22 [Amenaza ancestral]
La jinete del agua frunció el ceño mientras miraba a los allí presentes.
—Me esforcé mucho en este disfraz... Era mi identidad más importante desde hace siete años... Y simplemente me han descubierto de un momento al otro... De la nada... —gruñó mentalmente.
La cosa no se veía nada favorable. En frente tenía a la asesina de Orba, uno de los jinetes más poderosos. Además, podía percibirlo... Aneko tenía energía demoníaca, y aquellos brazos arácnidos claramente eran de Orba.
¿Cómo había obtenido eso?
Por otro lado, aunque lo estaba resistiendo... Lo cierto es que el aire alrededor de Yasu, pecado de la lujuria, era inusualmente cargado de químicos. Aunque ella era un demonio, su fisiología se basaba mucho en la de los humanos comunes. Y siendo la más débil físicamente de todos, era natural que ese tipo de química le afectara.
Podía sentir calor, además de un libido alto y una sensación profunda de cariño hacia aquella mujer...
Por otra parte, Sasuke también estaba siendo afectado. Aun sin eso, era dudoso que se pusiera de su lado...
Y finalmente, el factor más importante: no tenía agua en su entorno.
Su única opción sería abusar de la recarga de chakra y generar masas enormes de agua para ganar la mayor ventaja posible. Podría hacer eso, pero... ¿era conveniente?
Probablemente Aneko no le daría tiempo, y si lo hacía, se echaría a los rebeldes encima.
Los pensamientos de la demonio fueron interrumpidos.
—Perdón, señorita, mi amiga le hizo una petición... ¿Podríamos hablar? —preguntó Yasu con un tono de voz amable.
Sasuke, por su lado, tosió antes de respirar pesado. La sensación de calor que había tenido, de un momento al otro, desapareció.
—¿Pero qué? ¿Qué está pasando?... ¿Yorima-chan? —cuestionó al aire, intentando entender lo que ocurría.
Yasu sonrió.
—No te preocupes, joven Uchiha, he reducido la cantidad de feromonas que afectan a los hombres. Ahora mismo estoy emitiendo solo feromonas que afectan a mujeres —declaró Yasu.
Sasuke frunció el ceño. No tardó en reconocer aquella característica.
—¿Naoko-sama? —preguntó Sasuke, haciendo referencia a la identidad falsa del pecado—. ¿Una habilidad de controlar feromonas? Eso explica por qué todos a su alrededor actuamos raro... Es inevitable...
Aunque cuando Yasu fingía dicha identidad su habilidad era limitada a propósito, con el fin de disfrazarla como simple atracción sexual...
La habilidad de Yasu, en realidad, tenía una potencia máxima muy elevada en comparación a eso... Al grado de poder matar a ciertas personas de arritmia cardíaca o provocar una baja considerable en la concentración.
Yasu asintió ante la pregunta de Sasuke; esto, antes de sonreír.
—Sasuke, ¿podrías guardarme el secreto, sí? Habrá tiempo para explicaciones después.
Sasuke frunció el ceño mientras analizaba.
—Ella es... Uno de los pecados capitales... Recuerdo haber oído de esta habilidad en nuestro encuentro de hace cuatro años... —pensó para sí el Uchiha.
Aneko, por su lado, permaneció en silencio sin despegar la mirada de Romura, quien permanecía alerta...
La asesina tomó aire antes de ocultar sus extremidades arácnidas y tomar una postura más relajada, intentando calmar a la demonio.
—Tengo una pregunta de suma importancia para ti... Bueno, de hecho varias —empezó la enana.
Romura frunció el ceño, pero finalmente hizo una señal para que continuara.
—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó Aneko, tratando de mostrarse neutral, aunque en realidad estaba igual que Yasu o Sasuke, alerta a cualquier mínimo movimiento.
Sabía muy bien que en el estado actual de Romura, sin agua, podría acabarla de un solo movimiento si era necesario. Pero realmente no quería hacerlo.
Y eso era algo que incluso Romura había notado...
Por otro lado, Sasuke solo entendía que aquella mujer no era exactamente aliada, era una infiltrada... Por lo que rápidamente se colocó a un lado de Aneko, mostrándose cauteloso.
—¿Un pecado aquí? Es desconcertante, pero puedo entenderlo... ¿Y esa otra mujer, qué carajos es? —pensó.
Romura gruñó. Pero algo en ella le avisaba que su mejor opción era intentar evitar el conflicto. No notaba intenciones hostiles por parte de Aneko, su mayor pesadilla del momento.
—Me estoy manteniendo a salvo, es todo —declaró ella, tratando de mantenerse tranquila.
Gracias a los recuerdos que Azami le había leído a Hinata, los jinetes eran plenamente conscientes de que al menos Aneko sabía la verdad de su existencia, además de Natsu Kiramane, la actual líder de los asesinos, de quien no conocen su paradero. Por ende, Yasu podía saber más de lo que aparentaba.
