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El psicologo de lucifer

Como había dicho mi madre no había regresado en todo el fin, hoy volvía a la escuela para mi desgracia.

Mi hermano ya no estaba en cama, al salir ya estaba Rita cocinando junto con mi hermano sentado en el comedor.

—Buenos días —saludó Rita— desayuna que se te hará tarde.

—Gracias Rita —agradecí feliz.

Ella me sirvió algo de macarrón con queso, mientras desayunábamos mi hermano veía mi horario.

—¿Quién es Alexander Grinch? —preguntó confundido.

—Es el psicólogo creo —contesté sin mucho interés.

—Es tu primera en tu lista de hoy —me informo.

Asentí para tomar el horario y mirarlo.

—Que asco ir a la escuela —me queje— pero me voy que se me hace tarde.

—No se te vaya hacer tarde para dormirte en clases —se burló mi hermanito.

Negué con la cabeza divertido para acercarme a él y revolver sus rulos, bese su frente para abrazarlo fuerte.

Estaba por salir cuando Rita me detuvo para darme mi desayuna en una bolsa, ella tomó mi mentón para girarlo ligeramente permitiéndole ver mejor la herida.

—Tu madre otra vez —dijo con un nudo en la garganta.

—Me dejara una linda cicatriz, me veré más rudo —guiñe para calmarla.

Ella negó, podía ver la ira en sus ojos.

—Beck tengo que reportar esto, será mejor si están...

—Yo en un orfanato y Casper en un hospital —le recordé lo que insistía por años— estamos mejor aquí juntos que separados.

—¡¿Cómo vas a estar mejor aquí si te golpean?! —me regañó.

—Porque estoy con Cas —aseguré— puedo cuidarme de ella.

—Temo por el día que no sea así —dijo acariciando mi mejilla.

Le di una sonrisa para después irme, me sentía mal por ella.

Llegue a la escuela para dirigirme a la oficina del psicólogo, esperaba un joven inexperto como solían ser... me equivoque.

Aquel hombre era algo grande, unos cuarenta y tantos sin pasar de los cincuenta, vestía un traje elegante ¿Cómo por qué?

—Beck Jones —me llamó— entra por favor, soy Alexander Grinch pero puedes llamarme Alec —se presentó.

Le hice caso para tirarme en el sofá que tenía.

—Al menos tienen presupuesto para un buen sillón —alague.

—Es bueno que te sientas cómodo —sonrió.

—Porque es un espacio seguro —repetí lo que siempre me decían.

—No es tu primera vez con un psicólogo o si —se adelantó.

—No, así que se lo adelanto para no perder tiempo —empecé— trastorno oposicionista desafiante, trastorno explosivo intermitente, agresivo, impulsivo, con buen sentido del humor.

—¿Así te defines tú? —preguntó intrigado.

—Eso es lo que dicen todos de mi  —aclaré— pero puede leer lo demás en mis expedientes, el de la psicóloga Bana es mi favorito, yo por mi parte no tengo que hablar con usted así que si no le importa dormiré.

Cerré mis ojos pero no tardo ni un momento en empezar.

—Yo agregaría listo —señaló.

—Es la parte Psicopata —concluí.

Me miró atento, como si con verme me estuviera leyendo la mente.

—El estado me pide hacerte una evaluación psicológica Beck —se adelantó.

—Copy paste y se arregla todo —insinué.

Él suspiro y se acomodó más en su silla.

—No me la pondrás fácil o si —mencionó, era listo.

—Quiere que me siente aquí a llorar por mi trágica vida, mi padre muerto y mi madre drogadicta —me burlé— lo puedo hacer, también soy buen actor.

—Si quieres llorar puedes hacerlo —se defendió — sabes me mandaron todos tus expedientes.

—¿Y los leyó todos? —pregunté asombrado— es lectura para todo un año.

Ya los conocía, miles y miles de hojas.

—No leí ninguno —aclaró— me importa una mierda lo que digan porque sé que no es verdad.

—¿Ah no? —pregunté desconcertado.

—Nuestro sueldo es una burla a nuestros años estudiados, ninguno se a interesado en ti lo suficiente como para entender quien eres más haya de esa fachada que das —contestó.

—Y usted si —ataqué, sabía que es lo que estaba haciendo.

—Eso dependerá de ti —contestó— ¿Quién eres Beck Jones?

Si ahora contestara la respuesta sería "Un jodido desastre, un chico que no le queda nada porque seguir... un asesino"

Ese día solo contesté lo que de verdad sentía.

