05
Aún lo recuerdo.
Ese día llovía igual que hoy. Desde un principio en la mañana ya se veía venir la tormenta que caería a lo largo del día, las nubes congregándose poco a poco con el paso de las horas y cambiando su color terminaron por ocultar el sol y dejar que el grisáceo reinara en el cielo. Aquel día no quise ir a la escuela, la noche anterior discutí con mi padre porque no cumplió su promesa de llevarme al parque. Había esperado una semana para que llegara ese día y ambos compartiéramos un día divertido ya que pocas veces tenía tiempo para jugar conmigo. Lo esperé con tantas ansias que cuando me dio la mala noticia me enfadé tanto que me encerré en mi habitación y no salí hasta el día siguiente. Aunque insistí en quedarme en casa, mamá se negó y me pidió que avisara a TaeHyung para que saliéramos a la escuela. Ella solía llevarnos en coche junto con mi hermana pequeña y siempre nos dejaba a nosotros en la puerta y acompañaba a SoYeon hasta su clase.
Mi mejor amigo notó mi malhumor y no dudé en desahogarme con él, creándole la excusa perfecta para saltarse también las clases y, sin dudar, sostener mi mano para arrastrarme con él. No tuve tiempo para reaccionar cuando ya estábamos lejos del colegio. TaeTae comenzó a reír como un desquiciado alardeando de su gran plan y de lo sigiloso que podía ser –a veces incluso se creía mejor que un ninja–, pero yo no pude verlo de la forma tan positiva que él lo hizo. Esa travesura contó como una escapada y si nuestros padres se enteraban, podríamos perder la cabeza, pero él estaba tan convencido de su grandioso y cuidadoso plan que eso no pasaría. Y, como fue de esperar, no salió como él quiso y, mucho menos, imaginó.
Sin embargo, con el paso de los años comprendí la dulce decisión que le llevó a hacerlo.
Ahora recuerdo este parque porque es el mismo al que vinimos. Tiramos nuestras mochilas en uno de los bancos y corrimos sin preocupaciones hasta los columpios. Allí cada uno eligió y jugamos a ver quién llegaba más alto, y aunque en un principio me sentí como un niño malo, decidí confiar en las palabras de mi mejor amigo y disfrutar juntos. Todo fue risas por varios minutos hasta que mi columpio se detuvo al chocar contra algo, al girar mi cabeza para ver qué ocurría, me encontré con el rostro malhumorado de un niño. De pronto, me gritó que bajara porque él quería usar ese columpio pero me negué. ¡Yo había llegado antes y ni siquiera tuve tiempo de disfrutarlo, realmente! Pero el estúpido, que iba acompañado de dos niños más, insistió y hasta me tiró al ver que no tenía pensamientos de moverme. Aquello provocó que la chispa saltara en TaeHyung y se abalanzara sobre el niño que, sorprendentemente, lo conocía y gritó su nombre al mismo tiempo que lo empujaba y le pedía que me dejara en paz. Mi amigo no se esperó el contraataque del niño descerebrado y por eso acabó también en el suelo, cuando quiso levantarse para devolvérsela, lo detuve agarrando su camiseta e intenté con todas mis fuerzas tirar de él para que nos fuéramos. Estar allí peleando con ese niño nos iba a salir caro si sus dos amigos decidían dejar de observar y unirse a la pelea, además que uno de ellos no dejaba de mirar todo con una amplia sonrisa al vernos sufrir e incluso ese detalle no cambió cuando fue su propio amigo el que recibió.
Captando esos detalles que hasta un crío de cuatro años entendería, alejé lo suficiente a mi amigo de ellos y lo convencí para que los ignorara y caminara conmigo. Lo que no esperé es que, cuando uno de esos estúpidos niños vociferó en nuestra dirección, giré mi cabeza para encararlo y no vi llegar la piedra que impactó directamente contra mi mejilla.
Y pensar que ese malcriado dejó una marca en mi mejilla para siempre...
Pasé la yema de mis dedos sobre la herida ahora con una costra reciente y me senté en el bordillo de la calle.
