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07


Sus cálidas y suaves manos buscan las mías cuando camina hacia mí bastante preocupado y las sujeta entre las suyas, hinca su rodilla para quedar a mi altura y con sólo una mirada siento que me dice más cosas que con sus propios labios y voz. Está preocupado, muy preocupado. Y también sé que teme preguntarme delante de los otros dos chicos, por eso, guardando sus palabras, se alza y tira de mí para quedar frente a SeokJin. Le oigo darle las gracias y decirle que más tarde hablarían y le daría una explicación, el otro no se ve muy convencido y quiere más información pero Jimin decide dejar las cosas ahí y salir del apartamento conmigo detrás. Ni siquiera tuvo tiempo para abrir su propia puerta cuando SeokJin salió al rellano para avisarle, por eso lo hace ahora tras soltar mi mano y busca sus llaves algo agitado y nervioso porque sabe que no puedo apartar mis ojos de él. Seguramente piense que por mi cabeza estén circulando pensamientos horribles en los cuales no dejo de pedir ayudar, pero lo cierto es que no puedo dejar de pensar cómo voy a hacer para que deje quedarme con él sin tener que inventar una estúpida historia.

— Puedes pasar —me dice y camino hacia el interior. Él deja las llaves sobre la encimera de la cocina y agarra una botella de agua que la bebe de un solo trago—. ¿Quieres algo? —niego y me indica que me siente en el mismo sofá que durmió y que aún está sin recoger, por eso, se adelanta a mí y aparta tanto la sábana como la manta. Antes de sentarme, retiro mis guantes cansado de llevarlos puestos.

Ambos creamos un silencio que parece inquebrantable, ni él ni yo sabemos qué decir o cómo comenzar, a pesar de que sé que sus preguntas están empujando sus labios con la intención de buscar una abertura y salir, pero ¿quién quiere hacerle daño a un niño? ¿Quién, con una mentalidad sana, pretende asustar a un chico que sólo tiene ocho años y que no ha dejado de dar indicios de maltrato? Jimin no tiene ni idea de todo lo que está pasando a mi alrededor y es fácil imaginar cosas horribles, mucho más cuando siempre he mantenido el misterio en todo momento.

Definitivamente, este chico no se merece lo que le estoy haciendo.

— ¿Has vuelto a hacerte daño? —pregunta de repente al notar que la venda en mi mano tiene algunas gotas de sangre. Sin permiso, agarra mi mano y la alza para verla más detenidamente. La venda, antes de salir de casa, había sido cambiada pero seguramente continuó sangrado hasta llegar aquí, ahora, sé que no volverá a abrirse— Te cambiaré la venda, ¿vale? —me encojo de hombros porque aunque quiera, no puedo negarme, él lo hará sin importar mi respuesta, así que, una vez más, dejo que limpie, cure y venda mi mano.

— ¿Po-podría quedarme aquí un par de días? —musito aprovechando que está más calmado y concentrado en su labor, pero es idiota no esperar una reacción porque inevitablemente se detiene y me mira fijamente, con sus ojos bien abiertos y confundido.

— No lo sé, JungKook... —duda.

— Sólo serán dos días, nada más.

— Podría meterme en un problema, pequeño —lo veo negar.

— Por favor —suplico un poco más, aprovechando mi voz y aspecto para tener un resultado más positivo a pesar de que eso me haga sentir horrible.

— Lo siento —niega una vez más y suelta mi mano cuando ha acabado y se levanta para guardar todo. Cuando vuelve, maldigo por dentro porque no me está dejando el suficiente tiempo para pensar en un plan y mis remordimientos tampoco están ayudando.

¿Debería abusar más de la vulnerabilidad con la que él me mira?

Dejo de pensar y actúo. Me levanto del sofá cuando soy consciente de que él no volverá a sentarse y camino hasta llegar al centro del salón y abrazarlo por detrás, asustándolo cuando deja caer su móvil y baja su cabeza para mirar mis manitas aferradas a su cintura. Me llama innumerables veces mientras sus manos están sobre las mías y me pide permiso para girarse y así poder verme al rostro, pero no dejo que lo haga cuando mi mente aún sigue buscando la excusa perfecta para que, esta vez cuando vuelva a preguntarle, no se niegue. Sin embargo, en sólo unos segundos él aparta mis manos y se arrodilla ante mí para acunar mis mejillas y observarme con tal preocupación que me hace sentir aún peor. Y para empeorar un poco más la situación, no tengo la excusa perfecta.

