CAPÍTULO 76
Nos fue muy complicado llegar a Víktor, ya que la batalla era realmente encarnizada. Apenas habíamos sufrido bajas y los heridos habían sido llevados a las cabañas gracias a la magia de distracción que las brujas nos ofrecían. El corazón nos iba a mil por hora, pues lo que más temíamos no era la muerte propia sino la de los que amábamos.
La anciana jefa fue la que ordenó que Víktor fuera llevado a dónde mi hermana. Temía también por ella y por la posibilidad de que alguien supiera de su localización para acabar con su vida. El resto nos quedamos en el fervor de la batalla con mayor precaución que antes.
Aunque nos superaban en número, los esbirros de Sebastián eran bastante débiles para nosotros. Con el apoyo de los hombres lobo, todo parecía ir como la seda gracias a sus fantásticas tácticas y trampas que habían colocado previamente por el bosque.
Nicolae se me acercó para cerciorarse de que me encontrase bien. Con su espalda pegada a la mía, me dijo:
—Después de lo que ha pasado, yo seré los ojos de tu espalda.
—Yo también seré tus ojos, pero también debemos ser el del resto. No quiero más pérdidas.
Me apretó ligeramente la mano en señal de apoyo. Aquel pequeño gesto fue el detonante de que mi ánimo ascendiera como la espuma. Eso y ver a Lorie con aquella fuerza increíble emanar de su arma. Me parecía increíble ver como todo ese entrenamiento había dado sus frutos con tal perfección. Me sentía orgullosa, pero esperaba que sus talentos no tuvieran que mostrarlos más, pues eso podía significar que la paz había sido instaurada para todos.
Peter y Madeline aparecieron a nuestro alrededor, eliminando a dos vampiros más que intentaban llegar hasta nosotros. Parecían cansados, pero no heridos.
—Los hombres lobo me han dicho que han preparado algo al final del sendero norte. Debemos de desplazar a todos los vampiros que podamos hasta el final pues allí han colocado unas bombas de veneno.
—¡Pero eso es muy peligroso, podrían alcanzarnos a todos! —Grité indignada. Pero Peter intentó calmarme diciéndome que todo había sido pensado. Algunas brujas estaban escondidas por el bosque a la espera de protegernos de la explosión.
No me convencía demasiado el plan, pero lo cierto es que aun eran demasiados y Sebastián parecía ganarnos el terreno un poco más. Podía verse que nos quería dejar para el final, como un sádico que disfruta jugando con su presa. La ira me hizo ser la primera en correr dirección al sendero, dirigiendo lentamente a mis enemigos a su descanso eterno.
Aunque ciertas heridas escocían, la necesidad de acabar con todo aquello era el mayor premio a lo que aspirar. Un baño de sangre cubría las plantas y la tierra. Levanté mi vista en busca de las brujas que se suponían se encontraban ocultas, pero a simple vista no encontré a ninguna. Comencé a preocuparme y di instintivamente, varios pasos hacia atrás, ¿Y si era una trampa? ¿Y si desconfiaban incluso de nosotros? Comencé a temblar ante esa posibilidad, pero al fijarme en el tronco de uno de los árboles, unos ojos aparecieron y me guiñaron un ojo en señal de tranquilidad. Aquello me obligó a pararme; estaba harta de ser tan desconfiada pero mi vida había sido demasiado traumática como para no hacerlo.
Quizás la mujer comprendía mi sensación, por lo que me hizo el gesto de acercarme.
—No temas, cuando llegues al final del camino, acércate a uno de los árboles y te protegeremos. Hemos avisado a todos de las instrucciones. No desesperes, estamos aquí.
Quizás mi yo interior más niño, el que menos había quedado corrompido, me hizo querer confiar en la propietaria de dicha voz. Seguí los pasos que me dijeron, llegando al final del camino mientras que luchaba unos cuantos. Algunos hombres lobo esperaban pacientemente y entonces, con una enorme velocidad, tomaban unas cuerdas del suelo para enrollarlas en torno al cuerpo de los que lográbamos noquear. De esta forma, un mecanismo los hizo ascender a las copas más altas de los árboles, quedando suspendidos en el aire como adornos de navidad. Atónita, fui arrastrada a uno de los árboles, donde noté los brazos de alguien invisible que parecían querer protegerme.
—Ahora, debes cerrar los ojos pues puedes quedar ciega. Confía en nosotros, todo pasará.
Y efectivamente, una sonora explosión hizo sacudir el bosque, temiendo una vez más de las palabras de aquella bruja. Para cuando ella me dijo que abriera los ojos, todo parecía haber quedado desierto. De entre todos los troncos, emergieron las figuras de muchas brujas. Drogo, Peter,Nicolae...todos estaban a salvo y completamente anonadados por lo que había sucedido. Miramos arriba y allí quedaban los cuerpos paralizados de nuestros enemigos, pero por mucho que miramos, no encontramos el de Sebastián.
—¡Debemos darnos prisa!¡Puede que haya encontrado donde ocultamos al resto!
Aquello me hizo temblar de nuevo. Nicolae me tomó de la mano y todos corrimos en dirección al centro del refugio. El cuerpo de Sebastián parecía encontrarse completamente demacrado, pero aun respiraba. Se tambaleaba conforme se movía, pero su fuerza era aún inconmensurable. Era evidente que los daños habían sido muy graves gracias a las armas de las brujas y la fuerza de los hombres lobo, pero eso costó la vida de muchos de ellos. Apilados como si no valieran nada, se encontraban los cadáveres de muchas mujeres y hombres que habían perecido en su lucha.