—Una serie de eventos desafortunados —contesté seguro.

Él me dió una ligera sonrisa para anotarlo en su libreta y después mostrarme.

"Beck Jones es... una serie de eventos desafortunados"

—Yo creo que eres más que eso —aseguró— así que porque no inicias diciéndome porque estuviste en la correccional.

Suspiré, ciertamente me agradaba este tipo pero no lo suficiente para hablar con él, hablar es peligroso, con las palabras incorrectas terminas metido en tu mierda.

—Ya sabe una cama para dormir, comida tres veces al día —me burlé— una hermosa vista, lindos recuerdos —señalé la herida, era mejor adelantarme.

—No te lo creo —señaló— saliste antes por buen comportamiento.

—Pensé que no había leído mis expedientes —gruñi.

—Y no lo hice, eso me lo dijo la trabajadora social —estableció.

—¿Qué más le dijo? —me adelanté algo molesto.

—Que te mantuviera alejado de los encendedores —contestó.

Piromaníaco también entraba en las listas de mis expedientes y ese no lo podía negar, me encantaba ver arder las cosas.

—Yo no vengo a ser tu amigo, tu hombro para llorar o que busques una figura paterna en mi —estableció— vengo ayudarte.

—¿Acaso pedí su ayuda? —ataqué.

—Todos necesitamos ayuda en algún momento de nuestras vidas, eso no nos hace débil —filósofo.

—Eso no fue lo que pregunte —ignore lo dicho— ¿Acaso pedí su ayuda?

—Ciertamente no, pero la necesitas para la libertad condicional —me recordó— yo no tengo problemas en llenar el acta diciendo que aún no estás listo, así que lo que haremos es que vendrás a todas tus citas, a tiempo y colaborarás conmigo o llamaré para que te regresen.

—Amenazas —murmuré asombrado— pensé que su ética no se lo permitía.

—Mi ética es una sola y me rijo por ella, ayudar a toda costa —sentenció— seamos honestos no eres un chico sencillo y no tomare el papel que todos hacen contigo, aquí yo soy el depredaro y tú la presa.

—Es un idiota, eso es lo que es —aseguré.

—Puedes insultarme, gritarme, humillarme —me permitió— no me importa.

—Ya veremos si dice lo mismo cuando incendie su auto —amenace para salir de ahí.

—Te veo el miércoles —se despidió desde la puerta.

En ese momento solo estaba enojado, enojado porque por primera vez en años me había sentido débil ante alguien.

No lo sabía pero ese idiota tenía razón, por años los psicólogos habían tratado de entrar de una manera diferente, de ser "mis amigos", de verme como un chico dañado que se abriría con ellos, verme vulnerable.

Todas esas suposiciones hacían que terminaran por odiarme, "por no hacerme daño" terminaban dañándose, pero Alec Grinch no.

Para él siempre sería su más grande error.

Me fui a mi siguiente clase sin antes ser intervenido por un idiota.

—Ladrón de pasteles —saludó Eliot.

No tenía tiempo, me giré para darle un buen puñetazo abriéndole el labio.

—Algo más —dije mirándole.

El chico castaño que estaba a su lado me empujó, el pequeño pomerania me planto cara.

—¡¿De verdad?! —gruñi golpeando su abdomen.

El pequeño se retorció un poco.

—Un demonio nunca le ganará a Lucifer —asegure tomando el mentón de Eliot para darle dos palmaditas.

Tome mis estupidas clases, en la estupida escuela con los estupidos profesores... estupida vida.

Para el desayuno comía el emparedado que me había mandado Rita, buscaba trabajo a la antigua, en el periódico.

—Yo te doy trabajo si quieres —ofreció Eliot sentándose frente a mi junto con el otro chico.

—¿Eres estupido o que? —pregunté confundido.

—Te ofrezco trabajo y así me pagas —señaló.

—No quiero nada que venga de ti —asegure— y amenos que vengas por el segundo round largo.

El chico ni siquiera se movió.

—Queremos algo de ti —explicó— inmunidad y territorio.

—Quieren que no los golpee y los deje golpear a un par de idiotas —dije riendo.

—Así es —contestó— como la perfecta trinidad —se burló.

Lo pensé por un momento.

—¿Y que gano yo? —pregunté interesado.

—Aligeramos tu trabajo —contestó.

Me lo pensé, me gustaba golpear personas pero tenía que calmarme.

—Bien, dense gusto excepto a Tristan —miré al niño— ese es mío.

