09
— Tu hijo.
— Mi... hijo.
Ni él mismo se lo está creyendo, ¿cómo quiere convencer a su propio hermano de que dice la verdad? Una persona que conoce desde siempre, que ha crecido contigo y ha visto todo de ti, quien debe conocer hasta el más mínimo gesto. Soltar una mentira tan fuerte no ha sido una buena idea, bien podría haber escogido una nueva historia que no impactara tanto y que fuera más creíble porque sí, estoy seguro de que no va a tragarse semejante respuesta.
— ¡¿Me estás jodiendo?! —exclama, con los ojos casi saliendo de sus cuencas— ¡Yo tenía razón! —espera... ¿qué?— ¡Sabía que me estabas mintiendo sobre este niño! ¡Por Dios, Jimin, ¿un hijo?! ¡¿En serio?! ¡¿Cuánto tiempo llevas ocultándome esto?! ¡El chico no es un bebé! —se lleva las manos a la cabeza desesperado.
¿Se lo ha creído? ¿De verdad se ha creído que soy el hijo de Jimin? ¡Pero si no había más que duda en su voz! ¿Cómo puede su propio hermano no darse cuenta?
— Ey, te lo puedo explicar, ¿vale? —intenta Jimin tranquilizar al chico alto que cada vez está más irritado. Dice que puede explicarlo pero no continúa hablando y eso hace que ChanYeol se altere incluso más.
¿Debería intervenir?
— ¡No me esperaba esto de ti, ¿sabes?! ¡Mucho menos que me lo ocultaras tanto tiempo! —el chico señala a su hermano como si le estuviera dando la mayor reprimenda de su vida, subiéndose cada vez más a medida que la cabeza de Jimin no hace más que bajar.
Esto no puede acabar bien.
— Perdone —musito, cortando las palabras de ChanYeol—, ¿podría no gritar? —intento ser lo más tierno posible para ablandarlo antes de que la vena pronunciada de su sien estalle— Me... me está asustando —me acerco al cuerpo de Jimin y agarro su mano entre las mías mientras que me oculto detrás suyo, tan sólo dejando mi cabeza expuesta.
Los dos Park me observan desde ángulos distintos, uno sintiéndose algo mal por la reacción que está teniendo frente a un niño y el otro más aliviado por la tregua que le he proporcionado, aunque no sé por cuánto tiempo. De momento ninguno parece querer gastar saliva, ni siquiera se miran y han dejado de mirarme a mí, incluso. Es Jimin quien, después de algunos minutos, decide moverse aunque no hablar, sostiene mi mano con más fuerza y me lleva hasta el sofá donde me pide que me siente y espere ahí.
Incluso ahora, sabiendo que no soy más que un adulto atrapado en el cuerpo de un niño, no deja de tratarme con dulzura y delicadeza. Es más, pretende que me quede aquí sentado mientras él se marcha con su hermano a la habitación de éste para hablar sobre el tema, de alguna forma, protegiéndome para no escuchar algo hiriente. Pero, es estúpido si cree que voy a quedarme aquí de brazos cruzados mientras me pierdo su intensa conversación, así que, una vez cierran la puerta de la habitación, me bajo del sofá y camino despacio sin hacer ruido. Una vez me arrodillo frente a la puerta, pego mi oreja y sonrío triunfante al poder escuchar bien sus voces.
— Tiene ocho años —es lo primero que escucho de la conversación.
— ¡Ocho años! ¡Jimin, no me jodas, ¿has dejado a una chica embarazada cuando sólo tenías dieciséis años?! —palmeo mi frente cuando aún no comprendo porque Jimin no salva la situación e inventa otra cosa. Él sigue con la idea de su primera respuesta.
— Eso parece...
— ¿No lo sabías?
— Eh... no.
— ¿Cómo es posible que no lo supieras?
— Fue hace mucho tiempo.
— ¿Y cómo estás tan seguro de que es tu hijo? —hay un largo silencio antes de que Jimin responda.