Y como estaban las cosas, no podía ocultarlo a Sasuke, quien la miraba con cautela y parecía analizar cada palabra de la conversación.
Aneko meditó lo que diría...
En estos momentos odiaba su torpeza social. Era tedioso intentar conectar ahora mismo, le daba pereza. Pero era genuinamente necesario.
No quería decir algo que ofendiera a la demonio por accidente...
—Mmm... Después de que Naomi tomó el poder, ¿qué fue de ustedes? ¿Ahora se esconden para mantenerse a salvo? —cuestionó la enana, yendo directo al punto que le importaba.
Inicialmente quería preguntar "¿lo que pasó luego de la muerte de Hank, ahora sin el más fuerte se habían acobardado?" Pero después de meditarlo una eternidad, que para el resto eran segundos, pensó que eso sería ofensivo. Sobre todo para esta demonio.
Romura meditó durante unos segundos si debía hablar o no. Finalmente, decidió contestar:
—No soy su enemiga, al menos no por ahora. Mi facción está en neutro; nuestro movimiento se ha congelado desde hace tres años. Estamos evitando el conflicto y simplemente vivimos entre ustedes sin buscar algo más que mantenernos a salvo. Esa fue la última orden que nos dieron.
Aneko reflexionó un momento sobre lo que acababa de escuchar. Podía percibir que Romura decía la verdad, una habilidad que la demonio ya conocía debido al conocimiento de Azami sobre los asesinos, en especial del llamado monstruo de la hermandad.
Yasu levantó una ceja y la cuestionó con cierto escepticismo:
—¿Se congeló? Según lo que sé de ustedes, son un movimiento masivo comandado por generales de poder inmenso. En una situación como esta, creímos que intentarían manipular a Naomi desde las sombras para sacar partido de esto.
Aneko meditó mientras intentaba atar cabos.
—Mmm...
Recordó algo que había escuchado durante el tiempo que estuvo inconsciente en el laboratorio de Tsunade: el síndrome de la araña negra. Miles de personas habían muerto, según Naruto, como consecuencia de la muerte de Orba. Aneko podía intuir que esa tragedia se debía a la desaparición de la parte demoníaca que Orba había dejado en sus descendientes, lo cual de alguna forma los estaba matando.
Por otro lado, recordó que Naruto le había mencionado que, gracias a su nuevo poder, era capaz de sentir a los ocultos y a los demonios, un poder que ahora estaba en manos de Naomi. Además, la sacerdotisa Shion, quien había estado escondida durante algún tiempo en el laboratorio, poseía una energía capaz de causar daño efectivo a los demonios.
—Mmm... No, no podrían hacer eso. Naomi ya sabía de ustedes. ¿Esto es porque tienen miedo de Naruto y de Shion? —preguntó Aneko con su calma habitual—. Si uno de ustedes muere, todos sus descendientes y seguidores mueren algún tiempo después, ¿no?
La pregunta molestó visiblemente a Romura y sorprendió tanto a Sasuke como a Yasu.
—Oh... Perdón... Ah... Eh... —murmuró Aneko, percatándose del cambio en el aroma de la habitación. Luego, se inclinó hacia Yasu y le susurró—. ¿Cómo hago esta pregunta sin sonar grosera?
Yasu se encogió de hombros, mientras Sasuke se llevaba una mano a la cara con gesto de exasperación.
Romura, al notar la situación y las circunstancias en las que se encontraba, decidió responder de todas formas.
—Enana, simplemente ya no podemos tomar riesgos, no con ese mocoso en sus filas —declaró la demonio con seriedad—. Además... Incluso sin ese zorro, Naomi tiene tres de las peores amenazas que los demonios hemos enfrentado a lo largo de la historia, sin contar que ella misma es la peor amenaza. Sin Hank, o incluso Orba... Es seguro que pueden destruirnos, incluso si nos juntamos los que quedamos.
Los tres se miraron entre sí, intrigados por las palabras de Romura.
—¿Las tres peores amenazas? —preguntó Sasuke, frunciendo el ceño—. ¿Son de los generales?
—Me refiero a Haruhi Hyuga, la princesa de la oscuridad; Hashirama Senju, el dios Shinobi legendario; y Ashina Uzumaki, el demonio sellador. Esos tres son sus sirvientes. En su día, fueron un dolor de cabeza... Ahora han sido traídos de vuelta en un mismo equipo. Sin mencionar que la sacerdotisa Shion es la mano derecha de Naomi.
Sasuke cruzó los brazos mientras trataba de asimilar la información.
—¿Cuánto tiempo han vivido estos tipos? ¿Son demonios de verdad? ¿Yokais? —pensó para sí mismo. En ese punto de la conversación, cualquier cosa le parecía posible.