Aproveché el despiste del chico que entró al baño para escapar. No sé por qué lo hice, quizá por miedo, quizá porque nada tiene sentido y quedarme allí me estaba produciendo jaqueca. La imagen de mi yo con ocho años en el espejo se grabó en mi mente tan profundo que, aunque aparté la mirada de allí, llegó a mis pensamientos para quedarse allí marcada. Las palabras de apoyo del chico que dijo llamarse Park Jimin me invitó a volver a sentarme mientras él iba a darse una ducha, pero en lugar de tomar su palabra hice lo contrario y corrí aunque las punzadas en mi tobillo me gritaran que parase.
Pero no lo hice.
— Dios mío —oigo una voz femenina cerca mío y alzo la cabeza para ver a una pareja refugiada bajo un paraguas—, ¿estás bien? —se acerca con la preocupación en el rostro y se acuclilla mientras el hombre que va con ella sostiene el paraguas— ¿Dónde está tu mamá? ¿Te has perdido?
Oh, claro, se me olvida que me veo como un puto crío.
Decido no responder, comienzo a cansarme de todo, de sentir que no podré caminar por la calle sin ser detenido por cientos de adultos preocupados, porque... ¿no es extraño ver a un niño de ocho años caminar por la calle bajo la lluvia? Pues sí, claro que lo es y si no consigo esconderme de cualquier persona esto va a seguir repitiéndose una y otra vez.
— ¿Estás herido? —insiste la mujer, cada vez más preocupada a medida que indaga en mi estado e imagen. A pesar de negar, la señora mira a su acompañante por un momento y se incorpora para susurrarle algunas cosas.
Genial.
Ignoro la conversación ajena de esa pareja y dejo caer mi cabeza cansado. Pienso que darme por vencido es una opción porque no tendré las de ganar si mi intención es que ellos sigan su camino ignorándome, y ahora me arrepiento de haber salido corriendo del apartamento porque al menos ese chico no iba a entregarme al hospital o a la policía, pero estos dos... lo más seguro es que sí. Pero es mi culpa, por huir a pesar de haber recibido más que amabilidad, sin tener las fuerzas suficientes para encarar el nombre que no dejaba de martillar en mi cabeza incesantemente. Me pudo la ansiedad. Incluso el frío que estoy pasando es como un calmante, uno que ignoro si su cometido es porque ya me estoy acostumbrando al dolor.
Oigo una vez más la preocupación en la exclamación de la señora que parece tener una discusión con quien quizá sea su pareja, dándome peores noticias porque encima estoy jodiendo el día de dos personas completamente ajenas a mí. Pero bueno, si no eran ellos, era él, y si no es él...
— Te llevaremos al hospital, cariño —dice la mujer, finalmente, pero mi atención se ha quedado a mi costado, más exactamente a unos metros de mí.
Allí está él, otra vez, con lo que parece ser su pijama mojado por la lluvia a pesar de llevar un paraguas. Tiene la respiración acelerada signo de haber corrido bastante y quizá por ese motivo también está mojado. No puedo evitar sentirme horriblemente mal pues no imaginé que el chico fuera detrás mío en mi búsqueda, pero ahí está, congelado mirando la escena y esperando por una señal mía.
¿Me está dando a elegir?
— Ey, pequeño —esta vez escucho la voz varonil del caballero que acompaña a la señora y me giro para encararlo, recordando haber escuchado esas mismas palabras cuando abrí mis ojos tras mi pesadilla, pero esta vez suena muy distinto.
Sin decir nada elevo mi brazo y señalo al chico con el paraguas negro que aún sigue ahí. Sorprendido, no sólo por mi acción sino porque la pareja lo miran extrañado, decide acercarse cambiando sus gestos preocupados por unos más aliviados. No sé si son fingidos para no levantar sospecha o porque realmente está siendo sincero, no obstante, consigue librarse de la pareja con una excusa mala y no poder evitar señalarme como un niño malo que se ha escapado porque mi hermano mayor no me dejó salir a pedir caramelos en Halloween. Tengo que decir que me sorprendió. Su capacidad para inventar una historia realmente rápido cubrió las dudas y la preocupación de la pareja que ni siquiera indagó y por el contrario se despidió recibiendo un agradecimiento por parte de Jimin.