— Me hice las pruebas —palmeo de nuevo mi frente. Este chico no puede tocar más fondo después de esto.
— ¿Y su madre?
— Ella... me pidió que lo cuidara una temporada.
— Espera... ¡¿qué?! ¿Me estás diciendo que ese niño va a seguir quedándose aquí, en nuestra casa? ¿Una temporada?
— Así es —me sorprendo con el tono de voz que Jimin utiliza esta vez, siendo más seguro y convincente—. Y si tienes algún problema nos iremos —de nuevo otro largo silencio que me provoca un escalofrío.
— Jimin... —susurra y escucho unos leves pasos— No seas idiota, ¿a dónde podrías ir? Ésta también es tu casa.
— Oye, siento todo esto, ¿vale?, pero no tengo más opción. Lo siento —desde aquí puedo sentir el dolor de la mentira en los labios del chico y al mismo tiempo la sinceridad del perdón.
— Está bien, no te preocupes, no voy a dejarte solo en esto. Es solo que... no me esperaba estar en lo correcto. Estoy muy impactado.
— Lo entiendo.
— Jimin, eres papá, ¿sabes lo que eso significa? —suspiro con un poco de alivio porque, aunque ChanYeol lo esté tomando con seriedad, en realidad todo es mentira y Jimin no tiene ningún hijo. Lo que me da un poco de miedo cuando sepa toda la verdad y la gran mentira que ha tenido que soltarle su hermano. Espero que no destruya su relación— No va a ser fácil, tendrás que hacer muchos sacrificios y trabajar el doble. Pero... no voy a dejarte solo, te ayudaré.
— No tienes que hacerlo, puedo solo.
— ¡No digas eso, me hieres!
— Pero es mi problema.
— Oye, escúchame, eres mi hermano pequeño, voy a cuidar de ti aunque no quieras. Mañana dejaré la Universidad y veré en qué puedo ser de ayuda.
— ¡No, no puedes hacer eso! Escúchame tú ahora, es mi hijo y mi responsabilidad, está bien si me echas una mano pero no voy a dejar que arruines tu vida por un error mío —ugh, si de verdad fuera hijo suyo esto habría dolido—. Quiero que continúes con tu vida tal y como ahora, el chico tiene ocho años y parece que sabe cuidarse bien solo. Puedo seguir trabajando y cuidar de él, no habrá tantos cambios, tan sólo un plato más en la mesa. Además, su madre me echará una mano con los gastos.
— ¿Estás seguro? ¿Crees que podrás ejercer de padre tan de repente?
— Lo intentaré.
— Está bien, pero no dejes de contar conmigo para lo que necesites —escucho unas palmaditas sobre la prenda. Supongo que se están dando un abrazo—. Mira que no usar protección... yo no te eduqué así.
— ¡Un error lo tiene cualquiera!
— Sí, sí, ahora sal, necesito una ducha fría para despejar mi mente —al escuchar eso intento levantarme lo más rápido posible pero apenas doy dos pasos escucho la puerta abrirse a mi espalda y Jimin salir con el ceño fruncido al pillarme.
— Perdón —es lo único que se me ocurre decir.
Después de la disculpa, Jimin no abrió su boca para nada, en cambio, usó gestos para que cogiera la mochila que mamá me trajo y la dejara dentro de la habitación. Cuando salí, lo vi en la cocina comenzando a hacer la cena mientras su hermano se metió a la ducha como dijo. Quise ofrecer mi ayuda pero al ver el estado en el cual se encontraba decidí no inmiscuir entre él y su guerra de pensamientos; el pobre no dejaba de suspirar a cada rato y equivocarse varias veces en lo que debía echar en la olla. Juré ver que echó azúcar en vez de sal...
