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Roanoke

Es curioso como es el tiempo, siempre me han dicho que el tiempo sana las heridas... si tal vez las físicas, pero desde mi perspectiva el tiempo siempre fue mi enemigo.

Ya habían pasado dos meses de la despedida de Pomi, Eli... él no lo había tomado del todo bien, después de todo había sido su primer amigo en este infierno, aunque gracias al tiempo ahora estaba mejor.

Mi brazo había sanado... bueno a medias tal vez pues me habían quedado secuelas, con el frío me dolía, a veces me costaba cerrar la mano y había perdido parte de la sensibilidad, eso si aún podía pegar bien con el.

Pero el tiempo más importante se me estaba acabando,  mi hermanito no iba a mejorar, había estado con bajones últimamente, muchos dolores que a veces era imposible calmar ni con las miles de drogas que tomaba... estaba perdiendo a mi hermano frente a mis ojos.

Desperté después de haber dormido si a caso un par de minutos pues había pasado en vela cuidando la fiebre de mi hermano que se controlo hasta altas horas de la madrugada.

Me vestí para el trabajo preparándome un cafecito, me senté en el borde de la cama para besar la frente de mi hermanito, despertó un poco confundido, sus estados de conciencia ya empezaban a ser escasos.

—¿Cómo te sientes? —pregunté mientras le suministraba los últimos medicamentos.

—Mejor —me calmó tomando mi mano.

—Me puedo quedar...

—Largo, se adolescente no mi enfermero —pidió— yo estaré bien hasta que vuelvas.

Suspiré para besar su frente y acobijarlo bien.

—Te amo hermanito —me despedí.

—Yo te amo más —me dió una pequeña sonrisa.

Llegué al trabajo para empezar hacer las bolitas de pan.

—¿Por qué a ti te dejan el trabajo fácil? —se quejó Eliot viéndome.

—Porque ni para hacer bolas de pan sirves —le miré serio.

—Eso no... papá —lo llamó quien estaba ahí escuchándonos.

—Es verdad para que te engañas, ahora vuelve a tu trabajo, no te pago para que platiques —regañó.

—No me pagas —gruñó lo mismo de siempre.

Acabe mi trabajo para ponerme a desayunar, Kraken llegó para acostarse en mis pies como siempre, dos meses y había crecido pero seguía igual de feo que siempre.

Aún así amaba a ese perro y tenía mis sospechas de que yo era su favorito.

—Ven Kraken ven —lo llamó Eli.

El perro que era una especie de mezcla de pastor y labrador lo miró para seguir acostado en mis pies.

—En fin cría cuervos y te sacarán los ojos —se quejó Eli— ni porque tu padre te abandonó y me hice cargo de ti me quieres.

—Te quiere, pero me quiere más a mi —sonreí dichoso.

Eli se cruzó de brazos para empezar a desayunar, estaba cansado y obviamente se me veía pues lo noto.

—¿Mala noche? —preguntó dándome otro pan.

—Cas tuvo fiebre toda la noche —conté comiendo el pan antes de que se arrepintiera.

—Pobre de mi niño, le mandaré pastel para que se sienta mejor —se consoló.

Asentí para acariciar a Kraken, después de nuestras obligaciones en la panadería nos fuimos a la escuela, era un día particularmente soleado.

—Odio el box —se quejó— odio más tener que hacerlo solo porque me abandonaron.

—Perdón por romperme la mano —bufé poniendo los ojos en blanco.

—No te perdono traidor —gruñó Eli.

Negué para observar a los demás, ahí estaba Tris acechando con la mirada a mi novio, claro nadie sabe que somos novios pero el cabron es mío y no planeaba compartir.

—Algún problema sir tonto —le gruñi al niño.

—No, ninguno —se fue corriendo sin decir más.

—Eh deja al niño en paz yo me encargo de él —negó pegándome en el hombro.

—Como quieras —suspiré— te veo en clase tengo cosas que hacer.

—Bien no seas tan malo —pidió.

—No me digas que hacer —le solté un putazo en el hombro.