Pero una vez más, el chico vuelve a sorprenderme.

— Está bien —dice, intentando calmar mis facciones que se han ido tensando a medida que lo enfrentaba—, pero tienes que contarme algo. Necesito saber por qué has regresado y por qué me pides quedarte.

¡Piensa rápido, deja de mirarlo embobado y piensa rápido!

— A-algo ha ocurrido en casa y no quiero estar allí —intento abrirme camino mientras él seguramente vuelva a insistir, pero al menos gano algo de tiempo.

— ¿Qué ha ocurrido? ¿Te han hecho algo? —baja su mirada para observarme, pero sólo ve un niño asustado con una herida en su mano, una costra en su mejilla y ropa que, seguramente, haya notado el olor a humedad y polvo.

— Estoy bien, por favor, deje que me quede. ¡Le juro que no molestaré! —si consigo salir victorioso sin tener que contarle una mentira aún más grande y sólo usar mis encantos y mirada afligida, juro meterme a actor.

Suspira al mismo instante que baja su cabeza y se sujeta a mis delgados brazos. Se queda así unos cuantos minutos y no comprendo si está esperando que siga insistiendo o es que se está pensando demasiado mi súplica. Y espero que sea lo segundo porque no tengo mucho más que decir y continuar insistiendo no es algo que ahora mismo me haga sentir precisamente bien, ya he abusado demasiado de su humildad y hospitalidad, no puedo seguir presionando a pesar de que no tengo más remedio.

— Prométeme algo —habla bajito, pero al estar tan cerca lo escucho perfectamente—. Prométeme que nadie va a llamar a la puerta de mi casa preguntando por un niño que se hace llamar Jeon JungKook —alza su cabeza y asiento varias veces en el momento que conecta con mis ojos—. Ni siquiera la policía.

— Se lo prometo —intento sonar seguro y parece que ha colado porque una leve sonrisa se forma en sus labios y lo veo asentir.

¿Lo he conseguido?

— Dos días —¡lo he conseguido! ¡No me jodas! Me ve asentir frenéticamente y sonreír como él—. ¿Seguro que no puedes contarme nada más?

— Dos días —respondo alzando dos de mis dedos que forman una uve y quedándome con sus palabras porque no quiero responder a su pregunta.

— Ahora viene lo difícil —gime y se pasa una mano por el rostro—. ¿Cómo voy a explicarle esto a mi hermano?

— Puedo esconderme —le digo y él se echa a reír por lo inocente que he sonado.

— No voy a permitir que te quedes todo el día encerrado en mi habitación. Habrá que pensar en otra cosa —se pone en pie y yo lo sigo por el apartamento como un pequeño patito que corre tras su madre—. Podría... —se detiene y lo imito— ¡Ya sé! Puedo decirle que eres el hijo de una amiga y que... ha tenido que salir de la ciudad por dos días y... no tenía a quién dejar a su hijo por lo que... ¡me lo pidió a mí! —me mira esperando una reacción positiva pero sólo me mantengo callado y pensando en lo sencillo que ha sido para él inventar una historia y lo complicado que ha sido para mí siquiera haber comenzado una— ¿Qué te parece?

— Bien, supongo, pero ¿por qué no dice la verdad?

— Porque lo que yo estoy haciendo está mal, pequeño —dice acariciando mi cabeza—. Es un delito que... —se detiene repentinamente—. No importa.

Es un delito que meta a un niño en su casa sin dar parte a la policía. Los padres podrían estar buscándolo, la policía también, y ocultar a un menor lo llevaría a una serie de problemas que ni él mismo quiere imaginar. Pero lo que no sabe es que ese niño soy yo y que nadie me está buscando, mucho menos que soy un menor y que no tendrá más problema que el que yo le crearé. Esa es la única verdad.

— ¿Te gustan los videojuegos? —asiento— Bien, te dejaré mi portátil para que te entretengas.

