CAPÍTULO 59
Las tormentas nunca vienen solas, siempre vienen acompañadas de daños y de sentimientos extraños. Nos activa una parte de nuestras mentes, algo tan visceral que no solemos comprenderlo. Supe que cuando Víktor puso un pie en la mansión, la razón debía ser de peso.
El semblante que vi en él no era el mismo que mostraba cuando fui torturada por sus manos en el Exilio. Ni siquiera esa seguridad tan arrogante podía verla salir en ninguno de sus gestos. Si estaba fingiendo, podía decir sin miedo a equivocarme, que me había topado con el mejor actor que existe. Pero el miedo que sentí en el pecho me hizo huir lejos de su presencia. Nicolae sintió un fuerte amago de ir tras de mí, pero mi hermana lo detuvo de forma sabia. Necesitaba mi espacio y, para canalizar todo el tumulto de sentimientos y el vértigo más profundo, decidí tomar el diario de mi madre para observar mejor cada uno de los detalles. La foto y las runas se encontraban debajo de la caja, junto con las palabras en rojo que rodaban por mi mente.
El niño de pelo blanco, el que lo empezó todo. Era escueto y no especificaba exactamente, pero si de algo se caracterizaba mi madre, era de no desvariar ni de hablar sin conocimiento de causa. Continué leyendo la página en la que me quedé:
Hoy he amanecido un tanto angustiada y es extraño porque he dormido como un tronco. Ayer fui a visitar a mi nueva amiga Betty y me dio unas runas preciosas. Me dijo que me servirían de protección y que siempre las llevara conmigo, pero he decidido que mejor se las doy a mis pequeñas pues son ellas las que más lo necesitan. No puedo volver a casa, por lo que envié al recepcionista para que las escondiera en el lugar que le pedí. Es tan amable y bueno que me encantaría que alguna de mis hijas pusiera sus ojos en él.
Pero tenía muchas cosas en las que pensar. Llamé a mi esposo varias veces desde ayer, pero no me respondió. Es extraño pues, aunque es un tanto despistado, nunca permanece tanto tiempo incomunicado. Temo que algo le haya sucedido, pero entonces Nicole o Catherine me habrían dicho algo.
Decidí ir de nuevo al lago para investigarlo. Allí el tiempo es extraño, casi como si no obedecieran a una coherencia. Si en la ciudad la temperatura era de unos treinta y dos grados, en las cercanías del lago, la temperatura era más de quince grados menos que en el resto de la ciudad.
Tenía decidido pedirle a Betty que me acompañase la próxima vez. Estoy segura que encontrará algo si se trata de magia. No puedo explicarlo con palabras, pero hay algo que me envuelve cada vez que piso aquel lugar.
Tras la visita al lago, mi cabeza da vueltas preocupada. Escuché voces a mi alrededor, voces de una mujer que susurraba algo. En un principio pensaba que era el viento, pero escuché mi nombre en sus labios. No podía ser coincidencia, pues prácticamente nadie sabía de mí al estar de visita. Pregunté varias veces, pero los susurros no cesaban en ningún momento, de hecho, las escuchaba cada vez más fuerte y cerca de mí. Y aquello era lo que más me dejaba extrañada: que no lograba descifrar lo que decía.
Decidí pasar por la casa de Betty, pero ella me dijo que mañana tenía un encargo. Un cliente va a ir a verla por un tema de herencias ya que necesitaba saber de boca de su padre ya fallecido, algunas cosas. Me sorprendía su capacidad de hablar con aquellos que no se encontraban en nuestro plano con una gran naturalidad. Le dije que no se preocupara, que ya iría yo sola.
No puedo esperar más. Quiero saber quién demonios es esa mujer y qué quería decirme.
Me he preparado mentalmente, pero lo que vi no comprendo. Antes de llegar a la orilla, encontré a un niño con el pelo blanco, metiéndose dentro del lago. Estuve a punto de detenerle, pues temía que se hubiera perdido y que se ahogara. Pero entonces apareció una mujer delante de él, con el rostro temeroso, casi como si el miedo más visceral se apoderase de ella. Algo semejante a unos cordones de oro, la mantenían anclada a las profundidades del lecho del lago. Levitando con apenas una túnica semitransparente, agachó la cabeza en señal de saludo.
El niño le sonrió de una forma que mi corazón se saltó un latido. Por su vestimenta, podía pensar que estaba disfrazado, pues era demasiado anticuada para nuestros tiempos. Y dudaba que se tratase de un fantasma, pues entonces no sería capaz de verlo. La conversación que tuvieron entre ellos...me dejó con más preguntas que respuestas.
—Pagarás por haberte enfrentado a mí. Te quedarás en el mismo lugar que maldijiste a los míos.