Una vez terminamos la cena... bueno, más bien, los aperitivos ya que la comida que hizo Jimin era simplemente asquerosa; había una mezcla de sabores horribles y, aunque quiso disculparse, ChanYeol no lo dejó y en cambio bromeó, trayendo aperitivos para saciar el hambre. Fue un lindo gesto que para Jimin significó mucho y pronto su actitud cambió a una más calmada y bromista. Yo los observé embobado, con una sonrisa que no desaparecía porque era tierno ver cómo esos dos se trataban a pesar de que no hace mucho parecía que se iban agarrar a puñetazos. Me gusta verlos de esta forma, en la que parecen hermanos cercanos, porque aunque pasó más de una hora desde que comimos ellos siguen igual, conversando entre risas y aliviando el ambiente algo tenso.
Llega la hora de dormir y ChanYeol se despide de su hermano dando un fuerte apretón en su hombro que puede significar apoyo, de mí sólo se despide con una sonrisa y entonces nos deja a solas. El adulto a mi lado pronto decide que es hora de explicaciones y me pide que lo acompañe a su habitación, donde corre la puerta de su pequeño balcón y abre la lata de cerveza que ha traído consigo. Me encojo ante el aire frío que entra pero me atrevo a coger la manta sobre su cama y echarla por mis hombros mientras me quedo ahí sentado, observando por un momento como se bebe la lata y luego riendo sobre un detalle en especial, mis pies no llegan al suelo.
— ¿Qué te hace tanta gracia?
— Estoy sentado en el borde de la cama pero a mis pies le faltan mucho para llegar al suelo —río de nuevo—, es raro —lo miro cuando él alza una ceja sin comprender dónde está lo gracioso pero es normal porque no puede saber cómo me siento, exactamente. Hace unos días podía estar sentado en mi cama y llegar perfectamente al suelo, en cambio, ahora... no sé, es extraño.
— Así que... veintidós —comenta con un tono de voz algo incrédulo. Simplemente asiento—. Estás estudiando una carrera, ¿cierto? —vuelvo a asentir— ¿Y cómo te va?
— ¿Tienes curiosidad por saber cómo me van los estudios? ¿Seguro que no quieres saber otras cosas? —pregunto con obviedad.
— Por saber, quiero saber muchas cosas.
— Pero no creo que lo importante ahora sea cómo me van los estudios.
— Es que... te miro y... se me hace imposible verte como un chico adulto que está estudiando en la Universidad —suspira sin despegar sus ojos de mí—. Sólo puedo ver un niño, uno muy asustado pero que por alguna razón intenta ocultarlo —aprieto mis labios y bajo levemente la cabeza, mostrando entonces una leve sonrisa para darle a entender que no necesito ningún tipo de apoyo, que soy lo suficientemente fuerte para soportar una situación como la mía.
— No es tan complicado para mí, he visto muchas cosas raras en mi vida.
— ¿Me estás diciendo que es normal para ti que una persona cambie completamente su físico por realizar un estúpido conjuro de amor? —me mira con las cejas alzadas, desconcertado por la respuesta que le he dado y que parece que a él le molesta— Porque esas cosas sólo las he visto en películas —tengo la intención de decir algo pero me interrumpe al continuar con su discurso—. Te creo si me dijeras que tu casa está embrujada, que las luces se encienden y se apagan solas, que las puertas se mueven aunque no haya viento y que, incluso, sintáis alguna presencia cerca, pero... ¿esto? Esto supera la realidad; no hay nada invisible que lo haya provocado, lo has hecho tú. ¿Entiendes lo que quiero decir?
— Lo entiendo perfectamente, es por eso que no estoy asustado.
— Si yo hiciera ese ritual... ¿me pasaría lo mismo? —frunzo el ceño y niego rápidamente, aunque luego me surge la duda pues no conozco al chico lo suficiente como para estar seguro. Sin embargo, él no parece creer en este tipo de cosas y aunque yo ahora mismo sea una prueba crucial, no posee la suficiente sabiduría— Entiendo que no todo el mundo podría tener ese... ¿don? ¿Es así como lo llamáis?
— Supongo.
— Bien, entonces, si yo tuviera ese don, ¿podría hacerlo?
— Es probable, aunque influyen muchos factores.
— ¿Tener conocimientos?