Paso varias horas con mis manos sobre el teclado del portátil que me ha dejado y el cual tiene muchos juegos instalados. Agradezco que al menos el tiempo pase mientras me entretengo y no comiéndome la cabeza hasta ganar una migraña que durará por días. Sin embargo, parece que él no tiene opción de librarse porque no ha dejado de mirar a la nada en todo el día; así como tampoco deja de mirar la hora en la pantalla de su móvil y luego girar su cabeza hacia la puerta. No es difícil comprender que está nervioso por la llegada de su hermano y lo entiendo, al límite que termina por contagiarme y los juegos dejan de ser una escapada a mis problemas.

Cuando me alejo del portátil se alarma porque su intención era tenerme entretenido con algo mientras él solucionaba el problema, pero tampoco quiero que se exceda. Por eso, cuando abandono los juegos y me posiciono más cerca suyo, intento sonreírle para transmitirle algo de confianza y que no se sienta tan estresado. Jimin sonríe de vuelta y me invita a una merienda que está dispuesto a hacer sólo para mí, y con ese nuevo objetivo en su mente, se levanta y va hacia la cocina, llamándome para que vaya y le ayude. No estoy seguro de qué pretende hacer pues no ha dejado de asegurar que me encantará.

Lo ayudo en lo que puedo, al igual que hice con su vecino a la hora del almuerzo y es cuando caigo que el chico se ha olvidado por completo de comer; mientras yo estaba jugando, él no se ha movido de mi lado. Y eso vuelve a hacerme sentir peor, así que me atrevo a coger un plátano que veo sobre la encimera y se lo paso.

— Debería de comer —le digo y él se queda atónito ante mi gesto. Aún así, cuando sale de su pequeño trance, acepta el plátano y lo abre antes de llevárselo a la boca y continuar con lo que hace—. ¿Le gusta la leche con sabor a plátano?

— Mh, mh —niega al no poder responder con la fruta en la boca. Después de haber terminado con la masa, da un bocado al plátano y lo aparta de su boca—. No demasiado. ¿A ti te gusta? —me pregunta curioso y con esa misma amabilidad que nunca pierde en su voz.

— Me encanta —sonrío mostrando mi dentadura—. ¿Qué vamos a merendar?

— Lo sabrás cuando esté hecho.

Hago un puchero y decido no insistir, sólo quedarme a observar. Apoyo mi brazo en la encimera y dejo descansar mi cabeza ahí mientras no pierdo detalle en lo que hace. No me cuesta mucho más tiempo saber qué está haciendo porque hasta yo sé hacer crepes pero me encanta que decida añadirle trozos de plátano al crepe que ahora mismo está impregnando de chocolate. La boca se me hace agua y no puedo esperar por probarlo.

— Hace mucho que no hago crepes, espero esté bueno —dice cuando lleva un plato con varios crepes a la mesita del salón y sonríe al verme emocionado por probarlo.

Corto un pequeño trozo que hace escapar el chocolate derretido de su interior y clavo el tenedor uniendo el crepe con el trozo de plátano, pongo mi mano bajo mi boca para no manchar y apenas puedo probar el dulce chocolate sobre la punta de mi lengua cuando la puerta del apartamento se abre y una figura alta se detiene en mitad de la sala.

Uh.

— ¡Channie! —exclama dejando escapar sus nervios que han sido tomados por sorpresa.

— ¿Me estás jodiendo? —decido dejar el trozo de crepe en el plato al oír su molesta voz. Esto no va a tener un buen desenlace— ¿Por qué está otra vez ese niño en nuestro apartamento? ¿A qué estás jugando?

— Ey, ey, tranquilízate —Jimin se levanta con sus manos alzadas con la intención de calmar a su hermano—. Tiene una explicación, ¿vale? No tienes que alterarte antes de tiempo. Acabas de llegar.

— Y no es lo más agradable de ver al llegar a casa, sinceramente.

— No seas así —echa un ligero vistazo hacia mí.

— No será hijo tuyo, ¿no?

— ¡¿Cómo va a ser hijo mío?! —alzo una ceja incrédulo y lo miro alterarse más por momentos— ¡Es el hijo de una amiga!

— ¿Y qué hace aquí? ¿Eres su niñera?

— Tuvo que viajar fuera, ¿vale? Me pidió cuidarlo sólo dos días.

— ¡¿Dos días?! —el alto se lleva las manos a la cabeza, completamente desubicado. Y bueno, mentiría si dijera que lo comprendo porque no lo hago. ¿Qué problema tiene con tener un niño en su casa por dos días? ¡¿Es alérgico a los niños?! ¿Y por qué me enfado tanto si es el chico que tanto me gusta?