El castaño se fue irritado, fui a orinar pues mi vejiga era pequeña, al salir y lavarme las manos ahí estaba él, aquel hombre con el que no hablaba desde que lo amenacé con mentir que me había tocado si hablaba.

—Hola Beck —saludó el hombre.

—Grinch —dije apresurándome.

—Me alegra ver que sigues vivo, me contaron que te vieron herido hace unas semanas—metió el tema.

Mi madre me había pegado con un cable y la muy imbecil me había dado en la cara, lugar donde no debía... no solo porque era guapo y arruinaba mi cara si no que si es visible genera preguntas.

—A usted que le importa no es mi psicólogo más —señale.

—Tu lo decidiste así —negó— y aunque esa fuera tu decisión yo siempre estaré preocupado por ti.

—Pues no se preocupe yo estoy bien —repetí lo de siempre.

—No lo estás, síguete mintiendo hasta donde quieras pero ya sabes que yo estoy aquí si me necesitas —me apoyó como siempre.

—Déjeme tranquilo, eso es lo que necesito —me queje.

Salí de ahí molesto y frustrado, como siempre que me topaba con él.

Decidí ir por una pobre alma que me ayudara a liberar mi frustración, al entrar al comedor todos se callaron, un silencio que he de decir me encantaba.

Busqué mi víctima entre todos y vaya que lo encontré rápidamente, esa pobre alma que me miró, una nueva víctima al parecer amigo de Tristan.

Me acerqué para golpear mis manos contra la mesa.

—¡Algún problema! —exclamé mirándolos.

—No... él no sabe lo que hace, es nuevo —defendió Tristan con la mirada baja sin verme.

—Que lastima, debiste educarlo antes —sonreí burlón.

Tomé al rubio por la playera para arrastrarlo hasta los casillero, intentos inútiles de escapar dando golpes al aire... si que era nuevo.

Una vez fuera lo levanté con fuerza para estrellarlo contra los casilleros, no dejaba de mirarme... grave error.

—Beck —me llamé con dificultad.

Lo miré curioso, esa voz se me hizo conocida de alguna manera, lo miré bien tratando de reconocerlo, ese cabello rubio... esos ojos azules ¿A caso era?

—Sammy... —pronuncié asombrado, la persona que menos esperaba conocer.

—Beck... déjame respirar —pidió desesperado.

Lo soltó un poco pero sin dejarlo caer, estaban todos mirando y no podía darme el lujo de ser blando.

—Hablamos por la noche —susurre no muy orgulloso —ah y lamentó esto, después te lo explico.

Lo solté con fuerza para después darle un buen golpeo en el estomago lo suficientemente fuerte para sacarle el aire pero no tanto para generarle daños, cerré para darle un golpe que le abrió el labio... tal vez me había pasado.

Me fui sintiéndome raro, miles de sentimientos y recuerdos me atacaron de momentos.

Sam Dallas mi mejor amigo de la infancia, la primera persona que llamé amigo... aquel que me quiso por lo que era.

—Eso fue demasiado no crees —me dijo Eli llegando.

—Hay que poner en su lugar a los nuevos —me excusé.

Eli negó, nos fuimos a ocultar en la vieja bodega para coger un poco al terminar nos quedamos acostados un momento.

El chico me abrazó.

—No empieces —bufé.

—Bien que te gustan los mimos solo que te quieres hacer el muy rudo —se quejó.

—Tal vez —gruñi.

Eli sonrió victorioso.

Todo el día le estuve dando mil vueltas al regreso de Sammy, tal vez eso significaba que podía volver a ser feliz como en aquella época cuando solo éramos niños y los problemas no eran tan graves.

Fui a casa temprano para cuidar de mi hermano, al llegar ahí estaba en el sofá siendo atendido por Rita.

—¿Cómo estás hermanito? —besé su frente que estaba algo caliente.

—Muy bien —sonrió mintiendo.

Mire a Rita que negó ligueramente para acariciar su cabello.

—La fiebre le volvió a subir, estaba por bañarlo para ver si eso le ayuda —mencionó.