— Algo más importante, sensibilidad —él se mantiene en silencio a la espera por saber más, cruzando sus brazos después de dejar la lata en el suelo del balcón—. Tener una gran capacidad para percibir sensaciones a través de nuestros sentidos es muy importante; todo el mundo tiene sensibilidad pero hay personas que la desarrollan más que otras y... aunque no nos demos cuenta, está ahí —lo veo sentarse en el suelo y flexionar sus rodillas para apoyar sus brazos ahí—. De pequeño tuve muchas experiencias, mi madre jamás me ocultó lo que hacía, lo que estudiaba y a qué se dedicaba. Siempre me hizo verlo como algo normal, cosas inexplicables que tanto ella como yo podíamos percibir. A veces tenía miedo, no voy a negarlo, es... complicado cuando eres sólo un crío, pero con el tiempo supe acostumbrarme —sonrío levemente—. Mi hermana pequeña es todo lo contrario a mí, ella jamás ha visto nada ni ha sentido algo fuera de lo normal, pero... es mejor así.
— ¿Por qué es mejor?
— Bueno, como he dicho, no es tan agradable siempre. Muchas veces da miedo y es mejor vivir ignorando la sombra que tienes detrás que, aunque la gran mayoría de las veces no haga nada, resulta espeluznante —como acto reflejo gira su cabeza hacia atrás y se agita en un escalofrío. Río y él carraspea haciendo crujir su cuello para volver a su pose inicial.
— ¿Por qué tu madre, sabiendo que eras un chico muy sensible, dejó que fueras consciente? Quiero decir, tu madre debió protegerte y mantenerte alejado de ese mundo, negar lo que podrías llegar a ver o sentir.
— Mi madre dice que es un don que no se puede ignorar, que debemos aceptar y agradecer porque muy pocas personas pueden desarrollar tanto los sentidos.
— ¿Y tú estás bien con eso?
— Sí, aunque... siempre me he mantenido muy alejado a pesar de que mi madre insistiera en seguir sus pasos. Supongo que me harté de ser el hijo raro de la famosa bruja Jeon —río nervioso al recordar como en la escuela los niños siempre me molestaban por los rumores que circulaban sobre mi madre—. Con el tiempo limpié mi expediente, por así decirlo, y la gente dejó de hablar.
— Entiendo. ¿Y qué puedes contarme sobre el ritual que hiciste? —pregunta dando un sorbo a su cerveza y luego la vuelve a dejar en el suelo.
— Fui un irresponsable, es como si mi consciencia se hubiera dividido en dos; una sabía que algo podría salir mal o por el contrario que saliera bien, y la otra no dejaba de tomárselo todo a broma. Como si ignorara mis capacidades y sólo se tratara de echar unas risas con un amigo.
— ¿Qué significan todos los objetos que traías contigo? ¿Cómo llegaste a dar con mi nombre?
— Necesitaba dos objetos personales, uno es la camiseta; la cual tengo mucho cariño porque siempre fue mi favorita de cuando era pequeño y... el otro fue el anillo que... —mi voz se torna dudosa, no sabiendo si ser tan especifico o dejarlo ahí.
— ¿Cómo conseguiste el anillo? —suspiro al no poder evadirme de esa historia.
— Pedimos ayuda a YuGyeom —en cuanto digo el nombre Jimin abre sus ojos desmesuradamente—. ¡Pero él no tiene la culpa! ¡Quiero decir, fue engañado!
— ¡¿Ese malnacido me robó?! ¿Por eso vino a mi casa? Ya decía yo que se me hacía raro que ese viniera a hacerme una visita —dice indignado.
— Por favor, no le digas nada.
— No lo haré, pero me parece horrible que accediera a robarme. ¿Puedo saber qué ganaba a cambio?
— Ser mi amigo —alza una ceja—. Sé que suena raro pero es lo único que pidió.
— Lo tienes en la friendzone, ¿cierto? —rasco mi cabeza y asiento.
— Supongo que podría decirse que sí —lo oigo suspirar fuerte.