— Dos días y se irá —repite controlando el tono de su voz para que su hermano haga lo mismo—. Es un chico muy bueno, no dará problemas, ¿verdad? —se vuelve a girar hacia mí y tardo unos segundos en reaccionar y asentir.

— ¿Por qué siento que me estás mintiendo? —Jimin se torna rígido ante las palabras y lo disimula riendo para apartar la inseguridad que, no sólo su hermano ve, sino que hasta yo que apenas lo conozco, lo noto— Espero que no lo estés haciendo —lo señala con el dedo y parece que se ha relajado un poco.

— No te estoy mintiendo. Ven, siéntate con nosotros, hice crepes —me pide que me siente de nuevo y lo hago al mismo tiempo que él, luego su hermano bufa dejando sus cosas por ahí y rodea la mesa para poder sentarse también, sólo que... no esperé que fuera a mi lado.

— Es la primera vez que le pones plátano —dice, agarrando un crepe con la mano y llevándolo hasta su boca para darle un buen bocado. No me doy cuenta en el momento que clavo mis ojos en su acción y me permito el lujo de devorarlo con la mirada. Es que... joder, nunca lo había tenido tan cerca, y su olor... Oh, Dios, huele tan rico. Sólo por esto olvidaré lo estúpido que ha sido hasta ahora—. ¿Qué miras? —parpadeo y niego con la garganta seca, entonces decido bajar la cabeza y probar por fin el crepe que antes no pude.

— ¡Está muy rico! —exclamo y Jimin comienza a alardear a pesar de que su hermano lo moleste.

— ¿Cómo se llama tu mamá? —pregunta mientras mastica el último trozo y yo me detengo para girar levemente mi cabeza hacia Jimin y buscar algún tipo de ayuda, pero un calor me recorre el cuerpo al darme cuenta de que no está a mi lado, sino en la cocina y me pregunto en qué momento se ha levantado porque ni siquiera lo noté— Ey.

— ¿Hm? —meto rápido un trozo de crepe en mi boca para, una vez más, ganar tiempo y espero a que hable de nuevo.

— ¿Cómo se llama tu mamá? —repite, pero no respondo y continuo masticando un trozo que ya prácticamente se ha disuelto en mi boca— Oye —suspira y gira su cuerpo en mi dirección, dando un ligero vistazo a su hermano antes de volcar sus ojos en mí—, no quiero ser rudo ni nada por el estilo, ¿vale? Seguramente estés algo desorientado y te estés preguntando por qué un tipo como yo está siendo tan duro con un crío como tú, pero no es así. Mi actitud no es por ti —es la primera vez que lo oigo tan cerca y susurrar con una voz tan dulce ha hecho que mi boca se quede abierta de la impresión y que mi corazón ahora no deje de latir con fuerza—. Pero si él me está mintiendo, querría saberlo, ¿sabes? —agita su mano frente a mis ojos y cierro mi boca al sentirla completamente seca, paso mi lengua por los labios y doy un ligero vistazo a Jimin, que sigue en la cocina.

— No está mintiendo —musito y veo a ChanYeol soltar un suspiro al mismo momento que se endereza.

— ¿Está diciendo la verdad? —asiento.

— ¿De qué habláis? —Jimin interrumpe sonando algo nervioso pero se calma un poco cuando ChanYeol le sonríe y se levanta para darse una ducha. Momento en el que Jimin y yo nos volvemos a quedar a solas— ¿Te ha dicho algo raro?

— No —le sonrío para tranquilizar al chico que ahora se ve más relajado con mi respuesta. 

Dos días, JungKook, sólo dos días.