Eliot me tendió la mano para cerrar el trato.

—Mi palabra vale más que eso —gruñi mirando su mano con desprecio.

—Claro —dijo él.

Miré al chico a su lado, mirándome serio con sus ojos azules brillantes.

—Soy guapo lo sé, ya puedes dejar de mirarme —ataqué.

—Es Jason, no habla —se adelantó Eliot.

—¿Es mudo? —pregunté.

—No, solo no le gusta hablar —explicó— yo creo que es porque es muy flojo.

Él castaño recibió el golpe del ojiazul, los ignore para continuar con mi búsqueda de trabajo.

—No era broma, yo te puedo dar trabajo —dijo de nuevo.

—¿De qué? —pregunté abrumado.

—En la pastelería —contestó— mi papá es el dueño.

Levanté la ceja confundió.

—Nunca te había visto por aquí —no le creía— ni a ti.

—Vivía con mi madre, me corrió y aquí estoy —explicó— él recién llegó.

Asentí para dar otra mordida a mi emparedado.

—¿Me harás rogarte? —preguntó.

—Hablaré con quien me pague —contesté — pero gracias.

Al salir de la escuela fuimos a la panadería.

—Papá —llamó el chico al no ver a su padre.

Su padre salió para verme y después a su hijo.

—El es Beck —sonrió— quiere trabajo.

—Beck —me miró— tu madre es Jessica Jones no es así.

—Desgraciadamente —contesté— se lo dejare fácil no soy mi madre, trabajo bien pero en horarios de dos a ocho —establecí— ya que es pan puedo venir antes de la escuela, y necesito más del salario mínimo, si no puede con esto no me haga perder mi tiempo.

Eliot me miró incrédulo, nadie exigía trabajo como yo.

—Y no trabajo los fines de semana —agregue de último.

Su padre miró a Eliot algo molesto pero recayó en mí examinándome de arriba abajo.

—Te quiero aquí a las cinco de la mañana para que pongas las máquinas de pan y saques la primera orden del día —inició— por la tarde trabajarás de dos a seis y te puedo pagar dos sueldo mínimos por día de trabajo.

Asentí, no había sido tan difícil.

—Inicias mañana a las cinco —dijo volviendo a la parte de atrás— y tú ponte a trabajar, no te pago para que no hagas nada.

—¡Ni siquiera me pagas! —le recordó.

Su padre no dijo más para volver atrás.

—Gracias —comenté viéndole.

—Seré tu jefe —sonrió divertido.

—¿Por qué me ayudas? —pregunté confundido.

—Entre los ex convictos debemos ayudarnos —guiño un ojo.

Un cliente entró, Eliot se puso a trabajar así que me fui a mi casa.

Al llegar ya estaba mi madre ahí, sentada a un lado de mi hermano mientras abría un regalo que le había dado.

Siempre hacía eso.

—Beck —saludó mi hermano— mira mamá me compro el último de la saga.

Ella me miró con una mirada triste.

—¿Cómo te fue cariño? —preguntó ella.

No contesté, me senté a lado de mi hermano para besar su mejilla.

Ella suspiró y me tendió la caja de un nuevo teléfono.

—Sé que no es el mejor pero al menos este tiene mejor memoria y cámara que el que tienes —dijo sonriendo.

—¿Y a quien se lo robaste? —pregunté molesto.

Ella suspiró abrumada, mi hermano me miró molesto para pegarme ligeramente en el costado.

—Lo siento cariño, sé que te lastime pero te prometo que no volverá a pasar —dijo arrodillándose frente a mi tomando mis manos.

—Que extraño siento un Déjà vu —me burlé.

Ella suspiró para levantarse y besar mi frente.

—Te prometo que es verdad esta vez —recordó— ya conseguí un empleo, lo haré bien.

—Si, otro Déjà vu —contesté.

Ella soltó una lágrima, la limpio para asentir y salir de la casa.

—Ella va a cambiar —me regañó mi hermano— solo tienes que darle una oportunidad.

—Síguete engañando Cas, yo ya no tengo fuerzas para creerle sus mentiras —aclaré— solo espero que disfrutes la biblioteca entera que te de cuando me termine matando.

Mi hermano bajó la mirada y empezó a llorar.

—¡Hey! no —dije atrayéndolo a mi pecho— lo siento, no te debí hablar así.

Lo abracé para contarle de mi día para calmarlo, al final de un rato se quedó dormido en mi pecho.

Pero en mi cabeza seguía esa pregunta ¿Quién es Beck Jones?

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