aparece frente a nuestras narices y nos golpea. Se siente irónico —comentó el sabio.

—Concuerdo... Desde que Aneko despertó, una serie de eventos se han desencadenado en menos de una semana. Parece que finalmente la historia está cambiando —añadió Tsunade.

Los altos mandos miraron hacia los Pecados, sintiendo la pesada tensión del ambiente. Sin embargo, esta tensión se rompió de manera inesperada cuando Natsu, con un porte seguro pero respetuoso, caminó en dirección a ellos, acercándose a Jiraiya.

Finalmente, hizo una reverencia.

—Es un honor conocerle en persona, Jiraiya-sama, Tsunade-sama. Mi nombre es Natsu Uzumaki. Soy la líder de los Pecados Capitales y de los asesinos.

El sabio la miró con cautela, aunque mantuvo una expresión neutral. Asintió levemente, reconociendo su gesto.

—Un placer conocerte también. Aunque, debo admitir, no esperaba que su llegada fuera tan... llamativa. Vivimos en una época algo loca, ¿no cree?

Natsu sonrió antes de asentir.

—Sí... Me disculpo por eso. No fue nuestra intención causar tanto alboroto. Simplemente seguimos las circunstancias. Ya podré explicarlo más tarde… y, bueno, la intervención de Hamaki fue inesperada. Fue por ella que entramos así, lo sentimos.

Jiraiya entrecerró los ojos, cruzando los brazos.

—"Inesperada" es una forma suave de ponerlo. Pero entiendo. La situación nos tomó a todos por sorpresa.

Ambos compartieron un breve silencio. Aunque había una tensión subyacente, Natsu respetó la distancia que Jiraiya mantenía, entendiendo que aún no había confianza plena entre ellos. Finalmente, la conversación giró hacia lo ocurrido.

—Esa mujer… Hamaki. Su poder es... algo que no habíamos enfrentado antes. Incluso con todo nuestro esfuerzo, fue como si estuviera jugando con nosotros.

Jiraiya suspiró antes de contestar.

—Hamaki es... peculiar. Es fuerte, sí, pero su enfoque puede ser difícil de comprender. Es una aliada reciente, pero jamás imaginé que haría algo así.

Antes de que pudieran continuar, una ráfaga de viento los interrumpió. Todos en la plaza alzaron la vista justo a tiempo para ver a Hamaki descender con gracia, luciendo un kimono negro clásico. Su chakra rosado ondeaba con elegancia, como si fuera la estrella principal de un espectáculo. Su cabello azul brillaba bajo la luz del atardecer, y su sonrisa radiante iluminaba la escena.

Finalmente, levantó los brazos al aire de forma dramática, aún sosteniendo una canasta, como si esto fuera algún concierto. Entonces comenzó a hablar con un tono absurdo, imitando una voz de narrador.

—¡Rebeldes, soldados, civiles, amigos y extraños! Me presento como su anfitriona, la única, guapa, juvenil, sabia e increíble princesa segunda del Byakugan. ¡Mi nombre es Hamaki Hyūga, la sennin del Byakugan, y he venido aquí a darles un empujón en esta crisis! ¡Juntos salvemos al mundo!

Lo exclamó como si esperara que la multitud gritara o aplaudiera, pero...

El silencio que siguió fue incómodo. Algunos rebeldes intercambiaron miradas incrédulas, mientras otros mantenían sus posturas rígidas, sin saber cómo reaccionar.

Hamaki se llevó una mano al pecho y sonrió con amabilidad.

—Es un placer para mí conocerlos. Primero, sé que mi "broma" no fue la mejor manera de presentarme, y por eso quiero disculparme con todos. No era mi intención causarles problemas ni asustarlos... Bueno, un poquito sí... pero no ponerlos en peligro. Solo quería ver de qué estaban hechos. ¡Y debo decir que quedé impresionada! —Dio una voltereta en el aire mientras hacía explotar algunos proyectiles de chakra, como si fueran fuegos artificiales.