—¿Pensáis que lograreis detenerme?¡Nadie puede, malditas escorias!¡Yo nunca muero! —Gritó Sebastián. Tomando una de las espadas de uno de los cadáveres, se abalanzó hacia nosotros, demostrándonos las razones por las que había sobrevivido durante tanto tiempo. Era imposible de acertar un golpe, pues, aunque estaba más débil, también se encontraba más atento a todos los movimientos.
Logró atravesar el brazo de Madeline, siendo empujada por Peter para que ella pudiera correr y esconderse. Pero se negó.
—¡Vete, debes de ponerte a salvo!
—¡No!¡Lucharé hasta mi último aliento!
Como si fuera un carrusel, todos girábamos en torno a Sebastián, preguntándonos dónde se encontraban el resto de las brujas. Temíamos que la trampa hubiera surtido efecto parcialmente, quedando algunos enemigos rezagados por el territorio. Debido a lo mucho que tardaban por aparecer, nos temimos lo peor.
Tan solo estábamos nosotros y él, como si el resto de la faz de la tierra hubiera desaparecido. Algo andaba mal.
Pero entonces, algo inesperado ocurrió; mi hermana apareció de la nada, caminando en nuestra dirección como si nada temiera. Sebastián quedó congelado, como si ella tuviera un efecto mágico sobre él.
—Cathy...
—Detén esto, sé todo, todo lo que escondes. No sé cómo pude creerte.
Aquella escena era surrealista. No podíamos atacar a Sebastián porque podía tomar represalias contra mi hermana y tampoco disponíamos de la protección de las brujas. Todo aquello podía salirse de control en cuestión de instantes.
Sebastián comenzaba a acercarse más a Cathy, por lo que nosotros seguimos sus pasos. Ella se intentaba mantener lejos de su presencia como buenamente podía.
—No sé qué te contaron, pero puedo explicarte...
—Sé el motivo por el que te acercaste a mí y las razones reales de la creación del Exilio. Aunque es cierto que querías utilizar el lugar para castigar a aquellos que lo merecían, era un laboratorio clandestino cuya finalidad era conseguir que tú tuvieras descendencia. Le vendiste esa idea a Víktor cuando no se encontraba en sus cabales, lograste ilusionarle con la idea de que los vampiros quizás podrían tener descendencia propia si todo salía bien.
—Cathy, por favor, debes venir conmigo...
—Yo soy uno de tus experimentos, la única humana que ha logrado embarazarse de una especie como la tuya. Parece ser que no te bastó con tener dos hijos, pretendías tener todos los que quisieras, ¿Quizás para lograr que tu maldita especie reinase sobre el mundo? ¿Eso fui para ti, un simple experimento?
Sebastián estaba cada vez más cerca de mi hermana, por lo que temí que en breve debíamos tomar acción. Estaba casi segura que se la llevaría en cuanto acabara con todos nosotros.
—Siento darte malas noticias, pero perdí al bebé. Debes sentirte completamente desgraciado, pero yo, si te soy sincera, me siento aliviada.
Aquellas palabras hicieron mella en Sebastián, haciéndole caer de rodillas completamente abatido. Pero su fragilidad no me la creí ni un solo instante, por lo que quise atacar la primera. Lo que más me sorprendió fue que mi hermana se arrodilló a su lado, quedándose a pocos centímetros de él. Su mano fue a parar a su rostro, el cual seguía con ese deje extraño, ¿Era yo o Catherine actuaba extraño?
Tomó su mano, apretándola con fuerza. Su voz sonó más profunda que de costumbre.
—Eres el desprecio hecho carne, la más inútil semilla que ha germinado en nuestro jardín. Hemos sido tolerantes dejando que vivieseis en un lugar aun a pesar de vuestra completa desobediencia. Pero tú, vil bastardo que todo deseas, no cumpliste con el castigo, no solo dañando a los humanos que tanto protegemos, sino también a los casi extintos espíritus del agua. ¿Tienes idea de lo que me ha costado salir de mi escondite para detenerte, bastardo hijo de puta?
—¿Cathy...?
La forma de mi hermana se fue quebrando hasta dar con la imagen de un hombre de tez pálida y cabello blanco. Era exactamente en apariencia a un elfo de los libros de fantasía.
Pero si yo me hallaba estupefacta, Sebastián era el que peor se encontraba. Sus manos temblorosas fueron encerradas en torno a unas enredaderas espinosas que apretaban con fuerza sus muñecas y parecían estar vivas.
El hombre nos miró a todos con ese rostro inexpresivo; casi parecía estar perdonándonos la vida. Hizo una leve reverencia, presentándose ante todos:
—Disculpad que haya tomado el aspecto de alguien querido por vosotros, pero era la única forma de actuar. Hemos recibido pruebas que demuestran la existencia de este Drow que había sido castigado por nosotros debido a muchas imprudencias que nos pusieron en peligro. Fue gracias al espíritu de una bruja bondadosa que supimos de las intenciones de este tipo. Ella nos encontró gracias a uno de los nuestros que partió hacia el descanso eterno; solo los elfos de la luz encuentran a los elfos de la luz.
Con una sonrisa, comenzó a caminar con un Sebastián abatido, cuya mirada parecía perdida. Quizás era la magia de esas esposas, pero, ¿Quién sabe acerca de la naturaleza de esas criaturas?¡Yo ni siquiera me había planteado su mera existencia!
En el momento que ambos desaparecieron por el portal, lentamente las brujas comenzaron a salir de sus escondites. Era como ver florecer la primavera ante la esponjosa nieve que todo cubre, pues hoy era sangre, pero mañana sería esperanza.
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