Y ahora me toca volver a enfrentarlo.
— ¿Estás bien? —pregunta y me descoloca por completo. Creí que se mostraría malhumorado pero no ha sido así en absoluto— Me asustaste. Cuando salí del baño y no te vi ahí... realmente me asusté —suspira bajando la cabeza y me muestra su palma para ayudarme a levantarme—. No vuelvas a hacerlo.
— ¿Por qué? —ignoro su intención y él baja la mano.
— ¡Porque podría pasarte algo! ¡Mira la que está cayendo! —agita el paraguas con evidencia— Vamos, volvamos.
— ¿Por qué me ayudas? —se queda algunos segundos pensativo en los que no aparta su mirada de la mía— Sólo voy a causar problemas.
— No pienso dejar a un niño en la calle.
— Pudiste dejar el problema en manos de ellos —digo refiriéndome a la pareja que se detuvo al verme.
— ¿Y por qué me señalaste? Tú no querías irte con ellos, ¿cierto?
— Pudiste dejarlo estar.
— Pero no lo hice —sonríe buscando mi mano para ayudarme a levantarme y, cuando creo que vamos a comenzar a caminar, se gira dándome la espalda y se arrodilla—. Vamos, sube —dice con un gesto para que me suba a su espalda. Dudo en un principio, más que nada porque no quiero molestar más, pero cuando miro mis pies descalzos y su insistencia se intensifica, me agarro de su cuello y rodeo su cintura con mis piernas. Me aúpa soltando un sonido divertido que no puedo evitar gesticular con una leve sonrisa y me pide que lleve el paraguas para que pueda sostener bien mis piernas—. Por cierto, lo has vuelto a hacer.
— ¿Eh?
— Tu forma de hablar.
— Oh.
— ¿Sólo vas a decir eso, mocoso? —gruñe de forma exagerada y divertida— Por cierto, ¿cuántos añitos tienes?
— Veintidós —digo y lo escucho reír a carcajadas. La comisura de mis labios se alzan levemente, sintiéndome estúpido porque a pesar de haber dicho la verdad, suena a broma.
— ¡Muy gracioso!
— Ocho —digo sin más.
— ¡¿Y cómo es posible que un mocoso de ocho años le hable así a alguien que le saca dieciséis años?! —su tono de voz no deja de ser bromista, siendo divertido con las palabras escogidas, pensando seguro que estoy sonriendo a sus espaldas, pero no es así y doy gracias de que no puede verme.
— Lo siento.
— Ey, ey, tranquilo, sólo juego. Pero... —parece querer añadir algo más, no obstante, la frase queda en el aire sin tener un punto final.
De vuelta a su casa, repite lo mismo que la primera vez que llego. Cambia mi ropa por otra seca, mis vendas las sustituye por otras nuevas y él se cambia también omitiendo la ducha porque seguro prefiere no dejarme tanto tiempo a solas por si vuelvo a echar a correr. Trae algo de comida de su concurrida cocina y acerca la mesa baja al sofá para que yo también pueda llegar. No es precisamente una cena lo que obtengo, sino unos aperitivos que él comienza a devorar sin esperar a que yo comience. Pero mi apetito es tan escaso que sólo me atrevo a coger un par de patatas que como con suma lentitud, aún perdido en mis pensamientos. Me atrevo a mirarlo mientras come y enciende la televisión en busca de algún canal entretenido, por eso me atrevo a analizarlo descaradamente, deteniéndome en su rostro que no deja de descolocarme cuando lo uno al nombre que me ha dado.
Tiene que haber una explicación.