Por su lado, Yasu se llevó una mano al mentón, reflexionando.
—Ya veo... Básicamente, ustedes fueron abrumados. Perdieron a sus mejores guerreros y ahora son incapaces de hacer nada. Por eso su mejor opción fue esconderse.
La pecado de la lujuria apenas comenzaba a entender el alcance del asunto de los demonios. Ni siquiera Natsu sabía esta información, además de lo relacionado con las muertes masivas tras la caída de cada jinete. Pero, por las palabras de Aneko y Romura, comenzaba a sacar sus propias conclusiones.
Sasuke frunció el ceño. Sabía mucho menos que los demás sobre este tema, pero ya podía entrever algunas verdades: durante todo este tiempo había existido un movimiento secreto liderado por seres poderosos y ancestrales, demonios... Aunque no entendía completamente su profundidad o alcance.
—Debo suponer que eligieron esconderse entre los rebeldes, ya que es el lugar más seguro frente a Naomi. ¿No es así? —cuestionó el Uchiha.
Romura gruñó, pero asintió.
—Así es. Pero debo confesar que de los jinetes restantes soy la única que puede infiltrarse entre ustedes, los humanos. Los otros dos que quedan tienen niveles de chakra demasiado altos; necesitan mantenerse con sellos y barreras. Eso los hace visibles y vulnerables de cierta forma. Yo soy la única cuyo chakra es comparable al de un humano sobresaliente.
Aneko levantó la mirada, curiosa, y señaló con el dedo.
—Bueno... Creo que lo entiendo, pero tengo una pregunta de suma importancia.
Los demás en la habitación fijaron su atención en ella. Romura asintió, indicando que continuara.
—¿Y el caldo?
Romura arqueó una ceja y respondió con visible irritación:
—Se dice Kaydo-sama... Pero no me preguntes por él ahora. Actualmente no tenemos su liderazgo. Para ser exacta, no sé ni siquiera dónde está. En los últimos tres años no ha dado señales de vida.
Aneko mostró una expresión de curiosidad.
—Vaya... Pero se supone que esa pelotita no se puede mover sola. Eso quiere decir que alguno de ustedes tres la está resguardando, ¿no?
Romura simplemente asintió. A fin de cuentas, esa información no cambiaba nada de su situación actual.
—Él aún observa, pero mantiene su distancia. Aun así, debo admitir que ha cambiado de una manera extraña desde hace cuatro años, desde la muerte de Hank... Parece que algo es diferente.
—¿Qué pasó? —inquirió Aneko, entrecerrando los ojos.
—No sabría explicarlo. Pero incluso su aura es diferente, como si fuera un ser distinto.
Yasu y Sasuke permanecieron en silencio, sin saber mucho del tema. Por lo tanto, no podían participar en la conversación ni comprender todo lo que se decía. Aneko, en cambio, ya sabía todo lo que Orba sabía; podía revisar sus recuerdos y entender, lo que la convertía en la única con capacidad real para abordar esta conversación.
Llevó su mano a la boca y, de manera extraña, introdujo sus dedos. Ante la mirada atónita de los demás, sacó un colgante que había guardado allí.
—Ah... Eh... Naruto, ¿no sé si escuchaste eso, pero qué se supone que haga con esta información? —preguntó Aneko al colgante, como si esperara una respuesta.
Pasaron varios segundos en silencio. No hubo respuesta.
—Bueno... Tenía que intentar —declaró finalmente.
Realmente no podía escuchar ni ver nada especial en aquel adorno. Solo sabía que en su interior estaba sellada una parte del alma de Naruto. Naomi no había mentido en ello.
Los presentes quedaron más confundidos que antes.
Aneko suspiró, viendo que su interacción con el artefacto había sido inútil, y volvió a esconderlo en sus entrañas. Era el lugar más seguro que conocía para guardar algo así; su cuerpo no lo destruiría ni digeriría mientras no lo deseara.
Romura permaneció en silencio, observando cuidadosamente a los tres.
—Bueno... Ahora te tengo una pregunta de suma importancia —dijo Yasu, mirando a Aneko.
—Oye, esa es mi frase...
—Perdón... Pero sí era importante...
La albina suspiró antes de hacer un gesto para que continuara.
—¿Qué vamos a hacer con ella?...
Aneko miró con cuidado a Romura mientras meditaba la situación.
Ella era la razón por la que los asesinos y rebeldes nunca se habían juntado. Al generar esa presencia que daba la sensación de un traidor, mantenía alejados a los asesinos.
Pero no era incorrecto, realmente Romura trabajaba para otro enemigo igualmente peligroso...
Tampoco quería matarla. Pero no podía dejarla ahí como si nada.
¿Y si la deja irse?...
