CAPÍTULO 71
Me pensé varias veces soltar lo que sabía, pero ya me avisó el espíritu del lago: "Todo lo que veas puede ser interpretado de muchas formas".
Preferí ser prudente y mantener un perfil bajo; era la mejor forma de no alertar a un posible enemigo. Antes de salir de la mansión, tomé las runas que mi madre me había dejado. Estaba segura que había una razón de peso para que las dejara allí.
También ojeé de nuevo su diario con la esperanza de encontrar algo más, pero a simple vista, todo lo que había extraído de sus páginas era lo que ya sabía.
Mi cuerpo temblaba, desde mi cabeza hasta la punta de mis pies. Casi como un dejá vú, recordé mi enfermedad o bien mi posible enfermedad. Desgraciadamente, al ser un vampiro, no podía saber nunca si realmente tenía ese síndrome, pero al menos tenía la certeza de saber que mi madre nunca estuvo enferma, de hecho, siempre estuvo muy saludable.
Cada vez que recordaba algo de ella, se me rompía el corazón en dos. Era completamente injusto todo aquello ya que, si aquel drow no se hubiera interpuesto en nuestra vida, ella seguiría con vida.
Pero el tiempo jugaba mucho en mi contra, así que sequé mis lágrimas y me golpeé la cara varias veces. Me encabroné conmigo misma, saqué esa parte demoníaca de mí para que mis enemigos pagaran con sangre lo que habían hecho.
Si alguien jodía a mi familia, no habría lugar en la tierra seguro para él.
Todos me esperaban en el jardín con el rostro cubierto de preocupación. Sebastián abrazaba a mi hermana a modo de consuelo, intentando calmarla ya que donde íbamos era muy peligroso para ella, pero claro, dejarla sola en la mansión era mucho peor.
—Tomaremos un coche para no levantar sospechas. Lo mejor sería dividirnos e ir a intervalos diferentes de tiempo,
—Mi hermana va conmigo—Interrumpí a Sebastián. Él parecía no muy contento por mi decisión, pero Nicolae salió a mi rescate.
—Me parece correcto querida. Nuestro coche es muy grande, por lo que caben cuatro personas más. Quienes quieran venir, son bienvenidos.
—De hecho, cabemos todos—Secundó Peter.
Sebastián parecía bastante contrariado y eso me hizo sospechar. No me gustaba demasiado esa forma de querer separarnos, ¿Acaso nos ocultaba algo?
Finalmente, todos nos metimos en el coche poniendo rumbo al portal donde se encontraba el refugio 17. La música hacía que el silencio del coche no se sintiera tan violento, pero, aun así, podía sentir una gran crispación en los asientos de atrás. Lorie no había dicho una sola palabra desde que Drogo se marchó de la mansión. Tenía su bastón tomado con fuerza además de unas gafas completamente negras que tapaban sus dañados ojos. Sabía que estaba furiosa, pero prefería evitar descargar su ira en un momento equivocado. En el momento, sabía perfectamente que no dejaría títere con cabeza y que saldría ella misma a buscar a su hermano.
Mi hermana parecía agotada, incluso más que de costumbre. Su aspecto no era muy saludable, lo que me hizo preocuparme enormemente. Iba a preguntarle acerca de cómo se encontraba, pero se quedó dormida. Preferí dejarla descansar, aunque el trayecto no era muy largo.
—Deberíamos de dejarla en alguna de las cabañas de las brujas del refugio. Es un blanco fácil para el enemigo así que debemos encontrar un lugar seguro.
Nicolae asintió. Me fijé en su rostro, completamente contraído como si algo se le cruzara por la mente. No me aguanté las ganas y se lo pregunté en voz baja:
—¿Pasa algo? Y no me digas que no porque sé perfectamente que mientes.
—A veces me encantaría que no estuviésemos tan conectados.
Parecía muy preocupado y, de forma muy inusual, apenas podía encontrar las palabras exactas para decirme lo que pasaba. Me temía que hubiera algo que no me hubiera contado y que fuera trascendental. Sus ojos fueron a parar a los espejos retrovisores, suspirando en varias ocasiones.
Para mi sorpresa, le preguntó algo a Sebastián:
—¿Sabes manejar armas?
—Oh vaya, por supuesto que no. Además, lo tenemos prohibido. Es como decir que los hombres lobo somos tan débiles que requerimos de armas para defender a los nuestros. Renegamos de todo ello, pero en casos como éste, quizás debemos de tragarnos nuestra vanidad y empuñar un arma más letal que nuestros colmillos.