El chico que me ha gustado por un tiempo no tiene los ojos tan pequeños, su mirada es como la de un osito adorable que no encaja con su cuerpo porque es realmente alto y eso, una vez más, es todo lo contrario al chico a mi lado. Desconozco su estatura pero juraría que la diferencia es grande; incluso sus manos no tienen nada que ver con el Park que yo conozco. Sin embargo, hay una similitud en ambos chicos, la sonrisa. Ambos tienen una bonita sonrisa que me obliga a quedarme embobado en silencio, incluso cuando ríen me dejan más tiempo pegado al lugar, alargando mi estado de ensoñación.
— ¿Te gusta Knowing Brother*? —parpadeo desviando mis ojos a la televisión y ver que ha dejado un canal donde echan un programa de entretenimiento y que conozco bien porque a mi hermana y a mí nos encanta.
— Sí.
— Genial —deja el mando sobre la mesa y agarra el paquete de patatas para comer con más rapidez—. ¿No comes? —lo deja frente a mí e introduzco mi mano para sacar un puñado que vuelvo a comer con lentitud.
— ¿Qué va a hacer conmigo? —pregunto intentando ser más correcto.
— Eso depende de ti, pequeño —sonríe levemente—. ¿Qué quieres que haga por ti? No puedo tenerte aquí un día más, eso supondría un peligro y-
— Lo sé —lo interrumpo porque, a pesar de que él quiere explicarme todo con minuciosidad como lo haría un adulto hacia un niño, yo no necesito eso aunque él no lo pueda comprender—. Puedo volver, no se preocupe —lo oigo suspirar no muy convencido, entendiendo su descontento por las respuestas que ha recibido en medio de mi llanto a lo largo de la noche.
— ¿Puedo hacerte algunas preguntas? —asiento— Ahora que estás más tranquilo... ¿podrías explicarme qué hacías en el parque? —me desconcierta que use ese tipo de voz tan acaramelada, pero lo entiendo porque si mi aspecto no fuera el de un niño él no sería así de amable conmigo. Es más, ni siquiera creo que me recogiera en aquel parque y me llevara a su casa.
— Entiendo que quiera saber pero... mañana volveré a casa, así que sería una pérdida de tiempo —abre sus ojos sorprendido por mi forma de hablar. Y estoy seguro que jamás ha escuchado a un niño de ocho años responderle así, pero tampoco quiero fingir más de lo que debo. Sí, me veo como un crío pero mañana no lo volveré a ver y explicarle todo o inventar una historia no es lo que quiero, aún sigo asustado por lo que ha pasado; cansado mentalmente y físicamente. No tengo tanta paciencia ahora mismo.
— Tu forma de hablar es... algo...
— ¿Extraña?
— Más bien diría que demasiado madura para tu edad —sonrío levemente, borrando el gesto cuando veo que separa sus labios para añadir algo más—. Tan sólo respóndeme a esto: ¿tus padres te cuidan bien?
— Mi madre es buena, ella... se esfuerza mucho. Es una gran mujer.
— ¿Y tu padre?
— Murió —cuando yo era pequeño. Me abstengo de soltar la frase que termino en mi mente.
— Lo siento —dice bastante triste y acariciando mi cabeza en un noble gesto por reconfortarme, pero está lejos de hacerlo porque la muerte de mi padre fue hace años y ya lo tengo más que superado. Pero una vez más, le doy el gusto de intentarlo—. ¿Tienes sueño? —mi respuesta habría sino no, pero asiento porque de esa forma la noche pasará más rápido y, al mismo tiempo, no tendré que enfrentar más preguntas suyas— Vamos —se levanta llevando sus manos a mi cuerpo y lo alza en peso teniendo mis brazos rodeando su cuello porque, una vez más, no me espero esa acción. Cuando entra en la habitación, me deja sobre la cama doble y va hasta su armario para sacar algunas mantas—. Puedes dormir en mi cama, ¿vale? Mañana te llevaré a casa.
— Gracias —le digo recibiendo una bonita sonrisa por su parte y entonces se marcha dejándome solo en su habitación. Gateo por la cama hasta meterme dentro de sus sábanas y coloco bien la ropa que se me ha enredado por el todo el cuerpo. Incómodo, también doblo mis mangas hasta ver mis manos y entonces me tapo hasta la cabeza, cerrando los ojos.