—¡No! ¡No! ¡No, nel! Si la dejo irse no podré saber si representa un problema para después... —pensó para sí misma.
Pero entonces, ¿qué vas a hacer?
—No lo sé, tú dime...
¿Me estás hablando?
—Ah... ¿No?
...
La demonio, Yasu y Sasuke solo miraron en silencio a Aneko, quien estaba mirando a la nada mientras parecía murmurar cosas, como si debatiera consigo misma.
—Mmm...
Finalmente, la enana se encogió de hombros.
—Bueno... ¿Podemos dejarla aquí? Si hace algo raro, estoy aquí. Puedo vigilarla —dijo Aneko, tratando de proponer una solución—. De momento, ella no es peligrosa... Y si empieza a serlo, lo sabré.
Yasu levantó una ceja.
—¿Estás segura de que es una buena idea?
—Cuando está fuera del agua no es tan fuerte... Y detecto que no hay presencia de cuerpos de agua lo suficientemente grandes a la redonda que pueda usar para ganar ventaja —analizó la asesina.
Romura hizo un gesto de curiosidad.
—¿Acaso estás considerando dejarme con vida? Fuiste la que asesinó a Orba, y detecto que tienes parte de su poder. Sabes de nosotros, y aun así tienes el valor para subestimarme con tu falsa piedad —cuestionó la demonio, algo enojada, a lo que Aneko solo hizo un gesto incómodo.
Por otro lado, Yasu se sorprendió al escuchar que Aneko había sido quien acabó con uno de los más fuertes.
Aunque no conocía en persona el poder de un jinete, había escuchado los relatos de Natsu, transmitidos por Hinata, que a su vez fueron contados por Naruto.
Aneko finalmente se acercó a Romura.
—La verdad prefiero evitar pelear contigo. Sé que eres una persona confundida y tienes tus razones para hacer lo que haces. Pero no le has hecho daño a nadie estos años. Has ayudado, y puedo detenerte si lo veo necesario. Entonces, no veo la necesidad de que seamos enemigos por ahora...
Romura se sorprendió al encontrar honestidad en aquellas palabras.
—Siempre creí que eras una idiota salvaje, despiadada y tragona... Eres más agradable de lo que pareces —declaró Romura.
Ante aquella declaración, todos sintieron una gota de sudor en la cabeza.
—Ah... ¿Gracias? Pero no soy idiota... Solo me da flojera pensar demasiado... Y hoy me han hecho pensar mucho. Me están entrando ganas de dormir —declaró la albina.
Finalmente, señaló a Romura.
—Como sea... Te conviene poder seguir escondida, y a la gente de aquí le conviene tu ayuda médica. Solo digo que podríamos tener una tregua temporal. Solo tienes que prometer no hacer nada extraño ni lastimar a nadie. Si lo haces, tendré que encargarme de ti —declaró la asesina.
Romura finalmente rió antes de acomodarse los lentes.
—Está bien... Acepto tus condiciones por ahora.
Yasu y Sasuke se miraron entre sí. Ahora faltaba una explicación para ellos...
Peeeero, Aneko quería dormir, y Romura daba miedo sin ella presente.
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Al día siguiente, en un pueblo lejano del País de la Hierba, la madrugada era tranquila en la pequeña aldea. El sol apenas se asomaba por encima de las montañas, y el cielo comenzaba a teñirse con el tenue resplandor anaranjado del amanecer.
Aun así, las calles estaban vivas con actividad. Los granjeros ya preparaban los campos, los vendedores colocaban sus mercancías en los puestos del mercado, y se podían escuchar las risas y conversaciones de los habitantes.
—¡Hoy será un gran cultivo!
—¡Y que lo digas! Los últimos días las ventas del negocio han sido todo un éxito.
Cerca de una fuente en el centro de la aldea, se veía a una mujer de cabello despeinado, pero rostro tranquilo, regando un pequeño jardín frente a su casa. A su lado, su hija reía mientras jugaba con una vieja pelota de tela, corriendo de un lado a otro.
—¡Mamá, mira cómo la atrapo! —gritó la niña, lanzando la pelota al aire con una sonrisa.
—Muy bien, querida. ¡Eres toda una experta! —respondió la madre, mientras giraba la regadera para regar una hilera de flores amarillas.
La escena era de perfecta armonía. Los colores de la vida brillaban en cada rincón, desde las flores que se mecían suavemente con la brisa hasta el canto de los pájaros que saludaban el nuevo día. Todo parecía como cualquier otra mañana, llena de promesas y rutinas familiares.
Pero...
De la nada, un cambio en el viento recorrió la aldea, apenas perceptible al principio.
La suave brisa cálida que había acariciado a los habitantes se tornó fría, casi helada. La mujer dejó caer su regadera, y el agua se derramó sobre las piedras del camino mientras su mano temblaba.