Con un movimiento fluido, comenzó a lanzar dulces desde su canasta hacia la multitud. Los caramelos volaron en todas direcciones. Algunos los atraparon con sorpresa, otros los dejaron caer con desagrado, y unos más los miraron con incredulidad. Sin embargo, los niños fueron los más entusiastas en recogerlos.

—¡Acepten estos dulces como un pequeño gesto de paz! Están hechos con amor... Bueno, técnicamente los compré, pero igual cuentan, ¿no? ¡Y tampoco me alcanzaba para todos! Pero, ¡hey!, la intención es lo que cuenta.

Finalmente, alguien levantó la voz, exasperado.

—¡Oye! ¡Quien seas! ¿Ya vas a decir qué pretendes? ¿Acaso te estás burlando de nosotros? ¡Estamos en plena guerra, no necesitamos tus estúpidos dulces! ¡Y eso que hiciste no se puede catalogar como broma!

Hamaki rió nerviosa antes de levantar el pulgar.

—Jeje... Sí, perdón. Pero no se preocupen, los dulces no son lo único por lo que he venido. He venido a cultivar esperanza en ustedes. Como dije antes, me sorprendieron. ¡Pude conocerlos mejor y he visto potencial en ustedes! Creo que podemos salir de esta guerra. Mi objetivo aquí es darles un empujoncito. ¡Haré un entrenamiento especial para ustedes! Porque soy... ¡LA PROFE MAKI!

...

En la base rebelde...

Hubo un silencio muy largo. Definitivamente, nadie iba a aplaudir.

Hinata, por su parte, observaba la situación desde un techo y suspiró profundamente.

—¿Y a esto le dices comportarte...?—pensó algo resignada para sí, mientras se colocaba la capucha.

Con movimientos ágiles, la Hyūga se deslizó entre la multitud hasta llegar a su destino...

—Han pasado 4 años... Pero, ya es hora...— Pensó ella mientras caminaba en medio de la multitud.

—Suerte— Declaró Kurama en su mente.

Kuri por otro lado empezó a reir frenéticamente

—él te odia, lo de Naruto fue tu culpa, y lo sabes, por eso no tuviste la valía de verlo a la cara para darle la noticia— Burlo la maldición mientras que Hinata frunció el seño.

—no lo sabré si no hablo con el... Debí hacer esto hace 4 años, pero... Aún no es tarde— Concluyó ella en su mente cuando finalmente llegó al extremo del perímetro.

—Hinata... —murmuró Jiraiya al verla aparecer.

La Hyūga se situó frente a él, llamando la atención de Natsu y Tsunade, ella no pudo evitar encoger la mirada, esto al ver a los 3...

—Ha pasado tiempo, Hinata. Diría que me alegra verte... pero, ya sabes —dijo Natsu con sarcasmo, señalando las vendas en sus ojos. Hinata no pudo evitar reír entre dientes.

—Muy graciosa... Natsu... Ha pasado tiempo.

Jiraiya sonrió al verla.

—Has crecido, te ves más fuerte.

Hinata agachó la cabeza, mostrando respeto, casi como si se arrodillara.

—Ha pasado mucho tiempo, maestro Jiraiya, Tsunade... Es bueno encontrarlos. Hay mucho que tengo que explicar, y les debo una disculpa a todos —declaró mientras juntaba sus manos.

Antes de que pudiera continuar, Jiraiya se lanzó a abrazarla, lo cual la sorprendio, no esperaba esa bienvenida tan cálida...

—Ya habrá tiempo para eso después... Pero sí quiero todos los detalles, también tengo mucho que decirte, pero todo a su debido momento.

—Lo prometo... —respondió Hinata, correspondiendo al abrazo. Sentía que ambos lo necesitaban...

Al final del día, el propio Jiraiya entendía que no era el único que había perdido algo aquel día, ni el único que sufrió en estos 4 años...

Mientras tanto, Hamaki seguía con su peculiar presentación.

Un silencio incómodo siguió a sus palabras hasta que una voz masculina se alzó desde la multitud.