La primera impresión que tuve de ChanYeol fue la de un chico demasiado genial; deportista, agradable, con una gran empatía hacia las personas y muy amigo de sus amigos. En resumidas cuentas, un chico amable y del que todo el mundo quería tener cerca en su vida. Es lo que yo vi y lo que continué viendo el siguiente año, pero jamás lo había visto siendo tan doméstico; no me había dado cuenta de las latas de refresco que puede llegar a consumir en un día, porque si mi cuenta no falla, bebió seis refrescos en un solo día. Me di cuenta de que le gustan los programas de entretenimiento porque vio dos seguidos sin despistarse con otra cosa, apenas agarró su móvil para contestar algunos mensajes que le llegaban y devuelta al programa. He descubierto que tiene una sonrisa y risa muy bonita, hasta diría que contagiosa porque en más de una ocasión no he podido evitar imitarlo, y doy gracias de que él no se diera cuenta porque sería bastante raro. Intento ser lo más invisible posible para él, para que no vuelva a preguntar y simplemente continúe con su día a día como si ningún niño estuviera a su lado. También he notado que no suele cocinar, que Jimin se encarga de hacerlo mientras él parece ser quién recoge todo luego y limpia la vajilla sucia; suele ponerse los auriculares cuando hace su labor y parece evadirse del exterior. Es curioso, incluso, que actúa como el más pequeño de ambos porque es Jimin quien siempre le está recordando o advirtiéndole sobre algo, pero no estoy seguro de quién es el menor de ambos porque ninguno usa honoríficos. Quizá ambos tengan la misma edad.

Al día siguiente me di cuenta de otras cosas, ChanYeol es el único que estudia de los dos, lo que me hace cuestionar cómo es que TaeHyung supo del nombre de Jimin si él no estudia en nuestra Universidad. ¿Acaso dio la casualidad de que Jimin fue aquel día a la Universidad de su hermano? Sea cual sea la verdad, él trabaja desde la mañana temprano y no llega hasta la tarde.

— ¿Has comido lo que te dejé preparado esta mañana?

— Sí, gracias, estaba muy bueno —le hago saber mientras doblo las mangas del pijama que me dejó anoche para dormir, cuando por fin veo mi mano sonrío divertido y él se da cuenta, ayudándome ahora a doblar los pantalones para que mis pies también puedan permanecer en el exterior.

— Me gustaría poder hablar con tu madre —dice al acabar pero no obtiene respuesta alguna. Sé que le dije dos días pero mi madre aún no ha llamado y no estoy seguro de que lo haga en lo que queda de día. Si ese fuera el caso... ¿qué haré? ¿Tendré que pedirle a Jimin que deje quedarme un día más?—. ¿JungKook?

— No creo que sea lo más correcto —lo veo soltar una pequeña risa.

— A veces me sorprendes.

— ¿Le sorprendo?

— Ajá, tu forma de hablar es muy... ¿madura? —ladea su cabeza pensando si esa palabra era la correcta— Llevas esto mejor que yo, al parecer. ¿No tienes miedo de quedarte con un desconocido? ¿Cómo lo soportas todo?

— Estoy bien —respondo como siempre y él le desconcierta aún más que sea tan impasible.

— Aún así, creo que debería de hacerlo. Y tranquilo, mi intención no es empeorar las cosas.

— Es mejor así.

— ¿A qué te refieres?

— No saber nada —bajo mi cabeza para ocultar mis ojos, que reflejan lo que quiero esconder.

— Ey —me llama, dejando su mano en mi espalda—, ya no puedo estar más metido en todo este asunto, así que... ¿por qué no me dejas llegar hasta el final? Quiero ayudarte —alzo mi cabeza ante sus últimas palabras.

— ¿De verdad?

— De verdad.

— ¿A pesar de lo extraño que pueda sonar?

— A pesar de lo extraño que pueda sonar —repite mis palabras dando más seguridad y no estoy seguro de si hacerlo o esperar una respuesta por parte de mi madre—. Puedes confiar en mí —insiste.

— E-está bien, espere aquí —me levanto del sofá y voy a la habitación para dirigirme hacia mi mochila, la cual abro y aparto la otra muda de ropa que también huele a polvo, ahí, encuentro mi móvil al fondo. Cuando lo miro, veo que no hay ninguna llamada perdida ni un mensaje sin leer. Suspiro porque eso no son buenas noticias pero tengo que actuar irremediablemente. Miro un momento hacia la puerta, asegurándome de que Jimin no me ha seguido y entonces marco el número de mi madre.

Tono tras tono provoca que los nervios me consuman y cierre la puerta para que no se pueda escuchar nada en el exterior. Vuelvo a marcar y de nuevo no recibo respuesta, entonces decido llamar a mi mejor amigo que, para mi alivio, responde al segundo tono.

— ¡TaeTae!

¡KooKoo! ¿Estás bien? ¿Pasó algo?