El gato, que hasta hace un instante dormía tranquilamente en el techo, arqueó la espalda y huyó despavorido hacia un callejón.
La niña se quedó quieta, para luego aferrarse a las piernas de su madre mientras sus rostros palidecían.
No era el frío lo que las estremecía, sino una sensación indescriptible que se apoderaba del ambiente, como si la vida misma se estuviera retirando.
Las flores comenzaron a marchitarse ante los ojos de todos. Los pétalos vibrantes se tornaron grises y cayeron al suelo; sus tallos se encorvaron como si una fuerza invisible les robara el aliento.
Los colores del mercado se desvanecieron, y los habitantes, uno a uno, dejaron de moverse, atrapados en un silencio aterrador.
El aire, antes lleno de risas, se cargó con un peso indescriptible.
Un hombre mayor, que había vivido toda su vida en la aldea, dejó caer su canasta de frutas al suelo, observando cómo estas se marchitaban.
—¿Lo sienten? Es como... la muerte misma caminando entre nosotros —murmuró el hombre mientras sentía cómo el corazón se le aceleraba.
La mujer tomó la mano de su hija, su mirada desesperada buscando una respuesta en los rostros de sus vecinos. Pero nadie habló. Todos estaban inmóviles, con el terror reflejado en sus ojos.
Y entonces, el silencio fue roto por un sonido. Un paso, suave pero firme, resonó desde las calles. Fue seguido por otro, y luego otro.
Con cada paso, el frío aumentaba, y la sensación de opresión se extendía más rápido. El corazón de la aldea latía más lento, como si el simple acto de respirar se hubiera convertido en un esfuerzo imposible.
La pequeña, con su voz temblorosa, tiró de la mano de su madre.
—Mamá... ¿qué está pasando?
Entonces, finalmente, un sonido hizo que todo el mundo se estremeciera.
Sshhhh...
Era como el siseo de una serpiente.
Al voltear en dirección a la fuente, todos pudieron verla. Una mujer de baja estatura, piel blanca con una textura escamosa, ojos verdes que brillaban y cabello negro con mechones blancos.
—Veo mucha comida... —declaró Saiko con una sonrisa, mientras varias serpientes salían de su cuerpo y se estiraban a lo largo de la aldea.
Los aldeanos guardaron silencio mientras escuchaban cómo las serpientes hacían su peculiar sonido y sacaban sus lenguas cerca de ellos, pero sin atacar.
La criatura solo sonrió macabramente mientras sus presas se ahogaban en el silencio.
Finalmente, una de las serpientes se lanzó a morder a la mujer, quien cubrió a su hija con su cuerpo.
El grito de terror de la niña rompió el silencio. Todos miraron aterrados cómo la mujer comenzaba a vaciarse desde adentro, perdiendo huesos, órganos, sangre... Pasando a ser una masa de piel y carne, que luego fue absorbida. Esto ocurrió ante los ojos de su hija. Finalmente, solo quedaron sus prendas.
La escena rápidamente se convirtió en una tragedia de horror. La gente gritaba despavorida mientras las serpientes comenzaban a morder a varios de ellos, creando grotescas escenas de pesadilla, dejando a los demás paralizados por el trauma psicológico.
Finalmente, todos vieron cómo Saiko rugió, extendiendo más y más serpientes.
Todos sabían que no valía la pena huir. Iban a morir.
Pero entonces, una voz resonó por todo el lugar.
—Escúchenme bien, seres inferiores... Hoy, quiero jugar...
Al instante, todos se quedaron paralizados mientras los ojos verdes de Saiko brillaban.
Los pasos de Saiko volvieron a resonar. A pesar de su tamaño y de estar descalza, cada paso era pesado.
Finalmente, se colocó frente a la niña, dedicándole una sonrisa.
—Vamos a jugar un juego muy divertido... Vamos a jugar a las escondidas...
Todos se quedaron de piedra ante aquella declaración.
—¿L-las escondidas? —preguntó alguien con voz temblorosa.
—Las reglas son simples... Tienen cinco minutos para esconderse de mí... Luego los buscaré. Aquellos que encuentre, me los comeré.
Todos se tensionaron. Aunque no sabían de sus ojos ni de sus sentidos agudos, su presencia daba la sensación de que era imposible huir.
—Claro que los encontraré a todos... No lo duden. Pero aquellos cinco que encuentre al final, ganan, y prometo no devorarlos.
La tensión del momento era palpable. Todos se miraron entre sí.
—Uno... Dos... Tres... Cuatro... —comenzó a contar la criatura.
La aldea, antes tranquila y relajada, se convirtió en un escenario de caos y terror. Era un juego de supervivencia en el que todos dejaban de lado sus amistades y vínculos. Nadie quería morir.