—¿Qué se supone que es esto? ¿Esperas que nos tomemos en serio a alguien que juega con nosotros? ¡Tú no entiendes lo que es ser como nosotros! ¡Tú naciste con talento! No puedes enseñarnos nada.

Hamaki sonrió ampliamente.

—¡Qué lindo halago! ¡Te lo agradezco! Tienes toda la razón: nací con mucho talento, me lo dijeron en el circo! y mi camino no ha sido como el de muchos de ustedes. Agradezco que pienses eso de mí, es un halago. Pero... —alzó la mirada, con determinación en sus ojos rosados—. Eso no significa que no pueda usar ese talento mío para transmitirlo. ¡Puedo enseñar a los que estén dispuestos a aprender!

Extendió su aura en forma de corazón mientras sonreía.

Otro murmullo recorrió la plaza, aunque esta vez era más de interés que de rechazo.

—Dicho esto, invito a aquellos que lucharon conmigo durante mi broma a ser mis discípulos. Ellos demostraron tener el espíritu adecuado. Ustedes saben quiénes son, y si quieren seguir adelante, estaré aquí para guiarlos. Les prometo no decepcionarlos.

Un breve silencio se apoderó del lugar, roto finalmente por una voz en la multitud.

—¿Y qué pasa con los demás? ¿Los dejas fuera?

Hamaki sonrió con calma.

—¡Siempre hay espacio para uno más! O mil... Pero les advierto; que mi actitud jovial no los confunda. Mi entrenamiento será muy duro. Llevaré sus cuerpos y mentes al límite. Se los aseguro, incluso podrían experimentar la muerte, lesiones incurables, mutilaciones, sangre, cicatrices mentales... ¡Muajajajaja!... cof, cof... Aunque, en dado caso, los arreglaré siempre, y todo será bajo mi cuidado.

Esto último no quedó claro si era una broma o no. Sin embargo, se sentía como si no lo fuera.

—Los que pelearon conmigo sé que pueden superarlo. He visto potencial en todos. ¡Así que estaré esperando su ingreso! En menos de un mes, les aseguro resultados de años!

Dicho esto, Hamaki descendió del aire, aterrizando con elegancia.

—Mi entrenamiento iniciará mañana a primera hora. Los que quieran participar pueden verme aquí. ¡Créanme, soy muy puntual!

La plaza quedó en silencio. La gente parecía meditarlo; tenían hasta el día siguiente para tomar una decisión.

Finalmente, entre la multitud, alguien avanzó caminando con calma, llamando la atención de todos. Era una figura de peculiar estatura, piel blanquecina, cabello largo y blanco, ojos rojos y un atuendo negro.

—Tengo una pregunta de suma importancia... Rosita —declaró Aneko, colocándose a menos de cinco metros de Hamaki.

—¿Y esa quien es?...— Pregunto alguien entre la multitud, pregunta que muchos se hacían...

Hamaki la observó mientras una enorme sonrisa se formaba en su rostro. Sus ojos brillaban con un intenso fulgor.

—¡AHH! ¡ANE-CHAAAAN! —exclamó Hamaki, apareciendo en un parpadeo frente a la asesina.

Sin esperar ni un segundo, la levantó entre sus brazos, dándole un cálido abrazo mientras comenzaba a saltar de un lado a otro, con todos observando la escena con incredulidad.

Por su parte, Aneko solo mantuvo una mirada de confusión, con su cara contra el pecho de Hamaki, aunque no hizo el menor intento por resistirse al abrazo.

—¡Jajaja! ¡Mírate, Ane-chan, toda linda, toda preciosa! Ha pasado tiempo, tu alma sigue siendo tan brillante, y mira ese cabello tan suavecito. ¡Definitivamente el blanco te queda! —declaró Hamaki mientras la bajaba al suelo y comenzaba a jugar con su cabello y a tirar de sus mejillas—. ¡Y mira esos brazos, de la más alta calidad!

Kiba solo observo la escena junto a Akamaru mientras reía para si...

—Es en serio?...