— Bien, sigue —bajo mi mano y la vuelvo a resguardar bajo la manta.
— Los lazos representan los caminos que al unirlos se forman un solo camino.
— ¿Te gusto? —pregunta de repente, uniendo todo lo que ya conoce pero no entiendo lo fundamental— ¿Has... hecho este ritual por mí?
— ¡N-no! —respondo nervioso, pero lo entiendo porque en ningún momento le he dicho quién es esa persona que me gusta. Él baja sus hombros y permanece en silencio algunos segundos, sin mueca en su rostro que me pueda dar una pista de lo que está pensando, pero finalmente despega sus labios.
— Entonces no entiendo nada. ¿Por qué necesitabas mi anillo, por qué tenías mi nombre en el papel? ¿Por qué te he encontrado?
— Supongo que hay respuestas que no tengo pero... tú podrías ayudarme a encontrarlas.
— ¿A qué te refieres?
— Te llamas Park Jimin —asiente siendo obvio—. Sé que trabajas pero... ¿también estudias?
— No, sólo trabajo.
— Pero... —frunzo el ceño intentando encontrar una explicación— Mi amigo escuchó tu nombre en la Universidad.
— Podría ser —se encoge de hombros sin darle mucha importancia.
— Explícate.
— Suelo ir a la Universidad de mi hermano, yo estudié allí hace dos años así que conozco a bastantes personas. A veces voy para jugar algún partido con viejos amigos y con mi hermano —mi boca se abre de la impresión, de no creer lo que estoy escuchando porque simplemente es absurdo. Mi mejor amigo ha conseguido el nombre de un chico que ni siquiera estudia allí.
— Pero...
— ¿Quién es el chico que te gusta? Si no soy yo... ¿quién es? —vuelve a insistir, más curioso ahora que ha visto mi reacción a sus palabras.
— Le llaman Park —comienzo, con la cabeza gacha y sin poder ver una reacción, pero es mejor así—, jamás he escuchado su nombre completo y... bueno, estaba bien así, no importaba demasiado, pero cuando decidí hacer ese ritual y leer que necesitaba el nombre completo del chico...
— ¿Te gusta mi hermano? —pregunta extrañado y tengo que elevar el rostro para descifrar cuál es su reacción. La verdad que es más molesta de lo que creo y me preguntó por qué, es decir, ¿tan raro es que un chico guste de su hermano? Aún así, asiento como respuesta— Confundiste a mi hermano conmigo.
— Lo siento —es lo único que me sale decir.
— Escuchaste cómo me llamaban y dedujiste que así se llamaba ChanYeol, ¿estoy en lo cierto?
— Algo así. En realidad no fui yo, fue mi mejor amigo, él tan sólo lo escuchó cuando vio a ChanYeol junto a un grupo de personas. Supongo que tú también estarías allí —digo y no puedo evitar sentirme estúpido por lo poco eficientes que fuimos. Simplemente aseguramos cuando no teníamos nada seguro y sólo porque el nombre iba acompañado de Park—. La camiseta... es algo que no entiendo.
— ¿Qué camiseta, la tuya?
— No, otra. Claro, sólo has visto el trozo de tela —abre su boca comprendiendo a qué trozo de tela me estoy refiriendo—. Necesitaba una muestra de ADN y mi amigo robó una camiseta impregnada de sangre que, al parecer, pertenecía a Park Jimin —suspiro al no comprender esa parte de la historia pero me congelo cuando veo a Jimin llevar su mano al rostro y acariciar con un par dedos su nariz, el que estuviera perdido en sus pensamientos me hizo conectar de alguna forma con ellos y terminar por comprender—. Oh, no, por favor, dime que no —oculto mi rostro con mis manos al sentirme sumamente avergonzado.
— Hace unos días, cuando fui para jugar un partido... me golpearon la nariz con un balón y comencé a sangrar bastante —cuenta como si estuviera diciendo algo gracioso porque no deja de reír entre palabras pero sé que en su cabeza no está siendo gracioso, tan sólo es incredulidad ante la situación. Lo que parece un chiste.