— No, no, todo está... bien, al menos de momento —intento tranquilizarlo—. ¿Está mi madre contigo, por casualidad?

Sí, está ahora mismo hablando con un señor mayor.

— Necesito que me la pases, es urgente.

Uhm —pareció pensar y guardar algunos segundos—. KooKoo, creo que ahora mismo no puede ser. Estamos en Goyang pa-

— ¿Qué hacéis en Goyang? —lo interrumpo, sorprendido.

Tu madre contactó con un señor que cree puede ayudar.

— ¡¿De verdad?! —exclamo emocionado y viendo hacia la puerta al pensar que quizá hablé muy alto— Tengo que salir de aquí, TaeTae. No puedo quedarme una noche más.

Está bien, se lo diré en cuanto acabe.

— Gracias —TaeTae me da algunas palabras de aliento antes de colgar y entonces abro la puerta para volver al pequeño salón, donde Jimin tiene una lata de cerveza en su mano mientras cambia los canales de la televisión, aburrido—. Tendrá que esperar un poco más —le digo cuando llego a su lado y él me mira asintiendo.

No ha vuelto ha sacar el tema desde entonces y se dedica a beber de su lata y ver un programa de cocina donde compiten por crear el mejor plato. Admito que me gusta la cocina y que es un programa que en más de una ocasión he visto, no obstante, no me permito el lujo de disfrutarlo y, por el contrario, controlar mi corazón desbocado mientras miro mi móvil porque lo único que puedo hacer hasta recibir la llamada de mi madre. ChanYeol llega podo después, más animado que ayer porque se pone a bromear con su hermano y le cuenta alguna historia de algún amigo que Jimin reacciona con sorpresa y se olvida del programa en la televisión para poner más atención en su hermano y su interesante historia.

El sonido de mi móvil los interrumpe y ambos me miran curiosos. Me disculpo por haberlos interrumpido y me levanto para correr hacia la habitación de Jimin para responder la llamada que, cuando escucho la hermosa voz de mi madre al otro lado, me provoca un picor en los ojos. Quiero abrazarla otra vez, decirle cuánto la quiero y disculparme un millón de veces más, recordarle que es la mejor madre del mundo y prometerle que compensaría todo.

¿Cómo estás, cariño?

— Este no es mi lugar, mamá. Quiero volver —parpadeo varias veces para contener las lágrimas.

Lo sé, ten paciencia.

— TaeTae me ha dicho que habéis conocido a alguien que podría ayudarme.

Sí, podría ayudarnos, pero hay muchas cosas de las que tenemos que hablar.

— Te escucho.

No por aquí. 

— ¿Quieres que vaya a casa? —frunzo el ceño al no comprender qué me está queriendo decir, realmente.

No, será mejor que yo vaya allí.

— Pero...

Necesito hablar con ese chico también. Necesito que estéis ambos y así no tener que repetir todo dos veces porque no creo poder soportarlo —su voz va menguando.

— ¿Mamá? —la preocupación aumenta y mis ganas de llorar ya no pueden ser detenidas con simples parpadeos.

Cariño, todo va a estar bien, ¿sí?

— ¿Qué de-debo hacer? —la voz se me quiebra y borro una lágrima que recién ha caído por mi mejilla.

Sólo espera a que llegue, y no llores, no hagas que ese chico se preocupe antes de tiempo —asiento aunque no pueda verme porque de esta forma controlo más el nudo en mi garganta—. Estaré allí en un par de horas.

— Está bien —respondo apenas y la escucho susurrar dulces palabras antes de colgar y dejarme en el silencio de la habitación.

Más lágrimas vuelven a caer por mis mejillas y oculto mi rostro entre mis manos, ahogando el sollozo que no puedo contener a pesar de darme palabras de ánimos y fuerzas. Éstas no funcionan tan bien como las de mi madre o TaeTae, no lo hacen porque el sentimiento de temor es más fuerte que lo que intento infundirme, así que, sabiendo que no voy a conseguir demasiado, salgo de la habitación con la cabeza gacha y me meto al baño directamente, sabiendo que ellos han notado mi presencia y, seguramente, ahora se pregunten el porqué de mi cambio de humor. En el baño, no hago más lavarme el rostro y mirarme al espejo para sentir ese escalofrío que recorre siempre mi cuerpo cuando veo mi reflejo.