Neji solo se encogió de hombros.

—Asi es ella... Pero, parece que ve algo especial en Aneko... Ambas son raras, supongo que se atraen...

Finalmente, Hamaki se detuvo frente a ella.

—¡Es un gusto estar en el mismo bando ahora!

Aneko no pudo evitar mantener una mirada llena de curiosidad y una sonrisa leve.

—Confirmo lo que dije cuando nos vimos por primera vez... Me agradas. Aunque...

Sin previo aviso, la chica tomó el brazo de Hamaki, comenzando a palparlo. Luego inspeccionó sus mejillas, piernas y finalmente se subió a sus hombros, donde empezó a jugar con su cabello corto y lo olfateó.

—En verdad estás viva... ¿Cómo lo lograste? Ya no hueles a muerto... Es una pregunta de suma importancia. ¿Te han dicho que hueles a rosas?

Hamaki rio mientras se colocaba sobre una sola pierna.

—¿Qué te parece si hablamos de eso con un postre? ¡Traje un pastel de chocolate para ti!

—¿Postre?... ¿Chocolate? Nunca... he probado el azúcar —murmuró Aneko, mirando al cielo con una expresión filosófica, como si reflexionara profundamente.

—TE ENCANTARAAA~♪

Hamaki rió antes de comenzar a correr con ella aún sobre sus hombros, avanzando con paso juguetón.

—Que acaba de pasar?...— Se preguntaron muchos mientras veían aquello.

—¡DEJA QUE TE MUESTRE LAS MARAVILLAS DEL AZÚCAR! ¡TE ASEGURO QUE TE VA A ENCANTAR!— Exclamó Hamaki.

Aneko cambió su mirada a una llena de interés, dejándose llevar por el momento. Una sonrisa se dibujó en su rostro, una bastante divertida de hecho, algo inusual para ella.

Aunque no podía explicarlo, había algo en Hamaki que le resultaba encantador, algo que la hacía diferente del resto a la hora de dirigirse a ella...

De alguna forma, aunque recién se encontraban como aliadas, incluso Aneko sentía que era el nacimiento de algo grande, algo que no había experimentado antes.

Y así, todos observaron cómo una sennin de 800 años, apariencia juvenil y con la actitud de una niña de 8, cargaba a una máquina de matar biológica con apariencia de otra niña. Todo después de un día tan escandaloso.

Fin capitulo 27

Extra...

—¡Ay! Pobre Kenzito, su Ane-chan se fue en los hombros de su nueva waifu, ni siquiera te volteo a saludar jajaja —exclamó Yatira, con una sonrisa burlona mientras observaba cómo Kenzo miraba distraído hacia otra dirección.

—Bah, supéralo, tiene derecho a tener amigas—respondió Kenzo con desinterés.

—¿Amigas? Jajaja, te dejó en la friendzone, Kenzito. Hasta le trajo un pastel de chocolate... Qué linda Hamaki, sin duda una diosa del Olimpo: hermosa, guapa, suculenta, amable... Uy, Aneko sí que es afortunada. Pobre de ti, te dejó la barra muy arriba. ¡Anemaki por siempre!

Kenzo suspiró, cerró los ojos y se masajeó las sienes antes de soltar una carcajada.

—¿Con que "diosa del Olimpo, guapa, suculenta, amable y juvenil"... eh?  —Kenzo giró hacia ella con una sonrisa traviesa—. Pobre de ti, Yati. Ane-chan te la robó. Lástima que tu primer amor a primera vista terminara así.

Yatira se quedó boquiabierta, sus mejillas enrojeciendo de inmediato.

—¡¿Eh?! ¡Espera, yo no...!

Kenzo aprovechó el momento y siguió riéndose.

—Al menos yo sí entré a la friendzone. ¡Jajaja! A ti ni te conoce!

—¡OYE! —Yatira trató de replicar, pero sus palabras se perdieron entre la risa triunfante de Kenzo, quien ya se alejaba, disfrutando de su victoria. —VUELVE!

Fin extra

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