— Nos equivocamos en todo —digo con pesar, sin poder verlo a la cara.
— ¿En serio? No me había dado cuenta —suena sarcástico y decide guardar silencio, un silencio que me incomoda y por eso me atrevo a mirarlo y verlo sumamente perdido en sus pensamientos. Me pilla observarlo detenidamente y, aunque intento huir de la mirada, me obligo a volver porque nuevamente habla—. ¿Cuál era la finalidad del ritual?
— Es... es un amarre, así que —gesticulo con mis manos una unión al no poder con las palabras.
— ¿Forzar a que dos personas se quieran? —me encojo avergonzado.
— Lo siento —vuelvo a disculparme.
— ¿Por qué no ha funcionado? —lo miro confundido— Si tenías todo de mí... ¿por qué no ha funcionado?
— No-no lo sé —esa pregunta me hace cuestionarla, tampoco comprendiendo por qué, a pesar de no ser el chico que yo creía, no funcionó con él.
— Bueno, supongo que alguna explicación habrá, al igual que un porqué tu aspecto es... así —no digo nada y él se levanta sin olvidarse de la lata –que ahora está vacía–, la deja sobre la mesa de noche y vuelve al balcón pero esta vez para cerrarlo y así sentarse a mi lado—. Siento si soy pesado pero... me veo en la obligación de volver a insistir —veo como humedece los labios—. ¿De verdad crees que voy a creerme que no tengas miedo? ¿Después de todo lo que me has contado? —su tono de voz me sobrecoge, sintiéndome más débil que antes y no estoy seguro de por qué. ¿Es porque me siento más inestable al contar todo y saber cosas o es porque lo siento más cerca?— No necesitas demostrar que eres fuerte, ya lo has hecho estos tres días —miro al lado contrario de donde se encuentra—. ¿Qué ocurre? ¿Acaso eres un niño testarudo y orgulloso? —dice algo divertido pero no puedo comprender por qué este chico sigue siendo tan dulce después de saber todo, después de haberse metido en un gran lío por mi culpa, después, incluso, de haber tenido que mentir a su hermano para que pudiera quedarme.
— N-no soy un-un niño —mi voz se rompe y pronto noto cómo mis lágrimas caen por mis mejillas a una velocidad que me asusta, me siento impotente porque pensé que podría ser más fuerte y retener mejor mis emociones, ¡pero es imposible con el idiota a mi lado! ¡El tipo no deja de desestabilizarme!
— Cierto, eres un chico de veintidós años, un adulto que no dejará que su orgullo lo controle y por el contrario cederá a que deje que lo abracen —suelto un sollozo que intento ocultar con mis manos en el rostro, mi cuerpo tiembla a medida que continúo llorando y me dejo caer un poco hacia su lado, chocando levemente con su cuerpo y es ahí cuando él comprende que he cedido y me rodea con sus brazos.
— L-lo siento mucho, de-de verdad —intento decir una vez más, perdiendo la cuenta de las veces que he pedido perdón no sólo en voz alta sino en el silencio de mi mente—. Lo siento, lo siento.
— Ya, ya, está bien, deja de disculparte —refuerza el abrazo y siento su cabeza sobre la mía.
No recuerdo el momento de detener mis lágrimas, tampoco cuando decidí cerrar mis ojos disfrutando del calor corporal de Jimin y entonces no recordar el resto, pero cuando abro mis ojos en la mañana, él no está ahí. Me encuentro solo en la cama, con mantas cubriéndome y decido quedarme un poco más antes de levantarme. Pronto recuerdo la noche anterior, la conversación que tuvimos y cómo me vine abajo con sus palabras y dejé que me abrazara hasta caer dormido. Ese recuerdo me avergüenza y paso mi mano por el rostro para intentar borrar el color que ha obtenido mis mejillas, al no funcionar, decido levantarme para así borrar de mi mente lo vergonzoso que me vi. Cuando abro la puerta, no me encuentro más que silencio; el sofá está vacío y no hay señales de que haya dormido ahí, eso o que ha recogido antes de irse a trabajar. Un pensamiento curioso me invade de repente, preguntándome si ChanYeol está en su habitación o por el contrario también salió, aunque al ser viernes lo más seguro es que haya ido a la Universidad.