Ese soy yo, pero al mismo tiempo no. Parece fácil de entender pero no lo es, porque ¿cómo le explicas a alguien mi situación? ¿Cómo lo explicas para que sea creíble y no se mofe de ti?

— Peque —escucho unos golpecitos de nudillos en la puerta acompañado de un susurro—, ¿estás bien?

Suspiro antes de agarrar una toalla y terminar de secar mi rostro, entonces decido abrir la puerta y encarar el rostro afligido de Jimin. Él mira detrás de sí, asegurándose de que su hermano no nos esté viendo para tirar de mi mano y adentrarnos en su habitación. Ahí deja que su preocupación se agrave y se arrodille frente a mí, agarrando mis brazos que con sus pulgares acaricia.

— ¿Está todo bien?

— Mi madre quiere venir.

— ¡¿Tú-tú madre quie-ere venir?! —se atropella con sus propias palabras.

— No va a hacerle nada, sólo hablar —aún así, no consigo tranquilizarlo porque lo veo tragar y humedecer sus labios reiteradas veces, incluso está evitando mirarme a los ojos—. Ella no es mala —vuelvo a recordarle a pesar de que sé que él no ha dejado de pensar lo contrario. Su suspiro no me tranquiliza y su silencio mucho menos—. Dijo que me ayudaría —le recuerdo y entonces me mira, volviendo a soltar un suspiro que esta vez parece ser diferente, más suave.

— Está bien. ¿Sabe cómo llegar?

— Sí —enarca una ceja pero decide no preguntar al respecto. 

En poco más de una hora ChanYeol avisa de que irá al gimnasio y su hermano parece rezarle al cielo agradecido porque no sabía cómo enfrentar la situación si mi madre apareciera de repente y su hermano siguiera allí, empeorando las cosas, no sólo por conocer la mentira, sino porque no dejaría de gritarle lo estúpido que estaba siendo al dejar caerse en un hoyo señalizado en todos sus ángulos. Jimin aceptó ayudarme a pesar de no conocer nada y eso me demuestra que no todo el mundo habría sido como él, porque ChanYeol no lo hubiera hecho, él me habría entregado desde un primer momento y la situación no sería como ahora. Por eso, no puedo evitar estar sumamente agradecido hacia el chico que me rescató bajo la lluvia, del chico que me sonrió a pesar de no comprender nada y quien me acogió cuando pedí ayuda. Estaba tan agradecido y preocupado por su reacción que, cuando llamaron a la puerta, busqué su mano para entrelazarla con la mía y entonces esperé por su primera impresión.

Mi madre apareció bajo el marco de la puerta, con su cabello largo y liso azabache caerle por los hombros y toda la extensión de su espalda. Viste una de esas camisas vintage que tanto le gusta y que mete por dentro de su larga falda negra de franela, sus zapatos luciendo igual de oscuros. Me sorprendo por un detalle, no por su bolso colgado en su hombro sino por la bolsa de mano que lleva en la mano contraria, la cual es de color azul marino y que reconozco muy bien porque me pertenece. Es la que suelo usar cuando voy a entrenar o para viajes cortos.

Y aquí viene mi pregunta: ¿por qué la trae con ella?

¿Es un claro detalle de lo que se viene a continuación?




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Holis, mis amores <3 ¿Cómo estáis pasando la cuarentena? ¿Cómo están las cosas por sus países?

Espero que todo esto sirva de algo y que se detenga un poco, aunque con los imbéciles que hay que en vez de quedarse en sus casas se van de vacaciones... En fin, nunca pueden faltar la gente hueca jodiendo.

Quiero aclarar un detalle (el cual nadie se ha preguntado pero yo quiero aclararlo xDDD), el fic en sí tiene humor, ¿vale? El objetivo es hacerlo gracioso pero en un principio eso es complicado porque, a ver, si os ponéis en los zapatos de JungKook... yo estaría con un ataque de ansiedad que flipas jajaja. No puedo hacer que su reacción sea graciosa y mucho menos que las personas a su alrededor reaccionen igual. Sería surrealista, vamos xD. Así que estos primeros capítulos son así, más dramáticos para meternos en la piel de los personajes, luego habrá humor. De hecho, a partir de este capítulo es cuando se verá ese cambio. Y nada más.

Espero estéis bien, cuidaros mucho. Me despido por hoy <33

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