Cuando el tiempo pasó, simplemente fue inevitable. Saiko jugó con los sentimientos de cada persona, viendo sus vidas como meros juguetes y comida. No dudó en devorar a nadie, ni siquiera a los niños.
Pero, tal como prometió, los últimos cinco que quedaron no fueron devorados.
Se podía ver cómo estas cinco personas estaban arrodilladas en el suelo, mientras la criatura solo sonreía frente a ellos.
—¿Y-ya nos podemos ir? —preguntó uno de ellos con miedo. El hombre había perdido a su esposa e hijos, quedando solo.
Saiko solo sonrió.
—Claro, pero antes necesito que cada uno de ustedes me haga un favor.
Las personas se quedaron en silencio, mientras Saiko regurgitaba algo de sus entrañas.
Era un pergamino que contenía una gran cantidad de sellos en su interior.
Lo siguiente que pasó fue que Saiko estiró una de sus serpientes para tomar a uno de ellos del cuello. La criatura colocó el pergamino en el suelo mientras extendía su mano.
—Veamos...
La mano de la criatura se abrió, dejando que una parte de su sangre se derramara sobre el pergamino.
Saiko, al igual que Aneko, poseía la habilidad única de asimilar lo que consumía y hacerlo parte de ella, además de la capacidad de despertar el ADN oculto en su linaje. Gracias al enorme control y consciencia biológica, no era difícil para este monstruo recrear el ADN de aquello que consumiera o de sus antepasados. Solo tenía que acceder a su propio códice genético y reescribir una porción adecuada.
La sangre cayó en el pergamino. A continuación, unos diagramas se dibujaron en el suelo, donde Saiko colocó a su sacrificio.
Las otras cuatro personas solo miraron con horror cómo aquel hombre era cubierto dolorosamente por cenizas, gritando de dolor.
Los cuatro, instintivamente, quisieron huir, pero sus cuerpos se paralizaron al instante, como si una fuerza invisible los hubiera frenado.
—Jujuju... Pero mira qué. Así que la hija pródiga ha decidido recurrir a mí después de todo —resonó una voz.
Se trataba de Orochimaru, quien ahora era un Edo Tensei. El sannin analizó la escena mientras veía a su creación, quien simplemente lo miró con indiferencia.
—Dime, Saiko... ¿Qué ha hecho que tengas que recurrir a mí? —preguntó Orochimaru.
Saiko simplemente lo miró con desdén antes de reír.
—No te hagas ideas absurdas, padre. Sé todo lo que sabías, y tengo mejores capacidades que tú, incluso intelectualmente hablando —declaró la criatura con desdén antes de tomar a otra de sus víctimas.
Esta vez, la víctima flotó en el aire mientras Saiko preparaba el pergamino nuevamente.
—Solo te traje de vuelta porque necesito un peón inteligente —dijo ella.
Sin más, volvió a verter sangre en el pergamino.
Orochimaru entrecerró los ojos, esperando ver lo que traería de vuelta.
Tras unos segundos, el civil fue recubierto en cenizas. Pero estas cayeron, y la persona murió.
—Fallo... —analizó Saiko, frunciendo el ceño—. Hamura Otsutsuki habría sido muy útil, pero su alma no debe estar en el mundo puro.
Orochimaru se frotó la mejilla.
—¿Hamura Otsutsuki?...
Saiko sonrió para sí misma mientras sus ojos brillaban.
—Tengo conocimiento que va más allá de tu entendimiento, padre mío. Conozco historias perdidas en el tiempo, y mi linaje está lleno de poder.
Finalmente, tomó a otro civil, haciéndolo levitar hasta el diagrama del suelo, mientras untaba más sangre.
Las cenizas volvieron a levantarse, cubriendo a la persona, quien gritó de horror. A continuación, una figura apareció frente a ambos, dejando a Orochimaru con la boca abierta.
—¿Pero qué demonios?...
Frente a ellos, había una mujer. Esta tenía el cabello extremadamente largo, hasta los pies. Tanto su piel como su cabello eran de un blanco extremo; sus ojos eran Byakugan, y en su frente tenía un tercer ojo de color rojizo. Estaba vestida con una bata blanca con rombos negros.
La mujer miró en todas direcciones. Parecía confundida.
—Bienvenida de vuelta a este mundo, Kaguya Otsutsuki —dijo Saiko, saludando a la mujer.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Qué clase de brujería es esta? —cuestionó Kaguya mientras daba un salto hacia atrás.
Antes de que Kaguya hiciera algo, su cuerpo se paralizó.
—Mi nombre es Saiko, y ahora tú, la madre del chakra y mi ancestro, serás mi esclava.
—¿Q-qué? ¿Qué clase de criatura eres? —cuestionó la Otsutsuki al ver cómo su cuerpo no podía moverse.
Al usar su Byakugan, podía notar que el cuerpo de Saiko era una completa anomalía. Esa cosa no era un humano.
Saiko miró con cuidado a Kaguya, de pies a cabeza, mientras usaba su Youringan.
—Lo suponía. Careces del poder del Dios Árbol. Aunque conservas algo del poder que obtuviste, estás muy lejos de ser tan poderosa como en tu mejor momento —declaró Saiko, a lo que Kaguya frunció el ceño.
—Demonio, dime dónde están mis hijos. ¿Qué clase de cosa eres? ¿Y qué quieres de mí?...
Saiko solo rio.
—Lo sabrás después. De momento, quédate con que están muertos. Han pasado más de cuatro mil años desde tu muerte al intentar devolver el poder del Dios Árbol, causando el nacimiento del Juubi, corrompido por la esencia Otsutsuki. Pero, por ahora, solo serás mi peón.
Kaguya volteó la mirada, notando a los dos civiles que estaban allí, paralizados en silencio.
Saiko estiró sus serpientes para colocar a sus víctimas dentro de los círculos del Edo Tensei.
—En antaño, los Otsutsuki eran la especie más poderosa que existía. Los únicos seres inteligentes capaces de usar el chakra. Pero tenían la costumbre de comerse unos a otros para obtener poder. Eso fue lo que los llevó a su casi extinción.
Kaguya apretó la mandíbula.
—Esta criatura... Me ha revivido. Puedo ver que tiene rasgos humanos, también animales e incluso Otsutsuki y más cosas... ¿Qué pretende ahora?
—Tú, en particular, eras diferente al resto. Aun así, eras de las más fuertes porque te comiste a muchos de los de tu especie. Luego consumiste el fruto del Dios Árbol para detener una guerra humana y Otsutsuki, donde comiste más de ellos —narró Saiko mientras derramaba su sangre en el pergamino.
—¿A qué quieres llegar? —cuestionó Kaguya, mientras Orochimaru se limitaba a observar.
—En tu linaje y cuerpo, que residen en mí, aún encuentro poderosos guerreros de aquella época. Así que haré mi propio ejército.
Orochimaru, al igual que Kaguya, se quedó en un silencio sepulcral, mientras dos nuevos Edo Tensei eran creados.
Siendo dos Otsutsuki diferentes, uno de ellos tenía un cabello con patrón de zigzag, con un largo cuerno que salía como protuberancia desde la parte izquierda de su cabeza hacia la derecha. Su ojo izquierdo era de color blanco, mientras que en su ojo derecho tenía un dōjutsu con un patrón similar a una rueda.
—¡Isshiki! —exclamó Kaguya, a la defensiva.
El mencionado se volteó, dándole una mirada a la mujer.
—Pero mira quién es... La traidora Otsutsuki. La que levantó su puño contra su especie.
—¡Imbécil! Nos comíamos unos a otros. ¡Nunca hubo un honor en ser de esa especie!
—Ya nos habíamos consolidado como sociedad
—Cuando quedaban menos de 50... Eres un imbécil hasta en apariencia Isshiki, solo te respetaban por ser el más fuerte de la especie.
—El poder lo es todo Kaguya, incluso tu tuviste que entender eso para detenerme
—Oigan, oigan... Ya cállense —habló el otro, que se veía más pequeño, tenía ojos Byakugan y cabello largo.
—Tú cállate, zángano. ¿Por qué siquiera estás vivo? —cuestionó Isshiki, haciendo que el otro Otsutsuki se encogiera de impotencia.
Orochimaru frunció el ceño.
—¿Qué demonios son ellos...?
—Los seres más fuertes antes del rikudo... Aunque no conocen el ninjutsu, ni entrenamiento o esas cosas, serán útiles.
Finalmente ella creció a su forma adulta, mientras hacía un gesto con la mano..
—Escúchenme todos, seres inferiores...
Los cuatro se paralizaron ante el comando de Saiko, viéndose obligados a arrodillarse mientras ella los miraba desde arriba.
—Mi nombre es Saiko, y nací para convertirme en la criatura más poderosa que descifre todas las verdades del mundo y todos sus misterios. Mi objetivo es simple. Quiero poder y conocimiento.
Kaguya frunció el ceño.
—¿Cómo pretendes lograr eso? Si tan poderosa eres, ¿por qué nos invocaste?
Saiko apretó el puño, haciendo que Kaguya se retorciera mientras su cuerpo se llenaba de grietas.
—Porque, incluso en la actualidad, existen obstáculos. Ahora mismo, existen cuatro facciones: la facción de Naomi Uchiha, la cual domina el mundo actualmente. Entre sus filas, tiene a un ser despreciable que simplemente no puedo derrotar ahora. Además, la propia Naomi es muy fuerte.
Los cuatro guardaron silencio.
—Por otro lado, existen los rebeldes... que están en contra de ella y son un grupo que busca la libertad. Sinceramente, me dan igual, son escoria. También están los asesinos... Hay un par de cosas de ellos que me interesan. Tal vez sepan el paradero de mi madre, que es uno de mis objetivos principales.
Finalmente, levantó un dedo más.
—Y finalmente, están los ocultos... Actualmente están debilitados, pero no dejan de ser un poder a tomar en cuenta.
—¿Cuál es tu plan? —preguntó Orochimaru.
—Haré mi propia facción... Voy a consumir al resto. Desde Naomi, hasta los demonios, hasta mi madre... Mi propósito es unificarlos a todos en mí. Así traeré el poder definitivo... Me convertiré en la diosa suprema, lo sabré todo y lo veré todo. Finalmente, crearé un mundo nuevo a mi imagen y semejanza, un mundo de muertos... Así, daré la nueva era de la especie superior. No más simios y débiles, no más guerra, ni enfermedad.
—Mierda... Esto se salió de mis manos... Tiene demasiada ambición... y sed de poder... Y esa ambición de crear... debe ser alguna versión retorcida de los ideales de algún antepasado... No le interesa la vida ni nada de lo que dice... Lo hace por egoísmo... —concluyó Orochimaru en su mente.
Era claro. La razón por la que lo había revivido era para ser vista.
Eso de un mundo de paz, especie superior y demás... Solo era una justificación torcida de la mentalidad de Saiko.
Su verdadera ambición era consumirlo todo, el poder y la perfección... Pero, ¿cómo algo puede ser perfecto si nadie está para verlo?
Su intención de crear era simplemente su deseo de grandeza.
La realidad era que ella solo iba a traer el caos y la extinción de la vida en general.
El superdepredador más peligroso de la historia había nacido.
—Lo primero será Naomi Uchiha... Destruiré lo que rige al mundo actual. De esa forma, los demás se verán sumidos en el miedo. Además, tengo una venganza personal contra esa anciana... Hamaki Hyuga.
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Mientras, en otro lugar...
—¡Espera un segundo! ¿Qué quieres decir? ¿En serio todo eso ha estado pasando? —exclamó Kiba.
Al igual que Kiba y Shino, habían escuchado todo el relato de Hinata, mientras Hamaki se quedaba mirando al cielo.
La Hyuga se había explicado por completo... Desde su origen como asesina, su renacimiento y todo lo que había estado ocurriendo desde entonces. Tal vez había sido arriesgado, pero con el mundo en su estado actual, debía buscar aliados que supieran la verdad.
—Esto es un secreto... Y he decidido que ustedes lo sepan, pero les aclaro: solo ustedes y un grupo de personas que he elegido van a saberlo —dijo Hinata con seriedad.
Shino se acomodó los lentes antes de hablar.
—Es razonable. Un secreto como este es en realidad muy perturbador, además de que las personas equivocadas podrían usarlo de forma nefasta.
Kiba se masajeó la cabeza mientras intentaba asimilar la información. Neji, por su parte, suspiró. Él ya lo sabía, pero seguía siendo difícil de aceptar, incluso ahora.
—Entiendo bien que esto lo haces para remediar la situación que trajo Naomi... Pero, ¿cómo crees que nosotros podamos ayudar en este punto? Estamos muy lejos de su poder militar, incluso si contamos con la abuela, contigo o el trabajo en equipo. Eso, sin mencionar los recursos —cuestionó Neji.
Los tres estaban de acuerdo en algo: la situación era sumamente complicada.
—¡Ahí es donde entro yo! —exclamó Hamaki, llamando la atención de todos.
Todos se giraron para mirarla. Hamaki sonrió mientras levantaba un dedo con entusiasmo.
—Llévenme con los rebeldes. Yo prometo que los haré más fuertes, les enseñaré las bases y raíces más importantes del chakra... Veo potencial en ustedes, chicos. Les enseñaré lo que es el chakra sennin. Les ayudaré a alcanzar su máximo potencial y, créanme, con mi ayuda ni siquiera tardarán décadas —declaró la Hyuga con una seguridad que sorprendió a todos.
Finalmente, aplaudió con energía.
—A partir de ahora, me llamarán profe Maki.
—No te diremos así —respondió Kiba con una mezcla de incredulidad y fastidio.
—Auch...
—Te dije que solo sonaba genial en tu cabeza —agregó Yami con una voz burlona.
—¡Oye!...
Finalmente, Hamaki asintió, volviendo a su tono más serio.
—Bueno, lo importante ahora es prepararlos. Tengo el presentimiento de que el mundo está por enfrentar una crisis... Es necesario unirnos quienes podemos, y es deber de los fuertes guiar.
La Hyuga hizo una seña alegre antes de concluir.
—Llévenme a la base rebelde. Ahí les demostraré a qué me refiero.
Fin del capítulo 22.
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