Pero... ¿tan temprano?
Al buscar mi móvil y ver que aún faltan minutos para ser las siete, la curiosidad me acoge más y hasta un pensamiento travieso me impulsa, sin embargo, niego con la cabeza para borrarlo y aparto la mano del pomo de la puerta que pertenece a la habitación del mayor de los Park. En cambio, decido sentarme en el sofá y encender la televisión, dejando las noticias de la mañana para ver qué información nueva hay en el día y al mismo tiempo me entretengo con mi teléfono.
Dan las siete y cuarto cuando escucho la puerta del apartamento y me giro para comprobar quién es. Un sentimiento que se aleja al alivio es lo primero que me hace ignorar su presencia y devolver mis ojos a la pantalla, no obstante, no tarda mucho en obstruir mi visión y que tenga que verlo sí o sí.
— Traje desayuno, ¿tienes hambre? —dice sonriente y rápidamente mis mejillas vuelven a ese rubor— Eres un niño bastante madrugador, no esperé verte tan temprano despierto pero supongo que así me libro de dejarte una larga nota —alzo una ceja al no comprender a qué se refiere pero no le doy importancia y lo sigo con la mirada. ChanYeol deja la compra en la cocina y pronto vuelve con un plato lleno de surtidos de repostería—. ¿Qué te apetece beber?
— Un café, por favor —digo con simpleza mientras me decido por cuál empezar.
— ¿Cómo has dicho? —cuando lo miro veo sorpresa en sus ojos y en un primer momento me pregunto qué es lo que pasa con él, pero rebobinando un poco caigo en lo que he contestado. Quiero golpearme mentalmente.
— ¿L-leche?
— Muy bien, enseguida te la traigo —vuelve a sonreír y se marcha para darme tiempo a respirar más tranquilo. Debo tener más cuidado. ¿Qué habrá pensado cuando un niño de ocho años le ha pedido un café?
ChanYeol decide sentarse a mi lado dejando un vaso de leche a mi alcance y deja su café cerca suyo, me atrevo a mirarlo triste porque realmente me apetece uno y así poder espabilarme más rápido pero de nuevo tengo que lidiar con otro detalle que he ignorado y que él se ha dado cuenta. Por lo menos, es gracioso cuando me pregunta si prefiero ver a un viejo hablando de política y no a unos graciosos dibujos animados. No puedo evitar reír e inventar la excusa de que recién encendí la televisión cuando entró y que no cambié de canal, así que por él mismo busca un canal infantil y deja a Bob Esponja después de preguntarme si me gusta.
De momento el chico está siendo bastante atento y amable, nada comparado como era en un principio y en cierto modo eso me alivia, me hace volver a verlo con admiración; como siempre pensé que sería y, aunque creí que me había equivocado, el chico sólo estaba nervioso y asustado por tener un menor en su casa con una excusa que apestaba. Ahora, teniendo otra visión de mí, parece que su personalidad ha salido a flote y yo no puedo evitar enamorarme más de él. Incluso cuando intenta explicarme qué puedo y qué no puedo hacer cuando me quede solo, es perfecto; su voz grave intentando sonar más suave por mí, su cuerpo ligeramente inclinado intentando no imponer demasiado y sus leves toques sobre mi hombro cuando piensa que no lo estoy escuchando porque sí, aunque esté escuchando su voz realmente no estoy poniendo atención a que lo dice, pero tampoco necesito saber cómo se regula el agua caliente del lavado o la ducha.