Eso hizo sonreír ligeramente a Nicolae, dejando la conversación y centrándose en la carretera. A mí me dejó con las dudas que tenía y, para evitar crear un mal ambiente, decidí dejarlo estar al menos por un tiempo. Por fortuna, no tuvimos que alargar demasiado aquella situación extraña. El camino de tierra nos indicaba que ya estábamos dentro del bosque, por lo que era cuestión de poco más de un par de minutos para llegar a nuestro destino. Peter miró algo en el móvil en silencio, mostrándoselo a Madeline. Ambos parecieron un poco preocupados. Miré de nuevo a Nicolae, descubriendo que tenía la misma expresión que ambos. Estaba casi completamente segura que algo me estaban ocultando y que, por alguna razón, se negaron a contarme.
Aparcamos el coche, saliendo de él con precaución. Podíamos encontrarnos con cualquiera que trabajara para la perra de Claudette, así que más nos valía tener mil ojos en la espalda.
—Voy a daros algo con lo que defenderos—Dijo Nicolae.
Caminó hasta el maletero para tomar un maletín de su interior. Señaló a mi hermana para que se acercase.
—Quiero que la uses. Llévala encima por si las cosas no van bien. Sabes que los vampiros pueden curarse de sus heridas, pero el dolor es algo que no podemos evitar sentir. Si alguien accede a la cabaña donde estarás oculta, apunta a las piernas y corre al exterior. Grita con todas las fuerzas que tengas e iremos a por ti.
Asintió temerosa mientras tomaba el arma y le daba una pequeña bolsa donde guardarla manteniéndola oculta bajo la ropa. Me miró con una pequeña sonrisa para intentar disipar el miedo que sentía al pensar que iba a tener que confiar la seguridad de Catherine a unas desconocidas.
—No te preocupes Nicole, sabes que, aunque sea una miedosa, tengo los mismos cojones que tú. Me crezco ante la adversidad.
—Tienes a quién parecerte—Le dije mientras chocábamos nuestras manos.
Nicolae tomó otro maletín de cuero negro desgastado. Me pregunté para quién sería esa arma pues el resto teníamos capacidades sobrehumanas para defendernos. Una vez que estuvimos delante del portal, Nicolae dejó el maletín encima de una enorme roca.
—Antes de usar las runas, debo de darle un obsequio a nuestro querido Sebastián. Estoy seguro que lo apreciarás.
El rostro de él pareció palidecer cuando miró con mayor atención el maletín que había dispuesto delante de él. Podía ver la palidez de su rostro y eso me escamaba profundamente.
—Espero que te traiga grandes recuerdos. Estoy seguro que será así.
Nada más abrirlo, el rostro siempre amable de Sebastián se convirtió en una profunda furia. Jamás le vio con esa mueca esperpéntica, como si de un demente se tratara. Lo que fue peor era esa sonrisa cínica que se dibujaba en sus labios; hacía que quisiera llorar.
Algo iba mal, podía olerse, podía sentirse. Como el crujir de un cristal cuando sabes que has golpeado un vaso y está próximo a caer contra el suelo. Estaba segura que ese terrible secreto, que esa aura extraña que se había instalado en el coche, era a causa de él.
Nicolae parecía incluso más furioso que él, esperando una respuesta. Extrajo el arma al ver que él no lo hacía, mostrando una enorme pistola de color blanco.
—Pistola Glock de 9mm, color blanco y metalizado. Vaya, una semiautomática, tremenda calidad. Parece ser que nuestro Alpha no sigue las normas en cuanto a defensa personal. Si no, ¿Cómo explicas que encontrasen este maletín enterrado?
—No sé de qué demonios me hablas.
—Te vieron, casualmente te vieron merodeando por el bosque. Una querida amiga nuestra que, casualidades del destino, te pilló revisando si tu amada arma seguía dónde la dejaste, y ahora está muerta. En unas pocas horas...muerta, por un maldito clavo en la cabeza.
—Espera, ¿Qué? ¿De qué hablas? —Dije con voz temblorosa.
—Con amiga... ¿Te refieres a...? ¿a...?
Agarré a mi hermana para ponerla tras de mí. Ella temblaba tanto que parecía estar teniendo una crisis. El color pálido de su rostro comenzaba a preocuparme.
Y más cuando comenzó a sangrar. Aquello volvió loco a Sebastián, intentando llegar hasta ella, pero entonces, Nicolae gritó.
—¡LORIE AHORA!
Y de un movimiento magistral, ella desenvainó su bastón, dando lugar a una preciosa katana, la cual usó para herir a Sebastián. Madeline y Peter nos tomaron de las manos y nos empujaron al portal. En el último segundo, Nicolae se agarró a mí y todos entramos dentro del refugio. La última imagen que vi mientras que se desvanecía el bosque era una enorme furia en los ojos de Sebastián.
Pero ese no era él, no podía reconocer ni un ápice de su persona.
Era como si ya no quedara ni rastro del padre de mi sobrino.
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