Esa noche ha sido tan intensa y tan extraña que incluso sueño con ese tipo en varios parajes diferentes. Ninguno tiene sentido para mí pero él no deja de perseguirme allí donde mis pies van, incluso mi cuerpo se siente tan menguado que, por si no fuera ya suficiente con vivir una realidad en la que tengo ocho años, también lo soy en mis sueños. Una pequeña esperanza llegó a mí al sentir que soñada –y era consciente en esos sueños– que rebobinaba hasta el principio y mis ojos se abrían reconociendo la habitación de mi mejor amigo, admirando mi cuerpo en el espejo y verme devuelta con mis veintidós años, pero la tortura no ha acabado y el lugar donde me encuentro, así cómo me veo, sigue inalterable.
Voy hasta la ventana viendo los primeros rayos del sol y me preocupo al pensar en mi amigo, quien de seguro ya se ha enterado de que no estoy allí, incluso puede que ya haya avisado a mi madre y ambos me estén buscándome. Con ese pensamiento abandono la habitación y camino hasta el sofá donde el chico aún duerme y me da pena despertarlo porque sólo son las seis de la mañana, así que me siento en el sillón de al lado y espero apenas unos veinte minutos que me pierdo en el laberinto de mis preocupaciones. Recuerdo mis pensamientos primarios y la preocupación al imaginar qué estará pasando en mi casa, por ese motivo, decido acabar con la paz del chico durmiente y zarandeo su cuerpo. Él se mueve un poco, soltando algún que otro gemido que se convierte en un gruñido molesto y acaba por darme la espalda. Bufo y zarandeo con más fuerza su cuerpo, despertándolo por fin y alterándose por un momento al verme ahí, recordando entonces lo de la noche anterior y dejando que el susto se marche para respirar con más tranquilidad.
— Buenos días, JungKook —dice acompañado de un bostezo, entonces se siente con la cabeza descansando en sus manos y gimiendo por el sueño.
Quiero volver a llamar su atención pero, en cambio, doy un brinco cuando escucho la puerta de la entrada abrirse de golpe y una silueta atravesarla un poco... desestabilizada. Tiene una mano en su rostro y gruñe al igual que lo hace el chico a mi lado cuando lo ve. Parece molesto porque su ceño se frunce y agarra su móvil de la mesa para mirar la hora antes de bloquearlo y volver a mirar al sujeto que recién acaba de llegar.
— ¿Qué horas son estas de volver? —pregunta algo irritado y es cuando el otro chico alza la cabeza con una enorme sonrisa.
No puede ser...
¡No, no, no, no y no!
— Fui a tomar unas copas.
— ¡Son las seis y media de la mañana!
— Agh, no grites... mi cabeza —rasca su cabellera y se percata de mi presencia, quedando sorprendido y con una ceja alzada que se pronuncia más cada vez que viaja sus ojos de Jimin hacia mí—. ¡¿Por qué cojones hay un niño en casa?!
— ¡Esa boca! Sólo tiene ocho años.
— ¡Eso no responde a mi pregunta!
De pronto se vuelve una batalla verbal que ambos no sacan un beneficio porque ninguno da una respuesta acertada, pero tampoco es que ahora mismo me importe su estúpida guerra. Lo que realmente me importa y... me desconcierta, es el chico que acaba de entrar por esa puerta y el cual conozco demasiado bien. Bueno, ni tan bien, pero sí lo he visto durante años y lo he observado con el corazón en un puño, imaginando miles de veces como él me vería y me sonreiría; que me tenía en cuenta, como una persona que existe y padece. Pero mis imaginaciones sólo se quedaron en una única oportunidad que no supe aprovechar y el resto no fue más que fantasía que acabaron por hacerme tanto daño que decidí buscar una solución a mi maldito problema.