Por horas, me quedo solo en el apartamento, mayormente aburrido porque no es mi casa y no me atrevo a hacer tantas cosas como quisiera. Tampoco tengo mi ordenador para pasar el día en juegos y el portátil de Jimin no es una opción porque no me ha dado el permiso de usarlo, así que me paso todo el tiempo viendo televisión, alternando entre programas de entretenimiento y dibujos animados. Cuando por fin llega Jimin de trabajar, no puedo evitar pegar un salto del sofá y recibirlo con muchos ánimos por volver a tenerlo de compañía. Él se sorprende un poco, hasta diría que se avergüenza porque aún sigue sintiéndose raro verme y que mi aspecto y mentalidad choquen tanto; sigue aturdiéndolo, pero siempre acaba regalándome una de sus grandes sonrisas y pronto comienza a relatarme cómo ha sido su día en el trabajo.
Debo admitir que, a pesar de haber metido la pata hasta el fondo y haber arrastrado a gente inocente a mi desgracia, estoy agradecido de haber conocido a Jimin, quien es una excelente persona y, posiblemente, un gran amigo en un futuro. ¡Incluso TaeHyung se llevaría de maravilla con él!
— Hay algo que no te he preguntado —Jimin rompe el silencio entre nosotros cuando, tras acabar la película que veíamos los tres, ChanYeol se marcha a su habitación y entonces aprovecha—. La herida de tu mano, ¿tiene algo que ver con el ritual?
— Hm —asiento mientras termino de ingerir el puñado de palomitas que meto a la boca—. Necesitaba tanto tu ADN como el mío.
— Entiendo... ¿y está mejor? —pregunta preocupado y mirando mi palma que sigue vendada. Simplemente asiento porque sigo sin comprender por qué aún se preocupa de sobremanera por mí. Es decir, ya sabe que no tengo ocho años en realidad, por mucho que mi cuerpo se vea pequeño diría que hasta soy más alto que él. No hace falta que esté tan encima mío.
— ¿Vemos otra película? —pregunto y libero mi mano de las suyas.
— ¡Claro! ¿Cuál te apetece ver ahora? —el chico pronto comienza a buscar alguna e incluso me pregunta por varios títulos pero no contesto cuando me he quedado embobado del chico que acaba de salir de su habitación.
Sé que lo he dicho muchas veces, pero es que no me canso de gritarlo en mi mente. ¡Park ChanYeol es un ser creado por los mismísimos dioses! Todo lo que se ponga le sienta bien y realza su figura; sus brazos, bastante fuertes, marcan la camisa y lo hace ver increíblemente bien. ¡Y qué decir de sus hombros! Oh, por Dios, siento que voy a perder el conocimiento si sigo mirándolo, incluso su olor llega hasta aquí y quiero morirme porque huele delicioso. La boca se me hace agua cuando lo veo peinar su cabello con los dedos y acomodarlo delante del espejo, me pongo tan nervioso que incluso no me doy cuenta cuando me pongo de rodillas para verlo mejor y que el respaldo del sofá no me prive de verlo a cuerpo completo.
El chico sentado a mi lado se da cuenta de mi repentina actitud y sé que ahora comprende por qué me quedo embobado viendo a su hermano. Siento algo de vergüenza por lo que aparto los ojos de ChanYeol y miro a Jimin, intentado dar algunas disculpas con una simple mirada, pero su mueca es rara, es más, me hace incomodar aún más y me pregunto por qué me mira con unos ojos tan tristes.
— Voy a salir —dice de pronto ChanYeol—. Puede que llegue tarde —una sonrisa pícara aparece en sus labios cuando su hermano lo ve—. ¿Recuerdas la chica que conocí en el restaurante de ramen? —Jimin asiente débilmente— ¡Pues he conseguido una cita con ella!
Las palabras en la boca de Jimin son bajas, como si quisiera que no fueran escuchadas y su hermano, muy lejos de preguntar qué le pasa, decide ignorar y conservar su felicidad. Una felicidad que se ve reflejada en cada gesto y en la rapidez que toma para salir de casa y cerrar la puerta para dejar sólo el silencio momentáneo en el interior.
— Siento no habértelo dicho anoche. No sabía cómo hacerlo —me mantengo en silencio ante sus palabras—. Mi hermano es heterosexual.
Oh.
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