—Tú fuiste el que no respetaste a las que son como yo. Si tu gente hubiera sido más inteligente, sabría percibir la existencia de un espíritu de la fuente. Conocería las leyendas y las historias locales, pero no... ¡Os centrasteis en el odio, en el maldito odio que vuestros iguales inyectaron en vosotros! Comprendo el sufrimiento que tuvisteis que pasar, pero los espíritus del lago tan solo protegemos lo que es nuestro, lo compartimos con la condición de que nadie se olvide que debe de cuidar la naturaleza, que debe de pedir permiso por respeto a los seres que hemos nacido allí. Yo nací en las aguas que roban y ensucian cada día ¿Qué menos que me pidan beber de lo que es mi esencia, mi hogar?
Un silencio terrible hizo detener incluso la brisa que abanicaba el lugar. Temía que me encontrasen, pero no podía moverme porque podía ser incluso peor. Con la vista puesta en la escena y sumergida en un inmenso matorral de flores, mi olor pasaba desapercibido, pero mi piel se estaba cubriendo de arañazos por las espinas y ramas. Deseaba salir corriendo, pero el niño continuó hablando:
—Soy el rey de mi pueblo, el único que pudo sobrevivir a todo este tormento. ¿No merezco yo más respeto que tú, que has vivido en un lugar pacífico y has disfrutado siempre de los rayos del sol? No sabes lo que es que la libertad te sea vetada, tener que pasar cientos de años hasta que pudimos construir una escalera que nos permitiera llegar a la cúpula y así acceder al exterior. No sabes lo que es la más absoluta oscuridad en la noche y un sol abrasador en el día. Tampoco sabes lo que es ver morir a bebés calcinados, a mujeres que morían en el parto por el esfuerzo y las altas temperaturas. Tampoco sabes lo que es el más visceral frío, pues en invierno ni un solo rayo de sol nos llegaba, por lo que vivíamos en penumbras durante varios meses. No hemos podido sentir la lluvia, tan solo algunas gotas que caían a veces entre las rendijas de la cúpula. Tuvimos suerte que dispusiésemos de acuíferos subterráneos que se comunicaban con el exterior, pues entonces nos hubiésemos muerto de sed. ¿Agua? Demonios mujer, apenas supimos lo que era el agua hasta que salí al exterior y lo hice completamente solo, pues nadie aparte de mí sobrevivió. He tenido que beber agua maloliente, cubierta de moho y con una textura más viscosa que líquida. Los seres como tú merecen una cura de humildad y eso es precisamente lo que voy a hacer contigo.
El niño hizo un gesto con ambas manos, provocando que las cadenas doradas de la mujer, tirasen más de ella. Sus gritos eran horrorosos, pero en ningún momento pedía piedad. El niño, o lo que parecía serlo, se marchó con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Miré en la dirección en la que se marchó, comprobando que iba camino de salir del bosque. Esperé un tiempo prudencial, quizás hasta más de media hora, en la que la pobre mujer seguía levitando en el aire con un angustiante dolor.
Decidí salir poco a poco, intentando que no se asustara en cuanto me viera. Sus ojos se abrieron repentinamente, dedicándome una mirada entre aterrada y desesperada. No tenía pupila; era un iris blanco gigante, con motas de color azul oscuro. Su aspecto era completamente impresionante y me costaba siquiera hablar en su presencia. Decidí no acercarme más.
—Llevo un tiempo aquí, pero quería esperar para poder ayudarte. Soy...
—Dalia Hudson, lo sé, lo sé todo acerca de los que beben de mis aguas. Y no debiste quedarte; da gracias a que él no te encontró.
—¿Quién es él, el niño?
Echó su vista al cielo, intentando mantener una conversación conmigo. Sus venas se marcaban alrededor de sus brazos y cuello; era un espectáculo horrible de ver. Pero ella intentó suavizar su rostro para evitar que yo me siguiera preocupando.
—No es un niño, parece un niño. En realidad, puede adoptar la forma que desee. Es la capacidad de los elfos, ya sean de la luz o, en este caso, los Drow, que son los elfos de la oscuridad. Si leíste su leyenda, sabes que los elfos de la luz, mandaron a las tinieblas a los Drow por, simplemente, diferencias de personalidad y puntos de vista. Ellos odiaron a sus congéneres, prometiendo una venganza temible, pero él, el rey de los Drow, fue el único que sobrevivió. Es peligroso Dalia, debes huir de él, pues si pone el ojo en ti...demonios...ya puso el ojo en ti.
Y el cuerpo se me paralizó de cabeza a los pies. Las lágrimas de la mujer cayeron al agua, junto con las mías, que se deslizaron por mis mejillas. Me acerqué más al agua, pues la mirada de la mujer me indicaba que bebiera. Temía hacerlo, temía que me dijera algo que no deseaba saber.
Temía que fuera demasiado tarde.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro