11
Alda Belucci, nacida en la región de Piamonte, Italia, y esposa de un noble marcado por la traición tras la batalla de Marengo, en 1800, no fue sólo testigo de la perfidia de su marido hacia su propia patria pues ella, aunque no de la misma forma, llevó aquella palabra marcada en su pecho cuando conoció a un soldado francés y quedó completamente enamorada de él. Ocultando dichos sentimientos, buscó la forma de reunirse con su amado a cualquier precio.
Se dice que buscó ayuda pero nunca se supo de quién ni cómo, tan sólo quedó un viejo libro como testigo y una desaparición. Alda Belucci desapareció el 20 de agosto de 1800 y jamás se supo de ella. Su marido, que fue ejecutado tras descubrirse la traición a su país, dejó como últimas palabras una cadena de rabia en las cuales recalcaba que su mujer había huido con un hombre francés. Gritando así el nombre de dicho soldado incansables veces hasta su eterno silencio. Aquel soldado, del que ella estaba enamorada, fue avistado ese mismo día, solo y negando la relación con Belucci.
La búsqueda se extendió por varios meses más hasta que la ausencia de información y pistas determinara que Alba Belucci murió tras la batalla. Jamás encontraron su cuerpo.
La necesidad de agua provocada por mi garganta seca hace que aparte un momento mis ojos de la pantalla, ignorando por un rato esos e-mails que mi madre me ha mandado esta mañana con la información que ha recopilado y que no sé muy bien qué hacer con ella. Porque no es información en sí, se trata de historias de personas que tuvieron una experiencia con el ritual que realicé, sin embargo, las fechas me aterran y buscar una relación entre esas personas y yo me aterra aún más. Simplemente no puedo creer que tuviera la misma oportunidad que esas personas de encontrar ese libro, porque debe ser el mismo, ¿cierto? Y lo más importante, ¿qué significa?
Si leo atentamente, se trata de un amor que resultó no correspondido porque ese soldado jamás se reunió con ella. Entiendo que Belucci realizó el mismo ritual que yo pero su desenlace parece distinto al mío, ¿por qué? Si ese hombre francés no hubiera tenido sentimientos hacia ella, ¿no habría ocurrido lo mismo? ¿Por qué ella desapareció?
Sin darme cuenta, me encuentro mordiendo mis uñas con una ferocidad que acabo por limitar la necesidad de hundir mis dientes entre la carne y la uña, eso hace que me ponga más nervioso y cuando miro mis dedos incluso tengo un poco de sangre en el anular. Meto el dedo en mi boca al sentir un poco de escozor y trato de tranquilizarme, quedarme sin uñas no ayudará en nada ni parece aliviar mi ansiedad. Quizá, si dicha persona que hasta ahora ha sido un buen soporte para mí apareciera, sería distinto.
Han pasado dos días desde que nos peleamos y el ambiente se ha vuelto tenso y agobiante; ninguno hemos tenido el coraje de solucionarlo y, por lo tanto, el silencio ha sido nuestro acompañante desde entonces. ¡Y no es por orgullo! Si no he querido acercarme a hablar las cosas es por motivos muy diferentes, yo sólo quiero que me vea como de verdad soy. ¿Es mucho pedir?
En 1868, antes de la abolición del Shogunato Tokugawa, Koji Kurosawa, perteneciente al shogunato, se sometió a un ritual que fue dirigido por un desconocido que, días después, desapareció sin dejar rastro. Kurosawa tenía como misión dar con un samurai del Clan Satsuma durante la Guerra Boshin, sin embargo, nada ocurrió. Jamás llegó a cazarlo y al no poder cumplir con su destino y haber deshonrado al Shogun, cometió Seppuku.
No existe información aparente sobre aquel hombre que ofreció su ayuda.
Cuando leo la segunda historia desde el mismo e-mail, me detengo para pensar en un detalle. Ambas historias son muy diferentes pues la primera claramente habla de un amor que, aunque no fue correspondido al final, ella tenía sentimientos hacia él. Sin embargo, la segunda historia carece de esos sentimientos, en ella sólo habla de muerte, de cómo Kurosawa quería matar a un rebelde mediante un ritual que un desconocido le proporcionó. Finalmente, no obtiene nada y termina por suicidarse, pero ¿por qué no funcionó?
Desesperado por no poder obtener más de lo que me gustaría, froto mi rostro con ambas manos con la intención de contenerme por gritar. ChanYeol parece dormir tras su resaca de anoche y Jimin puede que también esté descansando, ya que no ha salido de su habitación desde que llegó del trabajo. ¡Pero quiero gritar! ¡Quiero asomar mi cabeza por la ventana y gritar tan fuerte hasta el límite de quedarme afónico! Porque estoy harto de esto, de vivir en una casa que no es la mía, de tener que arrastrar este cuerpo escuálido y no poder continuar con lo que era mi vida. Mis estudios, todos los esfuerzos que he empleado tirados a la basura porque no sé por cuánto tiempo más estaré así y está la posibilidad de que pierda el semestre. O puede que incluso el siguiente.
¿Qué tengo que hacer para volver a mi vida de antes? ¿Qué tengo que dar a cambio?
Bajando mi rostro con frustración ante el eco de mis palabras, una pequeña luz se enciende en mi cabeza, una no muy coherente pero que a la hora de estar desesperado cualquier cosa es útil. Por eso, cuando vuelvo a elevar mi cabeza y posar mi mano sobre el ratón del portátil, minimizo la pestaña del correo electrónico y abro una ventana en Internet. Pronto me veo recorriendo decenas de páginas webs con la búsqueda de otro ritual que esta vez me ayude a revertir el primero. No me doy cuenta de que me veo como la primera vez que busqué un amarre, ese por el cual mi vida ha arruinado, pero mi mente está tan colapsada de peticiones de ayuda que no puedo ver con claridad lo que hago.
— ¿Qué haces?
Mis manos se separan rápidamente del portátil como si hubieran sido descubiertas cometiendo un crimen. Ni siquiera me da tiempo de cerrar la página cuando Jimin me arrebata el portátil para leer qué hay en esa web que con un diseño oscuro y tétrico ya puede imaginarle un preludio. Me pregunto cuánto tiempo estuvo tras de mí, en qué momento salió de su habitación y cuando fue que aprendió técnicas ninjas para que ese sigilo me atrapara de lleno. No escuché la puerta, ni siquiera sus pasos.
— ¿Qué es esto? —su mirada se vuelve fría, interrogante a la vez que furiosa.
— No es nada.
— ¿Nada? —suelta una pequeña risa irónica que, tras rodear el sofá y sentarse a mi lado, se ensancha acompaña de más palabras— ¿Estás seguro de que esto es nada? ¿Es que acaso no tuviste suficiente?
— Quizá haya algo para anularlo —bajo la mirada al sentirme nuevamente regañado, recordando nuestra pelea.
— ¡No! —exclama y baja la pantalla del portátil— No más rituales, ni amarres ni nada que tenga que ver con situaciones paranormales. Esto lo vamos a resolver de otra forma, una que no tengas que volver a hacer lo mismo y arriesgarte a que pueda ocurrir otra desgracia, ¿entendido?
Me mantengo en silencio y él se levanta al no recibir nada. Tiene el detalle de llevarse el portátil y vuelve a encerrarse en su habitación, lugar al que observo y pienso que la relación que nos obliga a estar juntos no tiene por qué ser buena. Es verdad que imaginé otra clase de conversación, una en la cual cada uno diera sus puntos de vista y mostráramos nuestras disculpas para volver a estar bien, pero ha resultado ser diferente y ahora siento que será más complicado arreglarlo. No sólo tiene que aguantar a un crío todo el día en su casa sino que encima ese niño quiere jugar con el mismo juguete que lo ha llevado a esta situación.
Y no tengo más remedio que darle la razón.
Pero incluso cuando tengo mi segunda oportunidad al verlo salir nuevamente de su habitación, me mantengo callado viendo cómo coge su cazadora y las llaves para salir del apartamento. Ese detalle me produce tristeza y rabia, una mezcla extraña porque ni yo me entiendo, realmente. Quiero arreglar la situación; pedirle que me perdone, pero al mismo momento negarme a hacerlo, dejar que todo mi estrés y ansiedad me dominen y olvidarme de los sentimientos de ese chico que no ha hecho más que ayudarme.
Oh, joder, quiero tirarme por una ventana solo por el hecho de dejar de pensar. De permitirme el lujo de no contrariar mis emociones y que la migraña florezca con más fuerza.
Tras dos horas de absoluta soledad, pues ChanYeol parece haber entrado en coma, me mantengo entretenido con unas gominolas y una película policíaca para eludir mis incesantes pensamientos. No sé realmente de qué trata pues cuando la vi ya tenía más de media hora empezada pero la abundante acción y los buenos actores que aparecen en ella fueron suficientes motivos para dejarla como opción única. De todas formas no es que ahora necesite una historia elaborada en la que pensar y unir cabos, no, de hecho, es lo que menos necesito. Tan sólo ver balas perforar personas y explosiones me basta.
Park hace acto de presencia cuando la película está en su recta final y por ese mismo detalle no presto atención y me mantengo con los ojos en la pantalla.
Esto sería real si al menos me lo creyera, pues resulta ser todo lo contrario. La película ha dejado de ser interesante y los actores pasan a un segundo plano a pesar de mantener conversaciones fundamentales para la trama. Ahora mi actor principal se trata de Park Jimin, quien entra en escena con algo en su mano y se sienta en el sillón más próximo a mí. Su mirada, algo baja diría, se pasea por la sala lentamente, como si estuviera perdido en sus pensamientos y ese movimiento solo fuera inconsciente. La película roba su atención por un momento, quizá reconociéndola porque sonríe levemente y de nuevo la aparta para ahora posarla en mí.
— Die Hard es de mis películas favoritas de acción —dice volviendo a formar una sonrisa—. Son un poco antiguas pero todo lo que haga Bruce Willis es bueno, ¿no crees?
— Prefiero a Leonardo DiCaprio —lo veo poner los ojos en blanco y no puedo evitar formar una pequeña sonrisa.
— ¿Es porque es más guapo?
— No, bueno también, pero pienso que es un buen actor y ha hecho grandes películas.
— ¿Bruce Willis no te parece guapo?
— La verdad es que sí, tiene su sex appeal. Está demasiado mayor para mí... ahora incluso más —río ante mi propio comentario—, pero no deja de ser atractivo.
— ¿Estarías con una persona así de mayor? —lo veo acomodarse mejor en su asiento, dejando la bolsa que traía con él sobre la mesa.
— Esa pregunta es un poco extraña. Hace dos días estabas comprándome camisetas de talla infantil, si estuviera con Bruce Willis sería pedofilia —hago un gesto asqueado de sólo pensarlo y me sorprendo cuando Jimin suelta una carcajada.
— ¡No me refería a tu yo de ahora, sino a quien de verdad eres! —esas palabras me dejan sin habla, sorprendido de haber escuchado lo que en todo momento he necesitado oír. Que hable de quien realmente soy y no de la apariencia que tengo ahora.
— Supongo que sí —digo sin pensar demasiado, aún contento por haber escuchado salir de su boca lo que realmente quería.
¿Lo habrá hecho queriendo o inconscientemente?
— Espera... ¿saldrías con un hombre que tiene más de sesenta años?
— El amor es amor —me encojo de hombros.
— ¡Pero podría ser tu abuelo! —dice escandalizado.
— ¡Bien, pues si te parece tan extraño, me quedo con DiCaprio! ¿Contento?
— Leonardo DiCaprio tiene cuarenta y cinco años.
— Oh, por Dios —dejo mis manos sobre mis mejillas y las masajeo con frustración. ¿Qué clase de conversación es esta? ¿Cómo hemos estado de no hablarnos a tener una conversación en la cual los protagonistas son actores?—. Cuarenta y cinco está bien, no es tanto.
— No dejas de sorprenderme —niega con su cabeza contrariando mi opinión—. Es como si... yo decidiera salir contigo. ¡Con la edad que tienes ahora!
— ¡No es lo mismo!
— Claro que lo es, aunque seas mayor de edad... os separan muchos años. A su lado no serías más que un crío.
— Bueno eso depende del nivel de madurez que tengas —digo en mi defensa.
— Sí... y en eso ya vamos mal —abro mi boca ante la acusación, de no esperarme que me dijera algo así con tanta sinceridad y espontaneidad.
— ¡¿Sabes qué?! —me levanto del sofá dejando caer la bolsa de gominolas a un lado— ¡Pretendía disculparme por cómo me comporté, e incluso pensé que tú también lo harías pero ahora...! —bufo ante no saber qué más decir, porque aún quiero hacerlo pero su acusación me ha dejado con más ganas de irme de su lado y no de quedarme.
— ¿Sólo por cómo te comportaste? —detiene mi huida atrapando mi muñeca cuando paso por su lado— ¿Qué me dices de lo que ha ocurrido antes?
— ¡Tú no lo entiendes!
— ¡Claro que lo entiendo, JungKook! —mi vista tiene que alzarse cuando Jimin se levanta del sillón y ese detalle me hace sentir peor; tan pequeño y aún guardando tanta rabia dentro que casi es imposible de entender. Cada detalle me recuerda al cambio, me lo vuelve a recordar cada vez que pretendo olvidarlo.
— No, no lo entiendes —susurro y tiro de mi mano para liberarme de la suya.
— ¿Qué pasa aquí? —ignoro el chico que parece haberse levantado por nuestros gritos y paso por su lado para salir del apartamento y cerrar la puerta tras de mí.
No pretendo salir corriendo como la última vez. Aunque odie admitirlo, sé que estoy atado a este hogar que no me pertenece; a un chico que apenas conozco y al cual pido demasiado. Con deseos de volver ahí dentro y gritarle todo lo que contengo, sin tener reparos, sin mediciones, tan sólo mis sentimientos queriendo gritar por ser comprendidos. No obstante, que ChanYeol esté presente hace que las cosas se compliquen y una parte de mí, la más coherente, me obligue a no hacerlo. Primeramente porque destaparía todo y aún no es el momento de destapar nada, y segundo, porque no quiero que me vea de una forma con la que pueda sorprenderlo, y no a bien, todo lo contrario.
Quiero buscar a mi mejor amigo, él siempre me ha entendido en todo y estoy seguro que incluso ahora lo hará, por eso, cuando saco mi móvil del bolsillo, busco la conversación de ambos y tecleo por su atención.
TaeTae.
TaeTae, ¿dónde estás?
No me hablas desde ayer.
¿Ya te has olvidado de mí?
¡KooKoo!
¿Cómo podría olvidarme de ti?
¿Qué tal estás, cómo van las cosas por allí?
Mal...
¿MAL?
¿QUÉ HA PASADO?
¿A QUIÉN TENGO QUE PARTIRLE LAS PIERNAS?
¿A PARK 1 O A PARK 2?
Río ante sus ocurrencias, pero me hace sentir mejor, no porque me quiera proteger sino porque sé que está bromeando y su intención no es más que hacerme reír. Y ante ese detalle, no puedo controlar soltar algunas lágrimas.
A ninguno.
¿Seguro? No me importaría, eh.
¿Quién de los dos es más estúpido?
Lo cierto es que ninguno de los dos.
¿Entonces? ¿Tengo que partirte las piernas a ti?
¡No, gracias, ya tengo suficiente!
¿Qué puedo hacer por ti, KooKoo?
Cada día siento que te abandono más.
¿Cómo sé que no estás haciendo alguna de tus travesuras?
¿Cómo voy a controlarte si estás fuera de mi alcance?
Quisiera poder ayudarte más, hacer que tus días sean más ligeros mientras todo se resuelve.
Siempre has cuidado de mí. No puedo exigirte más.
Oh, te equivocas. ¿Quién cuidó de mí cuando éramos pequeños?
Vale, entonces digamos que estamos en paz.
No, aún me queda mucho por cuidarte.
Estaremos en paz cuando yo lo diga.
¿Y eso será dentro de un año? ¿Cuatro?
¿DIEZ?
Hasta que tengamos bastón.
Oww, qué tierno.
No sé si lo has pillado, pero eso quiere decir que vamos a tener que compartir nuestra vida juntos.
¿Vamos a casarnos?
Puede ser.
¿Y tendremos una casita con jardín?
No estaría mal.
¿Un perro?
Y un gato.
Que sean dos perros.
Está bien, y dos gatos.
¿Vamos a montar un zoológico? Porque si es así también quiero un caballo.
No puedo decirte que no, me encantan los caballos.
¿Me enseñarás a montar?
Por supuesto.
Despego mi vista del móvil por un momento, aún con las mejillas húmedas pero con una sonrisa en el rostro. Siempre he pensado que TaeTae tiene un don mágico para las personas. Él es capaz de implantar una semillita diminuta en tu organismo sin que te des cuenta; esa semilla comienza a recorrerte sin permiso, atravesando muros con tanta facilidad que ni siquiera sabes que han sido reducidos a polvo. Entonces es aquí cuando comienza un mayor efecto, a darte la opción de que lo notes y aceptes más rápido lo que está por ocurrir, bien puedes negarte y luchar en su contra pero sabes que al final vas a perder. Porque Kim TaeHyung no falla en su cometido por hacerte sentir mejor, no importa qué nivel de gravedad haya, no importa si te encuentras fuera de control, él encontrará la forma de hacerte sentir bien sin siquiera forzarlo. Su sutileza hace que aparques tu problema y sonrías aunque te niegues.
No te gustan los chicos, TaeTae.
Pero tú eres El Chico.
No mientas, te pierdes por unas bonitas curvas femeninas y lo sabes.
Bien, tú tienes bonitas curvas.
Olvídate de tu falsa homosexualidad y búscame un buen chico.
¿YO NO SOY UN BUEN CHICO?
¡Eres el mejor chico, TaeTae!
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Dejo salir una risa ante el emoticono y vuelvo abrir el teclado del móvil para escribir algo más, sin embargo, apenas me da tiempo a un par de palabras cuando la puerta frente a mí se abre y el vecino se queda bajo el marco mirándome sorprendido. Su mueca cambia cuando me reconoce y hasta suelta una pequeña risa al mismo tiempo que niega con su cabeza, la bolsa que tiene en su mano parece ser basura y sin decir nada, llama al ascensor y baja en silencio. Tiempo que me da para continuar con lo que escribo.
¿Por qué no vienes a hacerme una visita? Tengo muchas ganas de verte.
No sé si deba...
Jimin te caería bien, y no creo que a él le importe que nos hagas una visita.
¿Y el otro Park?
Sólo viene para dormir, al parecer.
Uh, noto algo de retintín. ¿Me lo confirmas?