—Bueno habrá que intentarlo, además no le caería mal un baño a este señorito —revolví su cabello— apestas.

—No es verdad —negó riendo— me bañe hace como... como...

—Vez esa es la señal de que necesitas un baño —me burlé.

Como niño pequeño se quejó, y con chantaje y pastel de por medio por fin aceptó, después de un buen baño en la tina por fin cedió la fiebre.

—Lo hiciste muy bien —le di su pedazo de pastel.

Mi niño asintió mirando su pastel como todos quisiéramos que nos miraran.

—¿Qué tal tu día? — preguntó comiendo su pastel.

—Aburrido —me quejé— tal vez adoptemos a Kraken.

—Si —dijo feliz.

El chico se quedó dormido a mitad de su pastel

—Puede que la fiebre sea por la infección así que si sigue así habrá que internarlo, pero sabes bien que él ya no quiere —se apresuró ella.

—Estará bien —aseguré.

Ella asintió para presionar mi mejilla con amor.

Me acoste en mi cama cansado para dormir como mi hermano, sin embargo desperté en plena madrugada por aquel recuerdo de cuando era pequeño... aquel del día en el que mi mejor amigo se marchó haciéndome sentir solo una vez más.

Eran las dos de la mañana así que decidí ir a dar una vuelta.

Fui a su vieja casa esperando estuviera ahí, aquel pequeña bandera pegada en la ventana me decía que si... la que usaba para indicar en qué habitación estaba.

Trepé por un costado como cuando era niño para enterar por su ventana, esa que siempre estaba abierta, entré para tropezarme con las pendejadas de su mueble.

Las luces se encendieron para verme desde su cama, medio adormilado.

—Cuando entenderás que los mueble no van en la ventana —me quejé adolorido levantándome.

—Y tú cuando entenderás que puedes matarme de un susto si entras así por mi ventana —me regañó frotando sus ojos para verme mejor.

—Ah extrañaba eso —mencioné recordando los viejos tiempos — ¿Y cómo estás? —pregunté con una sonrisa torpe.

—¿Es en serio?, hace unas horas casi me matas en la escuela y ahora estás como si nada — se quejó, tal vez me había pasado.

—Oh vamos no te iba matar, me llevarían a la prisión otra vez —contesté burlón, seguro ya lo sabía.

—No te veo en siete años y así es como me recibes, casi matándome —sacó el tema otra vez.

—Venga ya no empieces de dramático, que quieres que te dijera "Hey mientras tu disfrutabas el sol en un lugar amigable yo me pudría en la carcel" —exclamé cansado.

No sabía nada de lo que había pasado...

—Bueno podrías no haberme golpeado y ya de paso un perdón por casi matarte no estaría mal —solucionó cruzándose de brazos.

El castaño me miró poniendo los ojos en blanco.

—Bien, perdón por casi matarte, me alegra que estés de regreso —me disculpé de mala gana.

—Perdonado —sonrió, habían pasado siete años pero era igual de inocente como cuando se fue— ahora, ¿Por qué lo hiciste? —preguntó extrañado.

—Supervivencia del más apto —contesté mirando el vacío, no podía verme débil ante nadie.

—Bueno será mejor que te vayas porque si no el que morirá aquí seré yo por tenerte en mi habitación —sentenció nervioso.

—Entiendo, nos vemos —dije levantándome para salir.

No sabía ni para qué había venido, tal vez para saludarlo o tal vez solo lo había extrañado demasiado.

—Espera para la próxima te veo en el sótano —pidió nervioso.

—¿Por? —preguntó extrañado.

Lo único que escuché es que sus padres me odiaban y sus hermanas era unas chismosas... pero lo entendía.

—Buen punto —ignore lo dicho— te veré mañana.

Salí por su ventana como cuando era pequeño.

Aquella noche cometí el primer error de mi vida... aquel que de no haber cometido él aún seguiría con vida... por qué haberme encontrado con él solo significó su muerte.

Llegamos a un punto que conocen bien, es hora de ver el otro lado de la moneda.

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