El jodido chico que me gusta, por quien hice este maldito ritual está frente a mí, ebrio. Quejándose de verme en la que parece ser su casa también y reprochando al chico a mi lado, y el cual no sé que parentesco tienen, que no entiende por qué hay un crío en su salón. Quiero llorar, quiero hacerlo porque la historia sigue cambiando y no parece tener un fin, todo lo que había esperado se ha desmoronado y, aunque parece que al fin hay una conexión con el chico que me gusta, lo cierto es que me aterra más verlo y ver que parece algo paralelo al desenlace que he tenido. El protagonista se ha convertido en un personaje de relleno.
— ¿JungKookie? —escucho la voz preocupada de... ¿Jimin? ¡Joder, ya no sé quién es quién y me estoy volviendo loco! ¡Sólo quiero volver a mi casa! — Ey, no llores —tira de mi cuerpo para abrazarme—. Mira lo que has hecho, lo has asustado —le recrimina al otro.
— Lo que sea, pero sácalo de aquí —sollozo al escuchar esas palabras y me encojo escudándome en los brazos del chico que me abraza.
¿Por qué no hago más que sentir rechazo de él?
Ni una puta mirada más desde entonces, sólo su absoluta ignorancia y ahora... esto. ¡Soy un maldito crío, imbécil! ¡Me veo como uno! Entonces, ¿por qué es tan cruel?
El más alto suelta una maldición y se mete a la que es su habitación, volviendo a dar otro portazo para dejarnos nuevamente a solas. Jimin me sonríe cuando me separa de su cuerpo y me pide que espere ahí mientras él se viste. Lo hago bajo inestabilidad, no por sus palabras porque tampoco lo he escuchado con demasiada atención, pero al menos se ve aliviado cuando vuelve vestido y preparado para salir. Me pasa unos pañuelos para que seque mis lágrimas y me anima a no llorar, me anima incluso con palabras que protagoniza mi madre y realmente quiero detenerme, quiero hacerlo para que ese chico no se sienta tan mal por mi culpa pero me es imposible. Nada ha salido como esperé, absolutamente nada.
Con la dirección que le he dado entre sollozos, llega hasta mi calle y se detiene. Quiere volver a ser amable conmigo a pesar de sentir que no lo merezco, ha hecho tanto por mí que no sé cómo voy a pagárselo. Mucho menos cuando su amabilidad supera el límite y me pasa un trozo de papel con una dirección. Me hace saber que es la dirección de su casa y que si en algún momento me veo en problemas, que no duda en acudir a él; que volverá a ayudarme. En ese momento siento una fuerte punzada en el pecho, me siento mal por no decirle la verdad a pesar de lo gentil que ha sido conmigo, pero sé que hacerlo hará que arranque el motor y en vez de dejarme en mi casa lo haga en un psiquiátrico. Así que, sin más, le agradezco todo y me bajo del coche caminando con lentitud hasta mi casa. Subo escalón por escalón, quejándome al sentir una pequeña piedra clavarse en mi pies descalzo y llegando a la puerta donde me alivio al tocar la comodidad del felpudo.
Dudo reiteradas veces con mi puño alzado rozando la puerta, debatiéndome si llamar o no. Sin embargo, no tengo más opción que esa y necesito la ayuda de mi madre, la única que no gritara al ver a su hijo adulto convertido en un niño y quien de seguro tendrá la solución que necesito. Aunque eso no me librará de una buena regañina y cincuenta años de sermón.
Al llamar un par de veces y esperar hasta que abran la puerta, me mentalizo y pienso qué decir cuando me vea así, pero para mi mala suerte, o buena, no es mi madre quien abre sino mi hermana que se dibuja el horror en sus pupilas una vez reconoce a su hermano mayor de ocho años.
— ¡¡MAMÁAAAA!!
Guerra emocional: parte dos, aquí vamos.
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En el siguiente capítulo destapo quién es el chico que a JungKook le gusta, aunque igual por la descripción ya haya gente que lo ha adivinado xD
¿Qué os está pareciendo? ¿Os gusta, es aburrido, es confuso (xD)? Me gustaría saber vuestra opinión :3 <3
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Knowing Brother*: es un programa surcoreano de entretenimiento donde simulan estar en una escuela. Los colaboradores se visten con uniformes y traen invitados donde visten de igual forma, como si fueran alumnos.
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