Bufo al pensar en las salidas e historias que ChanYeol siempre llega contando entre una sonrisa y un ceño fruncido; entre la diversión pero finalmente la decepción cuando debe evaluar el futuro con la persona que ha salido. Aunque sea un chico popular y no tenga problemas para encontrar amigos, no parece irle muy bien cuando se trata de relaciones, es como si lo que buscara no terminara de hacerle feliz y por ello acaba cambiando de chica al día siguiente. Lo cual es vomitivo. Si pienso en un ideal, ChanYeol estaría muy lejos de serlo por ese detalle. Estoy a favor si ambas personas sólo buscan divertirse pero ChanYeol parece buscar algo más porque entonces no entendería su frustración al final de las historias, pero entonces, si busca algo serio ¿por qué cambia tanto? ¿Se aburre o hay algo más? ¿Qué le falta para que la sonrisa con la cual entra no se venga abajo, finalmente?
— Oye, peque, ¿estás bien? —doy un brinco observando al mismo chico que minutos antes ha bajado por el ascensor y que, sin darme cuenta, ha vuelto a la planta— ¿Te han castigado? —mira la puerta a mi lado.
— No.
— ¿Qué haces aquí fuera?
— No me apetece entrar —intento ser esquivo.
— Hm, entiendo —parece meditar algo por unos segundos—. ¿Te gustaría probar las mejores galletas del mundo? —alzo una ceja ante esa invitación tan provocadora, ante los ruegos y negaciones de mi estómago por haber ingerido casi una bolsa de gominolas hace nada pero dándole la victoria a mis papilas gustativas que ya se están anticipando ante el sabor de unas galletas caseras.
Aceptando su invitación, me levanto cuando él me ayuda con su mano. Decido caminar a su lado hasta su puerta y simplemente la empuja pues ni siquiera se tomó el tiempo de cerrarla cuando fue abajo. Dentro, espero encontrarme el otro chico que fue tan simpático conmigo y me resulta fácil encontrarlo por los pocos metros de hogar que les pertenecen.
— ¡Pequeñajo! —exclama dejando los utensilios sobre la encimera y limpiando sus manos en un paño antes de acercarse a mí y apretujar mis mofletes con ímpetu— Ya pensaba que no volvería a verte.
— Es gracioso porque lo encontré tal y como tú lo encontraste la primera vez —dice el otro chico, cuyo nombre no recuerdo. Y para ser sincero, tampoco recuerdo el nombre del más alto.
— ¿De nuevo se han olvidado de ti? ¿O es que no hay nadie en casa?
— Salí a... jugar —miento.
— ¿Al rellano? —asiento— Entonces te daré un consejo, no vuelva a hacerlo. La señora de abajo tiene muy poca paciencia y le molesta todo. Si descubre que juegas en las escaleras, no dudará en regañar a Jimin o a ChanYeol.
— Me parece que se refiere a jugar con el móvil. Cuando lo vi estaba con uno —señala al que tengo en la mano.
— Oh, en esa ocasión, está bien —lo veo sonreír y reparar en el detalle de mis ojos aún un poco húmedos, pero omite comentarlo—. ¿Te gustan las galletas? —asiento varias veces y me invita a su cocina, donde me alza sorprendiéndome y me deja sentado en la encimera— Estás a punto de descubrir las mejores galletas que jamás hayas probado, pero debes prometerme algo —alzo una ceja, observando el detalle en su voz. Ese detalle que los adultos no pueden evitar cuando se trata de niños; su voz la transforma en una más aguda e intercala sonidos entre palabras—. No puedes revelar esta receta a nadie —dice con fingida seriedad y su índice apuntando al techo.
— ¿Qué tienen de especial? —pregunto curioso por su exageración.
— Son más deliciosas de lo normal —comienza su explicación mientras coge un bol con masa dentro y remueve para unificar los ingredientes—, también son más grandes que las que se compran, y no sólo las hago de chocolate con leche, también de chocolate blanco. Oh, y a veces me gusta hacer unas cuantas con frutos secos.
— Suena bien —me giro un poco para verlo mejor en su labor—. ¿Ha pensado alguna vez en hacer galletas con los dos sabores? —sus manos se detienen y me mira intrigado—. Podría mezclar los dos chocolates —sus ojos se iluminan y su boca de abre de la impresión, como si le hubiera abierto camino a un nuevo sendero lleno de sensaciones nuevas.
Muy exagerado diría yo, pero pocas veces he visto unos ojos brillar tanto por la comida. ¡A excepción de los míos!
— ¡Acabas de convertirte en mi mano derecha, pequeño! —río ante el gesto de su mano que espera por la mía para que ambas choquen.
La merienda que me ha pintado el chico más bajo ya despertó mi estómago e interés, por eso accedí a acompañarlo, pero cuando conocí al chef y aceptó mi propuesta de mezclar sabores, no pensé que el resultado fuera tan bueno. ¡Ese chico tiene una habilidad increíble! Por un momento me sentí como Ratatouille, él poniendo sus manos y habilidades y yo mi ingenio, creando un resultado asombroso. ¿Debería proponerle un proyecto culinario? ¡Estas galletas podrían hacernos ricos!
No sé si se trata de una iluminación o del exceso de azúcar en el cuerpo de un niño, pero desde que mis huesos menguaron no me he sentido tan bien y lleno de energía. Desconozco la cantidad de galletas ingeridas pero sabiendo que el chico más bajo sólo ha comido una y el más alto dos... se podría decir que la bandeja la he engullido yo solito.
¿Cuántas hicimos?
— Treinta galletas —giro mi cabeza a uno de los chicos que parece haber escuchado mi voz interior pero que no es más que casualidad por su sorpresa de ver la bandeja vacía—. Puede que alguien no duerma hoy —me mira con preocupación, dejando soltar un suspiro cuando mi sonrisa no deja de ampliarse.
— Quizá debí controlarlo, pero es que tenía una carita tan feliz comiendo mis galletas...
— ¡Hagamos más galletas! ¡Podríamos hacernos ricos! —grito de repente, asustando a ambos— ¡Montemos el negocio del siglo!
— Uh, vale, suficiente por hoy, no más galletas.
— Pero si ya se las ha comido todas.
— ¿Crees que los Park lo noten? —el bajo me mira de reojo, quizá perturbado por mi radiante sonrisa.
— No, para nada. Puede que hoy descubran que el chico puede sonreír.
— ¿Por qué dices eso? No seas grosero.
— ¡Hyung! —llamo al chef y el chico me regala toda su atención— Lo digo en serio, también sé cocinar, podríamos ser un dúo increíble. ¡Hacer grandes cantidades de dinero!
— ¿No eres muy pequeño tú para pensar en dinero? —el bajo frunce el ceño y se cruza de brazos.
— Tch, no —contesto mientras me río, olvidando por un momento detalles que no debo pasar por alto en presencia de personas que no sean mi familia, TaeTae y Jimin. Pero esa subida de energía repentina me ha nublado los sentidos.
Es cierto que incluso de pequeño me ha encantado comer, los dulces una debilidad que mi madre siempre ha controlado, por eso no sé qué se sentía exactamente cuando abusabas, pero quizá ahora puedo hacerme una idea y no sé si debo compararlo a estar drogado porque eso sería exagerar, sin embargo no deja de ser una sensación extraña. Todo parece desbordar. ¿Los niños siempre se sienten así cuando toman demasiado azúcar?
— Iré a por Jimin —mi rostro pierde color al escuchar ese nombre. Quiero pedirle que no lo busque, no obstante, el chico más bajo ya va de camino a la salida.
— ¡No quiero volver! —le pido al chico a mi lado.
— Mañana puedes volver a hacernos una visita.
— ¡Quiero quedarme aquí! —veo su cabeza ladear con ternura, confundiendo la desesperación de mis palabras.
— Por mí te adoptaría hoy mismo —ríe mientra acaricia mi mejilla—, pero ya se está haciendo tarde y deberías descansar. Mañana deberías ir a la escuela, ¿no?
¿Escuela?
No, más bien debería de asistir a la Universidad.
— JungKook —el efecto del azúcar disminuye con esa voz, y en parte lo agradezco. Mi identidad comenzaba a peligrar y ponerse en duda, así que, aunque no me agrade del todo volver a cruzar miradas con Jimin, debo agradecer el detalle que tiene por bajar mi energía—. Venga, levántate, nos vamos —asiento haciendo lo que me pide.
— ¿Podemos hablar, Jimin? —el creador de las galletas parece serio pero a Jimin se le nota la incomodidad tras esa pregunta. Supongo que lo entiendo.
— Ahora no es buen momento —responde apartando la mirada del chico.
— Sólo serán dos minutos —insiste—. No creo que tengas nada mejor que hacer ahora mismo.
— No, claro que no —suspira y se cruza de brazos.
— ¿Por qué dejas al chico solo en el rellano? —pregunta en un todo bajo, mirando de reojo hacia abajo para confirmar que no estoy atento a su conversación y por ese mismo detalle decido darle ese lujo. Por eso me siento de nuevo y saco mi móvil del bolsillo para fingir estar entretenido.
Qué difícil es ser niño.
— Qué se yo, él quería salir y salió. ¿A qué viene este interrogatorio, Jin hyung?
— Ya sabes cómo es, hasta que no respondas a su curiosidad no se detiene —dice el otro chico con la voz algo cansada.
— YoonGi-ah, así no me ayudas.
— Es que no es asunto tuyo.
— ¿Qué hay de malo con querer saber? Jimin es nuestro amigo —el otro resopla y permanece callado para que su novio siga hablando—. ¿Es de ChanYeol? —me tenso ante esa pregunta, imaginando que no soy el único que se siente igual.
— ¡¿De ChanYeol?! ¿De dónde sacas eso?
— Es que cuando nos encontramos al niño en el rellano la primera vez... tuvo una reacción un tanto extraña cuando dijimos el nombre de tu hermano —Jimin permanece callado por unos segundos.
— Os equivocáis.
— A mí no me metáis que yo no dije nada —YoonGi se aparta de esos dos chicos y se sienta a mi lado, mirándome curioso y sonriendo cuando me atrapa con el móvil bloqueado. Entonces vuelvo a desbloquearlo y fingir jugar con él.
— ¿Quién es, entonces?
— Es mío, ¿vale? —dice finalmente, un poco molesto por tener que volver a mentir a más personas— Preferiría que lo mantuvierais en secreto, por favor —pero ante la seriedad de Jimin, Jin reacciona de una forma que nos deja a todos descolocados. Su carcajada nos toma a todos desprevenidos.
— ¡¿Tuyo?! —vuelve a carcajearse— Jimin, por favor, que nos conocemos desde hace años —lo veo palmear su hombro y aumentar los nervios en Jimin—. Nunca te he visto con una chica.
— ¡JungKook tiene ocho años! ¡Nosotros no nos conocíamos por entonces! —eleva su voz un tanto alterado.
— Jimin —Jin posa sus manos sobre los hombros del más bajo e intenta ser más serio—, somos tus mejores amigos, a nosotros no nos puedes mentir.
— No miento —aparta las manos del mayor y se dirige ahora a mí. Yo acepto su mano cuando él extiende la suya y me bajo de la silla para seguirlo a casa.
— Jimin —el mayor lo detiene cuando ya estamos en el rellano, justo frente a la puerta—, está bien si nos quieres mentir, pero al menos intenta estar más pendiente del chico. No lo dejes llorar aquí fuera y solo —cuando se gira ante esas palabras, ya es tarde, Jin ha cerrado la puerta y se ha quedado con solo mi presencia.
— JungKook...
— No es nada, el idiota de mi mejor amigo me hizo llorar —me excuso y paso hacia el interior del apartamento antes que él.
Dentro de aquella pequeña cárcel, me dirijo directamente al cuarto de Jimin al encontrar a ChanYeol en la sala. Y me siento a pensar, a recordar todas esas veces en la mañana cuando iba a la Universidad emocionado por ver el rostro bonito de ChanYeol, en las tantas veces que he imaginado mantener una conversación con él y que sus ojos me vean directamente, sin obstáculos. Ahora no hago más que esquivarlo, las tantas oportunidades que tengo y me limito a desaprovecharlas.
Aunque supongo que no es lo mismo, ¿de qué me sirven todas estas posibilidades si no puedo ser yo?
Desilusionado, como cada día, me limito a quedarme sentado sobre la cama por unos minutos más antes de que el dueño de dicha habitación entre. Con él viene algo que sostiene en su mano y que cuando cierra la puerta y llega hasta mí, lo deja sobre mi palma. Al ver de qué se trata, sonrío, entendiendo algunas cosas que se podrían haber evitado.
— Es de galletas, como el que comiste en la heladería —miro la tarrina de helado y la pequeña cucharita de plástico—, bueno, el que comimos.
— ¿Por esto fuiste a la calle? —alzo un poco la tarrina y lo veo asentir.
— Pero como luego saliste corriendo pues tuve que guardarlo en el congelador.
— Quizá me precipité.
— Sí, lo hiciste —sonríe y se sienta a mi lado—. Quería pedirte perdón, por cómo me comporté en la calle e incluso hoy mismo. No debí haber reaccionado así, sé que estás desesperado por encontrar una solución y que puedas volver a tu vida de siempre, pero... he de admitir que me preocupó ver lo que buscabas en Internet —lo oigo suspirar y guardar algo de silencio para tener el detalle de abrirme el helado—. Quizá tengas razón, es imposible que pueda entender cómo te sientes —esas últimas palabras duelen un poco, duele porque siento el pesar en ellas. Creo sentir que quiere poder entenderme, que lo está intentando después de todo, pero yo debo entender que al igual que no es fácil para mí, tampoco lo es para él.
No hago más que presionarlo.
— Perdóname tú a mí —musito mientras juego a clavar la cuchara en el helado—. He sido demasiado infantil, he jugado cuando no debía y te he hecho sentir mal por ello. Jamás debí llevar la broma tan lejos y... supongo que es normal que quieras regañarme, después de todo —río nervioso—. Tampoco debí buscar aquello en Internet, lo siento.
— Tengo que admitir que me sentí raro —lo veo reír mientras mira al frente—. Fue como si de verdad tuviera un hijo y me estuviera poniendo en ridículo ante todas esas madres. No debe de ser fácil ser padre —me mira con una sonrisa y lo imito.
— No debe ser fácil tener un hijo como yo —digo algo bromista y decido probar el helado—. ¡Hm, está riquísimo!
— ¿Puedo pedirte algo? —asiento con la boca llena— Voy a admitir que a veces se me olvida que tienes veintidós años, que te trate como a un niño porque... ¡bueno, eres la viva imagen de ello! Así que... ¿podrías tenerme un poco de paciencia? Al menos hasta que mi cabeza se convenza del adulto que hay dentro de este cuerpecito —despeina mi pelo con su mano y la aparta para dejarme tiempo para responder, con una sonrisa en su rostro que parece no importarle el tiempo que pueda robarle.
Hasta hoy pensaba que era la persona más desafortunada del mundo, por todo lo que me ha pasado y que parece no tener un final rápido, pero también he ignorado un detalle. Park Jimin no entra dentro de esa desdicha, jamás lo hizo y no fui capaz de verlo con profundidad. Si hay algo por lo que pueda sentirme bien ante esta situación, es él, porque he tenido la suerte de dar con una persona como él, porque su sonrisa intenta evitar que mis días sean sombríos y que mi estado emocional mejore gracias a su causa, porque quiere ayudarme y es una promesa que hasta ahora no ha roto y que parece no pretender hacerlo. Soy afortunado de haberlo conocido.
— Claro —asiento sobrecogido por las emociones en mi interior—, ¿puedo pedirte algo, también?
— Por supuesto.
— ¿Podrías tenerme paciencia si en algún momento pierdo los estribos? —Jimin ríe y asiente, arrebatándome la cucharita para probar también el helado.
— Hmm, este está mejor que el otro.
— ¿Verdad que sí? —concuerdo y le acerco la tarrina para que coma un poco más.
— Por cierto, espero que no te moleste pero... no he podido evitar leer el correo que te ha mandado tu madre —su sonrisa baja de intensidad y puedo ver en sus ojos algo de arrepentimiento.
— No es un secreto, de todas formas —me encojo de hombros restándole importancia al hecho de que haya tenido curiosidad, además, fue mi culpa por dejar el correo abierto.
— Supongo que pude entender tu desesperación, el porqué te metiste en esas páginas tan... tétricas —le sonrío cuando finge un escalofrío—, pero tranquilo, vamos a dar con la respuesta a esto, ¿vale? Podemos buscar más información sobre los que aparecen en ese correo, quizá encontremos algo más.
— Gracias, hyung.
— ¡Uh, me has llamado hyung! —se lleva una mano al corazón y gime al mismo tiempo que se va tumbando en la cama— ¡JungKook me ha dicho hyung! —insiste al ver que no le sigue el juego— ¿Qué será lo siguiente? —levanta un poco la cabeza para verme.
— ¿Qué quieres que sea? —pregunto girándome para poder verle también.
— Oír un hyung más varonil —¿eso ha sido un poco sutil o me lo ha parecido a mí?
— ¿Y luego? —se apoya en sus codos para estar más cómodo.
— Si realmente te ves tal y como en las fotos... quizá te pida una cita.
— Está bien, suficiente —río volviendo a girar la cabeza para ignorarlo y continúo con el helado—. Si esas madres escucharan lo que me acabas de decir...
— ¡Ey, bromeaba! —escondo una risa al ver lo alterado que se ha puesto en cuestión de segundos, incluso se levanta de la cama de un salto— ¡Haces que se vea más turbio de lo que es!
— Yo no empecé —chupo la cuchara para quitar todo resto de helado y luego lamo mis labios para hacer lo mismo, no me doy cuenta de la mirada posada en mí hasta que alzo los ojos—. ¡Eso sí que es turbio!
— ¿El qué? ¡No hice nada!
— ¡Mirarme!
— ¿Ahora mirarte resulta algo turbio?
— ¡No mirarme en sí, sino cómo lo haces!
— ¡Me estás distorsionando!
Su rostro arrugado y el índice apuntándome mientras suelta exclamación tras exclamación, la última más indignada posible, me provoca tales carcajadas que por ese momento me olvido de todo y sólo quiero continuar molestando a ese chico que se altera más y más pero que al final acaba por reír conmigo.
Creo que el azúcar aún en mi cuerpo me juega una mala pasada y se une a la sacarosa que estoy ingiriendo ahora mismo y deciden provocar un estallido de energía que por momentos se vio retenido pero que ahora ha vuelto más fuerte. No sé cuánto más me durará esta actividad, si subir a la cama y mancharla un poco de helado mientras salto en ella está bien, si actuar así con Jimin lo está o no, pero que pudiera olvidarme de todo y sólo reír y disfrutar con su compañía, me hizo sentir aliviado y afortunado.
Y si ChanYeol no nos hubiera interrumpido, habríamos seguido así por mucho más tiempo.
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